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pueblo de dios

Mié 20 Jul 2022

Papa Francisco envía mensaje al Celam con ocasión de su nueva sede

El Papa Francisco envió un mensaje al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), con ocasión de la inauguración de su nueva sede, y lo llamó a estar alerta “ante las tres idolatrías que siempre amenazan la marcha del Pueblo fiel de Dios”. El Papa Francisco envió un mensaje al Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), con ocasión de la inauguración de su nueva sede, y lo llamó a estar alerta “ante las tres idolatrías que siempre amenazan la marcha del Pueblo fiel de Dios”. En su mensaje, difundido este martes por el Vaticano, el Santo Padre invitó a los miembros del Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam) a agradecer a Dios por la conclusión “de esa obra material, que puede ser de ayuda para llevar adelante proyectos de evangelización y de formación pastoral en apoyo a las Conferencias Episcopales”, teniendo “presente que si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los constructores”. “No olvidemos que nuestras estructuras materiales sólo tienen sentido cuando están destinadas al servicio, sobre todo, de las hermanas y los hermanos que habitan las más extremas periferias de la vida”, añadió en el texto con fecha 24 de junio. En ese sentido, el Papa Francisco los llamó a “estar alertas ante las tres idolatrías que siempre amenazan la marcha del Pueblo fiel de Dios: la mediocridad espiritual, el pragmatismo de los números y el funcionalismo que nos lleva a entusiasmarnos por el plan de ruta más que por la ruta. Tentaciones que no toleran el misterio y van a la eficacia”. Asimismo, dijo el Pontífice, “sentimos la perenne necesidad de suplicar al Señor Resucitado que impulse y robustezca nuestra misión eclesial con la fuerza de su Espíritu Santo, para estar prontos a discernir los signos de los tiempos y responder, desde la perspectiva de la fe, la esperanza y la caridad, a las necesidades del Santo Pueblo fiel de Dios”. El Celam inició el pasado 12 de julio la asamblea extraordinaria en su nueva sede en Bogotá, donde están reunidos 40 arzobispos y obispos, entre presidentes, secretarios y delegados de las 22 Conferencias Episcopales de América Latina y el Caribe y un grupo de invitados especiales venidos del Vaticano, la reunión concluirá este jueves 14. Leer carta del Papa Francisco

Vie 15 Oct 2021

Hacia una Iglesia sinodal (III)

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Cuando se habla de sinodalidad eclesial como experiencia en la que caminamos juntos buscando un mismo fin, es necesario tener en cuenta algunas consideraciones. La primera, es que esta concepción no es nueva en la Iglesia. Desde sus mismos orígenes las comunidades cristianas, en torno, primero de su maestro, Cristo, y luego, en torno de los apóstoles, presididos por Pedro, trabajan juntos, hacen discernimiento juntos para resolver conflictos, etc. La segunda, más recientemente, el Concilio Vaticano II, propone la elocuente figura de la Iglesia como Pueblo de Dios, donde se invita a replantear los principios de la Iglesia netamente jerárquica, para apropiarnos de la imagen de una Iglesia servidora, en donde todos los miembros del Pueblo de Dios somos iguales en dignidad, aunque cada uno tiene un papel o una misión en la Iglesia, tanto universales, con el sacerdocio común, y los dones y carismas particulares, como los que surgen por el sacramento del orden (episcopado, presbiterado, diaconado). En los años 80 se promulga la reforma del Código de Derecho Canónico, y allí, en el libro segundo, intitulado “Del Pueblo de Dios”, se dedican 542 cánones al tema de los derechos y deberes de los fieles cristianos en general, luego los derechos y deberes de los fieles laicos, y describe la constitución jerárquica de la Iglesia y los Institutos de vida consagrada. Esto se encuentra en los cánones 204 a 746. En estos cánones ofrece el Código las formas como cada miembro del pueblo de Dios, peregrino en la tierra, puede y está llamado a ofrecer sus aportes para la consolidación del Reino de Dios en el mundo. A manera de ilustración, veamos algunos de los cánones, que nos permiten entender por qué en la dinámica sinodal, todos estamos invitados a participar activamente. c. 208 “Por su regeneración en Cristo, se da entre todos los fieles una verdadera igualdad en cuanto a la dignidad y acción, en virtud de la cual todos, según su propia condición y oficio, cooperan a la edificación del Cuerpo de Cristo”. 209 &1 “Los fieles está obligados a observar siempre la comunión con la Iglesia, incluso en su modo de obrar”. &2 “Cumplan con gran diligencia los deberes que tienen tanto respecto a la Iglesia universal como en relación con la Iglesia particular a la que pertenecen, según las prescripciones del derecho”. 211 “Todos los fieles tienen el deber y el derecho de trabajar para que el mensaje divino de salvación alcance más y más a los hombres de todo tiempo y del orbe entero”. 212 &2 “Los fieles tiene la facultad de manifestar a los Pastores de la Iglesia sus necesidades, principalmente las espirituales y sus deseos”. &3 “Tienen el derecho, y a veces incluso el deber, en razón de su propio conocimiento, competencia y prestigio, de manifestar a los Pastores sagrados su opinión sobre aquello que pertenece al bien de la Iglesia y de manifestar a los demás fieles, salvando siempre la integridad de la fe y de las costumbres, la reverencia hacia los Pastores, y habida cuenta de la utilidad común y de la dignidad de las personas”. Son muchos otros cánones que dan pie a la realización de las asambleas sinodales parroquiales y diocesanas. Vale la pena leerlos todos. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali Lea también: Por una Iglesia sinodal (I) [icon class='fa fa-download fa-2x'] LEER AQUÍ[/icon] Hacia una Iglesia sinodal (II)[icon class='fa fa-download fa-2x'] LEER AQUÍ[/icon]

Jue 16 Sep 2021

El Pueblo de Dios se ha manifestado

Por: Mons. Miguel Cabrejos Vidarte - Estimados hermanos y hermanas: Hemos concluido la fase de Escucha en preparación de la Primera Asamblea Eclesial de América Latina y El Caribe que se realizará del 21 al 28 de noviembre del presente año en modalidad mixta (presencial y telemática), cuya parte presencial tendrá lugar en la Casa Lago, sede de la Conferencia Episcopal Mexicana, y cuyo acto inaugural y de clausura tendrán lugar en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Esta primera Asamblea es inédita en la historia de la Iglesia Latinoamericana y constituirá un verdadero puente en medio de los más importantes “parte-aguas” de esta generación y en medio de la crisis provocada por el COVID-19 y de otras tantas pandemias e ideologías que afectan a la humanidad. La Asamblea Eclesial es expresión de un “kairos” de Dios, esto es, un tiempo propicio para llevar adelante los sueños discernidos por la Iglesia, por el Pueblo de Dios y las llamadas del Espíritu Santo en el Concilio Vaticano II que se hacen cada vez más urgentes en este momento, los cuales tuvieron eco en la Conferencia de Aparecida de la que hacemos memoria agradecida y actualizamos sus desafíos. Hemos vivido una primera etapa del tiempo de Escucha, de preparación para la Asamblea, la cual forma parte del camino que el propio Santo Padre ha marcado para toda la Iglesia, el camino sinodal, de la Iglesia en el Tercer milenio y conectado con los procesos que van “desde las periferias” hacia el Centro, para descubrir la voluntad de Dios. El Papa Francisco en su mensaje de lanzamiento de esta Asamblea eclesial subraya la novedad de esta reunión del pueblo de Dios con la participación de laicos (as), consagrados (as), sacerdotes, obispos e incluso miembros de las periferias en un camino donde se reza, se piensa, se habla, se discute, se busca y se discierne la voluntad de Dios. La Escucha ha de ser una constante en nuestra misión pastoral, y en esta primera etapa es la fuente para la elaboración del Documento de Discernimiento para la Asamblea que nos ofrecerá importantes claves para la renovación y revitalización de nuestro modo de ser Iglesia en América Latina y El Caribe, pues hoy como ayer “los Gozos y las esperanzas, las tristezas y angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo” (GS 1); por eso, debemos seguir privilegiando la Escucha mutua en cada una de nuestras instancias pastorales e iglesias particulares. El proceso metodológico del Sínodo Panamazónico de octubre de 2019 ha sido fuente de este proceso de escucha de la Asamblea Eclesial que proyecta a toda la Iglesia latinoamericana y caribeña, formando parte también del proceso del Sínodo sobre la Sinodalidad que se inaugura el 09 y 10 de octubre próximo hasta el 2023. Para el CELAM, lo aportado en la Escucha es un gran tesoro pastoral que sin duda alimentará no solo la I Asamblea Eclesial, sino también el proceso de Renovación y Reestructuración que ya lleva más de 2 años de discernimiento y de aplicación, para caminar en sinodalidad y eclesialidad en las acciones y las estructuras organizativas del CELAM, así como en sus procesos de decisión y acciones pastorales, pero también en el servicio de cada Iglesia particular en la Misión Común de ser discípulos misioneros en salida. No cabe duda que “necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo” (DAp 362) y está invitada a mirar con mayor profundidad (Cfr TMI) reconociendo en este proceso de escucha y en la Asamblea un instrumento que debe ser apropiado, abrazado y llevado adelante en cada lugar, en cada Iglesia específica, incluso más allá de la experiencia de la Asamblea Eclesial como tal, para que rinda sus frutos. Esta fase de Escucha ha puesto en “movimiento” a todas las Iglesias particulares de las 22 conferencias episcopales de América Latina y el Caribe donde la amplia participación del pueblo de Dios ha sido a través de muchísimos aportes individuales y comunitarios, así como gran cantidad de Foros Temáticos interdisciplinarios desarrollados de manera sincrónica y asincrónica que nos permite acoger múltiples miradas e iniciativas como muestra de un deseo genuino de ser escuchados, de participar de caminar como Iglesia a pesar de las dificultades y de las diferencias. El Pueblo de Dios se ha pronunciado, nos corresponde dejarnos interpelar por sus voces para hacerlas nuestras y asumir el llamado que Dios nos hace para la conversión pastoral. Por ello es necesario que nos sigamos comprometiendo con el proceso de la Asamblea Eclesial: 1.- Asumiendo los compromisos concretos a partir de la Escucha, llamados a acompañar a las Iglesias particulares y a quienes, desde las periferias, muchas veces no han sido escuchados. 2.- Invitando a quienes sean elegidos delegados/as a participar con entusiasmo y esperanza, así como también a quienes no sean delegados, a seguir el proceso de la Asamblea Eclesial desde sus comunidades, la cual como hemos manifestado anteriormente será en modalidad mixta (presencial y telemática). 3.- Como Pueblo de Dios, acompañando todos los procesos de reflexión, de discernimiento en las respectivas estructuras para poder “apropiarnos” de este camino, alimentarnos de él y dar frutos, proyectándonos también a la fase post-Asamblea. Como nos recuerda Episcopalis Communio, “todo proceso sinodal comienza en el pueblo de Dios, pero necesariamente termina en el pueblo de Dios”; por tanto, este proceso compromete al CELAM a acompañar los procesos sinodales y eclesiales en América latina y El Caribe, tanto en sus contenidos como en sus estructuras renovadas para el anuncio del Evangelio. Queridos hermanos y hermanas, queremos animar a todos y todas a que sigan siendo parte esencial de este proceso, que sigamos siendo esa Iglesia encarnada que se va tejiendo paulatinamente, donde la sinodalidad es un medio, donde el Santo Pueblo de Dios es el Sujeto, donde la Iglesia es Madre y Maestra que abraza, que impulsa y acompaña, y donde el horizonte es el Evangelio del Señor y la construcción de su Reino. Paz y Bien. + Miguel Cabrejos Vidarte, OFM Arzobispo Metropolitano de Trujillo Presidente de la Conferencia Episcopal Peruana Presidente del Consejo Eiscopal Latinoamericano CELAM

Vie 16 Abr 2021

Mirar con atención para tomar conciencia

Por: Omar de Jesús Mejía Giraldo - En nombre de la Iglesia, “pueblo de Dios”, doy un saludo cordial y fraterno a ustedes estimados sacerdotes. Gracias por su entrega generosa en bien de los fieles de esta cada Iglesia particular. Gracias por su amor y servicio a Dios y a la Iglesia. Dios recompense sus esfuerzos, fatigas y desgaste cotidiano en bien del Reino de Dios. Permítanme, estimados padres, comenzar mi reflexión haciendo referencia a San Ignacio de Loyola, quien sintetiza la vida del cristiano en dos palabras: Amar y servir. Esta, por antonomasia, es la vida de un sacerdote: amar y servir. Esta es nuestra tarea, nuestra misión, nuestro énfasis: amar y servir. Cuando a un sacerdote le dan un cargo “importante”, según el mundo, nos preguntan, ¿y cuáles son sus pergaminos?, nuestra única respuesta es: “Mis pergaminos son: amar y servir”. Estimados padres, nuestra tarea no es fácil, pero tampoco es tarea del otro mundo. Para cumplir con decisión y fidelidad nuestra bonita misión, necesitamos sí, del poder y de la gracia de Dios. Si no es de la mano de Dios, nuestro “oficio”, se vuelve tedioso, aburrido y aburridor. Recordemos aquella bonita sentencia que el arcángel le dice a María: “Porque para Dios nada es imposible” (Lc 1, 37). Mis queridos sacerdotes, con Dios todo ha sido posible. Con Dios todo podrá seguir siendo posible. Eso sí, por favor, les pido que no aflojemos, que estemos pegados de la mano de Él. “Creamos en la gracia de estado”. Todos por el bautismo, la confirmación y el Sacramento del Orden hemos recibido la luz y el poder del Espíritu Santo. En este saludo y encuentro de Pascua sacerdotal, estimados padres, permítanme compartir con ustedes una bonita frase que me encontré de San Agustín en el Oficio de lectura del miércoles Santo y que me ha servido como punto de partida en mi oración personal y para la siguiente reflexión, dice el santo: “Mirar con atención lo que nos ponen delate, equivale a tomar conciencia de la grandeza de este don”. Mis queridos padres, seguramente que todos hemos predicado muchísimo diciendo que “todo es un don”, ¿creemos de verdad esta preciosa sentencia? La vida es precisamente un don, el don por excelencia, la vida nos es dada. La vida es un regalo. Es pura misericordia divina. ¿Qué es aquello que tenemos qué no hayamos recibido? Todo nos ha sido dado. Dios, la vida, la naturaleza, los amigos, los maestros…, todo nos ha sido dado. Todos los días, si los vivimos anclados en el presente, descubrimos que somos sorprendidos por regalos maravillosos que se dan en cada instante vital de nuestro ser sacerdotal. Uno de los grandes pecados de la modernidad es la falta de atención. Hoy somos muy desatentos, descuidados y despreocupados… Mirar la vida con atención es descubrir que todo es un don, aun el mismo sufrimiento; pensemos por ejemplo en la pandemia. Esta nos ha enseñado que debemos mirar con mayor atención la vida, la salud, la familia, los amigos, la muerte, todo… La pandemia nos ha servido como una gran pedagoga que nos grita a los oídos: “Miren con mayor atención su propia grandeza, la grandeza del otro y la grandeza de la creación”. Y cómo me estoy dirigiendo a sacerdotes, estimados padres, los invito a mirar con atención la grandeza de nuestro sacerdocio. ¿Quién de nosotros se inventó a sí mismo como sacerdote? Somos lo que somos por gracia de Dios y por confianza de la Iglesia. Soy lo que soy, sacerdote, por pura y absoluta gratuidad divina. El sacerdocio se me ha dado por mediación de la Iglesia. Soy lo que soy, por la oración de mi familia y la intercesión de mi comunidad. Mi estimado sacerdote, cuando tengo delante de mí una hostia y un poco de vino para ser consagrados, y por gracia, convertirlos en cuerpo y sangre de Cristo, debo admirar el don que Dios me ha regalado. Cuando absuelvo a un penitente o soy absuelto de mis pecados, debo mirar con atención lo que hago, para caer de rodillas admirado por el don que Dios me ha concedido. Hago lo que hago con su poder y en su nombre… Mirar con atención crea gratitud, admiración, luminosidad… Mirar con atención crea respeto y responsabilidad. Otro de los pecados graves de la modernidad es la superficialidad y nosotros no somos inmunes a este flagelo. Este pecado nos hace ser rutinarios y autómatas; además, nos pone en el mundo de la velocidad vertiginosa y desesperada por adquirir cosas y esto no nos permite mirar con atención los detalles más simples y sencillos de la vida. La plenitud del amor está en saber poner atención. Mirar con atención lo que nos ponen frente es un gran gesto de amor. Sin amor no hay atención, sin atención no hay amor. “Quien vive movido por la fuerza interior del amor, atiende a todo el mundo, pero también, atiende a cada uno según sus necesidades y posibilidades” (Frances Torralba). Quien vive movido por el amor, mira con atención lo que hace en el momento que lo hace. El amor centra. Como sacerdotes, debemos mirar con atención lo que somos y hacemos. Mirar con atención nuestra parroquia, nuestros fieles, la familia, la comida, el espacio en el cual vivimos… Padres, para mirar con atención debemos ser más reflexivos y para ser más reflexivos, es urgente incrementar la cultura del silencio. Si no hay silencio no hay atención, y si no hay atención, no hay contemplación del don. Sin atención no se toma conciencia del don que somos para sí mismos y para los demás. La cultura del silencio es un gran antídoto contra la superficialidad. Otra de las grandes fragilidades del momento histórico que vivimos es el de la velocidad. La prisa, los afanes por producir y dar resultados no nos permiten tener tiempo para la meditación y el silencio. Démonos como tarea, entre nosotros como presbiterio, incrementar la cultura del silencio e impulsarla en nuestros fieles. Esto nos ayudará a mirar con mayor atención nuestra fe y tomar conciencia de la grandeza de este gran don. Señor, ¡Tú en mí y yo en ti, somos una sola cosa! + Omar de Jesús Mejía Giraldo Arzobispo de Florencia