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beato

Vie 3 Feb 2023

Cúcuta conmemora los 100 años de la pascua del beato padre Luis Variara

El pasado 1 de febrero, los fieles bautizados de la Iglesia Particular de Cúcuta y la familia salesiana se congregaron en la Catedral San José, para conmemorar el centenario de la pascua del beato padre Luis Variara, fundador del movimiento secular que lleva su nombre y del Instituto de las Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Sacerdotes diocesanos, salesianos de don Bosco, las Hijas de María Auxiliadora, religiosos de varias Diócesis, laicos, ex alumnos y estudiantes de los colegios Padre Luis Variara y Sagrados Corazones, y autoridades civiles, atendieron esta cita en torno a la mesa del altar, para recordar que el beato encarnó el espíritu de las bienaventuranzas, convencido de que su recompensa será grande en el Cielo. La Sagrada Eucaristía fue presidida por el Arzobispo emérito de Villavicencio, monseñor Óscar Urbina Ortega, quien a propósito de las bienaventuranzas, señaló que esta Palabra se cumplió en el beato, porque él buscó a los más sencillos, a los más pobres, para servirles y “no dudó en crear esa casa en nuestro país (Agua de Dios, Cundinamarca), para recibir a los más excluidos, a los leprosos; porque en ese tiempo, como en los tiempos de Jesús, se marginaba al enfermo de lepra, y “al padre Luis Variara no le dio miedo”, a ellos les devolvió la dignidad y los acompañó, “porque más que sanar sus heridas físicas, sanó sus corazones”. El padre Luis Variara murió un día después -en su lecho de enfermo- de haber conmemorado la pascua de su modelo a seguir, san Juan Bosco. Asimismo, sus discípulos agradecen a Dios, por ver con esperanza que “el alma del padre está en el Reino de la infinita bienaventuranza”, así lo afirmaba don Felipe Rinaldi (rector mayor de los salesianos) en una carta escrita el 30 de marzo de 1923, dirigida a la madre superiora del Instituto, sor Ana María Lozano. Esta misiva fue referenciada en la Santa Misa, por la madre Eulalia Marín Rueda, Superiora General del Instituto de las Hijas de los Sagrados Corazones, para resaltar el testimonio de su vida y el signo de la pascua, una total esperanza de la retribución que habrá recibido por parte de Dios, y que anima a los cristianos en la tierra, a seguir el modelo de este sacerdote salesiano. Con la celebración eucarística de este primero de febrero, también se dio apertura al año jubilar de la pascua del beato padre Luis Variara; los salesianos piden al Señor su pronta canonización, porque encuentran en el beato, a un padre, un amigo, un confidente y un modelo para imitar, por su entrega incondicional a los niños, los jóvenes y los enfermos, prioritariamente los de lepra. Antes y después de la Santa Misa, alrededor del parque Santander, en el corazón de la ciudad, se realizaron actos conmemorativos con las bandas de las instituciones educativas, con la participaron del estudiantado y toda la comunidad presente en la solemne celebración. Luis Variara Bussa nació el 15 de enero de 1875 en Viarigi, Italia. Llegó siendo un adolescente al oratorio de don Bosco, donde tuvo la oportunidad de vivir la experiencia de una familia espiritual. Con don Bosco, Luis aprendió la importancia de la alegría y la educación, como medios para ser feliz y buscar la santidad. El 6 de agosto de 1894 llegó a Agua de Dios (Cundinamarca, Colombia), haciendo de este lugar de dolor, un lugar de esperanza, cuidando de los enfermos de lepra. El 24 de abril de 1898 fue ordenado sacerdote en Bogotá. Desde entonces, se dedicó servir a Dios y a los más jóvenes, los más pobres y a los enfermos de lepra. El padre Luis Variara murió el 1 de febrero de 1923 a los 49 años de edad en la ciudad de Cúcuta, en la casa de la familia Faccini, ubicada en la calle 11 con avenida 2, donde actualmente queda el colegio Sagrados Corazones y la Casa Museo, que lleva su nombre. En 1932 sus restos mortales fueron trasladados a la capilla de las Hijas de María Auxiliadora en Agua de Dios. Fuente: Centro de comunicaciones Diócesis de Cúcuta

Jue 24 Ago 2017

¿Quién fue el Mártir de Armero?

Por: P. Jorge Enrique Bustamante Mora - Los datos aquí compartidos del futuro beato colombiano, Mártir de Armero, están tomados de los diversos folletos escritos sobre él y especialmente la biografía escrita por el Padre jesuita, Daniel Restrepo, y que lleva por título El Mártir de Armero, la vida y el sacrificio del padre Pedro María Ramírez Ramos, que tiene el valor de haber sido escrita a tan solo 4 años de los hechos gloriosos de su martirio y después de una rica y profunda investigación. Nuestro personaje, nació en el hogar de don Ramón Ramírez y doña Isabel Ramos, el 23 de octubre de 1899, en el municipio de la Plata Huila, a las afueras del pueblo en una hacienda llamada “Zapatero”; cuando sus padres hacia poco habían celebrado su quinto aniversario de casados (2 de Junio de 1894); es el cuarto hijo de siete: Susana, Julia, Luis Antonio, Nuestro beato, Eliécer, Pablo Emilio y Leonardo. Susana, la primera, murió de meses de nacida, por lo cual algunos autores hablan de seis hijos. El beato cuenta con otros numerosos hermanos nacidos en el primer matrimonio de su padre con doña Candelaria García. Fue bautizado con el nombre de PEDRO MARÍA, al otro día de su nacimiento, el 24 de octubre. Quedó huérfano de padre a los diez años, 3 de noviembre de 1909. Su madre celebró su pascua el 19 de febrero de 1943, un poco más de 5 años antes de la palma gloriosa de Pedro María; al dejarla en la tumba, expresó: “Pronto vendré a acompañarte madre mía”; palabras que encontraron un cierto cumplimiento, pues efectivamente fue sepultado en la tumba de al lado el 7 de mayo de 1948, casi al mes de haber vivido el martirio. Veamos algunos datos de nuestro mártir, la vida a grandes saltos entre el bautismo y su pascua. Nació en un hogar y familia de profunda vivencia de la fe católica, que contó con la bendición de dos hijos llamados a la gracia del sacerdocio, Pedro María y el menor, Leonardo, “el mártir y el jesuita”. A la fecha de su llamada a la Casa del Padre contaba con varios sobrinos en formación sacerdotal, algunos en la compañía de Jesús, jesuitas, y uno con los salesianos. De los cuales, tres hijos de su hermano Pablo Emilio. Sus estudios elementales los realizó en la escuela pública de La Plata; a los doce años entró al Seminario Menor de la Mesa de Elías (hoy Elías), donde realizó sus estudios de secundaria junto con su hermano Luis Antonio; ingresó, luego, al Seminario Mayor de Garzón el 4 de octubre de 1915, que a ese tiempo funcionaba con el calendario “tipo europeo” iniciando octubre y finalizando en julio, adelantó aquí estudios de filosofía y teología retirándose por voluntad propia en 1920, con la intención clara de discernir mejor su llamada y respuesta a la vocación sacerdotal, al respecto, su director espiritual el padre Víctor Félix Silva anota: “se retiró para probar bien su vocación por todos los medios posibles”. De 1920 a 1928, cuando retomó sus estudios eclesiásticos, vivió la experiencia del trabajo. Al inicio de este tiempo, por menos de dos años fue secretario y director del coro parroquial en Anolaima Cundinamarca, donde era párroco el padre Pedro María Rodríguez Andrade, huilense y quien después será el segundo obispo de Ibagué, bajo cuyo episcopado vivió su vida sacerdotal nuestro mártir. Luego se dedicó al magisterio: desde 1922 se desempeñó como profesor de “secundaria” en el colegio donde había estudiado, Seminario Menor de La Mesa de Elías; más tarde fue nombrado Director de la Escuela Urbana de San Mateo –hoy Rivera; luego con el mismo cargo pasó a la Escuela Urbana de Colombia – Huila; de este último lugar fue trasladado como Director de la Escuela de Alpujarra – Tolima, aquí combinó fructíferamente su responsabilidad con la colaboración en la vida parroquial; allí lo encontró su “amigo y anterior superior”, en esta ocasión ya obispo, Mons. Pedro María Rodríguez Andrade, quien lo invitó a continuar sus estudios para responder al llamado sacerdotal. Retomó su preparación al sacerdocio en 1928, ingresando al Seminario Mayor María Inmaculada, en la ciudad de Ibagué, al habitar en este magnífico lugar expresaba con efusividad: “Vengo a entregarme totalmente a Dios”. Fue ordenado sacerdote el 21 de junio de 1931. Ejerció su sacerdocio en cuatro parroquias de la diócesis de Ibagué Tolima: durante tres años, Vicario cooperador en Chaparral (1931-1934); párroco de Cunday por 9 años (1934-1943); después de estas dos parroquias en el sur del Tolima lo esperan dos en las tierras del norte: Párroco de El Fresno en un espacio de tres años (1943-1946); y finalmente casi dos años, párroco de Armero (1946-1948) donde lo alcanzó el amor definitivo de Dios. El sábado 10 de abril de 1948, hacia las 4:40 p.m. en la esquina de la plaza de Armero germinaba la palma victoriosa del Martirio; el suelo se tiñó de rojo con la sangre del mártir, que en su grito agónico como últimas palabras, y no habiendo pronunciado ninguna maldición, dijo: “¡Padre, perdónalos!, ¡Todo por Cristo!”