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San Pablo

Mié 20 Jul 2022

Desiderio desideravi: Carta apostólica del Papa sobre la formación litúrgica

En la solemnidad de San Pedro y San Pablo, el Santo Padre Francisco publicó este 29 de junio, la carta apostólica "Desiderio desideravi" sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios. “Una celebración que no evangeliza no es auténtica”, es el mensaje que el papa Francisco quiere enviar con la carta apostólica al Pueblo de Dios, y con la que quiere recordar el sentido profundo de la celebración eucarística surgida del Concilio e invitar a la formación litúrgica. Además, un comunicado del Dicasterio para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos recuerda que esta Carta apostólica “es la continuación de la dirigida únicamente a los obispos con motivo de la publicación de la Motu Proprio Traditionis custodes, cuyo objetivo principal es continuar ‘la búsqueda constante de comunión eclesial’ en torno a la expresión única de la lex orandi del Rito Romano que es expresada en los libros de la reforma litúrgica deseada por el Concilio Vaticano II”. Finalmente, el Dicasterio subraya que “el tono del documento no es el de una instrucción o un directorio: es, más bien, un texto de meditación, con una vívida impronta bíblica, patrística y litúrgica, que ofrece muchas motivaciones para comprender la belleza de la verdad de la celebración litúrgica” porque de la liturgia “nace y se fortalece la comunión vivida en la caridad fraterna, que es el primer y más eficaz testimonio del Evangelio”. Comprender la belleza de la Liturgia Desiderio desideravi, no se trata de una nueva instrucción o de un directorio con normas específicas, sino de una meditación para comprender la belleza de la celebración litúrgica y su papel evangelizador, que concluye con un llamamiento: "Abandonemos la controversia para escuchar juntos lo que el Espíritu dice a la Iglesia, guardemos la comunión, sigamos asombrados por la belleza de la liturgia". La fe cristiana, escribe Francisco, es un encuentro con el Jesús vivo, “y la Liturgia nos garantiza la posibilidad de tal encuentro”. “Quisiera que la belleza de la celebración cristiana y de sus necesarias consecuencias en la vida de la Iglesia no se vieran desfiguradas por una comprensión superficial y reductiva de su valor o, peor aún, por su instrumentalización al servicio de alguna visión ideológica, sea cual sea”. "Al Cenáculo no se entra sino por la atracción de su deseo de comer la Pascua con nosotros" Después de haber advertido sobre la "mundanalidad espiritual" y el gnosticismo y el neopelagianismo que la nutren, Francisco explica que "la participación en el sacrificio eucarístico no es nuestra conquista como si pudiéramos jactarnos de ello ante Dios y ante nuestros hermanos" y que "la liturgia no tiene nada que ver con un moralismo ascético: es el don pascual del Señor que, acogido con docilidad, hace nueva nuestra vida. Al Cenáculo no se entra sino por la atracción de su deseo de comer la Pascua con nosotros”. Es necesario redescubrir la belleza de la liturgia, expresa el Papa, pero este redescubrimiento “no es la búsqueda de un esteticismo ritual que se deleita sólo en el cuidado de la formalidad externa de un rito o se conforma con una escrupulosa observancia de la rúbrica. Evidentemente esta afirmación no quiere en modo alguno aprobar la actitud opuesta que confunde la sencillez con la banalidad descuidada, la esencialidad con la superficialidad ignorante, la concreción de la acción ritual con un funcionalismo práctico exasperado”. Cuidar todos los aspectos de la Liturgia El Papa explica que hay que cuidar todos los aspectos de la celebración (espacio, tiempo, gestos, palabras, objetos, ropa, canto, música) y evitar despojar a la asamblea de lo que le corresponde, es decir, “el misterio pascual celebrado en la modalidad ritual que establece la Iglesia. Pero incluso si la calidad y la norma de la acción celebratoria estuvieran garantizadas, esto no sería suficiente para que nuestra participación sea plena”. Detrás de las batallas por el rito, en definitiva, hay diferentes concepciones de la Iglesia. No podemos decir, precisa el Pontífice, reconocer la validez del Concilio y no aceptar la reforma litúrgica nacida de la Sacrosanctum Concilium. La importancia de la formación Es importante, prosigue el Papa, educar en la comprensión de los símbolos, y una forma de hacerlo "es ciertamente cuidar el arte de celebrar", que "no puede reducirse a la mera observancia de una rúbrica y ni siquiera puede pensarse como una creatividad imaginativa, a veces salvaje, sin reglas". El rito es en sí mismo una norma y la norma nunca es un fin en sí mismo, sino siempre al servicio de la realidad suprema que quiere salvaguardar”. El arte de celebrar no se puede aprender "por hacer un curso de oratoria o de técnicas de comunicación persuasiva", se necesita "dedicación diligente a la celebración, dejando que sea la celebración misma la que nos transmita su arte". Francisco lamenta que en muchas comunidades cristianas, su manera de vivir la celebración “está condicionada -para bien y, por desgracia, también para mal- por la forma en que su párroco preside la asamblea” que se ven amplificadas cuando las celebraciones son retransmitidas online. Por último, el Papa concluye la carta pidiendo a "todos los obispos, presbíteros y diáconos, formadores de seminario, profesores de facultades teológicas y escuelas de teología y los catequistas, que ayuden al pueblo santo de Dios a aprovechar lo que siempre fue la fuente primaria de espiritualidad cristiana”, reiterando lo establecido en Traditionis custodes, para que “la Iglesia pueda suscitar, en la variedad de lenguas, una y la misma oración capaz de expresar su unidad”. Fuente: Agencia católica AICA [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar carta apostólica "Desiderio desideravi"[/icon]

Lun 25 Abr 2022

¿Resucitamos con Cristo? Cinco signos de vitalidad cristiana

Por: Mons. Elkin Fernando Álvarez Botero - Me llegó un mensaje en la primera semana de pascua que decía algo como esto: “Si has resucitado con el Señor, deben permanecer en tu vida los signos de la vida del Resucitado; que no se te acabe la alegría de seguirlo y de testimoniarlo”. Recordé entonces que el Apóstol Pablo, no pocas veces en sus cartas, quiso exhortar a sus comunidades de la misma manera, esto es, invitándolas a enseñar los signos vitales que dan prueba de haber resucitado con Cristo. ¿Cuáles son esos signos vitales? Les propongo cinco que aparecen en los textos bíblicos: Buscar las cosas de allá arriba (cf. Col 3,1-2): Lo pide San Pablo a la comunidad de Colosas. Se trata de una invitación a la esperanza de eternidad, pero es también una consigna que lleva a los cristianos a dejarse guiar en toda su vida por los criterios del Evangelio. El Apóstol contrapone esta actitud con la aspiración de lo terreno, de la cual dice que hay que darle muerte, o con el “hombre viejo”, del que hay que despojarse para revestirse del “hombre nuevo”. Son signos de muerte la mentira, el odio, la inmoralidad, la idolatría de la codicia, la cólera, la ira, la maldad. En cambio, son signo de vitalidad cristiana la misericordia, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia, el perdón y, sobre todo, el amor, al que se llama “el broche de la perfección”. No tener miedo (cf. Mt 28,5.10): Es una insistencia del Resucitado cada vez que se muestra a los discípulos; también les pide que no se desesperen o que no alberguen dudas en su interior. Así, el Señor nos invita a la confianza, a la audacia y a la certeza de su presencia. Estos son signos, por tanto, de vitalidad cristiana. Los proyectamos ante todo en una acción pastoral más valiente y convencida; una evangelización que no tenga dudas de que la resurrección de Cristo es la gran noticia de la historia que no se puede callar. Acoger la paz y transmitirla (cf. Lc 24,36): Cristo entrega la paz; es como su saludo característico. No se trata de una frase protocolaria; es una realidad que se actúa en el encuentro con el Resucitado y que viene sólo de él. Él es la paz, con su misterio pascual hemos alcanzado este don precioso. Acoger y ser artesanos de paz es un signo inconfundible de vitalidad cristiana. No podemos olvidar que es la paz de Cristo, que no es la misma que nos da el mundo. Comprender las escrituras (cf. Jn 20,9; Lc 24,25-27): Los relatos bíblicos pascuales, especialmente en Lucas y Juan, se refieren a esta comprensión de las escrituras como un camino para reconocer al resucitado. Es signo de vitalidad cristiana meditar y nutrirse de la Palabra que es el sustento y vigor de la tarea evangelizadora en la Iglesia. Reconocer a Cristo en el partir del pan y saber repartir el pan (cf. Lc 24,35-43): Bien conocemos que los discípulos reconocen a Cristo cuando él parte el pan. Sorprende, además, que Jesús resucitado en sus apariciones pida algo de comer o invite a comer a sus discípulos. La alusión es claramente eucarística, especialmente en cuanto ella es comunión, unidad y fraternidd. Tenemos signos vitales del resucitado en nosotros cuando la Eucaristía que se convierte cada vez más en el alimento que nos fortalece espiritualmente y cuando esta vivencia se traduce en caridad efectiva con nuestros hermanos, particularmente con los más pobres y necesitados. Revisemos, pues, estos signos en nuestra existencia y práctica cristiana; ellos nos dirán si verdaderamente hemos resucitado con Cristo. + Elkin Fernando Álvarez Botero Obispo de Santa Rosa de Osos

Mié 20 Abr 2022

“¡Es Verdad, el Señor ha Resucitado!” (Lc 24, 34)

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Con esta fórmula el evan­gelista Lucas resume el acontecimiento decisivo que contiene toda nuestra fe, toda nuestra esperanza y la razón de ser de la caridad, que se tiene que hacer real en nuestra vida cristia­na en este día en que celebramos la resurrección del Señor. La pro­clamación de la Resurrección de Jesús, es fundamental para dar ci­miento a la fe, tal como lo señaló el Apóstol san Pablo: “Si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes no tiene sentido y siguen aún sumidos en sus pecados” (1 Cor 15, 17). La Resurrección de Jesucristo es la revelación suprema, la mani­festación decisiva para decirle al mundo que no reina el mal, ni el odio, ni la venganza, sino que rei­na Jesucristo Resucitado que ha venido a traernos amor, perdón, reconciliación, paz y una vida renovada en Él, para que todos tengamos la vida eterna. Si Cris­to no hubiese resucitado realmen­te, no habría tampoco esperanza verdadera y firme para el hombre, porque todo habría acabado con el vacío de la muerte y la soledad de la tumba. Pero realmente ha resu­citado, tal como lo atestiguan los evangelistas: “Ustedes no teman; sé que buscan a Jesús, el Cruci­ficado. No está aquí, ha Resuci­tado como lo había dicho” (Mt 28, 5 - 6). Él es la fuente de la ver­dadera vida, la luz que ilumina las tinieblas, el camino que nos lleva a la salvación. Nuestro caminar diario tiene que conducirnos a un encuentro perso­nal con Jesucristo vivo y Resuci­tado, “que me amó y se entregó por mí” (Gal 3, 20), y ahora Resu­citado vive y tiene en su poder las llaves de la muerte y del abismo, para rescatarnos del mal que nos conduce a la muerte y darnos la verdadera vida, la gracia de Dios que nos renueva desde dentro con una vida nueva, para así conver­tirnos en misioneros del Señor Resucitado, según su mandato a los discípulos: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bau­tícenlos para con­sagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíri­tu Santo, enseñán­doles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fi­nal de los tiempos” (Mt 28, 19 - 20). Así lo entendieron los primeros discípulos que vieron a Jesucris­to y lo palparon Resucitado. Pe­dro, los Apóstoles y los discípulos comprendieron perfectamente que su misión consistía en ser testigos de la Resurrección de Cristo, por­que de este acontecimiento único y sorprendente dependería la fe en Él y la difusión de su mensaje de salvación. También nosotros en el momento presente somos testigos de Cristo Resucitado, que como bautizados estamos llamados a llevar a cabo la misma misión de Cristo que ha venido a traer per­dón, reconciliación y paz. La primera palabra de Jesús para los discípulos fue de paz y solo esa palabra fue suficiente para que se llenaran de alegría y todos los miedos, dudas e incertidumbres que tenían quedaran atrás y se convirtieran en fuente de espe­ranza para muchos que estaban atentos al mensaje de salvación. Un mensaje de paz que contiene la misericordia y el perdón del Padre Celestial. Con este mensaje los discípulos fueron enviados a anunciar la misericordia y el per­dón: “A quienes les perdonen los pecados les quedan perdona­dos” (Jn 20, 23), de­jando la paz a todos, porque no puede exis­tir paz más intensa en el corazón que sen­tirse perdonado. Esa realidad renueva toda la vida, para que siga­mos adelante en este esfuerzo misionero de comunicar a Jesucris­to Resucitado. Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Ore­mos por nuestros enemigos, per­donemos de corazón a quien nos ha ofendido y pidamos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque Dios hace nuevas todas las cosas. No temamos, no tengamos preocupación alguna, estamos en las manos de Dios. La Eucaristía que vivimos con fervor es nuestro alimento, es la esperan­za y la fortaleza que nos conforta en la tribulación y una vez forta­lecidos, queremos transmitir esa vida nueva con mucho entusiasmo a nuestros hermanos, a nuestra fa­milia, porque “¡Es verdad, el Se­ñor ha Resucitado!” (Lc 24, 34). La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificulta­des, ante el sufrimiento físico o moral, cuando surgen las contra­riedades, los problemas familia­res, cuando vivimos momentos de cruz. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree, ni espera. Porque Jesucristo ha Resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con todos los santos. Necesitamos esforzar­nos constantemente para estar más cerca de Jesús. Tenemos esta posi­bilidad gracias a su Resurrección. Podemos sentir como san Pablo, que dijo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20). Los animo a que sigamos ade­lante, en ambiente de alegría pas­cual y gozo por la Resurrección del Señor. Que la oración pascual nos ayude a seguir a Jesús Resu­citado con un corazón abierto a su gracia y a dar frutos de fe, espe­ranza y caridad para con los más necesitados y siempre puestos en las manos de Nuestro Señor Jesu­cristo, que es nuestra esperanza y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del glo­rioso Patriarca san José, que nos protegen. En unión de oraciones, sigamos adelante. Reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Mar 25 Ene 2022

San Ireneo y la unidad de los cristianos

Aunque desde hace décadas la semana de oración por la unidad de los cristianos se celebra en Colombia en el contexto de la fiesta de Pentecostés, que por tal motivo este año tendrá lugar del 5 al 12 de junio, sin embargo, la fecha propuesta por la Iglesia Universal suele concluir con la fiesta de la conversión de San Pablo (25 de enero). Esta es la razón por la cual, durante estos días, se ha venido hablando del tema; en el magisterio pontificio del papa Francisco destacan tres temas: los pobres, la ecología y la fraternidad universal que, de manera especial, se concreta a través del diálogo interreligioso y la promoción de la unidad de los cristianos. En efecto, la intención de oración del papa para el mes de enero, como lo hizo público en su acostumbrado video, se centró en orar por las personas que sufren discriminación y persecución por motivos religiosos; para el papa la libertad religiosa es reconocer en el otro, independiente de su credo, “un verdadero hermano”, e invitó a los católicos a que “elijamos el camino de la fraternidad, porque o somos hermanos o perdemos todos”. Además, el pasado 21 de enero declaró a San Ireneo de Lyon como “Doctor de la Unidad”; en el decreto, el pontífice expresó que este santo, habiendo venido de oriente, ejerció su ministerio episcopal en occidente y se convirtió en “un puente espiritual y teológico entre cristianos orientales y occidentales”. Además, su nombre, Ireneo (que en griego significa “promotor de la paz”) “expresa aquella paz que viene del Señor y que reconcilia, reintegrando en la unidad”. En la Conferencia Episcopal los temas de promoción de la unidad de los cristianos y el diálogo interreligioso (PUD), además de la política pública de libertad religiosa están liderados por el señor obispo de Yopal, Monseñor Edgar Aristizábal Quintero, presidente de dicha Comisión Episcopal. El Departamento de PUD en el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) coordina las actividades del Comité Ecuménico en el que actualmente participan ocho iglesias cristianas históricas que hacen presencia en Colombia. Lea también: Papa Francisco concluyesemana de oración por la unidad de los cristianos

Dom 27 Jun 2021

"¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?"

SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES Junio 29 de 2021 Primera lectura: Hch 12,1-11 Salmo: Sal 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 (R. 5b) Segunda lectura: 2Tm 4,6-8.17-18 Evangelio: Mt 16,13-19 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Tres temas se pueden destacar hoy en la Solemnidad de san Pedro y san Pablo: • La Iglesia, obra del Señor, la Iglesia confesante, • La Iglesia martirial, • La Iglesia de la esperanza. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El texto de los Hechos de los Apóstoles nos relata que aquel momento fue de grave crisis para la comunidad cristiana. Tenían problemas con las autoridades religiosas y con las civiles. Herodes Agripa, nieto de Herodes el Grande, para agradar a los judíos, empezó a perseguir a la Iglesia y, así, había mandado decapitar a Santiago, encarceló a Pedro y todos temían lo peor. La comunidad "oraba insistentemente a Dios por él". Y, en efecto, el ángel lo liberó de un modo milagroso. El mismo Pedro no se lo acababa de creer: "Pues era verdad: el Señor ha enviado a su ángel para librarme". La de aquella noche fue una gran experiencia para la comunidad. Lucas dice que era la semana de Pascua: en cierto modo, se repetía el acontecimiento del éxodo liberador del pueblo en Egipto y el de la resurrección de Jesús de entre los muertos. En esta ocasión era Pedro el liberado de la cárcel. En la carta a Timoteo esta vez es Pablo el que está en la cárcel, prisionero en Roma, como un malhechor, sintiéndose abandonado de todos, sin hacerse ilusiones sobre cuál va a ser el final de su prisión, la condena a muerte: "El momento de mi partida es inminente". El que se entregó a Cristo a lo largo de sus trabajos apostólicos, está casi deseando unirse a él con la ofrenda de su propia vida, imitando su sacrificio pascual. Mirando hacia atrás, puede sentirse satisfecho de la labor realizada: "He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe". Lo que no le abandona es la confianza en Dios: "Me aguarda la corona merecida: el Señor me ayudó y me dio fuerzas; el Señor seguirá librándome de todo mal". En el evangelio a la pregunta de Jesús "¿quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?", responde impetuoso, como siempre, Pedro, en nombre de los demás. Y recibe por ello no sólo la alabanza de Jesús, sino lo que podríamos llamar "la investidura" en el papel de responsable de la comunidad: le llama Pedro, Piedra (Cefas), y le encomienda las llaves del Reino. Al "tú eres el Mesías" le sigue el "tú eres Pedro". En otras ocasiones le encomendará ser el pastor de la comunidad, o pescador de hombres. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Celebramos hoy, unidos en un entrañable recuerdo, la fiesta de estos dos grandes apóstoles, Pedro y Pablo, columnas de la Iglesia y testigos -cada uno desde su personalidad propia- de la fe y del amor a Cristo. Pedro era pescador, de Betsaida. Pablo, un judío de Tarso, en la actual Turquía, de la tribu de Benjamín, de formación farisea. Ambos fueron llamados por Cristo Jesús: el uno, junto al lago de Genesaret; el otro, en el camino de Damasco, donde iba para perseguir a los cristianos. Ambos respondieron con prontitud y se convirtieron o murieron juntos. Pedro fue mártir en el circo de la colina del Vaticano, en tiempos de Nerón. Pablo, poco más tarde, en la vía Ostiense, camino del mar. El primero, según una tradición muy antigua, crucificado cabeza abajo, porque no se sentía digno de morir como su Señor y Maestro. El segundo, decapitado. Cada uno de ellos tiene una basílica dedicada en el lugar de su martirio, -en el Vaticano y en la vía Ostiense-, basílicas levantadas en el siglo IV por Constantino, apenas iniciada la era de paz para la Iglesia. La fiesta de hoy nos estimula, ante todo, a aumentar nuestra conciencia de Iglesia y, en concreto, de "Iglesia apostólica". El fundamento de nuestra fe es siempre Cristo Jesús; pero él mismo quiso que Pedro y los demás apóstoles fueran los fundamentos visibles, puntos de referencia de la unidad, de la fe, de la caridad. Como ahora lo sigue siendo el Papa al frente del colegio episcopal, que preside la comunidad desde la caridad y merece nuestro respeto y nuestra aceptación, porque Cristo ha querido una comunidad eclesial apostólica, basada en el ministerio de los apóstoles y sus sucesores. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Pedro y Pablo nos enseñan a superar con valentía las dificultades que podamos encontrar en nuestro camino. En nuestra vida de cristianos y de testigos de Cristo, seguro que habrá días nublados, de abatimiento y de ansia. El salmo responsorial lo podemos aplicar a tantos momentos de nuestra historia, eclesial y personal. "El ángel del Señor librará a los que temen a Dios". Como dice con gozosa confianza el salmista: "Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias". Pedro lo experimentó en la noche de la cárcel, en un momento crítico para toda la comunidad. Pablo sintió la ayuda de Dios a lo largo de sus muchas peripecias apostólicas, cuando también él sentía dudas y miedos, y tenía que saltar por encima de obstáculos que parecían insalvables. La Iglesia lo ha podido constatar a lo largo de dos mil años de existencia. Ojalá cada uno de nosotros, que seguramente sabe lo que es pasar por momentos de crisis y angustia, pueda experimentar, al recurrir a Dios, cómo nos alcanza su ayuda y su fuerza salvadora: "Y lo salva de sus angustias: me libró de todas mis ansias". II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Celebramos hoy la solemnidad de los apóstoles San Pedro y San Pablo. Ellos fueron columnas de la Iglesia y heraldos del Evangelio. Hoy recordamos especialmente también al Papa, Obispo de Roma y sucesor de San Pedro y pedimos al Señor que siga velando por su Iglesia. Monición a la Liturgia de la Palabra La liturgia de la Palabra nos muestra hoy que la fidelidad de los apóstoles Pedro y Pablo a su misión les llevó a la cárcel, a la persecución y finalmente al martirio. Ellos han recorrido el mismo camino de amor y dolor que el Señor. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Animados por la fe y por la caridad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, presentemos a Dios Padre nuestras súplicas. Respondamos a cada una diciendo: R. Aumenta, Señor, nuestra fe 1. Para que el Santo Padre, el Papa Francisco, gobierne, con la sabiduría del Espíritu y la firmeza de la fe apostólica, a la Iglesia del Dios vivo. Roguemos al Señor. 2. Para que Dios, que envió́ a Pablo a anunciar el mensaje de salvación a todos los pueblos, envíe hoy también sacerdotes que proclamen el Evangelio en nuestra diócesis y en todo el mundo. Roguemos al Señor. 3. Para que los responsables del gobierno de las naciones, como servidores de Dios, procuren siempre la justicia y el bien de los ciudadanos. Roguemos al Señor. 4. Para que los que sufren persecuciones y están encarcelados a causa de su fe obtengan su libertad por la oración perseverante de la Iglesia. Roguemos al Señor. 5. Para que quienes nos encontramos reunidos hoy aquí́ perseveremos firmemente cimentados en la doctrina apostólica y en la integridad de la fe y anunciemos a Cristo al mundo. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Señor Dios nuestro, por la intercesión de San Pedro y San Pablo, recibe las súplicas que te hemos presentado con fe. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Jue 25 Jun 2020

«Tú eres Pedro y sobre esta piedra yo edificaré mi Iglesia»

SAN PEDRO Y SAN PABLO, APÓSTOLES Primera lectura: Hch 12,1-11 Salmo: 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 Segunda lectura: 2Tm 4,6-8.17-18 Evangelio: Mt 16,13-19 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • La Iglesia la conformamos quienes, en comunión con el apóstol Pedro, por medio del bautismo, confesamos nuestra fe en Jesús como el Cristo, como el enviado del Padre, como el Ungido; • De esta manera nos convertimos en discípulos que vamos caminando peregrinos en esta tierra procurando, con el auxilio de la gracia de Dios, dar testimonio con nuestras palabras y obras de la buena noticia del Evangelio. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Jesús conversa con sus discípulos en la región de Cesárea de Filipo, no lejos de las fuentes del Jordán. Este episodio ocupa un lugar importante en el evangelio de Mateo. Es probable que el autor sagrado no quiera que sus lectores confundan las iglesias que van naciendo desde la experiencia vivida junto a Jesús con las sinagogas o comunidades judías donde hay toda clase de opiniones sobre él. Es importante aclarar quién está en el centro de la Iglesia. Jesús se lo pregunta directamente a sus discípulos: «Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?»., Pedro responde en nombre de todos: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Pedro intuye que Jesús no es solo el Mesías esperado. Es el “Hijo de Dios vivo”. El Dios de la vida. Pedro, que siempre estuvo cerca de Jesús, llega a captar su misterio en las palabras y gestos que esparcen por doquier salud, perdón y vida nueva. Jesús le responde felicitándolo: «¡Bienaventurado tú, Simón, ¡hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos”. Ninguno de nosotros, seres humanos “de carne y hueso”, podemos despertar por sí mismo la fe en Jesús, porque esas cosas sólo las revela el Padre a los sencillos, no a los sabios y entendidos; como sabemos, Pedro pertenece a esa categoría de seguidores sencillos de Jesús que viven con el corazón abierto al Padre. A continuación, Jesús hace una promesa solemne: «Tú eres Pedro y sobre esta piedra yo edificaré mi Iglesia». Es Jesús quien la edifica. Es Jesús quien nos convoca a que seamos sus seguidores y nos reúne en torno de su persona. La Iglesia es de Jesús y nace de él. Pero Jesús no construye sobre arena, por eso Pedro será la roca en esta Iglesia, no porque tenga solidez ni firmeza en su temperamento, pues, aunque es honesto y apasionado, también es inconstante y contradictorio. Su única fuerza es la que proviene de su fe sencilla en Jesús. La Iglesia es solo de Jesús y solo él ocupa el centro. Solo Jesús la edifica con su Espíritu. Pedro nos hace la invitación para que vivamos abiertos a la revelación del Padre, a que no olvidemos a Jesús y a que centremos su Iglesia en la verdadera fe. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Jesús confió en Pedro y en Pablo para que fueran los pilares de la Iglesia que iba a construir y les confió el don de la fe, a pesar de sus conocidas debilidades: Pedro negó a Cristo y Pablo perseguía a sus discípulos, pero con su fe fortalecida dedicaron toda su vida a difundir el evangelio a todo el mundo. Hoy le pedimos a Jesús que como a Pedro y a Pablo, siga transformando nuestra fragilidad, para consagrarnos para Él y para la Iglesia y para los más pequeños y sencillos de su Reino. Entregando nuestras vidas en sus manos para que Él vaya haciendo su obra en nosotros y podamos dar testimonio de nuestra fe. Jesús siempre elige a las personas sencillas, como eligió a Pedro, y lo capacitó para la misión. Así también Jesús confía en nuestro pobre barro y nos anima y nos sostiene cada día para que, como creyentes, bautizados y/o consagrados llevemos su mensaje de salvación hasta el confín de la tierra. Esta es una ocasión propicia para confirmar nuestra fe en Cristo y nuestra comunión con el sucesor de Pedro, el Santo Padre, el Papa Francisco, que tiene la misión, como pastor de la Iglesia Universal, de confirmarnos en la fe y en la caridad. Al mismo tiempo, de impulsar la misión de la Iglesia que, siguiendo el testimonio de San Pablo, busca incansablemente anunciar y dar testimonio del Evangelio, que es la buena nueva de la vida y de la salvación. Podríamos preguntarnos en este momento: ¿me siento un miembro vivo de la Iglesia que aporta con sus palabras y obras a la misión evangelizadora? ¿Me uno espiritualmente en mis oraciones e intenciones al Santo Padre, los Obispos, sacerdotes, religiosos y quienes tienen la responsabilidad de pastorear el rebaño del Señor para confirmarlo en la fe? Resuenan todavía las palabras del Papa Francisco al agradecer nuestra acogida por su visita a nuestro país: “Con mi visita he querido bendecir el esfuerzo de este pueblo, confirmarlo en la fe y en la esperanza, y recibir su testimonio, que es una riqueza para mi ministerio y para toda la Iglesia. El testimonio de este pueblo es una riqueza para toda la Iglesia”. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Es el momento en este camino de dejarnos conducir por este deseo de Dios comenzando por expresarle nuestra gratitud y nuestra firme voluntad de adherirnos a Él, de confirmar nuestra fe en Él, pero no podemos hacerlo solos, Jesús declaró a Pedro bienaventurado porque su confesión no fue obra de la carne sino revelación de Dios, pidamos al Señor su gracia para que esta Palabra que hemos meditado nos permita adherirnos más plenamente a Él y nos permita fortalecer nuestra identidad de discípulos misioneros. Jesús le dijo a Pedro: “Te daré las llaves del reino de los cielos”. Hoy Jesús también me dice a mí:” A ti te entrego las llaves”. En mis manos pone su mensaje, sus ilusiones, su confianza, y las Palabras del Padre. Me hace portador de sus esperanzas y proyectos. Jesús hoy sigue llamando y pide una respuesta: Y tú, ¿tú, quien dices que soy yo? Esta respuesta cuestiona toda nuestra vida: pensamientos, sentimientos, valores, planes, actuaciones, conducta, familia, comunidad cristiana. Que Dios siga renovando el don de la fe en todos los que estamos en camino, dando a conocer su mensaje, para que seamos la Iglesia de Pedro, firme en la fe, unida al Cuerpo de Cristo y también para que seamos la Iglesia de Pablo, dinámica, sin fronteras, inquieta… para que Cristo sea conocido y acogido por todos. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Estamos celebrando hoy la Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. La confesión de fe de Pedro, invita a cuestionar nuestra adhesión a la persona de Jesús como Mesías y a que intentemos definir cuál es la misión de nuestra Iglesia. Festejemos con alegría el ser cristianos católicos reconociendo que en nuestra historia hubo cristianos valientes que, como Pedro y Pablo, entregaron su vida por completo para llevar por todo el mundo el Evangelio, la Buena Nueva de Cristo que murió y resucitó. Participemos activamente. Monición a la Liturgia de la Palabra Dejémonos iluminar por la Palabra de Dios que se nos proclama en este día, prestando especial atención al modo de conducirse Pedro y a las palabras que Jesús le dirige. Y, así, poder confirmar nuestra identidad de discípulos Misioneros y, asistidos por la gracia, convertirnos en testigos del Evangelio con nuestras palabras y obras. Escuchemos atentamente. Oración Universal o de los Fieles Presidente: En el gozo de la solemnidad de los santos apóstoles Pedro y Pablo, imploremos a Dios Padre la misericordia divina para la Iglesia, edificada sobre la roca de Pedro, y la conversión para el mundo entero, iluminado por la predicación de Pablo. Digamos con fe: R. Dios de amor escúchanos 1. Para que el Santo Padre, el Papa Francisco, gobierne a la Iglesia del Dios vivo, con la sabiduría del Espíritu y la firmeza de la fe apostólica. Roguemos al Señor. 2. Para que Dios, que envió a Pablo a anunciar el mensaje de salvación a todos los pueblos, envíe hoy también sacerdotes y misioneros que proclamen el Evangelio en todo el mundo. Roguemos al Señor. 3. Para que los responsables del gobierno de las naciones, como servidores de Dios, procuren siempre la justicia y el bien de los ciudadanos. Roguemos al Señor. 4. Para que los que sufren persecuciones y están encarcelados a causa de su fe obtengan su libertad por la oración perseverante de la Iglesia. Roguemos al Señor. 5. Para que quienes nos encontramos reunidos hoy aquí perseveremos firmemente cimentados en la doctrina apostólica y en la integridad de la fe, y anunciemos a Cristo al mundo. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Escucha, Señor, las oraciones, que esta comunidad te ha dirigido con fe. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Lun 4 Sep 2017

Sociedad de San Pablo, presente en la visita del Papa Francisco

La Conferencia Episcopal de Colombia y la Sociedad de San Pablo, con motivo de la visita apostólica del Papa Francisco a Colombia, preparó un subsidio litúrgico para los fieles que participarán en la Eucaristía presidida por el Pontífice, el día jueves 7 de septiembre, a las 4:30 p. m., en el Parque Simón Bolívar en Bogotá. A quienes asistan a la celebración eucarística se les entregará un ejemplar de la hojita El Domingo (edición especial) con las oraciones y los textos de las lecturas que se proclamarán en esta ocasión. Incluye, además, algunas cantos que se prepararon para animar este momento de encuentro y celebración como hermanos en la fe. A este cometido se han unido la Universidad Santo Tomás de Bogotá y Ultraserfinco, instituciones que, desde sus diferentes áreas de trabajo, están comprometidas, también, en la difusión de la Palabra de Dios y de temas relacionados con los valores humanos y cristianos. Esta hojita la pueden adquirir en las Librerías San Pablo de Bogotá o en las entradas al Parque Simón Bolívar ese día totalmente gratis.

Mié 21 Jun 2017

Descarga vigilia para celebrar Solemnidad de san Pedro y san Pablo

En el marco de la celebración de la solemnidad de san Pedro y san Pablo se pone a disposición de todos los fieles la Vigilia de preparación para la visita del papa Francisco a nuestro país. Este insumo, que ha sido preparado por el Comité Teológico Pastoral de la Visita del papa Francisco, quiere brindar a los fieles un momento de oración para que la comunidad se reúna y medite en torno a las figuras de san Pedro y san Pablo y la invitación que nos hacen para ser animadores de la Buena Noticia. El documento ofrece cinco momentos y está disponible para su descarga en formato cartilla y documento. La vigilia se puede realizar el mismo día de la solemnidad o en una fecha cercana. La Solemnidad de san Pedro y san Pablo se celebra el 29 de junio. [icon class='fa fa-download' link='']DESCARGA LA VIGILIAI DESCARGAR FOLLETO[/icon]