Pasar al contenido principal

Opinión

Mar 12 Abr 2016

Identidad y escala de valores

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Entramos a vivir el tiempo de Pascua. Pascua siempre sugiere un paso necesario de una situación a otra; es superación y esperanza. Pasar de la muerte a la vida significa un cambio no sólo cualitativo sino de sentido. Y la Pascua del Señor implica necesariamente en la vida social, en la cotidiana construcción de la cultura, en las relaciones humanas, en la persona, un paso y cambio para superar todo lo que daña, lo que produce muerte, para rescatar la vida, la dignidad humana. Vivir en un mundo global nos permite monitorear diariamente de una sola mirada, lo que ocurre en el planeta desde el mismo lugar de los acontecimientos, experimentando simultáneamente, las repercusiones y efectos, sean positivos o negativos para toda la humanidad. Tal es la influencia que las redes sociales y el mundo virtual, así como los diversos medios de comunicación, ejercen sobre la “aldea global” o casa común que compartimos. El uniformismo va quedando en segundo plano y la fragmentación de costumbres, actividades, opciones y propósitos se van convirtiendo en una feria de diversidades. Curiosamente también se puede ver la tendencia a imponer por parte de ideologías (visión de la sociedad desde la perspectiva de un grupo determinado o de un pensamiento “único”) un punto de vista que, a como dé lugar, “debe” ser aceptado por todos. Lo más curioso de esta tendencia cultural, es que casi siempre se hace en nombre de la libertad, que paradójicamente es don y tarea permanente, y llamada a generar responsabilidad y compromiso leal para con toda la familia humana y su dignidad. En este estado de cosas, resulta demasiado importante, por tocar la misma dimensión de sentido de toda persona humana o sociedad, construir la identidad de cada uno como conciencia y conocimiento de sí mismo, habida cuenta de unos valores que se asumen libremente y que permiten no solo, la dirección de un proyecto de vida (vocación), sino la posibilidad de conocer y respetar en las relaciones humanas cotidianas, el ser de los demás. Es la condición que permite entre otros factores, el diálogo, el enriquecimiento con el punto de vista de los otros, los consensos para buscar el bien común, el respeto de los derechos inalienables de las personas donde ellos empiezan, y en el lenguaje cristiano, la posibilidad de construir comunidades dinámicas, responsables y en paz. Un ejemplo palpable del fenómeno señalado más arriba, lo pudimos experimentar en la pasada Semana Santa, tendencia que se acentúa cada vez más, cuando hubo programación de fútbol de selecciones de América, en la fase eliminatoria, el jueves y viernes Santos; también en Cuba el viernes Santo, se programó la histórica presentación de los rockeros famosos, The Rolling Stones. Y ya no es extraño ver la diversidad de programaciones que se empiezan a ofrecer simultáneamente en el tiempo que, en nuestra cultura latinoamericana y en el occidente cristiano en general, celebramos en la fe el acontecimiento central de la pasión, muerte y resurrección del Señor. No es fácil identificar de dónde provienen estas iniciativas, ni en últimas su intención, pero sí resulta comprensible que a muchos de los promotores, no les interesa, tampoco les importa, que una gran mayoría del pueblo exprese con tranquilidad y sin ser interrumpidos, libremente su fe y creencias a las que tienen derecho inalienable. También resulta una oportunidad para aplicar una jerarquía de valores a la hora de participar en esos eventos y “escoger” qué es lo primero y que puede ocupar otro lugar, pues siendo importante y atractivo como por ejemplo ver jugar a nuestra selección Colombia, sin embargo no reemplaza de ninguna manera a Quien está en primer lugar: nuestro Dios y Señor. Con mi fraterno saludo de pascua. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Dom 10 Abr 2016

Para orar, meditar y vivir

Para orar, meditar y vivir ¿Me amas más que éstos? Santa Teresita, inquieta por santificarse en la iglesia, se hacía continuamente la siguiente pregunta: ¿En la iglesia cuál es mi vocación? Después de mucho leer y meditar, se encontró con los capítulos 12 y 13 de la primera carta de San Pablo a los Corintios y de allí extrajo la siguiente conclusión: “En la iglesia, mi vocación es el amor”. Y desde aquélla hora la santa repetía continuamente: “¡Oh, Jesús!, para amarte no tengo nada más que el hoy”. El amor verdadero se vive en el presente, en el hoy de Dios, de lo contrario es una mera ilusión. “Me voy a pescar” es la expresión que Pedro lanza a los otros discípulos y dicen ellos: “Vamos también nosotros contigo”. Vuelven al oficio de antes, regresan a su pasado y lo hacen bajo el liderazgo de Pedro, pero con unos criterios meramente humanos. El amor que Jesús les había manifestado durante su ministerio público, llegaron a pensar que era un amera ilusión, un amor pasajero, un amor al estilo humano. Por eso, volvieron al oficio de antes e intentaron pescar durante toda la noche y al amanecer no habían cogido nada. Por más que bregaron no lograron pescar absolutamente nada. Es que la vida sin el Señor es vacía y sin sentido. Se necesitan las luces del Maestro y Señor. En realidad la vida sin Jesús no tiene orientación, no tiene un norte bien definido. “Jesús se presentó en la orilla” y hace una pregunta: “Muchachos, ¿tenéis pescado?”. Los discípulos fueron sinceros y reconocieron que no tenían absolutamente nada que compartir con el “desconocido” que los interrogaba. Sin embargo, cuando él los invita a lanzar las redes, que luego sacaron llenas de peces, son obedientes y es allí precisamente, cuando descubren que es el Señor. La obediencia a la Palabra de Jesús multiplica el bien y da resultados asombrosos. Con la obediencia se descubre que el Señor nunca se ha ido, que siempre ha estado con sus discípulos, aún en los momentos más críticos de su existencia Jesús está con sus discípulos no solamente en los momentos buenos y alegres de la vida, sino también a la hora de la dificultad. También lo estará en medio de sus persecuciones y de la muerte. Jesús estará siempre allí. Dios está siempre con nosotros, aunque muchas veces no lo percibamos. Viene ahora una escena preciosísima que vale la pena resaltar: Jesús invita a sus discípulos a compartir una comida. Los discípulos aportan los peces, pero Jesús mismo ya ha preparado la hoguera. “Ven unas brasas con un pescado puesto, encima y pan”. Jesús les calienta el alma, les da de comer, les alimenta el espíritu. Jesús rehace la amistad con sus discípulos, les demuestra que su amistad es eterna, les da prueba fehaciente se su fidelidad y amor eterno. Allí sentados en la cena, se gesta un silencio constructivo, un silencio palabra, en el cual los discípulos no se atreven a decir nada, porque sabían que era el Señor. Frente a Dios es mejor callar que locamente hablar. A Dios solo se le ama y se le contempla en el silencio. Los discípulos entienden que no se trata del silencio amargo del escandalo de la cruz, sino del silencio que reconoce una presencia viva, que acoge la identidad del Maestro, que satisface la interpelación del corazón. Ahora que Jesús ha resucitado, Jesús rescata a sus discípulos de la noche de una ausencia que nunca ha sido tal y atrae a su comunidad a una comunión más profunda con Él. En este comer juntos, Jesús es para ellos, más que nunca “el pan que da la vida” plena y resucitada (6,35). “Yo soy el Pan de Vida”. “Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10). Decía Santa Teresa: “Dios siempre habla en el silencio”. Para escuchar a Dios es necesario hacer silencio. En el silencio nos abrimos a la acción misericordiosa de Dios. El silencio nos propicia un ambiente favorable para conocernos a nosotros mismos y reconocer al otro. En la soledad nos encontramos con nuestras grandezas y miserias. En el silencio descubrimos el amor infinito de Dios, su misericordia. En este ambiente de silencio, se da precisamente la última escena del evangelio que proclamamos, miremos: 1.Hay una triple pregunta: ¿Me amas? Con la triple pregunta, Jesús le da a Pedro la posibilidad de enmendar su triple negación durante la pasión. Dios nos da a todos siempre una segunda oportunidad. Incluso nos da una tercera, una cuarta y hasta infinitas posibilidades. El Señor no lo borra a uno de su corazón con el primer error. Con el Señor siempre hay una nueva oportunidad, con Él nada está perdido. ¿Será que nosotros somos así con los demás? Somos resentidos, vengativos…, precisamente, porque vivimos sin Dios. Odiamos y con ese sentimiento ocupamos nuestro corazón y no le damos cabida al Señor. Trabajamos mucho, hacemos muchas cosas, pero sin la fuerza divina y por eso hacemos demasiado poco y nos cansamos mucho. 2.Quien ama perdona. Si aprendiéramos la lección contenida en esto que Jesús hizo por Pedro, si nos interesáramos por devolverle nuestra confianza a alguien que se ha equivocado, que nos ha hecho algo feo, que nos ha traicionado, que no se hizo sentir cuando más lo necesitábamos, nuestra convivencia familiar y comunitaria sería más feliz. Si perdonáramos más, viviríamos más y mejor, viviríamos alegres y bien dispuestos para amar incluso a los enemigos. 3. Hay una triple confesión que termina con un acto de confianza absoluta: “Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero”. El diálogo entre Jesús y Pedro tiene que ver con la vida de cada uno de nosotros. San Agustín dice: “Interrogando a Pedro, Jesús también nos interrogaba a cada uno de nosotros”. La pregunta: “¿Me amas?” se dirige a todo discípulo. El cristianismo no es un conjunto de doctrinas y prácticas; es una realidad mucho más íntima y profunda. Es una relación de amistad con la persona de Jesús. 4.Quien ama sirve. Pongámosle cuidado también a esto: Jesús pide que el amor por Él se concrete en el servicio a los demás. Amar consiste en servir. “¿Me amas?, entonces apacienta mis ovejas”. ¿Amas a tu esposo(a)?, entonces ocúpate de él (ella). ¿Amas a los hermanos de tu comunidad de fe?, entonces pongase a servirles. ¿Amas a tu hijo?, y entonces, ¿por qué lo abandonas? Nuestro amor por Jesús no se debe quedar en un hecho intimista y sentimental, se debe expresar en el servicio a los otros, en el hacerle el bien al prójimo. La Madre Teresa de Calcuta solía decir: “El fruto del amor es el servicio y el fruto del servicio es la paz”. [icon class='fa fa-download fa-2x']Descargar reflexión completa[/icon]

Vie 8 Abr 2016

¿Matrimonio igualitario?

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro - Una avalancha de reacciones no se hizo esperar. Las a favor y las en contra; las mesuradas y las exacerbadas. Un tema tan álgido da para todo y es porque no se puede ser indiferente cuando se trata de una realidad que nos toca el nervio: la familia. ¿Quién no tiene una? ¿Quién no tiene una visión de lo que es o debería ser? Quizá alguno piense que para el caso colombiano se trata del peor escenario para recibir la Exhortación Apostólica Post Sinodal del Papa Francisco sobre este tema: “Amoris Laetitia”. Pero yo pienso lo contrario: no que sea el mejor escenario posible – porque no lo es – sino que resulta siendo el ámbito más paradigmático para evidenciar el reto de cómo hacer que la Familia no pierda su esencia constitutiva. Es decir: ¿Quieren una evidencia de cómo la familia se ha resquebrajado hasta el punto de considerarse familia y matrimonio lo que no lo es? Es verdad que la culpa no es toda nuestra, de la Iglesia, pero sí tenemos parte en esta debacle. Seamos sensatos: ¿Qué tanto tiempo ocupa nuestra pastoral familiar? ¿No hemos ido cediendo al querer del mundo actual que solo ve el matrimonio como un acto social y no como sacramento? (¡Desde que paguen el estipendio! dirá alguno) ¿Cuánto tiempo se emplea y quién dicta los cursillos prematrimoniales? ¿Quién llena el expediente prematrimonial en la parroquia? ¿Qué tipo de diálogo se lleva a cabo con la pareja que se va a casar? ¿Vamos más allá de entregar simplemente la lista de requisitos? ¿Atendemos más las formalidades documentales que el acompañamiento pastoral para que el consentimiento de los contrayentes sea pleno, libre, consciente? Y los matrimonios de laicos comprometidos: ¿Hasta dónde se han esforzado por hacer de su experiencia de esposos una manera concreta de evangelizar? Y si en lo antecedente hay cuestionamientos, ni se diga lo consecuente: ¿Existe en nuestras parroquias un grupo consolidado de asesoría matrimonial al menos durante el primer año de unión conyugal? ¿Hay al menos un mínimo seguimiento a las parejas de recién casados? ¿Qué crisis han sufrido, qué alegrías han experimentado: nacimientos, muerte, fracasos económicos, infidelidades, etc? ¿Nos contentamos con el mínimo esfuerzo de celebrar una esporádica eucaristía por las familias o, por el contrario, vamos a buscar a las familias, salimos a encontrarlas, a proponerles un estilo de vida cristiano? ¿La pastoral familiar en la parroquia va más allá de unos talleres anuales en el templo durante la Semana de la Familia? ¡Para algo han de servir las direcciones del domicilio después del matrimonio que quedan consignadas en el expediente prematrimonial! ¡Para algo más que para poder enviar una notificación en el caso de iniciar un proceso de nulidad matrimonial! Rasguémonos todas las vestiduras posibles porque la Corte Constitucional Colombiana avaló el matrimonio entre personas del mismo sexo, pero también hagamos de este acontecimiento una oportunidad: hay que hacer más, mucho más, por salvaguardar la familia, por favorecer la responsabilidad de los padres en la educación de los hijos, por formar personas maduras para asumir el reto del amor. Expongamos la doctrina siempre actual de la Iglesia que expone claramente que solo en la complementariedad del hombre y la mujer subyace la posibilidad de constituir un entorno adecuado para el crecimiento de las personas en el plan de Dios. Hagamos algo más y hagámoslo ya. No puede haber un contexto más “tristemente oportuno” que el actual. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Vie 8 Abr 2016

La alegría del matrimonio ante la decisión de la Corte

Por Daniel Bustamante Goyeneche Pbro.La unión entre personas del mismo sexo no cumple las mismas funciones sociales por las que el Derecho regula y protege el matrimonio, por lo que no tiene sentido atribuirle toda la regulación jurídica del matrimonio. El Matrimonio es una institución que tiene una vocación primaria a la procreación, que solo pueda darse entre un hombre y una mujer. Por lo tanto las personas del mismo sexo no pueden por naturaleza procrear. En efecto, el matrimonio no es una institución meramente “convencional”; no es el resultado de un acuerdo o pacto social. Tiene un origen más profundo. Se basa en la voluntad creadora de Dios. Dios une al hombre y a la mujer para que formen “una sola carne” y puedan transmitir la vida humana: “Sed fecundos y multiplicaos y llenad la tierra”. Es decir, el matrimonio es una institución natural, cuyo autor es, en última instancia, el mismo Dios. Jesucristo, al elevarlo a la dignidad de sacramento, no modifica la esencia del matrimonio; no crea un matrimonio nuevo, sólo para los católicos, frente al matrimonio natural, que sería para todos. El matrimonio sigue siendo el mismo, pero para los bautizados es, además, sacramento. Lo que está en juego, en este caso como en cualquier otro en el que la Iglesia alza la voz, es el respeto a la dignidad de la persona humana y a la verdad sobre el hombre. El sujeto de derechos es la persona, no una peculiar orientación sexual. El matrimonio no es cualquier cosa; no es cualquier tipo de asociación entre dos personas que se quieren, sino que es la íntima comunidad conyugal de vida y amor abierta a la transmisión de la vida; comunidad conyugal y fecunda que sólo puede establecerse entre hombre y mujer. Por otra parte, no se puede privar a los niños del derecho a tener padre y madre, del derecho a nacer del amor fecundo de un hombre y de una mujer, del derecho a una referencia masculina y femenina en sus años de crecimiento. La Iglesia enseña que toda persona, independientemente de su tendencia sexual, debe ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando “todo signo de discriminación injusta”. Del mismo modo, la Iglesia también ha recordado que no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. Las personas del mismo sexo pueden tener otro tipo de unión que debe ser protegido, pero que en esencia es distinto al matrimonio. “Dios creó el hombre a imagen suya; [...] hombre y mujer los creó” (Gn 1, 27). “Creced y multiplicaos” (Gn 1, 28); “el día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó “Hombre” en el día de su creación” (Gn 5, 1-2). Es de recordar que la mayoría de los colombianos profesamos la Fe Católica, la cual reconoce la noción de matrimonio que surge de la unión de un hombre y una mujer. La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Concierne particularmente a la afectividad, a la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, a la aptitud para establecer vínculos de comunión con otro. Corresponde a cada uno, hombre y mujer, reconocer y aceptar su identidad sexual. La diferencia y la complementariedad físicas, morales y espirituales, están orientadas a los bienes del matrimonio y al desarrollo de la vida familiar. La armonía de la pareja humana y de la sociedad depende en parte de la manera en que son vividas entre los sexos la complementariedad, la necesidad y el apoyo mutuos. No podemos ceder ante la indebida presión de algunos grupos de interés, empeñados en socavar los valores fundamentales del matrimonio y de la familia. Exhortamos a nuestros feligreses y a los ciudadanos de buena voluntad a mantenerse fieles a las enseñanzas morales del Evangelio, camino de vida y plenitud humana. Animados por el Papa Francisco, que nos insiste que “los proyectos de equiparación de las uniones entre personas homosexuales con el matrimonio, no existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia […] Es inaceptable que las iglesias locales sufran presiones en esta materia y que los organismos internacionales condicionen la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan el “matrimonio” entre personas del mismo sexo ».(Relación final 2015, 76; cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales (3 junio 2003), 4.) Debemos reafirmar nuestro compromiso de defender la naturaleza auténtica y los derechos inalienables de la familia, fundada en el amor y el compromiso de un hombre y de una mujer. Oramos por Colombia, especialmente por los esposos y esposas que viven fielmente su compromiso de amor matrimonial para que, con su testimonio de vida, manifiesten a la sociedad la belleza de la familia cristiana. Daniel Bustamante Goyeneche Pbro. Director Departamento Matrimonio y Familia Conferencia Episcopal de Colombia

Mié 6 Abr 2016

Con misericordia, verdad y justicia

Por Monseñor Libardo Ramírez Gómez. Tres años de Pontificado ha cumplido el apreciado Papa Francisco (13-03-16). Como “Papa venido de lejano lugar”, dijo el Papa Wojtyla en 1978, en su primer saludo, y este singular “Francisco”, comienza con ese nombre emblemático de sencillez, y comenta que llega a Roma como “del final del mundo”, la lejana Argentina. A esas primeras sorpresas se suma la de ser el primer latinoamericano que llega a la sede de Pedro, y el primer “Jesuita”, llegado a ese sumo pontificado. Ambas circunstancias suscitan aprecio e interrogantes. Antes de bendecir a las gentes pide con sencilla humildad ser bendecido, despojado de fastuosas vestes. Sorpresivo, espontáneo, ha sido este Papa en los anteriores detalles, y en no cuidarse de expresar verdades así su enunciación cause sorpresa, y malos entendidos. Habla con “parresía”, o atrevimiento, como cuando preguntó que quien era él para juzgar el más íntimo sentir de un “gay”, sin decir que esa situación no fuera anormal, ni que acciones sexuales en esa línea no sean pecaminosas. Señala que el juicio íntimo de ellas depende de la convicción de cada persona. En el fondo, el juicio de una actuación, cómo p.e. de la persecución a El, dice Jesucristo, que el actor puede estar creyendo que ejecuta algo bueno ante Dios. Así obraba un Saulo de Tarso cuando perseguía a los cristianos. Tiene el Papa Francisco el valor de decir verdades y de precisarlas, así desilusione a quienes se entusiasman con falsas interpretaciones, aplicando el necesario “discernimiento”, propio de su Comunidad, por ejemplo, cuando precisa que “nada quiere decir en contra de las sabias enseñanzas del Catecismo Universal de la Iglesia Católica”. Es mensajero, el Papa Francisco, de un Dios que es misericordioso con los pecadores, no para dejarlos tranquilos en su pecado sino para llamarnos al “no peques más”, con invitación a sendas de verdad y justicia ,si quieren tener paz en sus corazones. Ha abierto este Papa la misericordia de Dios para atender a los fieles cuyo matrimonio haya fracasado, no para dejarlos comulgar si se han lanzado a convivencia adulterina, sino, manteniendo la verdad de la indisolubilidad matrimonial, abrir cauces de investigación para ver si, en justicia, el primer matrimonio fue válido o no. Misericordia, pero dentro de la verdad y la justicia. Dolorosamente en ámbitos eclesiásticos, comenzando por estrados vaticanos, se han mezclado estilos “no santos”, de poderío, de círculos privilegiados, de procederes indebidos en lo económico, todo lo cual reclama determinaciones decididas que el Papa Francisco va tomando. Estilo sencillo de vida, testimonio de austeridad de personas y de entidades, va reclamando con insistencia este Papa, con aprecio del mundo, así se gane la malquerencia de algunos. Que ese estilo limpio llegue a las curias diocesanas, a los Obispos, a las Parroquias, a las comunidades religiosas, que ojala tengan lemas como el de la Compañía de Jesús: “todo para mayor gloria de Dios”. Lo importante no ha sido que se declare o no al Papa “personaje del año”, o que se le den premios humanos, sino el estar marcando, a fondo, una sentida pastoral de pleno compromiso, de cercanía a todos, desde los más encumbrados hasta lo más humildes, dentro y fuera de la Iglesia, con total desprendimiento. Clama el Papa por personas de pleno servicio a los humildes, sin acomodamientos ni privilegios burocráticos, para imitar radicalmente a Jesús de Nazareth, quien “no vino a ser servido sino a servir”. Es su anhelo que a partir de él hasta el más humilde fiel de la Iglesia, estén comprometidos en un obrar “con misericordia, verdad y justicia”. Que el vivir de todo cristiano sea, con el Papa Francisco, una real vivencia de la novedad del “Mandamiento del Amor” (Jn. 13). Un actuar, siempre, con misericordia, verdad y justicia. *Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]

Lun 4 Abr 2016

La familia marca la conducta humana

Escrito por: Mons. Froilan Casas Ortiz. No entiendo cómo con alguna frecuencia escucho a los padres de familia sobre el incorrecto comportamiento de sus hijos. Pregunto ¿acaso no son hijos suyos? Usted cosecha lo que siembra. ¿Qué sembró usted en su hijo desde el momento mismo de la concepción? ¡Ah! Ahora, pague las consecuencias. Uno no es hijo del vecino. El ejemplo entra por casa, ¿qué formó en sus hijos? La mejor escuela de formación es el ejemplo. Si usted ha sido tramposo en los negocios, en su trabajo, ¿qué vieron sus hijos? Si usted maltrató a su cónyuge, ¿qué será de sus hijos? Si usted evadía los impuestos haciendo trampas o buscando privilegios y excepciones, ¿Qué pedirán sus hijos mañana? Si usted conduce embriagado, parquea en sitios prohibidos, no respeta las señales de tránsito, ¿qué harán sus hijos mañana? Si usted es tan desordenado en su pequeña o grande economía, en donde le debe a cada santo una vela, en donde gana diez y gasta quince, ¿qué harán sus hijos mañana? No les enseñe a sus hijos qué pueden comprar con el dinero, enséñeles qué no pueden comprar con el dinero. Si usted es alcahueta de sus hijos, cubriéndolos para que el médico les dé la incapacidad para justificar la no asistencia escolar, cuando en realidad se fueron a un paseo que usted organizó en pleno período académico, ¿sus hijos dirán la verdad mañana? A usted mismo lo engañarán. La sabiduría popular nos ofrece sendos mensajes al respecto: de tal palo, tal astilla; hijo de tigre, sale pintado; de tales padres, tales hijos. En el Altiplano Cundiboyacense se utiliza un refrán muy significativo, aplicado especialmente a las mujeres: las ovejas por la lana y las hijas por la mama. Permítanme contarles esta historia familiar del Gran Gandhi: un día Gandhi le pidió a su hijo que llevara el auto al taller de mecánica automotriz, pues tenía una pequeña avería. Habiéndolo llevado hacia las nueve de la mañana, esperó que su hijo se lo trajera antes de la cinco de la tarde, -era un taller conocido por su responsabilidad, cumplimiento y honestidad-. El famoso abogado indio esperaba el automóvil a la hora acordada, esperó hasta la seis de la tarde. Ante la tardanza, telefoneó al taller para enterarse de lo ocurrido. Del taller le respondieron que el vehículo había sido entregado a las once y media de la mañana. El Señor Gandhi decidió irse a su hogar, como era su costumbre después del trabajo del día. Se puso muy preocupado por el temor que le hubiese sucedido algo grave a su hijo. Cuando el hijo regresó a casa hacia las siete de la noche, le preguntó el padre qué había pasado. El hijo le respondió que le habían entregado el auto reparado a las seis de la tarde y por eso no le había podido cumplir el compromiso adquirido. El padre abrazó a su hijo y comenzó a llorar diciéndole: -¡Hijo mío dime cuándo te enseñé mentir, si eso ha ocurrido te pido perdón!-. El hijo comprendió perfectamente el mensaje, se arrodilló y le pidió perdón a su padre. Ante el ejemplo no hay argumentos o palabras que valgan. + Mons. Froilan Casas Ortiz Obispo de la diócesis de Neiva

Mié 30 Mar 2016

Paz con “S” de pascua

¿Será cierto aquello de que “en Colombia todos queremos la paz..! ¡Quién no la va a querer!”? O ¿Será uno de esos auto-engaños a que nos acostumbran y nos acostumbramos para que cada quien siga con lo suyo y nunca nos comprometamos a participar de lleno en lo que tiene que ver con todos? Al convocar al pueblo cristiano y a quienes han estado alejados del encuentro espiritual y eclesial con Jesucristo, especialmente en estos DIAS SANTOS que muchos dedican a otros fines, pongo de presente la necesidad de tomar una decisión histórica, personal y comunitaria, social y política, que es la de la responsabilidad moral de cada persona con su País, con el sentido de Nación, más allá de cualquier diferencia. Es una oportunidad para el acercamiento entre quienes estamos distanciados de diversas maneras. Es una oportunidad para la escucha y para expresar a través de la palabra y no de la mera pasión, los derechos que hemos negado o nos han negado, los deberes que hemos incumplido, las ofensas que nos hemos hecho, los daños que tenemos que reparar, las heridas que necesitamos sanar y cicatrizar, los pasos que podemos dar para escribir una historia distinta. Es una oportunidad para reencontrarnos con la belleza, la dignidad y grandeza de toda vida humana, con la posibilidad del amor como motor interior de la vida personal y social, con el trabajo honrado y constructivo de un futuro mejor, con la familia y la vecindad, con la naturaleza y entorno ambiental que claman por nuestro cuidado común, en fin, con ese “principio esperanza” que es el medio vital para que sobrevivamos y tengamos propósitos con futuro. Hay oportunidades que no se dan todos los días. La paz de Colombia es una de ellas. “No podemos darnos el lujo de fracasar nuevamente en el intento”, nos ha dicho el Papa Francisco, cuando visitó Cuba. La Pascua cristiana, centrada en el “morir ahora y nacer para siempre” con Cristo, celebrando su pasión, muerte y resurrección como un acontecimiento que recrea el ser de cada uno y la historia de todos, es, sin duda alguna, la más cierta manera de vivir la paz que nos da el Resucitado, superando miedos y prevenciones, encierros y violencias, como lo hace al presentar sus estigmas de Crucificado a los dispersos y cobardes discípulos que lo abandonaron. “Les traigo la Paz”, es el grito del Domingo de Pascua. Es la “Paz” con “S” de Pascua. Es la paz que surge de un espíritu humano que se sumerge en la gracia del Resucitado, gracia bautismal de morir al mal y al pecado, a la mentira y al “padre de la mentira”, y se integra a ese tronco de vida nueva que es Cristo Jesús, que es la Iglesia de sus discípulos, de pecadores perdonados, capaces de perdonar y en proceso permanente de conversión y crecimiento (Vigilia Pascual del Sábado Santo). Te invito a ver más allá de tus posiciones estáticas y negativas y a aportar tu oración, tu presencia, tu voluntad de cambio, al pueblo creyente y a la sociedad colombiana. Los invito y convoco a la Semana Santa 2016 en Cali y en cada territorio del País. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali.

Dom 27 Mar 2016

La fe no se argumenta

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - No se trata de quitarle la razón a la fe, ¡ni más faltaba! Ya desde los Padres griegos y latinos y, de modo especial, San Anselmo de Canterbury en el siglo XII se ha relacionado recurrentemente la razón y la fe. Cada cultura tiene sus énfasis. La cultura hodierna remarca la experiencia a la doctrina. La fe reducida a una doctrina queda coja y, con frecuencia desfigura a Jesucristo. ¡Cuántos “creyentes” con su mala conducta, han afeado el rostro de Jesús! Esto causa pena y dolor. Así no se hace creíble el Evangelio. Hoy aparecen personas y grupos fanáticos y fundamentalistas que viven interrogando a los cristianos católicos sobre sus creencias. ¡Qué falta de respeto! Qué tal que un cristiano le preguntase y recriminase a un musulmán ¿por qué lee el Corán? Qué tal que un occidental le interrogase a un chino ¿por qué deja arroz en la tumba de sus antepasados? Podría él preguntarle a su vez, ¿por qué deja flores en sus sepulcros? Por favor, la fe no se argumenta, la fe se vive. La cultura postmoderna en la que vivimos, pone el énfasis en lo fáctico, antes que en lo demostrativo. La gente de hoy, antes que razonamientos, quiere hechos de vida. Jesús nos dijo que los demás nos conocerían si lo mostramos a Él, amándonos. Las doctrinas son importantes, pero son más importantes los hechos. Como dice la sabiduría popular: obras son amores y no buenas razones. Un hombre lleno de Dios, pastor calvinista suizo Roger Shütz, fundó la Comunidad de Taizé en el centro de Francia hacia 1940. Es una comunidad ecuménica compuesta por calvinistas, católicos, anglicanos, luteranos y ortodoxos. Shütz argumentaba que ha llegado la hora de la unión de los cristianos. Insistía que la época de las discusiones acerca de quién tenía la verdad, debería superarse por la búsqueda común del camino del amor. Primero amémonos como nos ordenó Jesucristo y luego sí, encontraremos el camino de la verdad en la misma fe. La historia de las luchas entre cristianos debe considerarse como una etapa ya superada. No se entiende cómo en nombre de Jesús haya tanta división, tanto protagonismo. ¿Acaso Cristo está dividido? Es un escándalo para los no cristianos que aquellos que se llaman cristianos presenten una batalla sin cuartel. ¿Cómo es posible que en nombre de Jesús se persiga a otros cristianos? A Jesús se debe presentar por atracción, no por proselitismo. En el mercadeo lo que tiene tanta publicidad es porque el producto no convence por sí solo. A Jesús lo hemos comercializado en grado superlativo. El que lo venda con el mejor papel de regalo tiene “éxito”, ¡Qué tristeza! Ahora el que más hace ruido, más lo impone. Con gritos esquizofrénicos se pretende demostrar que se tiene la razón. La fe no se demuestra, la fe se muestra. Yo creo en el Jesús que usted presenta si usted tiene coherencia de vida. Yo no creo en predicadores cuya vida está muy lejos del Evangelio, -claro que el único perfecto es Jesucristo, los demás todos somos pecadores-. Pero ¡Cuidado! No nos busquemos esa excusa para justificar nuestro pecado, no sea que lleguemos al descaro de afirmar que quien reza y peca, empata. ¡Qué cinismo! + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva