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Opinión

Sáb 20 Ago 2016

Señor, ¿serán pocos los que se salven?

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía - Estamos ahora en el corazón del camino que ha emprendido Jesús con sus discípulos hacía Jerusalén. Jesús, Maestro y Señor, va formando a sus seguidores y a su paso a todos aquellos con los cuales entra en contacto. Alguien, “uno le preguntó”: Señor, ¿serán pocos los que se salven? La pregunta es espontanea, sin embargo, es necesario resaltar que era una pregunta muy normal en la época de Jesús, porque igual que hoy había en Israel muchos predicadores y profetas que ofrecían salvación, haciendo pensar que cuando se habla de salvación sólo es necesario enfocarla desde el bienestar y el confort, lo que hoy llamaríamos “calidad de vida” y no es así. Salvación en clave bíblica es comunión con Dios, lo que significa comunión con su querer, con su pensar, con su ser… Una persona que rechaza el querer de Dios, no es rechazada por Él (Dios no rechaza a nadie), se trata más bien de un rechazo personal, con el cual se excluye así misma de la salvación. La salvación consiste en la comunión eterna con Dios que es la fuente y la plenitud de la vida. “He venido para que tengan Vida y Vida en abundancia”. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. “Quien me sigue no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la Vida”. Señor, ¿serán pocos los que se salven? Jesús le dice al personaje y hoy a nosotros: Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. La pregunta nuestra sería: Señor, ¿Nos salvaremos? Como lo muestra la enseñanza de Jesús, Dios no hace más que confirmar la opción (decisión) de cada persona. Cada uno de nosotros, mis queridos hermanos, tiene que preguntarse por la salvación, la cuestión clave está en la manera cómo cada uno enfoca la cuestión. Es necesario que la pregunta por la salvación, por la Vida Eterna, por la trascendencia, vuelva a ser central en nuestra vida cristiana. El mundo de hoy nos ha hecho perder éste horizonte. Hoy nos hemos quedado muy anclados en el mundo terrenal y se nos ha perdido el horizonte de la eternidad. El evangelio de hoy es central y es necesario asumirlo como tal. La Palabra de Dios no puede dulcificar nuestra relación con Dios y nuestra relaciones entre nosotros. La Palabra de Dios nos tiene que confrontar de cara a la eternidad. No somos plantas, nos somos simplemente animales, somos “imagen y semejanza de Dios”, poseemos por lo tanto semillas de eternidad, semillas de divinidad. Dios nos ha creado con capacidad de ir hacía Él. dice San Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón vive inquieto hasta que descansa en Ti”. Hermanos queridos, la salvación es “don de Dios”, es un regalo, un ofrecimiento, es atracción divina; por lo tanto, es también, necesario explícitamente aceptarla y asumirla con responsabilidad y compromiso. Dios no obliga absolutamente a nadie, siempre ofrece, pero da libertad. También San Agustín insiste: “Dios que te creo sin ti, no te salvara sin ti”. ¿Qué es entonces entrar por la puerta estrecha? Es entrar en comunión de vida con Jesús, es aceptar su enseñanza sin matices, porque con Jesús no hay media tinta; a la Palabra de Jesús, se le cree o no se le cree. Con el evangelio no se puede ser claro oscuro, con Jesús, se es o no se es y basta. Recordemos: Jesús no es un maestro, es el Maestro. Jesús no es un señor, es el Señor. Lo peor que nos puede ocurrir es acomodar la Palabra de Dios a nuestros gustos y necesidades y creer que la salvación se compra, no hermanos queridos. La salvación consiste en entrar en Jesús, Maestro y Señor y permanecer en Él. La salvación es entonces vivir según los cánones de la Palabra de Dios. Hermanos, es una mala decisión dejar para la vejez la preocupación por la salvación. Puede ser que se nos haga demasiado tarde, no permitamos que se nos cierre la puerta. Cuanto más nos alejemos del camino del Señor, más y más, tendremos que desandar cuando queramos volver a sus brazos misericordiosos. San Agustín insiste: “Temo a Dios que pasa y no se si volverá a pasar”. Hermanos, entendamos otra cosa: La plenitud y la riqueza de nuestra vida humana consiste también en la plenitud y la profundidad de nuestras relaciones con las demás personas. Por eso, entremos ya por el camino estrecho del perdón, de la verdad, de la justicia, de la fe, de la esperanza…, y dejemos atrás el camino amplio y aparentemente cómodo del odio, la venganza, la incredulidad, el adulterio, la fornicación, la corrupción, el chisme… El evangelio de hoy es una invitación a ser discípulos del Señor, de verdad, verdad. Jesús quiere ganar nuestro corazón, pero él no acomoda el mensaje para agradarnos sin más. Porque nos ama nos dice la verdad, no importa que haya verdades incómodas. El evangelio de hoy nos deja bien claro que la salvación no es cuestión de números, no es una realidad cuantitativa, sino cualitativa. El evangelio nos deja clarísimo que todo el que quiera puede ser salvado, siempre y cuando oriente su vida hacía la dirección correcta. La preocupación por la salvación debe concentrarnos en un obrar según la justicia (Lc 11,42; 13,27), que no es otra cosa que configurar la vida con la vida de Jesús. Por lo tanto, los buenos propósitos no son suficientes, hay que “hacer” cosas concretas para entrar. Es verdad la salvación es un don de Dios, es decir, es Dios quien salva, pero también es verdad que Dios nos toma en serio como personas libres y voluntarias. La salvación es un don de Dios que tenemos que conquistar con la “fidelidad a nuestro sí constante” (todos los días debo decirle sí al Señor). No basta con conocer muchas cosas del Señor, no basta con ser bautizados, no basta con practicar actos de piedad. Es necesario vivir insertos en Él, es necesario permanecer en Él y desde Él permanecer en el amor al hermano. Finalmente hay que decir que el evangelio de éste domingo es una nueva invitación a la conversión. Siempre será posible para todos, óigase bien para todos: “El cielo”, como plenitud eterna; el cielo es Dios mismo, dado y aceptado en su plenitud, tal y como es, con sus bondades y sus exigencias. El cielo es plenitud de Dios. Siempre será posible el infierno, que es Dios mismo como ausencia, el infierno es ausencia de Dios. Siempre será posible el purgatorio como estado de purificación. “El purgatorio es en definitiva, el gran medio escogido por la infinita misericordia de Dios para llenar el cielo de antiguos pecadores, sin mengua ni menoscabo de su infinita justicia. !Pobres de nosotros si no hubiera purgatorio¡” (Antonio Royo Marín). En el purgatorio no todo es dolor y pena, allí también hay consuelo. El padre Royo Marín nos habla de los consuelos del purgatorio: La certeza de la salvación eterna; la plena conformidad con la voluntad de Dios; el gozo de la purificación; el alivio continuo; la asistencia espiritual de la Virgen María y del ángel de la guarda. “El purgatorio es una misteriosa mezcla de sufrimientos indecibles y de alegrías inmensas e inefables consolaciones”. (Royo Marín). Tarea: Leer meditar y orar el “Cantar de los cantares”. Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de la diócesis de Florencia

Vie 19 Ago 2016

El derecho a disentir

Por Monseñor Froilán Casas - El disentir es una de las expresiones de la verdadera democracia. Obviamente este derecho se debe enmarcar dentro del respeto a las leyes. Una democracia que no tenga oposición no es democracia, es dictadura de partido. Un monopolio de partido es una dictadura disfrazada. Recientemente ante la política de gobierno presionada por organismos internacionales, que quiere imponer la ideología de género en la educación escolar, los cristianos católicos y otros cristianos de Iglesias separadas, salimos a protestar por la injuriosa intromisión del Estado al pretender suplantar a los padres de familia en el derecho inalienable de dar formación sexual a sus hijos. En un Estado democrático, los gobiernos ayudan a los padres en esta tarea, pero no los sustituyen. Se debe respetar la identidad cultural de un pueblo. Las creencias hacen parte vital de la cultura de un pueblo. Los cristianos católicos, siguiendo la ley natural, afirmamos que el sexo no es cuestión de elección, el Creador ha dotado a la naturaleza humana de esta dimensión esencial a la persona humana. Pretender afirmar que la escogencia de género es una cuestión cultural, es un pecado contra el Creador, es negar el plan de Dios en la creación humana. ¡Qué soberbio y atrevido que ha sido el hombre en toda su historia! Se quiere borrar a Dios de la ciudad humana. En todas las épocas, los regímenes totalitarios de derecha o de izquierda han buscado negarles a los padres el derecho de educar a sus hijos. Esto no es nada nuevo. La Iglesia católica siempre se ha opuesto a tal abuso del Estado, -por decir lo menos-. Defendemos el derecho inalienable de los padres de educar a sus hijos, sobre todo en materia sexual. Un Estado laico no es el que masacra las creencias de un pueblo, es el que las respeta. Los cristianos católicos somos ciudadanos y como tales tenemos el derecho a disentir ante políticas gubernamentales que atenten contra nuestros principios. Los gobernantes, que son elegidos por el pueblo, no deben olvidar que sus electores, en su gran mayoría son creyentes y, por lo tanto deben ser respetadas sus creencias. Traiciona y lacera un gobernante a un pueblo que lo ha elegido cuando pisotea sus valores religiosos. Quienes pretenden implantar la ideología de género, ¿por qué no se van a los países de cultura musulmana y la proponen a ver qué les pasa? Nuestros permanentes depredadores nos quieren reducir a las sacristías para que les hablemos a personas octogenarias o nonagenarias; salir a la plaza pública es “meterse en política”. Si lo hacen otros grupos religiosos, sociales o culturales, eso es algo normal. Nos quieren mutilar y reducir al ostracismo de las mazmorras. Los padres de familia deben estar atentos a vigilar con sumo cuidado las políticas educativas. Ellos son quienes determinan la orientación religiosa de sus hijos. Defenderemos siempre el respeto a toda persona independientemente de su sexualidad, etnia, partido o religión. Las situaciones sexuales de cada persona deben ser respetadas; censuramos todo matoneo o acoso escolar en esta materia; esto es infame y denigrante. Afirmamos sin ambages que todo ser humano es imagen y semejanza de Dios. Monseñor Froilán Casas Obispo de Neiva

Mié 17 Ago 2016

"Queremos la original"

Por Monseñor Ricardo Tobón - La multitudinaria marcha en defensa de la familia, realizada el pasado 10 de agosto en varias ciudades del país, brotó de la entraña misma del pueblo. Algunos la descalificaron y varios medios de comunicación la ignoraron, pero en el fondo nos mostró a todos que el sentido común indica que hay realidades fundamentales de la vida, como la familia, que no se pueden maltratar sin que peligre toda la estructura humana y social. El mismo Gobierno Nacional vio la gravedad del reclamo popular y dio marcha atrás, probablemente hasta otra ocasión que vea más favorable para su propósito. La verdad es que, como ha denunciado el Papa Francisco, hay una colonización ideológica para imponer, entre otras, la ideología de género. La plataforma de lanzamiento ha sido la ONU, que trabaja desde 1990 para que las Conferencias Mundiales y los programas de Naciones Unidas incluyan los objetivos de género. En concreto, en el Fondo para la Población, UNICEF, UNESCO y OMS se han elaborado muchos documentos y propuestas con categorías propias de esta ideología. Desde las Naciones Unidas va pasando a todos los países, donde se difunde por los medios de comunicación y a través de diversas actividades en los centros educativos. Como hay fuertes presiones económicas y políticas sobre los Estados, casi todos van cediendo sin que importe ni la verdad y la libertad de las personas, ni la democracia. La ideología de género pretende, en primer lugar, liberar al ser humano de su biología; cada uno puede escoger su sexo. Ya no se admite que la “naturaleza” tenga algo que decir; cada uno puede modelarse a su gusto, para sentirse libre y liberado. Es una insurrección contra los presupuestos biológicos; el sexo se escoge o se cambia de acuerdo con el rol social y cultural que se asume. De otra parte, esta ideología ve el matrimonio y la familia como dos modos de violencia permanente contra la mujer y por tanto como instituciones que deben desaparecer. Igualmente, ve la organización familiar y social como una estructura de poder y un instrumento de discriminación para la minoría con sexualidad diversa. Por tanto, hay que imponer una liberación, que acabe con todas las inhibiciones o represiones de la sociedad contra el instinto sexual. Los criterios para actuar son el egoísmo, la satisfacción de las necesidades y lo que más conviene. En pocas palabras, se puede hacer con el cuerpo lo que se quiera, pues el fin de la sexualidad es el placer. Los riesgos de esta ideología son muy grandes, pues la persona entra en una ambigüedad frente a su identidad, puede perder el sentido de la vida, no sabe conducir su propio desarrollo humano, no logra realizar adecuadamente sus relaciones interpersonales y familiares y pone en grave peligro toda la vida social. Si cambiamos los fundamentos éticos por el relativismo, donde no existe un orden real y objetivo que todos debemos respetar, cada uno decide dónde está el bien y dónde está el mal, todo queda permitido y no nos espera sino el enfrentamiento mutuo a partir de las diversas posiciones particulares. Ante esta realidad pareciera que algunos legisladores y jueces hayan perdido la conexión con la realidad y el sentido común que tiene el pueblo cuando sale a las calles a pedir que no se trastorne el orden natural de la familia, diciendo: “Queremos la original”. Esta situación es un llamamiento para que los padres de familia hagan valer el derecho primario e inalienable que tienen sobre la educación de sus hijos, para que las familias valoren lo que son y luchen por realizar lo que significan en la sociedad, para que entendamos que la ideología de género no mejora la educación y para que comprendamos que no se defienden los derechos de una minoría ni se evitan la discriminación y la intolerancia atropellando el orden natural y social. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 15 Ago 2016

El renovado compromiso de la familia en la educación.

Por Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez - La masiva participación de hombres, mujeres, papás, mamás, abuelos, hijos y hermanos en las plazas y calles de prácticamente todo el territorio colombiano, todos en torno de la defensa de la familia y de su derecho de participar activamente en la construcción de las políticas de educación, ciertamente es un signo de esperanza que muestra que en Colombia las conciencias siguen despiertas. Si bien es cierto que el Gobierno colombiano ha hecho pública su posición ante el debate propuesto, es útil continuar el análisis, pues, como sucede reiteradamente en nuestro país, no es raro que dentro de un tiempo no lejano, vuelva a debatirse el mismo tema. Por ejemplo, en Cali, se tuvo prácticamente la misma discusión en el año 2010, promovida por la Oficina de Inclusión Social de la Alcaldía, que promovía en las escuelas el programa intitulado “con la diversidad sexual y de género. ¡todo bien!”, el cual fue retirado por el Ministerio de Educación Nacional por las mismas razones de ahora. El Pontificio Consejo para la Familia, el 23 de octubre de 1983, publicó LA CARTA DE LOS DERECHOS DE LA FAMILIA. Es importante conocer el documento, que consta de una introducción, una descripción de la misión de la familia, para concluir con el elenco de los derechos de la familia descritos en 12 artículos. Por el momento actual de Colombia, en particular lo que se vive en torno de la discusión sobre la educación y el papel de las familias en ella, considero muy pertinente presentar el artículo 5° de esta Carta de los Derechos de la Familia, que vale la pena difundir ampliamente: “Por el hecho de haber dado la vida a sus hijos, los padres tienen el derecho originario, primario e inalienable de educarlos; por esta razón ellos deben ser reconocidos como los primeros y principales educadores de sus hijos. Los padres tienen el derecho de educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas, teniendo presentes las tradiciones culturales de la familia que favorecen el bien y la dignidad del hijo; ellos deben recibir también de la sociedad la ayuda y asistencia necesarias para realizar de modo adecuado su función educadora. Los padres tienen el derecho de elegir libremente las escuelas u otros medios necesarios para educar a sus hijos según sus conciencias. Las autoridades públicas deben asegurar que las subvenciones estatales se repartan de tal manera que los padres sean verdaderamente libres para ejercer su derecho, sin tener que soportar cargas injustas. Los padres no deben soportar, directa o indirectamente, aquellas cargas suplementarias que impiden o limitan injustamente el ejercicio de esta libertad. Los padres tienen el derecho de obtener que sus hijos no sean obligados a seguir cursos que no están de acuerdo con sus convicciones morales y religiosas. En particular, la educación sexual —que es un derecho básico de los padres— debe ser impartida bajo su atenta guía, tanto en casa como en los centros educativos elegidos y controlados por ellos. Los derechos de los padres son violados cuando el Estado impone un sistema obligatorio de educación del que se excluye toda formación religiosa. El derecho primario de los padres a educar a sus hijos debe ser tenido en cuenta en todas las formas de colaboración entre padres, maestros y autoridades escolares, y particularmente en las formas de participación encaminadas a dar a los ciudadanos una voz en el funcionamiento de las escuelas, y en la formulación y aplicación de la política educativa. La familia tiene el derecho de esperar que los medios de comunicación social sean instrumentos positivos para la construcción de la sociedad y que fortalezcan los valores fundamentales de la familia. Al mismo tiempo ésta tiene derecho a ser protegida adecuadamente, en particular respecto a sus miembros más jóvenes, contra los efectos negativos y los abusos de los medios de comunicación. Las familias tienen unos derechos relacionados con su misión educativa que les son propios, y que deberían ser no sólo conocidos sino respetados y tutelados. Entre éstos, destaco el literal e) que presenta el derecho de los padres de familia de participar activamente con los maestros y autoridades escolares “en las formas de participación encaminadas a dar a los ciudadanos una voz en el funcionamiento de las escuelas, y en la formulación y aplicación de la política educativa”. Lo que queda El despertar de la familia en el papel que tienen ante la educación de los hijos. Ha sido históricamente una verdadera dificultad, el hecho de involucrar responsablemente a la mayoría de los padres de familia en la educación de los hijos. Muchos han olvidado que el papel de la escuela es subsidiario, y que ellos son los primeros responsables. ¿Cuántos padres de familia conocen los manuales de convivencia de la escuela de sus hijos? ¿Cuántos participaron activamente en su construcción y aprobación? Los números 274 a 286 de la Exhortación Postsinodal Amoris Laetitia del Papa Francisco, dan luces muy importantes para llevar a cabo la participación de las familias en la educación de sus hijos. Poner sobre la mesa el tema de la educación integral que debe ser ofrecida por el Estado y los maestros. Y cuando se habla de educación integral me refiero a aquella que propende por la formación de personas que no sólo adquieren conocimientos y destrezas, sino que aprenden a vivir y a convivir, personas que descubren que la mayor felicidad se encuentra en descubrir su vocación y trabajar por ella, que aprenden a ser ciudadanos de bien, con lo que implica de respeto de la diferencia, la semejanza y la igual dignidad de las personas, sea cual sea su condición social, física, religiosa, sexual. La formación integral conlleva también preservar la dimensión espiritual o trascendente en cada uno. Discernir abiertamente asuntos que tienen amplia trayectoria a nivel internacional y que ahora, por el fenómeno de la globalización y en algunos casos por una cierta imposición, comienzan a influir en Colombia, como las políticas de ideología de género, los planes de educación sexual, etc. Revisar los manuales de convivencia es algo que siempre han hecho y hacen las instituciones educativas de forma autónoma y responsable, ¿por qué pretender que participen en este ejercicio –que es propio de cada institución- el UNFPA, el fondo de Población de las Naciones Unidas, la Unicef, el PNUD, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en Colombia, instituciones conocidas por su marcada tendencia impositiva a los países en desarrollo? El Papa Francisco, y la Iglesia en general, se han pronunciado sobre la inaceptable intromisión de organismos internacionales que muchas veces condicionan la ayuda financiera a los países pobres a la introducción de leyes que instituyan, muchas de ellas ajenas al sentir natural y cultural de los pueblos, como es el caso, por ejemplo, “del matrimonio entre personas del mismo sexo” (Amoris Laetitia, 251). El compromiso público del gobierno colombiano, expresado a través del Ministerio de Educación Nacional en 7 puntos. Destaco aquí sólo el número 4: “El Ministerio de Educación Nacional no ha impuesto ni puede imponer manuales de convivencia a las instituciones educativas. Los colegios son autónomos en la elaboración de los mismos, con la participación de rectores, docentes, padres de familia, estudiantes y comunidad educativa en general”. Lo importante es que se cumpla. A manera de conclusión Como reflexión final, me pregunto. ¿Era necesaria la exigencia nuevamente de reformar los manuales de convivencia, cuando hace apenas poco tiempo, las instituciones educativas se vieron abocadas a revisar y reformar dichos manuales incluyendo la Conformación de los Comités Escolares de Convivencia? El Ministerio de Educación Nacional, mediante decreto 1695 del 11 de septiembre de 2013, reglamentó la Ley 1620 de 2013, creada para el Ejercicio de los Derechos Humanos, la Educación para la Sexualidad y la Prevención y Mitigación de la Violencia Escolar. Más específicamente en el artículo 22 dice que “todas las instituciones educativas y centros educativos oficiales y no oficiales del país deberán conformar el comité escolar de convivencia, encargado de apoyar la labor de promoción y seguimiento a la convivencia escolar, a la educación para el ejercicio de los derechos humanos, sexuales y reproductivos, así como del desarrollo y aplicación del manual de convivencia y de la prevención y mitigación de la violencia escolar”. ¿Por qué el afán de que explícitamente se tenga que hacer referencia en los manuales al género, a la distinción de sexos y demás? ¿Acaso cuando en la ley 1620 se pide que se eduque en los derechos humanos y la prevención de la violencia escolar, no se contemplaban ya el matoneo, el acoso escolar o bullying, el abuso sexual y otras situaciones que explícitamente piden incluir ahora? En una entrevista al diario El País de Cali (12-08-2016), afirmó el Arzobispo de Cali, Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía: “invito a que se revisen los manuales de convivencia, y no con criterios ideológicos, sino con respeto a la identidad que tiene el país y a la semejanzas que tenemos todos como seres humanos”. Esta es la posición general de la Iglesia católica. Mirando con esperanza lo vivido, considero que es una magnífica oportunidad para los colombianos, para las familias y para el sistema educativo. No se puede olvidar que “la familia es la primera escuela de los valores humanos en la que se aprende el buen uso de la libertad” (Amoris Laetitia, 274). Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Sáb 13 Ago 2016

“He venido a prender fuego en el mundo”

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo - No podemos olvidar que continuamos en la escuela de Lucas, donde el evangelista nos ha venido presentando las características propias de los discípulos de Jesús el Señor. Hoy en una lección más, Jesús le enseña a sus discípulos no una teoría o un discurso alejado de la realidad. Él enseña con su vida, Jesús, el Señor, el enviado del Padre, ha venido a traernos el Reino de Dios, a instaurar la Verdad, la Justicia, la Paz; pero el mundo aún no lo ha recibido en toda su plenitud. Su misión ha ido avanzando y la cercanía a Jerusalén es ahora más próxima. Por eso, exhorta a sus discípulos y hoy a nosotros: 1.He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo! Lucas en su evangelio quiere hacer entender a su comunidad que ese fuego devorador que impulsa a la misión es el Espíritu Santo. El Espíritu Santo es quien produce realmente la conversión en las personas y en las comunidades. El Espíritu Santo es Dios, por lo tanto, su acción es una acción salvífica y transformante. El Espíritu Santo transforma desde dentro. No se trata por lo tanto de una mera transformación externa, es un cambio de corazón. Hermanos, la conversión no se puede dar de afuera hacía adentro, lo contrario, la conversión parte de la transformación mental y de corazón. No se nos olvide “donde está tu tesoro allí está tu corazón”. La conversión real, real…, inicia en la mente; porque se inicia por transformar lo que se piensa. Las acciones externas del ser humano nacen de lo que se piensa en la mente y se medita en el corazón. Por eso, la importancia de la educación. Padres de familia, por favor, por favor, ustedes son los primeros y principales educadores de sus hijos. Padres de familia, no permitan que el proyecto educativo, según la ley, se les meta en la intimidad de sus hijos. Padres, padres, son ustedes los primeros responsables de la educación de sus hijos. Son ustedes los que tienen que salir a decirle al gobierno que clase de educación quieren para sus hijos. Ustedes no pueden permitir que se impongan criterios foráneos, simplemente porque así son los intereses internacionales; ¿dónde está entonces la educación de contexto de la cual tanto se habla y se pregona? “He venido a prender fuego en el mundo: ¡y ojalá estuviera ya ardiendo!” Es ahora, mis queridos hermanos cuando en nuestra Colombia, tan amada por todos, tenemos que salir a manifestar nuestra fe, nuestra identidad. Tenemos que ser respetuosos, dialogantes, tenemos que estar abiertos a las transformaciones del mundo. Pero también es necesarísimo que ardan nuestros corazones para defender la ética y la moralidad de nuestros niños y jóvenes… Tenemos que decir con el salmista: “El celo por tu casa nos devora”. Hermanos queridos, por encima de todo, que nos impulse desde dentro el amor a Dios y el amor a los hermanos, especialmente a los más necesitados. ¡Que nos impulse desde dentro el amor por una vida recta y honesta!. El evangelio no puede ser para nosotros una noticia tranquilizante, ni mucho menos una droga que produce uniformidad, no. Diversidad sí, pero no uniformidad. Diversidad, con respeto por las tradiciones, por la herencia ética y cristiana que hemos recibido de nuestros mayores. 2.Tengo que pasar por un bautismo, ¡y qué angustia hasta que se cumpla! Recordemos que Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre y si algo le interesa resaltar a Lucas es precisamente la humanidad del Señor. Según el evangelio el recorrido que Jesús el Señor ha realizado le ha llevado a comprobar que la instauración del Reino de Dios Padre, no es una tarea fácil, Él sabe que su camino a Jerusalén es un camino riesgoso, pero por encima de todo está su identidad, su misión. Él tiene claro que no puede renunciar a su tarea por más dificultades que puedan existir. Siente angustia, porque experimenta que su misión es desafiante y así se lo hace saber a sus discípulos. La angustia es un sentimiento que se experimenta desde dentro, desde lo profundo del alma. La angustia no es ni buena ni mala. Es una situación que se puede presentar en cualquier momento de la vida y que se puede generar por múltiples situaciones. Por más desafínate que sea cada situación. Por más dificultades que se tengan en el camino de la vida, en el desarrollo de la misión – vocación, se debe permanecer y se debe pedir la ayuda del Espíritu Santo. Hermanos, ¿quién no ha sentido angustia? ¿qué nos genera angustia? ¿nos angustiamos por cosas realmente trascendentales o por realidades meramente pasajeras? ¿por qué nuestras relaciones son tan angustiosas? Vamos a pedirle al Señor que nos sane de la angustia. Si por alguna circunstancia “yo” siento que le genero angustia a alguien, recapacitemos y cambiemos de actitud. Cuidado, una angustia mal asumida nos puede llevar a la depresión y al suicidio. Una angustia bien asumida nos permite madurar y crecer humana y espiritualmente. 3. ¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división. ¿Qué nos está planteando el evangelio de hoy? Al parecer se trata de algo contradictorio, porque precisamente, la Palabra nos ha dicho muchas veces que Jesús es el príncipe de la Paz. En su nacimiento se anuncia la paz (Lc 2,14), a muchos que ha curado Jesús les dice “vaya en paz” (Lc 8,48), Jesús envía a sus discípulos como mensajeros de la paz, ¿porque dice ahora que ha venido a traer divisiones? Jesús le deja bien claro a sus discípulos que la paz que Él pregona es la paz mesiánica que no coincide con la paz romana o pacificación en sentido político. La actuación de Jesús no puede ser la pacificación exterior. Su venida conlleva para los hombres decidirse frente a él y su mensaje. La posibilidad de libertad de elección trae la escisión y la división. La figura de Jesús es el centro. La actitud de cada cual es la que divide. Se ejemplifica esta división desde la comunidad familiar. La actitud frente a Jesús crea nuevos lazos y relaciones que relativizan los lazos de la sangre. Era una experiencia vivida en muchas familias. Dentro de la misma familia unos se convertían y seguían a Cristo y otros se oponían y perseguían a los seguidores. Igual que ayer es hoy. La paz que la iglesia anuncia, es la paz del evangelio, es la paz de Jesús, es la paz de la fraternidad. La paz verdadera se construye desde la conversión real en función del bien común y de la justicia social y esta paz crea división interior, porque muchas veces tenemos que violentarnos desde dentro para obrar según la recta razón, según la ley natural y la ley sobrenatural y no según nuestros caprichos o lo más grave según nuestros intereses meramente individuales o egoístas. Nuestra tarea, hermanos es construir paz, reconociendo lo que somos: humanos y por gracia de Dios divinos. Es indispensable, que aunque hayan conflictos, construyamos paz desde la libertad, la justicia, la solidaridad y el diálogo. Esta paz, mis hermanos, no es política, ni politiquera. La paz verdadera es un don de Dios que nosotros con humildad y con fe debemos pedir al Espíritu Santo y debemos esforzarnos por construir entre todos como buenos artesanos de la paz, dispuestos al perdón y la reconciliación. Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Jue 11 Ago 2016

Todos los hombres son mortales, el gato es mortal, luego, los gatos son hombres

Por Monseñor Juan Carlos Ramírez - El título de este escrito es correctamente inferido pero su conclusión se distancia de la verdad porque una de sus premisas es falsa. En el mundo helenístico esta manera de razonar usaba las figuras del silogismo y era propio de los sofistas, que por medio de la exposición de premisas falsas o verdaderas, y conclusiones que no se adecuan a las mismas, buscaban defender algo y confundir al contrario. Hoy, en tiempos de híper modernidad, caracterizado por lo efímero y lo frívolo, con una cultura urbana consumista como estrado de la “Era del vacío”, -según la reflexión del filósofo francés, Gilles Lipovetsky-, los sofistas y sofismas florecen y reverdecen en la destrucción de sistemas referenciales, en la construcción de ambiguas antropologías que llevan a nuevas éticas y conviene identificar en la realidad, quién asume el rol de sofista y cuál es el sofisma en los llamados “lineamientos para la revisión y actualización de los manuales de convivencia” que deben ser revisados en las instituciones educativas, públicas y privadas del País. En una sociedad cambiante, con nuevos retos, es acertada y oportuna la Sentencia de la Corte Constitucional T-478 de 2015 que en la parte resolutiva le indica al Ministerio de Educación “ordenar y verificar que en todos los establecimientos de educación preescolar, básica y media estén constituidos los comités escolares de convivencia” y que sus contenidos “…sean respetuosos de la orientación sexual y la identidad de género de los estudiantes y para que incorporen nuevas formas y alternativas para incentivar y fortalecer la convivencia escolar…que permitan aprender del error, respetar la diversidad y dirimir los conflictos de manera pacífica…”. Lo anterior es lo que las instituciones educativas vienen realizando, es su visión y misión y tienen la disposición interna y el conocimiento científico y técnico para fortalecer sus manuales. El sofisma está en hacerle creer al país que para educar en la “no discriminación y respeto a las diferencias” debemos enseñarle a los dicentes que no se nace siendo hombre o mujer sino que eso depende de una construcción cultural, más aún, se quiere eliminar la idea de que los seres humanos se dividen en dos sexos. Porque no pensar que si clamamos por el respeto a las diferencias, el crecer, formarse y asumir esos valores es en el reconocimiento de mi identidad natural y que en la medida en que reconozco mi ser natural puedo valorar y entender al otro que me interpela y fortalece mi propia identidad y me habilita para respetar la opción de vida de los demás. El anterior sofisma busca arrasar la identidad de la persona humana, a tal extremo de afirmar que las diferencias entre el hombre y la mujer, “más allá de las obvias diferencias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija, sino que son producto de la cultura de un país o de una determinada época…”. Otro sofisma, es decir que la construcción de los “manuales de convivencia” es del resorte de cada institución educativa y que los cuestionados “lineamientos” son orientativos y simplemente para directivos y docentes; se desconoce que la educación es un proceso, que si se convoca a capacitación a las directivas y educadores el fruto de esas capacitaciones tienen como destinatario final al educando, o “¿quién hace mercado y lo lleva a la casa del vecino?. En síntesis: Las instituciones no se oponen a implementar en sus manuales de convivencia los valores necesarios para formar en el respeto a las diferencias, a una convivencia pacífica, a la no discriminación, no se trata de perseguir personas; pero el Ministerio de Educación no puede “manosear” la autonomía escolar que gravita en la Constitución y la ley y desconocer el derecho natural y positivo que tienen las familias de acompañar la formación integral de los hijos. Adenda: 1.- ¿Qué hay detrás de esos lineamientos de revisión y actualización de los “manuales de convivencia?. ¿Intereses políticos, económicos, políticas internacionales que condicionan procesos internos del país, el deseo de implantar una ideología que promueve una desconstrucción antropológica e impone una ideología cerrada al diálogo? El momento actual exige oración, reflexión, respeto profundo por las personas, pero libertad para confrontar las ideas. A este vestido, le falta tela. Monseñor Juan Carlos Ramírez Director Financiero y ecónomo Conferencia Episcopal de Colombia

Jue 11 Ago 2016

¿Pedir perdón a quiénes?

Por Raúl Ortiz Toro - Soy incrédulo con los medios de comunicación tendenciosos que, a veces, resultan ser la gran mayoría, pues de acuerdo a sus intereses particulares acomodan las noticias según su parecer y desdibujan la verdad al punto de presentar como banal un tema trascendente. El Papa Francisco, hace pocos días, en su viaje de regreso de Armenia - Cáucaso a Roma concedió, como es su costumbre, una entrevista a los medios de comunicación que lo acompañaron en el viaje. Una de las preguntas fue sobre qué pensaba el Papa de las declaraciones del cardenal alemán Reinhard Marx, quien acababa de dar unas declaraciones en una conferencia en Dublín en las que instaba a que la Iglesia pidiera perdón a la comunidad homosexual “por haberla marginado” según la pregunta de Cindy Wooden de CNS. El Papa, muy lúcido, afirmó lo siguiente para no dar aires de exclusividad a una sola comunidad, pero las noticias solo registraron lo sensacionalista: “La Iglesia no solo debe pedir perdón a las personas homosexuales que ha ofendido, sino que debe pedir perdón también a los pobres, a las mujeres explotadas, a los niños explotados en el trabajo, debe pedir perdón por haber bendecido muchas armas. La Iglesia debe pedir perdón por no haberse comportado muchas veces. Los cristianos, la Iglesia, es santa, los pecadores somos nosotros”. Y de allí, ya sabemos lo que titularon al otro día: que la Iglesia estaba ahora comprometida en el lobby gay. No. La Iglesia está comprometida con la persona humana y su dignidad y en ese sentido el Papa dice que debe pedir perdón a todos aquellos que han buscado en la Iglesia a una madre que acoge y han encontrado las puertas cerradas o las bocas silentes. No falta quien piense que pedir perdón es una muestra de debilidad que la Iglesia no debe ofrecer; pero estas también son resistencias históricas como los pecados de los bautizados; recordemos, por ejemplo, las reacciones a la hazaña de San Juan Pablo II en el Jubileo del año 2000 cuando el primer domingo de Cuaresma pidió perdón a la Humanidad “por los pecados de los hijos de la Iglesia” y concluía diciendo: “Nunca más contradicciones con la caridad en el servicio de la verdad; nunca más gestos contra la comunión de la Iglesia; nunca más ofensas contra cualquier pueblo; nunca más recursos a la lógica de la violencia; nunca más discriminaciones, exclusiones, opresiones, desprecio de los pobres y de los últimos”. Esta reflexión del Papa nos cae muy bien para el contexto en el que se encuentra Colombia: Perdón, Reconciliación, Justicia, Paz, Progreso… Los Señores Obispos en la Asamblea Plenaria del Episcopado, realizada la primera semana de julio, buscaron traducir estos sentimientos del Papa y con humildad pedirán perdón en nombre de la Iglesia por las veces en las que los bautizados esperaron una mano amiga, una defensa oportuna, y no la encontraron. Pero también es la ocasión de ofrecer el perdón a todos aquellos que han visto a la Iglesia como una enemiga cuando se ha comprometido en la igualdad y la justicia, cuando ha acompañado a los ciudadanos en los procesos de reivindicación de sus derechos y de defensa de la vida. Esas dos facetas: dar y pedir perdón son tan cristianas como plausibles en la actual realidad del país. Sería realmente histórico. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Mié 10 Ago 2016

¡Marchemos por la familia!

Por Monseñor Pedro Mercado Cepeda.- La comunidad educativa, no solo confesional sino también pública y laica, junto a numerosas Asociaciones de Padres de familia, Iglesias y comunidades de fe, han manifestado al Gobierno y a la opinión pública nacional su honda y creciente turbación por las directrices emitidas por el Ministerio de Educación Nacional con el fin de revisar y ajustar los Proyectos Educativos Institucionales –PEI- y los Manuales de convivencia de todos los colegios del país, públicos y privados. La violencia escolar, en sus diversas manifestaciones (discriminación, matoneo o bullying) es un tema que causa profunda preocupación a los padres de familia, a las autoridades académicas y a la entera sociedad, incluida la Iglesia, que no ha sido nunca ajena a esta problemática. Ha sido, de hecho, pionera en la lucha contra este terrible y creciente flagelo. Mucho antes de que las instituciones del Estado –Corte Constitucional, Congreso de la República o Ministerio de Educación- posaran su mirada sobre el problema, la Iglesia en Colombia había dedicado al tema al menos dos Congresos Nacionales –el último de ellos promovido por el Departamento de Educación de la Conferencia Episcopal de Colombia en el 2012- que dieron pautas, muy concretas, para establecer una convivencia escolar fundada en el respeto, la tolerancia y el diálogo. Durante muchos años, desde un enfoque educativo integral -basado en el fortalecimiento de las habilidades relacionales de los estudiantes y de sus familias, del cultivo de virtudes y valores personales- se han conformado grupos de prevención antibullying, se han establecido pautas para brindar atención integral a las víctimas de matoneo y se han fortalecido las “escuelas de padres”, incluyendo mecanismos para la resolución pacífica de los conflictos intrafamiliares, dada la fuerte relación causal entre la violencia escolar y la violencia en las familias. Se trata pues de una perspectiva incluyente que aborda el problema desde sus más profundas y variadas causas. Lamentablemente, hasta el momento el Ministerio de Educación ha desconocido la riqueza de estas experiencias, pretendiendo abordar la compleja problemática de la discriminación y de la violencia escolar desde el reductivo enfoque de la “ideología de género”. Este enfoque ideológico, que el Cardenal Salazar ha definido como “peligroso y destructivo”, no ha sido invención de la Ministra Parody. Se ha convertido en pieza imprescindible de las políticas estatales, no solo de este gobierno, que –hay que reconocerlo y denunciarlo- ha terminado potenciando la nefasta influencia de esta ideología, hasta el punto de incluir sus postulados en el texto de los acuerdos de paz. Es pues claro, que el problema al que nos enfrentamos es mucho mayor y más grave que el de las modificaciones de los manuales de convivencia escolar. La ideología de género, incluida en los acuerdos de paz, entrará –sin mayores debates- a hacer parte de nuestro ordenamiento constitucional. Algo se tendrá que decir también sobre esto… Es en definitiva este enfoque ideológico sesgado, y no la lucha contra la discriminación o la violencia escolar, causa común de todos, el motivo fundamental de las preocupaciones, controversias y debates originados por las directivas ministeriales. No se puede tapar el sol con un dedo. Basta leer la lista de las instituciones contratadas por el Ministerio –aparentemente sin previa licitación- para poner en entredicho su objetividad y neutralidad. Y basta leer el contenido de las propuestas y las preguntas dirigidas a los rectores para darse cuenta que el objetivo perseguido por el Ministerio extralimita sustancialmente las competencias que la Corte Constitucional le confió. A juicio de varios expertos constitucionalistas, el Ministerio se extralimitó en su interpretación de la Sentencia T-478 de 2015. Dicha providencia no era un “cheque en blanco” que daba al Ministerio potestad omnímoda para imponer por decreto una ideología, desconociendo la sana pluralidad social y el respeto de otros derechos constitucionales amparados por la jurisprudencia de la misma Corte, como la libertad religiosa, la libertad de conciencia, la libertad de enseñanza, la autonomía educativa o el derecho de los padres a educar a sus hijos según sus valores y convicciones éticas, morales y religiosas, etc. Estos son los derechos que, como ciudadanos, reclamamos. Pero todo tiene una solución. Existe siempre el recurso al dialogo. Estoy convencido de que la Señora Ministra escuchará el justificado clamor de la sociedad colombiana y los argumentos de millones de padres de familia que quieren –como ella- luchar contra la discriminación y la violencia, sin tener por ello que renunciar a su inalienable derecho a ser los principales educadores y formadores de sus hijos. De parte nuestra, como ha dicho el Cardenal Salazar, la voluntad de dialogar y de contribuir al bien común persiste siempre. Confío entonces en que, muy pronto, pueda establecerse entre el Ministerio de Educación, las Iglesias y los padres de familia un diálogo fecundo, con presencia de otros grupos sociales, que pueda enriquecer la lucha conjunta contra la violencia escolar y la discriminación, también contra las personas con tendencia homosexual, cuya dignidad y derechos deben ser siempre respetados. Esa es también misión que nos compete. A quienes participan en las marchas por la familia, convocadas en distintas ciudades, quiero animarlos a ser auténticos testigos. Que su comportamiento, gestos y palabras, reflejen siempre la justicia de su causa y el amor de Cristo por todas las personas, sea cual sea su condición. Recuerden que no nos manifestamos en contra de nadie –persona o grupo social- sino a favor de la familia, de sus derechos y libertades. Mons. Pedro Mercado Cepeda Secretario Adjunto de la Conferencia Episcopal de Colombia para las Relaciones con el Estado Vicario Judicial de la Arquidiócesis de Bogotá