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Opinión

Jue 2 Jun 2022

JUNIO: El mes de la Iglesia

Por: Mons. Dario de Jesús Monsalve Mejía - Tanto el Año Litúrgico como nuestra “semana arquidiocesana” de Cali, del 13 al 20 de junio), nos invitan a profundizar en “la verdad de La Iglesia”. El calendario de celebraciones del mes y la infaltable figura de María, invocada como Nuestra Señora de Los Remedios, Patrona de la Arquidiócesis y del Valle del Cauca, nos conducen al misterio, a la comunidad misionera y a la institución eclesial que, unida por el Espíritu Santo, continúa y extiende la misión de Cristo Jesús en todos los pueblos, tiempos y culturas. Como Iglesia Particular de Cali, avanzamos con la Iglesia Universal hacia la propuesta actual de la sinodalidad, entendiéndola, más que como mero “modelo de Iglesia”, como construcción permanente del Amor de Dios en las almas y en nuestro mundo humano. Las solemnidades litúrgicas de junio inician con el Domingo de Pentecostés (día 5). La naciente Iglesia Apostólica, la que surge con la persona misma de Jesucristo, de su cruz y resurrección, proclama el Evangelio de La Vida que rompe cadenas de muerte, de odio, de mentira, de ídolos, de pecado y de culpa. Es la fuerza del Amor de Dios al mundo, la que se vuelve anuncio, testimonio y misión. Como lo anunciaron los profetas y los sabios de Israel, como lo prometió Jesús a sus discípulos, ahora el Espíritu del Padre Dios y de su Hijo, ascendido y sentado a su derecha, es derramado sobre toda carne, toda persona y nación. La comunidad cristiana es el cuerpo visible que le transmita esta Alma Divina, con sus dones diversos y sus múltiples frutos. Dios establece su “morada” en quienes acogen la palabra y acogen a Cristo Jesus como su Salvación, su Señor y Dios, como Soberanía del Amor y Reino de Dios. El fuego de este amor divino abre la libertad humana hacia la Verdad de Dios. Él revela su ser desde su actuar, desde el amar y el Amor que nuestra libertad puede reconocer en la Creación, en la Redención de la humanidad perdida y en la restauración de la armonía entre las criaturas todas, encaminadas a la perfección del Amor. Las solemnidades de la Santísima Trinidad de Dios, de la Eucaristía en el Corpus Christi, de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote, del Sagrado Corazón de Jesús, de los Santos Pedro y Pablo, Apóstoles, son una procesión de imágenes y realidades que contienen el misterio, la sacramentalidad, la “antropología teológica”, la ministerialidad de Cristo entre Dios y los hombres, y la doble misión evangelizadora (Pablo) y pastoral (Pedro) de la Iglesia. Toda una “síntesis festiva y litúrgica” del ser y tarea de la Iglesia, desde el ser intratrinitario de Dios, hasta el ser comunitario y social que visibiliza este “cuerpo de Cristo”, que prolonga su encarnación en la vida e historia de la humanidad. Para los creyentes católicos, la virgen María es el precioso “ícono” de la Iglesia, mujer y madre, sierva y servidora, maestra de Cristo e Intercesora de los cristianos, protectora de la humanidad. El mes de junio nos trae el “CON MARÍA” de la comunidad de los apóstoles, antes de Pentecostés, que evoca la unidad y la continuidad con la Anunciación y la Encarnación. Por ello, la actual liturgia ha puesto la memoria obligatoria de la “Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia”, el lunes siguiente a Pentecostés. También el día 16 de junio, la tradición eclesial invoca a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, antigua imagen de la ortodoxia greco rusa y del occidente católico. Y el día 26, Nuestra Señora de la Paz, patrona de países y parroquias, es también invocada en nuestro “ordo” nacional. Son títulos, muchos de ellos también litanicos, que proclaman la histórica solidaridad de María con las luchas de los creyentes y con los pueblos que se inspiran y acuden a Ella. En el marco festivo de este “mes de la Iglesia”, miremos ahora la hermosa tradición de Nuestra Señora de Los Remedios, desde los inicios de la colonización de estos territorios ancestrales. Tradición que une a la Virgen María con la fe y la vida de los más pobres y sufridos, de los indígenas y los esclavos negros fugitivos de sus amos, los llamados “cimarrones”, refugiados en las montañas y los campos, en lugares apartados o en palenques y kilombos. A la imagen de la Virgen, que indígenas y fugitivos veneraban en la escondida montaña de los indios Calimas, en las cañadas cordilleranas de El Queremal, en la cascada que denominaron “el manto de la Virgen”, le pusieron el nombre cariñoso de “la montañerita cimarrona”, cuyo niño Jesús, cargado con su brazo izquierdo, llevaba la tradicional y silvestre fruta del chontaduro en su manita. Más tarde, trasladada a Cali por el frayle mercedario Miguel de Soto, quedó con el nombre español de “Los Remedios”, porque sus devotos la invocaban en las pestes y Ella les obtenía alivio del Cielo. Así se unieron la devoción inicial de aborígenes, afro descendientes y campesinos con la de los citadinos caleños. E instalada en Cali en el año de 1580, en el templo de Las Mercedes, aquella misteriosa talla de piedra de pedernal, labrada sobre la roca de la cascada, fue declarada Patrona de la sede diocesana de Cali y, posteriormente, de la actual arquidiócesis metropolitana del Valle del Cauca. La Semana Arquidiocesana, del 13 al 20 de junio, efectuada ya por varios años, concluye con el aniversario de la elevación de Cali como sede arzobispal, el 20 de junio de 1964, mediante la Bula “Quamquam Christi” de San Paulo VI, y la dedicación pontificia a Nuestra Señora de Los Remedios. ¿Cómo hacer la celebración en este año 2022? Sigamos el derrotero que nos trace la Vicaria de Evangelización y Pastoral. Incluyamos en ella los signos y gestos que den continuidad a nuestro “sensus ecclesiae” (sentido y sentir de Iglesia), a nuestro “sensus fidei y consensus fidelium” (sentido de fe y consenso de los fieles), de modo que el Amor a Jesús sea inseparable del Amor a María. Que cada párroco con su Asamblea de servidores, con sus fieles, tengan en esta ocasión y una vez más, la disponibilidad y el entusiasmo para testimoniar la devoción y veneración a la advocación patronal de Los Remedios. Que sea ocasión para orar juntos por nuestra Iglesia diocesana. Una procesión o peregrinación, con la imagen o pendón de nuestra Patrona, hacia el templo mariano más cercano, con el Santo Rosario y la Santa Misa por nuestra Arquidiócesis, darían ese toque de familia, de “caminar juntos”, de Pueblo de Dios. “De dos en dos”, como en el envío misionero, o “dónde dos o más se reúnan en mi nombre”, como en la promesa de JESÚS EN MEDIO, nuestras feligresías y sus pastores se unan para hacer el signo de Iglesia Particular. La oración CON MARÍA nos haga fuertes como Ella en la fe, el amor y la esperanza, especialmente en el “socorro y remedio” a los que sufren y padecen enfermedad u opresión. Los bendigo con pastoral afecto. + Dario de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Dom 29 Mayo 2022

¡Bienvenida Democracia!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Hoy es el día de la democracia, de las decisiones. Los colombianos podemos ir a las urnas a expresar nuestra opinión, votando en conciencia, sin imposiciones ni presiones, pensando en el bien común. Bienvenida democracia, la voz del pueblo se oirá en todos los confines de Colombia como una plegaria de reconciliación; será como un poema a la libertad, una canción a la verdad, una obra de arte para dirigir los pueblos, una melodía de paz, una sinfonía a la justicia, una conquista de la fraternidad. Bienvenida democracia, te queremos sin ropajes de colores, vestida del color de la bondad, ceñida con el cinturón de la caridad, revestida con la túnica de la esperanza, cubierta con el velo de la honestidad. Bienvenida democracia, para muchos una utopía, para otros, falsedad, para los ciudadanos convencidos, el camino a la libertad, la justicia y la paz. Te queremos democracia, sin maquillaje, sin doblez, sin demagogia, sin pesimismo, sin vanaglorias humanas, sin esclavitudes ni discriminaciones, sin exclusiones ni arrogancia. Bienvenida democracia, te aceptamos con las cicatrices que recuerdan las diferencias, las heridas del pasado, la violencia, la pobreza y la desigualdad; bienvenida democracia con la pulcritud que te debe caracterizar, con la transparencia que te ha de embellecer; no dejaremos que se empañe tu esbeltez con las impurezas de la corrupción, la presión de los politiqueros y la desfachatez de los embaucadores. Bienvenida democracia, en la que la libertad de los seres humanos se manifiesta en el respeto por la vida, la tolerancia como aceptación de las diferencias, el entusiasmo por la inversión en la justicia social, la valentía para combatir la delincuencia, el dinamismo para generar bienestar, la creatividad para solucionar los conflictos y las divisiones sociales, la inspiración para garantizar los derechos de los ciudadanos, la confianza para generar consensos y procesos de convivencia pacífica, la perseverancia para luchar contra los grupos al margen de la ley y aquellos que intentan imponer su yugo, la capacidad para promover y aceptar la ley. Bienvenida democracia, con el ímpetu de ser la señora de la casa, que ordena las cosas, que dispone las normas y leyes al servicio de los ciudadanos, que ondea la bandera de las libertades, que se preocupa por la educación y el bienestar, que forma en los valores, que promueve la ciencia, el arte, el deporte, el civismo, la cultura y la academia. La señora de la casa que no le teme al disenso, que busca consensos y que se abre al debate, que armoniza relaciones y no teme al compromiso. La señora de la casa que incentiva el cumplimiento de los deberes y privilegia el respeto de los derechos, que estimula la calidad de vida y simpatiza con la verdad, que se niega a anquilosarse o a dejarse mancillar por la esclavitud y la opresión. Bienvenida democracia, señora de la casa, que escucha la voz del pueblo, que anima a hombres y mujeres a formarse en la sana política con la posibilidad de elegir y ser elegidos, que se quiebra ante la politiquería y se debilita ante la terquedad de quienes la sienten y la ven obsoleta, en desuso o envejecida. Usted es la señora de la casa, bien vestida y arreglada con las joyas de la corona de la paz. Muchos soñamos con un país armonioso, que sea habitable, en el que todos nos sintamos sujetos de derechos y deberes y, ese país, que llamamos ‘Colombia’, necesita de ti, de mí, de todos, para que, en medio del dolor y la alegría, la violencia y la indulgencia, la pobreza y la bonanza, la guerra y la paz, el odio y la indulgencia, el bien germine ya, la luz sea invencible y salgamos victoriosos construyendo una hermandad. En esta Colombia que grita exultante de alegría, la fe es nuestro sello y Dios nuestro Baluarte, que nos llama a apreciar la belleza de la vida misma y a cuidar juntos nuestra casa común. Bienvenida democracia. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Sáb 28 Mayo 2022

Elegir lo mejor para todos

De nuevo los colombianos son llamados a las urnas, en esta ocasión, para dar inicio a la elección de quién será el nuevo Presidente de la República. Por los siguientes cuatro años. Esto ya es un dato positivo y que hay que valorar: la democracia colombiana, pese a todo lo que se diga, sigue rodando ordenadamente y dando a los ciudadanos la oportunidad de elegir a los candidatos y candidatas de su preferencia. Esto no se puede afirmar de todas las naciones, incluyendo algunos países de la región. La vieja democracia de Colombia, ajada y maltrecha, sigue siendo la atmósfera de la vida política del país y este es un valor que ha crecido a lo largo de la vida republicana y que hay que cuidar como un bien precioso. ¿A quién elegir? ¿Por quién votar? La Iglesia, a través de la Conferencia Episcopal de Colombia, como lo viene haciendo hace ya muchos años, invita, en primer lugar, a que todos los ciudadanos ejerzan efectivamente el derecho al voto. Es la mejor herramienta para hacerse partícipes del destino político de su propia patria. Invita a hacerlo libre y conscientemente. Propone que el criterio para escoger sea el de mirar quién está más y realmente interesado por el bien común de la sociedad, de todas las personas. Y, también, quién tiene una especial atención y preocupación por la población más pobre y más vulnerable. La Iglesia, por supuesto, no va a sugerir ningún nombre en concreto, porque esa no es su misión. Trata de ayudar a iluminar las conciencias para que cada persona tome decisiones con la mejor información y criterios posibles. A algunas personas les impresiona la pugnacidad de la contienda electoral. Así ha sido. Pero esto también es signo de una democracia vigorosa que deja campo amplio para el debate, para la crítica, incluso contra el actual gobierno y contra el Estado, sin que ello genere consecuencias negativas o de represión para nadie. Es nuestra democracia un sistema que, aunque imperfecto, da amplia cabida a la libertad de expresión, de prensa, de opinión. La democracia colombiana ha soportado embestidas fuertes de los violentos, de organizaciones nacionales e internacionales interesadas en desprestigiarla, de gobiernos no democráticos, quizás de todo el mundo, y, sin embargo, se ha sostenido, básicamente porque los colombianos están lejos de querer perder su libertad en cualquier sentido. A pesar de todos sus defectos, este sistema de elección popular de los dignatarios del Estado a nivel local y nacional, sigue siendo el preferido en Colombia. Entonces, desde la Iglesia se invita a todos los ciudadanos a hacer uso efectivo de la democracia y en forma masiva. No se debe olvidar, por ejemplo, que en buena medida la desmovilización de las Farc obedeció a una creciente presión ciudadana contra la violencia. Cuando un pueblo se moviliza y lo hace libre y pacíficamente, es difícil que algo lo pueda detener. No hay que dejar que espíritus violentos o autoritarios, muchos menos maquinarias criminales, se tomen por asalto la vida colombiana y para eso, de nuevo insistimos, la mejor herramienta no es las armas, es el voto. Y, como en el pasodoble, “ni se compra ni se vende”. Ojalá Colombia viva una fiesta democrática en la jornada del 29 de mayo de 2022 y que el o los ganadores tengan como valor supremo el bien común de toda la sociedad, no solo de un partido, una clase, un sector. 50 millones de colombianos tienen derecho a ser libres y a ir mejorando sus condiciones de vida en un entorno democrático, seguro y equitativo. Fuente: Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones - El Catolicismo

Vie 27 Mayo 2022

La vida política de la sociedad

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - En este momento, cuando nos disponemos a elegir un nuevo Presidente para Colombia, es preciso que iluminados por la doctrina social de la Iglesia seamos conscientes y responsables de cuanto nos corresponde hacer. Urge que miremos en su conjunto la sociedad y tengamos conceptos claros. Debemos comprender, en primer lugar, que la organización jurídica y política de la vida en la sociedad es una necesidad, por cuanto es una exigencia ética que deriva de la misma naturaleza humana. Esto implica la integración de los grupos, instituciones y asociaciones que los ciudadanos constituyen libremente para el desarrollo de su vida personal y comunitaria dentro de una regulación jurídica y política que se edifique sobre el principio inviolable de la dignidad humana, como fundamento y fin de toda forma de convivencia, que reconozca y garantice el ejercicio libre de los derechos y deberes de la persona y que sirva a la promoción del bien común. Esta organización política de la sociedad requiere un pueblo consciente de su libertad, que defiende siempre su derecho a decidir cómo quiere ser gobernado y quién quiere que lo gobierne; comporta también una autoridad política legítimamente constituida que debe guiarse por la forma de mando institucionalizada en el Estado; pide un orden jurídico justo, estable y público que garantice los derechos y deberes fundamentales de todos; exige un sistema de relaciones entre gobernantes y gobernados marcado por la responsabilidad y la confianza. A este respecto la doctrina social católica enseña que Dios es el origen del poder, porque es el creador del hombre y del mundo. Los gobernados eligen a sus gobernantes, pero no les transfieren la titularidad del poder; por eso, éste es siempre revocable. La corrupción del derecho de mando degenera en tiranía, lo que legitima el derecho de resistencia. Las leyes positivas no pueden sustentarse en la mera voluntad de los legisladores, en proyectos ideológicos o de gobierno, ni en la parte mayoritaria de la sociedad. El derecho natural es el fundamento pre-político sobre el que debe sustentarse el derecho. La doctrina de la Iglesia valora el régimen democrático como modelo de organización política que garantiza la participación, se opone al monopolio del poder y es un ideal de libertad y madurez moral que pone en su centro la defensa y garantía de la persona, de sus derechos y libertades. La democracia no puede reducirse a la regla de la mayoría, debe asentarse en un Estado de derecho que garantice la división funcional del poder, que instaure la autoridad de la ley, que someta y fiscalice al poder político. Por consiguiente, es preciso oponerse, por ser contrarios a la dignidad y libertad del ser humano, a los regímenes dictatoriales con voluntad de permanencia, a la institucionalización de formas políticas basadas en la excepcionalidad, la represión y la violencia. Son causa de graves problemas en la organización política: la acción política como actividad orientada a la satisfacción de intereses particulares, las diversas formas de monopolio de poder, los caudillismos que piden adhesión incondicional y la intromisión del poder en la esfera de las libertades fundamentales de las personas. Algunos medios con los que se puede afrontar los desafíos que plantea la adecuada organización política de la sociedad son estos: educar en la consideración de la dignidad de toda persona; lograr que la familia, la escuela y las diversas instituciones civiles y religiosas formen la conciencia ciudadana; promover el respeto a los valores y a los logros culturales y sociales de la nación; defender el derecho a la libertad religiosa y de conciencia; construir instituciones políticas y sociales que se relacionen desde los principios de subsidiariedad y responsabilidad. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 23 Mayo 2022

La paternidad y maternidad: vocación a custodiar la vida

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En el mes de mayo veneramos de manera especial a la Santí­sima Virgen María, Madre del Niño Jesús y con Ella celebramos con alegría la misión de las madres, que han permitido la vida de sus hi­jos, protegiendo, defendiendo y cus­todiando la vida humana en todas sus etapas. Asistimos a un momen­to histórico en el que la maternidad llega a considerarse un obstáculo para la realización de la mujer, sin embargo, es exactamente lo contra­rio, la maternidad es una vocación que viene del Señor, con la misión de custodiar la vida humana como regalo de Dios. En este orden de ideas, celebrar el día de la madre es reconocer una vocación y una misión que está ins­crita por Dios en el corazón de cada mujer y que realiza plenamente con la vocación y misión del padre, que a ejemplo de San José custodia la vida del nuevo ser que se gesta en el seno materno. El Papa Francisco así lo expresó en Amoris Laetitia cuan­do dijo: “Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración íntegra y ar­moniosa. Respetar la dignidad de un niño significa afirmar su nece­sidad y derecho natural a una ma­dre y a un padre” (AL 172). Cada mujer ha recibido de Dios la vocación de acoger la vida, abrazar­la, protegerla, darla a luz, alimentar­la, sostenerla, acompañarla y de esa manera realizar su vida como mujer y madre, que descubre la belleza del nuevo ser humano que va crecien­do y desarrollando su ser de manera integral, con la ayuda, la compañía y la custodia del padre, que da al hijo la capacidad de enfrentarse al mundo. De esa manera paternidad y maternidad se complementan y aportan al crecimien­to y desarrollo de la vida humana. Así lo expresa el Papa Fran­cisco cuando afirma: “La madre, que ampara al niño con su ternura y compa­sión, le ayuda a des­pertar la confianza, a experimentar que el mundo es un lu­gar bueno que lo recibe, y esto per­mite desarrollar una autoestima que favorece la capacidad de intimidad y la empatía. La fi­gura paterna, por otra parte, ayuda a perci­bir los límites de la realidad, y se caracte­riza más por la orientación, por la salida hacia el mundo más amplio y desafiante, por la invitación al esfuerzo y a la lucha” (AL 175). Paternidad y maternidad hacen par­te de la vocación y misión del ser humano para conformar familia y para generar la vida humana, que se recibe en el hogar como don de Dios y que hay que respetar, custodiar, proteger y cuidar en todas las etapas de la existencia del ser humano. El cuidado paterno es tan importante como el materno y juntos contribu­yen al desarrollo armónico del niño. Así lo expresa el Papa Francisco: “Un padre con clara y feliz iden­tidad masculina, que a su vez combine en su trato con la mujer el afecto y la protec­ción, es tan necesario como los cuidados maternos. Hay roles y tareas flexibles, que se adaptan a las cir­cunstancias concretas de cada familia, pero la presencia clara y bien definida de las dos figuras, femeni­na y masculina, crea el ámbito más adecuado para la maduración del niño” (AL 175). De todo esto se desprende que la familia tal como Dios la quiso des­de el principio, un padre, una madre y unos hijos, con­tribuye a construir persona y socie­dad en armonía y equilibrio, dando a cada nuevo ser lo suficiente para su crecimiento y desarrollo sano, que permita en un futuro relacionarse con Dios, consi­go mismo, con los demás y con el mundo que lo rodea de manera sana y estable. Esto constituye un reconocimien­to de la paternidad y la maternidad como una contribución a la forma­ción de la sociedad, porque “una sociedad sin madres sería una so­ciedad inhumana, porque la ma­dres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza mo­ral” (AL 174), pero una sociedad sin padres, sería carente de tenaci­dad y capacidad para la lucha; un matrimonio sin hijos, sería como un jardín sin flores, porque “el amor siempre da vida. Por eso, el amor conyugal no se agota dentro de la pareja. Los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de si mismos la realidad del hijo, refle­jo viviente de su amor, signo per­manente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del pa­dre y de la madre” (AL 165). Estamos llamados a fortalecer la fa­milia como célula fundamental de la sociedad y como Iglesia doméstica, donde se genera, se protege, se de­fiende y se custodia la vida humana. “La familia es el ámbito no sólo de la generación sino de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios” (AL 166). Que al celebrar en este mes de mayo a la Santísima Virgen María y al glorioso Patriarca san José, poda­mos reconocer la paternidad y la maternidad como una vocación y misión para custodiar la vida huma­na en todas las etapas. Que a ejemplo del hogar de Naza­ret, podamos fortalecer nuestras familias con vocación a la genera­ción y acogida de la vida, que ayuda a fortalecer la fe, la esperanza y la caridad, en el ejercicio de nuestra vocación y misión. En unión de oraciones, sigamos adelante. Reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Jue 19 Mayo 2022

Vamos todos a votar

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Se acerca un momento muy importante en la vida de nuestro país: elegir un nuevo Presidente de la República. Diversos hechos y circunstancias muestran que el contexto de esta elección es grave y que debemos obrar con inteligencia y responsabilidad desde la primera vuelta. Estas son algunas consideraciones que conviene tener presentes: Hay obligación moral de votar. No podemos ser indiferentes frente al presente y al futuro de nuestra nación. Tenemos que ser responsables y depositar libre y reflexivamente nuestro voto por quien veamos, en conciencia, puede responder mejor a las necesidades y desafíos del país. Hay que superar el abstencionismo, pues a todos nos afecta lo que pueda pasar bueno o malo. Optemos y trabajemos por la unidad. No somos enemigos, sino hermanos que aunque tengamos diversas visiones y posiciones, finalmente debemos entendernos y comprometernos para convivir bien en una misma patria. Pensemos en un candidato que busque más unir que combatir, que logre más concertar que enfrentar a unos contra otros, pues lo peor que nos puede pasar es una ruptura nacional. Propiciemos con quienes nos sea posible el diálogo. Este es un momento para que todos analicemos lo que necesita y conviene a Colombia. Más que alimentar temores, tejer enfrentamientos, difundir noticias falsas y dejarnos manipular por informaciones tendenciosas, dialoguemos para esclarecer juntos lo que mejor conviene al país y descubramos la forma de cooperar todos en ello. Exijamos respeto y orden para las elecciones. Pidamos a las entidades del Estado encargadas de orientar, vigilar y escrutar las elecciones, que lo hagan con honestidad y competencia. Pidamos a los candidatos y a sus equipos, a los corruptos que acostumbran delinquir electoralmente y a los actores armados ilegales que no impidan que este momento responda sólo a los intereses del bien común. Seamos realistas. Ni un país perfecto es posible ni tendremos nunca un candidato omnipotente. Tampoco somos un desastre sin salida. El país es lo que todos somos, lo que todos hemos construido, lo que todos nos propongamos realizar. Más que en una persona que nos agrada debemos pensar en un plan de gobierno posible y efectivo, en el que todos podamos participar. Escojamos el mejor proyecto de gobierno. Si bien nada es absolutamente perfecto, sí podemos votar por quien garantice mejor la libertad de los ciudadanos, la paz y concordia entre todos, la adecuada integración con las demás naciones, la defensa de la vida y la familia, la lucha contra la inequidad social, el acceso de todos a los servicios básicos de salud, vivienda y alimentación. Analicemos quiénes están detrás de los candidatos. Una persona sola no logra gobernar. Por eso, en último término, elegimos un equipo, un movimiento, un partido. De ahí la importancia de examinar quién inspira, asesora, acompaña y ayuda a quien será el próximo Presidente, comenzando por su vice-presidente y siguiendo por quienes serán sus inmediatos colaboradores. Apoyemos un cambio razonable y positivo. No podemos estancarnos, tenemos que avanzar; pero cambiar no es destruir lo que se ha hecho con esfuerzo y recursos de todos, sino continuar una creación que nos lleve a lo mejor, que potencie lo bueno que ya tenemos, que reforme lo que no funciona y que ponga en marcha los proyectos que necesitamos. Cuidemos que se mantenga la institucionalidad. La construcción democrática ha costado hasta sangre y es la mejor garantía de bienestar. Por tanto, votemos por quien respete el estado social de derecho, la alternación presidencial cada cuatro años, el carácter propio de las Fuerzas Armadas, la autonomía de los organismos de control y los derechos humanos de todos los colombianos. Oremos mucho y confiemos en Dios. Dios no dejará nunca de ser Padre y de conducir la historia, aunque respetando siempre nuestra libertad. Dispongámonos a recibir de él la sabiduría que necesitamos para hacer la mejor opción, la responsabilidad para afrontar las vicisitudes siempre presentes en el camino de un pueblo y la fortaleza para asumir la purificación que de repente llega cuando se ha permitido la descomposición moral de una sociedad. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 17 Mayo 2022

¡A las madres!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Esta columna de hoy quiero dedicarla a las madres, a esas mujeres que han entendido muy bien su maternidad y a aquellas que, superando todos los obstáculos, las críticas, las encrucijadas de la vida, el dolor y el sufrimiento han dicho sí a la vida. La maternidad es un don de Dios que los hombres no comprendemos suficientemente, de ahí que deberíamos rechazar socialmente el machismo, el maltrato contra las mujeres, los feminicidios, la explotación sexual, la trata de personas, etc. Todo esto exige de parte de la mujer, romper con el silencio abrumador y de parte de las autoridades promover acciones concretas para favorecer los derechos de las mujeres. Desde que Clara Setkin (1857-1933), lideró la protesta mundial para exigir los derechos a favor de las mujeres, lo que trajo consigo la institucionalización del día internacional de la mujer hasta el día de hoy ha crecido el número de atropellos contra su dignidad. Y es que el machismo no da tregua y no cede tan fácilmente al protagonismo de la mujer pues los espacios que las mujeres han conquistado en la sociedad y en el mundo ha sido gracias a su pujanza, tesón y capacidad de resiliencia. Las mujeres han sabido ganarse un puesto en la sociedad, aunque todavía en muchos escenarios sigue estando relegada. La mujer tiene un espíritu maternal que la convierte en un ser especial; ella es imagen de Dios como lo es el hombre: “mujer y varón los creó” (Gn 1,27), seres iguales en dignidad; así podemos entender por qué Dios no sacó a la mujer de los pies del hombre, para que no se creyera inferior a él; no la sacó de la cabeza del hombre para que no se creyera superior a él; la extrajo de una costilla, para recordar que hombre y mujer son iguales: “ésta sí que es carne de mi carne y hueso de mis huesos” (Gn 2, 23). Maravilloso celebrar el día de las madres que deberíamos conmemorar todos los días; días especiales para expresar nuestra gratitud por el don de la vida, por su donación, sus desvelos, su entrega incondicional, su silencio, su bondad. Aunque no podemos desconocer que hay madres confundidas, madres que han rechazado o abandonado a sus hijos, otras que no se han preocupado por brindarles una buena educación y mujeres que han decidido ‘abortar’, es hermoso reconocer que una gran mayoría de mujeres madres se desviven por sus hijos sin importar si un día se olvidan de ellas o las abandonan. Madres que, con sus lágrimas, comparten el sufrimiento de sus hijos y con sus caricias suavizan su dolor; madres que defienden con su propia vida a sus retoños, que, sin importar los años o desaires, sus rebeldías o maltratos perdonan de corazón y siguen amando sin condiciones; madres que sufren en silencio cuando sus hijos les privan de sus nietos o tienen que soportar la grosería porque de lo contrario, quedarían desprovistas de la posibilidad de comer, dormir, vivir en una casa digna; madres que educan a sus hijos en valores, con principios, transmiten la fe, enseñan la moral, corrigen, persuaden; madres que, con la pedagogía del amor saben comprender los silencios de los hijos, las rabietas y pataletas de los nietos, las carencias económicas, la pobreza y la bonanza. Madres que, con un corazón de oro y la cabellera encanecida, nos llenan de júbilo con sus mimos y su sabiduría; madres espirituales que nos enseñan el valor de la fe, la manera de abrazar la cruz y el camino de la esperanza para unirnos a Dios. Madres que, sin escatimar esfuerzos, lo siguen dando todo por sus hijos y, a ejemplo de María, se convierten en mujeres silenciosas, capaces de transformarlo todo en ‘amor’, aun el dolor y el sufrimiento. A ustedes queridas mamás, abuelas, tías, hermanas, cuñadas, amigas, nuestro homenaje de amor; gracias por existir, por ser co-creadoras, por engendrar vida, por ser lo que son, por estar siempre dispuestas, por estar ahí sin musitar palabras cuando hemos llorado en sus brazos, por brindar una palabra de consuelo cuando hemos necesitado de aliento. Y cómo no recordar a esas mamás que hoy están disfrutando del paraíso eterno, que desde el cielo nos cuidan como angelitos, que fueron nuestro tesoro en la tierra y hoy son perlas preciosas en el cielo. A todas las mamás feliz día. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Vie 13 Mayo 2022

Tres paradojas, con San Isidro Labrador

Por: Mons. Fernando Chica Arellano - Llega el 15 de mayo y, con esa fecha, la fiesta de san Isidro Labrador, patrono de los agricultores, especial protector de muchas cooperativas y entidades rurales, modelo de vida cristiana para multitud de personas sencillas, así como fuente de gozo espiritual para numerosos pueblos de España y de América Latina. Su vida se desarrolló principalmente en la España del siglo XII. Fue elevado a los altares en 1622, en la misma ceremonia que Santa Teresa de Jesús, San Ignacio de Loyola, San Francisco Javier y San Felipe Neri. Para este 2022, en el que se cumplen los 400 años de su canonización, el Papa Francisco ha concedido un Año Santo Jubilar, que dará inicio el 15 de mayo próximo y terminará el 15 de mayo de 2023. Con esta ocasión, quiero invitar a reflexionar sobre ciertas “paradojas” que aparecen en la vida de san Isidro. Aclaro, de entrada, que aquí me inspiro en el cardenal Henri de Lubac, afamado teólogo jesuita del siglo XX, para adoptar una visión positiva de la paradoja. No considero, pues, que este término se refiera a algo contradictorio, confuso o incomprensible. Más bien, pienso que las paradojas ofrecen miradas incompletas que apuntan a la plenitud. Formulan realidades que nos sacuden y nos equilibran. Son polaridades en tensión que nos dinamizan, que expresan la búsqueda en espera de una síntesis mayor. Lo urbano y lo rural La primera paradoja se refiere a que san Isidro es el patrón de una gran ciudad como es Madrid, la capital de España. Pero es, al mismo tiempo, un santo eminentemente rural, con ermitas en muchos pueblos pequeños, que en estas fechas salen en procesión pidiendo la intercesión de este insigne amigo del Señor para lograr el agua necesaria y unas buenas cosechas. Nuestra época está conociendo una evolución demográfica sin precedentes. Por primera vez en la historia, la mayoría de la población mundial (aproximadamente, el 55% del total) reside en ciudades. Se estima que, cada día, la población urbana aumenta en 200.000 personas en todo el mundo y que, para el año 2050, dos tercios de la humanidad vivirán en grandes urbes. Ahora bien, junto a estos datos estadísticos hay que considerar otra realidad cualitativa, más compleja. Se trata del doble fenómeno (paradójico) de la urbanización del campo y de la ruralización de las ciudades. Por un lado, las condiciones de vida de los pueblos van modificándose por la tecnología, el transporte, los bienes de consumo y los suministros energéticos, de modo que el ritmo y el estilo de vida de esos municipios se parecen más a los de las ciudades de antes. Por otro lado, en las grandes urbes se observa un fenómeno de ruralización del extrarradio, debido a las fuertes migraciones de población del campo que, como estrategia de supervivencia, intentan reproducir en la ciudad sus estilos de vida, ahora desarraigados. Este es un fenómeno muy habitual en África y en América Latina, que plantea serios retos que hay que encarar ofreciendo condiciones de vida dignas (vivienda, salubridad, alimentación, etc.) para millones de personas. Los medios y los fines En el llamado “Códice de San Isidro” (escrito a fines del siglo XII y encontrado en 1504) se narra uno de los episodios más conocidos del santo, el llamado milagro de los bueyes. Alguien acusa a Isidro de que abandonaba el trabajo para dedicarse a la plegaria; cuando investigan el asunto, espiando al labrador, descubren que, efectivamente, Isidro se dedica a orar, pero los bueyes siguen arando solos o, más bien, guiados por unos ángeles. Los ángeles significan, en toda la tradición bíblica y cristiana, los seres mediadores de Dios. Su figura ofrece un modo concreto de expresar el equilibro (siempre paradójico, en cierto sentido) entre medios y fines. En nuestro mundo contemporáneo, sabemos que “la tecnociencia bien orientada no solo puede producir cosas realmente valiosas para mejorar la calidad de vida del ser humano” (Laudato Si’, n. 103), sino que también puede producir efectos perniciosos. Esto ocurre cuando asumimos “la tecnología y su desarrollo junto con un paradigma homogéneo y unidimensional” (Laudato Si’, n. 106), en lo que el Santo Padre ha llamado la globalización del paradigma tecnocrático. Podemos decir que, con frecuencia, “tenemos demasiados medios para unos escasos y raquíticos fines” (Laudato Si’, n. 203). Triste paradoja, bien alejada de los bueyes de san Isidro. La activa contemplación Otros episodios conocidos de la vida de San Isidro son el milagro del molino (multiplicando el trigo que ofrece a las palomas), el milagro del lobo (en el que, a través de la oración, defiende a su burro amenazado por el depredador) y el milagro de la olla (logra alimentar a muchos, ampliando la comida disponible, metiendo varias veces el mismo puchero). Todos estos ejemplos son paradójicos, en cierto sentido. Porque todos ellos muestran que la santidad cristiana se edifica sobre un doble cimiento, que siempre ha de mantenerse en tensión creativa y dinámica: la oración y la acción, el entusiasmo y la docilidad, la primacía de lo divino y la radical solidaridad humana, el amor a Dios y el amor al hermano, la confianza en la Providencia y el esfuerzo cotidiano. Estos binomios han de enmarcar la vida del discípulo de Cristo, que, como dice el refrán popular, ha de andar en un armónico “a Dios rogando y con el mazo dando”. Son estas también las coordenadas que hallamos en las preciosas reflexiones de San Agustín de Hipona, desglosadas en el Oficio de lectura de la liturgia de las horas de la memoria de San Isidro: «Sembrad, aunque no veáis todavía lo que habéis de recoger. Tened fe y seguid sembrando. ¿Acaso el labrador, cuando siembra, contempla ya la cosecha? El trigo de tantos sudores, guardado en el granero, lo saca y lo siembra. Confía sus granos a la tierra. Y vosotros, ¿no confiáis vuestras obras al que hizo el cielo y la tierra? Fijaos en los que tienen hambre, en los que están desnudos, en los necesitados de todo, en los peregrinos, en los que están presos. Todos estos serán los que os ayudarán a sembrar vuestras obras en el cielo» (Sermones 53 A, 5). Eso vivió san Isidro Labrador y eso mismo han captado bien numerosas gentes del campo a lo largo de la historia, a lo ancho de la geografía. Y eso necesitamos encarnar todos nosotros, si queremos llevar una vida plena que nos permita atisbar la fecunda paradoja del Evangelio. Mons. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA