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Opinión

Mar 13 Jun 2017

La visita no es política

Por: Padre Juan Álvaro Zapata Torres - Desde el día en que fue confirmada la visita del Papa Francisco a Colombia este año, muchos expresaron su alegría y esperanza por lo que su presencia puede generar en el país. No obstante, un menor grupo de personas interpretaron este acontecimiento como un hecho político y comenzaron a generar una sombra de duda frente a la llegada del Santo Padre. Ante este hecho vale la pena recordar e insistir algunos criterios pastorales que van a orientar este acontecimiento para nuestra patria. El Comité Ejecutivo Nacional para la visita del Papa y los Obispos católicos de Colombia, tienen como primer criterio que la visita del Santo Padre debe ser entendida como un acontecimiento puramente pastoral, en la que como Padre viene a consolar e iluminar. Que con su voz profética bendecirá a su pueblo y lo invitará a gestos concretos de reconciliación, perdón y misericordia. Será la de un Pastor que nos exhortará a ser artesanos de la paz que Jesús nos regala, como nos lo relata el evangelista Juan, donde Jesús resucitado se presenta a sus discípulos atemorizados, irrumpe en sus vidas, a pesar de que las puertas estaban cerradas con cerrojos, y les dice: “La paz con vosotros. Dicho esto, les mostró las manos y el costado” (Jn 20, 19-20). Esta es la paz que añoramos como fruto de nuestro compromiso de cambio integral en nuestras vidas. Por ello, es perentorio que todos reconozcamos que esto es una gracia del Señor Jesús, pero también un trabajo mancomunado y sin descanso de cada uno de los colombianos. En consecuencia, la presencia del Papa en Colombia no se va a enmarcar como un “acontecimiento político”, sino como un hecho pastoral y evangelizador. Desde el principio los Obispos de Colombia han tenido el firme propósito de no permitir ninguna forma de manipulación, que desee utilizar la visita con fines propagandísticos o como plataforma política e ideológica de ningún movimiento social. Tampoco como excusa para privilegiar algún sector de la sociedad o hacer visibles propuestas sociales de algún grupo en particular. Asimismo, para este momento de gracia están invitados a recibir al Santo Padre, todos los colombianos que quieran escuchar la voz del Papa, Vicario de Cristo, sucesor de san Pedro y Pastor de la Iglesia universal, que viene a animarnos y confirmarnos en la fe (cf. Lc 22, 32), a guiarnos como el pastor orienta a sus ovejas hacia los mejores pastos (cf. Sal 23), y a ayudarnos en las necesidades que tiene nuestro país, por medio de su magisterio y discernimiento. De ahí que la presencia del Papa en Colombia será “un punto de partida para comenzar algo nuevo” sin dejar de mirar atrás, con memoria agradecida, lo que hemos construido como pueblo que cree en Cristo Jesús y que se vea a sí mismo de una manera esperanzadora. Por eso, la preparación se ha centrado en el texto de Isaías 43, 18-19: “Yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta? Sí, pondré un camino en el desierto y ríos en la estepa”. Este texto de la Palabra de Dios nos anima a creer firmemente en que nuestro país, colmado de riquezas humanas y naturales, merece vislumbrar en el horizonte un nuevo amanecer, para que, superando las raíces de la violencia y todo aquello que nos ha fracturado, podamos como hermanos caminar hacia una auténtica e integral felicidad, que se fundamente en los derechos humanos y en el progreso de todos los pueblos de forma justa, equitativa y solidaria. Asimismo, se entiende la visita del Papa Francisco como un momento privilegiado para impulsar a todos los bautizados a evangelizar como discípulos misioneros, con nuevo ardor y convicción a todos los hermanos, para que se fortalezca el compromiso de ser una “Iglesia en salida” que privilegia el trabajo con los “descartados de la sociedad”, con los que no cuentan económicamente y todos aquellos que se encuentran en las “periferias existenciales”. Por lo tanto, esta visita apostólica ha de favorecer y propiciar la “cultura del encuentro”, como lo hizo Jesús: no sólo viendo sino mirando, no sólo oyendo sino escuchando, no sólo cruzándonos con las personas sino parándonos con ellas, para que, en un futuro próximo, los enemigos se vuelvan a dar la mano y los que no cuentan para la sociedad sean acogidos como hermanos. Por ello, es necesario evocar las palabras del Papa Francisco que nos invita a no perder el encanto de soñar juntos, de caminar juntos, de encontrarnos y atrevernos a soñar sin importar cuales hayan sido las caídas, nunca debemos perder el encanto de soñar con un camino diferente. Es por esto, que la visita del Santo Padre a Colombia será un momento de gracia y alegría, para dar el primer paso y volver a reencontrar al otro, dejando atrás las rencillas y los odios que tengamos con familiares, amigos o vecinos, que volvamos a creer en nosotros mismos y que le apostemos a la construcción de un país mejor y hermanado. P. Juan Álvaro Zapata Torres Secretario adjunto Conferencia Episcopal de Colombia

Lun 12 Jun 2017

Catorce puertas

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Produjo gran impacto en 1995 la película “Seven”, dirigida por David Fincher. Esta cinta estadounidense de suspenso, cuyo guión original fue muy elogiado, muestra a dos detectives investigando una serie de asesinatos relacionados con los siete pecados capitales. Cada una de las víctimas fue seleccionada cuidadosamente por el asesino, con el propósito de mostrar que el pecado se revierte contra el pecador. Así van apareciendo, en este orden, la gula, la avaricia, la soberbia, la pereza, la lujuria, la envidia y la ira. Al parecer, fue el papa San Gregorio Magno quien en el siglo VI, después de revisar los trabajos de Evagrio y Casiano, clasificó siete inclinaciones o pasiones de la persona humana que denominó “pecados capitales” porque son la base o el origen de todos los pecados. La mayoría de las personas de hoy difícilmente sabrá repetir su lista y mucho menos explicar el significado. Sin embargo, esas pulsiones o dinamismos profundos del ser humano siguen siendo hoy la causa de grandes desgracias a nivel personal y social. El pecado es ir contra la verdad y contra el amor debidos a los demás por una indebida afirmación del propio yo y un apego perverso a ciertos bienes. De esta manera, todo pecado atenta contra la naturaleza del hombre y atropella la solidaridad humana y, por eso mismo, va contra Dios y su proyecto de salvación. Podemos decir que los pecados capitales, aunque olvidados en este tiempo, son siete puertas que nos están llevando de un modo directo al mal. La catequesis y la reflexión espiritual no pueden ignorarlos. Pero no basta advertir cuáles puertas llevan al mal; es preciso, ante todo, indicar las puertas que conducen al bien. Es decir, indicar las virtudes o disposiciones habituales y firmes para proceder de acuerdo con la verdad más profunda de nuestro ser, que nos hace libres y felices. Las virtudes, como los vicios, son dinamismos que mueven todas las facultades humanas, pero para armonizarnos con el amor de Dios y con el amor a los demás. Esto es preciso aprenderlo si se quiere llegar al arte de vivir. Hoy, después de años de silencio, se vuelve a hablar de las virtudes morales a partir de la célebre obra “Tras la virtud” del filósofo escocés Alasdair Macintyre. En este texto, de carácter ético, el autor hace una descripción ciertamente preocupante del comportamiento moral en nuestra sociedad. Para él, vivimos de fragmentos de una cultura ética anterior a los que ahora les faltan los contextos de los que derivan su significado. No se logra armar la vida sólo con retazos de un esquema conceptual. Por eso, Macintyre en lugar de centrarse en debates o temas específicos, subraya el aspecto central de las virtudes a través de las cuales puede alcanzar la persona la verdad y la bondad en las que encuentran plenitud todos los aspectos de la vida humana. Por consiguiente, la tabla de los pecados capitales es necesario completarla con las virtudes que los contrarrestan para ofrecer una alternativa moral: contra soberbia, humildad; contra avaricia, generosidad; contra lujuria, castidad; contra ira, paciencia; contra gula, sobriedad; contra envidia, caridad; contra pereza, diligencia. La reflexión sobre los vicios y las virtudes nos permite dirigir una mirada crítica sobre el comportamiento en nuestra sociedad y percibir también el horizonte de humanidad al que aspiramos. Ante la realidad que vivimos, donde hay confusión y dispersión acerca de los fines y los medios legítimos de la felicidad, la Iglesia no puede dejar de cumplir su misión profética de denunciar el mal y anunciar el bien que responde a la estructura y a las aspiraciones más hondas del ser humano. Es urgente que en la vida personal, en la familia, en la escuela, en el ámbito de la economía y la política, se reflexione sobre las puertas que llevan al bien y las que llevan al mal. Esto no sólo para acusar a personas e instituciones, sino para mirarnos al espejo y diagnosticar la cirugía integral que necesitamos. Estamos ante siete puertas que llevan al mal y siete que llevan al bien. Debemos escoger entre la vida y la muerte. Esa es la grandeza y la tragedia de nuestra libertad. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Jue 8 Jun 2017

