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Cristo

Sáb 16 Abr 2022

Pascua al estilo sinodal

Por: Luis Fernando Rodríguez Velásquez - “Dos de los discípulos iban a un pueblo llamado Emaús… En el camino iban hablando de todo lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y siguió caminando con ellos” (Lucas 24, 13 - 35). Este pasaje del encuentro de Jesús resucitado con los discípulos, nos pone en sintonía de fe, para entender mejor lo que significa la Pascua, la victoria de Cristo sobre la muerte, y para indicarnos la forma como debe vivirse en este 2022: Con la pasión, muerte y resurrección de Jesús, la muerte ha sido vencida, hemos sido liberados de las ataduras del maligno, hemos sido recreados en Cristo, por eso damos gracias. Con el don del Espíritu Santo que el Resucitado hace a los discípulos, estamos llamados a tomar conciencia de los compromisos del bautismo, de manera que seamos testigos creíbles de su persona y su mensaje. Con la victoria de Cristo, estamos llamados a morir con Él, para resucitar con Él a una vida nueva. Regenerados en Cristo, no hay lugar para la tristeza, ni para la nostalgia de los tiempos pasados, como lo hiciera el pueblo de Israel añorando los alimentos de Egipto. Es la alegría de la vida nueva que nos permite mirar el futuro con ilusión, aún en medio de las atrocidades del mundo. Con la Pascua de Jesús, debemos ser valientes para vivir cada uno su propia pascua, esto es, dar el paso de la muerte a la vida, de la vida de pecado a la vida de la gracia, de la desesperanza a la esperanza. Con la Pascua que hemos vivido, debemos ser capaces de descubrir a Jesús que se hace compañero de camino, que nos habla, nos instruye, se nos revela y nos fortalece con el fuego que arde en el corazón. Como fruto de la Pascua 2022, debemos imitar a los discípulos, que caminaban juntos con Jesús, que juntos salen presurosos a anunciar “lo que han visto y oído”, que juntos oran con María, que juntos esperan la llegada del Espíritu Santo. En la Pascua 2022, la semilla de la solidaridad, del servicio mutuo, de la ayuda a los más pobres y necesitados, debe dar realmente frutos de caridad eficaz. En la Pascua 2022, el saludo de Jesús Resucitado, “paz a ustedes” deberá resonar sin cansancio. Vivir la pascua, con el corazón, tendrá que hacer de cada uno artesanos de la paz. Con la Pascua 2022, se debe fortalecer nuestro sentido de Iglesia. Somos la Iglesia del Señor resucitado, somos presencia de su amor, somos familias que, caminando unidas, esparcimos el suave olor de Cristo. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Mié 23 Jun 2021

“No temas; basta que tengas fe”

DECIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Junio 27 de 2021 Primera lectura: Sb 1,13-15;2,23-24 Salmo: Sal 30 (29),3-4.5-6.12ac-13 (R. 2a) Segunda lectura: 2Co 8, 7.9.13-15 Evangelio: Mc 5,21-43 (forma larga) ó Mc 21-24.35b-43 (forma breve) I. Orientaciones para la Predicación Introducción En este domingo se nos ofrecen tres ideas fundamentales en el Evangelio de san Marcos: Cristo resucita a los difuntos, la muerte es transformada por Cristo y la esperanza de los cielos nuevos y de la tierra nueva. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Algunas ideas fundamentales de las lecturas de este domingo que nos ayudan en la preparación de la predicación orante son: El libro de la Sabiduría, que es un canto a la sabiduría verdadera según la mentalidad de Dios, nos ofrece hoy una página sobre la razón de ser de la muerte, uno de los interrogantes que siempre ha preocupado a la humanidad. El tema ha sido escogido hoy como primera lectura, para preparar el gran milagro de Jesús que resucita a la hija de Jairo. En la misma línea el salmista expresa su confianza en esa voluntad salvadora de Dios, a pesar de la muerte: "sacaste mi vida del abismo... cambiaste mi luto en danzas". Por eso alaba a Dios: "te ensalzaré, Señor, porque me has librado". La segunda carta a los corintios nos habla hoy de la colecta por la Iglesia de Jerusalén, que se hallaba en situación de estrechez. Pablo se dedicaba en esta época a recoger dinero para aquella comunidad, y ahora escribe a los de Corinto para decirles que pronto vendrán unos enviados suyos a recoger su aporte: en el texto de hoy les exhorta a ser generosos. Y en el evangelio de Marcos se nos narra dos milagros de Jesús, intercalados el uno en el otro, y los dos realizados a beneficio de dos mujeres. El jefe de la sinagoga, Jairo, le pide humildemente que cure a su hija. Cuando va camino de la casa de Jairo, se le acerca una mujer que sufre hemorragias incurables, y queda curada "inmediatamente" con sólo tocarle el borde de su vestido. Jesús le alaba la fe que ha mostrado. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Las dos escenas del evangelio de hoy son muy expresivas del poder salvador de Jesús sobre la enfermedad y la muerte, dos realidades muy presentes en nuestra historia y que nos preocupan notablemente. La enfermedad es la experiencia de nuestros límites, y muchas veces, además del dolor, nos hace experimentar la soledad, la impotencia, el tener que depender de los demás, perder, junto con la salud física, también las fuerzas espirituales y la ilusión. Pero sobre todo nos preocupa el enigma de la muerte, ante el que caben reacciones de desesperación o fatalismo, de rebelión o de aceptación progresiva. Ante el gran interrogante de todos los tiempos, ¿por qué la muerte?, las lecturas de hoy no nos proporcionan la solución, por mucha fe que tengamos en Cristo Jesús, pero sí nos iluminan para que sepamos aceptarla desde la fe en Dios. Es importante cómo el evangelio nos da una perspectiva más esperanzadora. Cristo ha venido a dar vida: "para que tengan vida, y la tengan en abundancia". Muestra su poder sobre la enfermedad humana, curando a la mujer, y su poder sobre la muerte resucitando a la hija de Jairo. Desde la perspectiva de Cristo, la muerte no es definitiva: "la niña está dormida". Es una muerte transitoria. En el plan de Dios la muerte no es la última palabra, sino el paso a la existencia definitiva. El mismo, Jesús, resucitará del sepulcro a una nueva vida. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Nos dice el papa Francisco: “Jesús se inclina ante el sufrimiento humano y cura el cuerpo; y el espiritual: Jesús vino a sanar el corazón del hombre, a dar la salvación y pide fe en él. En el primer episodio, ante la noticia de que la hija de Jairo había muerto, Jesús le dice al jefe de la sinagoga: “No temas; basta que tengas fe”, lo lleva con él donde estaba la niña y exclama: “Contigo hablo, niña, levántate”. Y esta se levantó y se puso a caminar. San Jerónimo comenta estas palabras, subrayando el poder salvífico de Jesús: ‘Niña, levántate por mí: no por mérito tuyo, sino por mi gracia. Por tanto, levántate por mí: el hecho de haber sido curada no depende de tus virtudes’”. El Cristo que curó a la mujer con sólo su contacto, el Cristo que tendió́ la mano a la niña y la devolvió́ a la vida, es el mismo Cristo que en su Pascua triunfó de la muerte, experimentándola en su propia carne. Es el mismo que ahora sigue, desde su existencia gloriosa, estando a nuestro lado para que tanto en los momentos de debilidad y dolor como en el trance de la muerte sepamos dar a ambas experiencias un sentido pascual, incorporándonos a él en su dolor y en su destino de victoria y vida. También nuestra Iglesia debe ser "dadora de vida" y transmisora de esperanza, cuidando a los enfermos, como ha hecho a lo largo de la historia, poniendo remedio a la incultura y defendiendo la vida contra todos los posibles ataques del hambre, de las guerras, de las escandalosas injusticias de este mundo, del terrorismo, así́ como de las perspectivas radicales del aborto o de la eutanasia o de la pena de muerte. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Bienvenidos todos a esta casa de oración y a la celebración de la eucaristía dominical. Esta es la fiesta de Jesús. Nos convoca a todos para hacernos partícipes de su amor y su perdón. Venimos a tocar y ser tocados por el poder sanador de Jesucristo. Celebremos con fe esta reunión de hermanos. Monición a la Liturgia de la Palabra La vida, la salud, levantar a los débiles son muestra de la generosidad de Dios. Dios es autor de la vida y se complace en ella, en la vida de sus criaturas. Escuchemos la voz de nuestro Dios y acudamos con fe a Él. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos a Dios autor de la vida y presentemos nuestras necesidades diciendo: R. Dios de la vida, atiende nuestras súplicas 1. Oremos por la Iglesia, sus pastores y sus fieles, para que todos vivamos la vida en actitud agradecida y generosa. 2. Oremos por los gobernantes de las naciones para que trabajen por la paz del mundo y no olviden a los más perseguidos y desfavorecidos de la sociedad. 3. Oremos por los ancianos, los enfermos, los que se sienten solos, los que nadie visita, para que Dios les dé su paz y consuelo. 4. Oremos por nuestra comunidad de fe, para que fijos los ojos en el autor de la vida, contribuya con la obra de creación y salvación de las vidas que nos son encomendadas en nuestros hermanos y en nuestra casa común. 5. Oremos por los difuntos de nuestras familias y de la parroquia para que, tocados por el amor poderoso de Dios, vivan en la paz y en la alegría de la vida eterna. Oración conclusiva Escucha, Padre, nuestra oración, y míranos con amor, porque somos débiles y sin ti nada podemos. Te lo pedimos de todo corazón, por Jesucristo, nuestro Señor. Amén R. Amén.

Vie 9 Abr 2021

¡Jesucristo ha resucitado! ¡Aleluya!

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En la noche santa de la Pascua, la Palabra de Dios resonó en el sepulcro y liberó a Jesús de las garras de la muerte. “No tengan miedo; sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí, ha resucitado” (Mt 28, 6). Este anuncio contiene toda nuestra FE, toda nuestra ESPERANZA y toda la CARIDAD, que se tiene que hacer real en nuestra vida cristiana en este tiempo en que hemos venido asumien­do las consecuencias de esta pandemia; pero, que, desde la alegría de los hijos de Dios, descubrimos la luz de la FE que da sentido a nuestra vida. Continuemos viviendo estos momentos de prueba con la valentía de ser testi­gos de Cristo y comunicando esta verdad a nuestros hermanos, sacán­dolos del sinsentido, del aburrimiento y la desesperanza. Llevemos a un mundo confundido e inquieto la maravillosa noticia que santa Teresita del Niño Je­sús repetía: “¡Todo es gracia! Existe el perdón de los pecados, existe la absolu­ción para el pecado del mundo. Cristo Resucitado es nuestra reconciliación, nuestra paz y nuestro futuro”. Jesucris­to Resucitado es nuestro futuro, Él es la única esperanza que nos da paz en todos los momentos y circunstancias de la vida. Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Oremos por nuestros enemigos, perdonemos de co­razón a quien nos ha ofendido y pida­mos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque he aquí, que Dios hace nuevas todas las cosas. No tema­mos, no tengamos preocupación algu­na, estamos en las manos de Dios. La Eucaristía que vivimos con fervor, es nuestro alimento, es la esperanza y la fortaleza que nos conforta en la tribu­lación y una vez fortalecidos, queremos transmitir esa vida nueva con mucho entusiasmo a nuestros hermanos, a nuestra familia, porque ¡Jesucristo ha resucitado! ¡Aleluya! La vida del Resucitado hace que nuestro cora­zón esté pleno de gra­cia y lleno de deseos de santidad. La voluntad de Dios es que seamos san­tos, recordando que la santidad es ante todo, una gracia que proce­de de Dios. En la vida cristiana hemos de intentar acoger la santidad y hacerla realidad en nuestra vida, mediante la caridad que es el camino preferente para ser santos. El profundo deseo de Dios es que nos parezcamos a Él siendo santos. La caridad es el amor, y la san­tidad una manifestación sublime de la capacidad de amar, es la identificación con Jesucristo Resucitado. El caminar de hoy en adelante, afron­tando los momentos de prueba, lo va­mos a hacer como María al pie de la Cruz. Recordemos que toda la FE de la Iglesia quedó concentrada en el co­razón de María al pie de la Cruz. Mien­tras todos los discípulos habían huido, en la noche de la Fe, Ella siguió creyen­do en soledad y Jesús quiso que Juan estuviera también al pie de la Cruz. Lo más fácil en los momentos de prueba es huir de la realidad, pero por la gra­cia del Resucitado que está en nosotros, vamos a permanecer todo el tiempo al pie de la Cruz, ese es nuestro lugar, ese es el lugar del cristiano que se identifica con Jesucristo. En la Muerte y Resurrección de Cristo hemos sido rescatados del pecado, del poder del demonio y de la muerte eterna. La Pascua nos recuerda nuestro nacimiento sobrenatural en el Bautismo, donde fuimos constituidos hijos de Dios, y es figura y prenda de nuestra propia resurrección. Nos dice san Pablo: Dios nos ha dado vida por Cristo y nos ha resucitado con Él (Cfr. Ef 2, 6). La gran noticia de la Re­surrección del Señor es el anuncio de la Iglesia al mundo, desde la mañana de Pascua, hasta el final de los tiempos. Jesucris­to Resucitado, cambia el curso de la historia porque significa que la vida ha vencido sobre la muerte, la justicia sobre la iniqui­dad, el amor sobre el odio, el bien sobre el mal, la alegría sobre el abatimiento, la felicidad sobre el dolor y la bienaven­turanza sobre la maldición. Todo ello, porque Jesucristo Resucitado es nuestra esperanza, sobre todo en este tiempo de prueba, tormenta e incertidumbre que hemos vivido en esta pandemia; pero, con la Esperanza puesta en Él, que es nuestra fortaleza. La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificultades, ante el sufrimiento físico o moral, cuando surgen las con­trariedades, los problemas familiares, cuando vivimos momentos de cruz. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree, ni espera. Porque Jesu­cristo ha resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con to­dos los santos. Aspiremos a los bienes de arriba y no a los de la tierra, vivamos ya desde ahora el estilo de vida del cielo, el estilo de vida de los resucitados, es decir, una vida de piedad sincera, alimentada en la oración, en la escucha de la Palabra, en la recepción de los sacramentos, espe­cialmente la confesión y la Eucaristía, y en la vivencia gozosa de la presencia de Dios. Una vida alejada del pecado, de los odios y rencores, del egoísmo y de la mentira; una vida pacífica, honrada, austera, sobria, fraterna, edificada sobre la justicia, la misericordia, el perdón, el espíritu de servicio y la generosidad; una vida, cimentada en la alegría y en el gozo de sabernos en las manos de nues­tro Padre Dios. Procuremos llevar la alegría de la Re­surrección a la familia, a nuestros lu­gares de trabajo, a la calle, a las rela­ciones sociales. El mundo está triste e inquieto y tiene necesidad, ante todo, de la paz y de la alegría que el Señor Resucitado nos ha dejado. ¡Cuántos han encontrado el camino que lleva a Dios en el testimonio sonriente de un buen cristiano! La alegría es una enor­me ayuda en el apostolado, porque nos lleva a presentar el mensaje de Cristo de una forma amable y positiva, como hicieron los Apóstoles después de la Resurrección. Los invito a seguir en ambiente de ora­ción, de alegría pascual y gozo por la Resurrección del Señor. Que la oración pascual nos ayude a seguir a Jesús Re­sucitado con un corazón abierto a su gracia y a dar frutos de fe, esperanza y caridad para con los más necesitados. Nos ponemos en las manos de Nuestro Señor Jesucristo, que es nuestra espe­ranza y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del Glorio­so patriarca san José, que nos protegen. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Mar 21 Mayo 2019

Pascua, ¡Alegría misionera!

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - ¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado” (Lucas 24, 5-6). Estamos en el tiempo de la Pascua, el acontecimiento fundamental de la fe. Jesucristo ha resucitado y nos ha redimido. Esta afirmación nos llena de alegría y de esperanza, es el fundamento de nuestra identidad de cristianos. Cuanto hemos celebrado en los días de la Pascua, pueden aparecer en nuestra realidad como un lugar común, celebrar la pasión y resurrección de Cristo. Hechos que conocemos y tenemos impresos en nuestra mente, también por un fuerte componente de cultura y realidad social. Los invito para que reflexionemos en la centralidad de esta verdad y de este acontecimiento de salvación. Sólo entrando profundamente en esta verdad de fe, podemos obtener la salvación y encontrar una nueva vida en Cristo. Podemos mirar signos y símbolos, historias y hechos que nos parecen comunes y casi parte de la cultura o del entorno social en el cual nos hemos educado. Hay un misterio profundo que hemos vivido y que marca la historia de los hombres: La salvación que Cristo nos ofrece. Estos días hemos recorrido con Jesús su camino de dolor y de sufrimiento; lo hemos visto crucificado y experimentando el dolor humano, como ningún otro ser. De la muerte del Señor, de Él mismo surge una fuente de vida y de misericordia para todos nosotros. La muerte de Jesucristo y su sacrificio lavan y borran el pecado de todos los hombres, en todos los momentos de la historia humana, restableciendo una comunión con Dios que se había perdido por el pecado de los primeros hombres, que había roto el plan de Dios para la creación y para el sujeto humano. Esta verdad de fe, toca la existencia de cada uno de nosotros, profundamente, exigiendo una respuesta concreta y una forma de vida, un comportamiento existencial que corresponda a la fe que hemos aceptado. Hemos contemplado a Cristo que derrama su sangre, la entrega libremente por los pecados de los hombres. Uno de los grandes directores de cine de nuestro tiempo, M. Gibson en la “Pasión de Cristo”, nos ha hecho contemplar esta escena con gran fuerza y crudeza, incluso, llegando a escandalizar a muchos por las fuertes escenas que transmiten el dolor y la muerte de Cristo. Estos días son los días de la alegría y de la luz, de la esperanza y del gozo por esta nueva existencia que hemos recibido de Cristo, especialmente por el bautismo, por ese concreto signo sacramental, en el cual participamos del Señor y de su victoria. En la Cruz, hemos visto el “amor hasta el extremo” (Juan 13,1) El misterio de Cristo doliente es un misterio de amor, en el cual Él, sufriendo, restaura y renueva la vida de todos los hombres, haciéndonos capaces del cielo. En ese madero merecemos todos la justificación, al aceptar ese don de Cristo. Pascua es restauración, renovación, actualización del plan de Dios para los hombres, en el tiempo y en la historia Él, Jesucristo, hace nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21, 5). Es una buena noticia, que se sigue con el mejor de los anuncios: Dios ha cumplido sus promesas al resucitar a Jesús de entre los muertos (Hechos 13, 32-33). Esta es la verdad, el centro de nuestra fe cristiana. Cristo con su resurrección de entre los muertos, ha vencido a la muerte y nos ha dado una nueva vida. Cada uno debe vivir esta experiencia de aceptación, en la fe, de la salvación que Jesucristo ofrece a todos los hombres en el tiempo y en la historia. Allí debe presentarse la respuesta generosa de cada hombre al plan de Dios. Querido hermano en la fe, este es el centro de nuestra fe. No creemos en un muerto, no miramos solamente el misterio grandioso y redentor de la Cruz, sino que creemos en Cristo Glorioso y resucitado, vencedor del mal y de la muerte. Este es el ANUNCIO DE JESUCRISTO, que hacemos a todos los hombres de nuestro tiempo. De este anuncio gozoso, alegre, de la alegría que regala Cristo Vencedor de la muerte, surge la DIMENSION MISIONERA de nuestra Iglesia, tenemos que ser misioneros y difusores de este mensaje de vida, para que todos en la tierra tengan vida y una vida que es eterna, que no pasa, que supera las condiciones humanas y de limitaciones del hombre. Los relatos bíblicos de la resurrección de Cristo nos regalan premura para anunciar a Cristo (Magdalena va a buscar un muerto y se encuentra la noticia gozosa de Cristo viviente (Marcos 16, 1; Lucas 24, 1). Pedro y Juan corren también al sepulcro a corroborar el sepulcro vacío (Lucas 24, 9ss) y San Pedro confirma esta verdad de fe. La fe fue transmitida por la palabra y el testimonio de vida de los Apóstoles y de los primeros cristianos. Hoy en nuestro tiempo, en nuestras circunstancias tenemos que ANUNCIAR A CRISTO y con gran celeridad llevar su mensaje a todos los hombres. Cristo es nuestra Paz (Efesios 2, 14), que nos regala la alegría de la esperanza (Romanos 12, 12). Cantemos todos la alegría de Cristo Resucitado verdaderamente de entre los muertos, para salvarnos y darnos nueva vida. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 3 Mayo 2019

Encuentro con el Resucitado - Mayo 05 de 2019

"Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres" (Hch 5,29) TAREAS 1. En todo, ver lo que es más importante 2. Orar por la fidelidad de los sacerdotes 3. Nunca hable mal de Dios, ni de la Iglesia [icon class='fa fa-download fa-2x'] Ir a lista de reproducción[/icon]

Mié 6 Jun 2018

Cristo vence al mal y nos libra del pecado

Hoy la Palabra de Dios hoy nos habla con claridad sobre la realidad del pecado presente en todo ser humano, por tanto, el tema principal es el hombre nace herido por el pecado. El Evangelio muestra a Cristo, el más fuerte, que vence al fuerte, es decir al demonio. Cristo venció con su obediencia (cf. AG 24; CEC 402), “haciéndose obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (Flp 2, 8). Otras dos ideas temáticas que son esenciales y conexas con el tema principal son las siguientes: El hombre está inclinado al mal. La salvación consiste en obedecer a Cristo, pues “el que hace la voluntad de Dios, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mc 3, 35). ​¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la primera lectura encontramos el pasaje del Génesis 3,15 que «ha sido llamado “Protoevangelio”, por ser el primer anuncio del Mesías redentor, anuncio de un combate entre la serpiente y la Mujer, y de la victoria final de un descendiente de ésta» (CEC 410). En el Salmo encontramos una invitación a confiar plenamente en Dios, a invocarlo con todo el corazón, a confiar sólo en su Palabra. San Pablo en su segunda carta a los Corintios nos anima a poner toda la esperanza en los bienes eternos y no en las cosas terrenas, que son pasajeras y se acaban. “Nosotros hemos puesto la esperanza, no en las cosas que se ven, sino en las que no se ven, pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2Cor 4,18). En el Evangelio Jesús es considerado por sus parientes como un loco y los maestros de la Ley dicen que está poseído por el demonio; frente a éstos últimos Jesús responde con una dura condenación: “el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás; será considerado culpable para siempre” (Mc 3,29). Luego Jesús puntualiza que quien obedece o cumple la voluntad de Dios Padre, “ése es mi hermano, mi hermana y mi madre” (Mc 3,35).

Mar 17 Oct 2017

El tiempo de Dios

Por: Mons. Mauricio Vélez García - El ritmo de la vida cotidiana se ha hecho frenético para todos. Las ocupaciones, las tareas y las responsabilidades diarias, nos han ido robando la paz interior y nos han puesto en contravía de una buena calidad de vida y de un oxigenarnos espiritualmente. Me parece escuchar en todo momento las palabras de El Maestro: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada" (Lc. 10, 41 - 42). Cuando se nos dificulta priorizar los tiempos de Dios, comenzamos a llenar nuestros espacios con los compromisos materiales, con lo objetivo y tangible que acaparan nuestro sentir y pensar, pero que, en realidad, podemos aplazar sin ninguna consecuencia. Estamos llamados a comprender que los tiempos de Dios están por encima de las cosas, y estas, jamás, podrán estar por encima de Dios. En nuestro ambiente familiar y social, el tiempo, cada vez, es más reducido, y en consecuencia, el que tenemos reservado para Dios es pobre y empequeñecido. Es la hora de comprender que si tenemos tiempo para Dios, este nos será recompensado y santificado con el que el Señor nos dedica amorosa y permanentemente. El tiempo es un signo fundamental del amor de Dios; un don tan preciado que se nos hace necesario valorar y optimizar sin preferir los aconteceres de nuestra vida diaria. Cuando tenemos tiempo para Dios, nos damos cuenta de inmediato, de que Dios es una realidad en nuestra vida; empezamos a comprender lo maravilloso que es sentir su presencia, tener la certeza de que Él tiene tiempo para todos y se ocupa amorosamente de nuestra historia, se sumerge en nuestra realidad y nos lleva, con su pedagogía del amor, al arte de vivir bien y caminar hacia la felicidad. El Papa Francisco nos lo ha presentado como la cercanía y el encuentro: “Cercanía y encuentro son los instrumentos de Dios, que en Cristo, se ha acercado y nos ha encontrado siempre”. Dejarnos encontrar por Dios equivale a escucharlo con atención y entregarle todo nuestro ser, para que esa escucha sea fructífera y haga la diferencia en todo lo que somos; para que entendamos y aceptemos que estamos ante un Dios real, concreto, que existe, que ha entrado en nuestra historia y está presente en todo. Si queremos experimentar lo que significa Dios, debemos familiarizarnos con la vida de Jesús y con su Evangelio, esto es, abandonarnos con amor y fe, con esperanza y confianza, a los tiempos de Dios. Ello optimizará nuestros tiempos, a veces tan pobres y tan áridos. ¡Qué importante es para nuestra vida saber involucrarnos en el tiempo de Dios y abandonarnos en él! De esa manera sabremos comunicar, decir lo que hemos visto y oído en ese encuentro de fe y de amor; lo que hemos experimentado en nuestro interior y lo que hemos sido capaces de cambiar en nuestro proyecto de vida. Esta experiencia de fe servirá para que todos comprendamos que el tiempo de Dios es necesario en el mundo, y decisivo para su tranquilidad y su tan anhelada paz. Es una manera de involucrar toda nuestra existencia en la gran obra de la fe y superar todo lo que nos impide la escucha de Dios: el individualismo, el egoísmo, las indiferencias y el materialismo. Hagamos una pausa y pensemos, ¿cuánto de nuestro tiempo es para Dios? + Mauricio Vélez García Obispo auxiliar de Medellín

Jue 11 Mayo 2017

El Señor es el camino, la verdad y la vida

La liturgia de la Palabra narra cómo se va organizando la Iglesia, nace despacio y con dificultades. Por su parte, el Señor Jesús invita a sus discípulos a poner su confianza en Dios y les recuerda que hay casa para todos, hay un Padre que nos espera y hay un camino que nos conduce hasta la meta. Él mismo se presenta como el camino, la verdad y la vida. Escuchemos con atención. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera lectura: Hch 6,1-7[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo 33(32),1-2.4-5.18-19 (R. cf. 22) [/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda lectura: 1P 2,4-9[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Jn 14,1-12[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La liturgia de la Palabra del quinto domingo de pascua presenta un tratamiento eclesiológico. El texto de Hch 6, 1-7 Presenta a los "apóstoles" pidiéndoles a los "discípulos" que elijan a siete varones para que se encarguen de servir a los pobres y la comunidad elige a siete hombres. Este gesto nos muestra una Iglesia en formación y crecimiento, que soluciona sus primeras dificultades, organizando mejor entre sus miembros el servicio, la "diakonía". El punto central del salmo 32 es la gratitud hacia Dios, por su misericordia (vv. 4-5), por su providencia que se extiende a todos los hombres (vv. 18-19), y se ha manifestado especialmente en Jesús, que nos ha salvado y cuida siempre de nosotros. La primera carta del apóstol Pedro en capítulo 2,4-9, nos ofrece una de las más bellas descripciones de la Iglesia, pueblo sacerdotal, templo de Dios. La cohesión mutua de las piedras vivas que la conforman es obra del Espíritu. Estas piedras vivas "entran en la construcción del templo del Espíritu" por el sacramento del Bautismo. El texto del evangelio Jn 14,1-12 pertenece al discurso de la Última Cena. Nuestra meta es el cielo y Jesús es el camino que hay que recorrer. Quien sigue a Cristo, Camino, Verdad y Vida, ve al Padre, llega al Padre, está en el Padre. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La nueva comunidad que se presenta en los Hechos de los Apóstoles, pueblo de Dios, forma un templo espiritual en el que cada fiel es una piedra viva y todas se traban entre sí sobre la piedra angular que es Cristo y en él un reino de sacerdotes para ofrecer a Dios, unidos a Cristo sacerdote, un culto espiritual, de alabanza. La predicación de la Buena Noticia resalta al Señor Jesús como el Camino, la Verdad y la Vida, y la Iglesia aparece como pueblo en marcha hacia la casa del Padre, va guiada por el Hijo resucitado. La gran esperanza de la Iglesia peregrina es volver a estar con su Señor, que ha llegado a la comunión total con el Padre. El destino último y definitivo de la Iglesia es entrar también a esa familiaridad perfecta con Dios. La súplica formulada por Felipe “Señor, muéstranos al Padre…” es el deseo de contemplar a Dios. "Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y no me has conocido, Felipe?", "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre". En Jesús se halla el misterio de Dios, se da la razón de por qué la fe en Jesús nos hace contemplar al Padre "¿No crees que yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?" con la respuesta a esta pregunta se quiere indicar que Jesús está "en el Padre" y que el Padre está "en Jesús". ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decir a la comunidad? Entre las columnas que sostienen a la Iglesia del Señor están la comunión y el compartir. Los cristianos, nos dice el libro de los Hechos de los Apóstoles, "vivían unidos", "ponían en común lo que tenían" y "se distribuía a cada uno según su necesidad". En la comunidad de los seguidores de Jesús, hay quejas, diferencias, quienes se sienten discriminados... Los apóstoles imponen las manos a siete servidores para que la ayuda y el compartir puedan llegar por igual a todos. La comunidad de los seguidores de Jesucristo somos, con Él, templo del Espíritu Santo; Él es la piedra angular y nosotros piedras vivas. Quien cree, pertenece a la raza elegida, al sacerdocio real, a la nación consagrada, al pueblo de su propiedad; es llamado a vivir en la luz. Para quien rechaza a Cristo, éste se convierte en "piedra de tropiezo", en "roca de estrellarse". Qué gran dignidad nos ha otorgado el Señor, pero, también, qué gran responsabilidad, pues también nosotros podemos convertirnos en piedra de tropiezo porque nuestra vida esté lejos de iluminar los caminos de los demás. El cristiano sabe que, en este mundo, es un peregrino y que el camino a recorrer es el mismo Jesús. Él es la Verdad, la seguridad de ir en buena dirección, que no es otra que llegar a la Vida Eterna. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] La clave de lectura de este domingo está en la “unión a Jesús”, que después de contemplarlo como el Buen Pastor, aparece hoy como Camino, Verdad y Vida. La vida se compone de una serie de servicios mutuos diarios. El creyente en Cristo procura excederse en esta disponibilidad, con alegría, con deseos de ser útil. Encontraremos la oportunidad en muchas ocasiones, en la propia profesión, en medio del trabajo, en la vida de familia, con parientes, amigos, conocidos, y también con personas que nunca más volveremos a ver. Cuando somos generosos en esta entrega a los demás, sin andar demasiado pendientes de si lo agradecerán o no, de si lo han merecido, comprendemos que “servir es reinar”. La Iglesia descansa sobre "la piedra escogida y preciosa" que los constructores desecharon, el Señor Jesús, a quien crucificaron los hombres, pero Dios hizo "piedra angular" de la Iglesia (cf. Ef 2,20-22). "Nadie puede poner otro cimiento fuera del ya puesto, que es Jesucristo". [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] La Liturgia de este domingo se va desarrollando como una explosión de frutos, de alegría pascual. Sólo sirviendo podremos conocer y amar a Cristo, darlo a conocer y lograr que otros más lo amen. En la Iglesia de Cristo todo es servicio: servicio de la Palabra, servicio de la oración, servicio de las mesas. Todos son "servidores" empezando por los responsables de la comunidad. El servicio se practica como un estilo de vida, servicio alegre, desinteresado, a los más pobres. Toda la Iglesia está llamada a servir, a ofrecer sacrificios espirituales. En el Evangelio se nos dirá que todos estamos llamados a participar de la salvación de Cristo, el único camino para tener vida eterna, para ver al Padre, para contemplar la verdad, para ganar la vida. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Resaltar las palabras: camino, verdad, vida, Iglesia, comunidad. Podría seguirse la Plegaria Eucarística para Diversas Circunstancias III: «Jesús, camino hacia el Padre», p. 524 del Misal, por hacer clara mención de Jesús como el camino, la verdad y la vida. Puede usarse la fórmula de bendición solemne, durante el tiempo pascual p.473 de Misal. Tener presente que mañana lunes 15 de mayo, es el día del Educador. Puede celebrarse la Misa votiva en honor de san Juan Bautista de la Salle, patrono de los educadores.