Vie 11 Ago 2023
Soy yo, no tengáis miedo
DÉCIMO NOVENO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO13 de agosto de 2023Primera lectura: 1Reyes 19, 9a.11-13a Salmo: 85(84),9ab y 10.11-12.13-14 (R. 8)Segunda lectura: Romanos 9,1-5Evangelio: Mateo 14,22-33Orientaciones para la Predicación Introducción Luego de la multiplicación de los panes del domingo pasado, la liturgia nos presenta el episodio de la tempestad calmada. Mensaje dirigido a los seguidores de Jesús para que crean que Él es Dios con nosotros, que para salvarnos nos exige no tener miedo y creer en Él. La barca sacudida de un lado para otro es símbolo de las distintas realidades que golpean la vida de la Iglesia y la propia vida. Hoy el Señor nos da la certeza que, para no ahogarnos en las dificultades, debemos creer en Él. El cristiano camina seguro en medio de las exigencias de la vida y sus dificultades, solo cuando se aferra a la Palabra de Dios, si duda de ella, el hombre se hundirá irremediablemente. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El primer libro de los Reyes, en el capítulo 19 nos presenta una de las páginas más bellas del Antiguo Testamento, donde Dios se reveló en el silencio de un suave viento. Recordamos como después que Elías deja en ridículo a más de cuatrocientos profetas de Baal, la reina Jezabel inicia una persecución a muerte al profeta Elías, haciéndolo huir al desierto. En su camino por el desierto Elías experimenta el rigor de la aridez, casi hasta la muerte, a la vez, siente como la providencia de Dios no lo abandona y le exige seguir adelante hasta llegar al monte Horeb. En este monte, Elías tiene la experiencia de encuentro con Dios, que no se manifiesta ni en el huracán, ni en el terremoto, ni en el fuego, sino en una brisa suave. En este encuentro Elías recibe la misión de regresar a la ciudad y continuar con su misión de profeta.El Salmo 85 (84), canta el regreso de Israel del desierto, destacando, cómo Dios lleno de paz y misericordia, cuida con amor a su pueblo: “muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación”. El autor de este salmo proclama cómo la salvación está ya cerca de los que creen, de los que son fieles del Señor. El apóstol Pablo en la Carta a los Romanos, en el capítulo 9 que leemos hoy, hasta el capítulo 11, expresa el apasionado amor que Pablo siente hacia su pueblo, su preocupación por la suerte del pueblo de Israel, “los de mi raza según la carne”. Lamenta que los suyos no han hecho la opción por Cristo, después de tantos testimonios narrados y expresados con esperanza en el Antiguo Testamento, el pueblo de la antigua alianza no ha sido capaz de reconocer la presencia viva de Dios en la historia. San Mateo en el capítulo 14, narra cómo Jesús después de haber multiplicado los panes y de saciar el hambre de la multitud, al atardecer se retira el solo a orar, es su costumbre después de realizar grandes signos. Los apóstoles en la barca, pasando a la otra orilla, estaban viviendo momentos de angustia, pues el viento recio y contrario sacudía la barca de un lado para otro. En medio de esta fatigosa travesía, al amanecer, se les aparece el Señor caminando sobre el agua, haciendo del momento ya difícil, una experiencia de pánico y de gritos. El Señor les habla y su voz trae la calma. Pedro pide que le deje caminar sobre el lago, da los primeros pasos y pierde confianza, tiene miedo y empieza a hundirse, clama al Señor: “Señor sálvame” y el Señor extendiendo su mano lo rescata y le exige tener fe. Al subir a la barca se calma el viento y todos se postran reconociendo “Realmente eres Hijo de Dios”.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El Señor hoy también nos exige creer en su Palabra, aceptar su presencia divina entre nosotros, reconocerlo como el Hijo de Dios que ha venido a salvarnos. Este Domingo la Palabra nos quiere ayudar a reconocer que Jesús es Dios con nosotros, es el Dios del silencio del Horeb, es el Dios de la paz y la misericordia del salmista, Jesús es el Dios anunciado y predicado desde antiguo como lo expresa San Pablo, Jesús es el Dios que calma las tempestades, las angustias, dudas y miedos de nuestras vidas, así como lo escuchamos hoy en el Evangelio. San Pablo quisiera que todos sus conciudadanos, hermanos de raza, creyeran en Jesús, así como él y muchos otros han dado ese paso de fe. Pero sabemos que muchos son obstinados, duros de corazón y de cabeza para experimentar el encuentro con Dios en la Persona de Jesús. Ante la falta de fe y el rechazo del pueblo de la Alianza, San Pablo siente dolor y una gran tristeza. Esta angustia de Pablo hoy debería ser la de todos los que creemos en Cristo, de los padres para con sus hijos, de los educadores para con sus estudiantes, de los catequistas para con sus catequizandos, de los misioneros para con los destinatarios de su misión, de nosotros ministros ordenados para con todo el pueblo de Dios, especialmente con los más alejados; todos deberíamos experimentar un profundo deseo para que toda persona conozca a Jesús y crea en su Palabra.El testimonio del Profeta Elías es muy elocuente, el profeta huyendo de la muerte llega al monte santo del Horeb, donde desea encontrar a Dios en la fuerza del huracán, del terremoto, del fuego, seguramente, así como lo vio actuar con los profetas de Baal, en ninguna de estas fuerzas está Dios, solo lo percibe cuando viene una brisa suave, un elocuente silencio. Dios le enseña a Elías a calmar su temperamento a serenar su ímpetu, Dios prefiere una cercanía suave, discreta, hecha mayormente en el silencio de nuestra oración. El Señor Jesús quiere dar una lección a sus seguidores más cercanos, quiere afianzar en sus corazones la certeza de su fe, de sus convicciones; luego de reconocerlo como aquel que calma el hambre, que multiplica el pan, como don de Dios para una multitud hambrienta, luego de orar, se les aparece caminando sobre el lago, por encima de las fuerzas de la naturaleza, Él es Dios. En medio de fuertes vientos y del miedo, el Señor con su Palabra trae paz a los que están en la barca, quita el miedo y calma la tempestad. Para el apóstol Pedro y para todos nosotros, una lección de confianza, Pedro empieza a caminar sobre el agua como Jesús lo hace, pero se llena de miedo, le falta fe y se hunde, clama al Señor pidiendo su ayuda, y Jesús responde “¡Qué poca fe! ¿Por qué has dudado? Hoy el Señor quiere rescatarnos, quiere calmar la tempestad de nuestras vidas, el extiende su mano para no dejarnos hundir, pero nos exige reconocer su divinidad, su presencia actual entre nosotros, que seamos capaces de decir con los apóstoles “realmente eres Hijo de Dios”. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? La manifestación de Dios en el Horeb a Elías, la confianza del salmista en Dios que acompaña a Israel en el desierto, la tristeza de Pablo por los hombres de su propia raza que no creen y la actitud de Pedro llamado a tener más fe y confianza en el Señor; nos hacen pensar en lo importante que es hoy pedirle a Dios la gracia de poder encontrarlo en el silencio de nuestra oración, experimentar su compañía en las horas de desierto, sentir la necesidad de anunciarlo, para que muchos crean y la oportunidad de confiar cada vez más en su presencia que calma toda tempestad en la vida. Hoy se nos ofrece una amplia diversidad de creencias, filosofías, ideologías y prácticas espirituales, aprender a descubrir lo fundamental en medio de tanto ruido, de las angustias cotidianas, de los desiertos por los que pasa la existencia humana, se vuelve abrumador, exigente, pero sin duda, no imposible de buscar la verdad, encontrarnos con Dios, sentir su mano que rescata, todo esto se hace realidad en el corazón de quien es capaz de dar el paso de la fe. Hoy la Palabra de Dios señala un camino excepcional, ese camino es Cristo, en quien debemos confiar más y creerle. El Evangelio nos coloca en medio de una tempestad, sin duda no es difícil percibir la barca de nuestras vidas sacudidas por situaciones que nos llevan de un lado para otro: violencia, pobreza, injusticia social, divisiones en los hogares, entre muchas otras realidades. Todas estas amenazas hacen que las personas faltas de fe y de confianza en el Señor, incapaces de reconocerlo presente en la historia, sucumban en medio de las tempestades de la vida y otros como Pedro, sean rescatados por la mano del Señor, trayendo la calma y serenidad propias de quien confía plenamente en su Palabra. La historia de la iglesia, desde sus orígenes hasta nuestros días, nos ha demostrado que su andar no ha sido fácil, si Cristo no está en la barca de la Iglesia, de la propia vida, corremos el riesgo de naufragar, si lo dejamos subir a la barca el viento amaina y encontramos las fuerzas necesarias para sobrevivir sin miedo en medio de las fatigas y desesperanzas que pretenden alejarnos de Dios y de su querer._______________________ Recomendaciones prácticas: Asunción de la Bienaventurada Virgen María, 15 de agosto.Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Sean todos bienvenidos a la celebración de la Eucaristía, el día del Señor. Nos hemos reunido para escuchar la Palabra de Dios y participar de la Fracción del pan, somos invitados a buscar a Dios, a encontrarnos con Él en el silencio de nuestras plegarias y a confiar plenamente en sus promesas. No tengamos miedo y dejemos que esta liturgia serene nuestras vidas, fiándonos de la presencia y protección de Dios presente en esta celebración. Participemos con fe.Monición a la Liturgia de la Palabra La Iglesia y la propia vida están sometidas a fuerzas que pretenden separarnos de Dios, producen miedo y desesperación, solo quien cree en Dios y sabe escucharlo en el silencio de su plegaria, encuentra la paz y la serenidad necesarias para enfrentar los sucesos que traen consigo tribulación. Escuchemos atentamente.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos a Dios nuestro Padre, para que escuche la oración de los que con fe venimos a clamar su ayuda. R. Te rogamos, óyenos.Por la Iglesia, para que confiada en el Señor siga su tarea evangelizadora y muchos crean en el salvador del mundo, el Señor Jesús. OremosPor la paz del mundo y de nuestra patria, para que el reconocimiento de la presencia del Señor entre nosotros apague la tormenta de la guerra. OremosPor los pobres y los que más sufren, para que sus angustias y miedos se vean mitigados por la paz y la solidaridad de los que creen en Cristo. Oremos Por los que están sometidos a la enfermedad, extraviados por el mal uso de la libertad, por quienes están en las cárceles, para que el Señor sea fuente de salud, libertad y paz. Oremos Por nosotros y los que están buscando a Dios, para que en el silencio de la oración encontremos su presencia siempre nueva y misericordiosa. Oremos Oración conclusiva Señor Dios nuestro, a quien reconocemos presente en los acontecimientos de nuestra historia, concede en abundancia lo que hemos pedido hoy con fe, para poder así, avanzar confiados con tu amorosa protección y ayuda. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.