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frontera con venezuela

Mié 25 Mayo 2022

En Cúcuta concluye encuentro de frontera con Venezuela

Desde el Secretariado Nacional de Pastoral Social- Cáritas Colombiana (SNPS-CC), junto con los delegados de la pastoral social de la provincia eclesiástica de Nueva Pamplona y la Diócesis de Riohacha, agentes de pastoral y organizaciones basadas en fe que trabajan al servicio de la población migrante en las diócesis de Tibú, Ocaña, Cúcuta, Nueva Pamplona, Arauca y Riohacha, se reunieron en la ciudad de Cúcuta durante los días 23 y 24 de mayo, con el propósito de discernir el papel de la Iglesia Católica Colombiana en los principales desafíos que impone el fenómeno migratorio y las nuevas conflictividades internas que presenta el país. A continuación presentamos una síntesis del balance presentado por la comisión y que concluye luego con una rueda de prensa y un comunicado final. Valoramos sinceramente los incontables esfuerzos que se adelantan en colaboración con las agencias de cooperación internacional y con organizaciones de Iglesia como el Servicio Jesuita de Refugiados (JRS), la Red Tamar y la Red Clamor-capítulo Colombia; gracias a los cuales se ha logrado brindar la atención humanitaria por medio de: asistencia alimentaria, proceso de gestión y articulación, acompañamiento y orientación en marco de la protección internacional, trabajo con víctimas de trata de personas y medios de vida para el fortalecimiento a emprendimientos. Como Iglesia Católica que camina con el pueblo de Dios que peregrina en este cordón fronterizo, nos comprometemos a seguir articulando esfuerzos en aras de avanzar con mayor eficacia en la promoción y la integración social y económica de nuestros hermanos migrantes para forjar juntos un bien común que garantice condiciones de vida digna a todos como ciudadanos de la patria. Fuente: Oficina de comunicaciones del SNPS – CC Al concluir esta jornada de diálogo e intercambio, en la Fundación Asilo Andresen de la ciudad de Cúcuta, el padre Rafael Castillo Torres, director del Secretariado Nacional de Pastoral Social SNPS-CC, junto con padre Abimael Bacca Vargas, director de Pastoral Social de la Diócesis de Cúcuta y el padre Laureano Daza Nieto, director de Pastoral Social de la Diócesis de Arauca, presidieron una rueda de prensa donde realizaron el siguiente pronunciamiento a la opinión pública: [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Lun 4 Mar 2019

Ser la profecía de la caridad en la frontera

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Es un drama humano, de tristeza y dolor el que vivimos actualmente en la frontera. La Diócesis de Cúcuta tiene dos de los puentes que unen a Venezuela y a nuestra nación, Colombia: los puentes Simón Bolívar y el General Santander, tenemos también el nuevo puente de “Tienditas”. Por ellos pasan diariamente entre 45 y 70 mil personas para aprovisionamiento de alimentos o para buscar atención médica y hospitalaria, como para hacer provisión de todo cuanto falta en la hermana nación, también para emigrar a Colombia o a otras naciones de América Latina. Desde el inicio de esta crisis, en agosto de 2015, hemos querido poner a Cristo en el corazón y en la vida de estos hermanos que sufren, dando esperanza y aliento a sus urgencias y necesidades. La caridad de Cristo nos ha inspirado y el Padre José David Caña y un grupo de más de 800 servidores, miembros de grupos apostólicos y Movimientos Eclesiales han asumido este servicio a los necesitados. Precisamente, este drama ha comenzado desde el día 17 de agosto de 2015, cuando inició la deportación de más de 22 mil colombianos desde Venezuela. Es esta la historia que nos ha unido fuertemente, la frontera en esta zona es algo “vivo”, donde familias están emparentadas desde siglos pasados, se cruzaba con libertad y fraternidad en ambos lados del territorio. Ciertamente esta situación de dolor del pueblo venezolano nos afecta a todos. Nuestra Diócesis y especialmente nuestra ciudad de San José de Cúcuta han aumentado notoriamente el asentamiento de personas en las periferias pobres de la ciudad. Muchas parroquias han recibido centenares de familias. Solo una parroquia, la Parroquia Nuestra Señora de la Esperanza ha tenido el asentamiento de más de 1500 familias en el transcurso de un año. Esta emergencia ha suscitado también la urgencia de otras necesidades que tienen que resolverse: son más de 6.000 niños venezolanos que vienen a las escuelas en nuestra ciudad. El área metropolitana de Cúcuta tiene más del 20% de desempleo y una tasa de informalidad del 75%, personas que trabajan sin sus aportes a seguridad social, buscando de alguna manera completar sus necesidades. En nuestros centros de atención, la Casa de Paso y los comedores de caridad, entregamos unos 10.000 almuerzos diarios. Solo la Casa de Paso la ‘Divina Providencia’ entrega unas 5.000 raciones calientes cada día, sin contar cuanto entregamos al final de estas, lo que llamamos con gracia, “el repele”, que es pasta , atún y alverjas, con un pan. Entregamos también otro tanto en ocho (8) parroquias de Cúcuta: Parroquia Nuestra Señora del Rosario, Nuestra Señora de los Dolores, Jesús Cautivo, La Sagrada Familia, San Antonio, Inmaculado Corazón de María, Nuestra Señora de Fátima, Comedor La Misericordia, San Alberto Hurtado. Esta situación ha sacado lo mejor de nuestra Diócesis, son 800 voluntarios que atienden esta emergencia de humanidad y de caridad. Los agentes pastorales, los miembros de los movimientos apostólicos, los sacerdotes, los diáconos y religiosas atienden a estos hermanos con necesidades. Hemos repartido un millón de raciones en 18 meses, ordenadamente, a personas en grandes necesidades. También hemos procurado atender en un dispensario médico a unas 800 personas diariamente, con cuatro médicos, solo para la entrega de medicinas en atención y direccionamiento hacia los hospitales. Nuestro gran aliado es San José, que procura los alimentos y trae a los servidores que entregan su tiempo y su amor a estos hermanos en “la caridad de Cristo”. La Iglesia Católica, está dando esta ayuda desde hace más de tres años, hemos entregado muchos alimentos a hermanos que sufren y tienen necesidad, muchas toneladas de amor y caridad. En ocasión de la Navidad 2018, el Nuncio Apostólico, Monseñor Luis Mariano Montemayor, entregó más de tres toneladas de alimentos en nombre del Papa Francisco a familias venezolanas en Cúcuta, para hacerles vivir el nacimiento de Cristo con más alegría. También, un grupo de médicos y enfermeras que trabajan por los enfermos y necesitados han prestado su ayuda para el cuidado de los enfermos y de los niños, entregando medicinas gratuitamente. Esa ayuda es urgente, necesaria, esperada por muchas madres de familia, por ancianos. Muchos venezolanos sienten cansancio, manifiestan la tristeza por ver a su nación en estas circunstancias, esperan con fe en Dios que puedan retornar a condiciones de vida digna, donde no les falte el pan y la atención médica. Tenemos delante de nosotros el drama de familias enteras que caminan por Colombia buscando el pan y un poco de abrigo. Es la hora de la oración y la petición a Dios por estos hermanos que tanto lo necesitan. Sigamos todos apoyando la caridad y el cuidado a estos hermanos que en otros momentos nos ayudaron y acogieron. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Jue 12 Abr 2018

La misión de la Iglesia que peregrina en la Orinoquía

Por: Mons. Francisco Antonio Ceballos Escobar - Colombia tiene una frontera con Venezuela de 2.219 kilómetros, de los cuales 534, el 24%, corresponden al departamento del Vichada, ubicado geográficamente en el extremo oriental de Colombia y formando parte de la cuenca hidrográfica del Orinoco y Meta. Venezuela no era un país de emigrantes, todo lo contrario, ha sido una de las naciones latinoamericanas que ha albergado en su territorio a más inmigrantes, provenientes en su mayoría de América, Europa, el Medio Oriente y países del Este Asiático. En los años setentas, en el “boom” del petróleo, un alto número de colombianos marcharon al país vecino buscando mejorar su situación económica o huyendo de la violencia. Pero ahora las cosas se han invertido. Desde que llegó al poder Hugo Chávez en 1999, y particularmente durante los cinco años de gobierno de Nicolás Maduro, esta situación se ha agravado convirtiéndose en una de las principales fuentes de emigración en el mundo. Esa crisis de la hermana república de Venezuela ha convertido a Colombia en lugar de recepción y de tránsito; los transeúntes, preferencialmente van buscando alcanzar los países del sur del continente, en donde algún miembro de su núcleo familiar se estableció anticipadamente, antes de que la situación se agravara, o donde prevén mejores condiciones económicas y posibilidades de trabajar y vivir dignamente. A Puerto Carreño los venezolanos llegan en menor escala con respecto a Cúcuta, Santander, Arauca o la Guajira, pues las distancias y los altos costos del transporte aéreo, terrestre o fluvial, para llegar al interior del país, les impiden utilizar esta frontera. Muchos de quienes llegan al país, ya sea con la Tarjeta de Movilidad Fronteriza, con pasaporte, o ilegalmente por las muchas trochas que existen, se quedan, o van y vienen, como es el caso de los “bachaqueros” que deambulan por las calles vendiendo algunos productos de la canasta familiar, o se ubican estratégicamente en las esquinas, de tal manera que con facilidad puedan cargar sus cosas cuando aparece la policía requiriendo documentos. Según estadística proporcionada por el Puesto de Control Migratorio Fluvial, el flujo migratorio en el 2017 en Puerto Carreño fue de 3.557 personas; fueron devueltos por no presentar los requisitos de ingreso al país o haber ingresado por lugar no habilitado 7.130 personas. En los primeros cuatro meses del 2018 ingresaron 5.118 venezolanos al país. Las autoridades migratorias devolvieron 1.694 ilegales. Pero más los que ingresan por las trochas que por los puestos de control. Teniendo en cuenta de que la población de Puerto Carreño se estima en 21.000 habitantes, la proporción de los que se quedan es muy alta. Lo cierto es que en Puerto Carreño han aumentado los robos callejeros, a casas y a establecimientos públicos; la prostitución galopa por sus calles; las riñas callejeras, la tasa de homicidios ha crecido; el microtráfico y la drogadicción va en aumento; las enfermedades de transmisión sexual, son cada día más frecuentes; la unidad familiar, ya resquebrajada, se ha empeorado; la cárcel ya no tiene cupo para tanta gente, de los cuales 9 son venezolanos; y si a esto le agregamos la trashumancia de algunos miembros de las comunidades indígenas, la situación se hace más tétrica. Acoger, acompañar y consolar es nuestra misión Ante esta crisis humanitaria los cristianos no podemos ser sordos y ciegos, pues Dios se nos ha revelado como alguien que está siempre a favor de los que sufren, los maltratados, los pobres. Lo dice la Biblia en el libro de Judit 9, 11: Tú eres el Dios de los humildes, defensor de los pequeños, apoyo de los débiles, refugio de los desvalidos, salvador de los desesperados. Para Jesús los pobres eran los favoritos del Padre; Él mismo se identificó con los pequeños, con los que tienen hambre, con los que están desnudos, los enfermos, los encarcelados (. Mt 25, 40). Desde los pobres Jesús nos llama a la conversión, desenmascara nuestro bienestar, cuestiona nuestra manera de vivir la fe, rompe nuestros esquemas y nuestra tranquilidad. El Papa Francisco en múltiples ocasiones y escenarios se ha dirigido a los cristianos y a la comunidad internacional, a fin de despertar nuestras conciencias ante la tragedia del desplazamiento. Dirigiéndose a los participantes del Tercer Encuentro Mundial de Movimientos Populares, el Papa dijo: “La tragedia de estas gentes sólo la puede describir con una palabra que me salió espontáneamente en Lampedusa: vergüenza. Allí pude sentir de cerca el sufrimiento de tantas familias expulsadas de su tierra por razones económicas o violencias de todo tipo, multitudes desterradas, -lo he dicho a las autoridades de todo el mundo-, como consecuencia de un sistema socioeconómico injusto y de conflictos bélicos que no buscaron, que no crearon quienes hoy padecen el doloroso desarraigo de su suelo patrio, sino más bien, muchos de aquellos que se niegan a recibirlos. Nadie debería verse obligado a salir de su patria. Pero el mal es doble cuando, frente a esas circunstancias terribles, el emigrante se ve arrojado a las garras de los traficantes de personas para cruzar las fronteras, y es triple si, al llegar a la tierra donde creyó que iba a encontrar un futuro mejor, se le desprecia, se le explota e incluso se le esclaviza. Esto se puede ver en cualquier rincón de cientos de ciudades”. La actitud de la Iglesia debe ser la del samaritano, sin lugar a dudas; es decir, acoger, acompañar y consolar. Al decir de Johann Baptist Metz con “una mística de ojos abiertos”, o una espiritualidad de responsabilidad absoluta hacia los que sufren llevándoles a recobrar la esperanza y la posibilidad de una vida mejor. Más que dar comida, abrigo, medicina, etc., que si bien es lo primero, y se ha hecho con la ayuda de Cáritas Internacional y la Pastoral Social Nacional, hay que dar esperanza a quienes la han perdido ante los múltiples intentos fallidos de recuperar la institucionalidad, la paz, el poder adquisitivo, etc. “La esperanza es algo constitutivo en el ser humano… El hombre no solo tiene esperanza, sino que vive en la medida en que está abierto a la esperanza y es movido por ella”. Desde la óptica cristiana nuestra esperanza tiene un nombre: Jesucristo resucitado. Solo desde él a los cristianos se nos desvela el futuro último que podemos esperar para la humanidad, el camino que puede llevar al ser humano a su verdadera plenitud y la garantía última ante el fracaso, la injusticia y la muerte. La resurrección es la última palabra sobre el destino final de todos, como dice Pablo a Timoteo: “Cristo es nuestra esperanza” (1 Timoteo 1, 1). Dios quiera que tantos hombres y mujeres que han dejado su tierra, su familia, su patria, sus pequeñas seguridades, encuentren en nuestras iglesias y comunidades cristianas un refugio en donde puedan llorar sus desgracias y en donde logren recuperar sus fuerzas. + Mons. Francisco Antonio Ceballos Escobar Obispo Vicariato Apostólico de Puerto Carreño