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presidente conferencia episcopal

Mié 24 Nov 2021

“Implementación de los Acuerdos puede ser lento, pero no podemos retroceder”

Así lo expresó monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, al conceder una entrevista a la agencia SIR, de la Conferencia Episcopal Italiana y referirse al V Aniversario de la firma de los Acuerdos de Paz entre el Gobierno Nacional y la antigua guerrilla de las Farc-Ep. Presentamos a continuación la entrevista completa de Monseñor Luis José Rueda Aparicio: Pregunta: Han pasado 5 años desde la firma del Acuerdo de Paz, entre el Gobierno y el antiguo grupo guerrillero de las Farc-Ep. ¿Qué balance se puede hacer de estos años? ¿Hubo efectivamente pasos adelante? LUIS JOSÉ RUEDA: Primero el grupo mayoritario de hombres armados se desmovilizó y eso ya representa en las regiones una menor presencia de conflicto armado, por un lado, por otro lado, ellos entran al escenario político y ese escenario político es el escenario propio del aporte para el país. Pero además, en estos cinco años hemos visto también tristemente la muerte de muchos excombatientes y de muchos líderes sociales, así como el resurgimiento de otros conflictos; sin embargo hemos tenido grandes aprendizajes con dolor y estamos llamados a tomar impulso, a seguir con esperanza, a seguir aportando. La implementación puede ser lenta pero nosotros no podemos retroceder. P: Varias regiones del país el Sur-Occidente, el Pacífico, el Norte Antioqueño, el Catatumbo, entre otros, se podría decir que aún no conocen la paz y siguen siendo zonas de guerra, sin presencia del Estado, bajo control de los narcos, paramilitares y guerrilla. ¿Por qué en su opinión, la paz no llegó a las periferias? ¿Y qué hacer al respecto? LJR: Estas periferias del país que no han conocido la paz, están bajo el imperio del narcotráfico y el narcotráfico financia la guerra, esto hace que las zonas donde estaban las antiguas FARC hayan sido copadas por nuevos grupos que tienen este interés de adueñarse de las tierras y de adueñarse del tránsito del narcotráfico hacia el exterior. Por lo tanto, allí siempre habrá armas, allí habrá grupos y personas que están dedicadas a estos trabajos ilícitos y que van a victimizar a las comunidades, que las empobrecen, que las desplazan, que las maltratan y que están asesinando, esta es una realidad muy triste, pero es el resurgimiento o el avance de grupos preexistentes al Acuerdo de Paz. P: ¿Hay algo que se pueda hacer al respecto? LJR: Sí, el Estado tiene la obligación de trabajar por una paz positiva, por una paz donde todos podamos aportar, y dar nuestro granito de arena, pero además, una paz que se construye con un buen programa social, que incluya salud, que incluya educación, que incluya vías, que incluya atención a estas zonas. Hay unos territorios del país que realmente están muy abandonados por el Estado, creemos que ahí, hay que hacer presencia, una presencia social e integral que será la respuesta al conflicto. P: En su opinión en este tema de la paz, ¿por qué cree que no cesa la polarización y la confrontación política? LJR: Colombia no es una isla y así como en toda América Latina hay estos problemas de polarización, estás tendencias que buscan el poder desde una óptica u otra, también en Colombia. Pero Colombia tiene una óptica acentuada de conflictos que no ha sido superada, esto no es nuevo, esto, es el resurgimiento de aquellos viejos partidos que también hacían de la contienda electoral un tiempo de polarización y Colombia ha vivido muchas guerras civiles. Esperemos que esto no nos conduzca a estos conflictos, esperemos que aún en medio de la diversidad de pensamientos, en vez de caminar hacia polarizaciones, hacia odios y divisiones busquemos desde la diversidad la comunión, la unidad, el bien común y la solidaridad, que sería el camino para mejorar nuestro país. P: Se amplió por un año más el trabajo de la Comisión de la Verdad, presidida por el padre Francisco De Roux. ¿Qué esperar de este trabajo? LJR: Primero agradecer al padre de Roux, a los miembros de la Comisión de la Verdad y a todos los que han aportado; y segundo, estamos esperando que podamos encontrar con estos caminos de verdad, de reconocimiento de los errores que los hemos cometido todos y que tenemos que hacerlo todos, porque no se trata en la Comisión de la Verdad de condenar a otros, sino de poner sobre la mesa las verdades que desconocemos y que fueron la causa profunda del conflicto, para que podamos entender lo que nos pasó y para que podamos a futuro corregir y avanzar en un país en paz, en un país que asume las responsabilidades, en un país que es capaz en medio de las diferencias buscar la unidad. P: ¿Qué puede seguir ofreciendo la Iglesia Católica en este camino de paz? Ya que varias veces ha derramado su sangre, pero al mismo tiempo, se ha pedido perdón por las falencias de la Iglesia sobre la paz... ¿Nos explica esta toma de posición? LJR: La Iglesia es una convencida del diálogo, de la reconciliación y la paz. En todos los estamentos de la Iglesia, desde los presbíteros, los obispos, los diáconos y los laicos hemos estado totalmente comprometidos sufriendo los avatares de la guerra y del conflicto. Hemos puesto mártires hombres y mujeres, obispos, catequistas, laicos, sacerdotes, ellos han muerto por esta atroz guerra que lleva muchos años y que esperamos que algún día termine. Hemos pedido perdón por aquellas omisiones que hayamos cometido, pero también, estamos diciendo que nosotros seguiremos convencidos que el camino de la reconciliación en Colombia, es el camino del diálogo, del perdón, del escucharnos y del compromiso integral de todos los estamentos de la sociedad y en eso queremos y podemos contribuir como Iglesia. P: ¿Está optimista por el futuro? ¿Qué se puede esperar para el país en los próximos años? LJR: Yo tengo un valor, es una virtud y que la cultivamos entre todos los bautizados y es la virtud de la esperanza, es una virtud teologal, es Dios mismo el que nos anima, el que camina con el pueblo en medio del sufrimiento y dice el Salmo ‘aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo’, estoy convencido de que el Señor camina con Colombia y que camina con todos aquellos que estamos dispuestos a darlo todo por nuestro país, por lo tanto yo vivo de la esperanza de tiempos mejores, de historia nueva, de historia de paz y reconciliación en nuestro país.

Vie 12 Nov 2021

La voz del Pastor | 14 de noviembre de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Marcos 13,24-32

Vie 5 Nov 2021

La voz del Pastor | 07 de noviembre de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Marcos 12,41-44

Vie 29 Oct 2021

La voz del Pastor | 31 de octubre de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Marcos 12,28b-34

Vie 22 Oct 2021

La voz del Pastor | 24 de octubre de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Marcos 10,46-52

Vie 15 Oct 2021

La voz del Pastor | 17 de octubre de 2021

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Marcos 10,42-45

Jue 14 Oct 2021

Ad portas del Sínodo, episcopado envía mensaje a los sacerdotes del país

Este domingo 17 de octubre, la Iglesia Católica en Colombia dará inicio oficialmente al Sínodo sobre la Sinodalidad, para ello, el arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Luis José Rueda Aparicio, hace una invitación a todos los sacerdotes del país para que vivan este acontecimiento eclesial, como un momento de gracia y bendición, unido con todo el pueblo de Dios. "En nombre de la Conferencia Episcopal de Colombia, quiero invitarlos para que todos vivamos este tiempo como un tiempo de gracia, afinemos el oído, ampliemos el silencio para adorar al Señor presente en nuestra historia y para reconocer en los clamores, pero también, en los reconocimientos que hace el pueblo de Dios de nuestra labor misionera, ese paso del Señor". El presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia recuerda a los sacerdotes el papel protagónico que tienen, junto con las comunidades, para vivir este momento de Iglesia sinodal. El prelado observa que, en todos los puntos cardinales de Colombia, la Iglesia hace parte de "una red de servidores de Cristo Jesús, ungidos, amados y enviados a evangelizar", por tanto -continúa- "ahora tenemos el kairos del sínodo con el cual el Espíritu Santo, a través del Papa Francisco, nos invita a ponernos en camino y eso va a renovar nuestra vida sacerdotal". Sínodo 2021 – 2023 Fue el pasado mes de mayo cuando se hizo público el itinerario sinodal aprobado por el Papa Francisco para la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que debe tener lugar en octubre de 2023 con el lema: 'Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión'. Con esta convocatoria, el Pontífice “invita a toda la Iglesia a interrogarse sobre la sinodalidad: un tema decisivo para la vida y la misión de la Iglesia”. En este contexto, el Papa Francisco inauguró en Roma entre el 09 y 10 de octubre, el Camino Sinodal que se extenderá en la fase diocesana hasta abril de 2022 para continuar con la fase continental. Así también, este domingo 17 de octubre, los obispos de Colombia en cada jurisdicción, animarán esta misma celebración. Son cuatro las fases contempladas como itinerario: diocesana y nacional entre 2021 y 2022, y continental y mundial entre 2022 y 2023 para concluir en octubre de este último año en Roma con la XVI Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos.

Mié 29 Sep 2021

“Yo soy cura de pueblo”: Mons. Luis José Rueda, arzobispo de Bogotá

El portal católico ALETEIA, con corresponsalía en Colombia, le extendió una invitación a monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, para dialogar y conocer sobre la vida pastoral que Dios y la Iglesia Católica le ha encomendado. » Lea AQUÍ la entrevista completa Se siente el más pequeño de los obispos, aunque tiene la responsabilidad más grande como pastor de la Iglesia católica de Colombia. El mismo día de su ordenación como presbítero, a los 27 años, fue nombrado párroco y, poco a poco, le fueron llegando nuevas tareas de servicio. Él es Luis José Rueda Aparicio, nacido en San Gil, departamento de Santander, en el oriente del país. Pero, ¿cómo un párroco de provincia llegó a ser arzobispo de una jurisdicción con más de ocho millones de habitantes y presidente de la Conferencia Episcopal? “Por la misericordia de Dios, que nos da la misión y nos da la gracia para cumplirla”, admite con la humildad que lo caracteriza. Monseñor Rueda Aparicio habla con naturalidad en su despacho del Palacio Arzobispal, su casa en el centro histórico bogotano, un lugar que ocupa desde hace más de un año, después de una posesión atípica, en plena pandemia y con tan solo quince personas en la Catedral Primada. En medio de esas circunstancias difíciles empezó su labor pastoral a través de los canales de comunicación católicos. Bajó al Señor Caído del Cerro de Monserrate y recorrió con la imagen las parroquias, para pedir por el fin de la pandemia, que ha cobrado la vida de 35 sacerdotes de la ciudad. Apenas pudo, organizó reuniones presenciales con presbíteros, religiosas, laicos y, especialmente, con las comunidades que más le duelen: los habitantes de calle, los migrantes, las prostitutas y los privados de la libertad. Sus respuestas siempre los muestran como un pastor sencillo y cercano a sus interlocutores. La «G» por la «T» –¿Por qué usted dice que cambió la «G» de Geología por la «T», de Teología? Nací en un hogar católico en el que soy el décimo de doce hermanos. Desde niño la Eucaristía fue muy importante y así lo viví por el testimonio de mis padres. Cursé bachillerato técnico y me gradué como soldador de metales. A los 18 años presté el servicio militar y después entré a trabajar con mi padre, en construcción. Luego, trabajé en una fábrica de cemento, tenía un buen noviazgo y había ganado una beca para estudiar Geología. ¡Pero el Señor me cambió la «G» por la «T», de Teología! Entré al seminario, a los 27 años fui ordenado presbítero y ese mismo día fui nombrado párroco de Albania, una pequeña población donde serví y aprendí por dos años. Aunque en el seminario se enseñan la parte doctrinal y muchos elementos éticos y espirituales, uno aprende a ser sacerdote con los campesinos, los líderes, el alcalde, los médicos, los docentes, los catequistas y los laicos. De allí pasé a la parroquia de otro pequeño pueblo llamado Curití y después estudié Teología Moral en Roma. A mi regreso seguí ejerciendo en otros pueblos de mi región, entre ellos, San Gil, Pinchote, Mogotes y Barichara. –¿En algún momento pensó en ser obispo? Hasta ese momento había desarrollado la labor pastoral en mi propia tierra. Sin embargo, Dios me tenía destinado para un encargo mayor, el de obispo en Montelíbano, en el norte del país. Fue una gran sorpresa. Yo pensé que mi vida iba a transcurrir en la felicidad de ser párroco. Le había pedido al obispo que me mandara a una zona rural. Esa era mi ilusión, pero el plan de Dios era otro. Montelíbano es una diócesis muy bella, donde encontré un clero muy sacrificado, en medio de difíciles situaciones de orden público. Allí aprendí a navegar por los ríos y a andar muchas horas a lomo de mula para llegar a los más apartados caseríos. Fueron seis años, de 2012 a 2018, en los que fui muy feliz, en medio de limitaciones económicas, pero de inmensas riquezas espirituales. En 2018 el papa Francisco me nombró arzobispo de Popayán. El mismo pontífice me entregó el palio en el Vaticano, pude hablarle y expresarle mis temores. Pero también recibí de él palabras de ánimo y de aliento. En Popayán compartí de cerca con los indígenas, los afrocolombianos, los sacerdotes y las religiosas que acompañan a los pueblos que han sufrido por tanta violencia. Allí hay problemas de narcotráfico, cultivos ilícitos y abandono del Estado, pero nunca abandono de la Iglesia. Aprendí a luchar por estas comunidades y caminar con ellas. – ¿En qué condiciones viven las comunidades de esas regiones tan apartadas en las que usted vivió? Están muy abandonadas, porque el Estado colombiano es muy centralista. Hay tierras buenas y el campesino colombiano es trabajador, pero no hay carreteras para sacar los productos. Salen a la labranza, pero están desestimulados, no tienen energía eléctrica, no tienen internet. Hay zonas donde un médico llega cada cinco años y las mujeres tienen que andar varias horas a lomo de mula antes de un parto. Aquí es donde aprovechan las fuerzas negativas, como el narcotráfico, y les pagan a los campesinos para que cultiven coca. Por eso, ellos terminan siendo las primeras víctimas de un eslabón que termina en la nariz de habitantes de Nueva York o París que consumen la cocaína. La segunda víctima es la tierra, porque estos cultivos la sacrifican. La última víctima es el consumidor, pero de por medio están la economía y las instituciones del país. Red de fe, esperanza y amor –¿Cuál ha sido el papel de la Iglesia colombiana? La iglesia está haciendo lo que debe hacer con los recursos que posee, pero no tiene todas las respuestas a los problemas económicos y políticos de Colombia y como Iglesia estamos trabajando permanentemente. ¿Se imagina usted qué pasaría si sacamos las cinco mil parroquias que tiene Colombia? Sin duda, perderíamos una red de fe, esperanza, amor y de servicio concreto. –¿Luego de su experiencia lejos de la capital, cómo recibió su designación como primado de Colombia? Todavía no lo entiendo. Fue muy duro porque yo soy de provincia, he sido párroco y soy cura de pueblo, servir es mi ilusión y mi anhelo, pero es Dios quien da la misión y la gracia para cumplirla. Además, para esta tarea cuento con el trabajo de mis tres obispos auxiliares, más de mil sacerdotes, cientos de religiosas y millares de laicos. Meses después, mientras recorría las parroquias de Bogotá, muere por covid el obispo de Soacha, población cercana, y el Papa me nombra administrador apostólico de esa diócesis. Ha sido una riqueza conocer la zona y ampliar mi corazón, frágil y pequeño, para que quepa el amor de Dios. Mucho rostros –¿Por qué decidió compartir el palio con los habitantes de calle? El palio es la ovejita herida, descarriada y sufriente que es atraída por el amor de Dios Padre, simboliza el pueblo y yo estoy dispuesto a tomar sus heridas. Lo hice porque en la ciudad encontramos miles de rostros heridos y sufrientes, entre ellos los habitantes de calle que en Bogotá son más de 15.000. ¿Usted se imagina ese número? Esa es una parroquia callejera, de personas que viven debajo los puentes, en los caños, algunos de ellos profesionales, hombres y mujeres que son despreciados, pero son seres humanos con alma. También hay otros rostros sufrientes: los migrantes. Ellos son los nuevos pobres del mundo y me conmueven hasta las entrañas. Por otra parte, están los presos de las cuatro cárceles de Bogotá, muchos han pasado diez, veinte navidades, veinte Semanas Santas allí, con historia difíciles de dolor y de enfermedad. A ellos hay que sumar a las trabajadoras sexuales, que seguramente fueron empujadas a ese camino. Ante todos estos rostros no puedo evitar quebrantarme emocional y espiritualmente. –A todas esas tareas de servicio que le llegaron de manera inesperada, se sumó su elección como presidente de la Conferencia Episcopal… Yo decía: «Señor, yo soy de una de las diócesis más pequeñas de Colombia, soy el más pequeño de mi familia, soy el más pequeño de los obispos de Colombia… ¡Yo no sé por qué el Señor me pone esta tarea! Pero veo ahí la voluntad de Dios y lo entiendo como un servicio. Jamás he vivido el ministerio como un privilegio, ni como una autoridad, yo me siento hermano y servidor de todos y el Señor, que me ha llamado a todas estas labores pastorales, verá cuándo me llama a la eternidad. Fuente: Portal AleteiaTwitter: @AleteiaES