SISTEMA INFORMATIVO
Un año sinodal
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Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - De nuevo mi saludo en el inicio del año 2023. Deseo a todos lo mejor de lo mejor. Dios los acompañe. Como dice el salmo 36, “encomienden sus caminos al Señor, confíen en Él y él actuará”.
En general cuando se da inicio a un nuevo año son muchas las ilusiones, los proyectos, los deseos que pasan por las mentes de todos. Ese “confiar en el Señor” es clave para entender que nuestro destino está en las manos de Dios, y él no nos deja solos.
Sin duda que el contexto actual en el que nos encontramos no es fácil. Si hablamos de lo económico, los índices de pobreza son altos, la afectación que tendrá el incremento de los salarios, para muchos, es grande. Nadie puede negar que todo sube y los aumentos de los salarios rápidamente se esfuman.
Por otro lado, la problemática social también es compleja. Muertes, violencia, abusos de toda índole, desempleo, desplazamientos y otros fenómenos hacen parte de las noticias cotidianas.
En lo político, seguimos confiando en la consolidación de los programas prometidos en orden a la paz, la justicia social, la erradicación de la corrupción y la protección de la dignidad humana de hombres y mujeres de todas las edades.
A todo lo anterior, hay que agregar la afectación negativa que ha tenido en la economía local y nacional la ola invernal con los desastres que han ocasionado, que ha llevado, como bien se sabe, a la declaración de la calamidad pública por parte de las administraciones civiles ante la evidencia de las vías cerradas, deslaves que destruyen casas, familias que han perdido todo por las inundaciones, carestía de los alimentos, etc.
Sin que cerremos los ojos a estas realidades, debemos recordar lo que el Señor nos dice en su evangelio: “Todo es posible para quien tiene fe”. Así es. Los invito para que el nuevo año no sea el de la desesperanza, sino el de la esperanza. Si sabemos que Dios está con nosotros, vale la pena tener presente lo que durante la pandemia el papa Francisco nos decía cuando nos invitaba a remar juntos, a sentirnos parte de la misma barca. Nadie se salva solo, lo ha dicho el Papa en varias ocasiones. Así, nadie piense que solo va a salir airoso de lo que estamos viviendo. Necesitamos poner en práctica la sinodalidad. Es necesario repetirlo una y mil veces, que la clave para lograr superar las adversidades es estar unidos, caminar juntos, sentir que estamos participando todos de una misma realidad que estamos llamados a convertirla en oportunidad de vida.
Por eso este año será el de la sinodalidad, no solo desde la perspectiva eclesial, sino desde lo social. Cuando como ciudadanos aprendamos a vivir sinodalmente, seguro que todo va a ser mejor. Este es el aporte que la Iglesia siempre ha hecho, es el aporte que ahora queremos hacer todavía más visible.
Para la Arquidiócesis también será el año de la sinodalidad. Varios eventos vamos a tener en esta línea: pre-sínodos con los jóvenes, con las familias y las parroquias. Una gran asamblea sinodal arquidiocesana tendremos en el segundo semestre, en consonancia con el Sínodo que el papa ha convocado en Roma, que tendrá como tema "Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión".
Oremos para que dejándonos guiar por el Espíritu Santo, seamos capaces de aprender a desaprender, y caminemos sinodalmente, mirando el futuro con ilusión.
+ Luis Fernando Rodríguez Velásquez
Arzobispo coadjutor de Cali



Bautismo y Cuaresma
Lun 3 Mar 2025

Lun 24 Feb 2025
Homilía ordenación episcopal monseñor Alexander Matiz Atencio
Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - “Con la mirada fija en Jesús, el que inicia y perfecciona nuestra fe” (Hb, 12, 2); con la mirada fija en el Cristo milagroso que preside esta basílica, los invito a contemplar el misterio del amor de Dios que nuevamente se desparrama sobre esta Iglesia diocesana de Buga al concederle un nuevo obispo en la persona del presbítero Alexander Matiz Atencio.Recordamos agradecidos y oramos por quienes han sido sus antecesores, hoy, de manera especial por Mons. José Roberto Ospina Leongómez, quien después de más de 12 años de servicio entrega el cayado de pastor de Buga al nuevo obispo, con la tranquilidad del deber cumplido, para la gloria de Dios y el bien de la Iglesia. A monseñor José Roberto lo saludamos y le expresamos nuestra sincera y ferviente gratitud por su generosa entrega a la Iglesia colombiana y de Buga en sus 21 añosde vida episcopal.Hoy la Diócesis de Buga está alegre. Celebra la dedicación de su iglesia catedral y la consagración de la diócesis al patrocinio de San Pedro.La celebración litúrgica de hoy, la Cátedra de San Pedro, es fiesta en Buga, y lo será todavía más, porque en este día su Obispo es consagrado y asume con alegría la misión de ser su padre, amigo y pastor.La diócesis de Buga acoge un presbítero ordenado en la Arquidiócesis de Cali, quese alegra de entregarles un servidor fiel, solidario, amante y servidor de los pobres. Como su arzobispo y ahora su metropolitano, me llena de júbilo y honor poder imponerle las manos, y con mis hermanos obispos, elevar al Pastor de los pastores nuestra oración por el buen éxito de la misión que el Señor, a través del papa Francisco, le ha confiado.Mi saludo y gratitud al señor Nuncio, moseñor Paolo Rudelli por la reiterada confianza que ha tenido en la Provincia eclesiástica de Cali, al llamar recientemente a tres de sus hijos al episcopado en nombre del Papa.Gracias, señor Nuncio por su cercanía y presencia entre nosotros. En esta fiesta de la Cátedra de san Pedro, le pido el favor de hacer llegar al Santo Padre el amor que este pueblo le tiene, así como nuestra oración por su ministerio apostólico y susalud.Todos conocemos diversas facetas de la vida de San Pedro. Todos sabemos cómo a pesar de haberse reconocido pecador, el Señor lo llama; le cambia el nombre de Simón por Cefas (piedra); lo acompaña, comprende y educa en los distintos momentos de su vida; lo va puliendo y formando desde dentro; se le da a conocer y hace posible que en él actúe el poder de Dios, y le ayuda a caer en la cuenta que el conocimiento que va teniendo de su naturaleza divina, al reconocerlo como “el Mesías, el Hijo de Dios vivo”, le es revelado por el Padre que está en el cielo (cfr. Mt. 16, 16 – 17).Así, Jesús lo va transformando de pescador de peces en pescador de hombres; lo va llenando de su fortaleza para que al final se identifique tanto con él, que su triple profesión de amor se hizo testimonio de vida crucificado por ese mismo amor en Roma.Y a lo largo del camino, el pescador y analfabeta Pedro se fue llenando de la sabiduría que viene de lo alto. No solo ejercía el liderato entre los apóstoles y discípulos, sino que los orientaba con su palabra y ejemplo.Si bien es cierto que la fiesta de la Cátedra de San Pedro nos remite a la misión que el Papa tiene de guiar y enseñar al pueblo santo de Dios, y por eso oramos con sincero corazón por el papa Francisco, sucesor de Pedro en nuestros días, también es cierto que esta fiesta nos permite reconocer en el apóstol Pedro y en los sucesores de los apóstoles a los hombres elegidos por el mismo Cristo paraconstituirlos en la roca firme sobre la que se edifica la iglesia de ayer, hoy y mañana. Y en esta misión estamos los obispos. Y para esta misión has sido llamado, apreciado monseñor Alexander.El rito de ordenación recoge la múltiple y variada misión que debe realizar el obispo. Al responder libremente a las preguntas del interrogatorio inicial, el candidato asume el reto de hacer posible que el Reino de Dios, inaugurado por Cristo, se siga expandiendo en el mundo.Es por esto que, dentro de poco, te voy a preguntar, entre otras cosas, si quieres edificar la Iglesia, Cuerpo de Cristo y permanecer en su unidad con el Orden de los Obispos bajo la autoridad del sucesor de Pedro; si Quieres obedecer fielmente al sucesor de Pedro, y si quieres cuidar del pueblo santo de Dios y dirigirlo por el camino de la salvación con amor de padre. En estas tres preguntas encontramos la centralidad de la misión episcopal.Con amor de padre estás siendo llamado a acompañar a tus hijos para que conozcan a Jesucristo, y con Él, hagan posible que el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, se siga edificando en todos los rincones de tu jurisdicción. Me viene ahora a la mente la promesa de Yahvé al pueblo de Israel a través del profeta Jeremías: “Les daré pastores conforme a mi corazón, que los aparecerán con ciencia y con sabiduría” (Jr. 3,15). Esa promesa se sigue cumpliendo también hoy, aquí en Buga. Es muy significativo que la palabra edificar aparezca en el rito. Ya el apóstol Pablo también dirá que “por la gracia que Dios me ha concedido, yo, como hábil arquitecto, puse los cimientos, pero otro continúa la construcción” (1Cor, 3, 10). Dentro de tus saberes, apreciado Alexander, fuera de los estudios eclesiásticos, eres también arquitecto. Entiendes de sobra lo que significa edificar sobre bases firmes, antisísmicas, se diría hoy. Qué bueno que, en tu misión en Buga, y como obispo al servicio de la Iglesia en Colombia, seas hábil arquitecto, al estilo de Pablo, para que la comunidad que se te confía, pueda resistir los embates de las tormentas o de los sismos que pretenden impedir la construcción de la obra de la fe de la Iglesia o destruirla.La Diócesis de Buga, con la siembra hecha por tus antecesores, tiene bases sólidas; haz que sean realmente antisísmicas a través de la evangelización centrada en la persona de Jesús, animando a tus hijos y colaboradores a perseverar en la fe, aun en medio de la prueba.Para lograr este objetivo, ten presente en todo momento lo que el apóstol Pedro te ha dicho hoy: “Apacienta el rebaño de Dios que te ha sido confiado; vela por él, de buena gana, como quiere Dios; no a la fuerza ni por un interés mezquino, sino con abnegación; no como dueño de aquellos que están a tu cuidado, sino siendo de corazón ejemplo para el rebaño” (1Pe. 5, 2 – 3).En las conclusiones del Sínodo sobre la sinodalidad del 2024, se dice que “la tarea del Obispo es presidir una Iglesia local, como principio visible de unidad en su interior y vínculo de comunión con todas las Iglesias” (n. 69) y que “el servicio del obispo se realiza en, con y para la comunidad, realizado a través de la proclamación de la Palabra, la presidencia de la celebración de la Eucaristía y de los demás sacramentos (n. 70).Apreciado Alexander. Los retos que tiene la Iglesia son enormes y, por tanto, los desafíos del obispo son inmensos. Trabajar por la sinodalidad, fomentar la santidad del rebaño y allanar el camino al cielo, resumen algunos de los aspectos que se espera del obispo de hoy. Por eso mismo, tu lema “Todo lo puedo en aquel que me conforta (Filp. 4,13) tiene pleno sentido porque será el Señor quien realmente haga posible que el edificio crezca. Ten presente en todo momento lo que dijimos con el salmista: “Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tú vas conmigo”. Apreciado Alexander: confía, espera y ama.Recibes le ordenación episcopal también en el marco del año santo, cuando el Papa nos ha exhortado a ser peregrinos de la esperanza. Que tu servicio episcopal esté macado por la esperanza que no defrauda (Rom. 5,5), que sirva de aliento y consolación para tus hijos.En el emocionante y espiritual ambiente orante que estamos viviendo en esta basílica, permítanme terminar esta reflexión compartiendo un hermoso soneto - oración, que encontré en una placa ubicada en el exterior de la basílica, junto a la antigua ermita, escrito por el poeta Jorge Robledo Ortiz, que se intitula El Cristo milagroso. A este Cristo encomendamos tu ministerio, a este Cristo inmolado por amor, imploramos el don de la paz y la reconciliación para el Valle del Cauca y el mundo entero.“Este Cristo a los odios enclavado; este Cristo en plegaria suspendido; esteCristo desnudo de pecado, pero en ingratitudes florecido.Este Cristo de dudas coronado; este Cristo de amor desprotegido; este Cristoen los ojos apagado, pero para el perdón siempre encendido.Este Cristo de barro americano; este Cristo de nieve entre el pantano; esteCristo con sed y hambre de paz.Es el guardián del corazón de Buga, el Cristo de la ermita que madruga aencender el amor de la heredad”.Nuestra Señora de las Victorias te ayude a recibir la corona de gloria que no semarchita. Amén.+Luis Fernando Rodríguez VelásquezArzobispo de Cali

Mié 19 Feb 2025
La esperanza cambia la vida
Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Hemos entrado en el Año Jubilar que el Papa Francisco ha querido orientar hacia la esperanza. La esperanza es una dimensión fundamental de la vida cristiana; por eso, la Carta a los Hebreos une estrechamente a la “plenitud de la fe” la “inmutable profesión de la esperanza” (10,22-23). Pero la esperanza responde también a una necesidad profunda de la persona y de la sociedad que, en medio de los avatares de la existencia, van haciendo un camino en el que es preciso tener un proyecto y un horizonte.En efecto, sólo la esperanza logra liquidar la angustia que puede anidar en el corazón del ser humano, proclamar valores y propósitos capaces de constituir una base segura para la sociedad, mantener presente el primado de Dios como norte indefectible en el camino. Todavía más, la esperanza cristiana, asegurando la certeza de la providencia divina que vela siempre sobre nosotros, puede proclamar que la última palabra no la tendrá el mal, que la vida es más fuerte que la muerte y que el triunfo definitivo será el del amor.Por eso, San Pedro exhorta a los cristianos a ser capaces de dar razón de su esperanza (1 Pe 3,15) y San Pablo recuerda a los Efesios que, antes de su encuentro con Cristo, estaban sin Dios y sin esperanza en el mundo (Ef 2,12). Es decir, que los dioses y mitos que tenían se contradecían, no ofrecían un sentido a la vida y, finalmente, no daban seguridad ni aliciente para el futuro. Sin Dios el mundo es tenebroso y el futuro es oscuro, pero gracias a Cristo no nos afligimos como los que no tienen esperanza (1Tes 4,13).La esperanza es un distintivo de nosotros los cristianos porque verdaderamente tenemos futuro. No conocemos los elementos particulares de lo que nos espera, pero sabemos que nuestra vida no terminará en la nada y el vacío. Sólo cuando el futuro es una realidad positiva, es vivible el presente. Por eso, el cristianismo no es sólo para comunicar una doctrina que se debe saber, sino para entrar en una vida nueva, que no está esclavizada por las promesas de falsos dioses, sino que tiene abierta la puerta oscura del futuro.Es preciso aprovechar este año para clarificar si nuestra fe cristiana conlleva para nosotros hoy una esperanza que transforma y orienta decididamente la propia existencia, si es un mensaje que moldea de un modo nuevo la vida misma o es solamente una información que a veces creemos superada por otras noticias y propuestas más recientes, si trabajamos para que sea realidad lo que nuestros padres y padrinos en el Bautismo buscaban para nosotros cuando pidieron que se nos diera la fe que lleva a la vida eterna.Tal vez hoy, para muchos cristianos, la vida eterna no aparece como una realidad deseable. No pocos están tan instalados en la vida presente, que sólo quisieran retardar lo máximo posible la muerte. Incluso, algunos pueden pensar que vivir para siempre puede resultar aburrido y finalmente insoportable. Muy distinta es la visión cristiana que considera la muerte como una liberación de las fatigas y el sufrimiento que nos ha traído el pecado, para tener de nuevo la vida en plenitud que habíamos perdido. La esperanza no puede ser una ilusión etérea o una actitud pasiva, debe convertirse en movimiento, en tarea que pone en juego la vida misma. No puede desentendernos de la realidad que vivimos y de los deberes que tenemos. Se vive la esperanza en la vida eterna construyendo cada día la tierra que Dios nos ha confiado. Dada la situación del mundo marcado frecuentemente por la injusticia, el egoísmo, la codicia, la mentira y la violencia, que ponen en cuestión aun la condición humana, es preciso hacer realidad la esperanza.Para el cristiano, la certeza de que un Dios personal abraza el universo, interviene en la historia y vela amorosamente por cada persona y la espera en su casa, no es una simple teoría. Es una certeza transformadora de la vida y, como consecuencia, empeño renovador del mundo, de las realidades sociales y económicas, de las familias y de la condición de cada persona. El Evangelio no es sólo una comunicación de cosas que se pueden saber, sino un anuncio poderoso que debe producir hechos y cambiar la vida.+Ricardo Tobón RestrepoArzobispo de Medellín

Mié 19 Feb 2025
El Jubileo, un Año para Renacer
Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Según las disposiciones de la Ley de Moisés (cf Lev 25), en cada pueblo de Israel resonaba el sonido de un cuerno llamado yobel, del que se deriva el término “jubileo”, para anunciar el comienzo de un año especial. Era un tiempo de reconstrucción de la vida social que proponía una redistribución de la tierra y hacía consciente al pueblo de que era una familia en camino. Al comienzo de su predicación, Jesús retoma en la sinagoga de Nazaret esta propuesta del jubileo, dándole un sentido nuevo.El mismo Jesús, ungido y enviado por el Espíritu, es la liberación de los cautivos, la luz de los ciegos, la buena noticia para los pobres, el año de gracia que todos esperan para salir del pecado, para encontrar la misericordia de Dios y emprender un camino de alegría y esperanza (cf Lc 4,18-19). A partir del año 1300, la Iglesia Católica viene convocando a vivir este tiempo fuerte que alimenta el deseo de transformar la propia existencia, mediante un encuentro con Dios que libera del pecado y de la muerte.Realmente el Año Santo es una ocasión especial para la renovación personal y el enriquecimiento espiritual de toda la Iglesia. El signo de la peregrinación que se vive en Roma y en las distintas diócesis del mundo nos recuerda que todos estamos en camino y que no podemos despreciar el llamamiento a una unión más profunda con el Señor Jesús y a estar disponibles a la acción de su Espíritu que puede transformar nuestras vidas y el mundo en que vivimos.Concretamente, este año debe ser una experiencia de la gracia de Dios que perdona nuestros pecados y nos ofrece su indulgencia, es decir, una nueva oportunidad de vivir en la alegría y la libertad de su amor. Es la ocasión de renovar las fuerzas y la certeza de que, en esta “hora oscura” por las guerras y la pobreza en que viven tantas personas, de la que habla el Santo Padre, podemos mirar el futuro con un espíritu nuevo, un corazón generoso y una mente clarividente.Es un año para acoger y transmitir la esperanza cristiana. Sobre esto el Papa Francisco nos dice que la esperanza no es un final feliz que hay que esperar pasivamente, sino la promesa del Señor que hemos de acoger. Esta esperanza nos pide que no nos dejemos llevar por la rutina, que no nos detengamos en la mediocridad, que tengamos la valentía de cambiar las cosas que no están bien, que busquemos la verdad, que nos dejemos inquietar por el sueño de Dios de un mundo nuevo donde reinen la paz y la justicia.Sigue señalando el Papa, en su homilía para el inicio del Jubileo, que la esperanza cristiana no admite la falsa prudencia de quien no se arriesga a comprometerse, ni el cálculo de quien sólo piensa en sí mismo, ni la vida tranquila de quien no alza la voz contra el mal y las injusticias. La esperanza mientras nos invita a la paciente espera del Reino que germina y crece, exige de nosotros la audacia de anticipar hoy esta promesa, a través de nuestra responsabilidad y de nuestra compasión.(cfr Homilía 24.12.24).Este Jubileo nos urge a redescubrir la alegría del encuentro con el Señor, nos llama a la renovación espiritual y nos compromete en la transformación de nuestras familias, de nuestros ambientes de trabajo, de nuestros centros urbanos. Todos, además, tenemos la tarea de llevar la esperanza donde se ha perdido, allí donde la vida está herida, en los fracasos que destrozan el corazón, en los ambientes donde hay cansancio, soledad, sufrimiento, pobreza, violencia y tristeza.Este es un año para renacer en Cristo. Es a Él a quien buscamos cuando anhelamos la felicidad, es Él quien nos espera cuando nada de lo que encontramos nos satisface, es Él la belleza que siempre nos atrae, es Él quien nos impulsa a quitarnos las máscaras que hacen falsa la vida, es Él quien pone en el corazón las decisiones verdaderas que otros quieren sofocar (San Juan Pablo II). El Jubileo se abre para que a todos nos sea dada la esperanza del Evangelio, la esperanza del perdón, la esperanza del amor.+Ricardo Tobón RestrepoArzobispo de Medellín

Mar 11 Feb 2025
La familia, espacio vital de cuidado a los enfermos
Mons. Félix Ramírez Barajas - La familia, querida por Dios, hunde sus raíces en su designio amoroso y constituye la relación y comunión con ÉL y con el prójimo. Estos dos principios: Lo espiritual y lo antropológico, permiten el desarrollo integral de la persona y le da trascendencia a su ser como creatura y como hijo de Dios. Cada uno de los ambientes y necesidades están regulados por estas relaciones y requieren el compromiso de todos para que se valore la dignidad de cada uno, en lo que respecta a sus derechos y deberes fundamentales.A propósito de la Jornada mundial del enfermo que se celebra cada año en la memoria de nuestra Señora de Lourdes, la familia es el espacio vital y más cercano, como oportunidad para ver el rostro sufriente del Señor en cada uno de los hermanos enfermos y por los que siempre mostró predilección en el anuncio del reino. La Iglesia y la familia no pueden estar al margen de este compromiso de caridad que se ha de manifestar en la cercanía y cuidado de cada persona en situaciones límites y de necesidades diversas tanto físicas como espirituales.En el mensaje para la jornada de oración por los enfermos, el Papa Francisco nos recuerda en su mensaje, entre otros aspectos que: “Los lugares donde se sufre son a menudo lugares de intercambio, de enriquecimiento mutuo. ¡Cuántas veces, junto al lecho de un enfermo, se aprende a esperar! ¡Cuántas veces, estando cerca de quien sufre, se aprende a creer! ¡Cuántas veces, inclinándose ante el necesitado, se descubre el amor! Es decir, nos damos cuenta de que somos “ángeles” de esperanza, mensajeros de Dios, los unos para los otros, todos juntos: enfermos, médicos, enfermeros, familiares, amigos, sacerdotes, religiosos y religiosas; y allí donde estemos: en la familia, en los dispensarios, en las residencias de ancianos, en los hospitales y en las clínicas.”Hoy ante tanta incertidumbre, en cuanto a las reformas de la salud sobre todo, la familia debe estar a la vanguardia del cuidado y sobre todo pendiente de humanizar la salud de quien vive en cada hogar, ciertamente que la atención médica es muy importante, pero también hay muchos casos donde el enfermo está agotado en una cama hospitalaria y aunque, si bien es cierto, puede estar bien atendido por el personal médico y paramédico, su ambiente natural es la familia, su casa, donde se siente en libertad y confianza.Toda la situación de enfermedad asumida desde la fe es una tarea en la línea de la caridad cristiana que muchas veces rebosa las capacidades físicas o materiales de la familia o de la persona que está a cargo del enfermo y requiere por eso de la solidaridad y ayuda de otras personas. En este sentido vale la pena mencionar la necesidad de redes solidarias de familia, de vecinos y otras personas que, por su fe, puedan rodear al enfermo y ayudarle a vivir serena y en paz su limitación física.También el Papa Francisco nos alienta diciendo: “La comunidad cristiana sabe bien que, a la familia, en la prueba de la enfermedad, no se la puede dejar sola. Y debemos decir gracias al Señor por las hermosas experiencias de fraternidad eclesial que ayudan a las familias a atravesar el difícil momento del dolor y del sufrimiento. Esta cercanía cristiana, de familia a familia, es un verdadero tesoro para una parroquia; un tesoro de sabiduría, que ayuda a las familias en los momentos difíciles y hace comprender el reino de Dios mejor que muchos discursos. Son caricias de Dios. (Catequesis del 10 de junio de 2015).Para quien tiene fe y esperanza, el sufrimiento puede ser un instrumento para transformar la enfermedad en oblación que trae como beneficio crecimiento espiritual y encontrar especial consuelo en la presencia de Cristo resucitado y de la Iglesia través de la vida sacramental. En este tiempo de frenesí, de prisa en todo, de búsqueda de comodidades y de una vida fácil, se suele olvidar la realidad del sufrimiento, con tantas excusas, se está dejando al enfermo a la deriva, en un ambiente de soledad y de condiciones inhumanas, el viacrucis permanente en pedir citas médicas, la cantidad de enfermos en salas de urgencias o simplemente en pasillos de clínicas y hospitales, entre otras dificultades, suele cansar a los dolientes y al mismo enfermo y en ocasiones se desiste de comenzar procesos de recuperación largos y tediosos. Esto requiere, por parte de la familia de fe y de la Iglesia buscar la manera de prepararnos para afrontar y vivir estas situaciones humanas que requieren de valor, decisión y de un alto grado de sacrificio en el acompañamiento de los hermanos enfermos.Se requiere también, a nivel humano y pastoral concientizar a los niños y a los jóvenes en la sensibilidad y sentido de servicio y caridad con las personas vulnerables y en general con los enfermos a todo nivel, de tal manera que, en cada hogar puedan ellos, no huir del compromiso de participar en el cuidado de los enfermos, en este caso cuenta mucho la cercanía respetuosa y sobre todo cuando es conveniente, adecuada y sin riesgos para que los niños y los jóvenes, con la presencia de algún adulto, puedan vincularse al cuidado de los enfermos de acuerdo a la capacidad y normas tanto de higiene como de prevención de contagios u otras contingencias que sea pertinente advertir.En este año del jubileo estamos llamados todos a ser peregrinos de esperanza sobre todo con el compromiso de acompañamiento proactivo y eficaz en favor de los más pobres y necesitados y en particular de los enfermos que esperan nuestra caridad afectiva y efectiva siguiendo el ejemplo del Señor quien hace presente el reino a través, no solo de la sanación física, sino espiritual y reincorporando a los enfermos a la vida de la comunidad. +Félix Ramírez Barajas Obispo Diócesis Málaga-SoatáMiembro Comisión Episcopal de Matrimonio y Familia