Pasar al contenido principal

quinto domingo de pascua

Vie 26 Abr 2024

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos

QUINTO DOMINGO DE PASCUAAbril 28 de 2024Primera Lectura: Hch 9,26-31Salmo: 22(21),26b-27. 28 y 30.31-32 (R. 26a)Segunda Lectura: 1Jn 3,18-24Evangelio: Jn 15, 1-8I.Orientaciones para la PredicaciónIntroducciónLa palabra Dios en este V domingo de Pascua, sigue iluminándonos sobre las condiciones para ser miembros de la comunidad de discípulos misioneros, introduciéndonos en el tema de la comunión de vida con Cristo y con los hermanos mediante la fe y el amor. Para tal fin, el Evangelio de hoy utiliza la alegoría “de la vid y los sarmientos”. Cristo es la Vid, es decir el tronco, y nosotros las ramas. Unidos a Él, por el Espíritu, produciremos frutos abundantes y encontraremos en Él la plenitud de nuestra vida. Tres ideas encontramos en la Palabra para tener presente:•Evaluar la raíz de la vocación como en el caso de Pablo que, en el encuentro con Cristo, y su comunión con Él, lo convirtió en un misionero infatigable.•Vivir nuestra condición de ramas unidas en el árbol, es decir, en Cristo: La vid y los sarmientos.•De esta unión profunda con Cristo dependen los frutos del amor fraterno.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?Lucas, en su segunda obra, continúa la historia de Saulo contando su vuelta a Jerusalén y su intento de asociarse con los cristianos de allí, que sólo lo reconocían como el perseguidor. Bernabé interviene, y fue el instrumento providencial para introducir a Saulo en la Iglesia de Jerusalén, explicando su nueva situación como cristiano. En ese marco, Saulo no pierde tiempo y reanuda su predicación y debates con los judíos helenistas, que se convertirán en sus adversarios e intentan matarlo. Estamos en los principios del apostolado de Pablo y ya son dos veces las que han querido matarlo, en Damasco y ahora en Jerusalén (Hch 9,23.29). Pablo no puede ser indiferente a nadie. Participa en alto grado de aquella cualidad de Jesús: “o con él o contra él”. Sin embargo, cuando se enteran de que quieren matarlo, algunos cristianos acompañan a Saulo hasta Cesarea Marítima, desde donde parte para Tarso, su ciudad natal. El episodio termina con otro resumen menor, que registra la paz de la que gozan las comunidades cristianas de Judea, Galilea y Samaría.En la segunda lectura nos encontramos con uno de los pasajes significativos que hablan del amor fraterno. Allí el autor dice claramente, que por la caridad conoceremos que somos de la Verdad, esto es, de Dios (V. 19); el amor fraterno da paz a nuestro corazón (v. 20); el amor fraterno nos da confianza en Dios (v. 21); la caridad nos da seguridad de que serán oídas nuestras peticiones (v. 22); el mandamiento de Dios se resume en creer en Jesucristo y amar al prójimo (v. 23). El premio de su cumplimiento es la comunión con Dios, testificada interiormente por el Espíritu Santo (v. 24).Por su parte, el pasaje del Evangelio de este V domingo de Pascua (Jn 15,1-8), está inserto en una sección más amplia (Jn 15,1-17). El discurso comienza con unas palabras de revelación formuladas en lenguaje simbólico: Jesús declara que es la vid del Padre (Jn 15,1-2). Desde esta idea principal, podemos dividir toda la sección de Jn 15,1-17 en dos partes fundamentales. La primera, que corresponde a este domingo (15,1-8), desarrolla el tema de la vid según la clave figurativa inaugurada en el exordio (15,1-2) y, partiendo de la realidad, mediante comparaciones que muestran la necesidad que tiene el discípulo de permanecer en Jesús. En la segunda parte (15,9-17), que veremos en la liturgia el VI domingo de Pascua, el amor es el objeto de la revelación; no aparece ya la imagen de la vid, a no ser en la expresión “dar fruto”.Centrémonos, pues, en la primera parte (15,1-8), como corresponde al domingo que estamos viviendo. Allí se nos introduce en la enseñanza de Jesús sobre la necesidad de permanecer unidos a Él para dar frutos. La frecuente repetición, en pocos versículos del verbo “permanecer”, nos hace entender que esta es la palabra clave del fragmento. Como se puede ver, el texto habla de la comunión profunda, real y firme que debe existir entre Cristo y sus discípulos. Sirviéndose de una alegoría, Jesús habla de sí mismo como la vid verdadera: el que permanece unido a Él puede ofrecer al Padre el fruto del amor y dar gloria a su nombre (vv. 5.8). El autor del cuarto Evangelio distingue entre los sarmientos que no dan fruto y son “cortados”, y los que tienen flores, y son “podados”. El viñador realiza todas las labores, quita los sarmientos no fecundos y poda los fecundos.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?El Evangelio precisa cómo debe ser el verdadero discípulo de Jesús. En el texto el Maestro dice: “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el labrador”. Jesús es la verdadera vid que da la vida, el Padre el viñador, y los discípulos son los sarmientos unidos a la vid. Con esta imagen, podemos identificar a la Iglesia, nuevo Pueblo de Israel, comunidad de discípulos unidos a Cristo. El Padre, además, es el que “a todo sarmiento que no da fruto lo corta, y al que da fruto lo poda para que dé más fruto”. El cuarto Evangelio distingue en el plano del lenguaje: los sarmientos que no dan fruto son “cortados”, mientras que los que tienen flores son “podados”. La palabra griega que aquí se traduce con “podar” suele traducirse por “limpiar”. Aquí podemos encontrar una imagen preciosa de la purificación que hace el Padre en nuestra vida. El Padre poda a los que ama. Quita nuestros brotes malignos: soberbia, comodidad, envidia, el pecado en general. Somos podados por las cruces que la vida y los demás nos ponen encima.Toda esta obra en nuestra vida, la hace el Padre a través de la Palabra, “Ustedes están limpios por la palabra que les he hablado” (v. 3). En definitiva, es la Palabra de Jesús la que purifica los corazones de los discípulos y los limpia comunicándoles la vida. La Palabra renueva a los sarmientos cada día, en cada momento.En el texto del Evangelio que comentamos, como hemos dicho antes, la palabra clave es “permanecer”. “Permanezcan en mí y yo en ustedes”. El verdadero discípulo debe permanecer en la Palabra de Jesús o en Jesús en cuanto Palabra. En el Coliseo La Macarena, en Medellín, el sábado 9 de septiembre de 2017, el Papa Francisco, en el encuentro con sacerdotes, consagrados, consagradas, seminaristas y sus familias, dijo: “permanecer no significa solamente estar, sino que indica mantener una relación vital, existencial, de absoluta necesidad; es vivir y crecer en unión fecunda con Jesús, fuente de vida eterna. Permanecer en Jesús no puede ser una actitud meramente pasiva o un simple abandono sin consecuencias en la vida cotidiana, siempre trae una consecuencia, siempre”. Por esta razón fundamental, el discípulo verdadero no se sostiene por sí mismo, sino está unido a Jesús. ¿Qué nos puede separar de la vid? Las persecuciones, la inconstancia, la superficialidad, el abandono de la fe… “Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece unido a la vid, así tampoco ustedes, si no permanecen en mí”. La unión con Jesús es necesaria para que las ramas produzcan frutos. De la misma manera que las ramas están unidas al tronco y reciben la savia de él y así son capaces de mantenerse vivas y dar fruto, el cristiano no puede vivir sin Cristo, sin estar unido íntimamente a Él, como se sintió el apóstol Pablo cuando dijo: “Vivo yo, pero no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Ga 2,20).Esta unión íntima se vive en la oración, en el trato personal con Jesús en un diálogo de amigo a amigo y, sobre todo, en la vida sacramental. En los sacramentos, especialmente en la Eucaristía, el Señor nos ofrece la savia que vivifica y santifica nuestro ser cristiano, llamados a vivir en comunión. San Juan Pablo II, en la Audiencia General del miércoles 8 de noviembre de 2000, afirmó que “la Eucaristía es el sacramento y la fuente de la unidad eclesial”.Por último, es necesario recordar, que la unión con Jesús no es algo automático y ritual, pide la decisión libre del hombre, la fidelidad en el camino de la fe. Pero requiere, sobre todo, del mismo Jesús que nos une en un mismo amor. Por eso, el mandamiento principal es, amar, como Él nos amó. Si somos uno en Cristo, estamos llamados a expresar un mismo amor en Él.3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?Señor, concédeme permanecer unido a ti en el amor. No permitas que me separe de ti, fuente de la vida y la alegría, por motivo de mis pecados. Que esté siempre atento y vigilante para descubrir en los acontecimientos de la vida tu presencia salvadora y amorosa. Soy sarmiento, y quiero permanecer unido a la vid, que eres tu Señor, y me abandono en ti, me dejo envolver de la savia de tu voz silenciosa y profunda, que es como agua viva.Ahora podemos preguntarnos: ¿Qué acciones concretas haré para responder a lo que Dios me pide hoy con este momento de oración? Para permanecer en Jesús y gozar así de su vida divina, es necesario estar unido a Él. ¿Qué acciones concretas llevaremos a cabo para permanecer unidos a Él, precisamente, en este momento de la vida de la Iglesia, donde se nos invita a caminar juntos? Pueden ser acciones en la línea de la oración, de la caridad, de la escucha, meditación y vivencia de la Palabra, etc. No olvidemos que la tarea principal que la Palabra nos propone hoy y siempre es «permanecer» en la vid, no vivir desconectados de Jesús, no quedarnos sin savia. Con esto entendemos, también, que una Iglesia sinodal, como nos muestra el Papa, es donde todos nos sentimos comprometidos en el anuncio de la Buena Nueva. No somos cristianos pasivos; permanecer en Él es vivir en sintonía con la Palabra, hacer de ella la norma de nuestra vida, vivir el amor fraterno en verdad, preocuparnos por el que pasa necesidad o está solo, lograr que muchos acojan la Palabra en su corazón.II.Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la MisaQueridos hermanos y hermanas, continuamos en tiempo de Pascua. La celebración de la resurrección de Jesús nos llena de motivos para darnos la bienvenida a este encuentro fraterno. Aprovechemos este momento de fe después de haber vivido durante la semana el trabajo, el estudio, la relación con la familia, con los amigos y vecinos. Vamos a compartir la Palabra y los gestos de la unión, para fortalecer las actitudes de atención y de servicio, que siempre nos han de caracterizar por vocación y por seguimiento de Jesús en medio de nuestro pueblo. Participemos con fe de esta fiesta dominical. Monición a la Liturgia de la PalabraVamos a escuchar a Dios que nos habla por medio de su Palabra. En ella encontramos la fuerza y la luz que necesitamos para que puedan reconocernos como seguidores de Jesús. La clave para esto es “permanecer” unidos a Él como el sarmiento está unido a la vid. Que la Palabra que escuchamos y el Cuerpo que comulgamos, encuentren en nosotros buena tierra para dar fruto abundante. Escuchemos.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Si permanecemos en nuestro Señor Jesucristo como sarmientos de la vid, podemos pedir lo que queramos y Él nos lo concederá. Unámonos diciendo:R. Escucha a tu pueblo, Señor.1.Oremos por la Iglesia, para que todos sus fieles permanezcamos uno en Cristo, vivamos en su amor, y difundamos su compasión y su calor. Roguemos al Señor.2.Oremos por los gobernantes de nuestro país y de todo el mundo, para que favorezcan y promuevan los medios que conducen al verdadero bien de los hombres. Roguemos al Señor.3.Oremos por los enfermos, los que son rechazados, los que viven en la droga y al margen de Dios, para que descubran el sentido cristiano de la vida. Roguemos al Señor.4.Oremos para que todos los hombres y mujeres descubran los frutos del gozo y la paz que Cristo nos comunicó por su resurrección. Roguemos al Señor.5.Oremos por todos nosotros, que celebramos esta liturgia pascual, para que experimentemos en nuestras vidas la fuerza de Cristo resucitado y llevemos, por el amor y el perdón, su alegre noticia al mundo que nos rodea. Roguemos al Señor.Oración conclusivaSeñor Jesús, vid en la que vivimos,permanece siempre con nosotros,guárdanos siempre unidos contigo y con los hermanos,y danos la gracia de producir fruto que permanezca,ahora y por los siglos de los siglos.R. Amén.

Vie 17 Mayo 2019

Jesús es el Buen Pastor que tiene conocimiento de cada una de sus ovejas

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 14,21b-27 Salmo: 145(144),8-9.10.11-12.13ab (R. cf. 1b) Segunda lectura: Apocalipsis 21,1-5a Evangelio: Juan 13,31-33a.34-35 Introducción En este Quinto Domingo de Pascua, la Palabra de Dios nos presenta la meta para la cual ha sido creado al ser humano y motivo por el cual Cristo murió y resucitó: participar de la vida eterna en la plena comunión con Dios, de su amor perfecto y eterno, de vivir en la Nueva Jerusalén, en el cielo. Nuestra meta es Dios. De ahí que la liturgia nos propone 3 temas conexos entre sí: • El mandamiento nuevo del Señor Jesús, Jn 13,34. • El cielo, Ap. 21,2. • El anuncio el Evangelio a todos los pueblos, Hch 14,27. Los tres temas tienen como hilo conector el amor de Cristo vivido por los creyentes, pues ese amor llega por la predicación realizada de quienes, a su vez, han experimentado el amor de Cristo en sus vidas; esto es lo que nos comunica el libro de los Hechos de los Apóstoles. Jesús mismo, en la Última Cena, ama a sus discípulos hasta el extremo y les da su mandamiento nuevo de amarse fraternalmente siguiendo su ejemplo, es decir, amar como Jesús amó, dándose a sí mismo por el bien de sus hermanos. El cielo nuevo, la tierra nueva, la Nueva Jerusalén, bajada del cielo, son figuras del Cielo, de la vida eterna, en donde sólo hay amor de Dios, ausencia de muerte y de todo mal, todo es belleza en plenitud, la experiencia de la dicha sin fin que sobrepasa nuestra mente y desborda nuestra capacidad, la vida del amor perfecto y eterno con Dios y con nuestros hermanos en Cristo. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la primera lectura, tomada del libro misionero de los Hechos de los Apóstoles, se nos narra cómo los diversos pueblos paganos, es decir no judíos, al escuchar la predicación de los misioneros, se convierten a Cristo y se introducen en la vida nueva del Evangelio. Es de resaltar la admiración de los apóstoles y de las comunidades cristianas al enterarse de la conversión de los pueblos que antes vivían en las tinieblas del pecado. Es la alegría misionera de la cual habla el Papa Francisco, una alegría que brota del amor de Cristo que quiere que todos se salven; este gozo por la conversión de los demás es un signo auténtico de que el amor de Cristo habita en nosotros, pues no hay envidia, sino gozo por el bien de los demás, y el mayor bien es conocer a Cristo, vivir en Cristo. En esta línea del amor, se nos revela en el salmo cómo es Dios, es bueno con todos y por eso pide, por boca del salmista, que se anuncie a todos la gloria de su reinado, es decir, que evangelicemos, que compartamos su Buena Noticia que es Jesucristo para que en Él tengamos la vida verdadera, la vida nueva y eterna, es decir, la vida del Amor. En la segunda lectura del libro del Apocalipsis, se nos muestra claramente cuál es nuestra meta: el Cielo. Allí no habrá muerte, ni llanto, ni dolor, ni mal alguno, todo es belleza, felicidad, alegría si fin porque todas las personas vivirán unidas a Dios de un modo nuevo, pleno y para siempre. Una característica especial es que se habla del cielo nuevo y de la tierra nueva, es decir que la creación entera también se transformará y participará de la restauración definitiva de los hijos de Dios, esto lo afirma san Pablo: “en efecto, toda la creación espera ansiosamente esta revelación de los hijos de Dios” (Rm 8,19). Para ir al Cielo necesitamos vivir y morir en unión con Cristo, de allí que el distintivo de los cristianos sea precisamente el amor fraterno, como lo dice hoy Jesús mismo al final del Evangelio: “en esto conocerán que son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros” (Jn 13,35). Se trata de acoger el amor de Cristo y de amar a los demás con ese mismo amor de Cristo, es decir, amar como Jesús amó. Si así vivimos y morimos entonces viviremos para siempre en la dicha sin fin del Cielo como lo dice de un modo hermoso el Catecismo de la Iglesia Católica: “Los que estén unidos a Cristo formarán la comunidad de los rescatados, la Ciudad Santa de Dios (Ap 21,2), “la Esposa del Cordero” (Ap 21,9). Ya no será herida por el pecado, por las manchas, el amor propio, que destruyen o hieren la comunidad terrena de los hombres. La visión beatífica, en la que Dios se manifestará de modo inagotable a los elegidos, será la fuente inmensa de felicidad, de paz y de comunión mutua” (1045). 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Ante todo hoy la Escritura nos habla fuerte y claro por medio de nuestro Señor Jesucristo, que en el contexto de la Última Cena, un poco antes de su entrega en la muerte de cruz, nos da su testamento espiritual sintetizado en su mandamiento nuevo de amarnos unos a otros así como él nos ha amado. El cristianismo es la religión del amor, un amor que tiene forma de cruz, es decir, un amor de donación total de la persona, un morir a sí mismo, un morir al pecado, un morir a todo egoísmo, para que viva Jesús en nosotros y para que Él ame en nosotros a los demás. Se trata de la vida nueva que es Cristo viviendo en nuestros corazones. Sólo así se comprende y se vive lo que san Pablo vivió y expresó cuando dijo: “ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí” (Gal 2,20). Nadie puede amar como Cristo ama si no está unido al mismo Cristo, entonces, amar así es un don que viene de lo alto. Por lo tanto, lo más propio para alcanzar ese don del amor de Dios es pedirlo y procurarlo, esta es la parte que nos corresponde a cada uno: orar y procurar. Las dos cosas, orar y procurar, hay que hacerlas con sinceridad, con deseo de vivir la amistad de Jesús y de seguir sus mandatos. Todos los mandatos del Señor y toda la biblia se resumen en el mandamiento nuevo del amor. Así como un vaso limpio contiene el agua limpia que se vierte en él, así también debemos dejarnos limpiar por el Señor, dejarnos reconciliar por él, confesarle sinceramente todos nuestros pecados sin excusarnos. Luego, como vasos limpios, dejarnos llenar de su amor, surge entonces por gracia de Dios, un manantial, el vaso se convierte en fuente de agua viva que vivifica todo lo que toca. Sólo el amor llena y desborda el corazón del hombre, sólo el amor sana, resucita y vivifica, solo el amor es eterno. Quien ama ha conocido a Dios, dice san Juan, “porque Dios es amor” (1Jn 4,8). Sólo existe un amor verdadero, el de Dios, Cristo mismo es el Amor. Todo lo demás son falsificaciones del amor, fácilmente se llama amor a lo que en verdad es egoísmo, Cristo desenmascara los ídolos y toda mentira y pecado. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Para amarnos los unos a los otros con el amor de Cristo es siempre indispensable estar unidos a Cristo, ya que él es la fuente del amor de Dios. ¿Qué hacer para amar como Cristo? Lo primero es cuidar todo lo que nos une y propicia nuestro encuentro con Cristo: la oración sincera y diaria, la lectura de la Palabra de Dios, la participación en los sacramentos y la realización de los propios deberes por amor a Cristo y a las personas que Él nos ha confiado, ejercitando, de este modo, la caridad en la búsqueda del bien de los demás. El Papa Francisco en Villavicencio dijo que “basta una persona buena para que haya esperanza. No lo olviden: ¡basta una persona buena para que haya esperanza! ¡Y cada uno de nosotros puede ser esa persona buena!” (Homilía en la Misa de beatificación de los mártires Monseñor Jesús Emilio Jaramillo Monsalve y del Padre Pedro María Ramírez Ramos. Villavicencio, 8 de septiembre de 2017). Recordemos que Jesús dijo que sólo Dios es bueno, pues sólo Dios es el Amor verdadero. Quien ama hace todo por el bien de los que ama, hasta dar su propia vida por el bien de los demás, un ejemplo de ello es que Cristo murió en la cruz por amor a nosotros; otro ejemplo es el de san Maximiliano María Kolbe que, en la prisión durante la segunda guerra mundial, dio su vida por otro prisionero que era padre de familia; un ejemplo más, el de la joven madre Chiara Corbella que, en estado de embarazo riesgoso, dio su vida con fe y amor para que su hijo naciera vivo y sano, y así tantos ejemplos de padres de familia que se sacrifican por el bien de sus hijos, de personas que con fe se interesan y buscan el bien de los demás, permitiéndoles vivir el amor de Cristo. Para vivir el amor de Cristo es necesario dejarnos reconciliar por Cristo continuamente, vivir en estado de conversión permanente y de misión permanente, no solo recibir la misericordia de Dios, sino también compartirla con los de casa y con los demás. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Todo encuentro real con Jesucristo me sana de mi egoísmo y me impulsa a amar, de modo que el amor no es egoísta, pues “el amor no obra con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13,5-7). La misión es el fruto del amor a Cristo, es la respuesta natural que surge de encontrarse con el Señor, un ejemplo de ello es lo que le pasó al apóstol Andrés, que una vez que se encontró con Jesús, fue a buscar a su hermano Pedro y lo llevó a Jesús (cf Jn 1,41-42). Nadie puede amar con el amor de Cristo si primero no ha experimentado el amor de Cristo en su propia vida. Muchas veces queremos ser misioneros sin habernos encontrado realmente con el Señor, esto es un gravísimo error. De allí que san Juan Pablo II dijera con claridad que “el verdadero misionero es el santo” (RM 90). Y el santo es el que se deja sanar y guiar por el Señor. Como también es cierto que el amor cubre multitud de pecados, entonces, es necesario obrar con misericordia, viviendo con fe lo que el Jesús mismo dijo que cuando practicamos la misericordia especialmente con los pobres, los enfermos, los encarcelados y los más necesitados: “les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo” (Mt 24,40). RECOMENDACIONES PRÁCTICAS 1. Motivar la creación o fortalecimiento de la pastoral parroquial de la salud que busca atender a los necesitados por medio de la vivencia del domingo, día de la caridad. 2. Resaltar con algún signo la apertura del mensaje de Jesús a otros pueblos, colocando en lugar apropiado algunos elementos que nos identifiquen y recuerden a los hermanos indígenas, afros, campesinos, habitantes urbanos de las periferias… Y colocar en un cartel la frase: “El AMOR es el distintivo de los discípulos del Señor” 3. Sería oportuno hacer hoy el Rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, propio para la cincuentena pascual, Misal, p. 1058. 4. Podría emplearse el Prefacio de Pascuas III, “Cristo vive e intercede por nosotros”, Misal, pág. 377.