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Opinión

Jue 7 Jun 2018

De la doctrina a la vida

El compromiso sociopolítico del cristiano Por Monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro: Continuamos este viaje al interior de la enseñanza social de la Iglesia, compartiendo líneas de diferentes temas contenidos en el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (En adelante citaremos el documento con la sigla CDSI). Y como aun seguimos en un contexto en el que el tema político está a la orden del día, proponemos otros puntos que contribuyan a iluminar nuestro papel como ciudadanos, siempre inspirados en los valores cristianos. Al servicio de la persona Parafraseando a Nuestro Señor Jesucristo, se puede decir que la política se hizo para el hombre y no el hombre para la política. Esto quiere decir que es siempre la persona la que debe estar en el centro de la actividad política; esta debe ponerse al servicio de la dignidad humana, para garantizar las condiciones que hagan siempre mejor la vida de hombres y mujeres en la sociedad. Como líderes políticos y como ciudadanos, hemos de recordar siempre que la persona no puede y no debe ser instrumentalizada por las estructuras sociales, económicas y políticas (CDSI, n. 48). Así, el líder político, el gobernante que se reconoce como cristiano tiene el reto de honrar el título de servidor público, trabajando en favor de todos, muy especialmente de aquellos más vulnerados y vulnerables. Pero también los ciudadanos, que también son discípulos del Señor Jesús, no deben olvidar su deber de contribuir al orden social respetando la ley, animando la sana convivencia pacífica y ejerciendo veeduría pública por los derechos propios y de todos. El cristiano y la vida política Hay una relación estrecha e inseparable entre los lazos que deben unirnos a Dios y aquellos que nos ponen de cara a nuestro prójimo, en todas sus condiciones y circunstancias. No se puede decir que se ama a Dios a quien no se ve mientras se es indiferente ante nuestros semejantes que sufren, a quienes vemos todos los días (Cf. 1Jn 4,20). Entendido esto, los cristianos no somos ajenos a los anhelos, los retos y las posibilidades que se presentan en las naciones, regiones, ciudades, municipios, barrios, etc. Son precisamente las enseñanzas de Jesús, los valores que nos comunica, los que se han de traducir en una vida que se deja interpelar por la realidad que le rodea y asume compromisos concretos en la sociedad, tales como el compromiso por la justicia y la solidaridad, para la edificación de una vida social, económica y política conforme al designio de Dios (CDSI, n. 40). Es la vida ciudadana, el campo propio y específico de los laicos donde legítimamente han de impregnar con el olor de Cristo y su Evangelio, la realidad en la cual viven. Iglesia y política (Cf. CDSI, n. 50-51) Ahora bien, que todos los bautizados tengan el legítimo derecho a tener una vida activa y protagónica en la sociedad, ejerciendo liderazgo político (esto aplica para los laicos), y asumiendo también la responsabilidad de ser ciudadanos comprometidos, no significa que la Iglesia en cuanto tal deba tomar posturas que no le son propias. No podemos confundir la Iglesia con la comunidad política ni tampoco se le puede vincular con sistema político alguno. Lo propio de la Iglesia, su misión en el mundo, es ser servidora del proyecto salvador de Dios, por medio de su Hijo Jesucristo. Y es aquí donde los ministros ordenados, cumpliendo su tarea específicamente evangelizadora, orientan y forman a los creyentes para su realización como hijos de Dios y buenos ciudadanos. Con la predicación del Evangelio, la gracia de los sacramentos y la experiencia de la comunión fraterna, la Iglesia “cura y eleva la dignidad de la persona, consolida la firmeza de la sociedad y concede a la actividad diaria de la humanidad un sentido y una significación mucho más profundos”. Monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali

Mar 5 Jun 2018

Tips pastorales

Testigos de santidad Por Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez: Nos dice el Papa Francisco en la reciente Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate (Alegraos y regocijaos, Mt. 5.12), que es necesario en nuestros tiempos, “reconocer que tenemos una nube ingente de testigos que nos alientan a no detenernos en el camino, nos estimulan a seguir caminando hasta la meta” (GE, 3). Este mes de junio, como en general todos los meses del año, la Iglesia nos propone en el calendario litúrgico una serie de celebraciones cristológicas, marianas y de los santos, para que estemos atentos a escuchar lo que cada uno de estos testigos nos dice con su vida y obras. Tenemos tres celebraciones cristológicas de gran significación: Corpus Christi, Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote y el Sagrado Corazón de Jesús. Cristo sacerdote y víctima, recibe alabanza y honor, y nos exhorta amarlo de la misma forma como Él ha sido misericordioso con cada uno de nosotros. Ponemos la mirada en el corazón inmaculado de María e igualmente veneramos santos, apóstoles, mártires, confesores y doctores, que a lo largo de la historia de sus vidas nos enseñaron el camino de la santidad. Santos de ayer y de hoy como San Juan Bautista, San Pedro y San Pablo, San Bernabé de los tiempos de Jesús, pero también, de los primeros tiempos de la Iglesia como San Justino, los santos Marcelino y Pedro y los protomártires de la Iglesia de Roma. Otros más tardíos como San Antonio de Padua y otros más recientes como Santo Tomás Moro y San José María Escribá de Balaguer. Obispos, religiosos, presbíteros diocesanos que nos permiten afirmar con ilusión: ¿si ellos pudieron por qué no yo? Todos estos santos, “mantienen con nosotros lazos de amor y comunión” (GE, 4). Vale la pena leer y meditar la invitación que nos hace el Papa a buscar la santidad en el mundo actual en la Exhortación Gaudete et exsultate. Entre muchas cosas el Papa afirma: “La santidad es el rostro más bello de la Iglesia” (GE, 9). “Para ser santos no es necesario ser obispos, sacerdotes, religiosos o religiosas… Todos estamos llamados a ser santos viviendo con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día” (GE, 14). “En la Iglesia, santa y compuesta de pecadores, encontrarás todo lo que necesitas para crecer en santidad” (GE, 15). “No tengas miedo a la santidad” (GE, 32). Acojamos el llamado apremiante del Papa Francisco que busca “hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió para que fuéramos santos e irreprochables ante él por el amor (Ef. 1,4)” (GE, 2). Por: Monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar Cali

Dom 3 Jun 2018

El verdadero obispo Buildes

Por Monseñor Libardo Ramírez Gómez*: Para los de mi generación, el nombre de Monseñor Miguel Ángel Builes Gómez, o “el Obispo Builes”, como coloquialmente se lo mencionaba, era signo de lucha en medio de los más contundentes debates de la época. Pero es de advertir que ni los santos, ni los misioneros, ni los hombres mismos, se improvisan, sino que son una amalgama de cuanto han recibido de los humanos y de Dios, a lo largo de su existir. Nace Mons. Builes de la raza antioqueña, luchadora contra el mismo ambiente, entre riscos y selvas, del hogar de los sufridos campesinos Don Agustín y Doña Ana María, el 9 de septiembre de 1888. Hizo estudios primarios en una escuela pueblerina, con compañeros cuyas familias luchaban, también, por la subsistencia. Nada extraño que al sobresalir en el servicio de Dios escogiera como lema y ejemplo a seguir, el de S. Pablo: “Combate bien el combate de la fe” (I Tim. 6,12). Fue ordenado Sacerdote, Mons. Miguel Ángel, el 29-01-14. Laboró pastoralmente en varias Parroquias de la Diócesis de Santa Rosa de Osos, hasta que fue preconizado Obispo de esa Diócesis, y consagrado en Bogotá (03-08-24), próximo a cumplir 36 años de edad. Regentó con sabiduría y gran celo pastoral la Diócesis de Santa Rosa, hasta el 8-06-67, cuando hizo entrega de ella ante su renuncia, por edad y quebrantos de salud, aceptada por la Santa Sede. Falleció el 29-09-71, con la satisfacción del deber cumplido, y pudiendo decir, también como el Apóstol: “He combatido el buen combate, he llegado al fin de mi carrera, he conservado la fe”. (II Tim. 4,7). Ese combate no fue solo frente a cuanto según el mensaje cristiano es error y pecado, sino en el empeño personal por purificar en sí mismo cuanto no fuera de Dios (I Cor. 11,28), y esforzarse por su propia santificación cada día más, y sin desmayo, hasta el supremo grado de perfección señalado por el Jesucristo (Mt. 15,48). Ese combate fue también por abrir paso al Evangelio, siempre según el testimonio de Saulo de Tarso, de “gastarse y desgastarse por esa causa. (II Cor. 12,15), con el acicate de evangelizar para no ser reprobado (I Cor. 9,16). Ese es el combatiente, en su gran dimensión, no solo el gladiador de las ideas, llamado en sus días “el Atanasio colombiano”, sino el que enfrenta los distintos frentes dignos de superar como el vicio, las medianías, las claudicaciones, el miedo al compromiso por temor del qué dirán. Para aterrizar en la verdadera personalidad del ilustre Prelado se han lanzado recientemente, el libro del escritor Sigifredo Ochoa Ospina, subtitulado “Por qué el Obispo Misionero de Colombia”, con 450 páginas plenas de datos que justifican ese honroso titulo. Es que está de por medio haber sido el quien providencialmente fue llamado el Señor a crear cuatro (4) Congregaciones Religiosas, dedicadas a expandir incansablemente el mensaje salvifico de Jesús de Nazareth, haber ordenado 162 Sacerdotes, llevado a centenares de jóvenes a ser fervorosos en Religión, haber reconocido palmo a palmo su extensa Diócesis y el inmenso territorio de Vaupés. Buena síntesis de lo logrado hace el escritor del libro, cuando dice en su introducción ante lo que ha obtenido al ordenar la vida y mensaje del Obispo Misionero: “De esa obra no emana la figura de un ángel sino la de un hombre: sí la de un hombre con todas sus virtudes, sus luces y sus sombras, sus imperfecciones y defectos; la de un hombre, eso sí, siendo plenamente consciente de los limites de su humana fragilidad quien luchó con humildad para vencer sus pasiones… con el fin de alcanzar la salvación de su prójimo y su propia santidad”. Dentro de sus limitaciones, reconocidas por él mismo, dos aspiraciones tenía en lo interior del alma: ser misionero y ser santo”. Sería quedarse sin el verdadero valor la personalidad del “Obispo Builes” si no se tuvieran en cuenta la obra de la gracia realizada en él, fuente de su profunda espiritualidad, cultivada en la oración y ascesis permanente, con férrea voluntad al exigirse a sí mismo más que cuanto exigía a los demás. “Su esfuerzo por ser otro Cristo lo asistió en todo momento de dificultad”, dice su biógrafo Ochoa Ospina. La devoción a María Santísima, Nuestra Sra. de las Misericordias, su íntima unidad espiritual con Sta. Teresita de Lisieux, sus mismos roces con la ahora Santa Laura Montoya, convertidos imitador en esfuerzo de superación espiritual y de humildes suplicas de su celeste intercesión, fueron medios de santificación y garantía de sus éxitos apostólicos. Que bien resaltar la imagen del verdadero Obispo Builes, “martillo de los herejes” pero con acciones siempre inspiradas en el amor de Dios y deseo de salvación para aquellos que con amor fraterno corregía. *Presidente del Tribunal Ecco. Nacional E-mail: [email protected]

Vie 1 Jun 2018

Eucaristía: Las bodas del cordero

Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía: El calendario de celebraciones en este mes de junio recoge, de principio a fin, el despliegue del misterio de Dios, revelado en Cristo Jesús, en el misterio de la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo. Desde la solemnidad del Cuerpo y la Sangre santísimos de Cristo, hasta la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, la liturgia nos convoca a vivir y a expresar juntos, ese “IGLESIA SOY” del creyente y de su comunidad doméstica, su pequeña comunidad, su comunidad parroquial, su Iglesia Particular o Arquidiócesis, su Iglesia Universal. Del 16 al 23 de junio, celebraremos la Semana Arquidiocesana, haciendo memoria del 20 de junio de 1964, cuando el Papa Paulo VI elevó la sede episcopal de Cali, creada también un día de junio, el 7 de ese mes en 1910, a sede arzobispal metropolitana del Valle del Cauca. Por ello, la fiesta patronal de Nuestra Señora de Los Remedios, bajo cuya protección está la Arquidiócesis de Cali y todo el Departamento, es el 20 de junio de cada año. Así lo reconoce el ordo litúrgico. En la Santísima Virgen unimos nuestra fe en Cristo, Dios hecho hombre en sus entrañas, con nuestra fe en la Iglesia y nuestra solidaridad, personal y comunitaria, con los enfermos y sufridos de la tierra. La Eucaristía, sacramento de la presencia del Resucitado, de su Sacrificio en la cruz, del Banquete Nupcial del Cordero, de la comunión del creyente con Cristo y con los demás creyentes, formando el Cuerpo de Cristo en medio de la humanidad, constituye el ambiente litúrgico en el que cada comunidad nace, crece, se educa, madura y da sus frutos de amor y misión. “Dichosos los invitados a la cena del Señor”: es la invitación que nos hace la liturgia de la Santa Misa, exhibiendo ante los fieles la sagrada forma, con las palabras de Juan Bautista sobre Jesús: “Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1,29). La bienaventuranza de los comensales invitados es tomada de una cita del Apocalipsis, a la que la liturgia, para evitar la redundancia, traduce como “cena del Señor”, porque el original del texto latino dice: “Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero” (Apocalipsis 19,9). Viene bien esta imagen de las Nupcias del Cordero, de Cristo Esposo de la Iglesia, para entender la celebración eucarística como la anticipación del Banquete celestial en la casa de Dios y la tensión amorosa, desde la intimidad de la comunión sacramental, que sostiene la vida cristiana en la esperanza, en la expectativa y vigilancia de la llegada del Amor Amado, que toca a nuestras puertas. “Mira que estoy a la puerta y llamo: si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y él conmigo” (Apocalipsis 3,20). Este cuadro tan inspirador, dirigido en la carta a la Iglesia de Laodicea, es una imagen plástica de esta constante “tensión amorosa” de Cristo a su Iglesia, ofreciéndole su ternura e invitándola a la comunión del banquete. Bien podría darnos esta imagen el sentido de la eucaristía como “lugar” y “momento” celebrativo, en el que se realiza el familiar e íntimo encuentro entre Cristo y su comunidad. La eucaristía es comida en la que todos estamos reunidos. Pero es también comida en la que cada uno está cara a cara con el Señor. En ella se construye esta “comunidad de mesa y de existencia” con Cristo y entre los cristianos. Una comunidad nacida y forjada en “la común participación de Cristo”, de la savia vital de su Amor y de su Unidad con el Padre, y de ellos con la humanidad, a la que está destinada la Iglesia como vid de dulces y abundantes frutos. (Juan 15, 1ss). El pan y el vino, cuerpo y sangre de Cristo, son imagen y realidad sacramental del sacrificio del Señor, de su cruz, donde se separan por la violencia que desangra, por la muerte y la lanzada (Juan19, 34-35). Unidos, nuevamente, bajo la acción del Espíritu Santo y el Ministerio sacerdotal de la Iglesia, en la “epíclesis” de la consagración sobre estos elementos, y luego sobre el pueblo participante, se convierten, ellos y la comunidad, en CUERPO DE CRISTO RESUCITADO que se nos entrega, en pan tomado, bendecido, partido y dado por Jesús, y en cáliz de su sangre, que sella la “alianza nueva y eterna”, las nupcias del Cordero y la Iglesia. A COMER TODOS DE ÉL invita Jesús con el Pan, y A BEBER TODOS DE ÉL, con el Vino del cáliz. El sacramento de la Nueva Alianza, en el que el esposo es Cristo, Cristo Crucificado y Resucitado, hace también, entonces, que la Iglesia sea “la esposa de la Nueva Alianza”, por lo cual el Apocalipsis no llama ya a Jerusalén “esposa de Dios”, como lo hacen los profetas (Isaías 54,4-8), sino “esposa del Cordero” (Apocalipsis 21,9). Es “la Jerusalén de lo alto, la mujer libre” (Gálatas 4,22-27), la Jerusalén santa, que viene del Cielo, que de su esposo tiene su santidad. Esta “mujer” es la madre de los hijos de Dios. Es la doble figura de la Iglesia: es la “esposa” de Cristo, vista como el conjunto de los elegidos, y es “la madre” de los hijos adoptados por el Padre celestial en su Hijo querido, vista como la Jerusalén Celestial, por la cual, y en la cual, cada uno de ellos ha nacido y es santificado por la gracia de Cristo, su esposo: “Os tengo desposados con un solo esposo, para presentaros cual casta virgen a Cristo” (2ª Corintios 11,2). Este AÑO DEL AMOR ESPONSAL, nos permita releer, a través de la riqueza eclesial del calendario litúrgico del mes de junio, nuestra vida espiritual, nuestra espiritualidad de Iglesia, bebida en la eucaristía, que va configurando a cada uno según el Corazón de Jesús y de María (8 y 9 de junio), y nos lleva a vivir todos esta dimensión esponsal: los laicos, especialmente los esposos cristianos que celebran la alianza sacramental, yendo más allá del mero hogar humano o matrimonio; los religiosos y religiosas, que se consagran mediante los votos de castidad, pobreza y obediencia; y los pastores, que como Juan el Bautista, cuyo nacimiento es también una de las solemnidades del mes (junio 24), o como Pablo, en el texto citado, se declaran los “amigos del esposo” (Juan 3,29), los que le presentan la novia y lo asisten, los “padrinos de boda”. El mes concluirá en Roma, con las figuras de Pedro y Pablo, su martirio, su “beber el cáliz de la Sangre de Cristo”, en esa profunda relación entre Cristo y la Comunidad de la Iglesia. Por: Monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Jue 24 Mayo 2018

Discernimiento

Por Monseñor Ismael Rueda Sierra: No es una palabra mágica, que resuelve los problemas como por encanto pero lo es definitiva, si la relacionamos con el modo como debemos, en conciencia, tomar opciones o decidir sobre asuntos de los que depende, en gran medida, un bien o un mal para personas o colectividades. Con mayor razón, y esto vale especialmente para los creyentes, sí se trata, mediante este ejercicio, de buscar y conocer cuál es la voluntad de Dios en relación con cualquier situación. “Discernir”, según su etimología, significa “separar” de un todo lo que se quiere seleccionar como lo mejor o lo más conveniente para conseguir un buen fin. La imagen más cercana que tenemos es aquella que es usual en las construcciones, cuando colocan la arena en un cernidor para que al irlo agitando, salga la arena fina y queden por aparte las piedras o los granos que no serán utilizados en la mezcla. Cuando se toma una decisión responsable es necesario hacer lo mismo para definir aquello que resulte lo bueno o lo mejor en tal caso. En la tradición cristiana, San Ignacio de Loyola se convirtió en un gran maestro en el arte o la actitud de discernimiento a la hora de orientar la vida espiritual, aplicable a los demás campos de la vida. No es por tanto extraño, y por el contrario tan saludable, en esta hora de la Iglesia y de la sociedad, que el Papa Francisco nos invite continuamente a hacer discernimientos responsables frente a los diversos temas y realidades que ha ido colocando a consideración del Pueblo de Dios, en unos casos, o de la sociedad, en otros. Podríamos tomar como ejemplo todo el proceso pedagógico que empleó el Papa al convocar la Asamblea del Sínodo de la familia, con el empeño de conocer sin tapujos las diferentes y enormes problemáticas que se ciernen sobre las familias en general y sobre la familia cristiana, en particular. El resultado es la Exhortación Amoris Laetitia, que se abaja pastoralmente al examen de situaciones puntuales, que sin contradecir los principios que dimanan del Evangelio, lo hacen más aplicable a la salvación de las personas, que es el bien mayor que se busca. Lo mismo podríamos decir en relación con el Sínodo de los jóvenes, en preparación, que busca escucharlos de primera mano para que, sobre esa realidad que viene de ellos, poder hacer discernimiento con el mismo propósito de dar respuesta desde el Evangelio. Y que no diríamos de la preocupación que está planteando para la reflexión de los gobiernos especialmente, en relación con los fenómenos de migraciones y desplazamientos de población, por diferentes motivos y la amenaza constante de explotación, trata y otros vejámenes contrarios naturalmente a su dignidad y desarrollo humano integral. Pero esta reflexión nos conduce hacia la toma de conciencia sobre el momento tan definitivo de discernimiento responsable y en conciencia libre y bien ilustrada, que con ocasión del proceso electoral que se avecina nos urge por el bien del país. En mucho tiempo quizá no habíamos tenido una circunstancia tan delicada de toma de decisión como en el momento actual para ir más allá de los apasionamientos políticos, de las informaciones sesgadas, de las polarizaciones de opinión, las prevenciones por amenazas reales o aparentes y otras novedades como en esta coyuntura de definiciones sociales y políticas. Se pide el “voto a conciencia”, pero este no se produce si no va acompañado de ese examen también de conciencia sobre lo que está en juego en este momento en nuestro país, para superar sus males y adentrarnos en mayores bienes en la consecución de una justa convivencia y una paz estable, posible y duradera. Para los creyentes, en este caso, significa sin duda una mayor responsabilidad en la medida en que ha de buscar lo que “Dios quiere” de bien para todos, mediada también, como es natural, la inteligencia y voluntad bien orientada del hombre. Es necesario orar, discernir y decidir. Con mi fraterno saludo. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Mié 16 Mayo 2018

Ante grande y grave compromiso

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez: A quince días de cumplir con el sagrado derecho y deber de dar el voto por quien a conciencia se crea que debe gobernar y dirigir acertadamente nuestra amada Colombia cada uno de los colombianos tenemos qué tomar conciencia de que estamos ante un grande y grave compromiso que hemos de cumplir, y responder de ello ante Dios y ante la Patria. Cruzarse de brazos ante este deber con escusa, de los incumplimientos, y hasta traiciones, de quienes son elegidos, es falsa escusa pues siempre habrá fallas humanas en los escogidos, las cuales serán mayores en quienes previamente tengan malos antecedentes o ideologías que llevan al desastre moral y económico a los países. Los malos gobiernos los eligen los que se creen “buenos ciudadanos”, apoltronados en irresponsable e imperdonable abstencionismo. Para dar el voto, y cumplir debidamente con la madre Patria, que reclama de sus buenos hijos necesario apoyo en palpables emergencias como las de Colombia en este momento, es preciso hacerlo en forma reflexiva, serena y libre, por quien, por encima de toda pasión o pequeños intereses, sea quien se estime la mejor entre las opciones para llevar adelante al País. Qué vergonzoso cuando esta tan importante actuación se llegue a dar por dadivas o promesas económicas, o por ciega pasión política de afecto o desafecto. Para dar este paso trascendent - al, es preciso, en primer término, tener análisis imparcial sobre la calidad del candidato, pues solo un árbol bueno puede dar frutos buenos. Hay qué tener en cuenta su rectitud de pensamiento, persona guiada por correctos principios morales y sociales, ser defensor de la familia fundada en la ley natural de unión entre hombre y mujer, que tenga hogar bien conformado, que sea claro defensor del fundamental derecho a la vida desde su inicio en el vientre materno hasta su muerte natural. Importante, igualmente, que tenga debido conocimiento y visión en lo económico y en lo social, con respeto a un bien encauzado derecho a la propiedad privada, con debida proyección y sensibilidad social, a la vez que respetuoso de derechos como el de libertad religiosa y a objeción de conciencia, a la luz de las determinaciones constitucionales. Necesitamos elegir un primer mandatario que respete la Constitución y la voluntad popular, sin atropellos a ellas, que no solo ofrezca como aliciente electoral sino que su pasado dé garantía de cumplir en el Ejecutivo, y propiciar en las otras ramas de poder, erradicación de procedimientos corruptos. Que asuma real compromiso, de afrontar las fallas en la educación, en cuanto a calidad y amplitud, atendiendo los reclamos en ésto de toda la Nación lo mismo que de los vinculados directamente con ella, pero que no sean desbordados sino dentro de la posibilidad presupuestal, con nivelación similar a solicitudes de otros gremios. Es indispensable que esté listo a afrontar la grave problemática de la salud, y que busque poner en orden todo lo relacionado con la recta administración de una Justicia que sea garantía para todos los ciudadanos. Sí votamos exigiendo en el candidato esas calidades, respeto a los principios y real compromiso con las situaciones mencionadas, habremos cumplido bien nuestro deber de buenos hijos, con la Madre Patria. Los creyentes invocaremos a Dios que nos dé sus luces, para acertar, y que nos dé lo mejor para Colombia. Venga lo que viniere, estaremos, así, tranquilos en nuestra conciencia, y satisfechos de este esfuerzo, como contribución a una paz verdadera. Esta solo será posible con el cumplimiento fiel y leal, sin subterfugios y amañados reclamos a acuerdos aprobados, así sean discutibles, encaminados a la paz, con apertura de todos a enmiendas que en forma realmente democrática se acuerden, luego. De esta manera habremos contribuido a la paz verdadera, que anhelamos todos los buenos colombianos. + Libardo Ramírez Gómez Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]

Sáb 5 Mayo 2018

La clave está en el amor

Por: Mons. Omar Mejía Giraldo - Continuamos hoy con la lectura del capítulo 15 de San Juan, este texto es el corazón del testamento de Jesús. Desde el capítulo 13 al 17, Jesús, el Señor, está dando las últimas instrucciones a sus discípulos. En este tiempo de pascua leemos el evangelio en clave de despedida, se acerca la solemnidad de la ascensión del Señor a la gloria celestial. Antes de marcharse, el Señor instruye a sus discípulos, sobre lo central y más importante para un discípulo suyo. La clave está en el amor. Jesús, el Señor, el Hijo de Dios, no hace un discurso o una poesía sobre el amor. El texto es más bien una sinfonía perfecta de lo que es y experimenta Jesús. Él es el amado del Padre: “Éste es mi Hijo amado, en Él me complazco” (Mt 3,17). Jesús es el amado desde siempre y para siempre. Con el amor que Él ha recibido del Padre es como Él los ha amado durante su ministerio público: “Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Juan 13,1-ss). Jesús, el Señor, está dando su vida paso a paso: “El buen pastor da la vida por sus ovejas” (Jn 10,1-ss). Jesús, el Señor, da la vida definitivamente en la pasión, misterio que tiene su culmen en la cruz y en la resurrección (Cf Jn 18-20). La clave está en el amor. Como lo hemos venido contemplando en los evangelios de los domingos anteriores, Jesús, el Señor, se identifica frente a sus discípulos con el “Yo soy”… Hoy su identidad es con el amor. La fuerza de su actuar viene del amor que Él recibe del Padre, con ese mismo amor ha amado a sus discípulos y es el mismo amor que les pide, por eso les dice: Ámense; Jesús, el Señor, está hablando con un imperativo categórico: Ámense. Para el discípulo el “amor” no es opcional, es un imperativo que define la esencia de su “estar” en y con Jesús. Si los discípulos quieren vivir en la dinámica del amor deben amarse como el Padre ama al hijo y deben amarse como Jesús los ha amado a ellos. La clave está en el amor. Para el cristiano el amor no puede ser un simple sentimiento, para el cristiano el amor es una opción libre y voluntaria, pero responsable y comprometedora. El amor de Dios es eterno, estable, duradero, permanente. Dios no nos ama, porque nosotros seamos buenos, no. Dios nos ama porque su esencia es el amor. “Dios es amor” (1 Jn 4,8). La dinámica de la historia de salvación es la dinámica del amor. Por amor Dios ha tomado la iniciativa de elegirse un pueblo para sí y desde este pueblo hacer difusivo su amor a la humanidad. La alianza que Dios hace con los líderes del pueblo son alianzas de amor, alianzas de amistad (Cf La vida de Abraham, Moisés, los profetas…). La Palabra de Dios dice de Moisés que era el “amigo de Dios”. Jesús, el Señor, le dice a sus apóstoles: “Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre.” Con el amigo se comparte la plenitud del ser, con el amigo no hay secretos, con el amigo existe el grado sumo de confianza. En la amistad están implicados dos corazones que se abren de par en par. Por eso la necesidad del respeto, la fidelidad y la responsabilidad en la amistad. El amor sin éstas tres características no es amor, es una caricatura del amor. La clave está en el amor. Hermanos, la clave está en el amor de Dios, Él nos amó primero. Si el amor en mi vocación no es estable y duradero es porque ha fallado el fundamento, porque ha fallado el amor primero. Un edificio se cae cuando fallan los cimientos. Así es el amor humano, éste falla cuando no alimentamos el amor de Dios en nuestras vidas y en nuestras relaciones fraternas. Para que nuestra consagración sacerdotal, religiosa, matrimonial…, sea estable y duradera, necesitamos experimentar el amor de Dios y por lo tanto, necesitamos permanecer en su amor. Permanezcan en mi amor, dice Jesús, como yo permanezco en el amor del Padre. La clave está en el amor. ¿Y cómo permanecer en el amor de Jesús? Sencillo. Hagamos una analogía con nuestra vida cotidiana: amistad que no se alimenta con el diálogo, las visitas, las comunicaciones…, es una amistad que se va debilitando y llega el momento en que definitivamente se agota, se enferma y se muere. Para alimentar la amistad con el Señor, es necesario: Orar, meditar, leer la Palabra, perdonar, sanar las heridas, corregirnos…; es necesario además, dar buenos frutos y esos se manifiestan en la alegría, el servicio, en el amor mutuo. No basta decir Señor, Señor, es necesario obrar de acuerdo al mandato del Señor: “Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando.” La clave está en el amor. Hermanos, insisto, el amor no es un sentimiento, el amor es una opción y como cristianos es un imperativo categórico. Si no nos amamos no tenemos el derecho a llamarnos cristianos. El siglo XXI será el siglo del amor cristiano o el cristianismo se acabará. La verdad definitiva y esperanzadora de la Palabra de Dios es “que Jesús nos ama, esto es lo más importante que debemos saber”. Por favor, aprendamos una cosa: el amor de Dios es inmenso, intenso y total, es libre, generoso y transformador. ¡Qué bueno sería que así fuera nuestro amor! Esa es la meta, esa tiene que ser la ilusión, la lucha, el trabajo cotidiano. Nada más frustrante que entregar toda una vida y luego darse cuenta que todo era una ilusión pasajera, una mentira, una falsedad. La clave está en el amor. Queridos sacerdotes, estimados padres de familia, muy apreciados maestros, líderes sociales, políticos, empresarios…, nuestra meta es el amor. Al final de la jornada seremos juzgados en el amor. Cuando lleguemos a la eternidad nuestro buen Padre Dios, no nos preguntará por nuestros títulos y por nuestras chequeras, nos preguntará y nos juzgará por la intensidad, la profundidad, la sinceridad y la responsabilidad en el amor. No seamos ilusos, no digamos esa frase tan tonta: “sin amor también se vive.” Eso es mentira, porque somos lo que somos, por el amor de Dios. Si no fuera por el amor de Dios no existiríamos, no podríamos caminar, sonreír, amar, jugar… La clave está en el amor. No nos detengamos tanto a llorar sobre la leche derramada. La fuerza interior de nuestra vida no puede estar en los fracasos de nuestro amor. No importa que hayamos sido rechazados (as), no importa que hayamos sufrido; nuestro corazón nos ha dolido muchas veces, sí; pero lo más importante es que hoy sabemos que Dios nos ama. La clave de la vida presente está en saber perdonar y sanar nuestro pasado. Hoy es hoy y hoy somos conscientes que desde siempre y para siempre Dios nos está amando y su amor es para siempre. Haya pasado lo que haya pasado, pase lo que pase, el amor de Dios no se muda, nunca cambia, su esencia es el amor. + Omar Mejía Giraldo Obispo de Florencia Juan 15,9-17 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Como el Padre me amó, así también los he amado yo: permanezcan en mi amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he cumplido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho todas estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría sea completa. Este es mi mandamiento: que se amen unos a otros como yo los he amado. No hay amor más grande que dar la vida por sus amigos, y son ustedes mis amigos si cumplen lo que les mando. Ya no les llamo servidores, porque un servidor no sabe lo que hace su patrón. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que aprendí de mi Padre. Ustedes no me eligieron a mí; he sido yo quien los eligió a ustedes y los preparé para que vayan y den fruto, y ese fruto permanezca. Así es como el Padre les concederá todo lo que le pidan en mi Nombre. El mundo odia a Jesús y a los suyos. Ámense los unos a los otros: esto es lo que les mando. Tarea Leer, meditar, orar 1 Cor 13.

Jue 3 Mayo 2018

Necesitamos héroes que luchen contra el hambre

Por: P. Daniel Saldarriaga Molina - A lo largo de estos 17 años que llevamos como Banco de Alimentos de Bogotá, hemos hecho experiencia de que la buena voluntad debe ser un ejercicio que vaya más allá de las buenas y nobles ideas, porque son precisamente las acciones las que pueden tener un impacto en la vida de los demás, las que son gestoras de cambio y transformación para generar nuevas realidades, como en nuestra labor de entregar 14.011 toneladas de productos en el 2017 para socorrer a más de 313.000 personas en estado de vulnerabilidad que necesitan de muchos héroes luchando ¡Juntos contra el Hambre! Esto ha sido posible porque hemos sido afortunados al contar con aliados como la academia, el sector público y privado, que nos han permitido llegar a más de 1.129 organizaciones sociales. Contamos con más de 3.200 voluntarios el año pasado, quienes aportaron a la titánica labor de donar de su tiempo sin esperar nada a cambio, solo con la gran satisfacción de servir y hacer el bien, haciéndolo bien, para que más niños, jóvenes, adultos mayores y familias puedan pasar a un mejor nivel. Aun así, estamos en una tarea que cada vez necesita de más manos, tiempo, recursos y conocimiento; por lo que necesitamos de más empresas y personas que confíen en nosotros como un puente para unir a los que quieren servir; un ejemplo de esto son empresas como Nestlé y Unilever, que han hecho esfuerzos para ir más allá de la donación de alimentos, ayudándonos con nuestros cuartos fríos. Así mismo, están vinculadas 32 universidades que aportan a los programas de formación, fortaleciendo nuestra ayuda para no solo llegar con productos, sino para que esta obra que como fundación pertenece a la Arquidiócesis de Bogotá tenga sabor a evangelio, como nos lo pide el señor cardenal Rubén Salazar Gómez. Hoy en día, también estamos ‘sembrando esperanza’ de la mano de los agricultores y comerciantes, otros héroes en la lucha contra el hambre, a través del Programa de Recuperación de Excedentes Agrícolas, Prea y del Centro de Acopio en Corabastos ‘Alimenta más, desperdicia menos’. Tenemos el reto para el 2018 de mover más de 17.000 toneladas de productos, de ampliar nuestra cobertura y de contar con un 10 % o 12 % más de voluntarios. Canalizar todos estos esfuerzos y ampliar su alcance no es una tarea fácil. Tenemos otros proyectos en cuanto a la infraestructura que son difíciles de sortear, por la planeación e inversión que demandan; es el caso de ofrecer productos congelados. Para convertir este sueño en realidad, estamos en la búsqueda de una unidad de congelación. En el Banco de Alimentos nos hemos planteado tener una segunda bodega en la que se pueda ampliar el tipo de productos que se brindan a las comunidades, como aquellos de primera necesidad y aseo; este nuevo proyecto, de 1.500 m2, también albergará nuevos espacios para la formación y para el desarrollo de actividades. Por todas estas acciones, para cambiar y mejorar la vida de aquellos que padecen hambre, necesitamos de su ayuda en relación con esta realidad del hambre que no debería de existir; lo invitamos a que se sume a esta noble causa, de nuestra lucha ¡Juntos contra el Hambre!, y conozca más de nuestra labor visitando nuestra página www.bancodealimentos.org.co. Estamos convencidos que hay más esfuerzos que se pueden hacer y que pueden canalizarse, no queremos ayudar a conservar el número de pobres, sino llevarlos a un nuevo nivel de vida en el que puedan superar sus dificultades; por lo que necesitamos más héroes que protagonicen alimentar la felicidad de aquellos que han perdido la esperanza en vivir mejor; serán los que nos permitan llegar a cambiar las realidades de tantos que se encuentran “descartados, desplazados, víctimas de la injusticia y la violencia”, tal como nos recomienda a reconocerlos, el Papa Francisco. PADRE DANIEL SALDARRIAGA MOLINA *Director Ejecutivo del Banco de Alimentos de Bogotá