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Monseñor Darìo Monsalve

Jue 24 Dic 2020

¡Coraje para vivir! ¡Coraje para la paz!

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Son muy posibles los sentimientos negativos en este tiempo: soledad, oscuridad, miedo, impotencia, fatiga, desgano. La amenaza de la depresión puede asediar la salud de muchos y las realidades colectivas de todos. Tantas cosas siguen entre paréntesis, que el futuro inmediato podría parecer más una ruleta rusa que un camino cierto. Vivimos “entre corchetes”, con la incertidumbre a cuestas. Y no solo por la pandemia del COVID-19, sino por patinar y patinar en lo mismo: entre la voracidad de las pasiones exacerbadas y de las violencias desatadas. Una “historia” tan absurda y repetida como “el mito de Sísifo” (cfr. Google). ¿Qué sentido darle este año a la Navidad y al Año Nuevo? Una PRESENCIA acompaña nuestras vidas y nuestra historia. Es una lucecita encendida en el seno de la noche, con el brillo de las estrellas y la esperanza del sol. “Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”, clama el profeta (Is.9,5). Con él nace la esperanza de una humanidad diversa pero unida, que tendrá el coraje de vivir, el coraje de la paz. “Un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lucas 2,11). “Sobre esta pobreza del portal, se despliega el mundo del Espíritu. Mientras nosotros estamos complicados en dramas de consciencia, porque nos tienta seguir principios de fuerza, de poder y violencia, el Niño de Belén nos dice que el milagro de la paz de la Navidad es posible para quienes acogen sus dones”. Navidad no es sólo una fecha para conmemorar, sino el evento de una PRESENCIA siempre actual, capaz de contagiar de coraje para vivir y de fuerza para transformar en paz y perdón nuestros conflictos. Extiendo, con el Obispo Auxiliar y el Emérito, con todos los presbíteros y diáconos, LA BENDICIÓN DE NAVIDAD para cada persona y familia, grupo y comunidad, que acojan este mensaje: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra PAZ a las personas en quienes Él se complace” (Lc.2,14). + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Lun 9 Nov 2020

Nos examina el amor

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía – “En el atardecer de nuestras vidas nos examinará el amor” (San Juan de la Cruz). Jesús, en el Evangelio de Mateo, nos propone este examen en tres parábolas, colectadas en el capítulo 25 y puestas como Evangelio en los tres últimos domingos del ciclo litúrgico. 1. (Domingo XXXII). Se trata, en primer lugar, del Amor como espiritualidad, participando del Amor Esponsal entre Cristo e Iglesia. El amor es la auténtica espiritualidad de toda la Iglesia, raíz y razón de ser de toda acción eclesial y de todo carisma para el servicio de los demás. Es este “amor como espiritualidad” el que desplaza nuestro corazón del yo al otro, al prójimo, al necesitado y más pobre, al diverso y contrario, incluso al que nos pone como sus “enemigos”. El amor al pobre y la solidaridad con el necesitado nacen de esta raíz espiritual, liberándolos del egocentrismo y de las manipulaciones ideológicas, demagógicas, narcisistas y populistas. La imagen de la salida, con la Esposa, a recibir al Esposo que llega; y de la entrada, al banquete de bodas con Él, centra la espiritualidad del Amor en la eucaristía y en la espera vigilante, enamorada, “pilosa”, dirían hoy. Es estar siempre bien provistos del aceite y de la luz de las lámparas encendidas, del corazón en vela, aunque duerma y descanse el cuerpo. Las amigas de la novia y los amigos del novio han de propiciar este encuentro y esta “conducción” de la novia al banquete de bodas del cordero. Una imagen tomada de la cultura esponsalicia del pueblo hebreo. El Resucitado y Vencedor, el Cordero Inmolado en la cruz, es el Esposo que conduce a la Iglesia, identificada como la Nueva Jerusalén y ciudad santa, e integrada por ciudadanos que son “santos”, o sea, creyentes fieles a Jesús, hasta la ofrenda de sus vidas y el martirio. Ya desde ahora, como invitados que respondemos al Amor de Cristo, nos preparamos para esta Alianza de Bodas, no ya como meros invitados, sino como partícipes y dignos merecedores de este Amor Esponsal. En la Eucaristía somos invitados y comulgantes, haciéndonos Cuerpo de Cristo, Pueblo de Dios y Esposa del Cordero. “Dichosos los invitados que entran al banquete de Bodas del Cordero”, a la Cena del Señor(Ap19,9). 2. En el penúltimo Domingo, el XXXIII, Jornada mundial de los en pobres, el amor se convierte en responsabilidad y laboriosidad, administrando y haciendo rendir los bienes que nos son confiados. La espera amorosa vence el miedo y la negligencia, y nos consagra a la misión para dar los mejores frutos y resultados a la llegada del Dueño. El amor examinará nuestra respuesta a la gracia, los frutos o resultados de esta unión entre gracia divina y libertad humana. Es la parábola de los talentos. Pero, a la luz de la Jornada de los pobres, podemos leer en la parábola, tanto la INCLUSION que pide Dios de todos en las oportunidades, como la responsabilidad de cada persona ante el don y la confianza que Dios deposita en ella: da “a cada uno según su capacidad”. Mujeres hacendosas y hombres emprendedores, son los depositarios del don de la vida, pero, sobre todo, de la dignidad humana y la solidaridad fraterna: “abre sus palmas al necesitado y extiende sus manos al pobre” (Pr 31, 20). Esta frase de Proverbios, en la primera lectura, identifique a cada comunidad creyente con esa mujer elogiada por su virtud, su dignidad y esfuerzo, su solidaridad y buenas obras. A tono con este pensamiento, el Papa nos propone, del Sirácida o Eclesiástico, el mismo mensaje: “TIENDE TU MANO AL POBRE”(7,32).El signo de tender la mano, dice, exprese nuestra cercanía, solidaridad y amor. Y contrarreste el de tantas manos tendidas para obrar el mal y causar daño al prójimo y a las sociedades, empobreciendo y llenando de dolor la humanidad. “La libertad que nos ha sido dada con la muerte y resurrección de Jesucristo, es una responsabilidad para ponernos al servicio de los demás, especialmente de los más débiles” (8). 3. Finalmente, en el Domingo de Cristo Rey, final del año litúrgico, el examen del amor recaerá sobre el cuidado de los pobres y necesitados, y sobre el cuidado de la casa común, de los recursos comunes y del bien común. Es la parábola del juicio a las naciones, del rey y pastor que identifica nuestra capacidad de escuchar y responder al clamor de las víctimas del despojo, al clamor de los excluidos y pobres, de los reclusos y enfermos. Un mundo sin hambre ni carencia de agua potable, sin desplazados y emigrantes forzosos, sin destechados y carentes de abrigo, sin reclusos hacinados y delitos en crecida, sin daños a la salud humana y contaminación y depredación de los territorios, un mundo más humano, fraterno y sano, es posible, es necesario. El amor cristiano, si se vuelve eficaz y profético, no solamente hace obras de misericordia con individuos y grupos necesitados, sino que alienta la transformación colectiva de las causas que originan estas necesidades insatisfechas en tantos pueblos y naciones del planeta. Esta semana de los pobres, acreciente y extienda la labor de la Iglesia a todos los sectores urbanos y rurales. ¡Manos a la obra! Jesús nos una y nos conceda su paz. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mar 6 Oct 2020

Asís: paz, fraternidad y creación

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Este octubre 2020 será testigo de un nuevo “encuentro de los dos Franciscos” en Asís. El Papa de la “Laudato Si”, (Cántico de la creación), será ahora, junto al Santo de su onomástico pontificio, “el Papa de la “Fratelli Tutti”: “Hermanos Todos”. Ambas expresiones, título de dos encíclicas del Papa Francisco, pertenecen al seráfico santo, el pobrecillo de Asís. Nada más oportuno que unir el cuidado de la casa común a la construcción de la fraternidad universal entre pueblos, culturas, familias y personas. La pandemia y el grave daño al equilibrio ecológico y ambiental, piso de la salud en la esfera global de la vida, desde la capa de ozono en la atmósfera, hasta la capa de hielo en lo profundo del subsuelo (permafrost), hacen pensar en la relación efecto-causa, y en la urgente decisión entre responsables del poder económico y político del mundo, para detener el daño, corregir el rumbo y asumir solidariamente la agenda del cambio apremiante. La salud y la vida humana se hacen gravemente vulnerables por el impacto del gigantesco modelo económico consumista, que debilitó la correlación naturaleza-animal-hombre, haciéndola vehículo de transmisión viral. El “cántico de las criaturas”, compuesto por San Francisco de Asís, en dialecto umbro, poco antes de su muerte (3 de octubre de 1226), inspiró la primera encíclica del Papa Francisco sobre “el cuidado de la casa común” (24 de mayo de 2015). Fue la segunda encíclica de su pontificado, inaugurado, en esta materia de cartas, con la “Lumen fidei” (La luz de la Fe, 29 de junio de 2013), escrita juntamente con Benedicto XVI. Ahora se inspira, nuevamente, en “Las Admoniciones” de San Francisco, consideradas como la Carta Magna de la hermandad cristiana, citando su expresión, incluyente de toda la humanidad: “omnes fratres”, en latín, o “Fratelli Tutti”, en italiano. En ella el Papa escribe “sobre la fraternidad y la amistad social”, que debe unir, sin exclusiones, a todas las personas en un mundo solidario. La visión fraterna de la humanidad del Papa Francisco hunde sus raíces, tanto en la savia del Evangelio y de la Iglesia Primitiva del Nuevo Testamento, como en la ampliación de la Regla (1221), de los “frailes” a los “fratres”, que hace San Francisco, después de llegar a Egipto en la quinta cruzada y haber experimentado, de manera impresionante, a través del encuentro con el Islam, que es posible encontrar el amor y la sabiduría espiritual de Dios, también fuera de la propia religión. Entonces el místico de Asís amplía sus propios horizontes a toda la familia humana, “a los hermanos y hermanas carnales o espirituales”. También esta carta encíclica del Papa va precedida del documento común cristiano- islámico, de Abu Dabi, firmado por el Papa Francisco y el Gran Iman de Al Azhar, Ahamad Al-Tayyib, que convoca a la fraternidad universal, por la paz mundial y la convivencia común, situándolas, más allá de la propia Iglesia, en la humanidad misma. Este marco de realidad mundial que vive “la casa común” y que ha tomado el rumbo de pestes y pandemias sucesivas y cada vez más globalizadas, vuelve apremiante la superación de las guerras internas y la conversión de todos al diálogo, a la solidaridad y a disciplinar la economía, la sociedad, la política y la religión, a la protección indiscutida de toda vida humana y de toda la vida humana. No se trata de políticas demográficas para eliminar sectores costosos a los estados, los pobres y los ancianos. Mucho menos de una “guerra entre potencias” mundiales, o la oportunidad, para estados totalitarios o para sus contrarios, de controlar y manipular al cien por ciento a la población, a través de la información y redes, para asegurarse como gobiernos y ganar batallas ideológicas y electorales. Ni proselitismos religiosos ni sistemas o modelos sociales y políticos están en juego: solo la lealtad con la vida humana como derecho actual y deber de futuro, deberá regir la consciencia mundial de cambio. ¿Y nosotros, qué hacemos? Las tres realidades que sobresalen en la vida evangélica de Francisco de Asís, creación, fraternidad y paz, se conviertan en la base de nuestros proyectos y planes de vida, de trabajo y convivencia. Por Dios, pobreza y miseria no tiene porqué volverse abandono de quienes la viven ni indiferencia de quienes debemos ampliar a todos las garantías de vida con dignidad e integración social. Desde la dirección del Estado y de los gremios, desde la academia y las instituciones sociales, hasta las etnias y poblaciones urbanas y rurales, busquemos generar dinámicas fuertes de solidaridad, de tierras, recursos, servicios, oportunidades, consensos, para generar esperanza y paz. Como país necesitamos deponer dogmas de partido y torpeza de oposiciones sistemáticas, abrir sendas amplias de perdón y reintegración, de garantías de vida y protección desde el que está por nacer hasta el migrante y el enfermo terminal o anciano sin autosuficiencia. Eso es posible si Dios, las personas y la casa común se convierten en “potencia obediencial” de todo ser humano, relativizando egos, fortunas, emporios e imperios, lucro incesante, depredación prepotente. Empecemos ya a hacer parte de esta “nueva creación” con nuevo futuro. Dios Creador, Redentor y Unificador en Cristo Jesús, nos conceda de su Misericordia la restauración del daño al ecosistema de la vida, la liberación de las almas atadas a ídolos de poder, tener, saber y placer. Nuestros egos humanos cedan paso a la fraternidad o hermandad universal. Amén. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Jue 13 Ago 2020

Arzobispo de Cali rechaza asesinato de jóvenes en el sector de Llano Verde

Tras el asesinato de cinco jóvenes que residían en el sector de Llano Verde, oriente de Cali, el arzobispo de esta ciudad, Darío de Jesús Monsalve Mejía, manifestó su dolor y la solidaridad a las familias duramente golpeadas por este hecho. Informó además que dos de los jóvenes fallecidos hacían parte del plantel de estudiantes que están bajo la dirección de la Iglesia católica. “Todo asesinato es una tortura contra el alma humana de la víctima y de su familia. También una tortura y un estigma más contra la población pobre que integra el territorio”, acentuó. En un comunicado el arzobispo advirtió que el “genocidio generacional”, que envuelve hoy a los jóvenes y adolescentes caleños, les está condenando al exterminio por la falta de oportunidades en sus vidas. “Cali y Colombia no pueden dejar que avance este genocidio generacional urbano, bajo ninguna justificación”. Exhortó a los jóvenes para que en este momento de confinamiento se mantengan en una vigilancia colectiva y permanezcan cercanos a la familia “evitando la ocasión para que los verdugos y asesinos los arrastren a sus guaridas”. Igualmente, hizo un llamado a las autoridades y a la fuerza pública para que se mantengan vigilantes, frente a los diferentes actos violentos que siguen sucediendo en la ciudad. “Las autoridades y la fuerza pública garanticen el acordonamiento de zonas residenciales, impidan la movilidad de personas armadas y de ‘escuadrones de la muerte’ y prohíban, con retenes sorpresivos y permanentes, el porte y tráfico de armas y el reclutamiento delincuencial de menores”. Finalmente, anunció que el próximo sábado 15 de agosto se realizará ‘un acto de unidad, oración y esperanza’, como rechazo a estos hechos lamentables que siguen enlutando a más familias vallecaucanas y se rezará para pedir por la paz de Colombia. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Vie 17 Jul 2020

Comunicado de prensa de la Conferencia Episcopal de Colombia

Comunicado de prensa de la Conferencia Episcopal de Colombia [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Mié 8 Jul 2020

La alegría del retorno

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Hemos vivido un frenazo mundial por la pandemia de la covid-19. Para conjurar el miedo a morir masivamente, se optó por un confinamiento de la población, ya que no se estaba preparado, como países y sistemas sanitarios, para detectar a los portadores del virus y aislar solamente a los enfermos, atendiendo en hospitales a los sintomáticos. Desde marzo de este año, el virus llegó a Colombia y desató esta inesperada y paradójica “solidaridad por vía de aislamiento”. Una durísima prueba para todos, que ya sobrepasa el modelo de cuidado individual y doméstico, con autoridad y asistencia social en lo colectivo. Aunque hemos mantenido, como Iglesia católica, una valiosa presencia mediática, virtual, espiritual y de fraterna solidaridad, sentimos ahora el apremio del retorno comunitario, como pedagogía social de respuesta a la pandemia y a sus graves efectos. La Presencia de Cristo “donde dos o más se reúnan en mi nombre”, la han vivido los esposos, las familias, los que conviven bajo un mismo techo. Ha sido un tiempo de prueba a las relaciones, al afecto, al trato entre generaciones, a vivir juntos las necesidades, las carencias, las capacidades y las oportunidades. Coincide esta edición de La Voz Católica con el RENACER DE LA VIDA, en la comunidad presencial de la parroquia. Un renacimiento con las limitaciones de la bioseguridad en espacio cerrado, pero “con nuevo ardor, nuevos métodos y nuevas expresiones”, como indicaba Juan Pablo II en Santo Domingo. La imagen bíblica del RETORNO después del EXILIO en Babilonia, recogida en los libros de Esdras, el sacerdote, Nehemías el gobernador, y Ester la mujer piadosa y valiente, puede iluminar este RETORNO y restauración de la comunidad eclesial. Impulsar “el segundo Templo” de Jerusalén, rehacer la escucha de La Palabra, la celebración de los sacrificios y el compartir y ágape gozoso entre los creyentes; así como la reconstrucción de la ciudad y de sus defensas o murallas y la valentía femenina de Ester, frente a la opresión a las mujeres y el riesgo de genocidio sobre su pueblo: entre muchas otras lecciones, podrían ayudarnos a ver cómo se afrontan positivamente contextos difíciles, incrédulos y hostiles, hasta conciliar esfuerzos y un sentido común por el futuro para todos. Nuestro retorno al Templo como ESPACIO PARA LA PRESENCIA Y ASAMBLEA DE LA COMUNIDAD, no signifique relajar el cuidado y la prevención ante el riesgo de contagio, sino el llamado a la sociedad a hacerse PROTAGONISTA de la respuesta a la pandemia. Vale decir: a procurar solidaridad con los enfermos y sus familias en cada territorio, con el personal médico y sanitario, a organizar la seguridad alimentaria y comunicación de bienes con los más necesitados, a valorar y agradecer el compromiso de autoridades y liderazgos sociales. Me uno como obispo, Sucesor de los Apóstoles, a la ALEGRÍA DEL RETORNO. Seamos todos Pueblo de Dios que inicia unido el retorno de este exilio y confinamiento. Tengamos entre todos una gran creatividad para recuperar espacios en los que se construyan vínculos sólidos, firmes, de crecimiento y apoyo, de unión con Dios y entre nosotros, de misión con los más pobres y con el cuidado de la casa común, nuestro ambiente y recursos, nuestros territorios y hábitat. Los bendigo con entusiasmo y esperanza en días mejores. Lo presencial no reemplace ni suprima la comunicación mediática y virtual. Necesitamos continuar todos interconectados e interdependientes. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali Nota editorial tomada de 'La Voz Católica' – Arquidiócesis de Cali.

Lun 4 Mayo 2020

“Estoy a la puerta”

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía – Casa: En estos tiempos la “casa” es nuestro mundo. Quizás nuestra tortura, en condiciones poco habitables. Pero es allí donde estoy, donde estamos, cercanos y distantes, quizás hacinados, quizás solos. Reserva Y es ahí donde, en estos días de confinamiento y miedo, se vuelven importantes las “reservas”. Las que tengo en mi alma, en mi mente y cuerpo. Las que tengo en la despensa, en la nevera o el cuarto frío. Las que tenemos en los bolsillos o en el banco. Las que tienen la sociedad, el gobierno, el mundo. Nos da pánico una hambruna. Comida Vuelven a ser valiosos los campesinos, los pescadores, los productores y procesadores de comida humana y animal. Los que las importan y exportan. ¡Que no se nos agoten las reservas de pan! Sagrario Hoy te invito a pensar en una RESERVA MUY ESPECIAL, allá en la “casa grande” del Templo parroquial, de la capilla. A ella le dedicamos El Tabernáculo o El Sagrario. En ella se guardan las sagradas formas, la “reserva” del Santísimo Sacramento, para quienes no pueden venir al templo, ni participar en la misa, ni recibir la comunión que anhelan. Rostros Arrodillarse ante el Sagrario es hacer memoria del que tiene hambre de pan eucarístico, sed de Dios; del despojado y descartado; del desplazado y forastero; del que está enfermo o en la cárcel, confinado o perseguido. Presencia Jesús tiene dos presencias inseparables: en la eucaristía y en el prójimo. Ellas unen dos amores: el amor a Dios y el amor al prójimo. Él se identifica con el necesitado. Reclama un mundo sin hambre, con agua potable, con dignidad humana, con casa, salud, libertad, con comunidad y pastor “que reúna a ovejas y cabras” (Mateo 25, 31-46). Ministros Este es EL TIEMPO DEL SAGRARIO, de La Reserva Eucarística en camino hacia las casas. Hay que ponerle manos y pies de laicos, de hombres y mujeres; de religiosas y religiosos; de esposos y servidores. No solo de ordenados: Obispo, Presbítero, Diacono. Puerta Y hay que tocar la puerta, ojalá señalada con bandera o tela blanca, azul o vaticana. De la Paz, Mariana o Pontificia. “Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre, entrare y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3,20). Comunión Comulgar es la gracia de la UNIÓN íntima del alma con Jesús, con Quien “me amó y se entregó por mí” (Gálatas 2,20). Es la gracia de la COMUNIÓN o común participación de Jesús, formando todos “El Cuerpo de Cristo”. Es la gracia del Resucitado que anticipa mi Cielo y nuestro Banquete de Bodas del Cordero: “Dichosos los invitados a la Cena de Bodas del Cordero”, a la Cena del Señor (Apocalipsis 19,9). Buena y dichosa comunión eucarística, que nos une en el Sacerdocio bautismal, de todos, y el ministerial, de algunos que, “en persona de Jesús y de la Iglesia”, son quienes CONSAGRAN EL PAN; porque, como Jesús, lo toman en sus manos, lo agradecen y bendicen, lo parten y lo dan o distribuyen para todos. “El Señor es mi Pastor, prepara ante mí una mesa” (Salmo 23). Los bendigo en Jesús Buen Pastor. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Jue 5 Dic 2019

La Novena en mi barrio

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - “Grande es el misterio de la piedad: Él (Cristo) ha sido manifestado en la carne, justificado en el Espíritu, aparecido a los ángeles, proclamado a los gentiles, creído en el mundo, levantado a la gloria” (1a.Timoteo 3,16). Este fragmento de un himno primitivo, recoge, con brochazos iluminados, la obra de Dios cumplida en Cristo Jesús. Desde su descenso de la divinidad para hacerse hombre, hasta su elevación a la gloria para “sentarnos con Él a la derecha del Padre”, todo está centrado en la persona del Señor. El tiempo litúrgico del Adviento, preparación a la solemne fiesta del Nacimiento de Jesús en Belén, trae a nuestras almas y corazones una visión de la historia de la salvación que nos da Dios, desde la experiencia de la presencia de Jesucristo: a los humanos nos será posible encontrarnos con Dios, porque Él está entre nosotros y con nosotros. Ahora el “Yo soy” del Éxodo a Moisés, se convierte plenamente en el “Yo estaré con ustedes, día tras día, hasta el final del mundo” (Mateo 28,20). En clave de presencia, el Adviento nos hace mirar en tres tiempos: 1. El Adviento del Verbo hecho hombre: La Encarnación de Dios, del Verbo que sale del Padre y entra al mundo en nuestra carne y naturaleza humana, es el acontecimiento que se vuelve memoria. Es la conmemoración del acontecimiento humano y divino llamado Jesús de Nazaret, nacido en Belén. Navidad es el Adviento del esperado, del que “tenía que venir al mundo”. Es el ingreso a la naturaleza humana, tomándola de la iniciativa amorosa del Espíritu Santo y de la respuesta generosa de María y de José su prometido esposo. Un ingreso al amor de unos esposos, a una genealogía y ciudadanía, a una historia vivida desde la espiritualidad y el amor de los más humildes y fieles servidores del Señor, los pobres de Dios, los siervos de su voluntad, que acogen al Pobre y Siervo de Dios, Jesús. Que vivamos estos domingos de Adviento y entremos en el clima del Señor que ya vino y se adentró en todo lo humano, revelando su sentido y orden, desde esa unión indisoluble entre Dios y toda persona. Esta existencia terrena de Jesús es salvadora y liberadora, en toda su dimensión y evolución, culminando en la cruz y en la tumba vacía, conduciéndonos al Jesús de la resurrección, al Espíritu de Pentecostés, a la comunidad de creyentes y discípulos que nace y se consolida con la Pascua y con la misión que Jesus les participa: “Como el Padre me envió, también yo los envío” (Juan 20,21). Este Adviento de la Encarnación y de Navidad concluye con la adoración, con el gesto de doblar la rodilla y guardar silencio emocionado, al recitar el Credo, cuando profesamos que “Dios Hijo se encarnó y se hizo hombre”. 2. El Adviento de “Jesús en medio” de su comunidad: es el sentido presente del Adviento. Ya desde el mismo domingo de la resurrección, “se presentó Jesús en medio de ellos”, dándoles su paz, mostrándoles sus manos y costado, llenándolos de alegría. Es el Adviento (Juan 20, 19-20). Es la certeza de que “donde dos o más se reúnan en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18,20). Este estar Jesús con nosotros, resucitado y Señor, Maestro y Pastor, mediador y servidor, lo vive la comunidad en la Palabra, en los sacramentos y en sus ministerios y, de manera muy especial, en el pobre y el débil, en la víctima y el que sufre. Es el Adviento del Espíritu Santo y del Cuerpo de Cristo que lo hace visible en medio de la humanidad, proclamando el amor de Dios e impulsando la civilización del amor en pueblos, culturas y en todo el cosmos. A vivir este presente de Jesús es a lo que convocamos desde nuestras familias, comunidades, instituciones y territorios. En este 2019, marcado por la inconformidad social y por el conflicto político ante sistemas económicos, en todo el continente, la Navidad se convierta en esa espiritualidad ciudadana que ilumina la convivencia y la integración de todos, en los espacios y territorios, en barrios y veredas. La Navidad en mi barrio, en mi sector, en la casita católica o en el lugar público indicado, ayude a pasar de la protesta al encuentro, de la cacerola a la pandereta, de la espontaneidad al intercambio de dones y plegarias. 3. El Adviento de la paz y del mundo nuevo: el profeta Isaías, figura del Adviento junto a Juan Bautista, a María y José, abre el primer día del Adviento con el anuncio de la Nueva Jerusalén, el advenimiento de la ciudad de paz, significado del nombre de la capital de Israel. A ella confluirán los pueblos, para conocer los caminos de Dios, ser instruidos en su Palabra, tener un árbitro de su paz, transformar las armas en herramientas de trabajo, dejar de prepararse para la guerra y de enfrentar a un pueblo con otro (Isaías 2, 1-5). Y Mateo, el evangelista del ciclo A de la liturgia, inicia con Jesús que nos llama a estar en vela, esperando y preparando la llegada de la nueva humanidad, esa que significa hombres y mujeres que se liberan de la sociedad meramente temporal y humana, ajena a la relación con Dios, a la trascendencia del Reino de Dios (Evangelio del primer domingo). El Adviento no solo es memoria y actualidad, sino también espera y futuro. Vivirlo así es movilizar todas nuestras energías y recursos, toda nuestra unidad y decisión colectiva, para superar la noche y entrar al pleno día, a la luz de la verdad de Cristo Jesús, en donde hagamos visible nuestro testimonio del Reino de Dios y seamos buen ejemplo para la humanidad. Como Obispo y Pastor llamo a todos a vivir este mes de diciembre 2019 con profunda cercanía en los territorios a todos, acompañando y leyendo juntos los signos de Dios en estos tiempos y realidades. Una Navidad que enriquezca la esperanza en todos y aliente la solidaridad y unidad en la construcción del bien y bienestar comunes, de la convivencia y la alegría del amor de Dios. ¡Dichosa y bendecida Navidad para todos! + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali