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sermón de la montaña

Mié 25 Ene 2023

Bienaventurados los pobres en el espíritu

CUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Enero 29 de 2023 Primera Lectura: Sofonías 2, 3; 3,12-13 Salmo: 146(145), 6c-7.8-9a.9bc-10 (R. Mateo 5, 3a) Segunda Lectura: 1Corintios 1,26-31 Evangelio: Mateo 5, 1-12a. I. Orientaciones para la Predicación Introducción • Como un nuevo Moisés, Jesús expone desde lo alto de un monte la nueva ley de su Reino; es el Sermón de la Montaña que comienza con las Bienaventuranzas, todas ellas se resumen en la primera: la de los pobres en el espíritu, aquellos que lo dejan todo para seguir e imitar a Cristo. • Ya en el Antiguo Testamento la pobreza voluntaria como signo de humildad, sinceridad y mansedumbre era la característica fundamental del resto de Israel que debía recibir en su seno al Mesías. • La Iglesia de la gran ciudad de Corinto recuerda nuestras actuales comunidades cristianas, que han de sentirse fuertemente insertadas en Cristo que es quien actúa con su poder en medio de ellas. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Hoy escuchamos, en la primera lectura, un pasaje bien conocido del profeta Sofonías. En una época dura y compleja de la vida del pueblo de Israel, cuando aparece muy cercana la perspectiva del exilio, el Señor promete un “resto fiel” que buscará al Señor con humildad y confianza. Así se introduce la figura teológica de los pobres de Yahvé, que no se refiere a una clase sociológica, sino a aquellos que siguen con sencillez y humildad los caminos del Señor, que guardan sus mandamientos, que hacen depender toda su vida del amor del Señor. La misma realidad se celebra en el Salmo que, justamente, recuerda, como en un cántico sin término, las acciones de Dios a favor de los pobres en el espíritu. También el trozo que hemos escuchado de la carta a los Corintios recoge la línea veterotestamentaria que ya hemos señalado, aplicada a una comunidad cristiana. La vida en Cristo no puede fundarse en glorias o conquistas humanas, sino en el amor y misericordia de Dios que nos ha escogido. Se habla, además, del modo de proceder de Dios, en ocasiones desconcertante, porque elige lo débil, lo que no cuenta. Bien sabemos que el pasaje evangélico de San Mateo que se lee hoy en la liturgia, el de las Bienaventuranzas, introduce el llamado Discurso de la Montaña, en el que se anuncia el Reino de Dios, su identidad, su dinámica y sus exigencias. Las palabras de Jesús, que sin duda desconciertan, se refieren al modo de actuar de Dios y, de modo especialísimo, hablan del mismo Cristo en cuya vida y mensaje se refleja cada una de las bienaventuranzas. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Como María, en su visita a Isabel, la Iglesia debe lograr la comprensión del modo de ser y de actuar de Dios: “Él derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos…” (Lc 1, 46ss). Sólo los humildes y sencillos, los que pertenecen al resto que Dios se ha elegido, así como los describe el profeta Sofonías, pueden descubrir el misterio de la acción misericordiosa de Dios. Lo afirma el mismo Cristo en su alabanza al Padre: “…has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla” (Lc 10,21). Dios nos ofrece la felicidad verdadera, la que no se acaba y la que no se compara con la aparente dicha que nos dejan algunas cosas del mundo. En efecto, las bienaventuranzas hacen evidente un nuevo orden, aquel que surge del plan de Dios; las bienaventuranzas nos revelan el amor de Dios, su voluntad salvífica, lo que pasa en cada persona cuando acepta el reinado de Dios en su vida. Hay que tener presente que las bienaventuranzas no proclaman una especie de resignación y de pasividad frente al sufrimiento. La dicha no está en llorar, sino en el consuelo que se recibe de Dios; no está en sufrir, sino en heredar la tierra; no está en tener hambre y sed de justicia, sino en quedar saciado. Si queremos encontrar la felicidad verdadera, la que el Señor nos promete, tenemos que vivir en el espíritu de las Bienaventuranzas. El Papa Francisco nos decía en una de sus homilías: “Si alguno de ustedes hace la pregunta: ¿Qué hay que hacer para convertirse en buen cristiano?, aquí tenemos la respuesta de Jesús que nos indica tan ‘contracorriente’ respecto a lo que habitualmente se hace en el mundo”. El mismo Santo Padre afirmaba: “las bienaventuranzas son el programa de vida del cristiano”. Hay que invitar a nuestras comunidades a hacer de las bienaventuranzas no sólo el programa de cada persona, sino también el itinerario de fe y de práctica de la acción evangelizadora. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Si miramos a nuestro alrededor, observaremos que cada vez más se impone, con fuerza destructora, un estilo de vida que etiqueta como triunfadores o vencedores a los que ostentan el poder, el tener y el placer. Y muchas dinámicas sociales sirven a estos propósitos. El Señor nos propone un ideal bien distinto: el de aceptar su reinado en nuestra vida, el de asemejarnos a Cristo, el de encontrar la dicha en su amor y misericordia. Las bienaventuranzas deben representar para cada uno y para la comunidad un desafío permanente: el de buscar la felicidad en las cosas del Señor, confiarnos totalmente en su amor, ver las cosas como Dios las ve, aceptar su reino y seguirlo fielmente. ______________________ Recomendaciones prácticas: • Convendría hacer una cartelera con la frase: “Dichosos los que tienen espíritu de pobres”. • La Plegaria eucarística de hoy pudiera ser la de para diversas circunstancias 4: «Jesús, que pasó haciendo el bien», p. 529 del Misal, por destacar la cercanía de Jesús con los pequeños, pobres, enfermos, pecadores, oprimidos y afligidos. • Tener presente que esta semana, el jueves 2 de febrero, es la fiesta de la Presentación del Señor: Jornada Mundial de la Vida Consagrada. La liturgia propone un esquema sencillo de bendición de los cirios y con procesión o sin ella, antes de comenzar la eucaristía. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Muy amados hermanos: nos reunimos de nuevo alrededor del altar del Señor para celebrar el misterio de nuestra fe. Hoy el Señor Jesús nos indicará el camino de la verdadera felicidad, no sólo a través de la Palabra sino también en el sacrificio de sí mismo, ofrecido al Padre. Vivamos la Eucaristía con una participación activa y consciente. Monición a la Liturgia de la Palabra Con frecuencia oímos hablar de planes, de proyectos o de metas. Hoy la Escritura Sagrada nos indica el programa de vida del cristiano que es el de las bienaventuranzas. Pongamos toda la atención del corazón a la proclamación de la Palabra de Dios, pues en ella encontraremos la “lámpara que guía nuestros pasos” (Sal 118,105). Oración Universal o de los Fieles Presidente: Al Padre, que nos promete la felicidad verdadera en la acogida de su Reino y en el seguimiento de su Hijo, presentemos nuestras súplicas confiadas, diciendo: R. Venga tu Reino, Señor 1. Por la Iglesia, el Papa, los Obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos, para que nuestra existencia cristiana refleje la confianza, humildad y alegría propias de los Hijos de Dios. Roguemos al Señor. 2. Por los que ejercen el gobierno en sus comunidades, para que el Señor les concedas sabiduría y fortaleza para trabajar a favor del bien común, especialmente en medio de las comunidades más vulnerables. Roguemos al Señor. 3. Por quienes tienen hambre y sed de justicia, los perseguidos por causa de la justicia, los que trabajan por la paz: que todos se vean fortalecidos y animados para seguir buscando el bien con decisión y valentía. Roguemos al Señor. 4. Por los que sufren y los que lloran: que puedan hacer la experiencia del consuelo y del amor de Dios en la caridad de todos nosotros sus hermanos. Roguemos al Señor. 5. Por nuestra comunidad, para que viva el espíritu de las Bienaventuranzas, de manera especial, obrando con limpieza de corazón y con misericordia. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Padre, lleno de ternura, recibe complacido la oración de tu Iglesia congregada en el día de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor, R. Amén