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fe

Mié 16 Dic 2015

Vivir la Navidad

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – La sociedad de consumo y la superficialidad de nuestra vida han venido cambiando el sentido cristiano de la Navidad por un tiempo de compras y de bulliciosa diversión. Para muchos la Navidad es una fiesta vacía, amnésica, porque no son conscientes de la celebración del misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Tantas veces, todo se reduce a pólvora, regalos, comidas, licor y ruido. En muchos ambientes se ha vuelto una fiesta completamente pagana que ya no da sentido a la vida, ni alegría verdadera, ni profunda esperanza. Más aún, la propuesta secularista trata de borrar todo sentido cristiano de la Navidad. En algunos países desean felices fiestas y decoran el árbol de vacaciones. En Oxford se prohibió usar la palabra Navidad para no ofender a las minorías y se cambió por “Festival de invierno”. En no pocos lugares no aparece el niño Jesús, sino el Papá Noel que reparte regalos; las decoraciones no tienen ningún contenido religioso. La actual celebración de la Navidad ya no les habla, a buena parte de las nuevas generaciones, del acontecimiento trascendente que le dio origen. Nosotros, los que nos sentimos discípulos de Jesús, debemos vivir y enseñar a vivir la Navidad como un tiempo en el que aprendemos a leer el Evangelio, a conocer a Jesús no simplemente como el Niño del pesebre, sino como aquel en quien Dios nos ha revelado su ser y su misericordia. Es en el Evangelio donde los cristianos debemos encontrar inspiración para nuestro comportamiento frente a todas las realidades del mundo. La humildad, la pobreza y el amor que entrañan el nacimiento de Cristo nos llevan a repensar nuestras opciones, nuestros valores, el sentido mismo de la vida. Los cristianos combatimos todo atentado contra la vida porque reconocemos la dignidad inviolable de todo ser humano y su destino eterno, que refulgen en la encarnación del Verbo de Dios. Los cristianos nos oponemos a la inequidad porque sabemos que en la administración del mundo que se nos ha confiado todos tenemos los mismo derechos y se deben privilegiar las necesidades de los pobres. Los cristianos promovemos la justicia, la verdad, la libertad y la solidaridad porque sabemos que estos valores esenciales enseñados por Jesús son el camino que conduce a la plenitud de la vida. La fe cristiana, que encuentra en la Navidad un tiempo oportuno para madurar y manifestarse, debe impedirnos ser esclavos de ídolos y costumbres paganas, para entrar en el nuevo mundo que se inaugura con el nacimiento del Señor. El nos trae una nueva forma de vivir que no se establece a partir de la fuerza de las armas, ni de la comodidad que ofrecen las riquezas, ni de los triunfos aparentes del poder, ni de las sensaciones efímeras del placer, sino del gozo, de la seguridad y de la paz que brotan en el corazón humano y en la sociedad cuando permitimos que Dios reine; es decir, que sea en verdad Padre de todos. Cristo es la novedad eterna y universal, es la verdadera alegría de la humanidad, es la fuente del amor para el mundo. El nos llama a todos, y especialmente a los que viven al margen de la sociedad o están lastimados por el sufrimiento y la soledad, a la esperanza. La invitación a comprender de esta manera la Navidad y a celebrarla como una amorosa acogida de Cristo, es la mejor posibilidad que tengo para agradecer a los obispos auxiliares, a los vicarios, a los presbíteros, a los diáconos, a las personas consagradas y a los fieles laicos su valiosa participación en la vida y misión de nuestra Arquidiócesis y desearles todas las bendiciones divinas en el Año de la Misericordia. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 24 Nov 2015

Firmes en la Fe a la espera del Señor

La Palabra de Dios nos presenta hoy a Jesús como el hijo prometido a David para establecer en el mundo la justicia y la paz. Su venida, ahora y al fin de los tiempos, exige que estemos preparados y nos mantengamos firmes en la fe, con la certeza de alcanzar nuestra plena liberación. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera Lectura: Jeremías 33,14-16[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 25(24),4-5ab.8-9+14(R.cf.130[129],5)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda Lectura: Lucas 21,25-28.34-36[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Juan 18,33b-37[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] La Palabra de Dios nos da hoy un mensaje de esperanza, de fidelidad y de liberación. De esperanza, porque hoy comenzamos el tiempo del Adviento o advenimiento o Venida del Señor. Esperamos que en los días de Navidad venga de nuevo, como vino hace dos mil años, y establezca la paz y la justicia, según lo había profetizado Jeremías. Y esperamos también su última venida, al fin de los tiempos, porque él trae el premio de la vida eterna para sus discípulos. De hecho, para cada uno vendrá Jesús el día de la muerte. Estas verdades nos exigen mantenernos firmes en nuestra fidelidad a Cristo, siguiendo su camino, como nos lo dice el salmo. San Pablo nos anima a tener firmeza de espíritu para poder presentarnos santos e irreprensibles ante Dios, siguiendo el camino que el mismo Pablo nos ha enseñado, y esto a pesar de todas las angustias y tribulaciones que nos vengan, como nos lo recuerda hoy Jesús en el evangelio. La fidelidad a Cristo adquiere en este Adviento una dimensión especial: debemos ser fieles a Cristo en cuanto Él es la expresión maravillosa de la misericordia del Padre. Así nos lo recuerda el papa al anunciar el inicio del año de la misericordia el próximo 8 de diciembre. Jesús quiere venir a nuestro mundo como la expresión más maravillosa de la misericordia de Dios y espera manifestarla por medio del testimonio de nuestra propia vida. Todos estos esfuerzos y las demostraciones de fidelidad al Señor, siguiendo su camino, tienen su final feliz y glorioso. El Señor, justo juez, nos premiará liberándonos de toda esclavitud y haciéndonos partícipes de su reino. [icon class='fa fa-play' link=''] Librería[/icon] Accede el contenido completo del Plan Nacional de Predicación y las MOniciones y Oración Universal o de los Fieles en la Librería del episcopado colombiano.

Mar 3 Nov 2015

La auténtica experiencia religiosa

[icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Centremos nuestra mirada en el tema de la auténtica experiencia religiosa. Descubriremos que los textos de este domingo nos ofrecen como dos formas de presentación: lo que el salmo proclama poéticamente, nos viene descrito de manera narrativa en las lecturas y el evangelio. Veamos, esta experiencia en la fidelidad tiene dos vertientes: la de Dios y al del hombre. La de Dios está asegurada porque “Él mantiene su fidelidad para siempre… a lo largo de las generaciones” y ha manifestado su fidelidad, absoluta y definitiva, especialmente en Cristo, “quien se ha manifestado una sola vez, para abolir el pecado por medio de su sacrificio”. La del hombre, se debe construir paso a paso, dejándose amar, moldear, sostener, orientar, proteger, liberar por Dios (salmo); aceptando la salvación dada en Jesús (2 lectura). El hombre debe invertir en la construcción de una autentica experiencia religiosa con Dios, y no por apariencia o búsqueda de otros intereses (Evangelio). Los textos narrativos, de hoy, toman como imagen “la viuda” a través de la cual nos da las notas características de una auténtica experiencia de fe. La respuesta auténtica proviene de la universalidad de la humanidad, de Israel y de las otras culturas, la viuda del evangelio es judía, mientras que la de la primera lectura es una “pagana”. La condición de raza o pueblo no garantiza la autenticidad de relación con Dios (nótese la situación de los escribas en el evangelio). Garantiza una religiosidad auténtica: la confianza absoluta en la Palabra de Dios, como la viuda de Sarepta que confía en el mensaje dado por el profeta; y la entrega generosa y total, como la viuda del evangelio que lo entrega todo manifestando así una confianza total, pues de dónde le vendrá el auxilio sino de Dios en quien pone su confianza al entregarlo todo. Surge en medio de esta dinámica de las “viudas”, la imagen del profeta que se fía de la Palabra de Dios y confía en su ayuda, como sombra del verdadero profeta: Jesucristo, quien con su entrega total y definitiva nos muestra que Dios ha hecho todo por mostrarnos su amor, su fidelidad y que la prueba reina está en que Jesús se jugó la vida por la humanidad. Es Él quien con su mirada penetrante y observadora descubre la verdadera cara de la experiencia religiosa: unos, por simple apariencia, preocupados por el que dirán y la realidad externa; y la otra parte de la gran masa anónima, de entrega total, absoluta, confiada, y en el silencio de esperarlo todo de Dios. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Jesús y las “viudas” lo entregaron todo. Lo entregan confiadamente todo en contraposición de los dirigentes religiosos que viven preocupados en todo menos en lo que debe ser. En este año de la vida consagrada, todos debemos preguntarnos ¿Cómo estamos entregando nuestra vida? ¿Qué estamos dando? ¿Damos de lo que nos sobra o lo estamos dando todo? En otras palabras: somos como Jesús y la viuda, o nos parecemos a los escribas, preocupados por ser importantes, vistos y reconocidos por la comunidad. Es hora de revisar y cambiar, pues, tanto en la vida consagrada, como en la vida de nuestras comunidades eclesiales, a veces nos encontramos con algunos personajes que tienen mucho de parecido con aquellos escribas que son puestos en evidencia en el evangelio de hoy. Las viudas hoy. Detrás de la presencia ejemplarizante de las viudas se nos recuerda que el judaísmo y el cristianismo en su historia se han preocupado por brindar espacios de respeto, simpatía y apoyo a esta categoría de seres humanos, y no solo a esta realidad sino a todos los necesitados. En nuestros contextos de conflicto, donde la violencia ha llenado dolorosamente nuestra patria de miles y miles de viudas, es necesario crear espacios de acompañamiento pastoral, para acogerlas, acompañarlas y brindarles un mínimo de caridad cristiana que las promueva en la reconciliación, perdón y paz. Esta realidad de conflicto, de violencia, de sequía, como en tiempos del profeta Elías, es un grito que debe conmovernos a los “dirigentes espirituales” para que dándolo todo anunciemos el mensaje liberador y esperanzador. Valoremos las “viudas del hoy”, las que entran en esa categoría real, pero también las viudas de otros rangos, es decir los que son olvidados por su aparente pequeñez social o por la pequeñez de lo que hacen, pensemos y, desde nuestra fe, asumamos un compromiso de mayor cercanía y una valoración distinta de esos pequeños que hacen posible una vida distinta: el vigilante, la señora de los tintos, la empleada de casa, el mensajero, el jardinero, el chofer, el sacristán, los lectores… [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Que nuestra celebración de hoy sea vivida con gozo, alegría y con una mirada atenta, como respuesta a la fidelidad de Dios, y que desde esta experiencia de fe aprendamos a tener una mirada diferente, como la de Jesús, que nos motiva a ir más allá de las apariencias y descubrir las intenciones y no solo las cantidades. Jesús nos invita a descubrir el valor de lo pequeño, de lo simple, de lo aparentemente sin valor y no nos dejemos deslumbrar por el brillo aparente de lo grande. Fijemos nuestros ojos y atención en los gestos pequeños, que hablan de la grandeza de la presencia de Dios: el signo de la cruz, la genuflexión, la mirada, el beso al altar, la pequeñez de la hostia, sencilla y aparentemente sin valor, pero allí se contiene el valor supremo, la entrega total de Jesús que quiso quedarse en medio de nosotros y ser alimento para cada uno de nosotros. Recomendaciones prácticas: Palabras claves: experiencia religiosa, autenticidad, entrega total, viudas, fe, fidelidad, confianza. Se sugiere la Plegaria Eucarística IV. También se sugiere, si no se toma ésta, usar el Prefacio Común VII: “Cristo, huésped y peregrino en medio de nosotros”, p. 419 del Misal Romano. Recordar que: - El lunes 9 de noviembre, es la fiesta de la Dedicación Basílica de Letran. El miércoles 11 de noviembre, es la fiesta nacional de Independencia de Cartagena.