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la casa común

Jue 27 Abr 2023

Tres enfoques sobre el cuidado de la tierra

Por Mons.Fernando Chica Arellano-Cada año, el día 22 de abril nos ofrece una provechosa ocasión para reflexionar sobre los retos de la sostenibilidad ambiental, la contaminación, la biodiversidad y el cambio climático. Desde hace lustros en esa fecha se celebra el Día Mundial de la Tierra, tanto en el ámbito del activismo ecologista (allí surgió esta efeméride en 1970) como en el marco institucional (la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó esa Jornada Internacional en 2009). También, desde la perspectiva eclesial podemos acercarnos a esta cuestión. Hay, al menos, tres enfoques al respecto, que se corresponden con tres palabras clave. Primero, encontramos la noción teológica de la creación. Por ejemplo, en su Mensaje para la XXIII Jornada Mundial de la Paz, en 1990, san Juan Pablo II recordaba que “los cristianos descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe”. No es extraño, por tanto, que durante la Vigilia Pascual, después de proclamar la lectura del relato de la creación en el libro del Génesis, oremos pidiendo comprender “cómo la creación del mundo en el comienzo de los siglos no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio de Cristo en la plenitud de los tiempos”. Es decir, que la teología de la creación no sólo remite al Padre Creador, sino también a Cristo Redentor. Como dice la Carta a los Colosenses, por medio de Cristo “fue creado todo, en el cielo y en la tierra: lo visible y lo invisible […]. Todo fue creado por él y para él, él es anterior a todo y todo tiene en él su consistencia” (1, 16-17). A este respecto, se leerá con provecho el segundo capítulo de la encíclica Laudato Si’, titulado “el evangelio de la creación” (LS 62-100). Siendo también útil traer a colación que todos los años, el día 1 de septiembre, celebramos la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que da inicio al Tiempo de la Creación, iniciativa ecuménica. En segundo lugar, tenemos la expresión casa común, incorporada por el papa Francisco en el subtítulo de la mencionada encíclica Laudato Si’, invitándonos al cuidado y salvaguarda de nuestro planeta. Si la creación es un término teológico, aquí encontramos una palabra de resonancias más bien espirituales. Inspirado en san Francisco de Asís, el Santo Padre recuerda que “nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos” (LS 1). Al mismo tiempo, “basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común” (LS 61). Como dijo Su Santidad en su Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación del 2022, “si aprendemos a escucharla, notamos una especie de disonancia en la voz de la creación. Por un lado, es un dulce canto que alaba a nuestro amado Creador; por otro, es un amargo grito que se queja de nuestro maltrato humano”. Por eso, la convicción de vivir en una casa común se encarna en iniciativas concretas que, al mismo tiempo, expresan y alimentan la vida espiritual: “De esa manera se cuida el mundo y la calidad de vida de los más pobres, con un sentido solidario que es al mismo tiempo conciencia de habitar una casa común que Dios nos ha prestado. Estas acciones comunitarias, cuando expresan un amor que se entrega, pueden convertirse en intensas experiencias espirituales” (LS 232). En este sentido, resultará sugerente y fecunda la lectura del capítulo sexto de la ya indicada encíclica Laudato Si’. Animados por sus fecundas y pertinentes reflexiones, y vista la sequía que nos azota, podríamos cuidar de la naturaleza utilizando el agua de forma genuinamente responsable, procurando para ello ducharnos en vez de bañarnos, no dejar el grifo abierto mientras nos afeitamos o lavamos los dientes, instalar sistemas de ahorro de agua en grifos, duchas o cisternas, arreglar fugas o averías en las tuberías, usar sistemas de riego por goteo en los jardines, no vaciar las piscinas de forma injustificada, etc. En tercer lugar, podemos hablar de ecología, término que nos vincula con las disciplinas científicas y con los movimientos sociales. La doctrina social de la Iglesia utiliza este vocablo hablando de “una ecología que, entre sus distintas dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea” (LS 15), del “sentido humano de la ecología” (LS 16) o de una “ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales” (LS 137 y todo el capítulo 4 de la encíclica). El mismo papa Benedicto XVI, en un discurso ante el Parlamento Federal Alemán, el 22 de septiembre de 2011, se refirió a la aparición del movimiento ecologista en su patria como “un grito que anhela aire fresco, un grito que no se puede ignorar ni rechazar porque se perciba en él demasiada irracionalidad”. Valoró en dicha alocución cómo la gente joven “se dio cuenta que en nuestras relaciones con la naturaleza existía algo que no funcionaba; que la materia no es solamente un material para nuestro uso, sino que la tierra tiene en sí misma su dignidad y nosotros debemos seguir sus indicaciones”. En 2010, en su Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de la paz, dicho Pontífice ya había subrayado con agudeza la responsabilidad de la Iglesia en la defensa de la naturaleza y el cuidado de la creación, don de Dios para todos, indicando que “la degradación de la naturaleza está estrechamente relacionada con la cultura que modela la convivencia humana, por lo que «cuando se respeta la ecología humana en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia». Los deberes respecto al ambiente se derivan de los deberes para con la persona, considerada en sí misma y en su relación con los demás”. Por eso, el papa Benedicto alentaba de buen grado una auténtica “ecología humana”, con la renovada convicción de la inviolabilidad de la vida humana en cada una de sus fases, y en cualquier condición en que se encuentre, de la dignidad de la persona y de “la insustituible misión de la familia, en la cual se educa en el amor al prójimo y el respeto por la naturaleza”. Y es que “hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49). Más bien, debemos captar “hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (LS 10). Estas tres aproximaciones no son excluyentes sino, más bien, complementarias: teología, espiritualidad y pastoral social; creación, casa común y ecología. Incluso podríamos ver aquí un eco de los clásicos trascendentales: verum, pulchrum, bonum. En la tutela, el cuidado y salvaguarda de la Tierra convergen la verdad de la teología de la creación, la belleza espiritual de la casa común y la bondad de nuestro compromiso en el ámbito eco-social. Mons. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA

Jue 6 Feb 2020

CUARTO DÍA. Informativo de la Conferencia Episcopal: ‘ASÍ VA LA ASAMBLEA’

La Conferencia Episcopal de Colombia presenta el informativo: ‘ASÍ VA LA ASAMBLEA’. Conozca las principales proyecciones pastorales a partir de este encuentro, que convocó a más de 100 obispos, en un trabajo articulado con directores de departamento del SPEC y expertos en temas ambientales.

Mié 10 Jul 2019

Preparemos el sínodo estudiando ‘Laudato si’ (II)

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Con el título de “El Evangelio de la Creación”, el segundo capítulo de la primera Encíclica pontificia dedicada al medio ambiente, aborda la fundamentación bíblico teológica de la preocupación por el cuidado de la casa común. En este capítulo el Papa pone la luz de la fe y la reflexión teológica, al servicio de los distintos ámbitos diferentes al religioso, que hoy están llamados a asumir la responsabilidad por corregir y tomar medidas para frenar el progresivo deterioro de las condiciones de vida que está teniendo el planeta por las acciones irresponsables de los seres humanos. 1. La Luz que ofrece la fe (nn. 63-64) El Santo Padre hace caer en la cuenta como un problema tan complejo ha de abrir espacio en el análisis al apoyo de otros saberes y disciplinas, entre las cuales descuellan «la vida interior y la espiritualidad». Considerando esto, el Papa afirma: «Si de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la religiosa con su propio lenguaje». 2. La sabiduría de los relatos bíblicos (nn. 65-75) Para el Papa Francisco es claro que la Sagrada Escritura abunda en textos que inspiran y sustentan el compromiso y sensibilidad con el cuidado de la casa común. En el Antiguo Testamento confirma la revelación del plan amoroso querido por Dios para el ser humano y los demás seres de la creación. Muchas narraciones del Génesis «sugieren que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas. La relación con Dios, con el prójimo y con la tierra»; pero estas relaciones se rompieron, primero en el hombre y luego esa ruptura ha impactado todo lo demás. Y este desequilibrio, constata el Sucesor de Pedro, parte de «haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas». Al advertir del “abuso” que se ha dado al mandato de “dominar la tierra”, el Papa explica que «esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo», mientras invita: «A la vez que podemos hacer un uso responsable de las cosas, estamos llamados a reconocer que los demás seres vivos tienen un valor propio ante Dios». El primer responsable de mantener este equilibrio de la creación es el ser humano, teniendo en cuenta su dignidad y su facultad de ser racional. Finalmente, el Santo Padre concluye que «la mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses». 3. El misterio del universo (nn. 76-80) El Papa aclara conceptos. Mientras que, desde una perspectiva científica, no religiosa, se habla de naturaleza, entendida «como un sistema que se analiza, comprende y gestiona», la tradición judeo-cristiana habla de creación, «entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal». Así, cada perspectiva desembocará en maneras diversas de relacionarse con el medio ambiente. En la clave de la comprensión cristiana, es claro que «el amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado», por lo cual «cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo». De allí el trato respetuoso que hemos de tener con cada ser creado. Pero, por otro lado, la tradición judeo-cristiana desmitifica la naturaleza, que en muchas culturas era vista como una realidad divina en sí misma. Manteniendo respeto y admiración por ella, ya no le atribuye este carácter divino, pero sí afirma el compromiso por una relación racional y razonable con cada criatura. De este modo, ni endiosamiento del hombre (no somos los patrones y los demás seres, solo recursos para explotar) ni endiosamiento de la naturaleza; por el contrario, una recíproca y armónica interrelación, en la cual el ser humano tiene alta cuota de responsabilidad, como criatura pensante. Concluye el Papa: todas las criaturas «avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios… porque el ser humano… atraído por la plenitud de Cristo, está llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador» +Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar

Mar 30 Abr 2019

Preparemos el sínodo estudiando Laudato Si

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro -Del 6 al 27 de octubre próximos, por primera vez la Iglesia tendrá un sínodo que se ocupará específicamente del medio ambiente. El tema será: «Amazonía: nuevos caminos para la Iglesia y para una ecología integral». La cercanía de este acontecimiento eclesial nos estimula para estudiar detenidamente la primera encíclica que Pontífice alguno haya dedicado al cuidado de la casa común. Así, estaremos conectados con la reflexión que se vivirá en octubre y entenderemos la urgencia de apropiarnos como cristianos de un tema que es tan urgente. De este modo, les propongo ir abordando en los seis meses que restan para el sínodo, cada uno de los capítulos de la Encíclica Laudato Sì (Alabado seas). En el espíritu de san Francisco de Asís El Papa Francisco comienza este documento, inspirándose en el fundador de la Orden de los Frailes Menores, en cuyo más famoso cántico llamaba hermano, hermana, a cada ser de la creación. Nos dice el Papa que el Pobrecito de Asís nos debe hacer caer en la cuenta de que «nuestra casa común es… como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos» (LS, 1). El Santo Padre, que no por casualidad tomo el nombre de este Santo para su pontificado, nos invita también a inspirarnos en San Francisco, en su relación entrañable con todo lo creado, de manera que a través de las criaturas se conectaba con Dios. Para San Francisco todo estaba conectado, de modo que profesaba «una atención particular hacia la creación de Dios y hacia los más pobres y abandonados», mostrando con ello, «hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior» (LS, 10). Pero además, el testimonio de este santo invita a ir más allá de lo simplemente biológico o matemático y abordar la relación con la casa común desde la fe y la espiritualidad; podemos decir que ellas le hablaban del Señor y con ellas, él proclamaba un cántico universal al Creador (Cf. LS 12). Y sumándose a la consigna del Concilio Vaticano II, según la cual a la Iglesia “nada le es ajeno” (Cf. GS), el Papa Francisco se suma a sus antecesores (Los santos Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y el Papa emérito Benedicto XVI), quienes también abordaron la problemática ambiental, para hacer un llamado urgente a todos los seres humanos, para dialogar «sobre el modo como estamos construyendo el futuro del planeta»; además nos asegura que «todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades» (Cf. LS, 13-15). En la Arquidiócesis de Cali hemos iniciado el nuevo plan de pastoral, que contiene el cuidado de la casa común como una dimensión fundamental de nuestra acción evangelizadora. Estudiar la encíclica y estar atentos a las conclusiones del próximo sínodo, nos ayudará a iluminar los grandes problemas que en la materia se vive en nuestro territorio arquidiocesano (agua, contaminación, cultura del descarte, etc.). En la próxima edición iremos abordando, uno a uno, los capítulos de la encíclica, con el afán de motivar su lectura atenta que nos debe interpelar y mover al compromiso personal y comunitario. Si ayudamos a poner en oreen la casa común, todos estaremos también mejor. + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali