Vie 26 Mayo 2023
Manarán ríos de agua viva
DOMINGO DE PENTECOSTÉS
Mayo 28 de 2023
Primera Lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11
Salmo: 104(103),1aby24ac. 29bc-30.31y34 (R. cf. 30)
Segunda Lectura: 1Corintios 12, 3b-7.12-13
Evangelio: Juan 20,19-23.
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
-Esta solemnidad concluye el tiempo pascual, la cincuentena pascual o pentecostés que forman una sola jornada festiva, día en que actuó el Señor. En efecto, el evangelio de san Juan que escuchamos hoy relata la entrega de su Espíritu, por parte de Jesús, a sus discípulos el mismo día de su resurrección.
-El Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y del Hijo, el “lazo” de unión. Al ser derramado sobre la Iglesia, la une al misterio del Dios uno y trino, comunión íntima de vida y de amor. De esta manera, la Iglesia brota de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, tiene su fuente en el misterio de amor de la Trinidad, tal como afirma san Cipriano.
-La Iglesia está llamada a vivir esta comunión que brota de la Trinidad y esto exige que cada uno de sus miembros le abra espacio en su corazón al Santo Espíritu; pero esto no es posible sin un esfuerzo sincero y decidido de cada bautizado.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, san Lucas nos narra el acontecimiento extraordinario sucedido cincuenta días después de la resurrección del Señor; es el cumplimiento de su promesa de enviarles el Espíritu Santo. Jesús no falla; Él es la verdad en persona. La misma lectura de los Hechos nos describe los efectos de la intervención poderosa y omnipotente del Espíritu: todos los escuchaban en sus propias lenguas. El pecado produce división y destrucción; el santo Espíritu, por el contrario, unidad y entendimiento. De esta manera, por su intervención, el mundo es recreado, tal como lo expresa el salmo, al que nos unimos respondiendo: “Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”; sin el aliento del Espíritu es imposible vivir, vivir verdaderamente.
El Evangelio nos presenta a Jesús que el mismo día de su resurrección derrama su Espíritu sobre sus discípulos. Él cumple la promesa y por su Espíritu se derrama en los corazones de quienes lo acogen con fe y amor.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
La solemnidad de Pentecostés que hoy celebramos es la conclusión del tiempo pascual que forma un todo único, desde la resurrección. Dios Padre no ha abandonado a su Hijo al poder de la muerte. Mediante su santo Espíritu lo ha levantado de la tumba y ahora vive para siempre y, convertido en cabeza de la Iglesia, derrama sobre todo su Cuerpo el Espíritu que da vida y vida en abundancia. “Este es el día en que actúo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”, dice el salmista. Por el bautismo y mediante el Espíritu somos introducidos en este “día” salvífico, en donde el mismo Dios se nos derrama en nuestros corazones, somos hechos partícipes de la misma vida divina, somos insertados en la comunión de vida y de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu. ¡Oh, si comprendiéramos los tesoros de gracia encerrados en el bautismo y perfeccionados en la confirmación!
La Iglesia es el “lugar” en donde habita como en su propia casa el Santo Espíritu, en ella Jesús lo está derramando continuamente, tal como lo hizo en sus inicios. El Señor no abandona nunca a su Esposa, siempre la alimenta y la nutre, la custodia y la protege, la defiende y la libera de todo mal; en ella se encuentra presente continuamente por su Espíritu que entrega con abundancia. Cada bautizado está llamado, como miembro de su Cuerpo místico, a darle espacio en su corazón para que, de este modo, cada vez sea más y más renovada toda la Iglesia y pueda ser presentada a Dios como virgen inmaculada y sin mancha.
Y solamente le damos espacio cuando renunciamos a nuestro espíritu propio egoísta, vanidoso, orgulloso, soberbio, perezoso… Si le damos entrada, entonces en nuestro corazón se irá restableciendo la paz, la armonía, el reposo interior que siempre nos roba el pecado. Al inicio, tal como nos lo dice el Génesis, la primera pareja estaba en el Paraíso; allí todo era felicidad y gozo en Dios. Este es el proyecto de Dios. Sus mandamientos nunca son una carga pesada e insoportable que quiere amargar nuestra vida; todo lo contrario, son la expresión del amor de un buen Padre que quiere lo mejor para sus hijos. El Espíritu viene en nuestra ayuda para que comprendamos la sabiduría y gracia del plan divino.
Este camino de docilidad al Espíritu Santo y de renuncia a nuestro propio espíritu egoísta es exigente, implica una batalla firme y decidida. Pero si con valentía nos decidimos a pelear el combate contra todo lo que hay en nuestro corazón que no sea grato a Jesús, entonces podremos ir experimentando progresivamente sus efectos saludables, pues la alegría y el gozo interior nos irán invadiendo cada vez más, junto con una visión llena de esperanza frente a este mundo cada vez más envejecido y semidestruido por el pecado, pues nos convenceremos del poder de Dios derramado en nuestros corazones por su santo Espíritu para transformar el mundo al experimentar su fuerza en nuestra propia renovación.
Además, nos convertiremos en artífices de un cambio auténtico a nuestro alrededor, pues otros, experimentando la belleza de una vida en Dios y sus sabrosos frutos para la propia vida y la de quienes les rodean, también se animarán a irlo dejando entrar en su corazón para experimentar en primera persona sus efectos saludables. Si le abrimos de par en par nuestro corazón al Espíritu podremos gozar de todos sus bienes: paz, alegría, gozo… No nos arrepentiremos.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Esta solemnidad es una ocasión muy propicia para pedirle a Dios una nueva efusión de su santo Espíritu sobre toda la Iglesia, para que se renueve cada vez más en cada uno de sus miembros y podamos dar testimonio de una Iglesia que vive la unidad en la caridad. Solamente así podrá ser signo creíble en medio de un mundo lacerado por tantas divisiones, fruto del egoísmo que se asienta en los corazones, hasta convertirse en no pocos casos en su dios.
Pero esta efusión que produzca estos frutos tan hermosos no es posible sin la apertura del propio corazón por parte de cada bautizado. Entonces, esta fiesta es la oportunidad para concretizar esta súplica, aterrizándola a cada uno de nosotros; es decir, pedirle una nueva y potente efusión de su Espíritu en cada uno de nosotros; y para que esto se dé verdaderamente, entonces propongámonos examinar nuestro corazón y descubrir que está impidiendo al santo Espíritu la obra transformadora y renovadora que desea hacer en nosotros. Y pidámosle que nos ayude a dar el paso firme y radical de cortar “con afilada navaja” ese impedimento para que, así, podamos caminar, correr, volar tras el Espíritu hacia una existencia que encarna el mismo espíritu de Jesús que se entregó hasta la cruz por nuestra salvación.
También aprovechemos esta solemnidad para pedirle al Espíritu particularmente el don de fortaleza, pues las asechanzas del enemigo y las contrariedades de un mundo cada vez más adverso al Evangelio, hacen cada día más exigente el testimonio de una vida cristiana coherente. Que cada día nos convenzamos hondamente que solo en Dios tenemos vida y vida verdadera y que todo aquello que no sea Él es nuestra perdición y ruina. Solamente así podremos enfrentar este mundo y comunicarle, sin temor a los riesgos que puedan sobrevenir, la fuente de la Vida en abundancia, Jesucristo nuestro Señor, que se nos entregó al darnos su Espíritu.
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Recomendaciones prácticas:
• Hoy termina el Tiempo Pascual. Después de la última Misa, en la noche, se apaga el cirio pascual y se retira del presbiterio. Conviene colocarlo decorosamente en el bautisterio para que arda durante la celebración del Bautismo y poder encender en él los cirios de los bautizados.
• Comienza la semana de oración por la Unidad de los cristianos.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Como Iglesia universal celebramos hoy el día en que nuestro Señor Jesucristo, cumpliendo su promesa, envío su Santo Espíritu sobre los discípulos reunidos en el Cenáculo. Que la participación en esta celebración eucarística, en la que se renueva y actualiza este acontecimiento, disponga nuestro corazón a recibirlo y dejarlo actuar en nuestra vida diaria. Celebremos con fe y alegría.
Monición a la Liturgia de la Palabra
La efusión del Espíritu Santo que hoy escuchamos en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles al inicio de la Iglesia y en el Evangelio de san Juan el mismo día de la resurrección de Jesús, nos disponga a recibirlo como comunidad de fe y produzca sus efectos de unidad y caridad, tal como nos lo indica la segunda lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: En el día en que nuestro Señor Jesucristo cumplió la promesa del envío de su Santo Espíritu, presentemos al Padre todas nuestras súplicas con un corazón confiado y agradecido por todas sus obras maravillosas.
R. Escúchanos, Señor.
1. Te pedimos por tu Santa Iglesia: asístela continuamente con tu santo Espíritu para que siempre tenga la luz y la fuerza para anunciar tu Palabra y comunicar a todos los hombres tu amor y tu gracia.
2. Por quienes gobiernan los destinos de las naciones: para que con la luz de tu Santo Espíritu pueda conducir los pueblos por caminos de justicia y paz.
3. Por quienes sufren en el alma o en el cuerpo: para que con la fuerza de tu Santo Espíritu sean capaces de unir sus padecimientos a los de Jesucristo y, así, contribuyan a la redención de la humanidad.
4. Por nuestra comunidad parroquial y por quienes participamos de esta Eucaristía: para que nos pongamos en una actitud de docilidad a tu Santo Espíritu, renunciando a todo aquello que lo contrista.
Oración conclusiva
Escucha Padre Santo
las súplicas que te hemos dirigido;
que lleguen a tu presencia
y alcancen de Ti lo que te hemos
dirigido con fe y confianza, por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.