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elección popular

Lun 1 Ago 2022

¿Qué tenemos qué hacer?

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Esta es la gran pregunta que brota espontánea de quienes escuchan al Bautista (Lc 3,10-14), o a Pedro y a los demás Apóstoles, que les anuncian la Buena Noticia de Jesucristo (Hch 2,37. Es también la pregunta que, ante la urgencia de gestionar el riesgo colectivo mundial y nacional, requiere hacerse la humanidad, para poder resolver los problemas que afrontamos. La alternativa de continuidad, desconociendo las graves grietas en el desarrollo de la propia vida, o en las estructuras y modelos vigentes en una sociedad, se enfrenta con la de una “conversión interior”, el bautismo y la acogida del Espíritu Santo por “cada uno” (Hch 2,38); pero también a la del cambio de toda sociedad o gremio, llamados a compartir, a ser justos, honestos, veraces y no violentos, como indican las respuestas del Precursor. Conversión interior de las personas y cambio social e institucional, deben andar unidos. Recuperar el sentido de la historia común conlleva la tarea del “cambio de mentalidad” y siembra de un auténtico sentido de la vida en las consciencias. De ahí el empeño necesario en lo que llamo las “e” del cambio, derivadas de la “e” de educación: espiritualidad, equidad, ecología, ética y estética. Para nosotros los creyentes cristianos, esas “e” derivan de la “E” del Evangelio de la Vida, la Gran Noticia que transforma la existencia humana, el universo y la historia. Bastan las cifras de degradación y muerte, que amenazan con arruinar la sostenibilidad de un país como el nuestro, para entender la elección popular de una alternativa de cambio. En buena hora Colombia eligió en las urnas esta voluntad mayoritaria. Una “voluntad” que puede ser aún más grande entre los más de 17 millones de abstencionistas y de 11 millones de no aptos para votar. Ante esta realidad y el cuatrienio del gobierno que se inicia en este 7 de agosto, es probable que muchos colombianos, angustiados o temerosos de lo que puede sobrevenir, se estén preguntando también: “¿Qué tenemos que hacer?”. O, aún de modo más personal, como aquel carcelero que se arrojó a los pies de Pablo y Silas y les dijo: “Señores, ¿qué tengo qué hacer para salvarme?”. A lo que recibe una clara respuesta: “Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa” (Hch 17,29-31). A esta pregunta de consciencia honrada y de disponibilidad para el cambio ante realidades y verdades incontrovertibles, corresponden también hoy respuestas necesarias, precisas, hacia el compromiso de toda persona, de toda familia, de todo gremio y sociedad. Como respondía el Bautista o Precursor de Jesús, lo que tiene qué hacer todo colombiano hoy, creyente o no, ateo o agnóstico, es: 1. “El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene”. “Me vieron desnudo y me vistieron”, dijo después Jesus, identificándose con el despojado de su dignidad y bienes, el destechado, el desplazado forzoso, el indigente, el habitante de calle. 2. “El que tenga para comer que haga lo mismo”. “Tuve hambre y me dieron ustedes de comer”. “Dénles ustedes de comer”. “Comieron todos y se saciaron. Y recogieron 12 cestos de lo que sobró”, son respuestas inmediatas al hambre que no da espera. Afrontar en Colombia esta realidad es tarea de tierras productivas para alimentación, de cultivadores con garantía de almacenamiento, mercado y seguros de precio y ante contingencias. Es tarea de examinar inversiones y construir autoabastecimiento. De apoyo a Bancos de Alimentos y de semillas, de huertas y agricultura urbana, doméstica, amigable con la convivencia y buen ambiente. Da vergüenza, es imperdonable que Colombia no aproveche sus climas, ciclos dobles o triples de cosechas, tierras que no deben crecer en contra de la naturaleza y las selvas, sino en intensidad, tecnología y hacia lo alto. 3. Viene también la DIAN de esos tiempos y El Bautista les responde: “No exijan más de lo que está fijado”. Un delicado asunto de corrupción instituida e injusticia estructural, que requiere cuidadoso manejo. Estos tiempos de “reformas tributarias” exigen lupa y pies descalzos para saber dónde se esconde el diablo y dónde están sus víctimas. 4. Y llegan también los de la fuerza pública, unos soldados, y hacen la misma pregunta: ¿Que debemos hacer? Respuesta: “No hagan extorsión a nadie. No hagan denuncias falsas. Conténtense con su soldada”. (Lc 3,10-14). De este tema doloroso con nuestras fuerzas armadas y policiales, ni hablar. El horror por lo que han hecho de ellos los gobiernos y las ideologías de poder; el dolor por lo que a ellos ponen a hacer contra su propio pueblo; el necesario repudio a lo que hacen contra ellos, contra nuestros jóvenes policías y soldados, asesinándolos a diario. Hay qué rehacer y transformar su misión de ejemplo, disuasión, cuidado de las poblaciones, garantías de desarme social y monopolio de armas, garantes de convivencia pacífica, democracia, orden y soberanía nacional. Y para todos, no para clases hegemónicas y poderes de búnker y para meter miedo. Si esto lo decía un predicador andrajoso en el desierto, a más de 2022 años atrás, hoy nosotros debemos enumerar y elaborar entre todos el catálogo de respuestas colombianas a cada realidad enferma y dañada en nuestro país. Quede como indicativo y tarea a la que invito a toda persona, comunidad, familia, gremio, etnia, organización, institución, a hacer. En mi [email protected] quisiera recibirlos si los quieren compartir. Catálogos de respuesta al ¿Qué tengo què hacer yo? ¿ Qué tenemos que hacer nosotros? La Iglesia y las iglesias, los que se llaman y nos llamamos cristianos, hagamos el catálogo de respuestas, compartámoslo con otros en casa y territorios, y sumémonos al futuro. La respuesta de María, la mujer Madre de Jesús, a unos confundidos servidores y anfitriones de un banquete de bodas, donde se había acabado el vino, es contundente e inequívoca: “HAGAN LO QUE JESÚS LES DIGA”. Y llegó el vino más bueno y ¡se salvó la fiesta! ( Juan 2, 1-12). ¡Como para leerlo y colombianizarlo, invitándolos a Jesús, María y sus discípulos a esta fiesta de lograr juntos un auténtico cambio! + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali