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monseñor cesar balbín

Mar 5 Ene 2021

Europa se viste de Burka

Por: Mons. César Balbín Tamayo - La muerte violenta de tres fieles católicos franceses en la Basílica de Nuestra Señora de Notre Dame, en Niza, Francia, por parte de un islamista, es uno de los últimos acontecimientos conocidos de intolerancia religiosa en el país galo. Seguramente ha habido otros en otras latitudes y seguramente no sean los últimos. Lo que llama la atención de manera especial es que el alcalde de Niza de manera inmediata ordenó el cierre de todos los templos católicos de la ciudad para evitar futuros atentados. Con lo anterior no queda sino pensar en que no solo es la comunidad católica la que fue agredida en aquellos tres fieles, sino que fue la comunidad católica la «castigada» por el desafortunado hecho. No es que se esté pidiendo que entonces se cierren las mezquitas, pues lógicamente no podremos decir que todos los musulmanes son los culpables del hecho. No, eso no. Lo que no se comprende es por qué se revictimiza a la Iglesia en este contexto: no solo que las víctimas eran cristianos católicos, sino que se les cierran los templos. También fue noticia que un joven de 19 años arrancó la cruz de una iglesia baptista en Londres ante la mirada indiferente de los transeúntes. ¿Este joven se hubiese atrevido a hacer lo mismo en una mezquita arrancando alguno de sus símbolos? La respuesta es no. A no ser que aquel joven tuviese sed de martirio. Como en la Iglesia se predica y se trata de vivir un espíritu de paz y de reconciliación, y no se debe acudir a ningún tipo de venganza, aquellos otros lo saben y se aprovechan de ello. El Papa Francisco en muchas ocasiones ha llamado la atención sobre las persecuciones de los cristianos, de cualquier denominación, y en muchos lugares del mundo: en Asia, en África y en América, y de ello nadie se hace eco: ni gobiernos, ni organismos multilaterales, ni medios de comunicación. ¿Estaremos, tal vez, de frente a una de las más grandes persecuciones?. Europa es especialmente tolerante con el islamismo. Y también estos se hacen sentir cuando los que consideran sus derechos, son conculcados; y se hacen sentir de manera violenta. Otro es el asunto de la libertad de expresión y el respeto al sentimiento religioso de las personas. El derecho a la libertad de expresión que algunos medios de comunicación esgrimen y el derecho a no ser molestados, no puede ser solo para ellos, debe valer también para los demás, y entre lo demás no podemos dejar de lado a nadie, sea del credo que sea. Ese derecho a no ser molestados no puede ser solo para algunos pocos, y no para los demás. Sin duda que los cristianos se están convirtiendo, en todo el mundo, en símbolos que deben ser abatidos, destruidos, borrados de la faz de la tierra. Europa calla de manera cómplice ante los desmanes de unos pocos extremistas islámicos, calla ante el reclamo de derechos de mucho de ellos y trata de borrar todo trazo de cristianismo y también de herencia católica Desde ya se prevé que en unos 30 años Europa tendrá un población musulmana del 30% del total de la población y la cuestión es sencilla: mientras los europeos limitan al máximo el nacimiento de nuevos hijos, los musulmanes procrean sin medida, pues tienen claro que es la forma de hacerse a Europa, y a fe que lo están logrando. Así que en no muchos años, Europa se vestirá de Burka. + César Alcides Balbín Tamayo Obispo diócesis de Caldas

Mié 24 Jun 2020

La economía solidaria como opción de superación en la post pandemia

Por: Mons. César Balbín - Ante la situación inédita que estamos viviendo a raíz del Convid-19, pandemia que ha afectado al mundo entero, es necesario plantearse un escenario post pandemia, que nos lleve a pensar en categorías diferentes a aquellas que han prevalecido hasta ahora. Vivimos un tiempo de verdadera prueba. Es claro que nos enfrentamos a una de las más profundas crisis que haya sufrido la humanidad en muchos aspectos en los últimos siglos. Y es por esto por lo que debemos empeñarnos en recuperar lo que es esencial, especialmente tres elementos: la dignidad humana, el bien común y la solidaridad. El papa Francisco, en muy frecuentes intervenciones, nos ha dejado claro que la pandemia deberá ser una oportunidad para un cambio de mentalidad y de paradigma, donde conceptos preconcebidos, en muchas ocasiones egoístas, queden atrás y se propugne por una manera de ser y de estar en el mundo, totalmente nuevas. Es por ello por lo que es válido hacerse la siguiente pregunta: ¿Será pertinente que en América latina y en el mundo entero, se propugne por una economía solidaria, que es más inclusiva, después de la pandemia? Bien sabemos, también, que en este escenario de pandemia hay una disyuntiva entre la salud y la economía, en el sentido de que es necesario cuidarse y resguardarse, y por ello la cuarentena; pero que también es oportuno que los medios de producción sigan funcionando, de tal manera que se puedan seguir produciendo y adquiriendo los bienes y servicios necesarios para la subsistencia, tales como la alimentación, la salud, la vivienda, educación, y demás. Esta pandemia nos ha hecho ver nuestros egoísmos y también nuestras profundas limitaciones, lo mismo que lo endeble de los sistemas económicos, donde los beneficios no logran llegar a todos.Aquí bien vale la pena traer a colación las palabras del Señor al rico que pretendía construir aquellos grandes silos para almacenar el abundante grano de la cosecha: «¡Necio! esta misma noche te reclamarán el alma; las cosas que preparaste, ¿para quién serán?» (Lc 12, 20). Es esto se hace necesaria una reflexión sobre la importancia de propender por una economía solidaria que permee todas las capas de la sociedad y todos los pueblos, especialmente los más pobres, que en no pocas ocasiones quedan a merced de una economía capitalista y salvaje.Una economía solidaria que permita volver, de una manera novedosa y creativa, a mover la economía, especialmente la familiar, pero también la de los países, lo que redundaría en beneficio de todos. Las experiencias de economía solidarias que en nuestro continente se han dado deben ser «abonadas», de tal manera que germinen, florezcan y fructifiquen nuevas iniciativas, que la solidaridad nunca será estéril ni infecunda. Solo contemplar la Trinidad de Dios, y nos daremos cuenta de la fuerza de la solidaridad en favor de la humanidad entera. Reconociendo que la mayoría de nuestras cooperativas de ahorro y crédito, al menos en Colombia, surgieron bajo el cobijo y amparo de las parroquias y de los sacerdotes y así se fueron fortaleciendo, es necesario volver a tomar la iniciativa y prestar ese servicio a nuestros pueblos latinoamericanos, con la esperanza de un mundo mejor y más humano, siempre con colaboración de un laicado fuertemente comprometido. Retomemos las recomendaciones de Aparecida: La Iglesia Católica en América Latina y El Caribe, a pesar de las deficiencias y ambigüedades de algunos de sus miembros, ha dado testimonio de Cristo, anunciado su Evangelio y brindado su servicio de caridad particularmente a los más pobres, en el esfuerzo por promover su dignidad, y también en el empeño de promoción humana en los campos de la salud, economía solidaria, educación, trabajo, acceso a la tierra, cultura, vivienda y asistencia, entre otros. (DA 98). + Cesar Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas - Antioquia

Sáb 23 Mayo 2020

Post pandemia. Entre el deseo y la necesidad

Por: Mons. César Alcides Balbín Tamayo - Este asunto del Convid-19, que lleva en el mundo no menos de seis meses desde su descubrimiento, ha venido para quedarse. Se ven los esfuerzos de los gobiernos para evitar el contagio masivo, con exiguo éxito para algunos, con un éxito un poco más alto para otros, y con la tranquilidad absoluta para unos pocos, que no le han visto ni siquiera llegar, especialmente países desarrollados, especialmente los nórdicos, y algunas comunidades municipales, entre nosotros. Los esfuerzos del mundo de las ciencias para el descubrimiento de una vacuna, o al menos de anticuerpos, no tanto para erradicar el mal sino para tratar de detenerlo, son notorios, de manera especial también en los países desarrollados, que cuentan con los recursos para ello, e incluso bajo el patrocinio de grandes firmas farmacéuticas, con suficiente músculo financiero, con el soterrado interés de quedarse con una buena tajada del mercado que supone el descubrir y poner una vacuna a disposición de los gobiernos. El mundo comienza a despertar, como de manera casi que perezosa de esta pesadilla que por varios meses le ha colocado como en stand by, y es hora de que pensemos en una manera diferente de ser y de estar en el mundo, en relación con los demás y con nosotros mismos. La experiencia de la cuarentena vivida en familia, la gran mayoría, creo yo, así como el alejamiento social, nos deberán dejar interesantes lecciones para nuestra vida, para poner en práctica en adelante. Es cierto que el futuro esta en manos de Dios, así lo creo, pero también es cierto que las personas inteligentes prevén, de algún modo ese futuro. Es como decir que el mismo está en la manos de Dios, y también en nuestras propias manos. Por todo ello, entonces, tendremos que comenzar por ser selectivos en muchas cosas y en muchos aspectos de nuestra vida diaria. Seguramente moviéndonos entre el deseo y la necesidad, como lo he puesto en el subtítulo de esta reflexión. Y para ello será necesario parar y reflexionar a la hora de comprar, invertir y gastar, que son cosas bien diferentes. Tendremos que pensar en la verdad, la bondad y la necesidad de las cosas ¡Cuántas personas seguramente han lamentado el mal manejo que han dado a los recursos propios o de sus organizaciones en este tiempo, en el que el mundo se ha frenado en seco! Y ello tal vez porque el mundo y la cultura del consumo nos han llevado a adquirir cosas innecesarias y superfluas, dejando de lado cosas importantes y necesarias. En más de una ocasión lo he manifestado: nuestro mundo del comercio está repleto de baratijas, chécheres y cosas innecesarias. Qué bueno hacer el ejercicio, y ayudar a nuestros fieles a que lo hagan, de pensar antes de adquirir algo, si es bueno, si es importante, y sobre todo si es necesario, y tal vez haciéndome la reflexión de lo que pueda pasar si no lo adquiero, y si la respuesta es «nada», entonces… no vale la pena adquirirlo. Distinta será la respuesta a la hora de comprar los elementos de primera necesidad del hogar, como el alimento, como los medicamentos, como el pago de los servicios o incluso la adquisición de algún electrodoméstico, que ayuda a los trabajos del hogar. Así entonces y en previsión del futuro, la cuestión será, tomar decisiones inteligentes, a partir de dos situaciones: lo que quiero y lo que necesito. Lo que quiero puede esperar, lo que necesito, si realmente lo necesito, debe ser ya, ahora. Si no, puede ser después. Ahora, y teniendo de frente una anunciada y profunda recesión económica, bien vale la pena poner a funcionar la inteligencia, en orden a prever un poco el futuro. + César Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas - Antioquia

Sáb 18 Abr 2020

Pandemia

Por: Mons. César Alcides Balbín Tamayo - Al momento de escribir este editorial, la situación de la pandemia de coronavirus en nuestro medio apenas comienza a presentarse. Los casos todavía se enmarcan con tendencia al alza, y si las cosas siguen como van, pronto estaremos hablando de cuatro y hasta de cinco dígitos, o sea contados por miles. ¡Y quién dijo miedo! La primera y normal reacción es el pánico. Digamos como un miedo súbito y extraordinario, que es hasta paralizante. Sin embargo, y es contradictorio: lo primero que se nos puede ocurrir es huir. Y son varias las formas de hacerlo: ignorando las recomendaciones, haciendo lo que a mí me parece, desafiando las autoridades y minimizando los riesgos. Las pandemias, que a lo largo de la historia siempre han aparecido, confrontan los avances científicos y médicos. Afortunadamente a medida que avanzan las pandemias o epidemias, avanzan también los descubrimientos de la cura. Cuando las pandemias iban de manera lenta, como en la antigüedad, la cura era lenta. Hoy cuando los virus viajan, no por caminos de herradura, sino cómodos, en primera clase, también la cura, y esa es la esperanza, llega en poco tiempo; pero después de que se ha cobrado un número significativo de vidas. Si antes las epidemias, virus y demás, tardaban años y hasta decenios para llegar, hoy llegan en horas, en lo que se demora un vuelo de Asia a Europa y de Europa a América. Otro es el tema de la expansión: de ello nos podrían hablar hoy muy bien nuestros hermanos italianos y españoles. Pero como nadie experimenta por cabeza ajena, en nuestro medio todavía pensamos que eso no nos puede pasar a nosotros, que somos inmunes, que eso pasa es «por allá». Tal vez eso pensaban «por allá» (los europeos) cuando apenas comenzaba en la China. Con todo, esto que está sucediendo nos dejará muchas lecciones de vida, porque a muchos desinstalará, nos sacudirá de nuestra comodidad y nos enseñará a diferenciar lo importante y lo necesario de lo superfluo; nos enseñará a valorar lo sencillo, los momentos en familia, la vida de los demás, especialmente de nuestros mayores, a quienes debemos cuidar y proteger, siempre, pero de manera especial en esta pandemia. Nos enseñará que todos somos frágiles y que las seguridades que nos hemos construido, a la hora de la verdad, para poco sirven. Todos: políticos, empresarios, industriales, señores el mundo, dueños de los aparatos productivos, y de ahí para abajo, todos, tendremos que pensar en común, en categorías de comunidad. Y no creamos que los que menos tienen serán los mas vulnerables, pues el virus ha atacado primero a los que viajan en avión, que a los van en jumentos. A estos les puede llegar, pero con la seguridad de que será más tarde. Esperamos recoger abundantes lecciones de vida, duras tal vez, pero lecciones al fin y al cabo. Todos nos sentimos vulnerables, y en realidad que lo somos. Es en estos momentos en donde debe aflorar la generosidad, la grandeza y la nobleza. No la mezquindad, que es lo que parece cuando vemos a no pocas personas cargando gran cantidad de insumos, como si eso diera la seguridad. Al contrario, eso lo que muestra es una profunda inseguridad. Parodiando al Señor en una de sus enseñanzas, tendremos que decir: necio, esta noche te pedirán el alma, y ¿todo lo que has comprado para quién será? Que este tiempo, como un tiempo de pasión prolongado, nos una más al Señor y a nuestros hermanos, y que las enseñanzas que nos deje perduren en nosotros, en nuestras familias y en nuestra sociedad, para que logremos con ello el cambio de paradigmas, para beneficio de muchos. + César Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas - Antioquia

Mar 8 Oct 2019

Mes misionero extraordinario y nueva Evangelización

Por: Mons. César A. Balbín Tamayo - En el mes de octubre del año 2017, el Papa Francisco, con una carta dirigida al Prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, convocó un mes misionero extraordinario, que es justamente este mes de octubre de 2019, cuando se cumplen cien años de la promulgación de la Carta Apostólica Maximun illud, del Papa Benedicto XV, sobre la propagación de la fe católica en el mundo. En la carta, el Papa Francisco recuerda que la misión es tarea ineludible de la Iglesia, y por ende de todos los bautizados que conformamos la Iglesia. El mandato de ir por todos los pueblos y hacerlos discípulos (cfr. Mc 16, 15), lo dio el Señor a la Iglesia en aquellos primeros discípulos, que estaban con Él el día de su Ascensión al cielo, tal como lo narran los mismos evangelistas. No ha dejado la Iglesia, nunca, de cumplir aquel mandato imperativo de todos los tiempos, y más necesario hoy más que antes, cuando tantos y tantos hermanos, aún bautizados, viven al margen de su condición y de sus compromisos, en un mundo que también pretende vivir al margen de Dios. Cuando ya no se vive, como antes, la cultura cristiana en occidente, cuando los valores del evangelio permeaban las comunidades, y desde donde la misión ad gentes era promovida, sostenida y apoyada, hoy la misión ad intra es también una necesidad apremiante. La nueva evangelización, planteada por el Papa Juan Pablo II, en Haití en el año de 1983, «nueva en sus métodos, nueva en su ardor y nueva en su expresión», bien se puede entrelazar con el deseo del Papa Francisco de este mes misionero extraordinario. Superado también aquel concepto de que la misión se hacía en lejanos países y continentes enigmáticos, es necesario pensar en la misión y la nueva evangelización, o si se prefiere en la re-envangelización, de nuestras comunidades, de pueblos y ciudades que están tan necesitados de nuevos impulsos. La diferencia, entonces, de aquella carta de hace cien años y la convocación del Papa Francisco, radica sin duda en el cambio que ha habido en los conceptos de la misión y la evangelización, en el sentido de que la misión deberá comenzar por casa, antes de ir a tierras ignotas. Si el futuro de la Iglesia está en las pequeñas comunidades, como afirma Benedicto XVI (cfr. Fe y Futuro, Desclée de Brouwer, pag.104), la misión y la evangelización deberán comprometer a esas nuestras pequeñas comunidades. Ellas están llamadas, en un proceso como de nuevo catecumenado, a tomar en serio la tarea de la misión, del anuncio del Evangelio y de la construcción de una Iglesia acorde con las nuevas realidades y con la cambiante sociedad actual. La conformación, el impulso, la perseverancia y el compromiso de nuestras pequeñas comunidades deberá ser, sin duda, el fruto que recojamos de este mes misionero extraordinario. Así que tanto agentes de pastoral, como miembros de nuestras pequeñas comunidades de evangelización, lideres, integrantes de los ministerios, todos, podamos sentir el aire fresco de la renovación de nuestro compromiso misionero y evangelizador. + César Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas

Vie 20 Sep 2019

Volvemos a las urnas

Por: Mons. César Balbín - Sí, volvemos a las urnas, otra vez, después de haberlo hecho en el primer semestre del año pasado, cuando fuimos a las urnas a elegir Presidente de la República y congresistas: senadores y representantes a la Cámara. Estas elecciones del próximo mes serán para la elección de mandatarios regionales: gobernadores y alcaldes, y para diputados y concejales. Por ello estas tienen unos ingredientes, que no tienen las presidenciales, como el hecho de concentrarse más en departamentos y municipios. Cuando fui párroco de una parroquia pequeña y muy rural, ubicada en un corregimiento, tuve conocimiento de que la promesa de asfaltar la carretera que llevaba hasta allí, había servido para elegir los últimos 5 o 6 alcaldes. Pues aún siendo pequeña la población, ponía un buen caudal de votos, y los candidatos lo sabían, y siempre con la promesa de asfaltar la carretera, obtenían los votos necesarios para acceder al primer cargo del municipio. Incumplido el compromiso, porque se necesitaba que la carretera sirviera para las próximas elecciones, volvía a ser promesa en la próxima campaña y así sucesivamente. Entonces el mejor consejo que se le podía dar a esta comunidad era que dieran el voto a quien no prometiera la obra en mención. Por estos días pasa lo mismo: los candidatos analizan las necesidades y carencias de los municipios y departamentos, y a partir de ahí elaboran su plan de gobierno. Carencias materiales, de infraestructura, escuelas, colegios y vías, urbanas y rurales; carencias en salud, hospitales y centros de salud, carencias en seguridad, entre muchas otras. Algunos logran marginarse un poco de las obras materiales, “como ustedes no ven obras, no creen”, decía Jesús, (cfr. Jn 4, 48), y apuntan a cambios de paradigma en la convivencia de los ciudadanos, a la seguridad, la familia, los niños, los jóvenes y los adultos mayores, tan vulnerables y abandonados en este país. La falta de formación política lleva a los electores a pensar en partidos y en puestos, sin un análisis imparcial de los candidatos: por el hecho de ser de mi corriente, de mi partido, ya es bueno y elegible. Es comprensible que, de ahí, de los partidos y los puestos, puede depender la gobernabilidad, cuando quienes están en las corporaciones (asambleas y concejos), les interesa más ubicar en puestos estratégicos a sus congéneres, pensando más en las próximas elecciones, que, en el bien común, que debe ser el motor de la buena política. Sin embargo, no toda la culpa es de los candidatos, pues ellos encuentran en la ignorancia de los electores el terreno abonado para obrar en consecuencia. La falta de formación política, la falta de interés, la opción por partidos herencia del pasado bipartidista, lleva a elegir siempre a los mismos, y a que una verdadera renovación siga siendo siempre una deuda pendiente, pues los concejos, las asambleas y el Congreso de la República no se reformarán si no se renuevan sus miembros. Si se elige a los mismos, ellos siguen lo mismo, o ¿a qué debe que las reformas políticas en este país no lleguen a nada? Si se eligen los mismos, entonces el adagio de «los mismos con las mismas» seguirá siendo la consigna. La formación política, y todos nos la debemos procurar, nos debe llevar a tener claridad a la hora de elegir a nuestros gobernantes. Dice el Papa Francisco: «"Un buen católico no se inmiscuye en política. Eso no es cierto. Este no es un buen camino. Un buen católico debe entrometerse en política, dando lo mejor de sí, para que el gobernante pueda gobernar. Y ¿qué es lo mejor que podemos ofrecer a los gobernantes? ¡La oración! Eso es lo que dice Pablo: ‘La oración para todos los hombres y para el rey y para todos los que están en el poder’. ‘Pero, Padre, aquella es una mala persona, debe ir al infierno...’. "Reza por él, reza por ella, para que pueda gobernar bien, para que ame a su pueblo, para que sirva a su pueblo, para que sea humilde"» … «Ninguno puede decir: "Yo no tengo nada que ver con esto, son ellos los que gobiernan... No, no, yo soy responsable de su gobierno y tengo que hacer lo mejor, para que ellos gobiernen bien y tengo que hacer lo mejor por participar en la política como pueda"». (Papa Francisco, misa en casa Santa Marta, 16 de septiembre de 2013). Abrigamos la esperanza de que las cosas vayan cambiando y podamos siempre elegir los mejores, y no los menos peores. + Cesar Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas

Jue 2 Mayo 2019

La sociedad arrinconada

Por: Mons. Cesar Alcides Balbín Tamayo - Sí, la sociedad en la que vivimos la podemos definir como una sociedad arrinconada. Podemos hablar de muchas clases de sociedad: la sociedad antigua o primitiva, la sociedad del medioevo, la sociedad moderna, la agraria, la urbana, la industrial, la sociedad de consumo, hasta «la sociedad de los poetas muertos», y la sociedad del miedo, en el sentido en el que lo dice el sociólogo alemán Heinz Bude, cuando afirma que esta sociedad está fuertemente marcada por la incertidumbre, la amargura, la rabia y la impotencia. Esto se experimenta en muchos de los aspectos de la vida. Todo esto lleva a vivir en la sensación de una constante derrota, en la imposibilidad o al menos en la gran dificultad para avanzar; a la soledad en medio de la turba, a unas ganas irrefrenables de no hacer nada, a sentir que no vale la pena, que esto no tiene sentido y que la fuerza de unos pocos arrodilla a muchos: a las personas, a las instituciones, al comercio, a la industria. Sí, así se siente cuando asistimos a lo que estamos asistiendo en nuestro medio: estamos arrodillados por un puñado de forajidos, sin Dios y sin ley. Pequeños grupos de delincuentes que a todos amenazan, que no le es suficiente que hayan invadido nuestras calles, nuestras escuelas y colegios de droga, llevando a niños y niñas, desde la más tierna edad, a perder lo más preciado como es su inocencia y su tranquilidad, y a depender de la malvada droga. Todos acorralados: las autoridades, el Estado, que parece que funciona solo en la gran capital, y desde donde se hacen las leyes y se distribuyen las tareas, más no el presupuesto, gobiernos de escritorio que poco aparecen por nuestras veredas. Acorralados en los campos o en los pueblos, donde mandan los que tienen un arma. Todos confinados a las dos o tres calles del pueblo, y avanzando a pasos agigantados a sus casas, antes de que caiga la noche, a encerrarse por miedo a las bandas que han ocupado los espacios, incluso aquellos de las autoridades. Llaman, juzgan, dictan sentencia, aplican la justicia, hacen las veces de jueces y con la facilidad de quien se toma un vaso de agua, aplican «la ley», la de ellos, y así disponen de los bienes e incluso de la vida de los demás. Es una sociedad acorralada donde el respeto a la autoridad, (si es que la hay), ha desaparecido. Nuestros pueblos, nuestras calles y nuestras veredas están secuestrados nuestras familias, nuestros jóvenes y nuestros niños: todos secuestrados, todos acorralados, todos confinados, todos arrinconados. Ya los delincuentes no caben en las cárceles, tampoco en las calles. Vamos siempre a la defensiva, no sabemos con quien nos vamos a encontrar, cunde la desconfianza, y vamos en veloz carrera. Tememos a las motos, tememos a los carros, tememos a los que van por las calles drogados, “greñudos y sucios”, tememos a los que avanzan de manera sospechosa. Tememos salir por las carreteras veredales, por las calles solitarias y por las calles congestionadas. Tememos ir solos, tememos ir en el tumulto: ¡que contradicción! Es esta la experiencia que se vive en este sur del Valle de Aburrá y en este Suroeste Cercano. La vida en nuestros pueblos se ha venido convirtiendo en una verdadera pesadilla. Escuchar a los sacerdotes y a los laicos de la Diócesis, nos ha llevado a concluir que no hay rincón que se salve. Los pueblos grandes, los pequeños, los corregimientos, las veredas, todos viven la amarga experiencia de sentirse impotentes ante tanta inseguridad. Todos ubican con facilidad el origen de tanto mal. Ubican también los lugares, las bandas, los grupos, las personas. Saben de dónde procede la droga, quién la distribuye, de quién es este perverso mercado. Y es cuando nos hacemos la pregunta: ¿será que las autoridades no lo saben o no lo quieren saber? ¿O sí lo saben, pero…? Hay que escuchar los lamentos y la impotencia de los alcaldes, ante los oídos sordos del gobierno departamental, por ejemplo, cuando ponen en su conocimiento toda esta tragedia. ¿Hasta cuándo? La sociedad arrinconada es la sociedad del egoísmo: sálvese quien pueda. Es y seguirá siendo la sociedad del miedo, del silencio, muchas veces cómplice, y otras veces complaciente, máxime si seguimos en este silencio. ¿Tendremos que concluir, entonces, que en el Suroeste estamos perdiendo el norte? + Cesar Alcides Balbín Tamayo Obispo de Caldas

Mar 19 Mar 2019

Iglesia en Antioquia rechaza amenazas contra sacerdote

Amenazas provenientes de grupos ilegales obligaron a monseñor César Alcides Balbín Tamayo, obispo de Caldas en Antioquia, a disponer la salida inmediata del sacerdote Raúl Mejía Valencia, de la parroquia de San Antonio de Padua, ubicada en el municipio de Armenia Mantequilla. Así lo manifestó la Diócesis de Caldas a través de un comunicado de prensa, en el que manifestaron que las intimidaciones fueron corroboradas por las autoridades competentes, hecho que llevó a la salida del sacerdote, “lo que deja desprovista a la comunidad de su pastor, hasta que cambien las condiciones y se pueda proveer el oficio vacante”. En la misiva, firmada por monseñor César Balbín Tamayo y el padre Carlos Manuel Arenas Henao, canciller de la Diócesis, la institución repudió las amenazas contra la vida, la integridad y los bienes, no solo del párroco Mejía Valencia, “sino de todos los habitantes del occidente cercano de Antioquia, que sufren tan lamentable flagelo”. Así mismo, hicieron un llamado a las autoridades municipales, departamentales y nacionales, para que hagan una presencia efectiva en esta región y en el resto del Departamento. Finalmente, exhortaron a la comunidad para que tengan una clara opción por la vida y el respeto al otro, a pesar de las diferencias. “Que en la esperanza de que acontecimientos tan lamentables, nunca vuelvan a suceder en nuestro territorio diocesano, podamos caminar como verdaderos miembros y hermanos de la familia humana”.