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Opinión

Dom 14 Mayo 2017

Dios escoge a los pequeños para confundir a los poderosos

Por: Mons. Édgar de Jesús García Gil - A finales del mes de enero un grupo de siete obispos de Colombia fuimos invitados a Lisboa Portugal para participar en un foro internacional sobre “Iglesia, democracia y economía”. Como preámbulo a esta reunión fuimos llevados a Fátima para participar de una breve peregrinación mariana con motivo de los cien años de la aparición de la Virgen María a tres niños pastorcitos que vivían en la región. Cuando estuvimos en Ajustrel, población donde vivían las familias de los niños Lucia de Jesús dos Santos (10 años), Francisco (9 años) y Jacinta (7 años) Marto caí en la cuenta de cómo Dios siempre tiene preferencia por los pequeños para revelarles mensajes importantes. Además el hecho de ser pastorcitos me confirmó que su tarea de cuidar los rebaños de sus familias es también una preferencia de Dios por todos los que somos llamados a cuidar a los demás como pastores. No recordaba o mejor no sabía que un año antes de las seis apariciones de la Virgen en el año 1917 el ángel de Portugal o ángel de la Paz se les apareció a estos niños pastorcitos durante tres veces para prepararlos al encuentro con la santísima Virgen María. Luego fuimos llevados a Cova de Iría en Fátima al lugar de las seis apariciones de la Virgen María desde el 13 de mayo al 13 de octubre del año 1917, tiempo en el cual Europa sufría los rigores de la primera guerra mundial. Nosotros que éramos unos 70 obispos de todo el mundo católico concelebramos en uno de las capillas laterales. Indudablemente María acoge a todos sus hijos en este lugar con especial ternura. Después del almuerzo fuimos a la capilla de las Apariciones que está en el lado derecho de la explanada de los peregrinos. En este lugar rezamos a coro los misterios dolorosos del santo rosario por la paz del mundo como lo pide la Santísima Virgen María. Junto a nosotros estaban los peregrinos de todo el mundo compartiendo esta bella y tradicional devoción mariana que ha brotado de una sana tradición bíblica. En esta revelación privada María confirma lo que Jesús ya nos había enseñado en el evangelio. Orar por la paz del mundo, por la conversión de los pecadores y ofrecer nuestras penitencias como reparación por los pecados propios y de la humanidad. La virgen se presentó a los niños con estas palabras: Yo soy el corazón inmaculado de María. “¿Qué quiere decir esto? Que el corazón abierto a Dios, purificado por la contemplación de Dios, es más fuerte que los fusiles y que cualquier tipo de arma. El fiat de María, la palabra de su corazón, ha cambiado la historia del mundo, porque ella ha introducido en el mundo al Salvador, porque gracias a este « sí » Dios pudo hacerse hombre en nuestro mundo y así permanece ahora y para siempre. El maligno tiene poder en este mundo, lo vemos y lo experimentamos continuamente; él tiene poder porque nuestra libertad se deja alejar continuamente de Dios. Pero desde que Dios mismo tiene un corazón humano y de ese modo ha dirigido la libertad del hombre hacia el bien, hacia Dios, la libertad hacia el mal ya no tiene la última palabra. Desde aquel momento cobran todo su valor las palabras de Jesús: « padeceréis tribulaciones en el mundo, pero tened confianza; yo he vencido al mundo » (Jn 16,33). Cardenal Ratzinger. “La vida de Lucia, Francisco y Jacinta, pequeños pastores de Fátima, es una historia de gracia y de misericordia. En estos niños se contrasta el poder mundano de los soberbios y de los poderosos con la realidad de los pequeños que Dios escoge para ser fermento y transformación de la humanidad” Papa Francisco. + Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Jue 11 Mayo 2017

Fátima: las profecías no son inmutables

Por: P. Raúl Ortiz Toro - 13 de mayo de 1917. Lo que hoy es la gran plaza o explanada frente al templo de Nuestra Señora de Fátima, en la ensenada llamada Cova da Iria – Portugal, era en aquel momento un gran potrero para sacar a pastar las ovejas. Los tres primos pastores, Lucía (10 años), Francisco (9 años) y Jacinta (7 años), habían tenido desde 1916 algunas visiones del Ángel de la Paz, como se le conocería después, que les había enseñado a orar y a ofrecer pequeños sacrificios a Dios. Mientras tanto, Europa se debatía en la Primera Guerra Mundial (1914-1919) y Rusia tendría a finales de 1917 la revolución leninista que derrocó el régimen zarista e instauró el socialismo. El futuro no era nada halagüeño. “Yo vengo del cielo” escucharon los niños que la mujer vestida de blanco les respondió ante la pregunta de Lucía sobre su procedencia. Los niños habían estado rezando el rosario de una manera muy “infantil”; en efecto, Lucía años después en su diario anotaba que eran más bien balbuceos de oración. “Digan el rosario todos los días para traer la paz al mundo y el final de la guerra”, fue la recomendación que la dulce mujer “vestida de sol” les dejó antes de partir. De allí siguieron otras cinco visiones: el 13 de junio ya había un grupo de curiosos; al mes siguiente, 13 de julio, la dulce Señora les reveló un secreto en tres partes que debían guardar hasta que llegara el momento. La primeras dos partes del secreto fueron reveladas en 1941 cuando Lucía, que había entrado al convento para hacerse religiosa, escribió su diario por obediencia al obispo de Leiria. Sus dos primos habían muerto tan solo un par de años después de las apariciones, entre 1919 y 1920, y ella era la guardiana del secreto: la primera parte era la visión del infierno y la segunda era la profecía sobre el papel que jugaría Rusia en el orden mundial antirreligioso y el modo como caería finalmente. La tercera parte del secreto no fue publicada en el diario por la delicadeza del asunto y el obispo prefirió enviársela al Papa Pío XII quien la resguardó en el Vaticano hasta que la reveló el Papa Juan Pablo II a través de su secretario de Estado, el cardenal Angelo Sodano, el 13 de mayo de 2000: en esta parte del secreto se hablaba del terrible asesinato de un obispo vestido de blanco: el Papa. El Papa Wojtyla asumió con seguridad que se trataba de él pues el 13 de mayo de 1994, recordando el atentado sufrido el 13 de mayo de 1981, afirmó: “fue una mano materna la que guio la trayectoria de la bala y el Papa agonizante se detuvo en el umbral de la muerte”. Es ya famosa la interpretación que de esa parte del secreto hizo el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, futuro Benedicto XVI, poniendo muy bien en su contexto lo que representa una profecía, quitándole el significado de inmutabilidad. Vale la pena consultar ese texto que aquí no es posible transcribir pero que empieza explicando la diferencia entre revelaciones públicas y privadas, luego presenta una estructura antropológica de las revelaciones privadas y finalmente lanza una interpretación de la tercera parte del secreto para concluir: “Que 'una mano materna' haya desviado la bala mortal [de Ali Agca contra el Papa Juan Pablo II] muestra sólo una vez más que no existe un destino inmutable, que la fe y la oración son poderosas, que pueden influir en la historia y, que al final, la oración es más fuerte que las balas, la fe más potente que las divisiones". Muchas personas aún siguen hablando del secreto de Fátima como si todavía no hubiera salido a la luz y muchos incluso atemorizan a las personas con ello, ignorando que ya fue revelado en su totalidad. Vale la pena documentarnos al respecto y saber que por encima de cualquier anuncio profético siempre estará la mano misericordiosa de Dios; por ello no aceptemos aquellas profecías que ponen a la Virgen como anunciadora de desgracias. Leamos más bien el evangelio de María, que es el silencio de la oración y la escucha de la Palabra. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Mié 10 Mayo 2017

Un 1° de mayo único en el mundo

Por: Iván Antonio Marín López - Desde el 1° de mayo de 1945 se realiza en Popayán una de las procesiones más nutridas de esta ciudad: La subida del Amo Ecce Homo, patrono del obrerismo católico popayanejo y de la ciudad. Mientras a lo largo y ancho del mundo el 1 de mayo tiene un contexto de marchas reivindicativas con ocasión del Día Internacional del Trabajo, en Popayán se vive la excepción de la regla: Una multitud de fieles que puede llegar a sumar cincuenta mil, sin lugar a exageraciones, es la protagonista de este día. En Popayán, ciudad tradicionalmente católica del sur occidente colombiano, desde hace 300 años se lleva a cabo la procesión de “subida” de la imagen del Señor Jesucristo en su advocación del Santo Ecce Homo, patrono de la ciudad. Aunque la ciudad, desde su fundación, fue puesta bajo el patrocinio de Nuestra Señora de la Asunción, pues el 15 de agosto de 1537 fue celebrada la primera Misa, sin embargo la devoción al Santo Ecce Homo se difundió en los albores del siglo XVIII y paulatinamente empezó a ser considerado como patrono de Popayán. La imagen tallada en madera se remonta al año 1680 y desde 1717 es venerada en el Santuario de Belén, en la colina homónima que domina la ciudad. Una semana antes del 1 de mayo se lleva a cabo la procesión de “bajada” de la imagen desde el Santuario de Belén hasta el templo parroquial de San Francisco, en el centro histórico, en la cual las mujeres ejercen su protagonismo pues son las encargadas de alumbrar durante la procesión nocturna. Por su parte, el 1 de mayo es el día en el que los hombres se encargan de la procesión diurna, que se llama de “subida”. En este año 2017 Monseñor Iván Marín, arzobispo de Popayán, presidió la multitudinaria eucaristía y la procesión que a pesar de la lluvia siguió su curso normal hasta la colina de Belén. A Jesucristo el Señor en este día del trabajo la región del Cauca entrega su acción de gracias siendo un distintivo de su profunda religiosidad. + Iván Antonio Marín López Arzobispo de Popayán

Vie 5 Mayo 2017

Fátima: A rescatar la niñez

Por: Darío de Jesús Monsalve Mejía - Han pasado 100 años desde la primera aparición de La Virgen María a los tres pastorcitos de Fátima, el 13 de mayo de 1917. Los 13 de cada mes, hasta octubre, la cita se repitió. Dos niñas, Lucia de 10 años y Jacinta de 7, y un niño, Francisco, de 9 añitos, hermanito de Jacinta, que ahora serán declarados santos por un Papa llamado también Francisco, son la "humanidad" que escoge María para manifestarse a la Iglesia y a una convulsionada población mundial. Tres menores de edad, pobres, campesinos, asustados del mundo en el que estaban viviendo su niñez, azotado por la Primera Guerra Mundial, por la revolución "bolchevique" comunista, por las guerras civiles. "Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo Unigénito, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna"(Juan 3,16). María se aparece una y otra vez, aquí y allá, a los pequeños e insignificantes de la tierra, para recordarle a las generaciones humanas este amor misericordioso, salvador y liberador de la muerte y de sus trampas, como las guerras. Seis apariciones en cinco (5) meses, que concluyen con una asamblea de más de 40 mil personas, reunidas en torno a los niños videntes, testigos de señales cósmicas, históricas y naturales, como el llamado "milagro del sol", el final de la primera guerra, los "secretos de Fátima", entre otras. Cien años después, el cuadro de la humanidad es de pronóstico reservado: hay ambiente de tercera guerra mundial; la tierra hierve con el cambio climático; la revolución sexual y tecnológica degeneran la cultura en lo inmediato y sin futuro; en fin, los niños y niñas tienen menos oportunidad de existir, de sobrevivir al aborto, a la exclusión social, al abuso, violación y violencias contra ellos. Crímenes horripilantes contra pequeñitos, conductas de pedofilia que destrozan la confianza en clérigos y en adultos que tendrían que proteger a la niñez, son, en estos tiempos nuestros, lo contrario al mensaje de Fátima, a la enseñanza de María sobre la niñez. Porque María, en Fátima de Portugal, escoge a estas almas sencillas, tiernas y unidas en la lúdica de la vida campesina y pastoril, como sus anfitriones en la tierra, sus interlocutores, sus mensajeros, los pregoneros de su afán por la humanidad, por la Iglesia, por los que repudian a Dios, por los que "no creen, no adoran a Dios, no esperan, no aman". Lo infantil es asumido por María para manifestar las cosas más serias, los asuntos más delicados, las llamadas más universales. TENEMOS QUE APRENDER MUCHO DE LOS NIÑOS Y NIÑAS. Tenemos que respetarlos sagradamente, amarlos tiernamente, protegerlos con absoluta garantía, escucharlos con total interés, darle crédito a sus verdades. El misterio de Fátima tendría qué iluminar un camino de recuperación de la niñez por parte de la sociedad, el Estado, la familia y la misma institución eclesial, hoy estigmatizada por la vergüenza irreparable de tantos clérigos pedófilos y disolutos sexuales, corruptores de menores y usurpadores de la potestad religiosa para engañar a quienes depositan en ellos su confianza. Volver a la niñez, de la mano de María, de la mujer en la Iglesia, y a través de los papás y familias, aparece como el camino pastoral a seguir. Cultivar la fe y el testimonio de los niños y niñas, sigue siendo un desafío de confianza y credibilidad, que los Pastores católicos, las familias creyentes, las comunidades parroquiales y las instituciones educativas católicas, debemos asumir en conjunto. Es un camino surcado de espinas, cargado con el costo de crímenes cometidos, de perdón pedido, de acompañamiento humilde a víctimas, de prevención firme y real, constante y efectiva, de ofensa, manipulaciones y linchamiento mediáticos, de demandas y codicias económicas contra la institución eclesiástica. Un camino que la Iglesia empezó a liderar en el mundo y que asumiremos con decisión en Cali, convencidos de que hará a la Iglesia más laical, más de esposos y familias, con más participación apostólica de la mujer, con mayor fuerza del mensaje evangélico sobre la vida y el amor, su expresión en la sexualidad, su obra de paz, de inclusión y de unidad social. La Iglesia de Cali espera en estos CINCO MESES DEL CENTENARIO DE FÁTIMA, de mayo a octubre 2017, cristalizar la obra de respuesta, prevención y acompañamiento a "NIÑOS Y NIÑAS ABUSADOS: COMPROMISO DE EDUCACION Y REHABILITACIÓN" (NACER). Será un espacio para unir fuerzas eclesiales, sociales y de familias, en la lucha por la recuperación de la niñez abusada y de los espacios libres y seguros frente a la pederastia y violencia contra la niñez. El Centenario de Fátima, en su bello Santuario del barrio Granada, tendrá el centro de peregrinación y para lucrar la INDULGENCIA PLENARIA que el Papa Francisco concederá en este Año Jubilar de FÁTIMA. Pediremos a la Santa Sede que nuestro Santuario de Fátima sea elevado a Basílica Menor, convirtiéndolo en referente de esta advocación Mariana y de este compromiso eclesial con LOS PASTORCITOS DE FÁTIMA, con la niñez reivindicada. Como lo enseñó el Ángel de Portugal a los pastorcitos, recemos cada día: "Dios mío, yo creo en Ti, yo Te adoro, yo espero en Ti, yo Te amo. Te pido perdón por los que no creen, no te adoran, no esperan en Ti, no te aman". Sea este un tiempo en el que el mensaje de Fátima, el de María y la niñez, el de la paz del mundo, la conversión de los pecadores, la penitencia y reparación por los daños y crímenes hechos, la oración constante, sobre todo del Santo Rosario, ayuden a Colombia y al mundo a reencontrar la senda del futuro posible y viable, la senda de la esperanza. Amén. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mar 2 Mayo 2017

Falacia laicista

Por: Monseñor Pedro Mercado Cepeda: La laicidad del Estado puede ser entendida de múltiples maneras, a veces opuestas e incluso contradictorias. Al referirse al ‘Estado laico’, término bastante común en estos días, es siempre necesario distinguir, cuidadosamente, entre una sana vivencia de la laicidad y el laicismo. Una sana laicidad reconoce la mutua y legítima autonomía del Estado y de la religión, sin negar, no obstante, el papel esencial e insustituible de las religiones en el ámbito público y la colaboración recíproca que ha de existir entre las autoridades civiles y religiosas en la salvaguarda del bien común. El laicismo, por el contrario, como corriente ideológica, considera la religión como “superstición” e intenta limitar su acción y su influencia, juzgándolas a priori como perjudiciales para el hombre y para la sociedad. En su versión contemporánea, más sutil, el laicismo tiende a excluir la religión de la vida pública mediante un forzado confinamiento de la experiencia religiosa al ámbito privado y a la conciencia individual. Se habla, en ese contexto, del “Estado laico” con la intención de “encerrar en las sacristías” la voz de los creyentes e imponer, desde el amplio escenario del poder, una visión unilateral del mundo y de la sociedad. Las falacias de esta praxis son evidentes: democracias que dan la espalda a los valores religiosos de sus pueblos; políticos tecnócratas que se convierten en “maestros” de una moral laica que nadie puede cuestionar y presuntos adalides de la tolerancia que discriminan y ridiculizan a quienes no piensan como ellos. Nada más distante de un Estado social de derecho, auténticamente democrático y plural, que la imposición de la ideología laicista como fundamento de su convivencia política y social, negando a sus ciudadanos, a los creyentes, el espacio que por derecho les corresponde en la esfera de lo público. Precisamente por ello, intentando refutar de antemano cualquier interpretación tendenciosa de la laicidad, la Constitución de 1991 evitó definir a Colombia como un “Estado laico” decantándose –a pesar de las presiones– por un enunciado menos ambiguo, que definió a nuestro país como un Estado de libertad religiosa con igualdad de cultos (cfr. art. 19). "Una sana laicidad reconoce la mutua y legítima autonomía del Estado y de la religión, sin negar, no obstante, el papel esencial e insustituible de las religiones en el ámbito público y la colaboración recíproca que ha de existir entre las autoridades civiles y religiosas en la salvaguarda del bien común." Una visión positiva e incluyente de la religión es la que emerge en el nuevo ordenamiento constitucional que, en 1991, puso los fundamentos de la construcción de una Colombia moderna, abierta y tolerante. Tolerante con todos, abierta para todos, sin discriminación alguna por causa de creencia o religión. Años más tarde, el derecho de libertad religiosa y la igualdad de cultos fueron desarrollados ampliamente en una ley estatutaria, poco conocida pero fundamental en la comprensión de la identidad religiosa de nuestro país, la 133 de 1994. Cito ahora textualmente su artículo 2.º: “Ninguna Iglesia o confesión religiosa es ni será oficial o estatal. Sin embargo, el Estado colombiano no es ateo, agnóstico o indiferente ante los sentimientos religiosos de los colombianos. El Poder Público protegerá a las personas en sus creencias, así como a las iglesias y confesiones religiosas, y facilitará la participación de estas y aquellas en la consecución del bien común”. Palabras claras que no dejan campo a interpretaciones confusas. Mal hacen los defensores del laicismo radical en ampararse en una Constitución, la de 1991, que abiertamente y de manera taxativa negó sus ambiciones. Un capítulo más de la falacia laicista que a los creyentes nos corresponde desenmascarar con mayor contundencia, valentía y coherencia. MONSEÑOR PEDRO MERCADO CEPEDA * Presidente del Tribunal Eclesiástico de Bogotá Tomado de El Tiempo

Jue 27 Abr 2017

Lo que vi en Semana Santa y no es…

Por: P. Jorge Enrique Bustamante Mora - La Semana Santa, o Semana Mayor convoca a miles de fieles, es el momento en que aparecen los “católicos” que a lo largo del año se esfuman mágicamente, pero no es de esto que quiero hablar, sino de la importancia que sacerdotes y quienes son responsables de las distintas celebraciones deben de colocar para que el centro del año litúrgico, el Triduo Pascual, Triduo del crucificado, sepultado y resucitado, adquiera el verdadero sentido que debe tener, y así invitar a una mejor comprensión de la fe, tanto a frecuentes como a los que ocasionalmente por este tiempo aparecen. Sé que cada uno coloca lo mejor de sí, ¡ni más faltaba dudar! Pero hay algunas cosas que se pueden mejorar. Pues con eso de las redes sociales, aunque no salí del lugar de mi misión, a través de las miles de fotos que me llegaban, especialmente a través de WhatsApp y del Facebook, donde todos compartían con el afán de mostrar, pude muchos lugares “visitar”, y puedo decir que mucho de lo que vi no es lo que debe pasar. El Monumento… o será mejor decir “lugar de la reserva”, pues la Iglesia nos dice que para este lugar hay que evitar el término “sepulcro o monumento” por la connotación que estos términos tienen de dar sentido de un “santo sepulcro” o cárcel del Señor. En muchas de las fotos no estaba el “tabernáculo” sino la exposición del Santísimo en la Custodia, incluso en algunas, desaparecía la Custodia entre la centralidad de arreglos y flores, ¿dónde estarían las otras formas consagradas en tan especial celebración? “El Sacramento hay que conservarlo en un sagrario cerrado, sin hacer la exposición con la custodia”. “No ha de hacerse nunca una exposición con la Custodia u ostensorio” para este momento; que buena oportunidad para motivar la adoración y el encuentro con la presencia del Señor en el Sagrario o Tabernáculo donde permanece el resto del año, es la imagen común que el fiel encontrará en cada capilla o Iglesia; hay lo esperará siempre el Señor, presente en Sacramento que nos ha regalado en este día; al punto que la Congregación invita a usar el mismo lugar de la reserva habitual si está separada de la nave central: “Cuando el sagrario está habitualmente colocado en una capilla separada de la nave central, conviene que se disponga allí el lugar de la reserva y de la adoración”. Otra evidencia fotográfica era el esplendor a veces exagerado… más que lugar de la reserva del Sacramento fruto de la Cena del Señor, en el contexto del Triduo Pascual, parecen altares de la Solemnidad de Corpus Christi; el Señor se merece lo mejor, pero un poco de sobriedad por el contexto de la Pasión del Señor, que bien nos hará; que bueno recuperar el sentido de cada una de las dos fiestas, bien diferenciadas. “Es preciso iluminar a los fieles sobre el sentido de la reserva: realizada con austera solemnidad y ordenada esencialmente a la conservación del Cuerpo del Señor, para la comunión de los fieles en la Celebración litúrgica del Viernes Santo...” remarcando que se trata de una invitación, esencialmente, “a la adoración, silenciosa, y prolongada, del Sacramento admirable, instituido en este día” (Cf. Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, #141; y Congregación para el Culto Divino, carta circular sobre la preparación y celebración de las fiestas pascuales). ¡Gracias por las fotos! Perdonen mi atrevimiento, pero no podía callar, solo les comparto para que en esta responsabilidad de evangelizar podamos cada día lo mejor brindar y así esos corazones para Cristo conquistar. ¡Felices pascuas! P. Jorge Enrique Bustamante Mora Director del Departamento de Doctrina y Animación Bíblica

Mar 25 Abr 2017

Resucitaremos con ÉL

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Estamos celebrando la Pascua, el acontecimiento fundamental de nuestra fe. Nosotros somos cristianos, es decir discípulos de Jesús, porque él ha resucitado de la muerte. “Si Cristo no hubiera resucitado”, dice San Pablo, “nuestra fe sería vana”. Ser cristiano, finalmente, es creer en la muerte y resurrección de Cristo, que ha cambiado la historia de la humanidad y debe cambiar también nuestra propia vida. Podemos acercarnos al misterio de la Pascua desde varios niveles. En primer lugar, el nivel fenomenológico. La resurrección de Cristo, aunque supera la historia, es un hecho que ocurre en la historia; por eso, se puede documentar desde diversos testimonios. Ninguno ha sido testigo ocular de la resurrección; pero muchos han dado fe del sepulcro vacío, de un encuentro personal con el Resucitado, de un movimiento de fe y de la realidad de la Iglesia que exigen, a la raíz, un hecho histórico extraordinario. La resurrección no es un mito o una hermosa fábula; es un hecho que históricamente no se puede negar. Luego, el nivel de la fe. La resurrección es también un hecho misterioso, humanamente inexplicable. Exige la fe, don de Dios, para ser comprendido y aceptado. El ejemplo clásico es el de Santo Tomás, que no estaba presente cuando Jesús se apareció a los otros apóstoles y no creía que hubiera resucitado. Pero cuando pudo ver a Jesús y tocar las llagas de sus manos y de su costado, entonces aceptó que verdaderamente estaba vivo; luego, del hecho histórico pasa a la fe, reconociendo a Cristo como su Señor y su Dios. Es necesario pedir la fe para no vivir como si Dios no existiera y como si Cristo no estuviera vivo. El tercer nivel de comprensión de la Pascua es el de la identificación con Cristo. No basta saber que resucitó y no basta aceptar que él ofrece un camino de salvación. Es necesario conocer y amar a Cristo, comprometerse con alegría a seguirlo, asumir su proyecto de vida que me llevará a vivir eternamente. La fe se me ha dado para que configure mi vida con la de Cristo y luego sea luz del mundo, sal para las personas con las que comparto, levadura para la sociedad humana. Vivir la Pascua significa encontrar un sentido para la propia vida, tener una meta en la existencia, caminar en la certeza de que resucitaré con él. La resurrección es la gran novedad del Cristianismo. Otras cosas las dicen, más o menos, las demás religiones y los demás libros sagrados; pero la resurrección de la muerte para vivir la vida eterna con Dios es una verdad que solamente Cristo nos ha revelado y nos ha prometido también a nosotros. Es en este nivel donde la Resurrección nos consuela y hace auténtica y feliz nuestra vida. Nuestra esperanza es ésta: Cristo ha resucitado para que nosotros también resucitemos. Así, la fe en la resurrección se vuelve un proceso que comienza ya y nos mantiene el espíritu joven en la conquista de la verdad, de la libertad y del bien. Cristo resucitado es fuente de gozo y de fortaleza, nos da una mirada llena de confianza sobre nuestra vida y sobre el mundo en el que vivimos; es decir, nos hace ver la realidad que nos rodea, no con nuestros ojos, sino con los ojos de Dios. A quien asume la vida en Cristo, a pesar de los sufrimientos y pruebas, no le faltan nunca la paz y la alegría. Qué importante que, en el momento actual cuando hay desorientación sobre las metas y eclipse de valores, cuando se necesitan más que nunca certezas absolutas y horizontes que resistan el paso del tiempo, nosotros seamos capaces de mostrar con nuestra vida y nuestro testimonio que la vida verdadera ya ha comenzado y se encuentra sólo en Cristo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 21 Abr 2017

“Creyeron en Él por las palabras de la mujer”

Por: Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo - “Los discípulos estaban reunidos” - El evangelio de este segundo domingo de pascua comienza con una sentencia real y coherente con lo que le ha sucedido a su Maestro, dice la Palabra: “Ese mismo día, el primero después del sábado, los discípulos estaban reunidos por la tarde con las puertas cerradas por miedo a los judíos”. ¿Para qué se reunieron los discípulos? No es difícil intuir la razón de su reunión. Ellos están llenos de miedo, quieren huir antes que ser condenados también a la muerte. Quizás estaban pensando volver a los oficios de antes. Lo cierto es que tenían miedo y no era para menos. El miedo es aterrador, el miedo encierra, el miedo perturba el ánimo, el miedo genera pánico, el miedo hace que los problemas se vean más grandes de lo normal. El miedo no es buen consejero. El miedo enferma el alma, el espíritu y hasta el cuerpo. El miedo no deja pensar, no deja espacio para la oración (escasamente se reza). El miedo genera relaciones tormentosas y crea desconfianza. En fin, sentir miedo no es conveniente… Lo peor que nos puede pasar es que nuestras relaciones estén basadas en el miedo. ¡Cuidado con el miedo¡. El miedo frustra, deprime, genera resentimiento, odio, deseos de venganza y hasta nos puede llevar a la muerte. El miedo es una amenaza. Popularmente decimos: “al miedo nadie le ha puesto calzones”. El miedo nos impulsa a la ambición, cuando le tenemos miedo al futuro, desconfiamos de todo, de todos y hasta de Dios. Jesús continuamente dice: ¡No tengan miedo¡, y en el evangelio de hoy Jesús, resucitado repite tres veces: “La paz esté con ustedes”. En otras palabras le está diciendo a sus discípulos y a nosotros hoy: ¡Ánimo, soy yo, no tengan miedo¡ Hermanos, si somos imagen y semejanza de Dios ¿por qué nos tenemos miedo? Si Dios habita en mí, porque vivo con miedo? Jesucristo ha resucitado, resucitemos con Él, dejemos atrás el miedo. El único que nos puede dar la paz verdadera es Jesucristo resucitado, abramos nuestros corazones a Él. Sin apertura al resucitado no habrá paz en nuestras familias, comunidades e instituciones. Escuchemos el mensaje de la Palabra: “Jesús les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron mucho al ver al Señor”. Necesitamos ver al Señor. Él se hace presente en la Palabra, en los sacramentos, en los hermanos, en las circunstancias de cada día. Hermanos, Jesús resucitado está presente en el sacramento de la reconciliación, en este sacramento, a través del sacerdote el Señor nos dice: “Reciban el Espíritu Santo”. Cuando el sacerdote nos dice: “Te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre…”, nos está liberando de la esclavitud del pecado, nos está regalando el don de la gracia, nos está dando el don de la Vida Eterna…, nos está resucitando con Cristo, nos restablece la amistad con el resucitado. Todos los días y de una manera especial, la iglesia nos invita a que nos reunamos como discípulos, no por miedo, no; la iglesia nos convoca para que nos reunamos en la Eucaristía, para celebrar el triunfo de la vida sobre la muerte. En la Eucaristía conmemoramos la muerte y resurrección del Señor. Por eso decimos: “Anunciamos tu muerte proclamamos tu resurrección, ven Señor Jesús”. Pongámosle atención al mensaje de la primera lectura (Hech 2,42-47): “Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”. Hermanos, por favor, no nos cansemos de encontrarnos con fe para celebrar la fe, para profundizar la fe, seamos fieles a la reunión semanal (ningún domingo sin misa). Nos reunimos para crecer en la fe, para dar gloria y alabanza al Señor, nos reunimos para acrecentar nuestra unidad. Si de verdad creemos y queremos tener vida en Jesús, tengamos en cuenta: Nuestras reuniones no son como las de un club de amigos. Nuestros encuentros deben estar inspirados por el resucitado, son para recibir la fuerza del resucitado, para recibir su paz (la paz esté con ustedes). Los cristianos nos reunimos con la fuerza del Espíritu Santo para alegrarnos, para meter nuestra mano en el costado de Jesús resucitado, para meter nuestros dedos en los agujeros de sus manos y para gritar desde lo profundo del alma: “Tú eres mi Señor y mi Dios”. De cada reunión nuestra y sobre todo de cada Eucaristía, debemos salir con más fuerza, debemos salir con el impulso del Espíritu Santo a gritarle al mundo: “Jesucristo ha resucitado , yo lo he experimentado”. De cada Eucaristía debemos salir plenos de alegría y con el deseo inmenso de gritarle a los demás: “!Jesús es mi Señor¡ Nuestras asambleas se deben distinguir porque son reuniones de creyentes que se encuentran por la fe en Cristo, porque son asambleas abiertas y dinámicas, nuestra fe no puede ser un gueto. En la fe nos reunimos, mis hermanos, para crecer en fraternidad y en el espíritu de servicio; nos reunimos en el nombre del Señor, para continuar su obra: pasar por el mundo haciendo el bien… Como creyentes nos encontramos para celebrar la fe y para ayudarnos mutuamente a asumir los sufrimientos de cada día. Nos reunimos, en especial cada domingo, para celebrar nuestra fe y el encuentro con el resucitado. No se nos olvide: “Somos una comunidad sacramental, no un club de amigos”. Finalmente entendamos una cosa fundamental: Toda reunión de los cristianos es para celebrar la salvación que Cristo nos ha traído. Nuestra salvación y la salvación de nuestros hermanos debe ser por último nuestra única y real preocupación. Para iluminar esta realidad meditemos el siguiente poema antiguo: “La ciencia más acabada es que el hombre bien acabe, pues al fin de la jornada aquél que se salva sabe, y el que no, no sabe nada”. (Anónimo) + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia