
Jubileo 2025 en Colombia: las diócesis tienen todo listo para que los fieles experimenten este tiempo de gracia
Lun 20 Ene 2025
Con celebraciones eucarísticas presidas por los obispos y administradores diocesanos, desde el pasado 28 de diciembre de 2024, las 78 jurisdicciones eclesiásticas de Colombia, es decir, las diferentes diócesis, arquidiócesis y vicariatos apostólicos, han estado inaugurando el Año Jubilar convocado por el papa Francisco bajo el lema “Peregrinos de Esperanza”. Este tiempo de gracia y renovación espiritual invita a los fieles a reflexionar, reconciliarse y fortalecer su relación con Dios a través de la oración, la penitencia y la acción concreta.Las jurisdicciones ya anunciaron los templos jubilaresA través de sus diferentes redes sociales y páginas web, cada Iglesia particular ha estado dando a conocer los templos designados por los obispos para ganar indulgencia plenaria durante este Jubileo de la Esperanza.Diferentes catedrales, santuarios y basílicas se convertirán en espacios de especial gracia espiritual, donde los fieles podrán experimentar a profundidad la misericordia de Dios; puntos de encuentro para fortalecer la fe, renovar la esperanza y caminar como verdaderos “Peregrinos de Esperanza”.Obtener la indulgencia plenaria significa la remisión total de las penas temporales causadas por los pecados ya confesados y perdonados, un don que requiere cumplir con condiciones específicas: confesión sacramental, comunión eucarística, oración por las intenciones del Papa y un acto de caridad o peregrinación.Un Año Santo para todosCada diócesis en Colombia ha programado actividades jubilares dirigidas a diversos miembros del pueblo de Dios, promoviendo la esperanza y la unidad, por lo que este Año Jubilar es una invitación directa a vivir con intensidad la fe y a llevar la luz de Cristo al mundo, transformando corazones y comunidades en instrumentos de paz y reconciliación.Cartagena: Luz de Esperanza que nace en los corazonesLa Arquidiócesis de Cartagena dio inicio al Jubileo el 29 de diciembre, día de la Sagrada Familia, con una multitudinaria peregrinación desde la Iglesia San Pedro Claver hasta la Catedral Basílica Santa Catalina de Alejandría. En este acto simbólico, los fieles caminaron con velas encendidas, liderados por monseñor Francisco Javier Múnera Correa, arzobispo de esa jurisdicción y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, quien acompañó una réplica de la Cruz del Cristo de la Expiración.Durante la Eucaristía de apertura, monseñor Múnera destacó la importancia de abrir “las puertas del corazón” para sanar heridas y vivir este tiempo como una oportunidad de reconciliación y justicia social.A propósito de la celebración, el padre Rafael Castillo, quien hasta diciembre de 2024 se desempeñó como Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social, subrayó la necesidad de traducir la indulgencia en acciones concretas: “El Jubileo nos llama a construir una sociedad más justa y solidaria”.Sonsón-Rionegro: Lugares de graciaEn la Diócesis de Sonsón-Rionegro, el Jubileo comenzó con celebraciones en la Catedral Nuestra Señora de Chiquinquirá y la Concatedral San Nicolás el Magno. Monseñor Fidel León Cadavid Marín designó 10 lugares de peregrinación donde los fieles pueden obtener la indulgencia plenaria.Dentro de los jubileos específicos programados por la diócesis para diversos grupos, se incluyen encuentros con niños, jóvenes, sacerdotes y catequistas, fomentando la esperanza como valor esencial de la fe cristiana.Cúcuta: Una frontera de esperanzaLa Diócesis de Cúcuta, ubicada en la frontera colombo-venezolana, inauguró el Jubileo el pasado 11 de enero con una procesión por las principales calles del centro de la capital de Norte de Santander y una solemne Eucaristía en la Catedral San José, celebrada por el obispo monseñor José Libardo Garcés Monsalve y concelebrada por monseñor óscar Urbina Arzobispo emérito de Villavicencio.En su homilía, monseñor Garcés explicó que este Año Santo es una oportunidad para “limpiar los corazones” mediante la obtención de la indulgencia plenaria, la cual puede ganarse en siete templos asignados, como la Catedral San José y la Basílica Menor Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá.El obispo enfatizó que la indulgencia no solo limpia la culpa del pecado, sino también las penas temporales asociadas, y animó a los fieles a vivir este don en tres dimensiones: personal, comunitaria y por los difuntos. “Todo esto debe dejar como fruto maduro una fe más intensa por Nuestro Señor Jesucristo que ha dado la vida por nosotros”, destacó monseñor Garcés.De manera particular, a propósito de la realidad de la frontera, la Diócesis de Cúcuta programó un Jubileo de Migrantes para el 15 de septiembre. Al respecto, el padre Jhainer Said Urbina, coordinador de un proyecto que adelanta esa Iglesia particular con población migrante, evocó las palabras del papa Benedicto XVI para la 99º Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado:“Como lo decía Benedicto XVI, “Fe y Esperanza forman un binomio inseparable en el corazón de muchísimos migrantes, puesto que en ellos anida el anhelo de una vida mejor. A lo que se une en muchas ocasiones el deseo de querer dejar atrás la desesperación de un futuro imposible de construir.” ¿Es posible construir un futuro? En eso consta la esperanza”.Medellín: "Nuestra esperanza es Dios"La Arquidiócesis de Medellín dio inicio al Año Santo con la celebración de la Eucaristía de apertura en la Catedral Metropolitana presidida por su arzobispo, monseñor Ricardo Tobón Restrepo. El prelado afirmó que “somos capaces de vivir en la esperanza, porque nuestra esperanza es Dios”.Este Año Santo, que culminará el 6 de enero de 2026, dejará una huella imborrable en los corazones de millones de colombianos.Las diferentes Iglesias particulares ya tienen todo dispuesto para que los fieles se unan.Vea el informe audiovisual a continuación:

¿Cómo vivir el Jubileo de la Esperanza 2025 en la Iglesia colombiana? La Conferencia Episcopal lanza un libro con orientaciones
Mié 11 Dic 2024
La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), a través de su Secretariado Permanente, presenta un nuevo libro titulado "Caminar en esperanza". Su contenido busca ayudar a las comunidades católicas del país a reflexionar y vivir plenamente el Jubileo Ordinario del 2025 convocado por el papa Francisco bajo el lema “Peregrinos de la esperanza”. Más que un material de lectura tradicional, es una ruta concreta para orientar a todos los miembros de la Iglesia en un peregrinaje hacia la renovación de su fe y compromiso cristiano, especialmente en medio de un contexto nacional y mundial marcado por profundas incertidumbres y temores sociales y políticos.Este compendio de 137 páginas, concebido como una guía práctica y espiritual, ofrece reflexiones, talleres y recursos para que los fieles católicos colombianos incorporen la esperanza en su vivencia diaria y en sus dinámicas pastorales desde distintas dimensiones. Entre ellas, en la Biblia, en los padres de la Iglesia, a nivel litúrgico, desde el rol de sacerdotes y religiosos, en la familia, en la misión, a nivel social, desde la comunicación y desde los signos de los tiempos. En la presentación del libro y evocando las palabras del papa Francisco, quien en su exhortación Spes non confundit resalta que la esperanza es la virtud que “indica la dirección y la finalidad de la existencia cristiana”, el presidente de la CEC, monseñor Francisco Javier Múnera Correa, destacó que este tiempo jubilar es una oportunidad para fortalecer la virtud de la esperanza, que orienta y sostiene la vida cristiana. A partir de esta premisa, se invita a los fieles a reconocer que la esperanza tiene un rostro: Jesucristo, quien camina con la humanidad como peregrino para guiarla hacia el Padre."Caminar en esperanza" es una invitación de la Conferencia Episcopal de Colombia a fomentar la comunión en los diversos espacios eclesiales del país; desde las parroquias hasta las familias, así lo expresa su presidente, monseñor Francisco Múnera:“Deseo que este material sea acogido en todos los lugares eclesiales para la vivencia de la comunión en nuestro país; y que, en aquellos espacios vitales, se asuma con esperanza el seguimiento del Señor Jesucristo, nuestra paz, y con este horizonte podamos fomentar las relaciones, los procesos y los vínculos necesarios para una Iglesia sinodal, misionera y misericordiosa, como lo pide el Proceso Sinodal”.El libro ya puede ser adquirido a través de la Librería de la Conferencia Episcopal de Colombia o en las librerías San Pablo del país.Datos de contacto:Correo: libreria@cec.org.coWhatsApp: 3138808447Teléfono: PBX (57) 601 9157779 Ext. 125Horario de atención:Lunes a viernes 8:00 a.m. - 12:30 p.m. / 1:30 p.m. - 4:30 p.m.

Vida, paz, reconciliación, educación y libertad religiosa: temas del encuentro entre la Conferencia Episcopal y el presidente Gustavo Petro
Mié 5 Mar 2025
Cerca de hora y media duró la reunión de este martes 4 de marzo en la Casa de Nariño entre los integrantes de la Comunidad de Presidencia de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC)y el presidente de la República, Gustavo Petro. Este fue el primer encuentro entre el mandatario y monseñor Francisco Javier Múnera Correa, monseñor Gabriel Ángel Villa Vahos y monseñor Germán Medina Acosta, luego de que en julio de 2024 fueran elegidos presidente, vicepresidente y secretario adjunto, respectivamente. El diálogo abordó temas cruciales para el país, como la paz, la reconciliación, la crisis humanitaria en varias regiones y el papel de la Iglesia en la construcción de un marco ético para los procesos de diálogo.Monseñor Francisco Múnera expresó que el encuentro se desarrolló bajo un clima muy cordial y receptivo. En el espacio también estuvieron presentes la Canciller Laura Sarabia y la Directora del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, Angie Lizeth Rodríguez.Agendas del encuentroDe acuerdo con el presidente del Episcopado Colombiano y arzobispo de Cartagena, la reunión se desarrolló bajo dos agendas o dimensiones temáticas centrales: 1. Los compromisos y preocupaciones de la Iglesia alrededor de los temas asociados a la reconciliación y a la paz del país. 2. Otros temas de clave para la Iglesia, como los asociados a la vida, la familia, la educación religiosa escolar y la libertad religiosa.Presentación de la nueva Presidencia de la CEC y compromiso con la paz“Le manifestamos al señor Presidente nuestra disponibilidad para apoyar toda la tarea y el servicio que él y su Gobierno realizan, así como nuestras preocupaciones e inquietudes, que recogemos especialmente de nuestros hermanos obispos y del trabajo que realizamos en todo el país”, señaló monseñor Múnera.Monseñor Francisco destacó que la Iglesia ha sido un actor clave en los procesos de paz que se han adelantado en el país y que, en este caso, desde el inicio del Gobierno del presidente Gustavo Petro, cuando se le pidió a la anterior Presidencia de la CEC, encabezada por el cardenal Luis José Rueda Aparicio, acompañar los esfuerzos de diálogo y reconciliación actuales, así se ha seguido haciendo.Preocupaciones por las comunidades y crisis humanitariasUno de los puntos centrales de la reunión fue la situación de las comunidades en regiones como el Catatumbo, el Chocó, el Cauca y otras zonas afectadas por el conflicto armado y la violencia. De acuerdo con el presidente del Episcopado, le expresaron al presidente Petro la urgencia de acciones concretas para aliviar el sufrimiento de estas poblaciones.“Le pusimos de relieve la importancia de tener en el centro a las comunidades y su sufrimiento, sus expectativas y sus esperanzas. Nuestro aporte a la paz y la reconciliación del país está en nombre de las comunidades a quienes servimos y a quienes nos debemos, y desde el Evangelio”, afirmó el presidente de la CEC.Además, los obispos plantearon la necesidad de un “marco ético de la paz” que guíe los diálogos con los actores armados ilegales.“Para nosotros como Iglesia, hay principios no negociables, como el respeto a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario. Si esto no se respeta mínimamente, ¿qué sentido tiene hacer parte de una mesa de acompañamiento?”, cuestionó monseñor Múnera.Diálogo social y acciones concretasEl presidente de la CEC destacó que, además de los diálogos con los actores armados, es fundamental priorizar el diálogo social con las comunidades.“Encontramos que hay escenarios muy interesantes donde podemos aportar, no solo en las dinámicas de acción humanitaria, sino también en abrir perspectivas de esperanza”, dijo.En particular, se refirió a la crisis en el Catatumbo, donde se debe garantizar el retorno de las personas desplazadas por los enfrentamientos y amenazas y en la reconstrucción del tejido social.Vida, educación y libertad religiosaAdemás de los temas relacionados con la paz, los obispos plantearon al presidente Petro otras preocupaciones de la Iglesia, como la libertad religiosa y el derecho de los padres a escoger la educación religiosa para sus hijos.“Manifestamos la necesidad de generar interlocución en otros ámbitos, como la libertad religiosa de cultos, donde la Iglesia católica pueda tener un asiento más significativo, no para reclamar privilegios, sino para hacer valer los derechos que nos asisten como confesión”, explicó monseñor Múnera.También se abordaron temas relacionados con el cuidado del medio ambiente, en línea con los compromisos adquiridos durante la COP16 en Cali y, por supuesto, con el interés de la Iglesia por el cuidado de la casa común desde la ecología integral.“Nos duele ver que territorios como la Amazonía, la Orinoquía, el Chocó y el Pacífico están siendo destruidos por la minería ilegal, la siembra de coca y la explotación irracional”, expresó el arzobispo de Cartagena.Otros temas claveMonseñor Francisco Múnera afirmó que también le reconocieron al presidente Petro sus esfuerzos del Gobierno por avanzar en la equidad y la justicia, pero también haciendo un llamado a la serenidad y al diálogo.“Pedimos que las reformas necesarias se hagan en un mayor clima de serenidad. Esto requiere un gran esfuerzo de todos”, afirmó el Arzobispo de Cartagena.Además, reiteró la preocupación de la Iglesia por el reclutamiento de menores, los asesinatos de líderes sociales y los firmantes de la paz, así como por la destrucción de los recursos naturales.“A las puertas del tiempo cuaresmal, hacemos un llamado a la reconciliación con Dios, con nosotros mismos, con los hermanos y con la casa común”, concluyó monseñor Múnera, subrayando el compromiso de la Iglesia con la construcción de un país más justo y en paz.Vea la declaración del Presidente del Episcopado Colombiano sobre el desarrollo de la reunión:

Buga celebra la llegada de su nuevo obispo: Mons. Alexander Matiz Atencio
Mar 25 Feb 2025
Con una emotiva celebración, llena de fe y esperanza, la Diócesis de Buga recibió a su nuevo obispo, monseñor Alexander Matiz Atencio. La ceremonia de ordenación episcopal y toma de posesión canónica se llevó a cabo el pasado sábado, 22 de febrero, en la emblemática Basílica del Señor de los Milagros. Fue presidida por monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, arzobispo de Cali, jurisdicción de la que proviene el prelado. En la Eucaristía también participaron el Nuncio Apostólico en Colombia, monseñor Paolo Rudelli, el obispo emérito de Buga, monseñor José Roberto Ospina Leongómez, los obispos de Palmira y Riohacha, así como otros obispos eméritos de la región. En representación de la Comunidad de Presidencia de la Conferencia Episcopal de Colombia, estuvo presente el padre Raúl Ortiz Toro, secretario adjunto.En su homilía, monseñor Luis Fernando destacó la importancia de mantener “la mirada fija en Jesús, el que inicia y perfecciona nuestra fe” (Hb 12, 2), invitando a los presentes a contemplar el misterio del amor de Dios que se renueva en la Iglesia diocesana de Buga con la llegada de su nuevo pastor. Además, agradeció la labor de monseñor José Roberto Ospina Leongómez, quien tras más de 12 años de servicio entregó el cayado de pastor con “la tranquilidad del deber cumplido”.Monseñor Alexander, ordenado presbítero en la Arquidiócesis de Cali, fue descrito por su Arzobispo como un “servidor fiel, solidario y amante de los pobres”. Resaltó su formación como arquitecto, comparando su misión episcopal con la de un “hábil arquitecto” que, al estilo de San Pablo, debe edificar sobre bases firmes la comunidad de fe.Monseñor Luis Fernando también recordó que la misión del obispo “apacienta el rebaño de Dios” (1Pe 5, 2-3); subrayó la importancia de guiar con amor y ejemplo, y de trabajar por la unidad y la santidad de la Iglesia. Además, mencionó que monseñor Matiz asume su ministerio en un momento crucial para la Iglesia, donde los desafíos son inmensos, pero también las oportunidades de ser “peregrinos de la esperanza”, como lo ha exhortado el papa Francisco.En su intervención, monseñor José Roberto Ospina Leongómez, hoy, obispo emérito de Buga, resaltó el “misterio de amor de Dios” que se manifiesta al nombrar un nuevo pastor para su pueblo. “Dios es amor y, por tanto, entrega, servicio, sacrificio, generosidad, donación alegre”, expresó, invitando a todos a ser presencia de Dios en medio de las dificultades del mundo. Dirigiéndose a monseñor Matiz, le deseó que encuentre en Buga un lugar para ser feliz y pleno en su ministerio, bajo la protección de Nuestra Señora de las Victorias, patrona de la diócesis.Por su parte, el Nuncio Apostólico, monseñor Paolo Rudelli, en representación del papa Francisco, destacó que la celebración coincidió con la fiesta de la Cátedra de San Pedro, un día que une a la Iglesia universal en comunión con el sucesor de Pedro. “Hoy esta Iglesia de Buga recibe, por la gracia de Dios y la voluntad del papa Francisco, el don de un nuevo obispo”, afirmó el representante del Santo Padre. Confió el ministerio de monseñor Matiz al Señor de los Milagros, pidiendo que “este Cristo siga creciendo en el corazón de todos los fieles de Buga” y que el testimonio de amor de la comunidad sea un don para el mundo.Durante la ceremonia, el padre Raúl Ortiz, al leer un mensaje en representación de la Comunidad de Presidencia de la Conferencia Episcopal agradeció la dedicación y entrega de monseñor José Roberto como Obispo de Buga. Refirió la ocasión especial en la que inicia monseñor Matiz su ministerio apostólico en Buga, el Jubileo Ordinario 2025, como la mejor de las oportunidades para conducir a los fieles hacia el peregrinaje de la esperanza:“Tendrá ocasión de ser dócil instrumento del Buen Pastor para guiar, acompañar y custodiar a esta comunidad diocesana, en unión con el que ahora será su Presbiterio, que ha de encontrar en Usted el modelo de Jesucristo, sacerdote de entrega humilde y de servicio oportuno a su pueblo. Desde la Ciudad Eterna, en esta Fiesta de la Cátedra de San Pedro, titular de la Catedral de Buga, y uniendo las plegarias del Episcopado colombiano, deseamos para Usted y para esta Iglesia Diocesana abundantes frutos de renovado ardor evangelizador y esmerado compromiso para el desarrollo humano integral. Lo encomendamos a la Sagrada Familia de Nazaret, modelo del caminar en esperanza que anhelamos para la Iglesia colombiana”.Monseñor Alexander Matiz Atencio fue designado por el papa Francisco como como obispo de la Diócesis de Buga el 7 de diciembre de 2024.Vea a continuación la transmisión de la ceremonia:
Homilía ordenación episcopal monseñor Alexander Matiz Atencio
Lun 24 Feb 2025

Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - “Con la mirada fija en Jesús, el que inicia y perfecciona nuestra fe” (Hb, 12, 2); con la mirada fija en el Cristo milagroso que preside esta basílica, los invito a contemplar el misterio del amor de Dios que nuevamente se desparrama sobre esta Iglesia diocesana de Buga al concederle un nuevo obispo en la persona del presbítero Alexander Matiz Atencio.
Recordamos agradecidos y oramos por quienes han sido sus antecesores, hoy, de manera especial por Mons. José Roberto Ospina Leongómez, quien después de más de 12 años de servicio entrega el cayado de pastor de Buga al nuevo obispo, con la tranquilidad del deber cumplido, para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia. A monseñor José Roberto lo saludamos y le expresamos nuestra sincera y ferviente gratitud por su generosa entrega a la Iglesia colombiana y de Buga en sus 21 años
de vida episcopal.
Hoy la Diócesis de Buga está alegre. Celebra la dedicación de su iglesia catedral y la consagración de la diócesis al patrocinio de San Pedro.
La celebración litúrgica de hoy, la Cátedra de San Pedro, es fiesta en Buga, y lo será todavía más, porque en este día su Obispo es consagrado y asume con alegría la misión de ser su padre, amigo y pastor.
La diócesis de Buga acoge un presbítero ordenado en la Arquidiócesis de Cali, quese alegra de entregarles un servidor fiel, solidario, amante y servidor de los pobres. Como su arzobispo y ahora su metropolitano, me llena de júbilo y honor poder imponerle las manos, y con mis hermanos obispos, elevar al Pastor de los pastores nuestra oración por el buen éxito de la misión que el Señor, a través del papa Francisco, le ha confiado.
Mi saludo y gratitud al señor Nuncio, moseñor Paolo Rudelli por la reiterada confianza que ha tenido en la Provincia eclesiástica de Cali, al llamar recientemente a tres de sus hijos al episcopado en nombre del Papa.
Gracias, señor Nuncio por su cercanía y presencia entre nosotros. En esta fiesta de la Cátedra de san Pedro, le pido el favor de hacer llegar al Santo Padre el amor que este pueblo le tiene, así como nuestra oración por su ministerio apostólico y su
salud.
Todos conocemos diversas facetas de la vida de San Pedro. Todos sabemos cómo a pesar de haberse reconocido pecador, el Señor lo llama; le cambia el nombre de Simón por Cefas (piedra); lo acompaña, comprende y educa en los distintos momentos de su vida; lo va puliendo y formando desde dentro; se le da a conocer y hace posible que en él actúe el poder de Dios, y le ayuda a caer en la cuenta que el conocimiento que va teniendo de su naturaleza divina, al reconocerlo como “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, le es revelado por el Padre que está en el cielo (cfr. Mt. 16, 16 – 17).
Así, Jesús lo va transformando de pescador de peces en pescador de hombres; lo va llenando de su fortaleza para que al final se identifique tanto con él, que su triple profesión de amor se hizo testimonio de vida crucificado por ese mismo amor en Roma.
Y a lo largo del camino, el pescador y analfabeta Pedro se fue llenando de la sabiduría que viene de lo alto. No solo ejercía el liderato entre los apóstoles y discípulos, sino que los orientaba con su palabra y ejemplo.
Si bien es cierto que la fiesta de la Cátedra de San Pedro nos remite a la misión que el Papa tiene de guiar y enseñar al pueblo santo de Dios, y por eso oramos con sincero corazón por el papa Francisco, sucesor de Pedro en nuestros días, también es cierto que esta fiesta nos permite reconocer en el apóstol Pedro y en los sucesores de los apóstoles a los hombres elegidos por el mismo Cristo para
constituirlos en la roca firme sobre la que se edifica la iglesia de ayer, hoy y mañana. Y en esta misión estamos los obispos. Y para esta misión has sido llamado, apreciado monseñor Alexander.
El rito de ordenación recoge la múltiple y variada misión que debe realizar el obispo. Al responder libremente a las preguntas del interrogatorio inicial, el candidato asume el reto de hacer posible que el Reino de Dios, inaugurado por Cristo, se siga expandiendo en el mundo.
Es por esto que, dentro de poco, te voy a preguntar, entre otras cosas, si quieres edificar la Iglesia, Cuerpo de Cristo y permanecer en su unidad con el Orden de los Obispos bajo la autoridad del sucesor de Pedro; si Quieres obedecer fielmente al sucesor de Pedro, y si quieres cuidar del pueblo santo de Dios y dirigirlo por el camino de la salvación con amor de padre. En estas tres preguntas encontramos la centralidad de la misión episcopal.
Con amor de padre estás siendo llamado a acompañar a tus hijos para que conozcan a Jesucristo, y con Él, hagan posible que el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, se siga edificando en todos los rincones de tu jurisdicción. Me viene ahora a la mente la promesa de Yahvé al pueblo de Israel a través del profeta Jeremías: “Les daré pastores conforme a mi corazón, que los aparecerán con ciencia y con sabiduría” (Jr. 3,15). Esa promesa se sigue cumpliendo también hoy, aquí en Buga. Es muy significativo que la palabra edificar aparezca en el rito. Ya el apóstol Pablo también dirá que “por la gracia que Dios me ha concedido, yo, como hábil arquitecto, puse los cimientos, pero otro continúa la construcción” (1Cor, 3, 10). Dentro de tus saberes, apreciado Alexander, fuera de los estudios eclesiásticos, eres también arquitecto. Entiendes de sobra lo que significa edificar sobre bases firmes, antisísmicas, se diría hoy. Qué bueno que, en tu misión en Buga, y como obispo al servicio de la Iglesia en Colombia, seas hábil arquitecto, al estilo de Pablo, para que la comunidad que se te confía, pueda resistir los embates de las tormentas o de los sismos que pretenden impedir la construcción de la obra de la fe de la Iglesia o destruirla.
La Diócesis de Buga, con la siembra hecha por tus antecesores, tiene bases sólidas; haz que sean realmente antisísmicas a través de la evangelización centrada en la persona de Jesús, animando a tus hijos y colaboradores a perseverar en la fe, aun en medio de la prueba.
Para lograr este objetivo, ten presente en todo momento lo que el apóstol Pedro te ha dicho hoy: “Apacienta el rebaño de Dios que te ha sido confiado; vela por él, de buena gana, como quiere Dios; no a la fuerza ni por un interés mezquino, sino con abnegación; no como dueño de aquellos que están a tu cuidado, sino siendo de corazón ejemplo para el rebaño” (1Pe. 5, 2 – 3).
En las conclusiones del Sínodo sobre la sinodalidad del 2024, se dice que “la tarea del Obispo es presidir una Iglesia local, como principio visible de unidad en su interior y vínculo de comunión con todas las Iglesias” (n. 69) y que “el servicio del obispo se realiza en, con y para la comunidad, realizado a través de la proclamación de la Palabra, la presidencia de la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos (n. 70).
Apreciado Alexander. Los retos que tiene la Iglesia son enormes y, por tanto, los desafíos del obispo son inmensos. Trabajar por la sinodalidad, fomentar la santidad del rebaño y allanar el camino al cielo, resumen algunos de los aspectos que se espera del obispo de hoy. Por eso mismo, tu lema “Todo lo puedo en aquel que me conforta (Filp. 4,13) tiene pleno sentido porque será el Señor quien realmente haga posible que el edificio crezca. Ten presente en todo momento lo que dijimos con el salmista: “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo”. Apreciado Alexander: confía, espera y ama.
Recibes le ordenación episcopal también en el marco del año santo, cuando el Papa nos ha exhortado a ser peregrinos de la esperanza. Que tu servicio episcopal esté macado por la esperanza que no defrauda (Rom. 5,5), que sirva de aliento y consolación para tus hijos.
En el emocionante y espiritual ambiente orante que estamos viviendo en esta basílica, permítanme terminar esta reflexión compartiendo un hermoso soneto - oración, que encontré en una placa ubicada en el exterior de la basílica, junto a la antigua ermita, escrito por el poeta Jorge Robledo Ortiz, que se intitula El Cristo milagroso. A este Cristo encomendamos tu ministerio, a este Cristo inmolado por amor, imploramos el don de la paz y la reconciliación para el Valle del Cauca y el mundo entero.
“Este Cristo a los odios enclavado; este Cristo en plegaria suspendido; este
Cristo desnudo de pecado, pero en ingratitudes florecido.
Este Cristo de dudas coronado; este Cristo de amor desprotegido; este Cristo
en los ojos apagado, pero para el perdón siempre encendido.
Este Cristo de barro americano; este Cristo de nieve entre el pantano; este
Cristo con sed y hambre de paz.
Es el guardián del corazón de Buga, el Cristo de la ermita que madruga a
encender el amor de la heredad”.
Nuestra Señora de las Victorias te ayude a recibir la corona de gloria que no se
marchita. Amén.
+Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo de Cali
La esperanza cambia la vida
Mié 19 Feb 2025

Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Hemos entrado en el Año Jubilar que el Papa Francisco ha querido orientar hacia la esperanza. La esperanza es una dimensión fundamental de la vida cristiana; por eso, la Carta a los Hebreos une estrechamente a la “plenitud de la fe” la “inmutable profesión de la esperanza” (10,22-23). Pero la esperanza responde también a una necesidad profunda de la persona y de la sociedad que, en medio de los avatares de la existencia, van haciendo un camino en el que es preciso tener un proyecto y un horizonte.
En efecto, sólo la esperanza logra liquidar la angustia que puede anidar en el corazón del ser humano, proclamar valores y propósitos capaces de constituir una base segura para la sociedad, mantener presente el primado de Dios como norte indefectible en el camino. Todavía más, la esperanza cristiana, asegurando la certeza de la providencia divina que vela siempre sobre nosotros, puede proclamar que la última palabra no la tendrá el mal, que la vida es más fuerte que la muerte y que el triunfo definitivo será el del amor.
Por eso, San Pedro exhorta a los cristianos a ser capaces de dar razón de su esperanza (1 Pe 3,15) y San Pablo recuerda a los Efesios que, antes de su encuentro con Cristo, estaban sin Dios y sin esperanza en el mundo (Ef 2,12). Es decir, que los dioses y mitos que tenían se contradecían, no ofrecían un sentido a la vida y, finalmente, no daban seguridad ni aliciente para el futuro. Sin Dios el mundo es tenebroso y el futuro es oscuro, pero gracias a Cristo no nos afligimos como los que no tienen esperanza (1Tes 4,13).
La esperanza es un distintivo de nosotros los cristianos porque verdaderamente tenemos futuro. No conocemos los elementos particulares de lo que nos espera, pero sabemos que nuestra vida no terminará en la nada y el vacío. Sólo cuando el futuro es una realidad positiva, es vivible el presente. Por eso, el cristianismo no es sólo para comunicar una doctrina que se debe saber, sino para entrar en una vida nueva, que no está esclavizada por las promesas de falsos dioses, sino que tiene abierta la puerta oscura del futuro.
Es preciso aprovechar este año para clarificar si nuestra fe cristiana conlleva para nosotros hoy una esperanza que transforma y orienta decididamente la propia existencia, si es un mensaje que moldea de un modo nuevo la vida misma o es solamente una información que a veces creemos superada por otras noticias y propuestas más recientes, si trabajamos para que sea realidad lo que nuestros padres y padrinos en el Bautismo buscaban para nosotros cuando pidieron que se nos diera la fe que lleva a la vida eterna.
Tal vez hoy, para muchos cristianos, la vida eterna no aparece como una realidad deseable. No pocos están tan instalados en la vida presente, que sólo quisieran retardar lo máximo posible la muerte. Incluso, algunos pueden pensar que vivir para siempre puede resultar aburrido y finalmente insoportable. Muy distinta es la visión cristiana que considera la muerte como una liberación de las fatigas y el sufrimiento que nos ha traído el pecado, para tener de nuevo la vida en plenitud que habíamos perdido.
La esperanza no puede ser una ilusión etérea o una actitud pasiva, debe convertirse en movimiento, en tarea que pone en juego la vida misma. No puede desentendernos de la realidad que vivimos y de los deberes que tenemos. Se vive la esperanza en la vida eterna construyendo cada día la tierra que Dios nos ha confiado. Dada la situación del mundo marcado frecuentemente por la injusticia, el egoísmo, la codicia, la mentira y la violencia, que ponen en cuestión aun la condición humana, es preciso hacer realidad la esperanza.
Para el cristiano, la certeza de que un Dios personal abraza el universo, interviene en la historia y vela amorosamente por cada persona y la espera en su casa, no es una simple teoría. Es una certeza transformadora de la vida y, como consecuencia, empeño renovador del mundo, de las realidades sociales y económicas, de las familias y de la condición de cada persona. El Evangelio no es sólo una comunicación de cosas que se pueden saber, sino un anuncio poderoso que debe producir hechos y cambiar la vida.
+Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín
Bautismo y Cuaresma
Lun 3 Mar 2025

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El 5 de marzo damos inicio al tiempo litúrgico de la Cuaresma. Como bien se sabe, son 40 días de preparación para la gran solemnidad de la Pascua, a través de la oración, la penitencia y la limosna.
Este año coincide con el Jubileo de la Esperanza. En este sentido, las actividades jubilares están en íntima consonancia con el propósito de la Cuaresma, que nos invita a tener la valentía de la conversión de corazón, desde lo profundo de nuestro ser.
Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, la Cuaresma tiene una dimensión bautismal, que es la que le da sentido a este tiempo de gracia. Durante la Cuaresma, los catecúmenos terminaban su preparación para ser admitidos y bautizados en la noche santa de la Pascua; y los pecadores, tenían -y la siguen teniendo- la oportunidad de reorientar sus vidas y recibir el perdón de sus pecados y poder participar plenamente en la pascua en comunidad.
Por eso mismo, abordar el tema del bautismo en este contexto, es necesario y más cuando se vuelve urgente que volvamos todos al amor primero, al bautismo.
La XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de Obispos, por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, que se realizó el mes de octubre de 2024, abordó de una manera especial el tema del bautismo como base importante de la dimensión sinodal del pueblo de Dios, que en nuestro caso, resulta providencial, puesto que en nuestras líneas pastorales hemos puesto en primer lugar el bautismo como el sacramento que estamos llamados a valorar en su justa dimensión, pues los cristianos debemos vivir con coherencia el bautismo recibido.
Me permito destacar apartes de la primera parte de las conclusiones que tiene como título “El corazón de la sinodalidad. Llamados por el Espíritu a la conversión”. Aquí se destaca la aproximación a la Iglesia, entendida como pueblo de Dios sacramento de unidad, en donde se afirma que del bautismo brota la identidad del Pueblo de Dios y se realiza la llamada a la santidad y el envío a la misión (cfr. n.15). Luego, en los números 21 a 28, aborda el tema de las raíces sacramentales del pueblo de Dios. Aquí transcribo lo siguiente:
24. “No es posible comprender plenamente el Bautismo sino dentro de la Iniciación cristiana, es decir, el itinerario a través del cual el Señor, por el ministerio de la Iglesia y el don del Espíritu, nos introduce en la fe pascual y en la comunión trinitaria y eclesial. Este itinerario conoce una importante variedad de formas, según la edad en la que se emprende, los diferentes acentos propios de las tradiciones orientales y occidentales, y las especificidades de cada Iglesia local. La iniciación nos pone en contacto con una gran variedad de vocaciones y ministerios eclesiales … (sic).
25. Dentro del itinerario de la iniciación cristiana, el sacramento de la Confirmación enriquece la vida de los creyentes con una particular efusión del Espíritu con miras al testimonio. El Espíritu que llenó a Jesús (cf. Lc 4,1), que lo ungió́ y lo envió́ a anunciar el Evangelio (cf. Lc 4,18), es el mismo Espíritu que se derrama sobre los creyentes como sello de pertenencia a Dios y como unción que santifica. Por eso la Confirmación, que hace presente la gracia de Pentecostés en la vida del bautizado y de la comunidad, es un don de gran valor para renovar el prodigio de una Iglesia movida por el fuego de la misión, que tiene el valor de salir a los caminos del mundo y la capacidad de hacerse comprender por todos los pueblos y culturas… (sic).
26. La celebración de la Eucaristía, especialmente el domingo, es la primera y fundamental forma en la que el Pueblo santo de Dios se encuentra y reúne. Por medio de la celebración eucarística, “se significa y se realiza la unidad de la Iglesia” (UR 2). En la “participación plena, consciente y activa” (SC 14) de todos los fieles, en la presencia de los diversos ministerios y en la presidencia del obispo o presbítero, se hace visible la comunidad cristiana, en la que se realiza una corresponsabilidad diferenciada de todos para la misión. Por eso la Iglesia, Cuerpo de Cristo, aprende de la Eucaristía a articular unidad y pluralidad: unidad de la Iglesia y multiplicidad de asambleas eucarísticas; unidad del misterio sacramental y variedad de tradiciones litúrgicas; unidad de la celebración y diversidad de vocaciones, carismas y ministerios. Nada muestra mejor que la Eucaristía que la armonía creada por el Espíritu no es uniformidad y que todo don eclesial está destinado a la edificación común. Cada celebración de la Eucaristía es también expresión del deseo y de la llamada a la unidad de todos los bautizados, que todavía no es plena y visible. Donde no es posible la celebración dominical de la Eucaristía, la comunidad, deseándola, se reúne en torno a la celebración de la Palabra, donde Cristo sigue estando presente” … (sic).
Invito pues a los sacerdotes, diáconos, catequistas y fieles en general, a reflexionar en el valor del bautismo recibido, a evaluar la forma como han asumido sus compromisos, y la manera como el itinerario de formación sacramental, que lleve al crecimiento y madurez de la fe cristiana, se está llevando a cabo. Nuestro propósito es propiciar procesos que permitan adentrarse más y mejor el corazón mismo del Señor y de la Iglesia. Buena Cuaresma bautismal para todos.
+Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo de Cali
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5)
Mié 26 Feb 2025

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve- Nos encontramos próximos a iniciar el tiempo de cuaresma con el miércoles de ceniza el próximo 5 de marzo, con una invitación concreta a transformar nuestra vida en Cristo, con el llamado del Señor en su Palabra: “Conviértete y Cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), que consiste en reorientar la vida hacia Dios y renovar la FE en la buena noticia del Reino de Dios, recordándonos la necesidad de conversión y penitencia que en el tiempo de cuaresma y particularmente en este año jubilar, tenemos que reforzar para purificar nuestra conciencia del mal y el pecado y totalmente purificados recibir la gracia de Dios que nos perdona y nos reconstruye interiormente porque “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 20).
Para reconocer el pecado personal es necesario estar muy cerca de Dios, para poder sentir el dolor por el rechazo a Él por el mal que hace nido en el corazón, descubriendo con el pecado la gran pérdida de la gracia. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia” (CCE 386).
Cuanto más cerca estamos de Dios más podemos sentir el desastre y las heridas que causa el pecado en la vida personal, sin embargo, tenemos la posibilidad en Jesucristo Nuestro Señor de recuperarnos, recibiendo su perdón misericordioso tal como lo hizo con la mujer adúltera cuando le dijo: “Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar” (Jn 8, 11), indicando con ello que el ser humano pecador no quedó abandonado por Dios, al contrario, como Padre misericordioso siempre va en busca de la oveja perdida. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (Cf Gn 3, 9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (Cf Gn 3,15)” (CCE410), porque “Donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia” (Rm5,20) y en la bendición del Cirio Pascual en la noche santa de la Pascua reconocemos “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5), cuando cantamos “¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!”.
Frente a la realidad del pecado que nos agobia y destruye, tenemos la certeza que es la gracia salvadora de Dios para con toda la humanidad que se nos ha ofrecido desde el madero de la Cruz, donde Jesús entregó su vida en rescate por todos, la que nos purifica y esto es posible por el amor de Dios que es infinito y que Él permanentemente derrama en nuestros corazones. De tal manera que en Jesucristo no todo está perdido, tenemos la esperanza de ser perdonados, que es la certeza que la gracia de Dios sobreabunda en nuestras vidas. De esta realidad nosotros somos testigos y tenemos la misión de anunciarlo a los demás, siendo instrumentos de la misericordia del Padre.
El mundo, nuestra región y también muchas de nuestras familias se están destruyendo por causa del pecado. Muchos desesperados en las angustias y tragedias que causa el mal, siguen buscando una salida sin Dios. Desde la Fe damos testimonio que sin Dios es imposible una solución, por eso es hora de volver al Señor, haciendo resonar en el corazón las palabras que escucharemos el miércoles de ceniza y durante este año jubilar: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), tomando conciencia que: “Ya no pesa, por tanto, condenación alguna sobre los que viven en Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu vivificador me ha liberado por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (Rm 8, 1-2), porque Cristo murió para que nosotros fuéramos perdonados y que en nuestra vida sobreabundara la gracia.
La certeza del perdón en Cristo la tenemos que renovar permanentemente en nuestra vida. Todos somos pecadores, pero lo que se espera de todos los cristianos es que no permanezcamos en situación de pecado, sino que frente al pecado busquemos el recurso de la gracia mediante el sacramento de la confesión, que nos reconstruye interiormente y nos devuelve la gracia de Dios.
Aprovechemos este año jubilar para revisar nuestra vida en ambiente de oración contemplativa y recibamos las gracias que nos trae el jubileo, para seguir en nuestra vida perdonados, reconciliados y en paz. Que esta cuaresma que estamos prontos a iniciar sea un tiempo para recibir “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5), donde dejemos que sobreabunde la gracia de Dios en nuestras vidas, para reafirmar nuestra respuesta de Fe, Esperanza y Caridad a la llamada que Dios nos hace a la conversión y a la Santidad, escuchando y leyendo el mensaje del Señor, meditándolo y creyendo en su Palabra y con ello convertir nuestra vida en Cristo para decir con San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20) y poder cumplir con el mandato del Señor: Sean mis testigos.
En este camino espiritual contamos con la protección maternal de la Santísima Virgen María y la custodia del Glorioso Patriarca San José, quienes escucharon la Palabra de Dios y entregaron su vida para hacer su voluntad, viviendo siempre en la gracia de Dios.
En unión de oraciones, reciban mi bendición.
+José Libardo Garcés Monsalve
Obispo de la Diócesis de Cúcuta
Homilía ordenación episcopal monseñor Alexander Matiz Atencio
Lun 24 Feb 2025

Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - “Con la mirada fija en Jesús, el que inicia y perfecciona nuestra fe” (Hb, 12, 2); con la mirada fija en el Cristo milagroso que preside esta basílica, los invito a contemplar el misterio del amor de Dios que nuevamente se desparrama sobre esta Iglesia diocesana de Buga al concederle un nuevo obispo en la persona del presbítero Alexander Matiz Atencio.
Recordamos agradecidos y oramos por quienes han sido sus antecesores, hoy, de manera especial por Mons. José Roberto Ospina Leongómez, quien después de más de 12 años de servicio entrega el cayado de pastor de Buga al nuevo obispo, con la tranquilidad del deber cumplido, para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia. A monseñor José Roberto lo saludamos y le expresamos nuestra sincera y ferviente gratitud por su generosa entrega a la Iglesia colombiana y de Buga en sus 21 años
de vida episcopal.
Hoy la Diócesis de Buga está alegre. Celebra la dedicación de su iglesia catedral y la consagración de la diócesis al patrocinio de San Pedro.
La celebración litúrgica de hoy, la Cátedra de San Pedro, es fiesta en Buga, y lo será todavía más, porque en este día su Obispo es consagrado y asume con alegría la misión de ser su padre, amigo y pastor.
La diócesis de Buga acoge un presbítero ordenado en la Arquidiócesis de Cali, quese alegra de entregarles un servidor fiel, solidario, amante y servidor de los pobres. Como su arzobispo y ahora su metropolitano, me llena de júbilo y honor poder imponerle las manos, y con mis hermanos obispos, elevar al Pastor de los pastores nuestra oración por el buen éxito de la misión que el Señor, a través del papa Francisco, le ha confiado.
Mi saludo y gratitud al señor Nuncio, moseñor Paolo Rudelli por la reiterada confianza que ha tenido en la Provincia eclesiástica de Cali, al llamar recientemente a tres de sus hijos al episcopado en nombre del Papa.
Gracias, señor Nuncio por su cercanía y presencia entre nosotros. En esta fiesta de la Cátedra de san Pedro, le pido el favor de hacer llegar al Santo Padre el amor que este pueblo le tiene, así como nuestra oración por su ministerio apostólico y su
salud.
Todos conocemos diversas facetas de la vida de San Pedro. Todos sabemos cómo a pesar de haberse reconocido pecador, el Señor lo llama; le cambia el nombre de Simón por Cefas (piedra); lo acompaña, comprende y educa en los distintos momentos de su vida; lo va puliendo y formando desde dentro; se le da a conocer y hace posible que en él actúe el poder de Dios, y le ayuda a caer en la cuenta que el conocimiento que va teniendo de su naturaleza divina, al reconocerlo como “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, le es revelado por el Padre que está en el cielo (cfr. Mt. 16, 16 – 17).
Así, Jesús lo va transformando de pescador de peces en pescador de hombres; lo va llenando de su fortaleza para que al final se identifique tanto con él, que su triple profesión de amor se hizo testimonio de vida crucificado por ese mismo amor en Roma.
Y a lo largo del camino, el pescador y analfabeta Pedro se fue llenando de la sabiduría que viene de lo alto. No solo ejercía el liderato entre los apóstoles y discípulos, sino que los orientaba con su palabra y ejemplo.
Si bien es cierto que la fiesta de la Cátedra de San Pedro nos remite a la misión que el Papa tiene de guiar y enseñar al pueblo santo de Dios, y por eso oramos con sincero corazón por el papa Francisco, sucesor de Pedro en nuestros días, también es cierto que esta fiesta nos permite reconocer en el apóstol Pedro y en los sucesores de los apóstoles a los hombres elegidos por el mismo Cristo para
constituirlos en la roca firme sobre la que se edifica la iglesia de ayer, hoy y mañana. Y en esta misión estamos los obispos. Y para esta misión has sido llamado, apreciado monseñor Alexander.
El rito de ordenación recoge la múltiple y variada misión que debe realizar el obispo. Al responder libremente a las preguntas del interrogatorio inicial, el candidato asume el reto de hacer posible que el Reino de Dios, inaugurado por Cristo, se siga expandiendo en el mundo.
Es por esto que, dentro de poco, te voy a preguntar, entre otras cosas, si quieres edificar la Iglesia, Cuerpo de Cristo y permanecer en su unidad con el Orden de los Obispos bajo la autoridad del sucesor de Pedro; si Quieres obedecer fielmente al sucesor de Pedro, y si quieres cuidar del pueblo santo de Dios y dirigirlo por el camino de la salvación con amor de padre. En estas tres preguntas encontramos la centralidad de la misión episcopal.
Con amor de padre estás siendo llamado a acompañar a tus hijos para que conozcan a Jesucristo, y con Él, hagan posible que el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, se siga edificando en todos los rincones de tu jurisdicción. Me viene ahora a la mente la promesa de Yahvé al pueblo de Israel a través del profeta Jeremías: “Les daré pastores conforme a mi corazón, que los aparecerán con ciencia y con sabiduría” (Jr. 3,15). Esa promesa se sigue cumpliendo también hoy, aquí en Buga. Es muy significativo que la palabra edificar aparezca en el rito. Ya el apóstol Pablo también dirá que “por la gracia que Dios me ha concedido, yo, como hábil arquitecto, puse los cimientos, pero otro continúa la construcción” (1Cor, 3, 10). Dentro de tus saberes, apreciado Alexander, fuera de los estudios eclesiásticos, eres también arquitecto. Entiendes de sobra lo que significa edificar sobre bases firmes, antisísmicas, se diría hoy. Qué bueno que, en tu misión en Buga, y como obispo al servicio de la Iglesia en Colombia, seas hábil arquitecto, al estilo de Pablo, para que la comunidad que se te confía, pueda resistir los embates de las tormentas o de los sismos que pretenden impedir la construcción de la obra de la fe de la Iglesia o destruirla.
La Diócesis de Buga, con la siembra hecha por tus antecesores, tiene bases sólidas; haz que sean realmente antisísmicas a través de la evangelización centrada en la persona de Jesús, animando a tus hijos y colaboradores a perseverar en la fe, aun en medio de la prueba.
Para lograr este objetivo, ten presente en todo momento lo que el apóstol Pedro te ha dicho hoy: “Apacienta el rebaño de Dios que te ha sido confiado; vela por él, de buena gana, como quiere Dios; no a la fuerza ni por un interés mezquino, sino con abnegación; no como dueño de aquellos que están a tu cuidado, sino siendo de corazón ejemplo para el rebaño” (1Pe. 5, 2 – 3).
En las conclusiones del Sínodo sobre la sinodalidad del 2024, se dice que “la tarea del Obispo es presidir una Iglesia local, como principio visible de unidad en su interior y vínculo de comunión con todas las Iglesias” (n. 69) y que “el servicio del obispo se realiza en, con y para la comunidad, realizado a través de la proclamación de la Palabra, la presidencia de la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos (n. 70).
Apreciado Alexander. Los retos que tiene la Iglesia son enormes y, por tanto, los desafíos del obispo son inmensos. Trabajar por la sinodalidad, fomentar la santidad del rebaño y allanar el camino al cielo, resumen algunos de los aspectos que se espera del obispo de hoy. Por eso mismo, tu lema “Todo lo puedo en aquel que me conforta (Filp. 4,13) tiene pleno sentido porque será el Señor quien realmente haga posible que el edificio crezca. Ten presente en todo momento lo que dijimos con el salmista: “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo”. Apreciado Alexander: confía, espera y ama.
Recibes le ordenación episcopal también en el marco del año santo, cuando el Papa nos ha exhortado a ser peregrinos de la esperanza. Que tu servicio episcopal esté macado por la esperanza que no defrauda (Rom. 5,5), que sirva de aliento y consolación para tus hijos.
En el emocionante y espiritual ambiente orante que estamos viviendo en esta basílica, permítanme terminar esta reflexión compartiendo un hermoso soneto - oración, que encontré en una placa ubicada en el exterior de la basílica, junto a la antigua ermita, escrito por el poeta Jorge Robledo Ortiz, que se intitula El Cristo milagroso. A este Cristo encomendamos tu ministerio, a este Cristo inmolado por amor, imploramos el don de la paz y la reconciliación para el Valle del Cauca y el mundo entero.
“Este Cristo a los odios enclavado; este Cristo en plegaria suspendido; este
Cristo desnudo de pecado, pero en ingratitudes florecido.
Este Cristo de dudas coronado; este Cristo de amor desprotegido; este Cristo
en los ojos apagado, pero para el perdón siempre encendido.
Este Cristo de barro americano; este Cristo de nieve entre el pantano; este
Cristo con sed y hambre de paz.
Es el guardián del corazón de Buga, el Cristo de la ermita que madruga a
encender el amor de la heredad”.
Nuestra Señora de las Victorias te ayude a recibir la corona de gloria que no se
marchita. Amén.
+Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo de Cali
La esperanza cambia la vida
Mié 19 Feb 2025

Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Hemos entrado en el Año Jubilar que el Papa Francisco ha querido orientar hacia la esperanza. La esperanza es una dimensión fundamental de la vida cristiana; por eso, la Carta a los Hebreos une estrechamente a la “plenitud de la fe” la “inmutable profesión de la esperanza” (10,22-23). Pero la esperanza responde también a una necesidad profunda de la persona y de la sociedad que, en medio de los avatares de la existencia, van haciendo un camino en el que es preciso tener un proyecto y un horizonte.
En efecto, sólo la esperanza logra liquidar la angustia que puede anidar en el corazón del ser humano, proclamar valores y propósitos capaces de constituir una base segura para la sociedad, mantener presente el primado de Dios como norte indefectible en el camino. Todavía más, la esperanza cristiana, asegurando la certeza de la providencia divina que vela siempre sobre nosotros, puede proclamar que la última palabra no la tendrá el mal, que la vida es más fuerte que la muerte y que el triunfo definitivo será el del amor.
Por eso, San Pedro exhorta a los cristianos a ser capaces de dar razón de su esperanza (1 Pe 3,15) y San Pablo recuerda a los Efesios que, antes de su encuentro con Cristo, estaban sin Dios y sin esperanza en el mundo (Ef 2,12). Es decir, que los dioses y mitos que tenían se contradecían, no ofrecían un sentido a la vida y, finalmente, no daban seguridad ni aliciente para el futuro. Sin Dios el mundo es tenebroso y el futuro es oscuro, pero gracias a Cristo no nos afligimos como los que no tienen esperanza (1Tes 4,13).
La esperanza es un distintivo de nosotros los cristianos porque verdaderamente tenemos futuro. No conocemos los elementos particulares de lo que nos espera, pero sabemos que nuestra vida no terminará en la nada y el vacío. Sólo cuando el futuro es una realidad positiva, es vivible el presente. Por eso, el cristianismo no es sólo para comunicar una doctrina que se debe saber, sino para entrar en una vida nueva, que no está esclavizada por las promesas de falsos dioses, sino que tiene abierta la puerta oscura del futuro.
Es preciso aprovechar este año para clarificar si nuestra fe cristiana conlleva para nosotros hoy una esperanza que transforma y orienta decididamente la propia existencia, si es un mensaje que moldea de un modo nuevo la vida misma o es solamente una información que a veces creemos superada por otras noticias y propuestas más recientes, si trabajamos para que sea realidad lo que nuestros padres y padrinos en el Bautismo buscaban para nosotros cuando pidieron que se nos diera la fe que lleva a la vida eterna.
Tal vez hoy, para muchos cristianos, la vida eterna no aparece como una realidad deseable. No pocos están tan instalados en la vida presente, que sólo quisieran retardar lo máximo posible la muerte. Incluso, algunos pueden pensar que vivir para siempre puede resultar aburrido y finalmente insoportable. Muy distinta es la visión cristiana que considera la muerte como una liberación de las fatigas y el sufrimiento que nos ha traído el pecado, para tener de nuevo la vida en plenitud que habíamos perdido.
La esperanza no puede ser una ilusión etérea o una actitud pasiva, debe convertirse en movimiento, en tarea que pone en juego la vida misma. No puede desentendernos de la realidad que vivimos y de los deberes que tenemos. Se vive la esperanza en la vida eterna construyendo cada día la tierra que Dios nos ha confiado. Dada la situación del mundo marcado frecuentemente por la injusticia, el egoísmo, la codicia, la mentira y la violencia, que ponen en cuestión aun la condición humana, es preciso hacer realidad la esperanza.
Para el cristiano, la certeza de que un Dios personal abraza el universo, interviene en la historia y vela amorosamente por cada persona y la espera en su casa, no es una simple teoría. Es una certeza transformadora de la vida y, como consecuencia, empeño renovador del mundo, de las realidades sociales y económicas, de las familias y de la condición de cada persona. El Evangelio no es sólo una comunicación de cosas que se pueden saber, sino un anuncio poderoso que debe producir hechos y cambiar la vida.
+Ricardo Tobón Restrepo
Arzobispo de Medellín
Bautismo y Cuaresma
Lun 3 Mar 2025

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El 5 de marzo damos inicio al tiempo litúrgico de la Cuaresma. Como bien se sabe, son 40 días de preparación para la gran solemnidad de la Pascua, a través de la oración, la penitencia y la limosna.
Este año coincide con el Jubileo de la Esperanza. En este sentido, las actividades jubilares están en íntima consonancia con el propósito de la Cuaresma, que nos invita a tener la valentía de la conversión de corazón, desde lo profundo de nuestro ser.
Sin embargo, desde tiempos inmemoriales, la Cuaresma tiene una dimensión bautismal, que es la que le da sentido a este tiempo de gracia. Durante la Cuaresma, los catecúmenos terminaban su preparación para ser admitidos y bautizados en la noche santa de la Pascua; y los pecadores, tenían -y la siguen teniendo- la oportunidad de reorientar sus vidas y recibir el perdón de sus pecados y poder participar plenamente en la pascua en comunidad.
Por eso mismo, abordar el tema del bautismo en este contexto, es necesario y más cuando se vuelve urgente que volvamos todos al amor primero, al bautismo.
La XVI Asamblea general ordinaria del Sínodo de Obispos, por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, que se realizó el mes de octubre de 2024, abordó de una manera especial el tema del bautismo como base importante de la dimensión sinodal del pueblo de Dios, que en nuestro caso, resulta providencial, puesto que en nuestras líneas pastorales hemos puesto en primer lugar el bautismo como el sacramento que estamos llamados a valorar en su justa dimensión, pues los cristianos debemos vivir con coherencia el bautismo recibido.
Me permito destacar apartes de la primera parte de las conclusiones que tiene como título “El corazón de la sinodalidad. Llamados por el Espíritu a la conversión”. Aquí se destaca la aproximación a la Iglesia, entendida como pueblo de Dios sacramento de unidad, en donde se afirma que del bautismo brota la identidad del Pueblo de Dios y se realiza la llamada a la santidad y el envío a la misión (cfr. n.15). Luego, en los números 21 a 28, aborda el tema de las raíces sacramentales del pueblo de Dios. Aquí transcribo lo siguiente:
24. “No es posible comprender plenamente el Bautismo sino dentro de la Iniciación cristiana, es decir, el itinerario a través del cual el Señor, por el ministerio de la Iglesia y el don del Espíritu, nos introduce en la fe pascual y en la comunión trinitaria y eclesial. Este itinerario conoce una importante variedad de formas, según la edad en la que se emprende, los diferentes acentos propios de las tradiciones orientales y occidentales, y las especificidades de cada Iglesia local. La iniciación nos pone en contacto con una gran variedad de vocaciones y ministerios eclesiales … (sic).
25. Dentro del itinerario de la iniciación cristiana, el sacramento de la Confirmación enriquece la vida de los creyentes con una particular efusión del Espíritu con miras al testimonio. El Espíritu que llenó a Jesús (cf. Lc 4,1), que lo ungió́ y lo envió́ a anunciar el Evangelio (cf. Lc 4,18), es el mismo Espíritu que se derrama sobre los creyentes como sello de pertenencia a Dios y como unción que santifica. Por eso la Confirmación, que hace presente la gracia de Pentecostés en la vida del bautizado y de la comunidad, es un don de gran valor para renovar el prodigio de una Iglesia movida por el fuego de la misión, que tiene el valor de salir a los caminos del mundo y la capacidad de hacerse comprender por todos los pueblos y culturas… (sic).
26. La celebración de la Eucaristía, especialmente el domingo, es la primera y fundamental forma en la que el Pueblo santo de Dios se encuentra y reúne. Por medio de la celebración eucarística, “se significa y se realiza la unidad de la Iglesia” (UR 2). En la “participación plena, consciente y activa” (SC 14) de todos los fieles, en la presencia de los diversos ministerios y en la presidencia del obispo o presbítero, se hace visible la comunidad cristiana, en la que se realiza una corresponsabilidad diferenciada de todos para la misión. Por eso la Iglesia, Cuerpo de Cristo, aprende de la Eucaristía a articular unidad y pluralidad: unidad de la Iglesia y multiplicidad de asambleas eucarísticas; unidad del misterio sacramental y variedad de tradiciones litúrgicas; unidad de la celebración y diversidad de vocaciones, carismas y ministerios. Nada muestra mejor que la Eucaristía que la armonía creada por el Espíritu no es uniformidad y que todo don eclesial está destinado a la edificación común. Cada celebración de la Eucaristía es también expresión del deseo y de la llamada a la unidad de todos los bautizados, que todavía no es plena y visible. Donde no es posible la celebración dominical de la Eucaristía, la comunidad, deseándola, se reúne en torno a la celebración de la Palabra, donde Cristo sigue estando presente” … (sic).
Invito pues a los sacerdotes, diáconos, catequistas y fieles en general, a reflexionar en el valor del bautismo recibido, a evaluar la forma como han asumido sus compromisos, y la manera como el itinerario de formación sacramental, que lleve al crecimiento y madurez de la fe cristiana, se está llevando a cabo. Nuestro propósito es propiciar procesos que permitan adentrarse más y mejor el corazón mismo del Señor y de la Iglesia. Buena Cuaresma bautismal para todos.
+Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo de Cali
“El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5)
Mié 26 Feb 2025

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve- Nos encontramos próximos a iniciar el tiempo de cuaresma con el miércoles de ceniza el próximo 5 de marzo, con una invitación concreta a transformar nuestra vida en Cristo, con el llamado del Señor en su Palabra: “Conviértete y Cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), que consiste en reorientar la vida hacia Dios y renovar la FE en la buena noticia del Reino de Dios, recordándonos la necesidad de conversión y penitencia que en el tiempo de cuaresma y particularmente en este año jubilar, tenemos que reforzar para purificar nuestra conciencia del mal y el pecado y totalmente purificados recibir la gracia de Dios que nos perdona y nos reconstruye interiormente porque “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 20).
Para reconocer el pecado personal es necesario estar muy cerca de Dios, para poder sentir el dolor por el rechazo a Él por el mal que hace nido en el corazón, descubriendo con el pecado la gran pérdida de la gracia. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “El pecado está presente en la historia del hombre: sería vano intentar ignorarlo o dar a esta oscura realidad otros nombres. Para intentar comprender lo que es el pecado, es preciso en primer lugar reconocer el vínculo profundo del hombre con Dios, porque fuera de esta relación, el mal del pecado no es desenmascarado en su verdadera identidad de rechazo y oposición a Dios, aunque continúe pesando sobre la vida del hombre y sobre la historia” (CCE 386).
Cuanto más cerca estamos de Dios más podemos sentir el desastre y las heridas que causa el pecado en la vida personal, sin embargo, tenemos la posibilidad en Jesucristo Nuestro Señor de recuperarnos, recibiendo su perdón misericordioso tal como lo hizo con la mujer adúltera cuando le dijo: “Tampoco yo te condeno. Puedes irte, pero no vuelvas a pecar” (Jn 8, 11), indicando con ello que el ser humano pecador no quedó abandonado por Dios, al contrario, como Padre misericordioso siempre va en busca de la oveja perdida. Así lo expresa el Catecismo de la Iglesia Católica: “Tras la caída, el hombre no fue abandonado por Dios. Al contrario, Dios lo llama (Cf Gn 3, 9) y le anuncia de modo misterioso la victoria sobre el mal y el levantamiento de su caída (Cf Gn 3,15)” (CCE410), porque “Donde abundó el pecado, sobre abundó la gracia” (Rm5,20) y en la bendición del Cirio Pascual en la noche santa de la Pascua reconocemos “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5), cuando cantamos “¡Oh feliz culpa que mereció tal y tan grande Redentor!”.
Frente a la realidad del pecado que nos agobia y destruye, tenemos la certeza que es la gracia salvadora de Dios para con toda la humanidad que se nos ha ofrecido desde el madero de la Cruz, donde Jesús entregó su vida en rescate por todos, la que nos purifica y esto es posible por el amor de Dios que es infinito y que Él permanentemente derrama en nuestros corazones. De tal manera que en Jesucristo no todo está perdido, tenemos la esperanza de ser perdonados, que es la certeza que la gracia de Dios sobreabunda en nuestras vidas. De esta realidad nosotros somos testigos y tenemos la misión de anunciarlo a los demás, siendo instrumentos de la misericordia del Padre.
El mundo, nuestra región y también muchas de nuestras familias se están destruyendo por causa del pecado. Muchos desesperados en las angustias y tragedias que causa el mal, siguen buscando una salida sin Dios. Desde la Fe damos testimonio que sin Dios es imposible una solución, por eso es hora de volver al Señor, haciendo resonar en el corazón las palabras que escucharemos el miércoles de ceniza y durante este año jubilar: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), tomando conciencia que: “Ya no pesa, por tanto, condenación alguna sobre los que viven en Cristo Jesús, porque la ley del Espíritu vivificador me ha liberado por medio de Cristo Jesús de la ley del pecado y de la muerte” (Rm 8, 1-2), porque Cristo murió para que nosotros fuéramos perdonados y que en nuestra vida sobreabundara la gracia.
La certeza del perdón en Cristo la tenemos que renovar permanentemente en nuestra vida. Todos somos pecadores, pero lo que se espera de todos los cristianos es que no permanezcamos en situación de pecado, sino que frente al pecado busquemos el recurso de la gracia mediante el sacramento de la confesión, que nos reconstruye interiormente y nos devuelve la gracia de Dios.
Aprovechemos este año jubilar para revisar nuestra vida en ambiente de oración contemplativa y recibamos las gracias que nos trae el jubileo, para seguir en nuestra vida perdonados, reconciliados y en paz. Que esta cuaresma que estamos prontos a iniciar sea un tiempo para recibir “el amor de Dios que ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5, 5), donde dejemos que sobreabunde la gracia de Dios en nuestras vidas, para reafirmar nuestra respuesta de Fe, Esperanza y Caridad a la llamada que Dios nos hace a la conversión y a la Santidad, escuchando y leyendo el mensaje del Señor, meditándolo y creyendo en su Palabra y con ello convertir nuestra vida en Cristo para decir con San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20) y poder cumplir con el mandato del Señor: Sean mis testigos.
En este camino espiritual contamos con la protección maternal de la Santísima Virgen María y la custodia del Glorioso Patriarca San José, quienes escucharon la Palabra de Dios y entregaron su vida para hacer su voluntad, viviendo siempre en la gracia de Dios.
En unión de oraciones, reciban mi bendición.
+José Libardo Garcés Monsalve
Obispo de la Diócesis de Cúcuta
Aprobada la Cuarta Edición del Misal Romano para Colombia
Mié 19 Feb 2025

Por Pbro. Jairo de Jesús Ramírez Ramírez - El 3 de abril de 1969, Jueves Santo, el papa Pablo VI promulgó mediante la constitución apostólica Missale Romanum el Misal reformado según el Concilio Vaticano II . Este libro litúrgico, fundamental para la unidad en la fe y el culto (lex orandi, lex credendi), regula y nutre la celebración eucarística. Junto con el Leccionario, es un instrumento clave para la participación activa, consciente y fructuosa de los fieles en el sacramento de la fe (SC 48-49).
En Colombia, tras un año de experimentación de la versión en español de la mayoría de las oraciones de la editio typica, difundida a través de Actualidad Litúrgica , boletín formativo e informativo de la Comisión Episcopal de Liturgia, Música y Arte Sacro, fue publicada la primera edición del Misal Romano reformado luego de ser aprobada por el Episcopado Colombiano y confirmada por la Sagrada Congregación para el Culto Divino, el 29 de julio de 1972 (Prot. n. 922/72).
Nueve años después apareció la segunda edición , enriquecida con los elementos nuevos de la Editio Typica Altera de 1975 . Esta versión fue aprobada por el Episcopado Colombiano durante la XXXIV Asamblea Plenaria desarrollada en 1978 y, posteriormente, confirmada por la Sagrada Congregación para el Culto Divino, el 28 de octubre de 1982 (Prot. n. 879/81). Esta edición introdujo mejoras significativas en la pedagogía de la celebración y en la catequesis litúrgica, facilitando una mejor comprensión y vivencia del misterio eucarístico.
Tras la promulgación de la Editio Typica Tertiae, el 20 de abril de 2000 (Prot. n. 143/00/L), publicada en el año 2002 , llegó la tercera edición del Misal Romano para Colombia aprobada en la LXXVI Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, el 6 de febrero del 2004 y confirmada por la Congregación para el Culto Divino, el 21 de marzo de 2007 (Prot. n. 940/03/L). Esta versión se enriqueció con la Instrucción General del Misal Romano, aprobada para Colombia, el 17 de agosto de 2005 (Prot. n. 1312/05/L) y con la Instrucción pastoral de los Obispos de Colombia sobre algunos aspectos importantes en la celebración eucarística .
Sin embargo, con el tiempo se hizo evidente la necesidad de una nueva edición que incorporara los documentos más recientes de la Sede Apostólica y otras actualizaciones pertinentes. Para ello, por voluntad del Episcopado Colombiano en la CIII Asamblea Plenaria, el 6 de febrero del 2017, ratificada en la CXIV Asamblea Plenaria, el 9 de febrero del 2023, se tomó como base la versión oficial del Misal aprobado para España en 2015 .
En lo que respecta a la Instrucción General del Misal Romano, se implementaron diversas actualizaciones en virtud del decreto Postquam Summus Pontifex (Prot. n. 394/21) . Este decreto aplica las disposiciones del Santo Padre Francisco en la Carta Apostólica Magnum Principium , que modifica el canon 838 del Código de Derecho Canónico. En este documento, el Pontífice amplía la responsabilidad de los obispos de incorporar la lengua vernácula en la liturgia y de preparar y aprobar las versiones de los libros litúrgicos.
En el Ordo Missae, se agregó la nueva traducción de la fórmula sacramental de la Eucaristía, aprobada por la CIII Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, el 6 de febrero del 2017 y, por el Santo Padre Francisco, el 12 de febrero de 2025; la nueva traducción de la Oración por la Paz (cf. Ordo Missae nn. 110, 111; 123, 124; 131, 132; 140, 141, etc); y el nombre de san José en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV, por disposición del Santo Padre Francisco.
En el Propio del Tiempo, el “Jueves Santo” se incluyó el rito para la recepción de los santos óleos en cada parroquia, complementando la rúbrica n., 15 del Ordo Missae; en la Vigilia Pascual, “Liturgia Bautismal”, según la rúbrica n. 43, se enriquecieron las letanías con los nombres de santa Laura Montoya y santa María Bernarda Bütler; y se suprimieron algunos nombres de santos que no correspondían al Calendario Propio.
En el Propio de los Santos, se agregaron las fórmulas para las celebraciones introducidas recientemente en el Calendario General: san Gregorio de Narek, abad y doctor de la Iglesia, el 27 de febrero; san Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia, el 10 de mayo; san Pablo VI, papa, el 29 de mayo; santa María, Madre de la Iglesia, memoria, el lunes después de Pentecostés; santa María Magdalena, fiesta, el 22 de julio; santos Marta, María y Lázaro, memoria, el 29 de julio; santa Teresa de Calcuta, virgen, el 5 de septiembre; santa Hildegarda de Bingen, virgen y doctora de la Iglesia, el 17 de septiembre; santa Faustina Kowalska, virgen, el 5 de octubre; san Juan XXIII, papa, el 11 de octubre; san Juan Pablo II, papa, el 22 de octubre; san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el 9 de diciembre; Bienaventurada Virgen María de Loreto, el 10 de diciembre.
Se incluyeron también las fórmulas para las celebraciones introducidas en el Calendario Propio, aprobado por la CXIV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, el 9 de febrero de 2023 y confirmado por la Santa Sede, el 9 de noviembre de 2023 (Prot. n. 190/23): santa María Bernarda Bütler, virgen, 19 de mayo y santa Laura de santa Catalina de Siena Montoya y Upegui, virgen, memoria, el 21 de octubre. Además, se corrigió la oración colecta de la celebración de la Bienaventurada Virgen María del Rosario de Chiquinquirá, patrona de Colombia, fiesta, 9 de julio, por mandato de la Santa Sede, el 26 de octubre de 2021 (Prot. n. 497/19, 3); y se corrigió la titularidad de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, fiesta, 12 de diciembre, patrona de América.
Se introdujo la traducción de la expresión Beata María Virgo (Bienaventurada Virgen María), más fiel al texto latino, en lugar de Nuestra Señora. Es por ello que en esta nueva edición se encontrarán los títulos de las fiestas marianas con esa misma terminología.
Se incorporó el texto bíblico para el uso litúrgico, aprobado por la XCV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano el 11 de julio de 2013 y confirmado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos el 25 de marzo de 2015 (Cfr. Prot. n. 542/13/L), en las antífonas de entrada y de comunión, así como en las lecturas y los evangelios que contiene.
En los apéndices se incluyó el anuncio de las fiestas móviles del año. El Misal establece como opcional que el día de la Epifanía, tras la proclamación del Evangelio, y antes de la homilía, se haga el anuncio solemne de las fiestas móviles del año.
También se incluyeron quince ilustraciones gráficas, diseñadas por un artista colombiano, que reflejan la riqueza de la fauna, la flora, la agricultura y la diversidad étnica de nuestro país. Estas ilustraciones corresponden a la Cruz de la portada y dan inicio a distintas secciones relacionadas con los tiempos litúrgicos: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Ordinario. Además, se incluyeron ilustraciones para las Plegarias Eucarísticas, el Propio de los Santos, la Anunciación del Señor, la Natividad de san Juan Bautista, así como para los santos apóstoles Pedro y Pablo, la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, las Misas Comunes, las Misas Rituales, las Misas y Oraciones por Diversas Necesidades, las Misas Votivas y las Misas de Difuntos.
Del Misal precedente se conservaron en esta nueva edición: la segunda aclamación de la fórmula sacramental de la Eucaristía; la Instrucción Pastoral de los Obispos de Colombia sobre algunos aspectos importantes en la celebración eucarística; los formularios para la oración universal o de los fieles; las oraciones de preparación para la Misa y de acción de gracias después de la Misa; y los textos del ordinario de la Misa con música.
No se trata, entonces, de una reimpresión corregida, sino la cuarta edición típica oficial del Misal Romano para Colombia, cuyo uso es obligatorio en todas las iglesias particulares del país. Con este nuevo Misal en nuestros altares, se nos ofrece la oportunidad de vivir con mayor profundidad el misterio de la Eucaristía, recordando que “cada vez que se celebra el memorial del sacrificio de Cristo, se realiza la obra de nuestra redención” (Oración sobre las ofrendas. Misa In Coena Domini).
Expresamos un especial agradecimiento a los miembros de la Comisión Nacional de Liturgia (CONALI), cuyo trabajo y dedicación hizo posible esta obra. En todo este proceso, nos ha guiado la certeza de que la Eucaristía es lo más precioso que la Iglesia tiene en su caminar histórico, porque en ella se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida.
Que esta nueva edición del Misal Romano nos ayude a vivir con mayor fidelidad y fervor el misterio de nuestra fe, celebrando con dignidad el admirable Sacramento del altar.
Pbro. Jairo de Jesús Ramírez Ramírez
Director del Departamento de Liturgia
Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano
Catatumbo: entre el dolor y la esperanza. Un llamado a la paz y a la reconciliación.
Lun 17 Feb 2025

Por. Pbro. Mauricio Alejandro Rey Sepúlveda - El Catatumbo es una región colombiana que ha sido testigo de una impresionante diversidad natural y cultural, pero también de una prolongada historia de conflicto y violencia. A pesar del sufrimiento que ha marcado su historia, el Catatumbo es un territorio de esperanza, donde las comunidades, a través de su resiliencia, han logrado mantener la fe en un futuro distinto. Desde una perspectiva cristiana, no podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento de las víctimas ni ante la urgente necesidad de justicia y reconciliación. El Evangelio nos llama a ser constructores de paz, a reconocer la dignidad intrínseca de cada ser humano y a trabajar incansablemente por una sociedad basada en el amor, la solidaridad y el perdón.
1. UNA HISTORIA DE DOLOR Y RESISTENCIA
Situado en el noreste de Colombia, en el departamento de Norte de Santander, el Catatumbo es una región donde conviven contrastes profundos: una naturaleza prodigiosa, una cultura campesina ancestral y, lamentablemente, una historia de violencia que ha dejado huellas indelebles. Su posición estratégica en la frontera con Venezuela, sumada a su abundancia de recursos naturales, ha convertido a este territorio en un espacio disputado por diversos actores armados y económicos.
A pesar de la violencia persistente, el Catatumbo también es un símbolo de resistencia y esperanza, donde las comunidades han demostrado que es posible luchar por la vida, la dignidad y la paz, incluso en las circunstancias más adversas.
1.1. El conflicto y sus raíces estructurales
La región ha sido un epicentro del conflicto armado colombiano. Su localización geoestratégica, la riqueza en recursos naturales y la ausencia de un Estado fuerte han propiciado que el Catatumbo se convierta en un escenario en disputa entre grupos armados, narcotráfico y economías ilícitas.
Durante años, las comunidades han sufrido desplazamientos forzados, desapariciones, masacres y otras violaciones a los derechos humanos. La falta de oportunidades económicas y la exclusión social han perpetuado un ciclo de violencia que parece interminable. El Papa Francisco, en Fratelli Tutti, nos recuerda que “la guerra es el fracaso de la política y de la humanidad” (§261). Este conflicto refleja una crisis social profunda que solo podrá resolverse con justicia, equidad y un auténtico compromiso con el bien común.
1.2. Las víctimas: rostros concretos del dolor
Detrás de las cifras y los informes estadísticos se encuentran los rostros concretos del sufrimiento: niños y niñas que han crecido en medio del miedo, campesinos desplazados de sus tierras, familias destruidas por la violencia. Jesús nos enseña que “lo que hicieron con uno de estos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40), invitándonos a reconocer el rostro de Cristo en aquellos golpeados por la guerra.
La Iglesia ha acompañado a estas víctimas, brindando consuelo, promoviendo la memoria histórica y ofreciendo espacios para la sanación. Sin embargo, el camino hacia la paz exige mucho más que asistencia; requiere justicia, reparación y transformación estructural.
2. MÁS ALLÁ DEL DOLOR: LA ESPERANZA COMO PROYECTO DE VIDA
La esperanza no es una emoción pasajera ni un simple deseo de que las cosas mejoren. Para la tradición cristiana, la esperanza es una virtud teologal que impulsa a la acción, a la construcción de un futuro distinto, fundamentado en la confianza en Dios y en el compromiso con el prójimo. San Pablo nos recuerda: “La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5).
En el Catatumbo, la esperanza se convierte en un verdadero proyecto de vida cuando las comunidades, a pesar de la adversidad, deciden resistir con dignidad, reconstruir sus vidas y trabajar por una paz duradera. Esta esperanza cristiana no es ingenua ni pasiva; es una fuerza transformadora que se traduce en iniciativas concretas de reconciliación, justicia y desarrollo integral.
2.1. Iniciativas de paz y reconciliación
Desde las mismas comunidades han emergido valientes esfuerzos para reconstruir el tejido social. Algunas de estas iniciativas incluyen:
Proyectos de economía solidaria: Diversas organizaciones campesinas han impulsado alternativas productivas como el café orgánico y el cacao, demostrando que es posible generar desarrollo sin recurrir a economías ilícitas.
Espacios de diálogo y reconciliación: Líderes comunitarios, excombatientes y víctimas han participado en procesos de encuentro donde, desde la verdad y el reconocimiento del daño causado, han dado pasos hacia el perdón.
Educación para la paz: Escuelas, parroquias y grupos juveniles han desarrollado programas de formación en resolución de conflictos y derechos humanos, inspirados en el Evangelio.
Estos esfuerzos reflejan el mandato de Cristo: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). La paz no es solo un anhelo, sino una tarea concreta que exige compromiso y valentía.
2.2. La esperanza que se construye en lo cotidiano
El Evangelio nos enseña que la esperanza no surge de grandes discursos, sino de acciones concretas. Jesús, en su ministerio, ofreció signos de esperanza a los marginados, sanando a los enfermos, devolviendo la dignidad a los excluidos y proclamando el Reino de Dios. Siguiendo su ejemplo, en el Catatumbo la esperanza se traduce en:
Familias que reconstruyen sus vidas tras el desplazamiento: Muchas familias regresan a sus tierras con la firme convicción de que pueden empezar de nuevo, confiando en la providencia de Dios y el apoyo de la comunidad.
Mujeres que transforman su dolor en liderazgo social: Víctimas de la guerra, muchas mujeres han decidido organizarse en asociaciones para defender los derechos humanos y promover iniciativas de paz.
Jóvenes que apuestan por la educación y el servicio: En medio de la violencia, los jóvenes son luz de esperanza cuando eligen la educación, el arte, el deporte y el servicio social como herramientas para cambiar su entorno.
Estas pequeñas acciones nos recuerdan la parábola del grano de mostaza (Mt 13,31-32): la esperanza cristiana, aunque nace en la fragilidad, puede crecer y convertirse en un motor de transformación.
2.3. El Papel de la Iglesia como Constructora de Paz
La Iglesia ha jugado un papel fundamental en la construcción de paz en Colombia. En el Catatumbo, sacerdotes, religiosas y agentes pastorales han acompañado a las comunidades, ofreciendo refugio, esperanza y orientación espiritual.
Desde la Doctrina Social de la Iglesia, se destacan tres pilares esenciales para la paz:
1. La dignidad humana como base de toda acción social.
2. El destino universal de los bienes y la justicia social.
3. El diálogo como camino ineludible para la paz.
El Papa Francisco ha señalado que la paz no se logra solo con acuerdos políticos, sino con un proceso profundo de reconciliación que transforme las estructuras de pecado.
3. UN LLAMADO A LA CONVERSIÓN Y EL COMPROMISO
El Catatumbo refleja la crisis moral y social que atraviesa Colombia. Su transformación no depende únicamente de cambios políticos, sino de una conversión profunda en nuestra manera de entender la vida en sociedad.
3.1. La conversión del corazón como primer paso
La paz comienza en el interior de cada persona. Jesús nos llama a revisar nuestras actitudes y a vivir centrados en el amor y el servicio: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13,34). La violencia se manifiesta no solo en las armas, sino también en la indiferencia, la corrupción y la falta de solidaridad. Cada cristiano está llamado a ser un instrumento de reconciliación.
3.2. La responsabilidad de la sociedad y el Estado
La paz requiere también compromisos estructurales. No podemos ignorar la responsabilidad del Estado en la protección de los derechos de las comunidades del Catatumbo, exigiendo políticas públicas que garanticen el acceso a la tierra, la educación, el empleo digno y la protección de los líderes sociales.
CONCLUSIÓN: LA ESPERANZA QUE NACE DEL EVANGELIO
El Catatumbo nos interpela a no rendirnos ante la violencia. Como cristianos, estamos llamados a ser constructores de paz, siguiendo el ejemplo de Cristo, quien con su entrega en la cruz venció el odio y nos enseñó el poder del amor y el perdón. Que María, Reina de la Paz, acompañe a las comunidades del Catatumbo y nos inspire a comprometernos con una Colombia reconciliada y fraterna.
Pbro. Mauricio Rey Sepúlveda
Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana
San José Gregorio Hernández
Mar 25 Feb 2025

Por Hernán Alejandro Olano García - En medio de la enfermedad del papa Francisco, se ha dado a conocer el 25 de febrero de 2025 la noticia esperada por muchos, la canonización del Beato José Gregorio Hernández Cisneros, tras la audiencia concedida en el Hospital Policlínico Gemelli, donde se encuentra internado, al Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, y a Monseñor Edgar Peña Parra, Sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado.
Francisco aprobó los votos favorables de la Sesión Ordinaria de los Padres Cardenales y Obispos miembros del Dicasterio para las Causas de los Santos para esta canonización de este integrante de la Orden Franciscana Seglar, OFS, conocido como «el médico de los pobres», quien murió atropellado en Caracas en el año 1919. El Doctor Hernández cayó golpeándose la cabeza contra el filo de la acera, lo que ocasionó una fractura en el cráneo. Desde su fallecimiento, se ha ganado su halo de santidad tanto en Venezuela como en Colombia por su labor en pro de los más desfavorecidos y sus reivindicaciones para reclamar más atención de los gobiernos.
Hernández había entrado en la Cartuja de Farneta (Lucca), pero por motivos de salud, tuvo que abandonarla a los nueve meses, regresando a Caracas. Posteriormente, comenzó a prepararse para el sacerdocio, pero, mientras estaba en el Colegio Pío Latino Americano de Roma, le sobrevino una pleuresía y un principio de tuberculosis. De vuelta a sus tierras, se dedicó definitivamente a la medicina.
El cardenal Pietro Parolín, secretario de Estado del Vaticano y antiguo nuncio apostólico en Venezuela, presidió en 2021 la ceremonia de beatificación el 30 de abril en el Estadio Universitario de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, casa de estudios en la que el doctor Hernández se graduó, fue profesor, investigador e innovador de la medicina en Venezuela. Además, se fijó el 26 de octubre, fecha del nacimiento del médico, como su día de celebración dentro de la religión católica, es decir, la inclusión de su nombre en el santoral de la Iglesia.
Previamente, en 1986, San Juan Pablo II reconoció las virtudes heroicas del venezolano y lo declaró «venerable»; luego vino el paso de la beatificación, que fue aprobada por la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, con decreto del papa Francisco el 19 de junio de 2020, luego de que una comisión teológica de expertos concluye que un milagro del médico venezolano salvó la vida de una niña de 10 años, gravemente herida durante un asalto en marzo de 2017 y, ahora, el milagro para la canonización en 2025.
La postuladora de la causa ha sido la abogada argentina que ahora tiene como meta llevar a los altares al sacerdote colombiano Rafael García-Herreros, fundador de la Organización Minuto de Dios y miembro de la comunidad Eudista.
Hernández fue autor de trece ensayos científicos sobre diversas disciplinas, reconocidos por la Academia Nacional de la Medicina, de la cual fue uno de sus fundadores, lo cual llevó a que se expresara que: «Su faceta religiosa con todo lo encomiable que sea considerada en el plano místico, no debe opacar el inmenso aporte que realizó a la ciencia médica venezolana», como lo ha reseñado en la biografía que el maestro Antonio Cacua Prada ha preparado para la beatificación y que ya se encuentra en prensa.
Para el arzobispo de Caracas, en relación con la canonización, “Su legado perdura en el corazón de quienes lo veneran y de quienes han recibido los milagros de Dios bajo su intercesión. José Gregorio Hernández es un santo para nuestro tiempo, un modelo de laico cristiano que nos invita a vivir la fe con alegría y compromiso, y a poner al servicio de los demás nuestros talentos y capacidades.”
Hernán Alejandro Olano García
Doctor en Derecho Canónico
Miembro de las Academias de Historia Eclesiástica de Colombia, Bogotá y Boyacá
La Esperanza no solo en algo, sino sobre todo en Alguien
Mié 19 Feb 2025

Por Pbro. Francisco León Oquendo Góez - La esperanza es la fragancia que nos acaricia en las páginas de la Sagrada Escritura, perfumando nuestras vidas con su luz indefectible. Desde el aleteo del Espíritu que colma el caos oscuro e informe de belleza viva y vida bella (Gn 1,2), hasta la riqueza hermosa y la hermosura rica de la Jerusalén celestial que esperamos (Ap 21-22), la esperanza colorea los distintos libros de la Sagrada Escritura.
La esperanza es fundamentalmente esperanza en Dios. No esperamos algo, sino en Alguien y esperamos algo, porque esperamos en Alguien. Esperamos en Dios y en los dones de Dios. Esperamos en los dones prometidos y las promesas donadas por Dios. Escribió San Agustín, padre de la Iglesia: “tu esperanza sea nuestro Dios; aquel que ha hecho las cosas es mejor que las cosas; quien ha hecho las cosas bellas es más bello que cualquier cosa” (Comentario a los Salmos 39,8).
La palabra “esperanza” no se halla en el Pentateuco, es decir, en los primeros cinco libros de la Biblia. Quienes realizaron la llamada versión de los LXX, es decir, la traducción del hebreo al griego, introducen la esperanza en el texto de Gn 49,10. El texto hebreo dice: “no se irá el cetro de mano de Judá, bastón de mando de entre sus piernas, hasta que venga el que le pertenece y a él la obediencia de los pueblos”. El texto griego cambia la última frase así: “él será la esperanza de los pueblos”.
Esta es la primera vez que encontramos la palabra “esperanza” en el texto sagrado. Providencialmente se halla vinculada no a algo, sino a Alguien, al Mesías esperado. Desde entonces el contenido de la esperanza del pueblo de Israel será el Mesías prometido, promesa que anunciarán los profetas y que se realiza plenamente en Cristo.
“La esperanza más grande es la esperanza en Dios”, escribe Filón de Alejandría (Spec. Leg I,310). La esperanza en el Antiguo Testamento está puesta en Dios, a quien Judit llama solemnemente “esperanza de los desesperados” (Jd 9,11), Jeremías confiesa “esperanza de Israel, Salvador en tiempo de angustia” (Jer 14,8), mientras Matatías proclama la certeza de los esperanzados: “todos los que esperan en él jamás sucumben” (1Mac 2,61).
La esperanza fuerte genera fortaleza esperanzada, capaz de vencer cualquier tormento, en medio del sufrimiento. La esperanza da fortaleza y la fortaleza da esperanza. Ejemplo de ello es la valiente madre de los mártires Macabeos, de la cual se dice que “sufría con valor, porque tenía la esperanza puesta en el Señor” (2Mac 7,20).
La esperanza se pone en Dios, porque se espera salvación y sólo Dios puede salvar: “espero en el Dios de mi salvación” (Miq 7,7). Cuando la salvación esperada será salvación realizada, se cantará con gratitud alegre y alegría grata: “en aquel día se dirá: he aquí, éste es nuestro Dios a quien hemos esperado para que nos salvara; éste es el Señor a quien hemos esperado; regocijémonos y alegrémonos en su salvación” (Is 25,9).
La Sagrada Escritura vincula la esperanza con la felicidad. Isaías proclama con fuerza clara y claridad fuerte la certeza del creyente: “Felices los que esperan en Dios” (Is 30,18). Esta convicción se convierte en un estribillo cantado con ritmo melodioso en el libro de los Salmos: “Señor de los ejércitos, feliz el hombre que espera en ti” (Sal 84,13 en la LXX). La esperanza genera felicidad y la felicidad es el objeto de la esperanza. Bienaventuranza feliz, felicidad dichosa, dicha alegre, alegría gozosa, gozo regocijante, regocijo inmenso es el don de la esperanza y la meta de la esperanza.
Jesucristo es nuestra esperanza: en él se cumplieron las antiguas promesas de Dios y él nos ha hecho promesas nuevas que fundan nuestra esperanza. La fidelidad de Dios a las antiguas promesas fortalece la esperanza en el cumplimiento de las nuevas promesas. Cristo es “la esperanza de la gloria” (Col 1,27), él es “nuestra esperanza” (1Tim 1,1), él es la esperanza “que penetró detrás del velo” (Hb 6,19). También San Ignacio de Antioquia llamará a Cristo “nuestra esperanza” (IFil 11,2), “nuestra esperanza de resurrección en él” (ITr 1,1), “la esperanza perfecta” (IEsm 10,2).
El estilo de vida cristiano se caracteriza por la espera, pues se vive “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús” (Tit 2,13). Como se lee en la llamada Carta de Bernabé: “una gran fe y amor habitan en vosotros por la esperanza de vida que está en él” (Ber 1,4).
El jubileo de la esperanza reavive la fuerza luminosa y la luminosidad fuerte de la esperanza, en la vida eclesial y personal. Los discípulos misioneros de Cristo, quienes pertenecen a la Iglesia sinodal misionera y misericordiosa, viven esperando a quien el Apocalipsis llama “el Viniente” (1,7-8), el mismo que cierra la Biblia reafirmando su esperanzadora promesa: “sí, vengo pronto”, a quien la Iglesia incesantemente suplica con un grito que hace eco en la eternidad: “ven, Señor Jesús” (Ap 22,20).
María, la virgen Madre, estrella de la esperanza, que nos dio al Esperado de los tiempos, sostenga la esperanza de la Iglesia, para que sea el más grande signo de esperanza en esta hora de la historia.
Pbro. Francisco León Oquendo Góez
Departamento de Catequesis y Animación Bíblica
Conferencia Episcopal de Colombia
Aprobada la Cuarta Edición del Misal Romano para Colombia
Mié 19 Feb 2025

Por Pbro. Jairo de Jesús Ramírez Ramírez - El 3 de abril de 1969, Jueves Santo, el papa Pablo VI promulgó mediante la constitución apostólica Missale Romanum el Misal reformado según el Concilio Vaticano II . Este libro litúrgico, fundamental para la unidad en la fe y el culto (lex orandi, lex credendi), regula y nutre la celebración eucarística. Junto con el Leccionario, es un instrumento clave para la participación activa, consciente y fructuosa de los fieles en el sacramento de la fe (SC 48-49).
En Colombia, tras un año de experimentación de la versión en español de la mayoría de las oraciones de la editio typica, difundida a través de Actualidad Litúrgica , boletín formativo e informativo de la Comisión Episcopal de Liturgia, Música y Arte Sacro, fue publicada la primera edición del Misal Romano reformado luego de ser aprobada por el Episcopado Colombiano y confirmada por la Sagrada Congregación para el Culto Divino, el 29 de julio de 1972 (Prot. n. 922/72).
Nueve años después apareció la segunda edición , enriquecida con los elementos nuevos de la Editio Typica Altera de 1975 . Esta versión fue aprobada por el Episcopado Colombiano durante la XXXIV Asamblea Plenaria desarrollada en 1978 y, posteriormente, confirmada por la Sagrada Congregación para el Culto Divino, el 28 de octubre de 1982 (Prot. n. 879/81). Esta edición introdujo mejoras significativas en la pedagogía de la celebración y en la catequesis litúrgica, facilitando una mejor comprensión y vivencia del misterio eucarístico.
Tras la promulgación de la Editio Typica Tertiae, el 20 de abril de 2000 (Prot. n. 143/00/L), publicada en el año 2002 , llegó la tercera edición del Misal Romano para Colombia aprobada en la LXXVI Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, el 6 de febrero del 2004 y confirmada por la Congregación para el Culto Divino, el 21 de marzo de 2007 (Prot. n. 940/03/L). Esta versión se enriqueció con la Instrucción General del Misal Romano, aprobada para Colombia, el 17 de agosto de 2005 (Prot. n. 1312/05/L) y con la Instrucción pastoral de los Obispos de Colombia sobre algunos aspectos importantes en la celebración eucarística .
Sin embargo, con el tiempo se hizo evidente la necesidad de una nueva edición que incorporara los documentos más recientes de la Sede Apostólica y otras actualizaciones pertinentes. Para ello, por voluntad del Episcopado Colombiano en la CIII Asamblea Plenaria, el 6 de febrero del 2017, ratificada en la CXIV Asamblea Plenaria, el 9 de febrero del 2023, se tomó como base la versión oficial del Misal aprobado para España en 2015 .
En lo que respecta a la Instrucción General del Misal Romano, se implementaron diversas actualizaciones en virtud del decreto Postquam Summus Pontifex (Prot. n. 394/21) . Este decreto aplica las disposiciones del Santo Padre Francisco en la Carta Apostólica Magnum Principium , que modifica el canon 838 del Código de Derecho Canónico. En este documento, el Pontífice amplía la responsabilidad de los obispos de incorporar la lengua vernácula en la liturgia y de preparar y aprobar las versiones de los libros litúrgicos.
En el Ordo Missae, se agregó la nueva traducción de la fórmula sacramental de la Eucaristía, aprobada por la CIII Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, el 6 de febrero del 2017 y, por el Santo Padre Francisco, el 12 de febrero de 2025; la nueva traducción de la Oración por la Paz (cf. Ordo Missae nn. 110, 111; 123, 124; 131, 132; 140, 141, etc); y el nombre de san José en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV, por disposición del Santo Padre Francisco.
En el Propio del Tiempo, el “Jueves Santo” se incluyó el rito para la recepción de los santos óleos en cada parroquia, complementando la rúbrica n., 15 del Ordo Missae; en la Vigilia Pascual, “Liturgia Bautismal”, según la rúbrica n. 43, se enriquecieron las letanías con los nombres de santa Laura Montoya y santa María Bernarda Bütler; y se suprimieron algunos nombres de santos que no correspondían al Calendario Propio.
En el Propio de los Santos, se agregaron las fórmulas para las celebraciones introducidas recientemente en el Calendario General: san Gregorio de Narek, abad y doctor de la Iglesia, el 27 de febrero; san Juan de Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia, el 10 de mayo; san Pablo VI, papa, el 29 de mayo; santa María, Madre de la Iglesia, memoria, el lunes después de Pentecostés; santa María Magdalena, fiesta, el 22 de julio; santos Marta, María y Lázaro, memoria, el 29 de julio; santa Teresa de Calcuta, virgen, el 5 de septiembre; santa Hildegarda de Bingen, virgen y doctora de la Iglesia, el 17 de septiembre; santa Faustina Kowalska, virgen, el 5 de octubre; san Juan XXIII, papa, el 11 de octubre; san Juan Pablo II, papa, el 22 de octubre; san Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el 9 de diciembre; Bienaventurada Virgen María de Loreto, el 10 de diciembre.
Se incluyeron también las fórmulas para las celebraciones introducidas en el Calendario Propio, aprobado por la CXIV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, el 9 de febrero de 2023 y confirmado por la Santa Sede, el 9 de noviembre de 2023 (Prot. n. 190/23): santa María Bernarda Bütler, virgen, 19 de mayo y santa Laura de santa Catalina de Siena Montoya y Upegui, virgen, memoria, el 21 de octubre. Además, se corrigió la oración colecta de la celebración de la Bienaventurada Virgen María del Rosario de Chiquinquirá, patrona de Colombia, fiesta, 9 de julio, por mandato de la Santa Sede, el 26 de octubre de 2021 (Prot. n. 497/19, 3); y se corrigió la titularidad de la Bienaventurada Virgen María de Guadalupe, fiesta, 12 de diciembre, patrona de América.
Se introdujo la traducción de la expresión Beata María Virgo (Bienaventurada Virgen María), más fiel al texto latino, en lugar de Nuestra Señora. Es por ello que en esta nueva edición se encontrarán los títulos de las fiestas marianas con esa misma terminología.
Se incorporó el texto bíblico para el uso litúrgico, aprobado por la XCV Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano el 11 de julio de 2013 y confirmado por la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos el 25 de marzo de 2015 (Cfr. Prot. n. 542/13/L), en las antífonas de entrada y de comunión, así como en las lecturas y los evangelios que contiene.
En los apéndices se incluyó el anuncio de las fiestas móviles del año. El Misal establece como opcional que el día de la Epifanía, tras la proclamación del Evangelio, y antes de la homilía, se haga el anuncio solemne de las fiestas móviles del año.
También se incluyeron quince ilustraciones gráficas, diseñadas por un artista colombiano, que reflejan la riqueza de la fauna, la flora, la agricultura y la diversidad étnica de nuestro país. Estas ilustraciones corresponden a la Cruz de la portada y dan inicio a distintas secciones relacionadas con los tiempos litúrgicos: Adviento, Navidad, Cuaresma, Pascua y Ordinario. Además, se incluyeron ilustraciones para las Plegarias Eucarísticas, el Propio de los Santos, la Anunciación del Señor, la Natividad de san Juan Bautista, así como para los santos apóstoles Pedro y Pablo, la Asunción de la Bienaventurada Virgen María, la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, las Misas Comunes, las Misas Rituales, las Misas y Oraciones por Diversas Necesidades, las Misas Votivas y las Misas de Difuntos.
Del Misal precedente se conservaron en esta nueva edición: la segunda aclamación de la fórmula sacramental de la Eucaristía; la Instrucción Pastoral de los Obispos de Colombia sobre algunos aspectos importantes en la celebración eucarística; los formularios para la oración universal o de los fieles; las oraciones de preparación para la Misa y de acción de gracias después de la Misa; y los textos del ordinario de la Misa con música.
No se trata, entonces, de una reimpresión corregida, sino la cuarta edición típica oficial del Misal Romano para Colombia, cuyo uso es obligatorio en todas las iglesias particulares del país. Con este nuevo Misal en nuestros altares, se nos ofrece la oportunidad de vivir con mayor profundidad el misterio de la Eucaristía, recordando que “cada vez que se celebra el memorial del sacrificio de Cristo, se realiza la obra de nuestra redención” (Oración sobre las ofrendas. Misa In Coena Domini).
Expresamos un especial agradecimiento a los miembros de la Comisión Nacional de Liturgia (CONALI), cuyo trabajo y dedicación hizo posible esta obra. En todo este proceso, nos ha guiado la certeza de que la Eucaristía es lo más precioso que la Iglesia tiene en su caminar histórico, porque en ella se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia: Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida.
Que esta nueva edición del Misal Romano nos ayude a vivir con mayor fidelidad y fervor el misterio de nuestra fe, celebrando con dignidad el admirable Sacramento del altar.
Pbro. Jairo de Jesús Ramírez Ramírez
Director del Departamento de Liturgia
Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano
Catatumbo: entre el dolor y la esperanza. Un llamado a la paz y a la reconciliación.
Lun 17 Feb 2025

Por. Pbro. Mauricio Alejandro Rey Sepúlveda - El Catatumbo es una región colombiana que ha sido testigo de una impresionante diversidad natural y cultural, pero también de una prolongada historia de conflicto y violencia. A pesar del sufrimiento que ha marcado su historia, el Catatumbo es un territorio de esperanza, donde las comunidades, a través de su resiliencia, han logrado mantener la fe en un futuro distinto. Desde una perspectiva cristiana, no podemos permanecer indiferentes ante el sufrimiento de las víctimas ni ante la urgente necesidad de justicia y reconciliación. El Evangelio nos llama a ser constructores de paz, a reconocer la dignidad intrínseca de cada ser humano y a trabajar incansablemente por una sociedad basada en el amor, la solidaridad y el perdón.
1. UNA HISTORIA DE DOLOR Y RESISTENCIA
Situado en el noreste de Colombia, en el departamento de Norte de Santander, el Catatumbo es una región donde conviven contrastes profundos: una naturaleza prodigiosa, una cultura campesina ancestral y, lamentablemente, una historia de violencia que ha dejado huellas indelebles. Su posición estratégica en la frontera con Venezuela, sumada a su abundancia de recursos naturales, ha convertido a este territorio en un espacio disputado por diversos actores armados y económicos.
A pesar de la violencia persistente, el Catatumbo también es un símbolo de resistencia y esperanza, donde las comunidades han demostrado que es posible luchar por la vida, la dignidad y la paz, incluso en las circunstancias más adversas.
1.1. El conflicto y sus raíces estructurales
La región ha sido un epicentro del conflicto armado colombiano. Su localización geoestratégica, la riqueza en recursos naturales y la ausencia de un Estado fuerte han propiciado que el Catatumbo se convierta en un escenario en disputa entre grupos armados, narcotráfico y economías ilícitas.
Durante años, las comunidades han sufrido desplazamientos forzados, desapariciones, masacres y otras violaciones a los derechos humanos. La falta de oportunidades económicas y la exclusión social han perpetuado un ciclo de violencia que parece interminable. El Papa Francisco, en Fratelli Tutti, nos recuerda que “la guerra es el fracaso de la política y de la humanidad” (§261). Este conflicto refleja una crisis social profunda que solo podrá resolverse con justicia, equidad y un auténtico compromiso con el bien común.
1.2. Las víctimas: rostros concretos del dolor
Detrás de las cifras y los informes estadísticos se encuentran los rostros concretos del sufrimiento: niños y niñas que han crecido en medio del miedo, campesinos desplazados de sus tierras, familias destruidas por la violencia. Jesús nos enseña que “lo que hicieron con uno de estos más pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt 25,40), invitándonos a reconocer el rostro de Cristo en aquellos golpeados por la guerra.
La Iglesia ha acompañado a estas víctimas, brindando consuelo, promoviendo la memoria histórica y ofreciendo espacios para la sanación. Sin embargo, el camino hacia la paz exige mucho más que asistencia; requiere justicia, reparación y transformación estructural.
2. MÁS ALLÁ DEL DOLOR: LA ESPERANZA COMO PROYECTO DE VIDA
La esperanza no es una emoción pasajera ni un simple deseo de que las cosas mejoren. Para la tradición cristiana, la esperanza es una virtud teologal que impulsa a la acción, a la construcción de un futuro distinto, fundamentado en la confianza en Dios y en el compromiso con el prójimo. San Pablo nos recuerda: “La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado” (Rm 5,5).
En el Catatumbo, la esperanza se convierte en un verdadero proyecto de vida cuando las comunidades, a pesar de la adversidad, deciden resistir con dignidad, reconstruir sus vidas y trabajar por una paz duradera. Esta esperanza cristiana no es ingenua ni pasiva; es una fuerza transformadora que se traduce en iniciativas concretas de reconciliación, justicia y desarrollo integral.
2.1. Iniciativas de paz y reconciliación
Desde las mismas comunidades han emergido valientes esfuerzos para reconstruir el tejido social. Algunas de estas iniciativas incluyen:
Proyectos de economía solidaria: Diversas organizaciones campesinas han impulsado alternativas productivas como el café orgánico y el cacao, demostrando que es posible generar desarrollo sin recurrir a economías ilícitas.
Espacios de diálogo y reconciliación: Líderes comunitarios, excombatientes y víctimas han participado en procesos de encuentro donde, desde la verdad y el reconocimiento del daño causado, han dado pasos hacia el perdón.
Educación para la paz: Escuelas, parroquias y grupos juveniles han desarrollado programas de formación en resolución de conflictos y derechos humanos, inspirados en el Evangelio.
Estos esfuerzos reflejan el mandato de Cristo: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). La paz no es solo un anhelo, sino una tarea concreta que exige compromiso y valentía.
2.2. La esperanza que se construye en lo cotidiano
El Evangelio nos enseña que la esperanza no surge de grandes discursos, sino de acciones concretas. Jesús, en su ministerio, ofreció signos de esperanza a los marginados, sanando a los enfermos, devolviendo la dignidad a los excluidos y proclamando el Reino de Dios. Siguiendo su ejemplo, en el Catatumbo la esperanza se traduce en:
Familias que reconstruyen sus vidas tras el desplazamiento: Muchas familias regresan a sus tierras con la firme convicción de que pueden empezar de nuevo, confiando en la providencia de Dios y el apoyo de la comunidad.
Mujeres que transforman su dolor en liderazgo social: Víctimas de la guerra, muchas mujeres han decidido organizarse en asociaciones para defender los derechos humanos y promover iniciativas de paz.
Jóvenes que apuestan por la educación y el servicio: En medio de la violencia, los jóvenes son luz de esperanza cuando eligen la educación, el arte, el deporte y el servicio social como herramientas para cambiar su entorno.
Estas pequeñas acciones nos recuerdan la parábola del grano de mostaza (Mt 13,31-32): la esperanza cristiana, aunque nace en la fragilidad, puede crecer y convertirse en un motor de transformación.
2.3. El Papel de la Iglesia como Constructora de Paz
La Iglesia ha jugado un papel fundamental en la construcción de paz en Colombia. En el Catatumbo, sacerdotes, religiosas y agentes pastorales han acompañado a las comunidades, ofreciendo refugio, esperanza y orientación espiritual.
Desde la Doctrina Social de la Iglesia, se destacan tres pilares esenciales para la paz:
1. La dignidad humana como base de toda acción social.
2. El destino universal de los bienes y la justicia social.
3. El diálogo como camino ineludible para la paz.
El Papa Francisco ha señalado que la paz no se logra solo con acuerdos políticos, sino con un proceso profundo de reconciliación que transforme las estructuras de pecado.
3. UN LLAMADO A LA CONVERSIÓN Y EL COMPROMISO
El Catatumbo refleja la crisis moral y social que atraviesa Colombia. Su transformación no depende únicamente de cambios políticos, sino de una conversión profunda en nuestra manera de entender la vida en sociedad.
3.1. La conversión del corazón como primer paso
La paz comienza en el interior de cada persona. Jesús nos llama a revisar nuestras actitudes y a vivir centrados en el amor y el servicio: “Ámense los unos a los otros como yo los he amado” (Jn 13,34). La violencia se manifiesta no solo en las armas, sino también en la indiferencia, la corrupción y la falta de solidaridad. Cada cristiano está llamado a ser un instrumento de reconciliación.
3.2. La responsabilidad de la sociedad y el Estado
La paz requiere también compromisos estructurales. No podemos ignorar la responsabilidad del Estado en la protección de los derechos de las comunidades del Catatumbo, exigiendo políticas públicas que garanticen el acceso a la tierra, la educación, el empleo digno y la protección de los líderes sociales.
CONCLUSIÓN: LA ESPERANZA QUE NACE DEL EVANGELIO
El Catatumbo nos interpela a no rendirnos ante la violencia. Como cristianos, estamos llamados a ser constructores de paz, siguiendo el ejemplo de Cristo, quien con su entrega en la cruz venció el odio y nos enseñó el poder del amor y el perdón. Que María, Reina de la Paz, acompañe a las comunidades del Catatumbo y nos inspire a comprometernos con una Colombia reconciliada y fraterna.
Pbro. Mauricio Rey Sepúlveda
Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana
San José Gregorio Hernández
Mar 25 Feb 2025

Por Hernán Alejandro Olano García - En medio de la enfermedad del papa Francisco, se ha dado a conocer el 25 de febrero de 2025 la noticia esperada por muchos, la canonización del Beato José Gregorio Hernández Cisneros, tras la audiencia concedida en el Hospital Policlínico Gemelli, donde se encuentra internado, al Cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede, y a Monseñor Edgar Peña Parra, Sustituto para los Asuntos Generales de la Secretaría de Estado.
Francisco aprobó los votos favorables de la Sesión Ordinaria de los Padres Cardenales y Obispos miembros del Dicasterio para las Causas de los Santos para esta canonización de este integrante de la Orden Franciscana Seglar, OFS, conocido como «el médico de los pobres», quien murió atropellado en Caracas en el año 1919. El Doctor Hernández cayó golpeándose la cabeza contra el filo de la acera, lo que ocasionó una fractura en el cráneo. Desde su fallecimiento, se ha ganado su halo de santidad tanto en Venezuela como en Colombia por su labor en pro de los más desfavorecidos y sus reivindicaciones para reclamar más atención de los gobiernos.
Hernández había entrado en la Cartuja de Farneta (Lucca), pero por motivos de salud, tuvo que abandonarla a los nueve meses, regresando a Caracas. Posteriormente, comenzó a prepararse para el sacerdocio, pero, mientras estaba en el Colegio Pío Latino Americano de Roma, le sobrevino una pleuresía y un principio de tuberculosis. De vuelta a sus tierras, se dedicó definitivamente a la medicina.
El cardenal Pietro Parolín, secretario de Estado del Vaticano y antiguo nuncio apostólico en Venezuela, presidió en 2021 la ceremonia de beatificación el 30 de abril en el Estadio Universitario de la Universidad Central de Venezuela, en Caracas, casa de estudios en la que el doctor Hernández se graduó, fue profesor, investigador e innovador de la medicina en Venezuela. Además, se fijó el 26 de octubre, fecha del nacimiento del médico, como su día de celebración dentro de la religión católica, es decir, la inclusión de su nombre en el santoral de la Iglesia.
Previamente, en 1986, San Juan Pablo II reconoció las virtudes heroicas del venezolano y lo declaró «venerable»; luego vino el paso de la beatificación, que fue aprobada por la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, con decreto del papa Francisco el 19 de junio de 2020, luego de que una comisión teológica de expertos concluye que un milagro del médico venezolano salvó la vida de una niña de 10 años, gravemente herida durante un asalto en marzo de 2017 y, ahora, el milagro para la canonización en 2025.
La postuladora de la causa ha sido la abogada argentina que ahora tiene como meta llevar a los altares al sacerdote colombiano Rafael García-Herreros, fundador de la Organización Minuto de Dios y miembro de la comunidad Eudista.
Hernández fue autor de trece ensayos científicos sobre diversas disciplinas, reconocidos por la Academia Nacional de la Medicina, de la cual fue uno de sus fundadores, lo cual llevó a que se expresara que: «Su faceta religiosa con todo lo encomiable que sea considerada en el plano místico, no debe opacar el inmenso aporte que realizó a la ciencia médica venezolana», como lo ha reseñado en la biografía que el maestro Antonio Cacua Prada ha preparado para la beatificación y que ya se encuentra en prensa.
Para el arzobispo de Caracas, en relación con la canonización, “Su legado perdura en el corazón de quienes lo veneran y de quienes han recibido los milagros de Dios bajo su intercesión. José Gregorio Hernández es un santo para nuestro tiempo, un modelo de laico cristiano que nos invita a vivir la fe con alegría y compromiso, y a poner al servicio de los demás nuestros talentos y capacidades.”
Hernán Alejandro Olano García
Doctor en Derecho Canónico
Miembro de las Academias de Historia Eclesiástica de Colombia, Bogotá y Boyacá
La Esperanza no solo en algo, sino sobre todo en Alguien
Mié 19 Feb 2025

Por Pbro. Francisco León Oquendo Góez - La esperanza es la fragancia que nos acaricia en las páginas de la Sagrada Escritura, perfumando nuestras vidas con su luz indefectible. Desde el aleteo del Espíritu que colma el caos oscuro e informe de belleza viva y vida bella (Gn 1,2), hasta la riqueza hermosa y la hermosura rica de la Jerusalén celestial que esperamos (Ap 21-22), la esperanza colorea los distintos libros de la Sagrada Escritura.
La esperanza es fundamentalmente esperanza en Dios. No esperamos algo, sino en Alguien y esperamos algo, porque esperamos en Alguien. Esperamos en Dios y en los dones de Dios. Esperamos en los dones prometidos y las promesas donadas por Dios. Escribió San Agustín, padre de la Iglesia: “tu esperanza sea nuestro Dios; aquel que ha hecho las cosas es mejor que las cosas; quien ha hecho las cosas bellas es más bello que cualquier cosa” (Comentario a los Salmos 39,8).
La palabra “esperanza” no se halla en el Pentateuco, es decir, en los primeros cinco libros de la Biblia. Quienes realizaron la llamada versión de los LXX, es decir, la traducción del hebreo al griego, introducen la esperanza en el texto de Gn 49,10. El texto hebreo dice: “no se irá el cetro de mano de Judá, bastón de mando de entre sus piernas, hasta que venga el que le pertenece y a él la obediencia de los pueblos”. El texto griego cambia la última frase así: “él será la esperanza de los pueblos”.
Esta es la primera vez que encontramos la palabra “esperanza” en el texto sagrado. Providencialmente se halla vinculada no a algo, sino a Alguien, al Mesías esperado. Desde entonces el contenido de la esperanza del pueblo de Israel será el Mesías prometido, promesa que anunciarán los profetas y que se realiza plenamente en Cristo.
“La esperanza más grande es la esperanza en Dios”, escribe Filón de Alejandría (Spec. Leg I,310). La esperanza en el Antiguo Testamento está puesta en Dios, a quien Judit llama solemnemente “esperanza de los desesperados” (Jd 9,11), Jeremías confiesa “esperanza de Israel, Salvador en tiempo de angustia” (Jer 14,8), mientras Matatías proclama la certeza de los esperanzados: “todos los que esperan en él jamás sucumben” (1Mac 2,61).
La esperanza fuerte genera fortaleza esperanzada, capaz de vencer cualquier tormento, en medio del sufrimiento. La esperanza da fortaleza y la fortaleza da esperanza. Ejemplo de ello es la valiente madre de los mártires Macabeos, de la cual se dice que “sufría con valor, porque tenía la esperanza puesta en el Señor” (2Mac 7,20).
La esperanza se pone en Dios, porque se espera salvación y sólo Dios puede salvar: “espero en el Dios de mi salvación” (Miq 7,7). Cuando la salvación esperada será salvación realizada, se cantará con gratitud alegre y alegría grata: “en aquel día se dirá: he aquí, éste es nuestro Dios a quien hemos esperado para que nos salvara; éste es el Señor a quien hemos esperado; regocijémonos y alegrémonos en su salvación” (Is 25,9).
La Sagrada Escritura vincula la esperanza con la felicidad. Isaías proclama con fuerza clara y claridad fuerte la certeza del creyente: “Felices los que esperan en Dios” (Is 30,18). Esta convicción se convierte en un estribillo cantado con ritmo melodioso en el libro de los Salmos: “Señor de los ejércitos, feliz el hombre que espera en ti” (Sal 84,13 en la LXX). La esperanza genera felicidad y la felicidad es el objeto de la esperanza. Bienaventuranza feliz, felicidad dichosa, dicha alegre, alegría gozosa, gozo regocijante, regocijo inmenso es el don de la esperanza y la meta de la esperanza.
Jesucristo es nuestra esperanza: en él se cumplieron las antiguas promesas de Dios y él nos ha hecho promesas nuevas que fundan nuestra esperanza. La fidelidad de Dios a las antiguas promesas fortalece la esperanza en el cumplimiento de las nuevas promesas. Cristo es “la esperanza de la gloria” (Col 1,27), él es “nuestra esperanza” (1Tim 1,1), él es la esperanza “que penetró detrás del velo” (Hb 6,19). También San Ignacio de Antioquia llamará a Cristo “nuestra esperanza” (IFil 11,2), “nuestra esperanza de resurrección en él” (ITr 1,1), “la esperanza perfecta” (IEsm 10,2).
El estilo de vida cristiano se caracteriza por la espera, pues se vive “aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús” (Tit 2,13). Como se lee en la llamada Carta de Bernabé: “una gran fe y amor habitan en vosotros por la esperanza de vida que está en él” (Ber 1,4).
El jubileo de la esperanza reavive la fuerza luminosa y la luminosidad fuerte de la esperanza, en la vida eclesial y personal. Los discípulos misioneros de Cristo, quienes pertenecen a la Iglesia sinodal misionera y misericordiosa, viven esperando a quien el Apocalipsis llama “el Viniente” (1,7-8), el mismo que cierra la Biblia reafirmando su esperanzadora promesa: “sí, vengo pronto”, a quien la Iglesia incesantemente suplica con un grito que hace eco en la eternidad: “ven, Señor Jesús” (Ap 22,20).
María, la virgen Madre, estrella de la esperanza, que nos dio al Esperado de los tiempos, sostenga la esperanza de la Iglesia, para que sea el más grande signo de esperanza en esta hora de la historia.
Pbro. Francisco León Oquendo Góez
Departamento de Catequesis y Animación Bíblica
Conferencia Episcopal de Colombia

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