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pandemia

Dom 6 Dic 2020

En Montelíbano: Oración por los enfermos y feria de la cosecha

El pasado 04 de diciembre, en el marco de la fiesta de la feria de la cosecha, que reúne cada año a los indígenas de los cabildos Zenú, ubicados en el municipio del Alto Sinú y San Jorge, el obispo de Montelíbano, Farly Yovany Gil Betancur, celebró una eucaristía para pedir por la salud de estas comunidades que se han visto afectadas por el covid-19, así como por el bienestar de monseñor Óscar Urbina Ortega, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. “Hemos elevado una oración especial por monseñor Oscar Urbina, para que a él y a todos los enfermos, el Señor les conceda la salud. Que el buen Dios recupere a nuestros hermanos enfermos y que con nuestras oraciones hoy ellos restablezcan su salud y puedan alabar y bendecir al Señor”, afirmó el prelado. Feria pos-cosecha de arroz Este fue un momento, además, donde el obispo y la delegación que le acompañaba pudieron participar de una muestra agro-ecológica, fruto del proyecto Pro-paz, que la pastoral social de esta jurisdicción viene desarrollando en la vereda Caracolí, donde se encuentra asentado el cabildo indígena Zenú, en el departamento de Córdoba. El prelado acompañó esta acción de gracias de los indígenas por las cosechas, el trabajo, la familia y por la integración de las comunidades. Uno de sus representantes resaltó la presencia del obispo en este espacio y agradeció la cercanía permanente de la Iglesia en estos territorios de resguardo indígenas azotados por la violencia. “La presencia de la Iglesia le garantiza a estas comunidades la permanencia en el territorio, un territorio azotado por la violencia y en la que en muchos momentos solo han quedado acompañados por la Iglesia a través del proyecto Pro-paz, gracias a la pastoral social y a los obispos que se han interesado porque esta iniciativa siga adelante acompañando a estas comunidades”. Esta feria de la pos cosecha de arroz es aprovechada por los indígenas para agradecer, como lo hacían sus ancestros, por los frutos de la recolecta. En esta ocasión ofrecieron muestras de sus elementos tradicionales como son las artesanías, pero también expusieron lo que han adelantado en recuperación de la medicina ancestral. Otro de los objetivos de la actividad fue compartir las experiencias en términos de recuperación de la cultura. Los indígenas Zenú que peregrinan por el Alto San Jorge y que son acompañados por la Diócesis de Montelíbano, son provenientes de San Andrés de Sotavento, pertenecientes al resguardo que lleva este mismo nombre. Resguardo Zenú En algún momento de la historia, los padres, abuelos y ancestros de estos indígenas que hoy están en el Alto San Jorge, tuvieron que migrar de sus territorios por ganadería extensiva, por la influencia de la minería o simplemente porque a ellos también les tocó la violencia que tanto ha azotado a estos territorios. Esta comunidad indígena, a partir de 1998, empezó a identificarse teniendo en cuenta los apellidos y formaron parcelas que posteriormente se formaron por cabildos y que hoy conforman el gran resguardo Zenú del Alto San Jorge.

Vie 4 Dic 2020

“Queridas y queridos enfermos, ¡ánimo!”: Monseñor Óscar Urbina

Al cierre de la jornada de oración por los enfermos programada para este viernes 04 de diciembre por el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), monseñor Óscar Urbina Ortega, presidente de la Conferencia Episcopal, envió un mensaje uniéndose a esta iniciativa que buscaba orar por los afectados del Covid-19 y enfermos en general. “Me uno a la jornada nacional de oración por todos los enfermos del país y del mundo en este tiempo de pandemia. No solo me uno con la oración por ellos, sino también junto con ellos y desde ellos, pues comparto los mismos sufrimientos de la enfermedad y el dolor, así como la preocupación de familiares y amigos por nuestra salud”. El también arzobispo de Villavicencio, quien se encuentra internado en una clínica a causa de un cuadro respiratorio por contagio del Covid-19, recuerda en su mensaje las palabras de Jesús: “Cuando dos o tres nos reunimos a orar, allí está el Señor”, y agregó “Él ha cargado con todas nuestras enfermedades y su primera preocupación fueron los enfermos, a quiénes acogió, consoló, acompañó y liberó, no solo de su enfermedad, sino de la muerte eterna. Por eso, queridas y queridos enfermos, ¡ánimo!” Anota también monseñor Urbina que Jesús siempre acoge a los enfermos con ternura y se hace presente a través del corazón y las manos del personal de la salud, familiares y todos los que oran por quienes lo necesitan. “No estamos solos, el Señor nos acompaña y, al pedirlo todos, nos concede los dones de su Espíritu que hoy más necesitemos”. En el texto también resalta, con especial gratitud, a niños, jóvenes y familias del campo y las ciudades que oran por todos los enfermos. “Ustedes hacen cercana la presencia de Dios”. A la jornada nacional “#OremosJuntos por los enfermos” se unieron los medios de comunicación católicos del país, así como las oficinas de comunicaciones de las 77 jurisdicciones de la Iglesia en Colombia (arquidiócesis, diócesis y vicariatos apostólicos), promoviendo durante todo este día, 4 de diciembre, oración por los enfermos en los lugares y horarios que cada quien dispusiera. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar mensaje[/icon]

Mié 2 Dic 2020

Diciembre 4: #OremosJuntos por los enfermos

Para este viernes 4 de diciembre, el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), invita a todos los católicos y personas de buena voluntad a unirse en oración por los enfermos de Colombia y el mundo afectados por el Covid-19 o cualquier otra enfermedad. Asimismo, el SPEC agradece que en todas las eucaristías, los rosarios y las oraciones en general de este viernes, se incluya la intención por la salud de monseñor Óscar Urbina Ortega, arzobispo de Villavicencio y presidente del episcopado colombiano, quien resultó positivo para Covid y viene avanzando en su recuperación. Igualmente, se pide oración por la salud de obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, colaboradores de la Iglesia y todas las personas afectadas por el Coronavirus, así como por quienes en este tiempo de pandemia están afrontando otro tipo de enfermedades. La idea es que, en cualquier momento de este viernes, se ore por la salud de los enfermos, ya sea en un espacio familiar, laboral, parroquial, comunitario o personal, como también expresar estas oraciones en las redes sociales utilizando el numeral #OremosJuntos. “Comprendemos la angustia y la incertidumbre que pueden llegar a sentir los enfermos por causa del Covid-19 o por cualquier otra enfermedad que se padezca en estos momentos tan críticos para la humanidad; también es comprensible ‘el calvario’ que le toca padecer a los familiares y allegados de los enfermos. Por esto, queremos que sientan a la Iglesia cercana y muy comprometida con ellos desde la oración”, expresó monseñor Elkin Fernando Álvarez Botero, obispo electo de Santa Rosa de Osos y secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC). Para motivar la jornada de oración por los enfermos propuesta para este viernes 4 de diciembre, monseñor Álvarez concluyó con el pasaje bíblico del evangelio de Mateo (15, 29-30) que narra cómo “una gran multitud acudió a Jesús llevando muchos enfermos que pusieron a sus pies, y él los sanó”.

Mar 1 Dic 2020

Preparad los caminos del Señor, el ADVIENTO

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Vivimos tiempos difíciles, y en medio de la crisis de salud que ha provocado la COVID-19, la terrible situación invernal que ha hecho sufrir a mu­chos, nos disponemos a iniciar un nuevo Año Litúrgico, ya que el ca­lendario de las celebraciones de la Iglesia se rige, no por la sucesión de días y meses que se registran en el almanaque, sino por una forma muy especial de contar el tiempo, el cual se basa en la fecha de la Pascua y que ordena todas las cele­braciones en un ciclo colmado de signos y celebraciones que cons­tituyen el Año Litúrgico, en este caso ya el 2021. Hemos concluido el Año Litúrgico con la Solemni­dad de Cristo Rey del Universo y comenzaremos este domingo, el santo Tiempo del Adviento. La Iglesia del Señor está llamada a dar gloria a su Dios. Su misión es anunciar con la Palabra, la vida y el culto, la presencia de Dios en la historia, manifestar a Cristo glo­rioso en medio de las realidades del mundo, celebrando visible­mente su triunfo sobre la muerte. Ya lo decimos en nuestras celebra­ciones: Anunciamos tu muerte, proclamamos tu Resurrección, ven Señor Jesús. Este es el centro de nuestra fe y, hacia este anuncio gozoso corre y trabaja todo nues­tro plan pastoral, queremos poner a Jesús en el corazón y en la vida de todos los hijos de la Iglesia. Iniciamos el Año Litúrgico con el tiempo del ADVIENTO, esta vi­vencia de la liturgia, nos pone de frente a las celebraciones con cua­tro semanas que preceden la santa Navidad, que siempre tiene fecha fija: el 25 de diciembre. La pre­paramos con un Tiempo de gracia que va permitiéndonos escuchar en la Palabra y celebrar en la li­turgia diaria, un camino recorrido por los profetas, animado por los consejos sabios de los Apóstoles, e ilustrado con la narración his­tórica de dos acontecimientos: el primero, el nacimiento de Jesús en la historia; el segundo, la segunda venida del Señor, la que espera­mos como consumación de la his­toria humana y victoria definitiva de Dios. El tiempo preparatorio se lla­ma Adviento, se usan vestiduras moradas, se leen los profetas que anuncian a Cristo, se prepara su venida con oraciones que le di­cen al Señor que ven­ga nuevamente: “Ven, Señor Jesús”. Se des­taca en este Tiempo, la Virgen María, que nos enseña a esperar con fe la segunda venida del Señor. Son cuatro domingos de Adviento. En ellos se celebra la esperan­za y la alegría de saber que el Señor llega con su poder y con su paz a inundar los corazones de los que ama con la luz de la vida, con la fuerza renovadora de su amor. El Adviento se celebra en las cua­tro semanas anteriores al 25 de diciembre, comenzando, precisa­mente en esta última semana de noviembre. Nuestro ADVIENTO hemos de vivirlo en la realidad concreta de una sociedad que ne­cesita reavivar la esperanza, pro­mover una experiencia de caridad con tantos signos de dolor como los que vive el mundo, vivir estos días en la promoción de la frater­nidad que, a la luz del Evangelio se llama: caridad. Hay signos muy especiales para este Tiempo: En primer lugar, el mismo tiempo ya es un signo. Cuatro domingos y cuatro semanas que nos recuerdan la preparación del pueblo de Is­rael para la llegada del Mesías, la voz de los profetas que anuncian la presencia del Señor y Salvador, la figura protagónica de San Juan Bautista que va disponiendo el resto de Israel, es decir, los pocos que aún esperaban la salvación, y que quiere advertir sobre la inmi­nencia del inicio de la misión de Jesús. Es central en el adviento la figura de María, la Virgen fiel, la Madre de la esperanza, que se convierte en sigo de fidelidad y en mo­delo de fe para todos nosotros. Nuestro Adviento debe ser una escuela de caridad, iluminada por la fe y la esperan­za, nos debe renovar en el deseo de ser pre­sencia del Señor en el corazón de tantos que sufren, ser signo del amor de Dios en la vida de quienes nos muestran en su ros­tro doliente la llamada del Señor, a vivir más fraternalmente, a es­tar cerca de los enfermos, de los niños, de los ancianos, de tantas realidades en las que este tiempo de celebración y de alegría se ve ensombrecido por el flagelo de la enfermedad y la pandemia. Es tiempo de anuncio de la Palabra en una predicación esperanzadora, en una promoción de muchos y muy significativos momentos de evangelización: la Fiesta de la In­maculada, fiesta de luz y de espe­ranza; la Novena de Navidad, que entre nosotros es “madrugarle a la esperanza” para abrir con el cla­rear del día unas jornadas de anun­cio del Evangelio y de gozosa pro­clamación de una fe que reconoce en Jesús el que nos libra “de la cárcel triste que labró el pecado” y el que quiere ser “consuelo del triste y luz del desterrado”. Desde ahora, los invito a usar con gran alegría, todos, la Novena de Navi­dad que ha preparado el Centro de Comunicaciones de la Diócesis de Cúcuta y que pueden encontrar en sus parroquias. Adviento es entonces una escuela de esperanza, una escuela de con­fianza, unas jornadas en las que adornamos el corazón con la luz de la fe y llenamos nuestras vidas con la certeza del amor de Dios que nunca abandona a sus hijos amados. En este tiempo nos llenamos de luces, de signos externos, que nos tienen que llevar a Jesucristo, que es la “luz de las gentes”, que alum­bra la tiniebla del pecado y del mal en el mundo. Él pone su luz dónde hay tristeza, muerte, desesperan­za. Que vivamos con respeto y si­lencio, con esperanza este tiempo que nos prepara a un encuentro con el Evangelio viviente del Pa­dre, Jesucristo mismo. Miremos al pesebre con espe­ranza, con los ojos puestos en la Santa Virgen y en San José, que se dedican a servir a Dios, esperan­do al Salvador y Redentor. Buen ADVIENTO para todos, para sus familias. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 30 Nov 2020

“La civilización del amor: una llamada urgente en tiempo de crisis”

El Observatorio Arquidiocesano de Evangelización (OAE), en Bogotá, se prepara para este jueves 03 de diciembre, al último ciclo de conversatorios que tendrá como tema “La civilización del amor: una llamada urgente en tiempo de crisis”, en el que los invitados compartirán su experiencia a partir de sus vivencias y desde la encíclica Fratelli Tutti, en la que el Papa Francisco nos habla sobre la fraternidad y la amistad social. El evento que se transmitirá a las 5:00 p.m. por el canal de YouTube de la arquidiócesis de Bogotá, tendrá como invitados a: doctora Gina Reyes, socióloga docente e investigadora de la Universidad de la Salle; doctora Consuelo Vélez, teóloga docente e investigadora de la Fundación Universitaria San Alfonso; y el padre Germán Barbosa Mora, Vicario Episcopal Territorial en la Diócesis de Engativá. La iluminación Teológica pastoral estará a cargo de Monseñor Germán Medina, Vicario Episcopal Territorial de Padre Misericordioso. Igualmente se podrá inscribir a través de la plataforma de zoom ingresando al siguiente [icon class='fa fa-download fa-2x'] ENLACE[/icon]. A la fecha se han desarrollado tres conversatorios: renovar la vida desde la esperanza, la civilización de la solidaridad y la civilización de la justicia. En el siguiente enlace podrá ver la versión completa de los conversatorios que se han realizado. https://www.youtube.com/playlist?list=PLVdsN_1oNj3dU3D1rvLeNLi0fz-J_zZdn

Lun 30 Nov 2020

Boletín "Notas de Actualidad Litúrgica" No. 77

El Departamento de Liturgia del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), presenta el Boletín Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA N° 77, ¡Regresemos con esperanza al templo!, en el contexto de vuelta progresiva al templo donde, experimentando ciertos temores, tenemos la firme esperanza de que el Señor siempre ha estado caminando con nosotros para ser capaces de discernir su voluntad en bien de todo su pueblo. En efecto, después de este tiempo de confinamiento y también de gracia, con las correspondientes orientaciones y aplicación de los respetivos protocolos de bioseguridad, se han ido reabriendo paulatinamente los templos y estamos, con ciertos temores, pero también con grandes esperanzas, retornando a las celebraciones litúrgicas que alimentan y fortalecen la vida espiritual del pueblo de Dios y, por tanto, la familiaridad comunitaria. Sin embargo, dado que en esta nueva etapa que ya estamos viviendo, unos todavía no pueden y otros definitivamente no podrían participar en las celebraciones en los templos, ya sea por las restricciones establecidas en los protocolos o por razones de salud o de edad, conviene mantener activa la preocupación y el esfuerzo pastoral para hacer que ellos, con las estrategias pastorales que han sido implementadas en esta época, se puedan unir a las celebraciones de la comunidad. Agradeciendo la colaboración de cada uno de los que aportaron sus conocimientos e ideas, deseamos que estas reflexiones nos ayuden a profundizar, iluminar y orientar más el momento histórico de celebración de la fe, en medio de la realidad concreta de la pandemia del coronavirus que estamos viviendo, para que todos, creyentes y aun los alejados, nos podamos encontrar con Jesucristo, único camino de conversión, comunión y solidaridad. Descargar Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA No. 77 Lea también: Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA" No. 71 Lea también: Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA" No. 72 Lea también: Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA" No. 73 Lea también: Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA" No. 74 Lea también Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA No. 75 [icon class='fa fa-download fa-2x'] Lea también Boletín "Notas de ACTUALIDAD LITÚRGICA No. 76[/icon]

Vie 27 Nov 2020

Estado de salud monseñor Oscar Urbina Ortega

Se emite este comunicado para informar sobre el estado de salud de monseñor Oscar Urbina Ortega, arzobispo de Villavicencio y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Lun 23 Nov 2020

El desperdicio de alimentos: una herida sangrante

Por: Mons. Fernando Chica Arellano - El recrudecimiento de la pandemia en curso está generando ingentes desafíos a la seguridad alimentaria en muchos países, así como crecientes obstáculos para el abastecimiento de los comercios con productos agrícolas, pesqueros y ganaderos. Las medidas de cuarentena, las interrupciones en las cadenas de suministro, el cierre de fronteras, las trabas en el desplazamiento de la población y otra serie de iniciativas han contribuido a que muchos productos queden en la mar o en el campo y no lleguen a los distribuidores, o no encuentren mercados a los que abastecer, por lo cual terminan perdiéndose. En algunas naciones se llegó incluso al desabastecimiento en los supermercados, los cuales tampoco podían regalar comida a unos bancos de alimentos ya de por sí diezmados por una demanda creciente a causa del alza del desempleo. Por otra parte, las compras frenéticas o compulsivas y una cierta variación en el hábito de consumo durante el confinamiento causaron un gran desperdicio alimentario. Si la pérdida de alimentos se asocia a las regiones del sur del mundo, nuestro hemisferio contempla en mayor medida el derroche alimentario, una lacra que, si todos pusiéramos de nuestra parte, dejaría de existir o se vería aminorada de modo considerable. En efecto, en nuestros pueblos y ciudades, sonroja ver montones de comida tirada en la basura, a la vez que va incrementándose el número de personas que no tienen lo necesario para llenar su estómago. Conviven individuos que no pueden alimentarse ni sana ni suficientemente junto a otros que malgastan y derrochan sin control. Nos deberíamos avergonzar de esta atroz contradicción, sobre todo si traemos a colación tantos niños como mueren de hambre diariamente en el mundo. Es un escándalo que clama al cielo pidiendo justicia, como la sangre del Abel (cfr. Gen 4,10). El despilfarro de alimentos es un triste fenómeno que ha de interpelar nuestras conciencias y resolverlo compete a todos. Las cifras hablan por sí solas. Si pensamos en el entorno que nos circunda, según estudios atendibles, España es el séptimo país de la Unión Europea que más comida dilapida. De media, cada persona arroja al vertedero unos 179 kilos de comida al año. Importante es no ignorar que, de todos los alimentos desechados, aproximadamente 1,2 millones de toneladas son aptos para el consumo. Las estadísticas señalan además que hasta 98 millones de toneladas de alimentos se despilfarran anualmente en la Unión Europea. Según la FAO, más de 690 millones de personas sufren desnutrición en el mundo. Otras fuentes ilustran este dato informando que en torno al 9,6% de la población europea no alcanza a comprar comida de calidad cada dos días. Desconcierta saber, en fin, que el 20% de los alimentos producidos en el viejo continente se desperdicia, con un coste económico estimado en 143.000 millones de euros. Si ahondamos en el problema, observamos que el derroche de alimentos no solo supone prescindir irresponsablemente de comida, una comida que, bien utilizada, podría servir para aliviar las necesidades nutricionales de quienes lo precisan. Entraña también echar por la borda mucha mano de obra, usada inútilmente para producir alimentos que a la postre acaban desperdiciados. Significa igualmente un empleo innecesario de recursos que no son ilimitados, sino más bien escasos, como la tierra, el agua y la energía. Pero el impacto del despilfarro alimentario no es solamente cuantificable desde la perspectiva financiera. El medio ambiente es otro de los grandes afectados por los desperdicios de alimentos, ya que su producción conlleva la utilización de fertilizantes y pesticidas. Esos ingredientes menoscaban enormemente nuestro planeta, ya bastante vapuleado por otros efectos nocivos del cambio climático: por cada kilogramo de alimento producido, 4,5 kg de dióxido de carbono (CO2) va a la atmósfera. Permanecer impasible ante esta grave temática, o reputarla como una cuestión que no nos afecta, es ciertamente erróneo. Los medios de comunicación, la escuela, pero sobre todo la familia, han de sensibilizar a la opinión pública para encarar muy en serio un problema que depende, en gran medida, de haber recibido una educación correcta, que otorgue a los alimentos el valor que realmente tienen. Nadie, pues, puede contentarse con ser un mero espectador en la lucha contra el derroche de alimentos, siendo una herida que supura, perjudicando sin piedad a multitud de personas, especialmente a los pobres y vulnerables de la sociedad. A este respecto, pocos meses después de ser elegido Sucesor de Pedro, el papa Francisco, en la audiencia general del 5 de junio de 2013, hablando de la cultura del descarte, dijo sin medias tintas que “nos hemos hecho insensibles al derroche y al desperdicio de alimentos, cosa aún más deplorable cuando en cualquier lugar del mundo, lamentablemente, muchas personas y familias sufren hambre y malnutrición. En otro tiempo nuestros abuelos cuidaban mucho que no se tirara nada de comida sobrante. El consumismo nos ha inducido a acostumbrarnos a lo superfluo y al desperdicio cotidiano de alimento, al cual a veces ya no somos capaces de dar el justo valor, que va más allá de los meros parámetros económicos. ¡Pero recordemos bien que el alimento que se desecha es como si se robara de la mesa del pobre, de quien tiene hambre!”. Por tanto, poner fin a una mentalidad caprichosa en el uso de los alimentos, que los desdeña sin ningún miramiento, ayuda a combatir también el desprecio a las personas cuando estas ya no son útiles, son ancianas o están enfermas, han perdido su apariencia o se han vuelto frágiles y débiles. El asunto no es de poca monta: de hecho, sabemos que se desperdicia un tercio de los alimentos producidos para consumo humano en todo el mundo, es decir, unos 1300 millones de toneladas anuales. Esta cantidad sería suficiente para dar de comer al menos a unos 2.000 millones de personas en nuestro planeta. En este sentido, el día 18 de noviembre de 2019, el Santo Padre, en su Mensaje con ocasión de la apertura del segundo período ordinario de sesiones de la Junta Ejecutiva del Programa Mundial de Alimentos, denunciaba sin ambages que “el derroche de alimentos lacera la vida de muchas personas y vuelve inviable el progreso de los pueblos. Si queremos construir un futuro en el que nadie quede excluido, tenemos que plantear un presente que evite radicalmente el despilfarro de comida. Juntos, sin perder tiempo, aunando recursos e ideas, podremos presentar un estilo de vida que dé la importancia que merecen a los alimentos. Este nuevo estilo consiste en estimar en su justo valor lo que la madre Tierra nos da, y tendrá una repercusión para toda la humanidad”. Ante semejante panorama, ¿cuál puede ser nuestra contribución personal? Todo tiene que arrancar de una convicción: no podemos seguir adelante con un estilo de vida que contemple el despilfarro de alimentos como algo normal, sin importancia. Es fundamental un cambio de paradigma en el plano económico, ecológico, educativo y social, que potencie la convergencia de medidas internacionales, estatales, regionales, locales y, en particular, individuales, con el fin de zanjar una problemática que tiene terribles secuelas negativas. Se trata de identificar vías y modos que, afrontando sensatamente tal problemática, sean vehículo de solidaridad y de generosidad con los más necesitados. Sin afán de ser exhaustivos, apunto algunas pistas para focalizar el asunto y atisbar soluciones al mismo. Primero, en el ámbito personal y familiar. Hemos de subrayar que los alimentos se despilfarran en todas las fases de la cadena de alimentos (producción primaria, procesamiento, venta, servicios de comida, etc.), pero es en el marco hogareño donde más se desperdicia. Contrarrestar esta tendencia es una obligación, algo verdaderamente imprescindible. Para ello es cuestión de no olvidar acciones tan sencillas como cocinar cantidades pequeñas, reutilizar las sobras, comprar solo lo necesario, no dejarse llevar por las apariencias (para desechar “frutas feas”, por ejemplo), revisar el refrigerador, consumir primero los alimentos más antiguos, entender las etiquetas de fechas (“consumir antes de”, “consumir preferentemente antes de”, “fecha de caducidad”), compostar y donar los excedentes a instituciones que harán buen uso de ellos. En segundo lugar, hemos de apoyar a las entidades sociales y organizaciones no gubernamentales (ONG)que están plantando cara al desperdicio de alimentos de forma creativa y eficiente, intentando salir al encuentro de quienes lo precisan. En este apartado es justo incluir asimismo los esfuerzos que están llevando a cabo muchos comedores promovidos por parroquias, institutos religiosos, grupos juveniles y asociaciones cristianas para redistribuir alimentos. Y esto, en muchas ocasiones, contra viento y marea, incitados por la fantasía y la pujanza que nacen del amor desinteresado, venciendo burocracias agobiantes, sin reparar en cansancios o cortapisas. Remediar el derroche de alimentos pasa, pues, por la conjunción de medidas individuales, pero también comunitarias e institucionales. En tercer lugar, en la lucha contra el despilfarro las empresas ocupan un puesto de relieve. En numerosos centros industriales, restaurantes, grandes superficies y supermercados, por ejemplo, se están poniendo en marcha “auditorías de desperdicios” que permiten ser mucho más eficaces en la gestión de los recursos. Por el lado del consumidor, algunas aplicaciones permiten, a través del teléfono móvil, encontrar comida sobrante de restaurantes a precios rebajados. En comercios de alimentación de diversos países, se está implantando la costumbre de vender las frutas, verduras y hortalizas por unidades y no por paquetes o manojos. Se ha comprobado que de esta manera se reduce el desperdicio de alimentos en torno al 25%. El papel de las ONG de consumidores ha sido muy relevante a la hora de lograr estos avances. Un cuarto aspecto nos lleva al terreno político y legislativo. En estos momentos, determinados países cuentan con leyes que prohíben a los supermercados, a los hospitales y a los hoteles tirar o destruir alimentos. En lugar de eso, están obligados a cederlos a diversas organizaciones benéficas, que son las encargadas de distribuirlos entre las personas y familias necesitadas. Sería esta una iniciativa que habría que generalizar y ampliar más todavía por el beneficio que comporta. Finalmente, están los organismos internacionales y, entre ellos, el Programa Mundial de Alimentos, que lanzó la campaña global Stop Desperdicio. En el Mensaje enviado el 18 de noviembre de 2019 a esta agencia de las Naciones Unidas, con ocasión de la apertura del segundo período ordinario de sesiones de su Junta Ejecutiva, el Papa se refería a ella con estas palabras: “Deseo que esta campaña sirva de ayuda a quienes en nuestros días sufren las consecuencias de la pobreza y pueda demostrar que, cuando la persona ocupa el centro de las decisiones políticas y económicas, se afirma la estabilidad y la paz entre las naciones y crece por todas partes el entendimiento mutuo, cimiento del auténtico progreso humano”. En definitiva, el desperdicio de alimentos constituye una cuestión de conspicua envergadura, que exige implementar inteligentemente acciones que la aborden desde su raíz, sin superficialidades, sesgos o negligencias. Es por eso que, en 2019, la LXXIV Asamblea General de la ONU designó el 29 de septiembre como el Día Internacional de Concienciación de la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos. Este año 2020 ha sido la primera vez que se ha celebrado esta jornada con el fin de fortalecer nuestra responsabilidad en el consumo adecuado de los alimentos, evitando malas prácticas y decisiones, como el derroche alimentario. En este terreno cada uno de nosotros podemos hacer algo para impedirlo. Como recuerda el papa Francisco, “una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo. Mientras tanto, el mundo del consumo exacerbado es al mismo tiempo el mundo del maltrato de la vida en todas sus formas” (Laudato Si’, n. 230). Si nos mentalizamos auténticamente, si unimos ideas y voluntades y redoblamos nuestro compromiso, afrontando sin improvisaciones el despilfarro de alimentos, este flagelo quedará relegado al pasado y podremos construir un presente más justo, que abra las puertas a un futuro en donde todos puedan comer de forma digna, sana y nutritiva. Mons. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA