Mié 8 Jul 2020
La acogida de la semilla empieza por la escucha atenta de la Palabra
Predicación Orante de la Palabra
XV Dom TO – XVI Dom TO [1]
DECIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Primera lectura: Is 55,10-11
Salmo: 65(64),10.11.12-13. 14
Segunda lectura: Rm 8,18-23
Evangelio: Mt 13,1-23
I. Orientaciones para la Predicación
Introducción
• La Palabra de Dios es un don que cae en el corazón del hombre y los frutos dependen de su respuesta.
• La Palabra es una semilla que posee vida interna y necesita de un ambiente propicio para crecer.
• La acogida de la semilla empieza por la escucha atenta de la Palabra.
1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?
En Isaías nos encontramos con los dos últimos versículos de la perícopa que inicia en el versículo 1. Todo el pasaje es una invitación a participar en el banquete escatológico-mesiánico donde los que están hambrientos y sedientos serán saciados en abundancia, por eso, Dios da su Palabra para que todos puedan recibirla y ella llega a toda la tierra y produce su acción eficaz; la única condición es la escucha, por eso, se insiste en la necesidad acoger con compromiso la Palabra.
Isaías utiliza imágenes tomadas de los ciclos naturales de la lluvia y las nevadas que traen agua en abundancia para renovar y fecundar la tierra produciendo vegetación. Esta imagen nos habla de la vida que se genera en la tierra mediante el agua que cae; así mismo sucede con la Palabra de Dios que cae en el corazón del hombre y tiene la capacidad para producir la vida, pero los frutos dependen de la acogida que el hombre le dé a la Palabra.
En el Evangelio de Mateo la semilla son los granos producidos por los vegetales, poseen vida interna y al caer en la tierra y disponer de un ambiente vital germinan y dan lugar a plantas que, a su vez, producen frutos. Esto nos enseña que la Palabra de Dios, en este caso, es la semilla que posee vida propia, pero necesita de un lugar apto para germinar y crecer, este espacio es el corazón del hombre en donde la semilla puede caer y generar vida con unos frutos que se pueden visibilizar exteriormente.
El pasaje del Evangelio insiste varias veces en la necesidad de la escucha, esta es la condición inicial para la acogida de la Palabra, que al igual que la semilla cae en varios terrenos y según sea la acogida o el rechazo se dan o se pierden los frutos que deberían percibirse después de la siembra. Un detalle importante de la parábola es la forma en que el sembrador realiza la siembra, ya que el evangelista no dice de qué forma se prepara el terreno, pero del análisis de los diversos tipos de terrenos que se mencionan en el relato, deducimos que la siembra se realizaba a voleo, es decir, que el sembrador sale y toma una cantidad de semillas en su mano para esparcirlas por todos lados y ellas van cayendo al suelo de modo uniforme y, según sea el terreno en el que caen, se pueden reproducir o se pueden secar, como es caso de las semillas que cayeron en terreno pedregoso. Esa forma de realizar la siembra nos habla de la confianza del sembrador que se arriesga y espera que toda la semilla produzca su fruto.
2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?
Cada domingo la Palabra de Dios se nos sirve en abundancia y, al igual que en la primera lectura del profeta Isaías, ella es como el agua que cae y empapa la tierra para renovarla y darle fecundidad. La Palabra de Dios es viva y eficaz y por esta razón, el profeta nos recuerda que al salir de la boca de Dios no vuelve a él sin obtener resultados. En este año se nos recuerda la importancia que tiene la Palabra de Dios en la vida del creyente y que los resultados de su siembra dependen de la acogida que inicia con la escucha atenta y acogida sincera del mensaje. Estos días en familia son oportunidad para escuchar con mayor atención la Palabra de Dios y para acogerla con más amor en nuestra vida.
El evangelio nos presenta varias clases de terreno en los que cae la Palabra esparcida por el sembrador y, en ellos, cada uno debe mirar en qué actitud está de frente al mensaje de la Palabra de Dios. En efecto, la semilla que cae al borde del camino nos recuerda la Palabra de Dios que cae en la vida del hombre mediocre, que no la acoge y, por esta razón, termina perdiéndose; es la Palabra que se pierde porque cae en la vida del hombre superficial y no la coge por causa de la cerrazón del corazón. La semilla que cae en terreno pedregoso hace referencia a todos los obstáculos que impiden que pueda germinar y crecer en el corazón humano, pues, aunque el hombre la recibe con alegría no tiene la capacidad para dejarla echar raíz y, por lo tanto, se seca. La semilla que cae entre los abrojos o espinos se puede comparar con el hombre que está entretenido y ocupado en tantas cosas que las preocupaciones del mundo sofocan y ahogan la semilla de la Palabra que cayó y echó raíces, pero al salir se secó y no pudo crecer lo suficiente para dar el fruto que se esperaba.
Nuestro corazón es el terreno apto para el crecimiento de la semilla, pero necesita disponibilidad y capacidad para permitir el crecimiento de la Palabra mediante su escucha y acogida atenta. El Sembrador deposita su confianza en el terreno que considera apto para el crecimiento de la semilla, por eso, a su debido tiempo, regresará para percibir sus frutos.
Al comentar esta parábola del sembrador, el Papa Francisco nos recuerda que “los primeros tres terrenos son improductivos: a lo largo del camino las aves se comen la semilla; sobre el terreno pedregoso los brotes se secan rápidamente porque no tiene raíces; en medio a las zarzas la semilla viene sofocada por las espinas. El cuarto tipo de terreno es el terreno bueno, y solamente ahí la semilla germina y da fruto”.
Cada uno de nosotros debe examinar qué clase de terreno es y la disposición que hay en su corazón para recibir la Palabra de Dios.
Al respecto, San Cesareo de Arlés nos recuerda la importancia del cuidado del corazón que es el terreno para recibir la Palabra, así, afirma: “En efecto sabéis cómo se cultiva la tierra. En primer lugar, arrancamos las zarzas, echamos las piedras bien lejos, luego aramos la tierra, empezamos de nuevo una segunda vez, una tercera, y por fin sembramos. De igual manera en nuestra alma: en primer lugar, desarraigamos las zarzas, es decir los malos pensamientos; luego quitamos las piedras, es decir toda malicia y dureza”.
Conociendo la confianza que ha depositado en nosotros el sembrador, es necesario quitar del corazón todos los obstáculos que se interponen para la escucha de la Palabra.
3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?
Padre bueno, tu Hijo es el sembrador generoso que con abundancia nos entrega su Palabra y, como la semilla buena, confía en nosotros para que la recibamos en nuestro corazón y le permitamos crecer y dar frutos en abundancia. Ayúdanos a escuchar el mensaje y recibirlo con alegría sin poner obstáculos que le impida crecer y germinar para dar una cosecha en abundancia, según lo que tú esperas.
Nuestro compromiso este domingo debe ser el de una mayor apertura a la escucha y acogida de la Palabra, en lo posible diariamente, mediante la lectura del Evangelio, para que éste caiga en tierra buena y produzca fruto abundante. Al mismo tiempo, debiéramos comprometernos a difundir el mensaje de la Palabra mediante los medios de comunicación para que, en casa y en familia, se pueda seguir diariamente la liturgia de la palabra.
II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles
Monición introductoria de la Misa
Cristo, como el buen sembrador, nos convoca cada domingo para sembrar su Palabra en abundancia en el surco de nuestro corazón. Hoy como pueblo de Dios nos reunimos en asamblea litúrgica en torno a la mesa de la Palabra y la fracción del pan. Participemos con alegría de esta celebración.
Monición a la Liturgia de la Palabra
La Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de doble filo, y en ella se nos recuerda que Dios siempre nos la entrega de modo abundante y generoso y, al igual que el sembrador, confía y espera que nosotros la acojamos y la hagamos fructificar en nuestra vida. Escuchemos con atención.
Oración Universal o de los Fieles
Presidente: Al Padre bueno y generoso acudamos en suplica ferviente y presentemos nuestra oración llena de confianza:
R. Padre bueno, escúchanos
1. Por la Iglesia para que, en medio de las pruebas y dificultades de la humanidad, siga dando testimonio de la cercanía del amor de Dios.
2. Por todos los gobernantes para que, frente a las problemáticas de nuestros pueblos, tomen decisiones encaminadas a la búsqueda del bien común.
3. Por quienes, en sus hogares y lugares de trabajo, anuncian la Palabra de Dios para que continúen dando testimonio de la presencia del reino de Dios en medio del mundo.
4. Por quienes vivimos la crisis generada por la pandemia para que no perdamos la fe y la confianza en la misericordia del Señor.
5. Por el sector de la salud y quienes trabajan en la atención y cuidado de los enfermos del COVID-19 para que el Señor los fortalezca y recompense sus esfuerzos y desvelos.
6. Por todos los enfermos y quienes sufren en el cuerpo o en espíritu para que reciban la fuerza de Dios en momentos de prueba y tribulación.
Oración conclusiva
Acoge Padre
las súplicas que te hemos dirigido con fe
por mediación de Jesucristo Nuestro Señor.
R. Amén
[1] Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.