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Opinión

Mar 21 Nov 2023

El Samaritano se acercó y curó las heridas

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve-Nos disponemos para la Jornada Mundial de los Pobres el próximo domingo, con el propósito que todos los bautizados seamos más sensibles a las necesidades de los más vulnerables de la sociedad. No se trata de hacer el bien solamente un domingo al año, es una jornada para tomar conciencia que la caridad cristiana debe ser el modo habitual como el cristiano vive su fe. El fruto maduro de la fe y la esperanza es la caridad, que constituye la corona de todas las virtudes y es a la vez la puerta de entrada a la gloria de Dios. “Vengan benditos de mi Padre, tomen posesión del reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba desnudo, y me vistieron; enfermo y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme” (Mt 25, 34-36).La caridad permite ver cercano al prójimo y hacerse uno con él en su necesidad espiritual y material y todo por amor a Dios, sabiendo que para obtener la vida eterna está escrito en la Palabra: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo” (Lc 10, 27), estando en estos mandamientos todo lo que se ha de hacer para llegar a la salvación eterna.En la parábola del buen samaritano del Evangelio un experto de la ley interroga a Jesús sobre quien es el prójimo y Jesús responde diciendo que el prójimo es aquel que está caído en el camino y quien obra correctamente desde la caridad; es el samaritano quien no dio rodeos cuando vio a su hermano herido en medio del camino, sino que se acercó, sintió lástima y le vendó las heridas cuidando de él (Cfr Lc, 10, 30 - 36), diciendo con esto que ese herido del camino le pertenece a todo cristiano que tiene como virtud esencial ejercer la caridad con los más vulnerables y necesitados de la sociedad.El desarrollo de nuestro Plan de Evangelización tiene como lema para este mes: “Caminemos juntos, animando la evangelización” que es el anuncio de Jesucristo para que habite en el corazón de cada creyente y que tendrá como manera de ser del cristiano evangelizado el ejercicio de la caridad. Es posible transformar el mundo si hacemos de la caridad el programa de vida del evangelizado.Vivimos en un mundo globalizado, pero a la vez individualista y egoísta, que busca resolver todos sus conflictos estando por encima del otro, no importa si cada uno se construye un trono sobre las cenizas de los demás, lo importante para el ser humano de hoy es el trono, el pedestal, sin importar los medios para conseguirlo. Frente a este panorama desolador para la humanidad, la propuesta de Jesús en la parábola del buen samaritano, es un grito de esperanza, porque donde hay una persona buena hay esperanza, donde existe un buen samaritano que se acerca y cura las heridas de otro, allí no hay desolación, ni destrucción y estamos en medio de muchos samaritanos que en el camino se acercan y curan heridas de las más desvalidos.El llamado para todos es que seamos los samaritanos de este momento, a pesar de la destrucción del otro, por la que pasa el ser humano individualista y egoísta. El Evangelio de la caridad sigue siendo la propuesta para transformar este mundo, haciendo presente a Jesucristo que nos propone el camino para vivir como hermanos y para ayudarnos como prójimos. El Papa Francisco al reflexionar sobre la realidad del necesitado expresa: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (FT 56).Este llamado del Papa Francisco nos ubica en la realidad humana que hay que fortalecer y enaltecer desde la apertura al otro, para sanarle sus heridas. En el camino encontramos muchos heridos física y espiritualmente, que necesitan un samaritano, un prójimo que se agache, sane y cuide heridas. El Evangelio de la caridad nos ayuda a descubrir esa potencia de amor que existe en cada corazón, porque hace parte de su ser abrirse a los otros. “Un ser humano está hecho de tal manera que no se realiza, no se desarrolla ni puede encontrar su plenitud, si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás. Ni siquiera llega a reconocer a fondo su verdad si no es en el encuentro con los otros: sólo me comunico realmente conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro. Esto explica por qué nadie puede experimentar el valor de vivir sin rostros concretos a quienes amar” (Fratelli Tutti 87).Con este itinerario que hemos realizado en torno a la Jornada Mundial de los Pobres, entendemos que la caridad va mucho más allá de una jornada en la que servimos a los más necesitados; la caridad es el sello del cristiano y debe estar todo el tiempo en su corazón. La caridad es la manera de ser del cristiano, que en el camino de la vida se agacha a sanar las heridas de quien está caído. “Caminemos juntos, haciendo la caridad” construyendo juntos un mundo nuevo y mejor desde la caridad, que es el amor de Dios que se hace presencia a través de cada uno de los cristianos. Que la Santísima Virgen María, madre de la Caridad y el glorioso patriarca San José custodien la fe y esperanza en nosotros, para que por la gracia de Dios produzcamos el fruto maduro de la caridad y así “Caminemos juntos, sanando las heridas del prójimo”. En unión de oraciones. Reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 17 Nov 2023

“Para ser libres, Cristo nos ha liberado” (Gálatas 5, 1)

Por Mons. Francisco Antonio Ceballos Escobar-El mundo entero siguió con especial atención y preocupación la privación de la libertad, por parte de la guerrilla del ELN, de Luis Manuel Díaz Jiménez, padre del famoso jugador guajiro del equipo Liverpool, de la liga de futbol inglesa.La fama de este jugador, por sus excelentes cualidades futbolísticas, hizo que toda la atención del mundo deportivo, y la del mundo entero, se centrara en esta desagradable y vergonzosa noticia. La gente estaba indignada y Colombia apareciendo en las primeras páginas de los periódicos y en los titulares de las más prestigiosas cadenas televisivas y radiales del mundo.Sí, la gente estaba indignada, porque el secuestro es una fragante violación de los Derechos Humanos y del Derecho Internacional Humanitario. Es que el secuestro, sin importar las motivaciones que lo inspire, afecta a las víctimas, a sus familias, a un departamento o ciudad, como también a un país. No hay nada que pueda justificar su práctica.Sabida la noticia, las fuerzas del Estado se movilizaron de manera inmediata, por orden del señor presidente de la Republica al rescate de la víctima; hasta el mismo Director de la Policía Nacional, el General Salamanca, asumió la operación de rescate con sus mejores hombres y mujeres de la institución. La Fiscalía General de la Nación se puso en búsqueda de los presuntos secuestradores, con resultados casi de manera inmediata. Después de varios días de angustia de su familia, de Colombia y del mundo entero, el ELN en un comunicado reconoció tener a Luis Manuel en sus manos, aduciendo una lamentable equivocación. Este acontecimiento reprochable hizo que los creyentes en Dios elevaran súplicas fervientes para alcanzar la pronta liberación de “Mane”, pues desde la fe se tiene la certeza, que si bien las mediaciones humanas son importantes para lograr nuestros propósitos, como en este caso, la liberación de un secuestrado, no son suficientes pues falta el ingrediente de la Gracia, es decir, de la ayuda de Dios, pues la fe da la certeza de que “si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles. Si el Señor no cuida la ciudad, en vano hacen guardia los vigilantes” (Salmo 126,1). Sí, esfuerzo humano y Gracia de Dios, que jamás debe faltar en la cotidianidad de la vida del creyente.Al saber de la liberación del señor Luis Manuel, gracias a la mediación de la ONU y de la Iglesia Católica, el mundo entero también se alegró y festejó su regreso a la libertad física, aunque los efectos físicos y psicológicos del secuestro continúan en Luis Manuel. Difícil romper estas cadenas pues sus efectos perdurarán en la memoria del secuestrado durante toda su vida. ¡Qué gran daño hace el secuestro!Ahora, nos queda como creyentes seguir orando por los 241 secuestrados anónimos que aún permanecen en manos de sus captores. Si, los secuestrados anónimos, cuyos nombres sólo saben sus familias, pues muchos de ellos, pareciera que al Estado no les interesa. Al gobierno le asiste el compromiso de usar sus buenos oficios a través de las fuerzas del Estado, como también de sus organismos de inteligencia, y, por supuesto, a través del diálogo con los captores, llámense como se llamen, para lograr erradicar definitivamente esta mala práctica, para que todos los secuestrados vuelvan a sus hogares, pues así se evita dar la impresión de que en Colombia haya secuestrados de primera y de segunda clase, como bien lo manifiestan los familiares de quienes están pasando por esta tragedia; o como afirma la opinión pública al conocer de los grandes operativos desplegados por el ejército y la policía en procura de la liberación de Luis Manuel Díaz. Sí, es que en Colombia no puede haber secuestrados de diversos niveles; todos son humanos y colombianos, sin importar su condición o estrato social, por lo cual merecen que se hagan esfuerzos para alcanzar su pronta libertad.A los secuestradores les pido que entiendan que el ser humano no es una mercancía, ni mucho menos un medio para satisfacer necesidades. A ellos, Colombia entera les pide que liberen a todos los que tienen privados de libertad. Mientras esto ocurra seguiremos elevando súplicas a Dios, hasta que la libertad de todos los seres humanos se nos vuelva costumbre. Y seguiremos, por supuesto, celebrando los triunfos de Colombia con su goleador estrella, que con sus magistrales goles nos enseña que hay que trabajar en equipo y que, a pesar de los infortunios del camino, hay que seguir adelante celebrando la vida, y la vida en libertad.Oh Dios, Padre de misericordia y amor, gracias por haber escuchado nuestra oración por la liberación de nuestro hermano Mane. Gracias por traerlo sano y salvo al seno de su hogar. Gracias, Señor, por haberlo mantenido con la fe intacta en Ti, a pesar del sufrimiento que experimentó en el cautiverio.Te pedimos, Señor, que traigas a la libertad, a aquellos que siguen en cautiverio. Que puedan volver a sus hogares con sus seres queridos, vivir en paz y en armonía Contigo. Que tu misericordia y amor sean derramados, sobre todas las personas secuestradas. Que puedan sentir tu poder sanador, y encontrar en Ti su fuente de esperanza. Pues, “para ser libres, Cristo nos ha liberado” (Gal. 5, 1).+Mons. Francisco Antonio Ceballos EscobarObispo de Riohacha

Mié 1 Nov 2023

Arquidiócesis sinodal y misionera

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - El pasado 29 de octubre culminó en el Vaticano la primera sesión del Sínodo ordinario sobre la sinodalidad. La segunda sesión se realizará en octubre de 2024. Ha sido un tiempo maravilloso durante el cual el Papa, con los miembros de la asamblea sinodal, han hecho el ejercicio de orar, de dialogar, de escucharse y de proponer, dejando espacio a la acción del Espíritu Santo que, seguramente, marcó las líneas diciéndoles a ellos y a nosotros lo que quiere para la Iglesia de hoy y de mañana.PRIMERO: Los tiempos de la Iglesia y del mundo no son fáciles. Los retos siguen siendo enormes. La llamada de la Iglesia a caminar juntos, sinodalmente, daría la impresión que no ha sido entendida ni valorada. Es una llamada que va más allá de lo religioso, para que la humanidad comprenda que el único camino de avanzar, de crecer y de superar los problemas es caminar juntos, aún en medio de la diferencia.Las noticias de las acciones bélicas entre diversos pueblos del mundo, y en nuestros territorios, no solo nos llenan de dolor, sino que nos deben llenar de vergüenza, pues cómo es posible entender, que en un mundo donde el desarrollo científico, industrial social y de la conciencia de los derechos y la dignidad de los seres humanos son tan evidentes, nos podamos ver sumidos en una hecatombe de estas dimensiones. Es como decir que el ser humano no aprende las lecciones de vida, con guerras por doquier, guerras que solo dejan a su paso destrucción, muerte y desolación.Es una pena que deba iniciar este editorial haciendo referencia a lo que desde mediados del pasado mes de octubre se está viviendo en el medio oriente, con la guerra entre el grupo Hamás e Israel, y el continuar de la guerra entre Rusia y Ucrania, entre otros. En palabras del Papa Francisco, estamos sumidos en una guerra mundial fraccionada.Es nuestro deber orar. No nos podemos cansar de hacerlo. Como arzobispo los exhorto para en todo momento, en los templos y las casas, se hagan oraciones y súplicas al Señor, para que nos regale la paz que tanto necesitamos.Pero en medio de estas realidades, que tocan también a nuestro país, que acaba de celebrar comicios lectorales regionales, también está el llamado para que los nuevos gobernantes (gobernadores, alcaldes, miembros de las asambleas departamentales y concejos municipales y los ediles) acojan este mensaje de unidad, que sean valientes para trabajar y caminar juntos en favor de las comunidades a las que están llamados a servir y sean artesanos de la paz.SEGUNDO: Nuestra Arquidiócesis está de fiesta. Después de varios años de arduo trabajo se ha podido concluir una primera etapa de las asambleas sinodales. En ellas, cientos de fieles, en la parroquias y grupos de clérigos, religiosos, religiosas, movimientos apostólicos, familias y jóvenes, se pusieron a la escucha de lo que el Espíritu Santo nos estaba diciendo, para discernir acerca de nuestra historia eclesial, y vislumbrar los planes y acciones pastorales que animen la Iglesia que peregrina en la Arquidiócesis de Cali. Sea esta la oportunidad para agradecerles a todos. Estoy seguro que sus aportes harán más fructífera la misión de nuestra Iglesia.Para recoger estos trabajos y socializarlos, tendremos el sábado 11 de noviembre, en el Coliseo del Pueblo, la Gran Asamblea Sinodal Arquidiocesana. Allí, en ambiente de oración, testimonio y fiesta, daremos a conocer los resultados y algunas de las conclusiones de las asambleas pastorales parroquiales. Que nadie se sienta excluido de esta fiesta eclesial. A todos los invito.Nos acompañará el Nuncio Apostólico en Colombia, monseñor Paolo Rudelli, quien viene a Cali en su calidad de Legado pontificio, para imponerme también el palio Arzobispal y así concluir, por así decirlo, el protocolo del inicio de mi servicio como arzobispo de Cali, que comencé oficialmente el 8 de diciembre de 2022.El palio, hecho de lana virgen, que es bendecido por el Papa y se coloca en la tumba del apóstol Pedro, es entregado solo por el Papa o por quien él delegue, pues es un signo con el que se fortalece la comunión del arzobispo con el Sucesor de Pedro, y se carga simbólicamente sobre los hombros, la responsabilidad de buscar y cuidar las ovejas, en la caridad, por la senda de la cruz liberadora de Cristo.Los invito pues para que nos acompañen en esta celebración y con el Nuncio Apostólico que representa en nuestra casa al Papa, asumamos el compromiso de trabajar y caminar juntos en la Arquidiócesis. En ella somos llamados a ser discípulos misioneros.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Mié 1 Nov 2023

Se acaba la vida, no el amor

Por Mons. Miguel Fernando González Mariño - Una antigua lápida decía: “terminus vitae, non amoris”. Se acaba la vida, no el amor. “Para este fin de amor hemos sido creados", dice San Juan de la Cruz.Cada año en el mes de noviembre nuestra santa madre la Iglesia, muy pedagógicamente nos recuerda la realidad más evidente de nuestra vida: que un día tendremos que morir. A pesar de ser tan evidente, el mundo se empeña por evadirla, desconocerla o desfigurarla, y en el peor de los casos, jugar con ella de las más diversas formas, queriéndole arrebatar a Dios su soberanía como el único Señor y dador de vida. Algunos científicos se creen con el derecho de fabricar, manipular y matar embriones humanos. Hay también, magistrados que, con aberrante soberbia, les conceden a las madres el derecho de matar a sus hijos antes de que nazcan. Es tan insidiosa la insistencia de “la cultura de la muerte” que hoy en día atentan contra sus vidas o directamente piden la muerte ya no solo adultos desesperados por graves problemas o enfermos terminales en gran sufrimiento, sino también adolescentes y cada vez más niños y jóvenes, que están comenzando a vivir y por cualquier contrariedad les parece que no vale la pena vivir. Lo cierto es que hoy, son cada vez más los imbuidos por la cultura del descarte que demuestran que, quien no valora la muerte, es porque no valora la vida.Cuando san Pablo escribió “Para mí la vida es Cristo y morir una ganancia” (Flp 1,21) no padecía de ideación suicida, ni mucho menos. El suicida es el que quiere erróneamente escaparse de la vida, huir, evadirlo todo. En cambio, para tener la convicción de Pablo, se requiere estar enamorado de Cristo. Para ver la muerte como una ganancia, Pablo primero asumió a Cristo, no solo como un maestro, o como un modelo a seguir, sino como su vida misma, la razón de su existencia, y entonces toda su vida en esta tierra, cada día y cada momento los utilizó para asimilarse más a Cristo, para tener sus mismos sentimientos, su misma forma de pensar, de tratar al prójimo, y a sí mismo como hijos de Dios. En fin, preparó su alma para encontrarse cara a cara con Él, para vivir en Él eternamente.“La muerte es el final de la vida terrena” dice el Catecismo de la Iglesia Católica (1007) y agrega que “el recuerdo de nuestra mortalidad sirve también para hacernos pensar que no contamos más que con un tiempo limitado para llevar a término nuestra vida.” Y en qué puede consistir “llevar a término nuestra vida” sino en aprender a amar y, como dice el Papa Francisco, como dice el Papa Francisco en términos futbolísticos: la vida terrena es como el campo de entrenamiento para el gran partido. Estamos aquí para “entrenarnos en el amor. La vida eterna que nuestro Padre Dios nos ofrece es vivir no junto a Él sino en Él, que es Amor absoluto, o sea que para estar en el cielo ciertamente tenemos que ser “expertos en amar.” Todo el evangelio es una continua exposición de cómo Jesús ama, me ama, incluso hasta dar su vida por mi salvación. “Qué bonita que es la vida” dice la conocida canción. Pero toda su belleza sólo se reconoce cuando la asumimos como el único medio que Dios nos presenta para llegar al cielo, cuando vivimos con los pies muy en la tierra pero el corazón en el cielo, puesto en Dios, cumpliendo a cabalidad los deberes de cada día, queriendo ayudar a hacer más feliz la vida de nuestros hermanos, ayudándoles a conocer, ya aquí en este mundo una muestra del infinito amor de Dios. Cuando valoramos así la vida, en su justa medida, valoramos entonces la muerte, como lo que es: el momento del abrazo del Padre que nos acoge en su casa. Entonces sí entendemos porque hay que morir para vivir. Mortem, terminus vitae, non amoris.+Miguel Fernando González MariñoObispo de la Diócesis de El Espinal

Jue 19 Oct 2023

Renovados en Cristo por el Evangelio

Por Mons. José Libardo Garcés Monsale- Avanzamos en este mes de octubre dedicado en la Iglesia a la oración, reflexión y ayuda a las misiones en todo el mundo y sobre todo a tomar conciencia de la tarea evangelizadora de la Iglesia y de cada uno de los bautizados, quienes en salida misionera estamos convocados para comunicar el Evangelio a otros, para que renovados en Cristo, participen de la comunidad de creyentes que es la Iglesia y todos podamos caminar como peregrinos en la fe, la esperanza y la caridad hasta llegar a participar de la gloria de Dios.La Iglesia es comunidad de creyentes que acoge a los que son bautizados, para hacerlos miembros activos de la transmisión de la fe a otros. El Concilio Vaticano II nos enseña esta verdad cuando afirma: “El Espíritu Santo, que llama a todos los hombres a Cristo por la semilla de la palabra y proclamación del Evangelio, y suscita el homenaje de la fe en los corazones, cuando engendra para una nueva vida en el seno de la fuente bautismal a los que creen en Cristo, los congrega en el único pueblo de Dios que es ‘linaje escogido, sacerdocio real, nación santa, pueblo de adquisición’ (1Pe 2, 9)” (Ad Gentes 15), siendo la Iglesia esa comunidad cristiana que es signo del amor de Dios para todos.La comunidad de creyentes empieza a gestarse en la familia, Iglesia doméstica, donde se siembran las semillas del Evangelio con el ejemplo y la enseñanza de los padres y luego viene a reforzarse con el testimonio y acompañamiento de la comunidad cristiana que sostiene en la fe. El ser humano por la gracia del bautismo se renueva permanentemente por el Evangelio que va impregnando toda su existencia. Así lo expresa el Papa Francisco cuando afirma: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (Evangelii Gaudium 1) y luego también se experimenta un gran gozo en transmitir el Evangelio a otros para que, de la misma manera, sean renovados en Cristo.Todos los cristianos que formamos parte de la comunidad de creyentes que es la Iglesia, estamos llamados a renovar permanentemente el encuentro con Jesucristo, en un esfuerzo constante por la conversión personal, que tiene que llegar al nivel de la transformación de la vida en Cristo, es decir, que sea el Señor quien obre a través de nosotros y atraiga a muchos a la salvación por el testimonio cristiano y las palabras con las que se comunica el Evangelio. El Papa Francisco se refiere a esta realidad cuando convoca al encuentro con el Señor: “Invito a cada cristiano, en cualquier lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de intentarlo cada día sin descanso. No hay razón para que alguien piense que está excluido de la alegría reportada por el Señor” (EG 3).Con todo esto tomamos conciencia que la fe en Jesucristo no es algo individual, que se vive de manera egoísta, encerrado en su propio mundo, al contrario, una vez se experimenta la alegría de la renovación en Cristo por el Evangelio, el fervor interior que se siente hace que el creyente esté presto a comunicar con la vida y con las palabras el Evangelio que ha renovado su vida en Cristo. El Concilio Vaticano II es claro al convocarnos al testimonio de vida y a la Evangelización: “No basta que el pueblo cristiano esté presente y establecido en un pueblo, ni basta que desarrolle el apostolado del ejemplo; se establece y está presente para anunciar con su palabra y con su trabajo a Cristo a sus conciudadanos no cristianos y ayudarles a la recepción plena de Cristo” (AG 15).Con este mandato del Concilio, todo bautizado ha de tomar conciencia que su renovación en Cristo, ocurrida por el Evangelio, tendrá que ser proclamada en voz alta a otros que no conocen a Jesús, están alejados o simplemente lo rechazan, porque, Dios no quiere la muerte del pecador sino que se convierta y viva (Cfr Ez 18, 21-28) y es nuestra responsabilidad ser instrumentos del Señor, para que muchos lleguen al conocimiento de Jesucristo y se salven.Comunicar el Evangelio significa para la Iglesia llevar la Buena Nueva de la Salvación a todos los ambientes de la humanidad, a los que están cerca y a los que están lejos. El Papa Francisco nos recuerda que la Evangelización se debe realizar en tres ámbitos: “En primer lugar, el ámbito de la pastoral ordinaria, animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna. En segundo lugar, el ámbito de las personas bautizadas que no viven las exigencias del bautismo, no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. Finalmente el ámbito de quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado” (EG 14). Estos tres ámbitos deben ser objeto de la entrega pastoral de cada sacerdote y de todos los bautizados en la Iglesia.La Iglesia comunidad de creyentes en su tarea evangelizadora tiene el mandato de la salida misionera. En nuestra Diócesis de Cúcuta estamos disponibles a cumplir con esta tarea, siendo comunidad de discípulos misioneros que nos involucramos y acompañamos a todos y les entregamos con gozo el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo. Que la Santísima Virgen María Estrella de la Evangelización y el Glorioso Patriarca San José fiel custodio de la fe, alcancen del Nuestro Señor Jesucristo el fervor pastoral, para estar siempre en salida misionera. En unión de oraciones. Reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Mar 10 Oct 2023

Discípulos misioneros

Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Es tradicional que el mes de octubre sea dedicado a reflexionar en torno del compromiso misionero que nos compete como bautizados.Es muy importante tener presente que la dimensión misionera tiene varias aristas que deben ser consideradas. La misión que Jesús encomienda a sus discípulos tiene como fin inicial la salvación de los seguidores del Señor, es decir, una misión ad intra, que parte de la conversión personal; luego acompañar y educar en las verdades de la fe y el conocimiento de Jesucristo, es decir, misión ad extra, que se manifiesta en el testimonio del cristiano a través de la coherencia de vida; y la que está orientada a proponer el mensaje de salvación a aquellos que no lo conocen, es decir, misión ad gentes.El Catecismo de la Iglesia católica dice que “La fidelidad de los bautizados es una condición primordial para el anuncio del Evangelio y para la misión de la Iglesia en el mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiación, el mensaje de la salvación debe ser autorizado por el testimonio de vida de los cristianos” (Catecismo, 2044).Esto que afirma el Catecismo es clave para que tomemos conciencia de la imperante necesidad que tenemos todos de vivir conscientemente los compromisos del bautismo. El anuncio misionero del Evangelio de Jesucristo nunca puede estar alejado de la vida, de la forma de vivir de los creyentes. Los primeros cristianos hacían misión viviendo unidos, siendo solidarios, amándose los unos a los otros, siendo felices en medio de las persecuciones. Por eso los paganos cuando los veían afirmaban, como es el caso de Tertuliano en el siglo II: “¡pero miren cómo se aman!” Los Hechos de los apóstoles dirá de los primeros cristianos que “los que aceptaban su palabra se hicieron bautizar, y ese día se unieron a ellos unas tres mil personas” (Hch. 2, 41) y que “alaban a Dios y gozaban de la simpatía de todo el pueblo. Cada día el Señor incorporaba a la comunidad a los que se salvaban” (Hch. 2, 47).Esto quiere decir que no podemos ser “cristianos del montón”, esto es, cristianos de partidas de bautismo, pero alejados de los compromisos de la vida cristiana. Es muy posible que muchos católicos se pasen a engrosar los templos de iglesias hermanas no católicas por el anti-testimonio que, consciente o inconscientemente, podemos estar dando los católicos.Vivamos con alegría, con esperanza y solidariamente nuestra fe. Es la mejor forma de hacer misión. Por eso acojamos con gozo la reiterada invitación del Papa a hacer de nuestra Iglesia una Iglesia en salida.Leamos este aparte de la Exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Gozo del Evangelio, del Papa Francisco, que nos dice que “la intimidad de la Iglesia con Jesús es una intimidad itinerante, y la comunión «esencialmente se configura como comunión misionera». Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (n. 23).Pero hay otro aspecto que no quiero dejar pasar de largo y es el compromiso misionero de nuestra Arquidiócesis, que tiene en cuenta lo que el Catecismo de la Iglesia católica, entre otros documentos dice a los ministros ordenados: “En virtud del sacramento del Orden, los presbíteros participan de la universalidad de la misión confiada por Cristo a los apóstoles. El don espiritual que recibieron en la ordenación los prepara, no para una misión limitada y restringida, sino para una misión amplísima y universal de salvación hasta los extremos del mundo, dispuestos a predicar el Evangelio por todas partes” (Catecismo, 1565). Y esto se aprende desde el seminario.Los invito a orar por los presbíteros de nuestra Arquidiócesis que están presentes en Iglesias necesitadas como Cádiz, Valencia, Albacete y Lérida, en España; en San Jacinto, Ecuador; en Idaho, USA; en Roma, en Buenaventura y en Popayán. También un sacerdote ad gentes en Bogotá en la Universidad Uniminuto. 17 sacerdotes y un diácono transitorio que están sirviendo en Iglesias donde escasean los ministros ordenados. Nosotros, que también tenemos limitaciones en el número de sacerdotes, damos de nuestra pobreza, seguros de que el Señor nos recompensará.Octubre es el mes del Santo Rosario, homenaje a Nuestra Señora del Rosario, cuya fiesta se celebra el 7 de octubre. A ella nos encomendamos con fe.Y en octubre es la colecta por las misiones, el DOMUND, el 22 de octubre. Seamos generosos con la oración, el sacrificio personal y el aporte económico para la misión de la Iglesia universal, colecta que se envía a las Obras Pontificias Misionales.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Vie 22 Sep 2023

“Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11, 28)

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Avanzamos en este mes de septiembre con el desarrollo de nuestro Plan de Evangelización que tiene como lema: “Caminemos Juntos, en paz, guiados por la Palabra de Dios” y que hemos comenzado orando por la paz, con el deseo de recibirla en el corazón como don de Dios y transmitirla a nuestros hermanos. El príncipe de la Paz es Jesucristo, que nos la entrega como don de Dios a todos. Conocer a Jesucristo es descubrir donde está la fuente de la paz tan anhelada por toda la humanidad y sabemos que la Sagrada Escritura es la fuente de la Palabra de Dios y quien escucha la voz de Dios en su Palabra, es llamado por el mismo Jesús bienaventurado: “Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11, 28).Caminemos Juntos construyendo nuestra vida sobre la roca firme de la Palabra de Dios. Para ello es necesario seguir escuchando al Señor en su Palabra, que se convierte en norma de vida para nuestro caminar juntos escuchando al Espíritu Santo. Vamos a celebrar la semana bíblica, momento que nos invita a ser más conscientes durante todo el año, de la necesidad de escuchar la voz de Dios, que nos ayuda a conocer más a Jesucristo, que ilumina todos los acontecimientos y circunstancias de la vida. Aparecida nos ha hecho la invitación para conocer a Jesucristo a través de su Palabra: “junto con una fuerte experiencia religiosa y una destacada convivencia comunitaria, nuestros fieles necesitan profundizar el conocimiento de la Palabra de Dios y los contenidos de la fe, ya que es la única manera de madurar la experiencia religiosa” (DA 226c).La misión de la Iglesia es anunciar la Palabra de Dios a tantas personas que no conocen a Jesús, que el Papa Francisco lo recuerda como la tarea prioritaria de la Iglesia, “quiero recordar ahora la tarea que nos apremia en cualquier época y lugar, porque no puede haber auténtica evangelización sin la proclamación explícita de que Jesús es el Señor, y sin que exista un primado de la proclamación de Jesucristo en cualquier actividad de evangelización” (EG 110), que está contenido en la Palabra de Dios que es la fuente de la predicación y la evangelización, porque contiene el mensaje central que nos llama permanente a la conversión y nos lleva a la salvación eterna.El proceso de conversión a la luz de la Palabra de Dios nos prepara para la celebración de la Eucaristía y para el ejercicio de la Caridad, que requieren la transformación de la vida en Cristo, como culmen de una decisión de conversión que se va fortaleciendo cada día con la escucha de la Palabra y la frecuencia de los Sacramentos, sobre todo la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana (Cfr LG 11), en donde se sirven el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía, tal como lo enseña el concilio vaticano II: “La Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la liturgia” (DV 21).Un cristiano que profundice en la Sagrada Escritura y se alimente de ella en la oración diaria, edifica su conversión sobre roca firme y tendrá contenido para comunicar a los hermanos, mediante una vida coherente con el Evangelio que resuena como anuncio del Reino de Dios en el corazón de muchos creyentes. Eso constituye una siembra del Reino de Dios que puede hacer todo creyente mediante la acción misionera, interpelando a otros con la Palabra de Dios a que sientan en sus corazones el deseo de comunicarla, primero en el ambiente del hogar y luego en los lugares en los que Dios nos pone para dar testimonio de Él, en un compromiso misionero fiel al mandato del Señor de ir por todas partes a anunciar el mensaje de salvación, haciendo discípulos del Señor fieles a la gracia de Dios (Cfr Mt 28, 19).Con esta certeza todos los cristianos entendemos que la misión de la Iglesia de transmitir la Palabra de Dios, no puede ser algo opcional, ni un agregado a nuestra vida de Fe, Esperanza y Caridad, sino que es el núcleo de nuestro ser cristianos que estamos llamados a comunicar con prioridad, a tiempo y a destiempo, pues se trata de participar en la vida y misión de la Iglesia, escuchando la voz del Espíritu Santo que nos ilumina la manera como debemos comunicar hoy a Nuestro Señor Jesucristo.Los convoco a poner la vida personal y familiar bajo la guía de la Palabra de Dios que escruta nuestros corazones y nos permite renovarnos interiormente, hasta el punto de convertir nuestra vida en Cristo, para llegar a decir con San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20), dando testimonio de su proceso de conversión, afirmando “Para mí la vida es Cristo” (Fil 1, 21). Que esta semana bíblica que vamos a vivir juntos, sea un momento especial de gracia para interiorizar la Palabra de Dios, conocer y amar más a Jesucristo y comunicarlo a nuestros hermanos, para que “Caminemos Juntos, en paz, guiados por la Palabra de Dios. Que la Santísima Virgen María y el Glorioso Patriarca San José, alcancen del Nuestro Señor Jesucristo el fervor misionero para cumplir con la misión de la Iglesia de anunciar la Palabra de Dios por todas partes. En unión de oraciones. Reciban mi bendición. +José Libardo Garcés MonsalveObispo de Cúcuta

Mar 19 Sep 2023

Diez puntos entresacados de un mensaje poderoso y muy actual - San Juan Pablo II

“No hay paz sin justicia, no hay justicia sin perdón”Mensaje de San Juan Pablo II en la Jornada por la paz del año 2002“La verdadera paz, pues, es fruto de la justicia, virtud moral y garantía legal que vela sobre el pleno respeto de derechos y deberes, y sobre la distribución ecuánime de beneficios y cargas. Pero, puesto que la justicia humana es siempre frágil e imperfecta, expuesta a las limitaciones y a los egoísmos personales y de grupo, debe ejercerse y en cierto modo completarse con el perdón, que cura las heridas y restablece en profundidad las relaciones humanas truncadas. Esto vale tanto para las tensiones que afectan a los individuos, como para las de alcance más general, e incluso internacional. El perdón en modo alguno se contrapone a la justicia, porque no consiste en inhibirse ante las legítimas exigencias de reparación del orden violado. El perdón tiende más bien a esa plenitud de la justicia que conduce a la tranquilidad del orden y que, siendo mucho más que un frágil y temporal cese de las hostilidades, pretende una profunda recuperación de las heridas abiertas. Para esta recuperación, son esenciales ambos, la justicia y el perdón.”1.Siguiendo la enseñanza y el ejemplo de Jesús, los cristianos están convencidos de que mostrar misericordia significa vivir plenamente la verdad de nuestra vida: podemos y tenemos que ser misericordiosos, porque nos ha sido manifestada la misericordia por un Dios que es Amor misericordioso.2.A cuantos le objetaban que comía con los pecadores, Jesús les ha contestado: «Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores» (Mt 9, 13). Los seguidores de Cristo, bautizados en su muerte y en su resurrección, deben ser siempre hombres y mujeres de misericordia y perdón.3.El perdón, antes de ser un hecho social, nace en el corazón de cada uno. Sólo en la medida en que se afirma una ética y una cultura del perdón se puede esperar también en una «política del perdón», expresada con actitudes sociales e instrumentos jurídicos, en los cuales la justicia misma asuma un rostro más humano.4.En realidad, el perdón es ante todo una decisión personal, una opción del corazón que va contra el instinto espontáneo de devolver mal por mal. Dicha opción tiene su punto de referencia en el amor de Dios, que nos acoge a pesar de nuestro pecado y, como modelo supremo, el perdón de Cristo, el cual invocó desde la cruz: «Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen» (Lc 23, 34).5.El ser humano cuando comete el mal, se da cuenta de su fragilidad y desea que los otros sean indulgentes con él. Por tanto, ¿por qué no tratar a los demás como uno desea ser tratado?6.Todo ser humano abriga en sí la esperanza de poder reemprender un camino de vida y no quedar para siempre prisionero de sus propios errores y de sus propias culpas. Sueña con poder levantar de nuevo la mirada hacia el futuro, para descubrir aún una perspectiva de confianza y compromiso.7.El perdón es necesario también en el ámbito social. Las familias, los grupos, los Estados, la misma Comunidad Internacional, necesitan abrirse al perdón para remediar las relaciones interrumpidas, para superar situaciones de estéril condena mutua, para vencer la tentación de excluir a los otros, sin concederles posibilidad alguna de apelación. La capacidad de perdón es básica en cualquier proyecto de una sociedad futura más justa y solidaria.8.Por el contrario, la falta de perdón, especialmente cuando favorece la prosecución de conflictos, tiene enormes costes para el desarrollo de los pueblos. ¡Cuánto sufre la humanidad por no saberse reconciliar, cuántos retrasos padece por no saber perdonar! La paz es la condición para el desarrollo, pero una verdadera paz es posible solamente por el perdón.9.La propuesta del perdón no se comprende de inmediato ni se acepta fácilmente; es un mensaje en cierto modo paradójico. En efecto, el perdón comporta siempre a corto plazo una aparente pérdida, mientras que, a la larga, asegura un provecho real. La violencia es exactamente lo opuesto: opta por un beneficio sin demora, pero, a largo plazo, produce perjuicios reales y permanentes.10.El perdón podría parecer una debilidad; en realidad, tanto para concederlo como para aceptarlo, hace falta una gran fuerza espiritual y una valentía moral a toda prueba. Lejos de ser menoscabo para la persona, el perdón la lleva hacia una humanidad más plena y más rica, capaz de reflejar en sí misma un rayo del esplendor del Creador. +Luis José Rueda AparicioArzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia