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arzobispo de medellín

Mar 19 Abr 2022

Fallece hermana de monseñor Ricardo Tobón Restrepo

La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) expresa su cercanía al arzobispo de Medellín, monseñor Ricardo Tobón Restrepo, por el sensible fallecimiento de su hermana Luz Consuelo Tobón Restrepo. "El episcopado se une en oración para dar gracias a Dios por la vida de la señora Luz Consuelo, pidiendo al Señor la reciba en su Reino. Manifiesta su compañía y solidaridad con la familia de monseñor Ricardo Tobón Restrepo". Las honras fúnebres se realizarán este miércoles 20 de abril, a las 10:00 a.m., en la Capilla del Cementerio Campos de Paz de la ciudad de Medellín.

Mié 16 Mar 2022

FALSO audio que circula por WhatsApp atribuido al arzobispo de Medellín

En un comunicado la Delegación de Pastoral de las Comunicaciones de la Arquidiócesis de Medellín desmiente, una vez más, un audio y un mensaje escrito titulado “Carta abierta”, atribuido al arzobispo de esta ciudad y que está circulando por las redes sociales, de manera especial por Whatsapp. En dicho mensaje, "Carta abierta", una persona anónima presenta una opinión personal sobre la realidad política de Colombia. Junto a este mensaje de audio aparece un texto escrito, indicando que su autor es monseñor Ricardo Tobón Restrepo, Arzobispo de Medellín. “La Delegación para Comunicaciones de la Arquidiócesis de Medellín hace constar que el contenido de la carta y la voz de la persona que habla en el mensaje no son de monseñor Tobón Restrepo”. El mensaje firmado por el padre Diego Alejandro Díaz, director de esta delegación, señala que “es lamentable que se sigan propagando este tipo de noticias falsas, por lo cual, agradecemos a quienes puedan hacer difusión de esta aclaración entre sus contactos, especialmente aquellos que han recibido la nota de voz”.

Lun 29 Nov 2021

Un mundo sin alma

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo -En varios países del mundo se está dando, desde hace algunos años, una movilización social, que ahora está presente también en Colombia. A esto se añade la tensión producida por la violencia que nos ha azotado en las últimas décadas y las preocupantes situaciones generadas a partir de la pandemia del Covid-19. Todo va alimentando la reacción agresiva de las masas, puede ser con motivaciones acomodadas o aun sin razones concretas, pero en el fondo señalando que algo no funciona bien. Este descontento que está paralizando el país, que promueve un vandalismo que destruye servicios indispensables que entre todos hemos construido, que saca lo mejor y lo peor de las personas, más que a situaciones particulares, se debe a las formas de vida que ha generado un modelo de civilización, cuyos únicos valores y fundamentos son económicos, tecnológicos y políticos. Así se ha creado una sociedad injusta, donde sólo una pequeña parte de la población aprovecha toda la riqueza y para ello utiliza el poder político. A esto se suma la corrupción en el manejo del estado y en la actuación de no pocos servidores públicos, quienes en lugar de pensar a profundidad en la organización y el desarrollo integral de la sociedad, en lamentables componendas políticas, dilapidan los recursos y aceptan todo lo que impongan grupos internos o agendas foráneas, que les permiten detentar el poder y todos sus beneficios. Así quedamos todos bajo unos estereotipos impuestos por unas elites que, con diversos intereses, se pelean el mundo. De otra parte, la búsqueda de comodidad, de lujos y de hedonismo, transformó la vida en un ámbito comercial, donde no se encuentra ni el verdadero concepto ni la forma adecuada de alcanzar la felicidad personal y el bienestar de todos. Esa falta de respeto por la dignidad humana, de ausencia de solidaridad entre todas las personas y de creciente insatisfacción, llega a un punto intolerable. Entonces, los estallidos sociales muestran que estamos frente a un modelo de sociedad mal construido, que debe cambiar. Ante esta realidad, por supuesto, los gobiernos y toda la sociedad deben realizar un dialogo serio para recomponer lo que marcha mal; la clase económica debe patrocinar proyectos audaces para ayudar a los sectores más vulnerables y superar la inequidad; todos debemos propiciar diversas iniciativas para ayudar a quienes están sin los recursos indispensables y aún sin la fortaleza interior para vivir. Pero es preciso pensar que esto no basta y que con el tiempo seguirán creciendo los problemas morales y sociales, que generan indignación y llevan a estallidos imparables. Es preciso ir al fondo. El mundo no puede ser un cuerpo sin alma. La persona humana tiene el deber moral de trabajar sobre sí misma para tener gobierno de su mundo interior a partir de la conciencia; de lo contrario, los instintos y pasiones nos deforman, esclavizan y enfrentan unos contra otros. La visión que, en gran parte, ha construido la sociedad de hoy sólo ha pensando en un bienestar exterior. Si no hay un referente trascendente es imposible encontrar sentido, la calidad humana disminuye, muchos grupos humanos quedan sin protección y sin futuro y la verdadera justicia social nunca llega. La sociedad ha sido víctima de un engaño: creer que la producción y generación de riqueza era el sentido mismo de la vida. Esa dinámica nos puso en una permanente ansiedad, en un terrible individualismo y por último en una lamentable polarización y confrontación. Junto a esto una creciente secularización nos volvió la vida más compleja, más acelerada, más frívola y más triste. La vida se empobreció al desvanecerse los conceptos esenciales de sabiduría, de virtud y de trascendencia. Cada uno inventando el sentido para vivir y muchos mendigándolo en ideologías, que siendo sólo ideas, no pueden responder a la realidad integral de la persona. Ciertamente es preciso atender los problemas inmediatos, pero es necesario pensar también en una respuesta a fondo. La alegría de vivir, la fraternidad, la unidad en torno al bien común no se logran por una campaña publicitaria, ni por la promulgación de una ley, ni por la manipulación ideológica con los potentes medios de hoy, menos todavía por una revolución violenta. La vida verdadera sólo puede venir al mundo por una larga transformación cultural que vaya dando a las personas la sabiduría para vivir bien y la motivación para conducir rectamente su vida. Ahí está el gran servicio de la Iglesia a la humanidad. Es preciso que nosotros veamos claro y que actuemos con más audacia. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 22 Oct 2021

La “Buena noticia” del matrimonio

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Cuando unos fariseos, confundidos por normas e interpretaciones de su tiempo, se acercaron a Jesús para preguntarle acerca de la licitud del divorcio, él simplemente los envía al “principio”, es decir, al acto creador de Dios. Les muestra la persona humana y el matrimonio como han salido de las manos de Dios. Al “principio”, Dios considera que el varón no debe estar solo y crea la mujer tan íntimamente vinculada a él, que cuando Adán la ve se llena de admiración y de alegría, porque ha encontrado su misma “carne”. Nuestra época necesita escuchar estos textos sagrados y reencontrar la profunda revelación que entrañan de la naturaleza del ser humano, de la vida conyugal y de su unidad indisoluble. Hoy, cuando se habla tanto de fracasos matrimoniales, cuando abundan las separaciones y divorcios, cuando se denomina matrimonio cualquier tipo de relación, cuando se ponderan las dificultades y no se quieren asumir las condiciones de la vida familiar, es necesario volver, como pide Jesús, a lo que Dios hizo al principio. Urge hablar más de la belleza de la unión fiel de los esposos; de la alegría de una familia estable; del proyecto divino sobre el amor, que trasciende los instintos y las pasiones. La indisolubilidad matrimonial no es una ley opresora de la que nos debemos deshacer o una obligación que viene de afuera a limitar la libertad, sino una realidad interior y bienhechora del amor, que traza el camino de la felicidad humana y revela que la relación conyugal y familiar es fuente de creación y de gozo. La indisolubilidad matrimonial expresa el anhelo profundo del amor, ya que todo amor verdadero exige compromiso, aspira a realizarse en la unidad, sabe que siempre puede resucitar, quiere ser eterno. El amor, como viene desde su origen, consiste en la posibilidad que tiene la persona de desarrollarse y renovarse indefinidamente. El cambio de cónyuge, por lo general, no es renovación, sino repetición. Es volverse a encontrar con el egoísmo, la superficialidad y la infidelidad, que lleva dentro el que no tiene madurez humana. El amor es la creación permanente de una persona, de una pareja, de una familia; por eso, la alegría inunda una persona cuando está enamorada. Es preciso conocer el movimiento del amor, que se vale de situaciones de prueba para llevar a las personas cada vez más lejos. De hecho, cuando una persona comienza a ser amada se descubre, se transforma, florece. Una separación a la ligera es arruinar el proceso que lleva a casarse, es decir, a inventarse cada día; una persona es inagotable, siempre tiene más futuro que pasado. El gran error es buscar afuera lo que se debe construir adentro. Cuando dos se aman y aprenden cada día el amor, se van creando, se van llamando permanentemente a la vida. Hay que evitar que los condicionamientos sociales y jurídicos hagan ver el matrimonio como algo estático e inamovible; en realidad, cuando hay auténtico amor, el matrimonio cada día es nuevo. Al amor no lo matan las dificultades sino la rutina, el egoísmo y la inmadurez. La indisolubilidad no es una ley, sino un programa de vida y realización. La prueba de ello está en que uno de los dolores más grandes de una persona es verse traicionada, cuando la infidelidad rompe la indisolubilidad que pide todo verdadero amor, cuando no se da más el movimiento de creación en el que cada uno transforma al otro, llama al otro a vivir. Es necesario que entendamos que lo que Dios ha hecho es bueno y no podemos dejar que lo perviertan el egoísmo, la lujuria y la soberbia. El plan de Dios es mejor que el proyecto hedonista y vacío del mundo. En este mes misionero, cuando nos proponemos hacer un particular énfasis en la pastoral familiar, trabajemos más por tener matrimonios felices y familias unidas; aprovechemos todos los medios para animar a los esposos que llevan años caminando fielmente en el amor; acompañemos a las parejas que tienen dificultades para que se renueven desde adentro con nuevas metas; mostremos a los novios que el matrimonio no es una veleidad de un día, sino una vocación que nos trasciende porque viene desde Dios. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 17 Ago 2021

La Buena Noticia de la familia

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - La familia es una realidad que, de una forma u otra, está siempre viva en toda persona humana. Como toda institución, pasa en algunos momentos por situaciones de crisis que le ofrecen la ocasión de redefinirse armoniosamente en el concierto social. La Iglesia ha recibido una “buena noticia” acerca de la identidad, la configuración y la misión de la familia y es, para ella, un deber y una alegría anunciarla. Tengamos presentes, por tanto, algunos aspectos que debemos trabajar, especialmente este año, en la catequesis y en el acompañamiento pastoral de los jóvenes y de los esposos. 1. Dios es amor y la persona humana tiene la posibilidad de vivir ese amor en la familia. El Dios que Jesús nos ha revelado no es un Dios solitario, lejano, inaccesible, sino un Dios que vive en la comunión de tres personas divinas y busca una cercanía con la humanidad con el propósito de hacerla partícipes de su plenitud y de su felicidad. Todos, sea cual sea nuestra condición y nuestra situación, tenemos un lugar en el corazón de Dios. No existiríamos si él no nos hubiera creado para participar del amor eterno e infinito que él es. Esta realización de la imagen de Dios en nosotros tiene un espacio privilegiado en la vida familiar, que existe precisamente para ayudarnos a vivir nuestra dignidad y a aprender la comunión. 2. La familia se construye y se proyecta a partir de la riqueza de la persona humana a la que Dios ha creado en la doble dimensión de varón y mujer. La pareja que se ama y engendra la vida es una manifestación patente de Dios creador y salvador. Cuando cierta ideología afirma que no hay diferencia entre el varón y la mujer y que cada uno puede elegir para sí el género que quiera, está ignorando la realidad profunda de la diferencia y la reciprocidad de la dimensión masculina y femenina, que tiene arraigo biológico, psicológico e incluso religioso. Si bien ninguna persona puede ser discriminada por su condición sexual, no es posible tampoco vaciar el fundamento antropológico y social de la familia. “Lo creado nos precede y debe ser recibido como un don”. 3. La familia tiene el privilegio y el gozo de generar la vida humana. Debemos aprender a asombrarnos y a agradecer el milagro de la existencia de cada persona humana, por lo que significa en su individualidad y originalidad y por lo que implica para el camino de la humanidad. Si una sociedad no es capaz de transmitir la vida a la generación siguiente, es una sociedad que fracasa en una tarea fundamental. El “invierno demográfico” se empieza a reconocer, en diversos ámbitos, como un verdadero cataclismo. Por tanto, urge valorar esta misión esencial de la familia y lograr que todas las fuerzas vivas apoyen a los esposos que generosamente quieren transmitir el don maravilloso de la vida y asumir la tarea inherente del acompañamiento educativo. 4. La familia es una vocación para la plena realización de la persona. El proyecto de Dios sobre el matrimonio y sobre la familia se configura esencialmente como una llamada a cooperar en su plan de salvación. Esta es la dimensión básica para comprender la vida y la misión de los esposos. La vocación al matrimonio se traduce específicamente en la atracción hacia una determinada persona, en el enamoramiento que se vive, en la decisión de compartir la vida con esa persona y de construir con ella una familia, en el propósito de de proyectar la belleza y la fecundidad de este amor en toda la sociedad. Qué importante transmitir esta convicción particularmente a los jóvenes, haciéndoles ver que en ninguno de los momentos de este proceso Dios está ausente. 5. La familia abre una perspectiva más humana a la sociedad. Una familia sólida enseña a mirar el mundo con responsabilidad y esperanza, transmite valores esenciales como la fidelidad, la sinceridad y la solidaridad, educa para practicar el respeto y la cooperación con los demás. La disminución en las relaciones personales, la pérdida de un adecuado comportamiento ético, la insensibilidad con los más débiles, el recurso permanente a la violencia, están mostrando la necesidad del aporte cultural y social que puede ofrecer, como de un modo natural, esa célula esencial que es la familia. Más aún, por la gracia del sacramento del matrimonio, la familia es para nosotros una “Iglesia doméstica” donde se transmite la vida nueva del Evangelio. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 30 Jul 2021

Izquierda y derecha

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo -En todas las épocas y lugares se ha dado la confrontación de visiones y posiciones sobre diversos aspectos de la realidad, de acuerdo con la formación, las características y las experiencias de las personas y de los grupos sociales. Con frecuencia, esa pluralidad de acercamientos para interpretar y asumir la educación, la economía, la cultura y, sobre todo, la política, se ha canalizado en dos actitudes, generalmente antagónicas, que llevan incluso a profundos grados de polarización. Dichas posiciones contrapuestas, que se han denominando “izquierda” y “derecha”, se orientan, en general, la primera al cambio y la segunda a la conservación de ideas, costumbres e instituciones. En Colombia, dentro de nuestro proceso histórico y social, hemos vivido siempre este juego de fuerzas, que, en este momento, aparece más radical. Analizando esta situación, se me han ocurrido algunas reflexiones que podrían servir para ubicarnos y actuar acertadamente; las sugiero a partir de los siguientes elementos. En el ser humano, a nivel personal y colectivo, existe una doble tendencia; de una parte, a avanzar, innovar, cambiar, impulsar y, de otra, a mantener lo que se ha logrado, a conservar lo que se ha adquirido, a proteger el patrimonio. Ambas actitudes son necesarias para el cabal desarrollo de la persona y de la sociedad; es tan importante cuidar lo que se tiene, como avanzar hacia algo mejor. Para hacer un buen viaje, se necesita usar el freno y el acelerador del vehículo. Estas tendencias, si no se las conduce adecuadamente, quedan a merced de las pasiones o pulsiones de la estructura personal o de una manipulación foránea y pueden dar lugar a fanatismos intelectuales, sociales, políticos o religiosos. En sí mismas, estas tendencias no son buenas ni malas. Éticamente dependen de la sabiduría y la rectitud moral con las que las administremos en orden a proteger y dinamizar la vida social y la evolución de la humanidad. Se puede decir que toda persona actúa desde la derecha y desde la izquierda, según sus posiciones y necesidades. Puede darse, incluso, que algunos muy progresistas en unos campos, en otros sean excesivamente conservadores. No es difícil percibir, cuando se dan posiciones ciegas y radicalizadas, que, en general, en la derecha se refugian las personas inseguras y en la izquierda militan sobre todo personas resentidas. El centro, en el sentido estricto de encontrar un término medio en las posiciones enfrentadas, generalmente no existe. Las mejores decisiones llegan de la opción por mantener o por cambiar, según lo impongan la sabiduría y la fraternidad. La polarización se da cuando la formación personal o la cultura ciudadana de una sociedad no logran ver, integrar y aceptar sabiamente los principios y valores fundantes de una adecuada convivencia y de un desarrollo integral y para todos. La buena administración de esta doble e importante dinámica del ser humano exige buen criterio, recta intención, compromiso social y verdadera disposición al diálogo. Es decir, descubrir juntos cuándo se usa el “freno” y cuándo el “acelerador”. Para los cristianos se trata de discernir el proyecto de Dios sobre nosotros. Una persona sabia y recta, en el fondo, no es de izquierda ni de derecha. No se deja llevar por las pasiones sino que, según la enseñanza del Evangelio, conociendo los secretos del Reino de Dios, sabe sacar de su tesoro lo nuevo y lo viejo (Mt 13,52). + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 6 Jul 2021

“Es necesario superar las visiones individuales y avanzar todos con el proyecto de Dios”

Insistió monseñor Ricardo Antonio Tobón, arzobispo de Medellín, durante la santa Misa con la que inició el segundo día de Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano, desarrollada en Bogotá. Retomando las lecturas del día, el prelado exhortó a los obispos del país a “liberar y purificar el corazón para que no estemos pegados a nuestra visión, a nuestros propósitos a nuestro modo de actuar, sino que tengamos la capacidad de hacer solo y todo lo que Dios quiere”. “Este fue el secreto de la libertad de Jesús”, señaló, precisando que también es “el secreto para nuestra comunión, para nuestra fraternidad. ¡No cada uno, sino todos con el proyecto de Dios!”. Refiriéndose a la primera jornada de trabajo en la Conferencia Episcopal de Colombia, en la que reflexionaron sobre la realidad del país, su complejidad social, cultural, política y económica, monseñor Tobón afirmó que “es preciso, en primer lugar, acrecentar nuestra realidad con Cristo, en palabras de san Pedro, tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús; entonces, vamos a sentir dolor por todos los que están abatidos, especialmente por los más pobres y desamparados; vamos a sufrir por que la mies se pierde; vamos a tener ilusión y fuerza; vamos a tener viento y fuego, para continuar la misión”. Finalmente, pidió la asistencia el Espíritu Santo, “que nos haga capaces de aportar lo que nos corresponde en este mundo (…) Teniendo presente que no tenemos una misión individual, sino que somos el cuerpo del Señor; somos una comunidad apostólica, donde la misión del uno se complementa con la del otro, donde la misión que uno comienza el otro la continua”.

Jue 17 Jun 2021

Vivamos una nueva oportunidad

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Atravesamos, a primera vista, un momento confuso y difícil. Vivimos situaciones que cada día nos alejan de lo que teníamos y hacíamos antes. Sin entrar en un análisis de fondo, podemos sintetizar en hechos concretos la realidad que nos preocupa: el aumento de los enfermos por Covid-19 hasta una ocupación total de los hospitales, la ausencia y aumento de los que mueren cada día, la situación de desempleo y pobreza que pasan muchas familias, el clima de angustia y de agresividad que se vive en algunos hogares. También vemos que la vida social está turbada por la acción de grupos al margen de la ley, la fragilidad de la institucionalidad, la polarización política, el descontento con algunos gobernantes y servicios, la mentira y el engaño con informaciones falsas, el incremento del consumo de drogas, la proliferación de robos y acciones abusivas contra la población. A esto habría que añadir la indisciplina social para afrontar esta pandemia y la incertidumbre frente al presente y el futuro. Sin embargo, no podemos despistarnos frente a nuestro tiempo, el que hemos configurado y el que Dios ha permitido. Esta es nuestra hora y ésta es la página de la historia en las que debemos hacer presente el proyecto de salvación que anuncia el Evangelio. No debemos caer en el pesimismo de que no podemos hacer nada o en la inactividad esperando que vengan nuevas posibilidades. Nada está perdido. Estamos en un tiempo de creación y, aunque con un parto doloroso, un nuevo mundo se puede abrir ante nuestros ojos. Esta es una ocasión para purificarnos de tanto egoísmo, para ir a lo esencial, para integrarnos a partir de metas verdaderas, para asumir el cambio profundo que necesita nuestra inequitativa y superficial sociedad. Hemos estado muy dispersos y enceguecidos por cosas inútiles y a veces verdaderamente perversas. Este puede ser un momento decisivo en el que, los que no entendamos o asumamos en serio este llamamiento a construir una nueva humanidad, podemos fracasar; me refiero a personas e instituciones. A nivel de nuestra Iglesia arquidiocesana y de la misión pastoral que nos incumbe, que también están seriamente afectadas por esta situación, tenemos muchas tareas concretas para realizar y que, a la vez, son un gran aporte al bienestar de toda la sociedad. Lo primero es crecer en una profunda espiritualidad que nos una verdaderamente a Dios y nos haga más fuertes y disponibles para el servicio. Luego, mantener, perfeccionar e incrementar los programas pastorales, que con esfuerzo hemos venido desarrollando. Esta es la mejor forma de acompañar y de ofrecer vida a nuestra comunidad. Y esto lo podemos desplegar en muchas acciones precisas, necesarias y de gran eficacia: los templos abiertos con una liturgia viva y espacios de oración, la atención a los niños y a los jóvenes, las zonas de escucha y de celebración de la Confesión, las homilías que den sentido y fortaleza para vivir este momento, los programas de ayuda a familias y personas necesitadas, la animación de grupos y pequeñas comunidades, el trabajo apostólico con los enfermos y con sus cuidadores, la acogida de las exequias como un momento de consolación y de esperanza. Si estamos asentados en la roca fuerte de la fe, seremos capaces de aligerar el equipaje, lograremos enfrentar el sufrimiento y las carencias con espíritu de pobres, sabremos dar respuesta a lo que venga aunque no sepamos todavía qué es lo que viene. En cambio, fracasaremos si nos mueven pasiones pasajeras: el afán de dinero, la indiferencia y la desidia, la soberbia y el aislamiento, la murmuración y el miedo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín