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lectio domingo 5 de mayo

Vie 3 Mayo 2024

Ya no os llamo siervos, os llamo amigos

SEXTO DOMINGO DE PASCUAMayo 5 de 2024Primera Lectura: Hch 10, 25-26.34-35.44-48Salmo: 98(97), 1.2-3ab.3cd-4 (R. cf. 2b)Segunda Lectura: 1Jn 4,7-10Evangelio: Jn 15, 9-17I.Orientaciones para la PredicaciónIntroducciónSi el domingo pasado el Evangelio nos insistía en la necesidad de permanecer en el Señor, este VI domingo de Pascua, nos explica que la permanencia en Él equivaldría a guardar los mandamientos, que se resumen en amar a Dios y al prójimo. Las lecturas de este domingo nos invitan a profundizar en esta idea fundamental:•En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, se narra que Pedro va a casa de Cornelio, obediente a la inspiración divina. Se trata de un pagano que necesita ser instruido; Pedro, como instrumento de Dios le transmite el mensaje a él y su familia. Este relato es muy importante, porque es un pagano que es admitido a la comunidad cristiana por un apóstol, por el primer Apóstol, quien reconoce el paso de Dios sobre la vida de Cornelio, con el pasaje bíblico: “Dios no hace acepción de personas” (cf. Dt 10,17; Sir 35,13; Rom 2,11; Ga 2,6; Ef 6,9; Col 3,25; 1 Pe 1,17). En este contexto, se acentúa la universalidad de la salvación ofrecida por Dios y traída por Cristo, sin distinción de personas, razas ni pueblos, en la línea de pentecostés (Hch 2,1-11), donde sobreviene una efusión del Espíritu. Del pueblo de Israel, primer receptor privilegiado de la Palabra de Dios, pasa a Jesucristo y, de éste, por medio de su testigo, a todo el que cree en Él. •La segunda lectura, esta vez, es la que mejor va a interpretar el sentido del Evangelio de este domingo. La primera Carta de San Juan nos ofrece una de las reflexiones más impresionantes sobre el Dios cristiano: es el Dios del amor. El amor viene de Dios, nace en Él y se comunica a todos sus hijos. Por eso, la vida cristiana debe ser la praxis del amor. Si verdaderamente queremos saber quién es Dios, la carta de Juan nos ofrece un camino concreto: aprendiendo a ser hijos suyos; ¿cómo? amando a los hermanos.•En el Evangelio de Juan continuamos leyendo el capítulo 15, donde la expresión “permanezcan en mí y yo en ustedes” se convierte ahora en “permanezcan en mi amor”.1.Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?El Evangelio del VI domingo de Pascua: Jn 15, 9-17, pertenece a una sección más amplia: Jn 15,1-17. Toda esta sección se puede dividir en dos partes fundamentales: La primera, correspondió al V domingo de pascua (15,1-8), y la segunda parte (15,9-17), que se encuentra en la liturgia de este VI domingo de Pascua, el amor es el objeto de la revelación. Próxima ya la partida definitiva del Señor y con ello el alejamiento físico de sus discípulos por su muerte y resurrección, Jesús les habla del amor que el Padre le ha tenido, para confiarles que los ha amado del mismo modo; y añadir con intensa exhortación que, si ellos le aman, deben permanecer en Él. Con este pasaje del Evangelio estamos ante la cima de la revelación del amor de Dios. El Maestro dice a sus discípulos: “como el Padre me ha amado, así los he amado yo; permanezcan en mi amor”. Este es el don primero, diríamos, el fundamento del amor. El amor del Padre al Hijo, al que nosotros, por pura gracia, somos incorporados: “así los he amado yo”, dice Jesús, en clara alusión al amor hecho realidad en su cruz. Por eso, en el amor de Jesús vemos el amor, hasta sus últimas consecuencias, del padre por nosotros (cf. Jn 13,1; 19,30). “Como el Padre me amó” (v. 9), en griego, el verbo se encuentra en aoristo, y denota el acto de amor prodigado por Jesús a sus discípulos y consumado en su muerte; indica un amor completo, existe desde siempre y para siempre. Pero después de este don gratuito, ha de venir nuestra respuesta generosa: “Si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor”. El modelo para cumplir esta tarea es Jesús mismo: “lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor”. Esto lo ha hecho realidad Jesús por la obediencia a su Padre, concretada plenamente en el misterio de la cruz, con aquella palabra que resuena la tarde del viernes santo: “todo está cumplido” (Jn 19,30).Desde esa íntima comunión de amor, se entienden las palabras que sigue formulando el evangelista sobre la alegría y el amor al hermano.2.Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad?El domingo pasado escuchábamos que Jesús se servía de la alegoría de la vid y los sarmientos para explicar a sus discípulos que, al igual que los sarmientos se nutren de la savia de la vid, así deben permanecer unidos a Él para vivir de la vida divina que les llega por medio de Él, como sucede con el tronco de la vid que alimenta a los sarmientos. Sin este alimento los sarmientos no pueden dar fruto y tampoco los discípulos si no permanecen unidos a Jesús (cf. Jn 15,5-8). Sobre este telón de fondo, Jesús explica que la permanencia en Él equivale a guardar sus mandamientos; es decir, un amor obediente a Él y al Padre (Jn 15,10).Se trata ahora de “permanecer en su amor”. Este amor exige reciprocidad, pues para la amistad se necesitan dos. Por eso, Jesús apremia la respuesta con un imperativo: “permanezcan”. El amor circula, transmite vida y por ello nos permite estar en el Padre como lo hace el Hijo. La permanencia en el amor nos hace hijos de Dios (Jn 1,12), nos hace capaces de dar frutos, de amar a los hermanos, y encontrar la verdadera alegría: “Les he hablado esto para que mi alegría esté en ustedes, y su alegría llegue a plenitud”. En consecuencia, esta alegría solo puede venir de Jesús. En el texto que venimos comentando, de repente se cambia el término “amor” por “alegría”. Pero esto se da, precisamente, porque el resultado del amor es la alegría de amar y ser amado. El “guardar los mandatos”, forma concreta de la inserción en Cristo, no es pesado, insoportable, amargo, es más bien, fuente inagotable de alegría. La vida del Maestro estuvo siembre fundada en el amor del Padre, se caracterizó por la alegría. Este debe ser el camino del discípulo. El Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, señaló: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG,1).Por eso es necesario permanecer en el amor, que significa amar como amó Jesús: “Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado” (Jn 15,12). Así, podemos amar, porque Él nos amó primero; asumimos el mandato porque Él lo asumió primero. La cruz mostró de parte de Jesús su decisión por nosotros. La cúspide del amor: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (Jn 15,13), está en entregar la propia vida por el bien de quien se ama (Jn 10,14-18). Jesús, incluso, lavó los pies a sus discípulos, al esquivo de Pedro, y también a Judas el traidor. En la dinámica de este amor entramos todos, a pesar de nuestras negaciones, traiciones, enemistades, y distancias con el Maestro. El apóstol Pablo dirá: “…Dios nos demostró su amor en que, siendo nosotros todavía pecadores, Cristo murió por nosotros…” (cf. Rm 5,6-11). Si nos dejamos contagiar del amor de Jesús, nuestra vida será conforme a la suya. De esta manera, purificamos una vida desconectada del amor al hermano: “Hemos pasado de la muerte a la vida, si amamos a los hermanos. Quien no ama permanece en la muerte” (1 Jn 3,14). Pues el amor de Dios es inseparable del amor al hermano. “Si alguno dice: ‹‹Amo a Dios››, y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4,20).Por último, no perdamos de vista que estamos en el tiempo de Pascua, y se nos recuerda que somos integrados en la Iglesia mediante el bautismo que nos introduce en la comunión eclesial, y esta comunión es con los Apóstoles y con sus sucesores, con la comunidad de discípulos, mediante la cual entramos en comunión con el Padre y con su Hijo Jesucristo, como dice la primera carta de San Juan (cf. 1 Jn 1,3). No podríamos llegar a esta comunión sin la acción del Espíritu Santo en nosotros, porque es Él quien infunde en el corazón de los creyentes el amor, la caridad de Dios, que es virtud teologal infundida, igual que las otras dos virtudes teologales, la fe y la esperanza. No son alcanzadas por las fuerzas humanas o la disciplina de sus facultades; son don de Dios que nos viene por la inhabitación en nosotros del Espíritu santificador. El amor es la misma vida divina, así dice la primera de Juan: «Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es Amor» (1 Jn 4,8), para afirmar a continuación que el amor de Dios se ha manifestado «en que Dios mandó al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él» (1 Jn 4,9).3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo?Jesús, tú viniste al mundo para enseñarnos el lenguaje inefable de la caridad, y quieres que lo aprendamos con los hechos, con los gestos de cada día. Maestro, tú quieres que conozcamos el amor del Padre que te ha sacrificado a ti, su corazón, por nosotros, por nuestra salvación. Ayúdanos a no olvidar esta enseñanza, que se vuelva para nosotros tarea comprometida de vida. Regálanos la fuerza del amor humilde, perseverante, abierto a todos. Tú fuiste el primero en observar el mandamiento del Padre y nos diste tú mismo el ejemplo del amor más grande. Que podamos descubrir los distintos modos en que se nos presenta también a nosotros cada día la ocasión de dar la vida por los otros, y concédenos la fuerza para darla de manera concreta.¿Cómo es capaz ahora el hombre de responder adecuadamente al amor de Dios, que le sale al encuentro liberándole y ofreciéndole una nueva vida en Jesucristo? En una entrega continua y sin reserva de todo el hombre a Dios, es decir, en el seguimiento de Cristo. Esta respuesta posee una doble vertiente: el hombre que está a la escucha y que responde en la plegaria, en la alabanza, en el testimonio, etc., y la existencia para los demás, viviendo en comunión. Desde esta perspectiva podemos valorar el proceso del camino sinodal que vive la Iglesia en estos momentos. Para hacer realidad el proyecto de caminar juntos debemos atender esta palabra de Jesús que, animada por el Espíritu, nos impulsa a permanecer unidos en el amor. El Papa Francisco convocó un sínodo de Obispos, que tuvo por tema: “Por una Iglesia sinodal: Comunión, participación y misión”. El Santo Padre nos ha pedido que invoquemos el Espíritu Santo para que guíe a la Iglesia hacia una comunión más profunda, una participación más fuerte en la vida en Cristo y un compromiso más vivo con la misión evangelizadora de la Iglesia. Nunca podemos concentrarnos en nosotros mismos. Nuestra misión es testimoniar el amor de Dios. Por eso debemos preguntarnos: ¿Qué acciones concretas haré para responder a lo que Dios me pide hoy como discípulo? Permanecer en Jesús, estar unido a él, traer alegría al corazón. ¿Cómo experimentamos y transmitimos esa alegría a los que nos rodean? ¿Qué acción podemos realizar esta semana para que los que nos rodean se den cuenta de que vivimos unidos a Cristo? Jesús dice que nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos. ¿Qué haremos esta semana para que nuestros amigos sepan que estamos dispuestos a dar la vida por ellos? Puede ser un gesto de atención y cariño como hablarles por teléfono y preguntarles cómo se sienten, que está pasando en sus vidas, de qué manera podemos ayudarles._____________________Recomendaciones prácticas:•Jornada Nacional de la Infancia Misionera•Día de la Madre: programar en la parroquia una eucaristía por las madres fallecidas y otra por las madres vivas.•El próximo viernes comienza la novena de preparación para la Solemnidad de Pentecostés.II.Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la MisaQueridos hermanos, sean todos bienvenidos a esta, nuestra comunidad, a este encuentro de los convocados por el Señor. Dios es Amor. Nos lo dice San Juan. Lo ha dicho también el Papa Benedicto XVI, en su magnífica encíclica "Deus caritas est": (Dios es amor), sobre el amor cristiano. El amor es lo que mueve el mundo, y si no es el amor lo que mueve el mundo, será el odio y la adhesión a las riquezas lo que ocupará su sitio. Aprovechemos este domingo para meditar sobre el Amor de Dios y sobre nuestro amor hacia los hermanos. Y tengamos en cuenta que todo el amor, todo, es de substancia divina. Hemos llegado a este Sexto Domingo de Pascua, es el último antes de la Ascensión del Señor. El tiempo va pasando, pero nuestra esperanza está puesta en el Señor resucitado que no nos abandona nunca. Celebremos con gozo y fe esta fiesta dominical. Monición a la Liturgia de la PalabraHermanos, el Evangelio y la segunda lectura que vamos a escuchar con atención, responden a la pregunta: ¿cómo permanecer unidos a Cristo para dar frutos? La respuesta es: Permaneciendo en su amor, es decir, cumpliendo los mandamientos y siendo signo vivo y concreto de ese amor. El mandamiento de Jesús consiste en amar a Dios y amarnos mutuamente. Así la alegría llega a su plenitud. Escuchemos.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Con Jesús, que ofrece a los suyos el testamento de su amor, oremos.R. Danos, Señor, un corazón nuevo. 1.Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de todos los hombres, conceda a su Iglesia hacer cada vez más creíble el mensaje de esperanza que le viene de la Pascua. Roguemos al Señor.2.Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de todos los hombres, venga en ayuda de todos los que trabajan en favor de la paz, para que sean en nuestro mundo testigos del amor de Dios. Roguemos al Señor.3.Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de todos los hombres, nos haga descubrir que el amor lo es todo, si es vivido en la fidelidad al mandato de Jesús. Roguemos al Señor.4.Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de todos los hombres, haga de las comunidades, movimientos y grupos de creyentes, hombres y mujeres capaces de reconocer los carismas del Espíritu y su diversidad, para que de esta manera enriquezcan la unidad de la Iglesia. Roguemos al Señor.5.Para que el Señor Jesús, resucitado para ser salvador de todos los hombres, nos ayude, para que no apaguemos el fuego del Espíritu que desde el día de nuestro bautismo nos alienta, y caminemos conforme a la vida nueva que Él nos ha comunicado. Roguemos al Señor.Oración conclusivaAcoge la oración que, confiados,te presentamos y transfórmala en bendicionespara tu Iglesia y para el mundo.R. Amén.