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Paz

Sáb 28 Sep 2024

Delegación del Gobierno en los diálogos con el ELN manifiesta a los obispos su voluntad para continuar en la Mesa

A través de una carta dirigida al presidente, vicepresidente y secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), la Delegación del Gobierno Nacional en los diálogos con el ELN manifestó a los obispos su voluntad para continuar en la Mesa.La comunicación se produjo el pasado 25 de septiembre, dos días después del mensaje emitido por los obispos, en la que pidieron al Gobierno Nacional y al ELN descongelar la mesa de diálogos para responder al clamor de tantas comunidades del país que están en medio de la confrontación “y no aguantan más derramamiento de sangre”.“Agradecemos inmensamente su sentido llamado a continuar con el diálogo de paz y en ello estamos empeñados…También nosotros seguimos comprometidos y esperanzados en ese camino, dispuestos a volvernos a sentar en la mesa, a resolver las dificultades mediante el diálogo, recuperar el cese al fuego y la participación de la sociedad en la paz”, así se expresa en la carta firmada por la Delegación del Gobierno.En la carta también expresan a la Iglesia su agradecimiento por el apoyo que ha brindado a la búsqueda de paz en el “acompañamiento diario y constante al proceso, tanto en los momentos de avance como en las dificultades”.

Lun 25 Sep 2023

Tiempo de la creación y opción por los pobres

Por: Carlos Ignacio Agudelo Betancur, Laico, padre de familia e ingeniero.“Un río caudaloso” es un símbolo para representar a la biodiversidad en riesgo y una invitación a unimos a un río de justicia y paz, como lo indica el lema del “Tiempo de la Creación”, una iniciativa ecuménica en la que gracias al papa Francisco la Iglesia Católica participa desde el año 2015. Nos preguntamos, entonces ¿Cómo podemos contribuir al río poderoso de la justicia y de la paz en este Tiempo de la Creación? ¿Qué podemos hacer? Debemos decidir transformar nuestros corazones, nuestros estilos de vida y las políticas públicas que gobiernan nuestra sociedad, con especial urgencia por los más vulnerables.Sufrí en mi infancia la inundación de la vivienda por el desbordamiento de una quebrada, y más recientemente una inundación por un daño del sistema de desagüe de aguas lluvias. Me solidarizo con tantas familias que han sufrido por diversas causas, haciendo un respetuoso pero urgente llamado a las autoridades, pero también a las comunidades para que vivamos una ciudadanía activa que se preocupa y cuida de los vecinos, y, especialmente, de los más vulnerables, especialmente hoy ante las contingencias de las afectaciones climáticas.Cuando se advierte que viene una gran tormenta se toman medidas especiales de precaución, se busca un lugar seguro, se procura proteger en especial las personas más vulnerables. Se podría escribir la historia de la humanidad en términos de cómo hemos aprendido a afrontar los cambios del clima, soportar las temperaturas extremas y minimizar las afectaciones que pueden producir las fuerzas extremas de la naturaleza, como huracanes, ciclones, avalanchas, inundaciones, incendios, terremotos, entre otros.Es necesario reconocer en el contexto del Tiempo de la Creación, que este maravilloso planeta que hemos paragonado con el paraíso terrestre, igualmente posee unas fuerzas colosales, que en ocasiones pueden ser muy destructivas. En Colombia, recordamos tragedias como la de Armero, Mocoa, la que afectó la isla de Providencia y más recientemente, la del municipio de Quetame. Recuerdo que, en una reciente época invernal, un alcalde decía en entrevista: “sabíamos que de las quebradas que pasan por nuestro municipio, alguna causaría una tragedia como la que estamos viviendo”. Queda la pregunta: si se sabía ¿qué se hizo para prevenir esa desgracia que produjo pérdidas lamentables?.Cuando ocurren las tragedias, se ha vuelto común que se culpe al “cambio climático”, lo cual suena como una explicación que elude responsabilidades. No nos podemos quedar en ese discurso etéreo sino avanzar decididamente en la prevención y el cuidado de todas las vulnerabilidades con las que convivimos, desplegando soluciones efectivas y duraderas, para conseguir condiciones de vida dignas y seguras para todas las personas, comenzando por las más vulnerables. En Colombia, por ejemplo, existe la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres -UNGRD- que tiene como misión dirigir, orientar y coordinar la Gestión del Riesgo de Desastres. Su trabajo es bien visible cuando se producen los desastres, sería muy bueno evidenciar también su gestión proactiva para prevenirlos.Cuidarnos unos a otros, comenzando por los más vulnerables, cuidar nuestra casa común, fue el llamado que el Papa Francisco hizo en su carta encíclica “Alabado seas mi Señor” (Laudato si’): «Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo» LS, 13).Este llamado lo recalca en el numeral 158: «En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres». En el numeral 139 el Papa Francisco denuncia que: «no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental», y en el 25, que «el cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad», y además, que «los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo», en los más pobres y vulnerables.En los países y ciudades, se vienen apropiando presupuestos importantes para la “atención” al “cambio climático”, que coloco entre comillas, esperando que estos no se queden en simple retórica, sino que apunten de forma efectiva a mejorar las condiciones de vida de las personas más vulnerables, quienes en mayor proporción sufren la falta de agua potable, carecen de las adecuadas canalizaciones de las aguas que los circundan y viven en terrenos inestables, entre otras fragilidades.En el artículo 38 del Plan Nacional de Desarrollo 2022-26 de Colombia, se planteó la “Estrategia nacional de coordinación para la adaptación al cambio climático”; esperamos que en esta temporada seca, además de atender diligentemente sus propias contingencias, también sea el momento para prepararse para la temporada de lluvias, cada vez más prolongada e intensa, lo que constituye un desafío que es necesario atender dándole prioridad a las soluciones requeridas para las personas más vulnerables.Por supuesto es urgente acelerar la transición energética, la reconversión industrial y la de los sistemas de transporte adoptando modelos sustentables, el reordenamiento territorial, la adopción de modos de vida sobrios y sostenibles, pero, sin olvidar que la prioridad está en atender con diligencia las necesidades urgentes de los más vulnerables.Concluyo con la oración con la que el Papa Francisco termina su carta encíclica Laudato si’:Dios de amor,muéstranos nuestro lugar en este mundocomo instrumentos de tu cariñopor todos los seres de esta tierra,porque ninguno de ellos está olvidado ante ti.Ilumina a los dueños del poder y del dineropara que se guarden del pecado de la indiferencia,amen el bien común, promuevan a los débiles,y cuiden este mundo que habitamos.Los pobres y la tierra están clamando:Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,para proteger toda vida,para preparar un futuro mejor,para que venga tu Reinode justicia, de paz, de amor y de hermosura.Alabado seas.Amén.

Vie 21 Abr 2023

La paz esté con ustedes (Jn 20, 19)

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - La primera palabra de Jesús para los discípulos fue de paz, y solo esa palabra fue suficiente para que se llenaran de alegría, para que todos los miedos, dudas e incertidumbres que tenían, quedaran atrás y se convirtieran en fuente de esperanza y consuelo para muchos que estaban atentos al mensaje de salvación. Un mensaje de paz que contiene la misericordia y el perdón del Padre Celestial. Con este mensaje los discípulos fueron enviados a anunciar la misericordia y el perdón: “A quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados” (Jn 20, 23), dejando la paz a todos, porque no puede existir paz más intensa en el corazón. que sentirse perdonado. Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Oremos por nuestros enemigos, perdonemos de corazón a quien nos ha ofendido y pidamos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque he aquí que Dios hace nuevas todas las cosas. No temamos, no tengamos preocupación alguna, estamos en las manos de Dios. La Eucaristía que vivimos con fervor es nuestro alimento, es la esperanza y la paz que nos conforta y una vez fortalecidos, queremos transmitir la vida nueva a nuestros hermanos, a nuestra familia, porque la paz que viene de lo alto está con nosotros y desde nuestro corazón se transmite a todos los que habitan con nosotros. La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificultades, ante el sufrimiento físico o moral, ante las contrariedades, los problemas familiares y cuando vivimos momentos de cruz. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree, ni espera. Porque Jesucristo ha resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con todos los santos. Tenemos esta posibilidad gracias a su Resurrección, que verdaderamente nos da paz. La Resurrección de Jesucristo es la revelación suprema, la manifestación decisiva para decirle al mundo que no reina el mal, ni el odio, ni la venganza, sino que reina Jesucristo Resucitado, que ha venido a traernos amor, perdón, reconciliación, paz y una vida renovada en Él, para que todos tengamos la vida eterna. Si Cristo no hubiese resucitado realmente, no habría tampoco esperanza verdadera y firme para el hombre, porque todo habría acabado con el vacío de la muerte y la soledad de la tumba. Pero realmente ha resucitado, tal como lo atestiguan los evangelistas: “Ustedes no teman; sé que buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí, ha resucitado como lo había dicho” (Mt 28, 5-6). Es la fuente de la verdadera vida, la luz que ilumina las tinieblas, la paz que renueva a todo ser humano que se abre a la gracia de Dios. La vida del Resucitado hace que nuestro corazón esté pleno de gracia y lleno de deseos de santidad. La voluntad de Dios es que seamos santos, recordando que la santidad es ante todo una gracia que procede de Dios. En la vida cristiana hemos de intentar acoger la santidad y hacerla realidad en nuestra vida, mediante la caridad que es el camino preferente para ser santos. El profundo deseo de Dios es que nos parezcamos a Él, siendo santos. La caridad es el amor, y la santidad una manifestación sublime de la capacidad de amar, es la identificación con Jesucristo Resucitado. El caminar de hoy en adelante afrontando los momentos de prueba, lo vamos a hacer como María al pie de la Cruz. Recordemos que toda la fe de la Iglesia quedó concentrada en el corazón de María al pie de la Cruz. Mientras todos los discípulos habían huido, en la noche de la fe, Ella siguió creyendo en soledad y Jesús quiso que Juan estuviera también al pie de la Cruz. Lo más fácil en los momentos de prueba es huir de la realidad, pero por la gracia del Resucitado que está en nosotros, vamos a permanecer todo el tiempo al pie de la Cruz, ese es nuestro lugar, ese es el lugar del cristiano que se identifica con Jesucristo, y estando con Él, contemplando y abrazando la Cruz, encontramos paz en el corazón, que es el tesoro más grande que hemos recibido del Resucitado. Aspiremos a los bienes de arriba y no a los de la tierra, vivamos desde ahora el estilo de vida del Cielo, el estilo de vida de los resucitados, es decir, una vida de piedad sincera, alimentada en la oración, en la escucha de la Palabra, en la recepción de los sacramentos, especialmente la confesión y la Eucaristía, y en la vivencia gozosa de la presencia de Dios; una vida alejada del pecado, de los odios y rencores, del egoísmo y de la mentira; una vida pacífica, honrada, austera, sobria, fraterna, edificada sobre la justicia, la misericordia, el perdón, el espíritu de servicio y la generosidad; una vida, cimentada en la alegría y en el gozo de sabernos en las manos de nuestro Padre Dios que nos da la paz. Debemos procurar llevar la alegría de la Resurrección a la familia, a nuestro lugar de trabajo, a la calle, a las relaciones sociales. El mundo está triste e inquieto y tiene necesidad de la paz y de la alegría que el Señor Resucitado nos ha dejado. ¡Cuántos han encontrado el camino que lleva a Dios en el testimonio sonriente de un buen cristiano! La alegría es una enorme ayuda en el apostolado, porque nos lleva a presentar el mensaje de Cristo de una forma amable y positiva, como hicieron los Apóstoles después de la Resurrección. Los invito a que caminemos juntos en oración, en alegría pascual y gozo por la Resurrección del Señor. Que la oración pascual, de rodillas frente al Santísimo Sacramento, nos ayude a seguir a Jesús Resucitado con un corazón abierto a su gracia, para dar frutos de fe, esperanza y caridad. Pongámonos siempre en las manos de Nuestro Señor Jesucristo, que es nuestra paz, y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del glorioso Patriarca san José, que nos protegen. En unión de oraciones, caminemos juntos, con nuestros sacerdotes. +Mons. José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Jue 9 Mar 2023

Cambios urgentes y necesarios

Por: P. Rafael Castillo Torres - Una vez más, como cada año, hemos dado inicio al tiempo fuerte de la Cuaresma en el que la Palabra del Señor y el llamado de la Iglesia nos están gritando, a la manera de Juan Bautista en el desierto, la necesidad de una profunda conversión que nos permita volver a Dios con más verdad y amor. Por lo general no nos gusta hablar de conversión. Casi instintivamente pensamos en algo triste, penoso, muy unido a la penitencia, la mortificación y el ascetismo. Sin embargo, cuando conocemos en el Evangelio la invitación de Jesús, nos damos cuenta de que su invitación a convertirnos es una llamada alentadora para cambiar nuestro corazón y aprender a vivir de una manera más humana. Cuando Dios se acerca a nosotros es porque quiere sanar nuestra vida. Para Jesús la conversión no es forzada. Es un cambio que crece en nosotros a medida que caemos en la cuenta de que Dios quiere hacer nuestra vida más humana y feliz, como sucedió con Zaqueo, quien después de su encuentro con Él, en su casa, pudo resarcir a sus víctimas cumpliendo con deberes de justicia que eran de estricto cumplimiento y los exigía la ley; pero también se va volcar en favor de los pobres de Jericó, cumpliendo con deberes de solidaridad, que los exige la conciencia y son de amplia obligación. Jesús, restaurador de vidas, en las victimas y en Zaqueo es también el restaurador de las relaciones comunitarias que hacen posible la reconciliación. Qué bueno que en el itinerario cuaresmal y a la luz del momento que vivimos como nación nos hiciéramos unas preguntas que puedan orientarnos en el cambio que todos necesitamos, pero del cual, particularmente está urgida nuestra nación: ¿Cuándo tiene futuro un pueblo? Cuando es capaz de reconocer sus errores; cuando sabe confesar su pecado y cuando abre caminos nuevos a una convivencia más humana como lo han propuesto recientemente nuestros pastores en el documento Líneas Orientadoras para una Pastoral para la Reconciliación y la Paz. ¿Cuál es nuestra mayor equivocación como Nación? Haber impedido que Dios reine aquí y ahora, entre nosotros, como verdadero Padre de todos. Cerrarnos con plena conciencia y plena advertencia al llamado que hay en el fondo de todo ser humano al respeto a la vida como nos lo recordó recientemente monseñor FadI Bou Chebl Abi Nassif, Exarca católico oriental del rito Maronita en Colombia perteneciente al Patriarcado Antioqueno: “¿Antes de hacer un aborto, por qué no le preguntamos a ese niño en gestación si quiere vivir o no? Dios es el dueño de la vida y nadie la puede tocar sino Dios. Respetamos la vida humana desde el inicio hasta el último momento. Jesús vino al mundo para humanizar nuestra humanidad. Un ser humano…si es verdaderamente humano… es incapaz de parar una vida humana”. Otra de nuestras grandes equivocaciones es cerrarnos al dialogo civilizado; a no acoger el llamado del Papa Francisco en Fratelli Tutti a dar los signos creíbles de la solidaridad y la fraternidad que hacen posible una amistad social; a seguir manteniendo la violencia, con obstinación, a pesar de los esfuerzos por hablar con todos y la búsqueda de caminos nuevos. Nos cuesta entender que la violencia ha traído siempre males mayores que aquellos que intenta resolver y nos impide avanzar hacia una convivencia más libre y justa. Será un gran día cuando reconozcamos como nación que este enfrentamiento sólo originará vencedores y vencidos, pero no hombres y mujeres libres que sepan dialogar. ¿Cuál es la tarea que sigue y en la cual, la Iglesia quiere ayudar? La Iglesia colombiana, desde sus tres instancias, la Relación Iglesia / Estado; la Comisión de Conciliación Nacional y el Secretariado Nacional de Pastoral Social/ Cáritas colombiana, es consciente de que debemos contribuir a que se abran nuevos caminos. No podemos seguir por el camino viejo de siempre porque esa ha sido nuestra mayor tragedia. En Colombia es notoria la fatiga de la guerra que sólo ha traído violencia, sangre y luto en tantas familias. Es una violencia que ha sido el resultado de viejas violencias e injusticias, cometidas durante largos años. Ello nos lleva a preguntarnos: ¿no es una grave equivocación responder con los mismos métodos? En toda su larga experiencia de acompañar comunidades y procesos, tanto en la conflictividad de las ciudades como en los confinamientos y atropellos que históricamente se han dado y se siguen dando en la Colombia olvidada, la Iglesia ha aprendido que la violencia sólo busca una solución rápida y eficaz a los graves problemas de nuestro pueblo. Pero lo hace sembrando nuevas violencias y enfrentamientos. No transforma las conciencias. No nos educa para construir una sociedad diferente, más respetuosa con los derechos de las personas y de los grupos. Ella siempre coje el atajo, y ya sabemos que coger atajos, es correr el riesgo de no llegar nunca a la verdadera meta. ¿Qué alternativas justas y humanas nos puede ofrecer la violencia? ¿Puede prepararnos para ser una sociedad donde la última palabra nazca del pueblo en ejercicio y rescate de una democracia deliberativa y profunda, antes que nacer de quienes ostentan el poder y el monopolio de las armas? No es posible una alternativa de paz y justicia para nuestro pueblo, si no reaccionamos todos frente a acciones, represiones y manipulaciones de diverso signo, que, sin respetar el valor absoluto de cada persona, la convierten en instrumento al servicio de unos intereses políticos cuestionables. No hay planteamientos políticos intocables. Ni la unidad actual del Estado Colombiano, ni la independencia que hoy puedan pensar y sentir que tienen los grupos alzados en armas y las estructuras criminales que hoy confinan y someten comunidades enteras. Nada justifica la destrucción de la vida que se está dando entre nosotros. Nuestra postura cristiana evangélica debe ser firme, aunque se tenga que enfrentar a organizaciones, partidos o grupos cuyas siglas o pensamientos sintamos que son muy cercanas al Evangelio y a la doctrina social de la Iglesia. Colombia necesita reconocer un camino cuaresmal lleno de gozo y esperanza. Avanzar es limpiar nuestra mente de egoísmos e intereses que empequeñecen nuestro vivir cotidiano. Es la hora de liberar el corazón de esas angustias y complicaciones creadas por nuestro afán de poder y posesión. Tengamos presente que nunca es tarde para convertirnos, porque nunca es tarde para amar. Nunca es tarde para ser más feliz y nunca es tarde para dejarnos perdonar y renovar por Dios. P. Rafael Castillo Torres Director del Secretariado Nacional de Pastoral Social

Lun 13 Feb 2023

Encuentro de Pastoral Social: “Nos vamos con el compromiso de seguir implementando estrategias para la paz”

Al concluir el Encuentro Nacional de Pastoral Social que se desarrolló en Bogotá del 1 al 3 de febrero, monseñor Juan Carlos Barreto Barreto, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social ofreció un balance positivo del mismo. El prelado explicó que gracias a la dinámica del encuentro se logró estudiar y analizar de manera detallada el documento “Hacia una Pastoral para la Reconciliación y la Paz”, permitiendo plantear estrategias para que pueda ser luego socializado en otros ambientes eclesiales y sociales. El también obispo de Soacha, dijo que espera que los contenidos de este documento, sirvan de "insumo fundamental para que laicos, sacerdotes y comunidades religiosas, inspirados en la Palabra de Dios y las enseñanzas sociales de la Iglesia católica, se comprometan con criterios y acciones pedagógicas a en la construcción de paz junto a otras organizaciones e instituciones del país". Expuso además que, este documento tiene todos los contenidos para que en la práctica se implemente en las Jurisdicciones Eclesiásticas una Pastoral para la Reconciliación y la Paz, basado en la palabra de Dios y la enseñanza del Magisterio de la Iglesia. Cabe recordar que este documento “Hacia una Pastoral para la Reconciliación y la Paz” es fruto de un período de consulta realizado por la Conferencia Episcopal de Colombia, a diversos sectores eclesiales, donde se tuvieron presentes las opiniones y prácticas de algunos sectores de la sociedad civil y la comunidad internacional. En otro aspecto, destacó la riqueza del compartir de las experiencias presentadas por los diferentes delegados presentes en el encuentro, donde resaltaban sus logros, sus temores y planteaban sus interrogantes frente a la construcción de paz, al respecto afirmó el prelado “nos dedicamos a analizar cuáles eran los retos que se nos plantean como Iglesia en el actual contexto de la propuesta que hace el Gobierno Nacional hacia una ‘Paz Total’”. Por su parte, el padre Johnny Milton Córdoba Mosquera, director de la Pastoral Social de la Diócesis de Quibdó, quien participó de este espacio de diálogo, resaltó el compartir y las experiencias allí expuestas, resaltando como desde la Iglesia se continúa siendo constructores de paz en medio de las comunidades. “Las expectativas quedaron muy bien despejadas y es que todo esto que recibimos nosotros debe ser llevado y bajado a las comunidades, porque o sino no tiene ningún sentido que hayamos recibido todo esto que nos ha impartido el Secretariado Nacional de Pastoral Social -SNPS”. El religioso exhortó a no dejarse robar la esperanza, más en estos momentos en los que el país gesta un proceso de paz, que para su concepto será posible si va tomado de la mano de Dios, por lo que hizo un llamado a los incrédulos a que crean que la paz es posible y empieza por cada uno. Durante el evento se llevó a cabo un conversatorio con el Alto Comisionado para la Paz, Iván Danilo Rueda Rodríguez, sobre las posibilidades de articulación entre el Gobierno nacional y el acompañamiento de la Iglesia para el desarrollo de acciones de paz en las regiones. En su intervención, el Alto Comisionado para la Paz señaló concordancias profundas en relación a los principios propios del Evangelio y lo que se espera de la política de gobierno en relación con “la paz total”, reconociendo que la paz es sinónimo de justicia social y requiere de tres principios éticos para su desarrollo: 1. La ética del respeto a la vida; 2. la ética fundada en el diálogo y escucha, y, 3. la ética de la honestidad. El Comisionado Rueda, señaló que, para dar el primer paso, es necesario concertar ceses al fuego con los grupos a nivel territorial y “pactos por la vida”, que den apertura al diálogo entre comunidades e integrantes de los grupos de violencia urbana y rural desde un enfoque de justicia restaurativa. Luego de socializar el avance en los diálogos, señaló importantes retos que aún persisten, como poder generar procesos de comunicación de manera diferente donde la ética de la honestidad esté en el centro de la práctica de la construcción de la paz. Por esta razón, expresó la intención del Gobierno nacional de articularse con los señores Obispos y Directores de Pastoral Social, y extendió una invitación para aunar esfuerzos que permitan seguir construyendo escenarios dialógicos con los grupos armados que hacen presencia en los territorios, ya que se ha identificado que “cuando la Iglesia es mediadora o hace presencia en un espacio de diálogo, da confianza a los actores involucrados”, señaló el Alto Comisionado. Fuente: Of. comunicaciones SNPS

Vie 10 Feb 2023

Con un mensaje al pueblo colombiano, concluye hoy la CXIV Asamblea Plenaria del Episcopado

El Episcopado colombiano, al cierre de su Asamblea Plenaria número ciento catorce, hizo público el resultado del trabajo realizado durante esta semana donde se abordaron varios temas importantes de la vida eclesial y nacional. En cuatro puntos, los prelados que participaron de la Asamblea, dejaron plasmados los temas de estudio que ocupara la agenda de los cinco días de trabajo que concluyó este viernes 10 de febrero. Son ellos: La migración; protección de la Casa Común; caminos para afianzar la paz; y el documento “Líneas guía para la cultura del cuidado”. La migración En este primero, los prelados recodaron que a la Iglesia le sigue interpelando el fenómeno de la migración, razón por la cual se dieron a la tarea de escuchar cuidadosamente a los obispos que acompañan y atienden desde las diócesis este fenómeno migratorio con la población venezolana. Advirtieron además que, a pesar de haberse abierto las fronteras esto no mitiga aún el sufrimiento de quienes migran, a esta problemática señalan, se le agrega el desplazamiento interno que sigue aumentando internamente en Colombia por causa de la violencia. El cuidado de la Casa Común Ante el deterioro del ecosistema y la Casa Común, los obispos advierten que solo una decidida “conversión ecológica”, animada por comunidades eclesiales, podría encaminar hacia una ecología integral, solo así, advierten, se podrá evitar todo abuso explorador de la biodiversidad en Colombia. Caminos para buscar y afianzar la paz Los jerarcas de la Iglesia católica, reafirman su compromiso, desde los principios del Evangelio, de defender el respeto a la dignidad de toda persona desde su concepción hasta su muerte natural, y de sus derechos fundamentales. A este respecto, la Iglesia presentó las orientaciones: “Hacia una pastoral para la reconciliación y la paz en Colombia”, documento construido desde las bases y consultado a varios organismos. En estas, concluyen los obispos que “la paz es posible porque ya hemos logrado avances en este campo. Es necesaria, porque así lo reclama una sociedad cansada de la guerra. Es responsabilidad de todos, porque es un trabajo colectivo que implica reconocer errores del pasado y asumir compromisos en el presente”. “Líneas guía para la cultura del cuidado” Como un nuevo paso del Episcopado colombiano de seguir avanzando en los esfuerzos para hacer de la Iglesia un hogar seguro para niños, niñas, adolescentes, jóvenes y personas vulnerables, se presentó el documento: “Líneas guía para la cultura del cuidado”. En su mensaje final, los obispos reconocen que todo caso de abuso sexual “es un crimen, es un pecado grave, es un delito”, por tanto piden perdón a quienes han sufrido este flagelo por parte de algún miembro de la institución católica. “Seguimos asumiendo con firmeza y responsabilidad la debida atención a las víctimas y sus familias. Mantenemos nuestro compromiso para que en cada caso se haga justicia y se promuevan los protocolos de prevención que hagan de nuestras instituciones ambientes seguros y susciten la promoción de la dignidad humana y el encuentro con Dios”, concluye el mensaje. El comunicado presentado en nombre de los obispos, está firmado por monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal; monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos, arzobispo de Popayán y vicepresidente de la Conferencia Episcopal; y monseñor Luis Manuel Alí Herrera, obispo auxiliar de Bogotá y secretario general de la Conferencia Episcopal. DESCARGAR COMUNICADO AQUÍ TRANSMISIÓN RUEDA DE PRESA

Vie 10 Feb 2023

Cuarto día del Informativo: ‘ASÍ VA LA ASAMBLEA’

Los siguientes fueron algunos de los momentos más destacados de la agenda desarrollada por los obispos, durante su cuarto día cesión en la CXVI Asamblea Plenaria de Episcopado. Ofrecemos otra entrega más del informativo ‘ASÍ VA LA ASAMBLEA’. Estos fueron los principales temas: - Obispos hicieron un análisis de la realidad del país. Con temas como: el narcotráfico, el cultivo ilícito, agendas de construcción de paz, entre otros. - En el marco de esta Asamblea, se entregó y socializó las “Líneas guía para la cultura del cuidado”, documento que busca seguir avanzando en los esfuerzos para hacer de la Iglesia un hogar seguro para niños, niñas, adolescentes, jóvenes y personas vulnerables. - Finalmente, se ofrecen los mensajes y reflexiones que deja a los obispos el desarrollo de los trabajos realizados durante la CXVI Asamblea Plenaria. Conozca el informativo AQUÍ

Lun 6 Feb 2023

Obispos de Colombia dan inicio a la Asamblea Plenaria del Episcopado

En la mañana de hoy, monseñor Luis José Rueda Aparicio, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, instaló la asamblea plenaria de obispos, que llega a su versión ciento catorce y que en esta ocasión tiene por título: "Iglesia que vive la comunión y la participación". En sintonía con el proceso Sinodal que vive actualmente la Iglesia Universal y luego de haber trazado tres “Opciones para caminar juntos” proyectándose hasta el 2024, los obispos, en un ambiente de oración y discernimiento, se dedicarán durante cinco días a escuchar los actuales clamores recogidos en las etapas nacional y continental del Sínodo sobre la Sinodalidad. Los jerarcas reflexionarán sobre el estilo sinodal y corresponsable que deben tener los organismos de participación eclesiales a nivel parroquial y diocesano, sobre todo en la vinculación de los laicos, especialmente de las mujeres y los jóvenes. Ecos del discurso inaugural Monseñor Luis José Rueda Aparicio, inició su discurso inaugural observando que todos llegan a la Asamblea llenos de experiencias y de esperanzas, con el ánimo de compartir los aprendizajes y afianzarlos con el anhelo de servir a todo el pueblo colombiano. "Con la participación generosa de todos, viviremos este tiempo de gracia en el contexto del camino sinodal que estamos transitando, en comunión plena con el sucesor de Pedro, el papa Francisco". Durante su intervención advirtió como algunos sectores quieren hacer ver a una Iglesia dividida, donde les aplican “categorías socio políticas” o les encasillan como obispos “de izquierda” o “de derecha”, a esto, pidió el prelado, estar atentos y no caer en la trampa. "Todos los aquí presentes sabemos bien que, algunos observadores y algunas visiones sobre la Iglesia y sobre nuestra misión episcopal, pretenden muchas veces fracturarnos (...) En el fondo de estas clasificaciones, hay un intento de división: quieren poner la cizaña de la polarización entre los servidores del Señor (...) Estemos muy despiertos y no caigamos en esas trampas del mal". Frente a esto, les pidió a sus hermanos en el episcopado, propiciar espacios de espiritualidad sinodal dejándose guiar por el Espíritu Santo. "El Santo Espíritu nos conduce a la verdad plena, la verdad de la comunión que se origina en medio de la diversidad -y que el mundo necesita- y nos lleva por sendas de unidad misionera, de fraternidad y de amistad social". "Iglesia que vive la comunión y la participación" Por otra parte, al adentrarse al tema que les convoca de la sinodalidad recordó que es importante volver al magisterio conciliar, este, dijo: "es luminoso y desafiante" y permite redescubrir las fuentes de la espiritualidad sinodal que rejuvenece a la Iglesia fortaleciéndola y agregó "es una antorcha viva en el camino evangelizador de la Iglesia en Colombia". El también arzobispo de Bogotá, invitó a volver a las fuentes conciliares para encontrar allí las raíces de la espiritualidad sinodal y subrayó cuatro dimensiones importantes: Somos Pueblo de Dios “Preguntémonos si la espiritualidad de Pueblo de Dios recibe de nuestro ministerio apostólico el impulso permanente; si estamos en constante siembra, dispuestos a jugarnos la vida por ser testigos y promotores de una forma de ser Iglesia, germen del Reino de Dios. Esto es, una Iglesia acogedora, capaz de integrar los diversos carismas. En definitiva, preguntémonos, si estamos luchando para que cada día brille el rostro de una Iglesia Pueblo de Dios, cercana a cada ser humano; una Iglesia sabia y humilde, confortada y guiada por el Espíritu Santo”. La Palabra de Dios en la vida de su Pueblo “Habrá sinodalidad si todos los miembros de la Iglesia estamos en actitud permanente de acogida, oración y anuncio de la Palabra de Dios. Para que se consolide la espiritualidad sinodal, los obispos estamos llamados a renovarnos en la docilidad a Jesús que nos llama y nos envía a anunciar la Buena Nueva en todo tiempo, lo cual nos exige ser obispos oyentes, custodios y servidores auténticos de la Palabra de Dios, predicadores con las palabras y con el ejemplo de nuestra vida en todos los ambientes culturales”. La sagrada liturgia en el camino del Pueblo de Dios “La sagrada liturgia, en nuestros procesos evangelizadores, ¿contribuye eficazmente a que los fieles vivan su condición de Pueblo de Dios y se consoliden en la espiritualidad sinodal? Cuando asumimos el espíritu conciliar de la sagrada liturgia encontramos la posibilidad de ser Pueblo de Dios que descubre la fascinante cercanía del misterio pascual y la profunda trascendencia de la realidad cotidiana”. El Pueblo de Dios, fermento en el mundo “Servir a la amistad social nos permite ser fermento, con humildad y acogida, en medio de la multiétnica realidad de Colombia (...) El servicio fraterno de la Iglesia con frecuencia se ve amenazado por diversas formas de fundamentalismo, que son formas farisaicas de ser Iglesia, que nos distancian, muchas veces, de los clamores humanos”. DESCARGAR DISCURSO INAUGURAL AQUÍ