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evangelio

Vie 23 Oct 2020

La voz del Pastor | 25 de octubre de 2020

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 22, 34-40

Mié 16 Sep 2020

“Los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”

VIGÉSIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 20 de septiembre Primera lectura: Is 55,6-9 Salmo: 145(144),2-3.8-9.17-18 (R. 18a) Segunda lectura: Flp 1,20c-24. 27a Evangelio: Mt 20,1-16 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Ideas temáticas que surgen de la Palabra de Dios para este domingo: • Esta parábola es una hermosa explicación de la bondad de Dios, aunque con ojos humanos se puede interpretar como injusta la paga, pero, para Dios prima su generosidad. Es lo que demuestra el dueño de la viña: “su generosidad y su justicia”, puesto que llama a trabajar a su viña a todos los que deseen, durante toda una jornada y pagándoles lo acordado. • Igualmente, la actitud de los primeros jornaleros muestra “envidia”, porque sentían que habían trabajado más tiempo. Es el precio que se acordó, no el tiempo trabajado: "…Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete”. Además, no es el mérito de un tiempo más trabajado sino, la gracia que se recibe del ofrecimiento hecho por el dueño de la viña, porque “…los últimos serán los primeros y los primeros los últimos”. Es un regalo de Dios para todos. • La libertad de Dios frente al manejo de sus posesiones que son para todos, observado en el dueño de la viña que llama a quienes deseen trabajar en su posesión durante toda la jornada de trabajo, es un regalo, una ofrenda para quienes lo deseen y en el salario acordado. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio muestra, una vez más, la pedagogía de Jesús para darle a entender a sus discípulos el Reinado de Dios y la paga o la recompensa que tendrán por la respuesta dada a Dios en la entrega total y disponible al servicio del Reino. Es la parábola de los obreros de la viña que Jesús utiliza para dar a conocer la justicia y la generosidad de su Padre para con quienes le siguen. Es el dueño de una viña que en el tiempo de la vendimia sale a buscar trabajadores para que laboren en sus campos. Este viñador es una persona disponible, no le interesa su tiempo, puesto que sale a la plaza del pueblo en diferentes momentos del día e invita a todos los que quieran trabajar en ella. Él les promete un mismo salario a todos los que contrata, no le interesa la hora en que empiezan a trabajar. ¡Siempre encontró quienes necesitaban trabajo y fueron contratados! ¡A todos los contrata por el mismo salario! Luego, cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno, según lo contratado. Sin embargo, los que llegaron de primero protestaron contra el amo “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”, manifestando su descontento, sintieron que no habían recibido el salario justo, pero como no tuvieron presente que fue lo pactado entre ellos y el dueño de la viña, se le recordó a cada uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos”; esta actitud muestra la generosidad, justicia y bondad de Dios para con los que lo siguen. Se muestra claramente la imagen de un Dios de bondad, que sobrepasa la justicia, a todos los llama a participar de su Reino, no le interesa el momento ni las circunstancias de quienes se lanzan a trabajar con Él, el llamado es para todos, porque “los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros”. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El dueño del viñedo hace una invitación a todo aquel que quiera ir a laborar en su viña, Él sale en muchos momentos a la plaza a ofrecer trabajo y les promete un salario: ¿Qué significa hoy que Jesús sigue invitando a través de su Palabra a todos los que quieran ir a trabajar a su Viña? Se puede relacionar con el servicio, la ayuda, la colaboración que se presta a la parroquia, a la Iglesia y que recibirá la recompensa del Señor, a pesar de la lucha y el sacrificio de que puede significar. Cada vez que el dueño de la viña sale a la plaza a ofrecer trabajo encuentra gente que quiere ir a realizar esta labor; hasta última hora encuentra quienes quieren ir. Es la disponibilidad, la apertura a la escucha a la invitación de Dios, invita a todos y todos pueden participar del Reino. Es clave la disponibilidad del dueño de la viña y de quienes están buscando empleo, puesto que el viñador les ofrece, los llama, los busca; no interesa el tiempo, el momento, simplemente quiere que muchos vayan a trabajar a su viñedo. La Iglesia en sinodalidad, abierta, en salida y disponible para todos los que quieran participar del Plan de Dios. Para todos, los buenos, los malos, los incrédulos, los pecadores, todos llamados e invitados a ser parte del Reino; todos tienen que aportar, los dones y las gracias recibidas de Dios, así se va construyendo el Reino. Es un llamado a la participación, a la corresponsabilidad y a la generosidad, todos aportan; no interesa lo que cada uno da, sino la forma como lo pone al servicio de los demás, es dar testimonio personal y comunitario, desde los diferentes servicios de pastoral para llevar a todos el Evangelio, que alcance a tocar el corazón de todos los que lo reciban e ir aportando al fortalecimiento del Reino, a los más débiles, a los que tienen hambre, a los más vulnerables, a los migrantes, a los que no conocen a Dios, allí donde hay dolor y miseria, que todos logren la construcción de la paz y del amor. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? • Reconstruimos el texto con las frases más impactantes para que nos permita generar espacio para la oración de petición, súplica y perdón. • La oración se centrada en cada una de las horas del día, tiempo en que salió el viñador a hacer la invitación a trabajar en su viña: en la madrugada, a la media mañana, al medio día, a la puesta del sol, al anochecer… • Así, podemos orar con las actitudes del dueño de la viña: generosidad, justicia, gratuidad, don, gracia, entrega, disponibilidad, servicio, ofrenda, apertura, acogida, invitación, llamado…: Hora de la tarde, fin de las labores. Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores. Al romper el día nos apalabraste. Cuidamos tu viña del alba a la tarde. Ahora que nos pagas, nos lo das de balde, que a jornal de gloria no hay trabajo grande. Hora de la tarde, fin de las labores. Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores. Das al vespertino lo que al mañanero. Son tuyas las horas y tuyo el viñedo. A lo que sembramos dale crecimiento. Eres Tú la viña, cuida los sarmientos. Hora de la tarde, fin de las labores. Amo de las viñas, paga los trabajos de tus viñadores, de tus viñadores. (Himno liturgia de las Horas) II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Queridos hermanos vivamos esta Eucaristía con un espíritu de apertura y escucha a la voz de Dios, que nos llama a trabajar por la evangelización del Reino. Con fe y esperanza de ser parte de este Plan de Salvación iniciemos esta celebración eucarística. Monición a la Liturgia de la Palabra Hoy, por medio de la Palabra, el Señor se nos invita a participar en la construcción del Reino de su Padre en medio de nosotros. Escuchemos con mucha atención y devoción. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos a Dios Padre por todos los hombres y mujeres que son llamados a participar en la construcción del Reino y entreguémosle las preocupaciones y necesidades. Con plena confianza supliquémosle diciendo: R. Dios justo y bondadoso, escúchanos 1. Padre justo y bondadoso, te presentamos a los ministros de tu Iglesia para que fieles a tus mandatos, sean testimonio de santidad en medio de tu pueblo. 2. Padre bueno, te pedimos por nuestros gobernantes, que tienen en sus manos la administración de las riquezas del mundo para que sean justos y fomenten la paz y la libertad. 3. Padre generoso, te entregamos a quienes sufren, especialmente a los migrantes, para que los fortalezcas en sus necesidades materiales, espirituales y de salud y así experimenten tu consuelo y fortaleza. 4. Padre bondadoso que nos llamas a trabajar en tu viña, regala a los presentes y a los que nos acompañan espiritualmente en esta Eucaristía, tu amor misericordioso, la perseverancia en la fe y el deseo de participar activamente en la construcción del Reino de justicia, amor y paz. 5. Padre Misericordioso, te pedimos por los fieles difuntos, de manera especial por aquellos que han fallecido a causa del COVID-19, para que les alcance tu favor y la vida eterna, si es tu voluntad. Oración conclusiva Padre justo y bondadoso que nos invitas a participar en la construcción de tu Reino acoge estas peticiones que te dirigimos. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén

Mié 2 Sep 2020

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente"

VIGÉSIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Septiembre 06 de 2020 Primera lectura: Ez 33,7-9 Salmo: 95(94),1-2.6-7ab. 7c-9 Segunda lectura: Rm 13,8-10 Evangelio: Mt 18,15-20 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La Palabra de Dios en este domingo, día del Señor e inicio de la Semana por la paz, nos ofrece el tema de la conversión inicial y permanente de los hijos de Dios. La conversión inicial, en efecto, parte de la predicación que debe “poner en guardia al malvado”, pero se debe acompañar permanentemente con la llamada “corrección fraterna” y la mediación de la comunidad creyente; así no se deberá nada más que amor a los demás a ejemplo de nuestro Señor Jesucristo quien nos enseñó que el mandamiento mayor es “Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente". Este es el mayor y primer mandamiento. El segundo es semejante a éste, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. 1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el texto de Ezequiel, de la primera lectura, Dios le recuerda al profeta su responsabilidad de cumplir la misión encomendada de realizar su programa profético: ser centinela, escuchar a Dios y dar la alarma al pueblo para provocar la conversión. Su función se determina por ser canal de comunicación – oír y hablar –, oír a Dios y transmitir al pueblo, especialmente a los malvados, el mensaje que ha escuchado de parte de Dios, en ello se juega la vida y la muerte, la propia y la de los demás. El salmo contiene dos partes: un Invitatorio (vv. 1-7c) y una sección exhortativa a la fidelidad (cc. 7d-11). Los encargados del culto invitan a la asamblea, mediante este canto invitatorio, a que ingresen procesionalmente al santuario con las actitudes propias para este sublime momento: vítores, aclamaciones, acciones de gracias, bendiciones y postración. Luego, los exhorta a escuchar la voz de Dios para motivar así la fidelidad y la confianza en Dios, pastor de su pueblo. En la segunda lectura, el apóstol Pablo, dirigiéndose a la comunidad de Roma exhorta al amor como fundamento para fortalecer los comportamientos del creyente. El amor es, en efecto, el nuevo principio interior o nuevo mandato que debe unificar todas las acciones del creyente, los mandamientos encuentran en el amor su plenitud; y, por consiguiente, el cristiano está en capacidad de cumplirlos por la vivencia del amor, por ello es la única deuda en su relación con los demás. Esto no es un invento paulino, sino que es la puesta en práctica de las enseñanzas de Jesús, pues cuando, en un pasaje del evangelio, un fariseo le preguntó sobre el mandamiento mayor, Él respondió: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente". Este es el mayor y primer mandamiento. El segundo es semejante a éste, Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos penden la Ley y los Profetas” (Mt 37-40) El pasaje del evangelio está dentro del llamado discurso eclesial de Jesús (18, 1-35), en el que Jesús aborda temas de la vida de la comunidad cristiana; instruye, sobre todo, a los responsables de la asamblea – la Iglesia – sobre el estilo de vida que debe identificar la nueva comunidad creyente. La asamblea de hermanos, así define al otro, no está libre de pecado o errores, lo que la diferencia de otras realidades comunitarias es que al interno de ella los conflictos se resuelven de manera diversa a como los afronta el mundo; aquí en esta comunidad el error no solo afecta la realidad social sino la relación divina, por ello se han de solucionar mediante la reconciliación, el perdón, y aplicando la corrección fraterna para ganar y salvar al hermano, ese es el objetivo fundamental. Para realizar todo este proceso, en medio de la comunidad de hermanos debe imperar la oración con la certeza de la presencia de Jesús entre la comunidad orante. La corrección fraterna y la oración en común van vinculadas, no son dos temas separados. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? En los evangelios se ve claro que Jesús tuvo la intencionalidad de formar una nueva comunidad en la cual se transmitiera la Buena Noticia y aconteciera la gracia de la Salvación. Jesús formó esta comunidad con aquellos que él quiso y fue llamando para que estuvieran más cerca de él, a ellos les fue brindando, en muchas oportunidades, una formación particular, “a sus propios discípulos se lo explicaba todo en privado” (Mc 4,34). En Mateo esta comunidad viene definida como Iglesia (ekklesia), no es una comunidad cualquiera sino la Iglesia; a la cual Jesús dota de una responsabilidad para solucionar los conflictos (18, 15-20), que es el texto que este domingo se proclama. Es la comunidad la que, en últimas, tiene la palabra para resolver la situación de los hermanos en situación de pecado. Es importante precisar aquí que no es el único poder que Jesús da a la Iglesia, así, para tener una visión completa de su responsabilidad tendríamos que recurrir a muchas partes de los evangelios. En el pasaje de Mt 18, 15-20 podemos destacar algunos elementos. El miembro de la comunidad es un “hermano”, y aunque haya pecado sigue siendo hermano; la corresponsabilidad del creyente es salvar, ganar al hermano para Dios, a un hermano en forma particular no le corresponde el excluir al hermano, ni siquiera el testimonio de dos o tres, ellos son un eslabón del proceso, todo se hace para atraer a quien se ha apartado por el pecado. Quien tiene la facultad final es la Iglesia, ella tiene el poder de atar o desatar (v.18). La Iglesia tiene este poder, pero no lo usa a su antojo, sino que tiene como modelo último la misericordia infinita de Dios, siempre ha de recurrir a esta medida y para comprenderla debe orar siempre en comunión. El poder que aquí el Señor da a los discípulos encargados de la Iglesia es una extensión del ya dado a Pedro, “A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt 16, 19. Atar y desatar designan la autoridad para decidir sobre las acciones que están permitidas o prohibidas, es el poder de determinar, en última estancia, si alguien está admitido o excluido de la Iglesia. La responsabilidad individual y comunitaria de la Iglesia está en la línea de la voz profética, cada uno desde el momento de aceptar a Jesús se convierte en profeta, ha de escuchar a Dios y comunicar su palabra a los hermanos. La corresponsabilidad está sobre el anuncio, la evangelización, el ganar a otros para Dios; también lo es en su oración en comunidad y en forma de plenitud cristiana su corresponsabilidad está en el amor. El amor vivido y donado a todos es lo que debe caracterizar a la comunidad creyente, es decir a la Iglesia. Estamos en el contexto de la Semana por la Paz, que inicia en este domingo, y que tiene como objetivo continuar adelantando acciones que nos inviten a seguir dando pasos para la construcción comunitaria de la paz y la reconciliación. Este fue el propósito del Papa Francisco en su visita a Colombia cuando nos dijo: «¡Demos el primer paso!», y que este primer paso sea en una dirección común. «Dar el primer paso» es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Por eso en este primer día de apertura de esta semana por la paz, demos el paso hacia la fe en Dios, renovando la gracia del don de la paz suplicando la bendición de Dios sobre nuestra familias y comunidades, con las mismas palabras de Jesús: “Que descienda la Paz sobre esta casa”, imitando, así, la bendición del papa Francisco a los fieles impartida, desde el Palacio Cardenalicio, para todo el pueblo colombiano, cuando también nos dijo: Quise venir hasta aquí como peregrino de paz y de esperanza, y deseo vivir estos momentos de encuentro con alegría, dando gracias a Dios por todo el bien que ha hecho en esta Nación y en cada una de sus vidas. 3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Oremos al Señor y supliquémosle por la Iglesia para que siga cumpliendo de manera misericordiosa el encargo dado por Jesús de animar para que todos sus hijos, asumamos el compromiso de la evangelización de ganar a muchos para Dios. Concretamente, en esta semana por la paz, roguemos por los pasos decididos y seguros que podamos dar en acercamiento a los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar, para que por caminos de la reconciliación busquemos el bien común, la equidad, la justicia, el respeto de la naturaleza humana y de sus exigencias. Todos somos responsables de que el amor de Dios sea conocido, aceptado y vivido por los hermanos que nunca han escuchado hablar de Jesús, por aquellos que un día escucharon, pero hoy viven alejados de la fe y por los que sí están comprometidos de forma activa en las realidades eclesiales, de este modo todos seremos artesanos de la paz que busca la reconciliación entre los hermanos. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos con la certeza que somos la Iglesia del Señor Jesús, despertemos en nosotros esos sentimientos de identidad y compromiso católico y recordemos que el Señor ha prometido hacerse presente en medio de su comunidad, ahora en la Eucaristía, para acompañarnos y bendecirnos. Estamos en el contexto de la Semana por la Paz, que inicia en este domingo, y que tiene como objetivo continuar adelantando acciones que nos inviten a seguir dando pasos para la construcción comunitaria de la paz y la reconciliación. Este fue el propósito del Papa Francisco en su visita a Colombia cuando nos dijo: «¡Demos el primer paso!», y que este primer paso sea en una dirección común. «Dar el primer paso» es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Celebremos con inmensa alegría esta experiencia de encuentro con Jesús y oremos para que esta jornada por la paz traiga bendiciones divinas para nuestra comunidad. Monición a la Liturgia de la Palabra Hermanos, otra forma como el Señor se hace presente es en la voz de su Palabra; ante ella todo lo que se nos pide inicialmente es tener la capacidad de escuchar la voz del Señor. No perdamos esta oportunidad, estemos atentos a cada palabra de su mensaje y no endurezcamos el corazón. Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Elevemos nuestras súplicas a Dios nuestro Padre, con la certeza de que: “…donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, Yo estoy presente en medio de ellos.” Unámonos con fe, diciendo: R. Escucha Padre la oración de tu Iglesia 1. Te pedimos Padre, que bendigas y protejas a tu Iglesia, y la hagas fecunda en el ministerio de cada bautizado, de manera que engendre nuevos hijos para tu Reino y se suscite el llamado de vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa y consagrada. 2. Te pedimos Padre, por quienes ejercen el poder de la autoridad en nuestro país, para que no se dejen contagiar por la corrupción, y que en todo asuman el compromiso de servir en bien de las comunidades. 3. Te pedimos Padre, por los enfermos y agonizantes a causa de la pandemia que acecha al mundo, para que por medio de sus dolores encuentren en la cruz de tu Hijo, el consuelo y el alivio a sus sufrimientos. 4. Te pedimos Padre, por las diversas acciones que se realizarán con motivo de la semana por la paz para que, con la asistencia del Espíritu Santo, nuestros hermanos, puedan escuchar la voz de la Iglesia que los llama al perdón, la reconciliación, al amor verdadero. 5. Te pedimos Padre, por cada uno de los que participamos de esta asamblea, para que afiancemos nuestra fe y asumamos la responsabilidad de nuestra salvación y la de los demás; y que este mes de la Biblia nos lleve a escuchar tu voz y asumir con responsabilidad la misión. En un momento de silencio presentemos a Dios Padre nuestras intenciones personales…. Oración conclusiva Dios, Padre de la paz y la reconciliación, que quisiste llamarnos a formar parte de tu familia, la Iglesia; escucha nuestra oración humilde y confiada, que te presentamos. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén

Vie 14 Ago 2020

La voz del Pastor | 16 de agosto de 2020

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 15,21-28

Mié 5 Ago 2020

La voz del Pastor | 09 de agosto de 2020

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 14,22-33

Mar 28 Jul 2020

La Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana

DECIMOCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Agosto 02 de 2020 Primera lectura: Is 55,1-3 Salmo: 145(144),8-9.15-16.17-18 (R. cf. 16) Segunda lectura: Rm 8,35.37-39 Evangelio: Mt 14,13-21 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Este domingo es una gran oportunidad para fortalecer en nuestros fieles los fundamentos de la vida cristiana. En primer lugar, el amor de Dios a los hombres es el fundamento indescriptible de la vida y de la esperanza en los creyentes; luego, la Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana y, finalmente, la multiplicación de los panes y peces es signo del banquete mesiánico en tiempos de la nueva alianza. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura presenta el relato de la multiplicación de los panes y los peces como realización del banquete mesiánico de la nueva alianza. Orándolo y comprendiéndolo bien, ayuda a interiorizar el profundo significado de la Eucaristía para la vida de los bautizados en este momento histórico. El libro de Isaías describe el banquete mesiánico con estas palabras “¡Sedientos todos vayan por agua; los que no tienen dinero, vengan, compren y coman de balde, vino y leche sin pagar! El agua, símbolo de la vida, era en el Antiguo testamento característica de los tiempos mesiánicos; en el Nuevo Testamento se convierte en símbolo del Espíritu, como lo afirma el Apocalipsis: “Ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida” (Ap 7,17). Estas imágenes simbolizan la felicidad escatológica de la que habla el profeta Oseas: “Alejaré de esta tierra el arco, la espada y la guerra y los haré reposar en seguro; el cielo dará oportunamente la lluvia y la tierra sus productos en abundancia”; la restauración mesiánica se realizará en justicia y santidad. (Cfr. Os 2,20-23). La Iglesia camina en la historia aferrada a una Palabra: “Voy a hacer nuevas todas las cosas; al que tenga sed, yo le daré a beber gratis, agua del manantial” (Ap 21,5-6). Se trata del “Agua viva”, que promete Jesús a la mujer Samaritana, si llega a creer en Él (Cfr. Jn 4,14). Es el agua que brota del manantial de la vida: del costado de Cristo en la cruz y que se nos da en el bautismo. Es el anuncio de la felicidad que el ser humano está buscando y que sólo puede encontrar en el amor de Dios. Este anhelo de felicidad viene purificado por el profeta cuando afirma ¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta? ¿Y el salario en lo que no da hartura? Cuestiona el derroche y la banalidad en la que el ser humano se mueve buscando satisfacer sus placeres y no sus necesidades básicas. Si se escuchara la voz del Señor los hombres podrían comer manjares sustanciosos, pues “el Señor es bueno con todos, cariñoso con todas sus creaturas”, él abre la mano y sacia de favores a todo ser viviente (Cfr. Sal 144). Esta abundancia ha sido real y se ha manifestado en la multiplicación de los panes y peces. El contexto de este pasaje nos presenta a Jesús quien, después de enterarse de la muerte de Juan el Bautista, siente que su hora se aproxima y decide formar más a sus discípulos por lo que los lleva a un lugar solitario. Pero la gente se da cuenta y lo busca hasta encontrarlo. Nótese en el texto de la multiplicación de los panes y los peces la palabra especifica de Jesús “sintió compasión” de todos. Desde las entrañas mismas de Jesús viene su misericordia, en efecto, sana los enfermos y da de comer a los miles que estaban pendientes de sus labios. La compasión de Jesús va más allá de lo que comúnmente conocemos como pesar o conmiseración. La compasión que Jesús nos enseña es profunda, entrañable y emocionalmente muy inteligente; se trata de una compasión que integra la Divina Misericordia concretizada en paciencia, perdón, amor y acción divina para sacarnos del sufrimiento a pesar de nuestro insistente pecado: identidad de sentimiento y acción sanadora. La Palabra nos llama a comprender y a poner en práctica esta compasión cristiana que se hace acogida en cuanto nos identificamos con el otro. ¡Denles ustedes de comer! Los discípulos no logran comprender que ellos pueden dar de comer a la multitud si, lo poco que tengan en sus manos, lo colocan en las manos de Jesús. Jesús manda a la gente a que se recueste en la hierba. Nos hace pensar inmediatamente en la salida del pueblo de Israel de Egipto: “Comerán con la cintura ceñida, los pies calzados y el bastón en la mano; comerán de prisa, Todos, de prisa” (Ex 12,11). Ahora Jesús, el nuevo Cordero, hace que todos se sienten en la hierba, como quien está a la mesa y es atendido. El significado es que Jesús es la liberación, ya no salimos de prisa, ya podemos comer el pan bajado del cielo, el que da la vida: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna” (Jn 6,54). Luego de la bendición Jesús partió los panes y se los dio a los discípulos y ellos se los dieron a la gente. Jesús entrega a sus discípulos el Pan partido de la Palabra para que ellos, con la predicación y con la manera de vivir, lo entreguen a los demás. Un predicador de la palabra no puede entregarla si primero no la recibe de Jesús. Muchos sacerdotes, también laicos, sólo entregan el pan de la palabra después de haberla orado y meditado largo tiempo, es decir, primero han preguntado a Dios qué necesita esta asamblea que le va a escuchar. El Espíritu Santo hace su obra. Todos quedan satisfechos y sobran 12 cestos llenos de sobras. El anuncio de Jesucristo hace que los corazones sean misericordiosos; hay abundancia cuando compartimos lo poco o lo único que tenemos. Más aún, tiene más fecundidad cuando desde la precariedad compartimos con los demás. Se requiere que aquello que tengamos lo pongamos en las manos de Jesús. “Tomen y coman todos de Él, esto es mi cuerpo; tomen y beban todos de Él, esta es mi sangre” (Cfr. Mt 26, 26-30). La multiplicación de los panes y los peces nos habla de la Eucaristía y nos anuncia el banquete mesiánico, como lo dice el Apocalipsis: “Pondrá su morada entre ellos. Ellos serán su pueblo y Él, Dios-con-ellos, será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos, y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado” (Ap 21,3-4). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La Eucaristía es prefigura del banquete mesiánico y la multiplicación de los panes es anticipación de la Eucaristía; en ella vemos ya cumplido el signo del Amor desbordado de Dios Padre por nosotros, pues, con su Emanuel, Dios-con-nosotros, el Pan bajado del cielo, cuida de cada uno de sus hijos y los abastece en abundancia, con la condición de que seamos capaces de escuchar su voz, como lo afirma el profeta Isaías: “Escúchenme y vivirán, estén atentos y comerán bien, saborearán platos sustanciosos” (Is 55, 2). El vino y la leche son el signo de la fertilidad de la tierra prometida, pues, según Isaías: “Preparará el Señor para todos los pueblos en este monte un convite de manjares enjundiosos, un convite de vinos generosos” (Is 25,6). El profeta se refiere a la vida nueva en la perfecta Jerusalén, cuando Dios y el hombre habrán conseguido el nivel más alto de la intimidad. Dios es el Padre tierno que da la provisión a sus hijos, como dice el salmista: “Abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente” (Sal 144). La multiplicación de los panes sigue la narración de la cena pascual: en efecto, levanta los ojos, da gracias y reparte. En realidad, es el pan partido para la vida del mundo. Jesús siente compasión por todo el hombre: cuerpo y alma. A las almas les da la Palabra y al cuerpo la curación y el alimento. Podríamos preguntarnos: Según datos de la FAO al año 2019, 821 millones de personas en el mundo padecen hambre. ¿Si Dios es un Padre Providente, por qué entonces no hace hoy la multiplicación de los panes para satisfacer a todos los hombres? En la narración de la multiplicación de los panes se puede ver un detalle importante para dar respuesta a este interrogante; en el milagro Jesús no hizo aparecer “mágicamente” la cantidad de panes y peces. Preguntó qué tenían, invitó a compartir lo poco que tenían: cinco panes y dos peces. Lo poco que cada uno de nosotros pueda tener, al colocarlo en manos de Jesús, y compartirlo, ¡cuánto bien podría producir para los demás! Es un milagro verdadero, salir de nosotros mismos para sentir el sufrimiento de los demás hermanos. Nuestra sociedad es individualista; marcada por la soberbia y la búsqueda de sí. La idolatría del dinero hace que el 45% de las frutas y vegetales que se cosechan en el mundo se desperdicien, pues se denominan “excedentes” con el fin de que no bajen los precios. La cantidad equivale a algo así como 3.700 millones de manzanas. También se desperdicia el 30% de los cereales, equivalente a 763.000 millones de cajas de pasta. Y de los 263 millones de toneladas de carne que se producen mundialmente cada año, se pierde el 20%, equivalente a 75 millones de vacas. En total, según cifras del Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO)[1] se pierden 1.300 millones de toneladas de comida producida para el consumo humano, un tercio del total (Cfr. informe FAO 2019) …Semejante realidad estrictamente en procura de precios al alza, negocio y “prosperidad”. Estas cifras son alarmantes y producen mucho dolor. En realidad, el mundo produce alimentos para todos en abundancia, lo que hace manifiesto el amor de Dios por sus hijos, como dice el salmista: “Abres tú la mano y sacias de bienes a tus hijos” (Sal 144). Si lo propusiéramos sólo en el ámbito de la familia, si cada uno compartiera lo que ganase en su trabajo y de allí se realizaran todos los gastos de la familia, con seguridad quedaría dinero para hacer el bien a otros. Esta es la propuesta del Evangelio, donde el amor al otro es lo que distingue a un discípulo de Jesús. Sería un signo real que produciría la “Economía de comunión” y haría que los demás, al verlo concreto en la manera de vivir de los creyentes, exclamasen: “Miren cómo se aman”. Sólo que, por la ausencia del conocimiento de Jesús, cada uno batalla en su historia con sus propias fuerzas y “gasta su dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura” (Is 55,2). La Iglesia tiene la propuesta para el mundo de hoy; en efecto, habla y promueve la vida en comunidad, la cual tiene como principio fundamental poner todos los bienes en común para que ninguno pase necesidad (Cfr. Hch 2,42). La Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana; ser idóneo para celebrarla, porque considero al otro como don de Dios para la propia existencia, es estar dispuesto a compartir lo que soy y lo que tengo para que el otro tenga la vida (Cfr. ChFL 26). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Es la oportunidad de pedir al Señor la conversión y el don de la e. La fe es dada por Dios como germen, en el bautismo, y está destinada a crecer. Debemos pedir que nuestra fe madure y eso se logra por medio de la escucha de la Palabra, la vida en comunidad y la celebración de la Eucaristía. • Recibimos la escucha de la Palabra en la ceremonia del Bautismo, cuando el sacerdote toca la los oídos y la boca del niño, diciendo: “El Señor que ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda a su tiempo, escuchar su palabra y profesar su Fe para alabanza y gloria de Dios Padre” (Effetá). No es solamente oír e interpretar una información, es abrir nuestro ser a la internalización de la Palabra en el corazón, en el intelecto, en la voluntad y vivirla en nuestros actos, es alimentarse con ella (comer el Pan). • La vida en comunidad inicia en la familia, es nuestra primera experiencia de comunidad católica y nuestra primer “aula de Fe” que continua en la Parroquia (definida por San Juan Pablo II como Comunidad Eucarística), desde donde se irradian las experiencias comunitarias (laicado consagrado, misiones, comunidades de evangelización…). Toda una línea de pertenencia católica que se siembra desde el bautismo y crece con la persona en todas sus épocas: edad escolar, noviazgo, matrimonio, vida de hogar, vida laboral, vida social…escuchando y haciendo vida la Palabra y dándola a conocer (multiplicar el Pan). • La Eucaristía, caracterizada por el Papa San Pío X, en 1905, como “la fuente primaria e indispensable del espíritu cristiano”, impone para su celebración que cada uno debe llegar a sentir el dolor del hermano y el deseo sincero de compartir su existencia como un pan que se despedaza para que el otro tenga la vida. La Eucaristía puede comprenderse como la prefiguración del banquete mesiánico, en el cual se podrán enjugar las lágrimas de quien está sufriendo (Cfr. Ap 21,4). De ahí la importancia de que los católicos estemos invitados, desde la más tierna edad, al sagrado convite, con mucha frecuencia -incluso a diario-, para que podamos renovarnos con sus frutos (comer, multiplicar y compartir el Pan). II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Como hermanos nos encontramos para comer juntos el Pan bajado del cielo: Jesucristo el Señor. Él nos ha dicho: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna”. El Evangelio de la multiplicación de los panes, nos presenta ya la prefiguración del banquete al cual hemos sido convocados hoy. Participemos con inmensa alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra Las lecturas de hoy nos anuncian la celebración del banquete mesiánico, en el que Dios Padre realizará la plenitud y la máxima felicidad por la comunión de los hijos: “Enjugará las lágrimas de los ojos y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado. (Ap 21,4) Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Dirijamos con absoluta confianza nuestras plegarias al Padre con la certeza de que seremos escuchados. Digamos juntos: R. Escucha Padre nuestra oración 1. Por el Papa Francisco, para que su testimonio de amor hacia los más pobres anime y fortalezca a la Iglesia en la vivencia plena de la Eucaristía. Oremos 2. Por nuestros gobernantes, para que, iluminados por la Palabra, consideren la propuesta de la Economía de comunión, como solución a los problemas suscitados por el individualismo de nuestra sociedad. 3. Por todos los que sufren hambre, discriminación, descarte y viven marginados y excluidos, para que, la Iglesia con la potencia del Evangelio, pueda dar nuevos criterios frente a los modelos económicos ineficaces y desgastados. 4. Por toda la comunidad parroquial, para que, por la escucha de esta Palabra, pueda llegar a ser una verdadera “comunidad eucarística”, donde el otro sea considerado un don de Dios para la propia existencia. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Acoge Padre misericordioso las plegarias que te presentamos con fe y esperanza. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén [1]https://news.un.org/es/story/2018/10/1443382

Mié 8 Jul 2020

La acogida de la semilla empieza por la escucha atenta de la Palabra

Predicación Orante de la Palabra XV Dom TO – XVI Dom TO [1] DECIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Primera lectura: Is 55,10-11 Salmo: 65(64),10.11.12-13. 14 Segunda lectura: Rm 8,18-23 Evangelio: Mt 13,1-23 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • La Palabra de Dios es un don que cae en el corazón del hombre y los frutos dependen de su respuesta. • La Palabra es una semilla que posee vida interna y necesita de un ambiente propicio para crecer. • La acogida de la semilla empieza por la escucha atenta de la Palabra. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En Isaías nos encontramos con los dos últimos versículos de la perícopa que inicia en el versículo 1. Todo el pasaje es una invitación a participar en el banquete escatológico-mesiánico donde los que están hambrientos y sedientos serán saciados en abundancia, por eso, Dios da su Palabra para que todos puedan recibirla y ella llega a toda la tierra y produce su acción eficaz; la única condición es la escucha, por eso, se insiste en la necesidad acoger con compromiso la Palabra. Isaías utiliza imágenes tomadas de los ciclos naturales de la lluvia y las nevadas que traen agua en abundancia para renovar y fecundar la tierra produciendo vegetación. Esta imagen nos habla de la vida que se genera en la tierra mediante el agua que cae; así mismo sucede con la Palabra de Dios que cae en el corazón del hombre y tiene la capacidad para producir la vida, pero los frutos dependen de la acogida que el hombre le dé a la Palabra. En el Evangelio de Mateo la semilla son los granos producidos por los vegetales, poseen vida interna y al caer en la tierra y disponer de un ambiente vital germinan y dan lugar a plantas que, a su vez, producen frutos. Esto nos enseña que la Palabra de Dios, en este caso, es la semilla que posee vida propia, pero necesita de un lugar apto para germinar y crecer, este espacio es el corazón del hombre en donde la semilla puede caer y generar vida con unos frutos que se pueden visibilizar exteriormente. El pasaje del Evangelio insiste varias veces en la necesidad de la escucha, esta es la condición inicial para la acogida de la Palabra, que al igual que la semilla cae en varios terrenos y según sea la acogida o el rechazo se dan o se pierden los frutos que deberían percibirse después de la siembra. Un detalle importante de la parábola es la forma en que el sembrador realiza la siembra, ya que el evangelista no dice de qué forma se prepara el terreno, pero del análisis de los diversos tipos de terrenos que se mencionan en el relato, deducimos que la siembra se realizaba a voleo, es decir, que el sembrador sale y toma una cantidad de semillas en su mano para esparcirlas por todos lados y ellas van cayendo al suelo de modo uniforme y, según sea el terreno en el que caen, se pueden reproducir o se pueden secar, como es caso de las semillas que cayeron en terreno pedregoso. Esa forma de realizar la siembra nos habla de la confianza del sembrador que se arriesga y espera que toda la semilla produzca su fruto. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Cada domingo la Palabra de Dios se nos sirve en abundancia y, al igual que en la primera lectura del profeta Isaías, ella es como el agua que cae y empapa la tierra para renovarla y darle fecundidad. La Palabra de Dios es viva y eficaz y por esta razón, el profeta nos recuerda que al salir de la boca de Dios no vuelve a él sin obtener resultados. En este año se nos recuerda la importancia que tiene la Palabra de Dios en la vida del creyente y que los resultados de su siembra dependen de la acogida que inicia con la escucha atenta y acogida sincera del mensaje. Estos días en familia son oportunidad para escuchar con mayor atención la Palabra de Dios y para acogerla con más amor en nuestra vida. El evangelio nos presenta varias clases de terreno en los que cae la Palabra esparcida por el sembrador y, en ellos, cada uno debe mirar en qué actitud está de frente al mensaje de la Palabra de Dios. En efecto, la semilla que cae al borde del camino nos recuerda la Palabra de Dios que cae en la vida del hombre mediocre, que no la acoge y, por esta razón, termina perdiéndose; es la Palabra que se pierde porque cae en la vida del hombre superficial y no la coge por causa de la cerrazón del corazón. La semilla que cae en terreno pedregoso hace referencia a todos los obstáculos que impiden que pueda germinar y crecer en el corazón humano, pues, aunque el hombre la recibe con alegría no tiene la capacidad para dejarla echar raíz y, por lo tanto, se seca. La semilla que cae entre los abrojos o espinos se puede comparar con el hombre que está entretenido y ocupado en tantas cosas que las preocupaciones del mundo sofocan y ahogan la semilla de la Palabra que cayó y echó raíces, pero al salir se secó y no pudo crecer lo suficiente para dar el fruto que se esperaba. Nuestro corazón es el terreno apto para el crecimiento de la semilla, pero necesita disponibilidad y capacidad para permitir el crecimiento de la Palabra mediante su escucha y acogida atenta. El Sembrador deposita su confianza en el terreno que considera apto para el crecimiento de la semilla, por eso, a su debido tiempo, regresará para percibir sus frutos. Al comentar esta parábola del sembrador, el Papa Francisco nos recuerda que “los primeros tres terrenos son improductivos: a lo largo del camino las aves se comen la semilla; sobre el terreno pedregoso los brotes se secan rápidamente porque no tiene raíces; en medio a las zarzas la semilla viene sofocada por las espinas. El cuarto tipo de terreno es el terreno bueno, y solamente ahí la semilla germina y da fruto”. Cada uno de nosotros debe examinar qué clase de terreno es y la disposición que hay en su corazón para recibir la Palabra de Dios. Al respecto, San Cesareo de Arlés nos recuerda la importancia del cuidado del corazón que es el terreno para recibir la Palabra, así, afirma: “En efecto sabéis cómo se cultiva la tierra. En primer lugar, arrancamos las zarzas, echamos las piedras bien lejos, luego aramos la tierra, empezamos de nuevo una segunda vez, una tercera, y por fin sembramos. De igual manera en nuestra alma: en primer lugar, desarraigamos las zarzas, es decir los malos pensamientos; luego quitamos las piedras, es decir toda malicia y dureza”. Conociendo la confianza que ha depositado en nosotros el sembrador, es necesario quitar del corazón todos los obstáculos que se interponen para la escucha de la Palabra. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Padre bueno, tu Hijo es el sembrador generoso que con abundancia nos entrega su Palabra y, como la semilla buena, confía en nosotros para que la recibamos en nuestro corazón y le permitamos crecer y dar frutos en abundancia. Ayúdanos a escuchar el mensaje y recibirlo con alegría sin poner obstáculos que le impida crecer y germinar para dar una cosecha en abundancia, según lo que tú esperas. Nuestro compromiso este domingo debe ser el de una mayor apertura a la escucha y acogida de la Palabra, en lo posible diariamente, mediante la lectura del Evangelio, para que éste caiga en tierra buena y produzca fruto abundante. Al mismo tiempo, debiéramos comprometernos a difundir el mensaje de la Palabra mediante los medios de comunicación para que, en casa y en familia, se pueda seguir diariamente la liturgia de la palabra. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Cristo, como el buen sembrador, nos convoca cada domingo para sembrar su Palabra en abundancia en el surco de nuestro corazón. Hoy como pueblo de Dios nos reunimos en asamblea litúrgica en torno a la mesa de la Palabra y la fracción del pan. Participemos con alegría de esta celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que espada de doble filo, y en ella se nos recuerda que Dios siempre nos la entrega de modo abundante y generoso y, al igual que el sembrador, confía y espera que nosotros la acojamos y la hagamos fructificar en nuestra vida. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Al Padre bueno y generoso acudamos en suplica ferviente y presentemos nuestra oración llena de confianza: R. Padre bueno, escúchanos 1. Por la Iglesia para que, en medio de las pruebas y dificultades de la humanidad, siga dando testimonio de la cercanía del amor de Dios. 2. Por todos los gobernantes para que, frente a las problemáticas de nuestros pueblos, tomen decisiones encaminadas a la búsqueda del bien común. 3. Por quienes, en sus hogares y lugares de trabajo, anuncian la Palabra de Dios para que continúen dando testimonio de la presencia del reino de Dios en medio del mundo. 4. Por quienes vivimos la crisis generada por la pandemia para que no perdamos la fe y la confianza en la misericordia del Señor. 5. Por el sector de la salud y quienes trabajan en la atención y cuidado de los enfermos del COVID-19 para que el Señor los fortalezca y recompense sus esfuerzos y desvelos. 6. Por todos los enfermos y quienes sufren en el cuerpo o en espíritu para que reciban la fuerza de Dios en momentos de prueba y tribulación. Oración conclusiva Acoge Padre las súplicas que te hemos dirigido con fe por mediación de Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén [1] Elaborado por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC) y Coordinado por el Dpto. de Liturgia. (2020). Predicación Orante de la Palabra, II. Santísima Trinidad a Cristo Rey, Ciclo A.

Vie 3 Jul 2020

La voz del Pastor | 05 de julio de 2020

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 11,25-30