“Amad a esta Iglesia"

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Las celebraciones del calendario litúrgico de junio y el inicio de la preparación para la Visita Del Papa Francisco a Colombia, en el próximo septiembre, apuntan a nuestra fe en la Iglesia, a nuestro sentido de pertenencia y de participación en la vida de la Iglesia local y universal. "Creo en la Iglesia", proclamamos en el Credo, reafirmando que ella está anclada en el misterio de Dios Uno y Trino, y que está vitalmente unida al Espíritu Santo "que habló por los profetas". Ella es el Cuerpo visible de Cristo, cuya alma es el Espíritu Santo. Es la "Familia de los hijos de Dios" , liberados y adoptados por El Hijo Único, a quienes hace hermanos y comensales, alimentados por El Padre, con "El Pan de los hijos", el Pan Bajado del Cielo, en el banquete de la Eucaristía. Ella, la Iglesia del Señor Resucitado, proclama con la palabra y sirve con los sacramentos la gracia de la reconciliación y comunión con Dios y de los hombres entre sí; del perdón de los pecados que se le ha confiado; de la resurrección y victoria sobre la muerte; y de la Vida Eterna, desde ahora y en el mundo futuro. Este artículo de nuestra fe católica ilumine y aliente en nosotros, Iglesia Local y Particular de la Arquidiócesis de Cali, las vivencias litúrgicas y comunitarias de este mes de junio. Lo iniciamos con el acontecimiento fundacional de Pentecostés y de La Trinidad, que nos vuelven morada, templo y sagrario de Dios, es decir, misterio de Iglesia como SER INTERIOR DEL CRISTIANO, que vive en comunidad con Dios mismo. Y seguiremos con el Cuerpo de Cristo (Corpus), Los Corazones de Jesús y de María y la solemnidad de Pedro y Pablo. Y del 13 al 20 de junio, en pleno corazón de las fiestas eclesiológicas, viviremos la SEMANA ARQUIDIOCESANA, nuestras Fiestas Patronales, centrados en el rostro pobre, servicial y maternal de María, Nuestra Señora de Los Remedios, patrona de la Arquidiócesis y del departamento y Provincia de El Valle del Cauca. Será pues el momento fuerte para hacer vibrar los corazones creyentes con este SENTIDO DE IGLESIA Y DE CATOLICIDAD, manifestado claramente en la Eucaristía, María y el Obispo de Roma, los tres amores del católico. Amores que abren el corazón y nos ponen en camino hacia el otro, para hacernos hijos, hermanos, discípulos y misioneros de Cristo Jesús. Amores que han de convertirnos en aporte católico a la paz de Colombia, a la reconciliación y la reconstrucción de una sociedad justa y democrática. Que vibre el alma católica con esta fuerza de fe y de compromiso, para que la visita del Sucesor de Pedro, el amado Papa Francisco, sea un pico elevado en ese camino, en este salir de los sepulcros en los que enterramos la vida, la familia y la nación. Sea una oportunidad para volver a dar juntos ese SÍ AL EVANGELIO, SÍ AL REINO Y SOBERANÍA DEL AMOR, que hemos traicionado tanto. Convoco a la Fiesta Patronal de Los Remedios, y que sea ocasión de sensibilizarnos ante el dolor y la enfermedad, ante las epidemias actuales y las heridas sociales, acercando a ellos esta ENFERMERA DE LOS POBRES Y EXCLUIDOS, la Virgen María de los Remedios, la "SALUD DE LOS ENFERMOS". Ella nos ayudará a "ser Iglesia con rostro propio", como deberá ser toda Iglesia Particular y cada parroquia y comunidad en ella. Una Iglesia "Hospital de Campaña", móvil, cercana y sanadora del dolor humano. Concluyo con la exhortación de San Agustín, anunciada en el título de este editorial: "AMAD A ESTA IGLESIA, PERMANECED EN ESTA IGLESIA, SED VOSOTROS ESTA IGLESIA". + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mar 6 Jun 2017

El papa Francisco en Colombia

Por: Monseñor Ismael Rueda Sierra - Después de una contenida espera, recibimos con alegría, la noticia de la presencia entre nosotros del Papa Francisco. Y no es para menos, pues no obstante los rápidos cambios culturales ocurridos en el país en los últimos años, somos un pueblo que aún en su mayoría se profesa católico y por parte de otros sectores religiosos y sociales, respetan y admiran la figura de este apóstol de los nuevos tiempos. Su carisma y estilo, abierto a nuevas y a veces olvidadas situaciones humanas concretas, “de periferia”, como él las llama, ha suscitado una “vuelta de la mirada” de sectores indiferentes o incluso hostiles, a la propuesta del Evangelio, para resolverlas con espíritu humanitario y de solidaridad cristiana. También algunos, como suele ocurrir, han reaccionado negativamente a sus gestos y palabras. El Santo Padre vendrá a una Nación que en su historia ha estado cruzada de muchos conflictos y una problemática sui generis, con fenómenos de violencia que a veces parecen incontenibles, por incrustarse muchas veces en aprendizajes culturales, transmitidos consciente o inconscientemente de generación en generación, que es necesario “des-aprender”. Pero también, a un pueblo de mucho coraje y resistencia para vencer las dificultades con resiliencia y dar un paso adelante, como lo sugiere el lema escogido para su visita. El Papa Francisco viene como testigo de la fe recibida del Señor, en salida misionera, en un viaje apostólico para encontrarse con personas concretas, un pueblo concreto, unas situaciones llamadas a ser permeadas por los valores del Evangelio, en espera, de producir unos efectos de conversión, con repercusiones sociales, culturales y también políticas, en el sentido amplio del término, como servicio al bien común de todos los ciudadanos. Desde ya, nos preparamos en la oración y en el discernimiento, en la expectativa de recibir el mensaje profético del Papa Francisco que sin duda será siembra fecunda, llamada a producir el mejor fruto para la entera familia Colombiana. ¡Con Él, “Demos el Primer Paso”…! Con mi fraterno saludo y especial bendición. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 5 Jun 2017

Año Jubilar de Fátima – Las indulgencias

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Dice el Catecismo de la Iglesia Católica que “la indulgencia es la remisión ante Dios de la pena temporal por los pecados, ya perdonados, en cuanto a la culpa, que un fiel dispuesto y cumpliendo determinadas condiciones consigue por mediación de la Iglesia (…) Todo fiel puede lucrar para sí mismo o aplicar por los difuntos, a manera de sufragio, las indulgencias” (n. 1471). Este es el nuevo regalo que el Papa Francisco ha hecho a la Iglesia con ocasión del centenario de las apariciones de la Virgen en Fátima. El Papa autorizó que no solo se beneficiaran de este don los peregrinos que asistieran al Santuario de Fátima, sino también “los fieles piadosos que visiten con devoción una imagen de Nuestra Señora de Fátima expuesta solemnemente a la veneración pública en cualquier templo, oratorio o lugar adecuado, en los días del aniversario de las apariciones (día 13 de cada mes desde mayo a octubre de 2017), y ahí participen devotamente en alguna celebración u oración en honor a la Virgen María, recen la oración del Padre nuestro, reciten el símbolo de la fe (Credo) e invoquen a Nuestra Señora de Fátima”. Pero ¿para qué sirven las indulgencias? Un ejemplo ayuda a entender: cuando una persona sufre una cortada, los médicos curan la herida pero queda la cicatriz. Luego existen medicamentos o intervenciones estéticas, que buscan limpiar la cicatriz. Así, cuando una persona comete un pecado, Dios, a través del sacerdote, le perdona el pecado, pero queda la cicatriz por las consecuencias lógicas del pecado cometido. La indulgencia pretende limpiar la cicatriz, por la autoridad que el Señor le confirió, siempre que el fiel cumpa los requisitos que la Iglesia considera necesarios: “Para obtener la indulgencia plenaria, los fieles, verdaderamente penitentes y animados de caridad, deben cumplir ritualmente las siguientes condiciones: confesión sacramental, comunión eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre”. Durante el año santo de la misericordia, fueron muchas las ocasiones en que se pudieron ganar las indulgencias, ahora, con motivo de la aparición de la Virgen en Fátima, se tendrá la posibilidad de beneficiarse de ese don. Que los corazones y las voluntades de muchos, estén dispuestos a vivir plenamente la alegría de sentirse amados por Dios, salvados por Cristo, y reconocidos como hijos por la Virgen Madre. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar

Vie 2 Jun 2017

Todos por la familia

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - El mes de junio es una fecha especial, porque está dedicado a la familia, queremos poner en las manos de cada uno de ustedes un instrumento para hacer crecer y fortalecer la familia que es el centro de nuestra comunidad, un espacio creado por Dios para transmitir la vida, fortalecer y hacer crecer la vida humana, educar y hacer vigorosos a los hijos y, especialmente transmitir el don de la fe. En la realidad que vivimos, en nuestra sociedad, se siente la fuerza de una batalla sin cuartel contra una de las instituciones más bellas de la humanidad: La Familia. De muchas maneras y por muchas personas se ha querido disminuir y menospreciar el valor de la familia humana. Incluso, algunos, desean y pretenden desnaturalizar lo que la familia es, una comunidad formada por un hombre y una mujer, que en el sacramento del matrimonio, se convierte en el espacio de transmisión de la vida y espacio de comunión intima entre la pareja para amarse y vivir este espacio de “amor y responsabilidad” con la bella expresión de San Juan Pablo II. La familia es una institución querida y bendecida por Dios, ella es una síntesis de realidades admirables: Hogar, Escuela, Iglesia doméstica. En primer lugar, es en la familia donde se transmite la vida, ese don maravilloso de Dios, que entrega al hombre y a la mujer el don precioso de transmitir la vida. De procrear, con el amor, con la ternura y con la comunión de la sexualidad, “formando un solo cuerpo”, la vida humana. Es también en la familia donde se aprenden de modo definitivo los valores y las virtudes, es allí donde se graban de modo indeleble los principios y los fundamentos de toda cultura. Somos herederos de una profunda cultura de la familia, que por ideologías, pensamientos y doctrinas foráneas hemos derrumbado en nuestra sociedad. El Papa Emérito Benedicto XVI decía una vez a las familias en Valencia, España: “Junto con la transmisión de la fe y del amor del Señor, una de las tareas más grandes de la familia es la de formar personas libres y responsables. …Si estos ven que sus padres —y en general los adultos que les rodean— viven la vida con alegría y entusiasmo, incluso a pesar de las dificultades, crecerá en ellos más fácilmente ese gozo profundo de vivir que les ayudará a superar con acierto los posibles obstáculos y contrariedades que conlleva la vida humana. Además, cuando la familia no se cierra en sí misma, los hijos van aprendiendo que toda persona es digna de ser amada, y que hay una fraternidad fundamental universal entre todos los seres humanos” Es la hora de hacer opciones definitivas y estables por lo que nos dará fuerza y aliento para la vida. La Familia es, definitivamente, el campo en el que hay mayor urgencia de acciones, pues desde allí se va construyendo el futuro de toda la sociedad. La Constitución de la República de Colombia, dice que ella es “el núcleo fundamental de la sociedad” y además dice que “El Estado y la sociedad garantizan la protección integral de la familia” (Constitución, artículo 42). A veces parecería que quienes interpretan estos textos no respetan su profundo sentido y normatividad. Meditemos en lo que decíamos antes, tres elementos que nos ayudan a comprender y potenciar el valor de nuestras familias. Familia Hogar: En la antigua Roma, se conservaba en el ingreso de cada casa (Domus) el fuego sagrado, se llamaba “hogar” y representaba el lugar y las personas que allí vivían. El hogar es pues fuego, calor, comunión, espacio para compartir. Es en este espacio en el que la vida misma nace y se desarrolla de manera natural. En este espacio deben aparecer de modo visible, los sentimientos más puros, la humanidad más viva, la comunión de corazones y de experiencias que permita que cada hogar sea un núcleo indestructible en el que se sienten las verdaderas manifestaciones del afecto, las más sinceras relaciones entre las personas, los vínculos indestructibles que hacen posible un tejido social íntegro, firme y fiel. Por ello es urgente que nos formemos todos en la alegría de ser familia, de ser hijos agradecidos, hermanos fieles y. según el estado propio de cada uno saber ser padre y madre, hijo y hermano a la luz del mandato divino del amor. Familia Escuela: Si allí, humanamente, el hombre y la mujer, los hijos, aprenden a caminar, con mayor razón hemos de formar padres que sean maestros, así como es lícito esperar maestros que sean padres en cada hogar, en cada espacio familiar. Se enseña con el ejemplo, ya lo decía el Papa Emérito, haciendo que las lecciones de la vida sean testimonios de responsabilidad, de generosidad, de actitudes y aptitudes que se desarrollan en espacios libres de violencia y de confusión. Cuánto necesitamos que los hogares formen y eduquen a los niños y jóvenes, de ello depende nuestro futuro. Familia Iglesia Doméstica: Es una verdad innegable: a Dios le conocimos en la familia. La revelación de Dios ocurre en el espacio en el que se le aprende a amar y respetar, en donde surgen las primeras plegarias confiadas, donde se aprende a reconocer en la creación la obra maravillosa del Dios siempre fiel, donde unas manos maternales nos enseñaron a juntar las nuestras para confiar a Dios la vida entera. La familia es escuela de oración, es catequesis viva que sólo será posible, si hacemos del hogar, como decía bellamente la canción “un templo sagrado donde se comulga con hostias de amor” y donde el creyente se siente en pequeña comunidad que aprende a alabar, a agradecer, a suplicar y a ofrecer la vida. Centremos toda nuestra atención en la familia, como la joya más preciosa de nuestra comunidad y de nuestra realidad social, con la esperanza de fortalecerla y así fortalecer los valores materiales y espirituales de nuestra comunidad. Empeñémonos todos en construir la familia, en fortalecerla, en abrir espacios para su crecimiento y su desarrollo. El Estado, como lo hacen ya muchos países del primer mundo tiene que fortalecer la familia, ayudarla, potenciarla. ¡Alabado sea Jesucristo! + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Jue 1 Jun 2017

¿Aparecida desaparecida?

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro - Nos estamos quedando cortos en la celebración de los diez primeros años de la V Conferencia Episcopal Latinoamericana llevada a cabo en Aparecida, Brasil, en mayo de 2007. Por celebración no entiendo una reunión o congregación multitudinaria de ningún tipo, aunque pueda ser necesaria para visibilizar el acontecimiento como lo fue, por ejemplo, el Encuentro Nacional de Iniciación Cristiana que organizó el Centro Pastoral para la Evangelización y la Fe de la CEC en días pasados. Me refiero, más bien, a que nos hemos quedado cortos en la vivencia del espíritu de conversión pastoral que debe acompañar nuestra acción apostólica y que aún nos cuesta trabajo asumir del todo. En primer lugar, Aparecida es un documento sobre un modo concreto de actividad pastoral que toca el nervio de la evangelización en América Latina: la renovación estructural y pedagógica de la misión. “Discípulos misioneros” es un lugar teológico con cara de evidencia y desafío y es un buen resumen del reto asumido. Por ello, puede ser que me equivoque, pero me aventuro a pensar que el numeral central de Aparecida es el 226 en el que los obispos nos piden implementar y/o reforzar cuatro ejes en la Iglesia: Experiencia religiosa, Vivencia comunitaria, Formación bíblico-doctrinal y Compromiso misionero de toda la comunidad. Me gustaría saber que las Iglesias Particulares (arquidiócesis, diócesis, vicariatos y prefecturas) de América Latina, al finalizar este año, implementaron un sistema concienzudo y verídico de evaluación en torno a estos cuatro ejes. Porque una década es un periodo sensato para haber implementado y empezar a ver realizado un programa como el propuesto por Aparecida. No nos pase lo del párroco que no comienza actividad pastoral decidida durante el primer año porque “está conociendo la realidad”. El tiempo pasa y cuando ya siente conocerla está ad portas del traslado. Nos hace falta una evaluación concienzuda que parta desde la parroquia como “comunidad de comunidades” en torno a estos cuatro ejes: que nos digamos la verdad si hemos hecho lo suficiente: ¿Qué hemos hecho y estamos haciendo para ofrecer a los fieles un verdadero encuentro con Jesucristo? (y su consiguiente pregunta: ¿Los sacerdotes ya tuvimos un encuentro decidido y personal con Jesucristo?). Segundo, ¿los procesos de Nueva Evangelización han sido efectivos? ¿Cómo se nota esa efectividad en la vida parroquial? ¿Cuántas pequeñas comunidades han nacido, crecido y muerto? (El gran reto es evitar la pastoral cosmética donde solo aparecen parroquias perfectas con innumerables cifras: ¡Veinte comunidades! ¿De cuántos integrantes cada una? ¡Dos!). La sensatez nos debe llevar a reconocer que estamos viviendo una desaceleración de los ritmos, el entusiasmo y la participación en los procesos de Nueva Evangelización (¿Podría llamarse una crisis de los sistemas?): ¿Qué ha pasado? ¿Hemos evaluado ese fenómeno? Tercero, ¿Me intereso, como laico, en la formación bíblico-doctrinal? ¿Me comprometo, como sacerdote, en la formación de mis fieles? Y cabrían muchas más preguntas desde la preparación de la homilía hasta el papel de la Palabra de Dios en los procesos de conversión y la solidez doctrinal del laico y del sacerdote. Y, finalmente, cuarto eje: ¿Mi tarea misionera es proselitismo? ¿Es testimonio? ¿Es convicción de la comunicación de un estilo de vida renovado? Auguro que Aparecida no esté desaparecida en los planes de pastoral efectivos de cada parroquia y diócesis. Subrayo “efectivos”, porque en los planes “teóricos” tenemos hermosos tratados de cómo hacer las cosas, pero en la realidad práctica, vuelvo y repito, nos hemos quedado cortos. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Lun 22 Mayo 2017

¿Familia?

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – Las Naciones Unidas aprobaron en 1993 que el 15 de mayo de cada año se celebrara el Día Internacional de la Familia. La finalidad de esta decisión era crear una mayor conciencia sobre las cuestiones relacionadas con la familia e invitar a las naciones a hacer frente, mediante la aplicación de diversas medidas e iniciativas, a los problemas y desafíos que vive esta institución fundamental de la sociedad. Era un reconocimiento a la familia como unidad básica para la educación, la construcción de la sociedad y el desarrollo integral y sostenible de los pueblos. Infortunadamente, en los últimos años la familia se ha visto amenazada. En primer lugar, por un estilo de vida marcado por el materialismo, el hedonismo y el erotismo que le está robando la identidad, la paz y la armonía; por eso, disminuyen los matrimonios, no hay interés en la procreación, se han vuelto frecuentes la infidelidad y los divorcios, se han multiplicado los delitos sexuales y los abortos. Por otra parte, arrecian los ataques ideológicos contra la familia; para favorecer diversos intereses se pretende desvirtuar el género natural masculino y femenino y substituirlo por una opción individual y subjetiva. Se quiere poner en la sombra la familia natural y hacer entrar “nuevas formas” de familia con todos los derechos y todos los reconocimientos sociales. En ese contexto, podemos situar la reciente propuesta de convocar un referendo para impedir que se apruebe la adopción por parte de parejas homosexuales. Es clara la buena intención de la propuesta; pero, implícitamente puede aceptar graves errores: conceder que la adopción es un derecho de las parejas y no de los niños, ideologizar el enfrentamiento entre mayorías y minorías, autorizar que la verdad y los principios esenciales se deciden por votación. La Iglesia Católica ha sido siempre la gran defensora de la familia y hoy, sin irrespetar los derechos de ninguno en particular, continúa proponiendo la grandeza, la importancia y la belleza de la familia natural, basada en el matrimonio, como comunión de vida y amor fiel e indisoluble entre el varón y la mujer, abierta a la fecundidad. La Iglesia sabe que destruir la familia, uno de los valores más importantes de la humanidad, pone en peligro la maduración y felicidad de cada persona, la educación y formación de la sociedad, la estabilidad y la misma supervivencia del género humano. Por eso, renuevo el llamado a todos los evangelizadores a presentar la naturaleza y la misión de la familia como aparece en el proyecto de Dios, invito a todos los dirigentes y especialmente a los católicos que tienen posiciones desde donde se define la vida social a defender la familia en el campo cultural y político al menos en los términos que es reconocida por la Constitución Política de Colombia; invito a todos los fieles católicos a amar sus familias y a dedicarse con fe y con empeño a construirlas cada día conscientes de que son el mejor e indispensable ambiente para la plena realización humana. En esta hora en la que los conceptos se han vuelto confusos, la ideología de género hace diversas metástasis, los derechos y necesidades fundamentales de las familias son ignorados y hasta contravenidos por leyes, la realidad del matrimonio y la sexualidad no se afrontan con paz y naturalidad, la esquizofrenia social atropella a las mayorías para defender a las minorías olvidando incluso que la primera minoría es la familia, los católicos no podemos dejarle la suerte de la familia a las pasiones, a la sociedad de consumo, al resentimiento de ciertos grupos y a visiones recortadas de la persona y de la vida. No olvidemos que entre la descomposición social y la descomposición de la familia hay un círculo vicioso. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín