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Opinión

Jue 16 Mar 2017

¿Qué hacer frente a la cristianofobia?

Por Padre Jorge Bustamante Mora: La sistemática persecución, directa e indirecta, contra el cristianismo (cristianofobia), produce diversos sentimientos en la vida de cada creyente, que van desde la indiferencia a una cierta “rabia y que se expresa en la impotencia frente al poder que nos trata, como se dice en buen colombiano, “como si fuéramos los malos del paseo”. Pero frente a esta realidad, ¿un cristiano, católico o de cualquier denominación, realmente qué puede hacer? Veamos. 1. Un cristiano frente a la persecución, venga de donde venga, no tener miedo. Ya nos lo había advertido Jesús: “bienaventurados serán cuando los injurien y los persigan y digan con mentira toda clase de mal contra ustedes por mi causa. Alégrense y regocíjense, porque su recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a ustedes” (Mt 5, 11-12). El cristiano no puede, pues, perder su esperanza, ni su alegría; la persecución es una prueba que estamos en el camino correcto, que debemos confiar más en Jesucristo y tener la certeza que nunca podrán acabar con los cristianos, nosotros “somos la sal y la luz del mundo” (Cf Mt 5, 13-16) ¡no perdamos el sabor, ni ocultemos la luz! 2. Si los persecutores no hacen distinción entre las diversas confesiones cristianas, para ellos somos lo mismo, esto nos debe invitar a vivir unidos, a que entre nosotros cristianos no nos hagamos la guerra, busquemos los caminos necesarios para anunciar juntos a Cristo Jesús el Salvador. ¡Que la persecución nos una!, que nos ayude a realizar el ideal de Jesús: “que todos sean uno, como Tú, Padre en mí, y yo en Ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que Tú me has enviado” (Jn 17,21). 3. Certeza del amor de Jesús y el valor de la cruz. No se llega a Domingo de Resurrección sin haber pasado pro viernes de dolor. El cristiano sabe que su vida es como la de Jesús, y que la cruz forma parte de la vida cristiana. “si el mundo los odia, sepan que a mí me han odiado antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo los amaría, pero, como no son del mundo, porque yo al elegirlos los he sacado del mundo, por eso el mundo los odia…” (Jn 15, 18-19). 4. Nuestra gran arma es la oración, no nos queda otro camino que orar, y confiar en el poder de Dios; Jesús nos enseñó a orar en estas circunstancias: “a ustedes, los que me escuchan, yo les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a los que los odian, bendigan a los que los maldigan, rueguen por los que los difamen” (Lc 6, 27-28), y Él mismo con su muerte y la súplica de perdón, “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen”, se convierte en el mejor ejemplo viviente de cómo debemos orar los cristianos por los que nos persiguen. Oremos por nosotros para tener fuerza de vivir el momento difícil, y oremos por la conversión de nuestros persecutores, Dios los puede cambiar y convertir en grandes defensores de la fe, ya pasó con Pablo y en la historia de la Iglesia ha pasado con muchos. 5. Indudablemente como cristianos tenemos que vivir la caridad, la ayuda fraterna con aquellos que son perseguidos, no podemos mostrarnos indiferentes frente a un hermano, hijo del mismo Padre, que vive situaciones difíciles; nuestra actitud de ayuda debe ser como la del buen samaritano que acoge al que esta caído en el camino y lo hace “su hijo” para brindarle una caridad auténtica y de verdadera reconciliación, no en vano le dijo Jesús al maestro de la ley “vete y has tú lo mismo” (Cf. Lc 10, 25-37) Como cristianos tenemos que defender nuestra fe, nuestro estilo de vida; pero debemos hacerlo de una manera unida y respetuosa con los demás. Existen dos actitudes que no podemos adoptar: la primera, no podemos ser indiferentes o quedarnos cruzados de brazos como si nada pasara; y la segunda, lo que no podemos es obrar o proceder como los que nos odian y persiguen, el cristiano debe amar a todos como hermanos, pues “si alguno dice: Yo amo a Dios, y odia a su hermano es un mentiroso” (1 Jn 4,10). Si sufrimos la persecución de la cristianofobia tenemos que responder con una vida auténticamente cristiana, como dice san Pablo “Vencer el mal a fuerza de bien” (Rm 12,21). Y como mensaje final quisiera que resonará profundamente en nuestros oídos la expresión de Dios: “no tengan miedo yo estoy con ustedes” (Cf. Mt 28, 10.20). Pbro. Jorge Bustamante Mora Director Departamento de Doctrina y Biblia Conferencia Episcopal de Colombia

Mar 14 Mar 2017

Viene el Papa, ¡Qué alegría!

Por Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez: “Y cualquiera que sea vuestra opinión sobre el Pontífice de Roma, conocéis nuestra misión: traemos un mensaje para toda la humanidad... Y así como el mensajero que al término de un largo viaje entrega la carta que le ha sido confiada, así tenemos nosotros conciencia de vivir el instante privilegiado —por breve que sea— en que se cumple un anhelo que llevamos en el corazón desde hace casi veinte siglos. Sí, os acordáis. Hace mucho tiempo que llevamos con nosotros una larga historia; celebramos aquí el epílogo de un laborioso peregrinaje en busca de un coloquio con el mundo entero, desde el día en que nos fue encomendado: «Id, propagad la buena Nueva a todas las naciones» (Mt 28, 19)”. Esto lo dijo el beato Pablo VI en la ONU, el 4 de octubre de 1965, antecedido con una expresión del todo especial: “Os saluda Pedro”. En la presentación de la visita del Papa, el Señor Nuncio Apostólico comenzó diciendo: “hace 31 años no viene el Papa a Colombia”. Sí, porque aunque se llamen de forma distinta, el Papa es uno. El Papa es, como bien lo anota Pablo VI, el sucesor de Pedro, por tanto es Pedro quien nos visita. Por eso estamos alegres, y por eso acogeremos al Papa Francisco, el Pedro de este tiempo, y de este año 2017, con el corazón y los brazos abiertos, con el convencimiento de que él “nos trae un mensaje para toda la humanidad”, y ese mensaje es Cristo mismo. De seguro, en el corazón de todos los colombianos estaba al anhelo de poder contar con la presencia física del Papa en todos los lugares de nuestro territorio. La verdad, era imposible; pero lo que sí es real, es que estará cerquita a nosotros, y muchos, quizás millones de colombianos, lo verán en las celebraciones litúrgicas y encuentros que se programen, y todos los colombianos lo podremos ver a través de los medios de comunicación y sobre todo, escuchar a Pedro, hablando nuestra propia lengua. Pedro, el Papa Francisco, es uno de los nuestros, es latinoamericano, nos conoce, sabe de nuestras angustias, de nuestros logros, de nuestros sueños. Será Pedro quien nos hablará al corazón y nos bendecirá con el alma. Por esto, que nadie se sienta excluido de esta visita. El Papa nos hablará a todos, su mensaje universal nos llegará, y como espada de doble filo, logrará atravesar la dureza de nuestros corazones para ayudarnos a realizar el camino de la conversión, a renovar nuestra fe y a asumir el compromiso de ser verdaderos discípulos misioneros. El Papa viene a confirmarnos en la fe. Es una visita pastoral. Con el Papa Francisco daremos el primer paso hacia la nueva Colombia y la nueva patria que juntos, de la mano del Señor, vamos a seguir construyendo. Nuestra Señora, la Virgen Madre en todas las advocaciones, desde Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá hasta Nuestra Señora de los Remedios en Cali, nos ayudará a disponernos para acoger a quien, como Juan Pablo II, vino a Colombia “como Mensajero de Evangelización que enarbola la cruz de Cristo, deseando que su silueta salvadora se proyecte sobre todas las latitudes de esta tierra bendita” (Discurso de llegada, 1 julio de 1986). +Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Vie 10 Mar 2017

Cuaresma, un camino en espiral hacia la Pascua

Hemos iniciado, con gran ánimo y con especial disposición, el tiempo de Cuaresma que nos ofrece un camino en espiral hacia la gran y central fiesta de los cristianos, la Pascua de Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. En Él, en efecto, es paso de la muerte a la vida y, en cada uno de nosotros, debe ser ocasión para que acontezca este misterio salvífico en la historia concreta de nuestras vidas. No se trata de una celebración fría y repetitiva de signos, palabras y ritos que avisan la llegada de una etapa más del año litúrgico y que toca hacer unos preparativos y realizar unas celebraciones que pide la iglesia para quienes vienen al templo. Es, por el contrario, una celebración que, con gran novedad y expectativa, nos invita a que, en escala ascendente y con la gracia que Dios nos ofrece, vivamos la pascua con espíritu renovado y así, convertidos de nuestro mal proceder, regresemos nuevamente a la amistad con Dios y con los hermanos. Se trata, en efecto, como lo enseña, el Papa Francisco en su mensaje cuaresmal, de “un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna”, y teniendo muy presente, también, que “en la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia”. En este caminar en espiral somos, entonces, motivados, encaminados y fortalecidos por la oración, la Palabra de Dios, la celebración de los sacramentos, especialmente de la reconciliación, las obras de misericordia y los diversos ejercicios de piedad para que, acogiendo con fe estos momentos, seamos capaces de discernir y experimentar la presencia acompañante y transformante de Cristo en nuestra historia y en la de cada persona que encontramos en nuestro diario caminar, y así, nos vayamos renovando espiritualmente, para que podamos celebrar un día la Pascua eterna. No podemos ni debemos dejar pasar estos momentos de salvación, porque el tiempo perdido lo cobra Dios; dejémonos reconciliar por y con Dios y así experimentaremos y aprovecharemos las maravillas que Dios sigue obrando en su pueblo. Que el Espíritu Santo nos ilumine y nos fortalezca para que continuemos recorriendo este camino de arrepentimiento y conversión, y lleguemos, con ánimo alegre y corazón contrito, a la cima de la celebración del misterio pascual de Cristo que continúa renovando nuestra vida.

Mié 8 Mar 2017

La ludopatía, una esclavitud silenciosa

Por Monseñor Ricardo Tobón Restrepo: Está creciendo aceleradamente en nuestra sociedad la adicción a los juegos de azar. Es cierto que desde la más remota antigüedad tenemos noticias del juego como un fenómeno presente en todas las culturas. Más aún, una de las dimensiones bellas de la vida es el aspecto lúdico. Por eso, el deporte y la diversión hacen parte de la expresión y la realización del ser humano. Sin embargo, es fatal la afición a los juegos de azar que crea en la persona una verdadera dependencia sicológica, con un comportamiento compulsivo como el que producen el alcoholismo y las toxicomanías. La ludopatía es un desorden emocional, progresivo y destructivo que lleva a la persona a la incapacidad de controlar su deseo de jugar y apostar. Todo comienza por la ambición de encontrar un camino fácil y rápido para hacer fortuna, sobre todo en ciertas situaciones de penuria económica. En un primer momento, se percibe el juego como una oportunidad para resolver, sin trabajo y sin esfuerzo, situaciones difíciles y, después, se practica como un refugio o evasión para escapar de las frustraciones de la vida. Así se entra en un mal con graves consecuencias en la vida personal, familiar, laboral y social. La inversión de tiempo, energía y dinero en el juego va llevando a la persona a ser cada vez más dependiente, pues empieza a vivir de fantasías creyendo que se va a enriquecer rápidamente o de presiones sociales y económicas pensando que tiene que jugar más para recuperar lo que ha perdido y para saldar las deudas que con el mismo juego ha acumulado. En el fondo, se trata de una ilusión, de un espejismo, de una esclavitud sin fondo porque esta “magia” casi nunca da el resultado esperado. El juego compulsivo va llevando al descontrol progresivo y, por consiguiente, a caer en circuitos de usura, en endeudamientos desmesurados, en problemas económicos y financieros, en severos desajustes familiares y en graves trastornos psicológicos. Es así como se va entrando en la intolerancia a la frustración, la incapacidad para manejar las emociones, los sentimientos de baja autoestima y la mitomanía fruto de la doble vida que desarrolla el adicto. Todo abre la puerta a la depresión y a la desesperación, que muchas veces conducen incluso al suicidio. La persona que se entrega a esta dependencia entra en un circuito obsesivo del que es difícil salir: juega para ganar más si está ganando y juega para recuperarse si está perdiendo. Las manifestaciones de la ludopatía son siempre coincidentes y muestran que no podemos admitir que el juego sea una actividad creciente en la vida humana y que sea el azote de las familias y de las personas más pobres y desfavorecidas. Debemos hacernos conscientes de cómo la industria del juego está introduciendo enfermedades mentales, crimen organizado y altos niveles de corrupción en la sociedad. Es necesario promover en las familias, en los centros educativos, en las parroquias, en diversos ámbitos de la sociedad diferentes iniciativas para proteger a las nuevas generaciones de esta ilusión seductora que arruina la vida personal, la sana relación con los demás, la debida administración de los bienes y el bienestar de la comunidad. Habría que exigir igualmente el debido control de los centros de juegos de azar y ofrecer terapias adecuadas a quienes ya padecen esta enfermedad silenciosa. Como en todas las pasiones desordenadas se sabe dónde se empieza pero no hasta dónde va a llevar, a nivel personal y social, el peso de una esclavitud que se hace cada vez más aplastante. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 6 Mar 2017

Una Iglesia perseguida – ¿Cristianofobia?

La expresión “una Iglesia perseguida”, nos obliga a pensar en el ayer y el hoy de la Iglesia, las luchas y persecuciones de que ha vivido a lo largo de su historia. Hoy ha tomado fuerza una expresión más fuerte, la CRISTIANOFOBIA, un neologismo formado por dos términos: Cristiano y fobos (phobos – miedo), que significaría “miedo irracional a lo cristiano”, con este término se quiere evidenciar el odio exacerbado por todo lo que tiene sabor a cristiano. Este tema, que parecería ser una cuestión del pasado, alcanza hoy tales niveles, que ha merecido la atención del Papa Francisco en su ya acostumbrado video de intención para la oración de cada mes, aunque el término cristianofobia, no aparece en el video de marzo, sí podemos afirmar que ese es el tema: Cristianos perseguidos a causa de su fe, “Cuántas personas son perseguidas con motivo de su fe, obligadas a abandonar sus casas, sus lugares de culto, sus tierras, sus afectos; son perseguidos y ejecutados por ser cristianos, sin que los persecutores hagan distinción entre las confesiones a las que pertenecen”. Ciertamente el Papa tiene en mente las persecuciones y ejecuciones atroces que se han verificado en los últimos años y de las cuales nos hemos enterado por los medios de comunicación, pero no son las únicas, la persecución a los cristianos, a la fe, a la Iglesia, se da a diversos niveles. Constatamos que la persecución se expresa en violentas ejecuciones, secuestro, destrucción de lugares y objetos, persecución sistemática que calla y desplaza, y hace del cristiano un motivo de mofa, de burla, de escarnio público, se le mira como un signo de estupidez; todo esto sucede sin otra razón que el “odio violento que se anida en esos corazones”. Con dolor en el corazón, hay que decir que estos niveles de rechazo a lo cristiano no son un salto inesperado en la historia, este sentimiento se ha ido sembrando y promoviendo de manera sistemática y permanente por los gobiernos y sistemas de un mal llamado y comprendido “estado laico”, en el cual, los que somos cristianos pareciera no tenemos cabida, pues se nos persigue y acorrala. Colombia no escapa a estos vientos, vientos que desconocen años y años de ingente y admirable presencia de la Iglesia en todos los campos, llegando incluso allí donde el Estado no ha llegado. Los cristianos de las diversas confesiones a lo largo de nuestra historia hemos estado presentes, entregándolo todo por construir país, patria, comunidad, valores,.. etc. Esta memoria, benéfica para el hombre y la sociedad, no le interesa a la gente cargada de odio contra el cristianismo, lo único que les interesa es expresar su CRITIANOFOBIA, a estos persecutores de la vida cristiana les interesa que la fe sea desplaza de las escuelas, colegios y universidades, que no exista formación religiosa, que la expresión religiosa no pertenezca al ámbito de lo público sino cosa de grutas y vida intimista, por eso buscan quitar de lugares visibles las cruces y signos religiosos, bajo la falsa premisa de respeto a otras confesiones a los cristianos católicos y a otros cristianos se nos ridiculiza, prohíbe, excluye; ¿dónde quedan nuestros derechos? ¡Ah soy cristiano, los perdí por los cristianofobos! A estos hermanos, por quienes oramos y pedimos la conversión – ojalá sucede con muchos de ellos como aconteció con Pablo de Tarso – lo único que les interesa es excluirnos de toda acción social, civil y pública, ante sus ojos aparecemos como un cáncer que hay que extirpar y acabar, como ya pasó con la participación de la Iglesia en el SENA, no importa el bien que se hace, si usted es cristiano no tiene cabida en la construcción de la sociedad y los destinos gubernamentales. En este estado “laico” donde todo el mundo tiene el derecho a opinar y defender su punto de vista, y a vivir y consumir lo que quiera, como pasó con la dosis personal, no sucede lo mismo con los valores y personas cristianas, somos considerados retrógrados y motivo de burla, no tenemos derecho a defendernos y a vivir de acuerdo a nuestras convicciones, somos dignos de persecución, acorralamiento, no se nos respeta ni siquiera el derecho a la objeción de conciencia. Créanme, lo digo con sinceridad, a los cristianos, seamos católicos, evangélicos o protestantes, como van las cosas no serán lejanos los días en que se pase de la palabras a las acciones, y cercano es el momento en que el torturar o incluso matar a un cristiano, aquí en este hermoso país de Colombia, sea algo “natural” y aplaudible. Espere la próxima semana ¿Qué hacer frente a la cristianofobia

Jue 2 Mar 2017

Silencio y palabra

Por Pbro. Elver Rojas H.: No cabe duda que ante el silencio la sociedad de la información y de la comunicación se desespera, algunos periodistas como ha sucedido estos días en Colombia, no pueden aceptar el silencio al que tienen derecho las personas y las instituciones. Por el afán de hablar de todo y de todos, olvidan que la comunicación está llena de silencios y gestos más que de palabras. Es triste escuchar a prestigiosos periodistas lanzar insultos y hasta calumnias ante quien no responde inmediatamente a sus pretensiones. Es casi una obligación ir a presentarse ante el estrado de sus programas para someterse a un tipo de “juicio mediático” que pareciera preparado. De lo contrario, se quedan desahogando su rabia a través de los micrófonos porque no los sacia el golpear indiscriminadamente sino que les irrita el silencio del calumniado. Ya el Papa Benedicto XVI en su mensaje para la 46 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales nos había dicho: «el silencio no representa sólo un cierto contrapeso en una sociedad marcada por el continuo e incesante flujo comunicativo, sino que es un elemento esencial para su integración. El silencio es el primer paso para acoger la palabra, precisamente porque favorece el discernimiento y la profundización”. En esta misma línea del papa, después de un silencio, necesario y prudente - importantes en el manejo de una crisis - el señor cardenal Rubén Salazar Gómez, a través de una carta, le cuenta al país lo que la Iglesia viene haciendo desde hace varios años en la lucha contra el abuso de menores y adolescentes (leer carta https://www.cec.org.co/sites/default/files/Carta-cardenal_1.pdf). En sus palabras el cardenal colombiano, al reconocer los casos que se han presentado en la Iglesia, manifestó para con las víctimas su dolor de padre y pastor. Como sacerdote y colombiano que soy, me duele en el alma los casos de abusos a menores que se han presentado en la Iglesia y en las familias colombianas donde se concentra el mayor número de ellos. El problema es muy serio, delicado y complejo como para que sean sólo los medios de comunicación los que se abanderen de la situación. Señores periodistas, no tengan miedo de encontrar en el silencio un elemento importante de comunicación, no crean que por hablar tanto se dice mucho. Pues, el silencio como insiste el Papa, “es parte integrante de la comunicación y sin él no existen palabras con densidad de contenido”. Los invito a que superen el prejuicio de que si alguien no les responde en el día y a la hora que ustedes lo solicitan, es porque encubre algo o no quiere darle la cara a la opinión pública; y si el entrevistado no les ofrece la respuesta que ustedes quieren escuchar, no se enfaden. Que la tentación de llegar a ser los reyes del rating no los conduzca a perder su ética profesional. Pbro. Elver Rojas H. es Director del Departamento de Comunicación Social de la CEC

Lun 27 Feb 2017

Siete consignas del Papa Francisco para la Cuaresma

Por: Monseñor Elkin Fernando Álvarez Botero: Como es ya usual, el Santo Padre ha entregado a la Iglesia un mensaje para la Cuaresma. El del papa Francisco para este 2017 se titula: “La palabra es un don, el otro es un don”; en él nos propone una reflexión en torno a la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16, 19-31). Conviene que todos leamos y meditemos este mensaje del Papa. Entretanto, quiero compartir las que, a mi modo de ver, son las principales consignas que Su Santidad Francisco nos ha entregado para vivir esta Cuaresma. Vivamos la Cuaresma como un camino que nos lleva a un destino seguro: Este tiempo penitencial es, en primer lugar, un itinerario que nos conduce hacia la noche pascual, esto es, hacia el misterio de la pasión, muerte y resurrección del Señor, con el que nos ha sido dada la verdadera libertad y la vida. No nos contentemos con una vida mediocre: ¡Cuán fácil es mantenerse en lo que hoy suele llamarse “zona de confort”! La Cuaresma nos invita, en cambio, a avanzar, a ir más allá, a crecer en la amistad con Jesús, en una palabra, a la conversión. Intensifiquemos la vida espiritual: Lo haremos si nos tomamos en serio las prácticas que la Iglesia tradicionalmente nos recomienda para este tiempo; ellas se resumen en el ayuno, la oración y la limosna. Hay que vivirlas no por apariencia sino con sinceridad, desde el corazón. Reconozcamos en el otro un don de Dios: Es la invitación central, puesto que la Cuaresma nos ha de llevar a abrir nuestro corazón a los hermanos y a darnos cuenta del regalo que Dios nos hace en ellos; se trata de ver en los demás el rostro de Cristo. El Papa se refiere concretamente a la oportunidad de cambiar de vida que se suscita en nosotros por medio del encuentro con el prójimo: Cada vida que encontramos en el camino, particularmente la de los más pobres y débiles, merece acogida, respeto y amor. No nos dejemos cegar por el pecado: Cuando nos apartamos de Dios realmente estamos ciegos. Nos enceguecen la soberbia, la vanidad, la codicia, el egoísmo; también la ira, la división y la violencia. Estas cegueras nos impiden ver el regalo de Dios en el otro y nos llevan a una vida sin consistencia, vacía y sin rumbo. Abramos los oídos y prestemos atención a la Palabra: También la Palabra es un don, nos dice el Papa. Y es necesario dejarnos conducir por ella, ya que es lámpara para nuestros pasos y luz en el sendero. En esta escucha y práctica de los mandamientos divinos tenemos la vía segura para alcanzar las promesas eternas del Señor. En síntesis, “la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo”: Ésta es la senda de la auténtica renovación. No echemos en saco roto la gracia que Dios, Padre bueno y misericordioso, nos ofrece en este tiempo cuaresmal. Compartamos lo que tenemos, sea poco o mucho, como expresión de reconocemos el don que nuestro prójimo significa. Que la indiferencia o insensibilidad no nos hagan frente a las necesidad de quien está a nuestro lado. + Elkin Fernando Álvarez Botero Obispo auxiliar de Medellín

Sáb 25 Feb 2017

Primero lo primero

Por: Mons. Omar Mejía Giraldo - El domingo anterior el evangelio nos ponía de manifiesto el amor como la máxima virtud cristiana, un amor que si es verdadero y si está inspirado desde Dios debe culminar en el “amor a los enemigos”, amor que se manifiesta fundamentalmente en el perdón. Hoy tenemos otra gran lección, la cual hace explicito el primer mandamiento de la ley de Dios: “Amar a Dios sobre todas las cosas”. Primero lo primero. Dice San Juan: “Dios nos amó primero”. El amor cristiano no consiste en que nosotros amemos a Dios, el amor cristiano es fundamentalmente dejarnos amar de Dios. Todo, absolutamente todo, lo debemos entender desde el amor divino y no meramente desde el amor humano. El amor de Dios es eterno, el amor humano es pasajero. Desde el amor de Dios, desde el amor a sí mismos y desde el amor a los demás, debemos asumir el amor a los bienes materiales (dinero). Nuestra relación con todo lo creado, incluyéndonos a nosotros mismos y a nuestro hermanos, debe brotar de la virtud del amor a Dios no al mundo. Jesús en el evangelio empieza diciendo: “Ustedes no pueden servir a dos patrones…. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero”. El evangelio no nos invita a despreciar el mundo, sus bienes , el dinero, no. El evangelio nos está exhortando a realizar una inversión de valores. “Primero lo primero”, primero Dios. Jesús no niega ninguna de las búsquedas, sencillamente las trastoca. Nuestra experiencia nos demuestra que solo se busca lo que consideramos necesario. En definitiva la Palabra de Dios nos dice que debemos poseer una auténtica jerarquía de virtudes y valores…. El evangelio nos convoca a buscar una justicia distinta, la justicia divina, la justicia que Jesús nos vino a proponer; justicia que necesariamente debe pasar por el tamiz del amor que Jesús vino a predicar. En éste orden de ideas es necesario entender que “sólo es libre nel que sirve a Dios”. Sólo es libre quien entiende que los bienes materiales son el medio y no el fin. La fe verdadera lejos de ser un desentenderse de la propia vida y de la vida de los demás, es más bien un modo diverso de asumir la vida, de asumirla y de tomarla a cargo responsablemente delante de Dios. Desde el punto de vista objetivo, la pobreza material no es querida por Dios, no figura en su plan. Representa entonces una contradicción con su voluntad y, por eso mismo un "pecado social" (Puebla 28). Por tanto, hay que erradicarla. La pobreza como virtud evangélica nace del Espíritu, de la confianza en Dios, de la fe en Él. La pobreza desde el Espíritu. Si no es así, la pobreza se rechaza; y si se tiene no se vive, se sufre, nos resiente, nos hace vivir amargados… La fuerzas humanas no bastan para asumir la virtud de la pobreza. Las fuerzas humanas no bastan para oponernos a la fuerte atracción que ejerce sobre nosotros el dinero. Recordemos la Palabra de Dios: “Lo que es imposible humanamente, es posible para Dios” (Mt 19,23-26). Solamente desde Dios es posible asumir la pobreza como virtud y como estilo de vida. Jesús nos exige entrega total y sabe muy bien que el apego esclavizante a la seducción de las riquezas es uno de los mayores obstáculos para el servicio incondicional por el Reino de Dios. La pobreza virtud es la disposición permanente de ofrecerse. La pobreza evangélica, es tener las manos abiertas para ofrecer lo que se es y lo que se tiene. Es ofrecer también las futuras posibilidades. La pobreza es virtud, porque hay entrega, no porque no se posea. Quien comienza el camino de esta virtud, llega a no tener, porque lo ha dado todo. Jesús mismo es quien primero nos da ejemplo de esta virtud: “Nació en un pesebre”. “No tenía donde reclinar la cabeza”. En la cruz entrego su Espíritu: “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu”. El rico según el evangelio se contrapone al Reino y le es difícil entrar en él (fíjese bien, difícil, no imposible). Rico es el que acapara y acapara porque su confianza está en lo que acapara. El rico “defiende” lo suyo, el pobre ofrece lo suyo. El rico es insaciable en el “poseer”, el pobre es insaciable en el dar. Dar es pobreza, tener es riqueza. En la pobreza como virtud no se habla de cantidades, sino de actitudes. Por eso desde la visión evangélica de la pobreza, hay pordioseros con actitudes de ricos y hay ricos con actitudes de pobreza. Por eso, desde la pobreza virtud, actitudes como saber ser prudentes, ver la oportunidad, el saber repartir, el saber tener y acrecentar, el ser generoso, no despilfarrar y hasta ahorra…, son elementos que bajo el objetivo de “servir mas y mejor”, de tener más para ofrecer más, acrecientan la virtud. El Papa Benedicto XVI decía: “La caridad debe ser organizada”. El principio es claro: “Acrecentar lo que se tiene para servir más”. Lo importante es que el espíritu oferente sea el motor de todo. Si se pierde la visión – objetivo, que es ofrecer, se ha perdido la virtud, así se viva en la más física pobreza. De acuerdo al evangelio: Dar lo que no sirve es un engaño; dar lo que sobra, es obligación; dar de lo necesario, es virtud; darlo todo es santidad. Recordemos: “Sean santos como mi Padre celestial es santo”. La pobreza virtud hace que poseamos cosas, sin que las cosas nos posean a nosotros. A veces pensamos que tenemos, por ejemplo una finca, un carro, un animal… y lo que realmente pasa es que esas cosas tienen un esclavo a su servicio. La pobreza virtud, finalmente termina manifestándose en la sobriedad de vida y en el desprendimiento de los objetos materiales. La pobreza evangélica termina siendo confianza absoluta en la providencia divina, termina siendo fe, esperanza y caridad, termina siendo una lectura constante de los signos de los tiempos a la luz del querer de Dios. Por eso, pobreza es capacidad de dar y recibir. Pobreza es también recibir aún las contrariedades de la vida, con la claridad del objetivo por el cual se trabaja. Ejemplo, la Madre Laura: Cuenta la historia que ella, un día se dispuso a entrar a los diferentes lugares de su pueblo, para pedir una ayuda y así poder socorrer sus indígenas; en una tienda la insultaron y ella les dijo, ya me dieron a mi lo que yo me merezco, ahora, por favor denme una ayuda para mis indios”. Pidamos a Dios que nos conceda lo necesario para vivir dignamente y sin apegos humanos. Un ser humano libre, sin esclavitudes afectivas, no se instala, vive siempre como huésped y sabe que camina como peregrino hacía la patria celestial (somos los peregrinos que vamos hacia el cielo). Un ser humano libre posee y disfruta pero no es poseído, ni adora la riqueza, ni la maldice, usa libremente de ella y la comparte fraternalmente. Para ello es necesario aprender lo que San Ignacio de Loyola llamaba “La santa indiferencia”. + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia