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beatificación colombiano

Lun 18 Sep 2017

Las últimas horas del “Mártir de Armero”

Por: P. Jorge Enrique Bustamante Mora - Pedro María Ramírez ya es Beato, desde el 8 de septiembre, pero el pueblo desde hace décadas lo llama “El mártir de Armero”; algunos se preguntan porque lo hicieron beato. En sencillo, por tres razones: 1. Porque vivió de manera extraordinaria las virtudes cristianas; 2. Porque en su vida y sobre todo en su muerte se descubren rasgos heroicos en la vivencia de la fe; 3. Porque su muerte fue por la fe, por amor a la Iglesia y su mensaje de salvación. Su martirio no es una muerte más, es una entrega oblativa por amor a Dios aceptando valerosamente el camino de la muerte violenta sin buscarla y de igual modo sin huir de ella. Las noticias del “Bogotazo” lo sorprendieron, ese 9 de abril en la tarde, regresando del hospital de visitar a los enfermos; al llegar al templo, hizo el traslado del Santísimo a la capilla del Colegio de las Madres Eucarísticas, con ellas y las alumnas rezó el rosario y otras oraciones; permaneció en ésta capilla en oración, aquí lo sorprendió el primer ataque al tempo con piedras y palos; se registró un segundo ataque hacia las 5:00 p.m., la turba ebria de alcohol e injustificada cólera contra la Iglesia derribó a machetazos las puertas; el padre permanecía en la capilla de las hermanas arrodillado frente al Santísimo, a quien él llamaba, “el Amito”; en este ataque un hombre con machete en mano le dijo: “por esta cruz que en estos días lo mato”. Comió poco, y se acostó hacia la media noche en un lecho adecuado en medio de las ruinas de la destrucción vandálica. Madrugó, a las 5:30 am celebró con las religiosas su última eucaristía, aunque todo este sábado estuvo preocupado por la celebración de las tres misas del domingo. Después de las ocho de la mañana expidió, a petición de un anciano interesado, un certificado para sepultar a una niña; informado de los detenidos y heridos fue a la cárcel a prestar sus servicios, regresó triste porque un herido no quiso recibir el sacramento de la confesión. Su camino fue acompañado de expresiones: “¡metan ese cura a la cárcel!, ¡abajo los curas! ¡Curas asesinos!” El alcalde lo invitó a refugiarse en su casa y no regresar a la casa cural, el valiente sacerdote respondió, “Yo no dejo solos, a Jesús Eucaristía y a las madres”, refiriéndose a las religiosas. Ante las sugerencias de las hermanas y el sacristán de huir, dijo: “de ninguna manera, yo no huyo, porque cuantas veces entro en la capilla y consulto a mi Amito, Él me dice que permanezca en mi sitio”. A las doce tomó un ligero alimento y mientras comía confió un encargo a la Madre superiora pidiéndole que lo pusiera por escrito, ante la respuesta de la religiosa que no tenía fuerzas para escribir, él mismo pidió papel y lápiz y escribió su “Testamento Espiritual”, el que inicia con “De mi parte deseo morir por Cristo y su fe” y siguen sentidas acciones de gracias a su obispo, a su director espiritual, a su familia y a las Madres Eucarísticas; no sin manifestar su deseo de sufrir por su parroquia: “…ministro y sacerdote del pueblo, hoy Armero, por quien quiero derramar mi sangre”. Luego del almuerzo permaneció en la capilla en oración, revestido con roquete y estola; las que se quitó solo cuando era llevado al martirio, unos pasos antes de llegar a la puerta que daba al parque se las quita y las entrega a una mujer, diciéndole: “Tome hija, guárdelos para que no los profanen” A las 4:40 pm. del 10 de abril, en la plaza de parque de Armero se sembró la palma victoriosa del martirio. Pedro María recibió el primer machetazo en la cabeza, cayó de rodillas y limpiándose la sangre de su cara con sus propias manos sacerdotales, dijo: “¡Padre, Perdónalos!¡Todo por Cristo! Recibió un segundo machetazo y un violento golpe en la nuca con una varilla, a este punto todo está consumado. Sus últimas horas fueron la vivencia heroica de la fe; estuvieron marcadas por la profunda convicción de una íntima espiritualidad sacerdotal. La amenaza se recrudecía y él permanecía en su puesto de sacerdote y en favor de su pueblo; rosario, oraciones, súplicas, vigilia, silencio meditativo, confianza absoluta en Jesús, preocupación por su ministerio y las misas dominicales, por sus enfermos del hospital a quienes visita, por sus heridos y presos asistiéndolos aún en medio de los más virulentos ataques de desprecio. Estas horas son las horas del hombre sacerdote, que revestido con sus ornamentos: sotana, roquete, estola dobla rodillas delante de su Amito y sabe escuchar a quien ha servido en su ministerio sacerdotal. Su preocupación sus dos amores: Jesús Eucaristía y el pueblo de Dios que se hace concreto en tantos necesitados y de manera particular en las “Madres” mujeres religiosas indefensas. Por toda esta vivencia heroica y única, el pueblo desde pronto lo llamó “El mártir de Armero”. No puedo dejar de alegrarme por la Iglesia colombiana, y pedir al beato Pedro María que ruegue por nuestra patria para que cese la violencia y florezca la paz; así mismo pedir su intercesión por la vida vocacional para que muchos jóvenes respondan valientemente al llamado del Señor y lo entreguen todo por amor a Cristo; que él, el “mártir de Armero”, nos alcance estos dones, y de manera particular para el Seminario y diócesis en la que él se formó y vivió su ministerio, Hoy la Arquidiócesis de Ibagué –Tolima, a la que orgullosamente pertenezco y en la cual Dios me formó y me concedió la gracia del Ministerio Sacerdotal. ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Jesús el Amito! P. Jorge Enrique Bustamante Mora Director del Departamento de Doctrina y Animación Bíblica de la CEC [email protected]