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Opinión

Vie 6 Oct 2017

Tips pastorales católicos

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - No deja de ser significativo constatar cómo la semilla de la religión católica salió a flote cuando recibimos al papa Francisco en Colombia. Hay una serie de elementos constitutivos del catolicismo que, consciente o inconscientemente, aparecen en momentos fuertes de la vida del creyente. Una misma profesión de fe, la acogida y vivencia de todos los sacramentos y el respeto y seguimiento del régimen eclesiástico, hacen que el creyente esté en comunión con la Iglesia católica. Son evidentes y necesarios también, el amor a la Eucaristía, la devoción mariana, el respeto y sentimientos de filiación y afecto al Papa, sea quien sea, en este caso, el Papa Francisco. Fue muy difícil que alguien en Colombia, por convicción o por simple curiosidad, no hubiera seguido algún momento de la visita del Romano Pontífice. Cómo no agradecer aquí a todos los medios de comunicación que lograron finalmente entender el sentimiento religioso de un pueblo, que sin temor alguno, salió a las calles, colmó escenarios y elevó incesantes plegarias a Dios por el buen éxito de la visita del Papa. Lo que viene es más complejo. La emoción de la visita no se puede quedar en un sentimiento que puede resultar pasajero. La visita del Papa tiene que ayudarnos a iniciar algo nuevo. Un antes y un después de la visita, tiene que ser la consecuencia de un esfuerzo tan grande en favor nuestro, como el que hizo Papa, anciano en años (81), pero joven en espíritu y vitalidad. Los católicos, que experimentamos el amor que Dios tiene a su Iglesia, es decir a nosotros, no podemos seguir siendo los mismos. Ser católicos de verdad, animados por el mensaje del Papa, significa que asumamos el reto de vivir con coherencia nuestra fe, que no nos de miedo salir a callejear esa misma fe y que con la fuerza que viene de lo alto, seamos los artesanos de la paz y de la reconciliación en un país que requiere de grandes dosis de esperanza. Si en Cali acogimos al Papa en nuestros corazones, su palabra deberá ser la guía de nuestro caminar. Con orgullo, pero a la vez con humildad, nos sentimos de verdad católicos. Al Papa agradecemos sus orientaciones, sus enseñanzas, sus reclamos, sus signos de cercanía y de amor. Sentimos que el Papa cumplió radicalmente el objetivo de su viaje: “He venido hasta aquí justamente para confirmarlos en la fe y en la esperanza del Evangelio: manténganse firmes y libres en Cristo, firmes y libres en Cristo, porque toda firmeza en Cristo nos da libertad, de modo que lo reflejen en todo lo que hagan. Asuman con todas sus fuerzas el seguimiento de Jesús, conózcanlo, déjense convocar e instruir por Él, búsquenlo en la oración y déjense buscar por él en la oración, anúncienlo con la mayor alegría posible” (Homilía en Medellín). +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Jue 5 Oct 2017

“Demos el segundo paso”: Francisco

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - En el avión que lo transportó de Cartagena a Roma, tras cuatro días de visitas pastoral a igual número de ciudades, el Papa Francisco señaló que si él regresara a Colombia, le gustaría que el lema al menos fuese: “DEMOS EL SEGUNDO PASO”, en alusión al “Demos el primer paso” de su reciente periplo por el país. “Dar el primer paso” es, sobre todo, salir al encuentro de los demás con Cristo, el Señor. Y Él nos pide siempre dar un paso decidido y seguro hacia los hermanos, renunciando a la pretensión de ser perdonados sin perdonar, de ser amados sin amar. “SI COLOMBIA QUIERE UNA PAZ ESTABLE Y DURADERA TIENE QUE DAR URGENTEMENTE UN PASO EN ESTA DIRECCION, QUE ES AQUELLA DEL BIEN COMÚN, DE LA EQUIDAD, DE LA JUSTICIA, DEL RESPETO DE LA NATURALEZA HUMANA Y DE SUS EXIGENCIAS.” “SÓLO SI AYUDAMOS A DESATAR LOS NUDOS DE LA VIOLENCIA, DESENREDAREMOS LA COMPLEJA MADEJA DE LOS DESENCUENTROS: SE NOS PIDE DAR EL PASO DEL ENCUENTRO CON LOS HERMANOS, EL DE ATREVERNOS A UNA CORRECCIÓN QUE NO QUIERE EXPULSAR, SINO INTEGRAR, SE NOS PIDE SER CARITATIVAMENTE FIRMES EN AQUELLO QUE NO ES NEGOCIABLE; EN DEFINITIVA, LA EXIGENCIA ES CONSTRUIR LA PAZ, HABLANDO, NO CON LA LENGUA, SINO CON MANOS Y OBRAS, Y LEVANTANDO JUNTOS LOS OJOS AL CIELO: ÉL ES CAPAZ DE DESATAR AQUELLO QUE PARA NOSOTROS PARECE IMPOSIBLE. ÉL NOS PROMETIÓ ACOMPAÑARNOS HASTA EL FIN DE LOS TIEMPOS, Y ÉL NO VA A DEJAR ESTÉRIL TANTO ESFUERZO” (Homilía en Cartagena, Contecar, 10 de septiembre). “No necesitamos un proyecto de unos pocos para unos pocos, o una minoría ilustrada o testimonial que se apropie de un sentimiento colectivo: SE TRATA DE UN ACUERDO PARA VIVIR JUNTOS, DE UN PACTO SOCIAL Y CULTURAL”, nos reitera el Papa Francisco, recordando sus propias palabras en “La Alegría del Evangelio (239). Y pocos momentos después, en el avión, hablando de DAR EL SEGUNDO PASO, nos dijo: “se trata de querer ir adelante en este proceso que va más allá de las negociaciones que se están haciendo o que se deban hacer. EL PUEBLO QUIERE RESPIRAR….TRAS 54 AÑOS DE CONFLICTO CON LA GUERRILLA, SE ACUMULA MUCHO ODIO, MUCHO RENCOR, MUCHA ALMA ENFERMA. GUERRILLAS, PARAMILITARES Y CORRUPTOS HAN COMETIDO PECADOS MALOS QUE HAN PROVOCADO ESTA ENFERMEDAD DEL ODIO. SE HAN DADO PASOS DE ESPERANZA, PASOS EN LA NEGOCIACIÓN. EL ULTIMO DE LOS QUE SE HAN DADO ES EL CESE DEL FUEGO DEL “ELN” Y LO AGRADEZCO MUCHO, AGRADEZCO MUCHO ESO”. “Ver al papá, a la mamá, que alzaban a sus niños para hacérselo ver al Papa, para que el Papa los bendijera. Como diciendo, ¡este es mi tesoro, esta es mi esperanza! ¡Este es mi futuro! Es la imagen de los colombianos que más me ha llegado, desde la gente en las calles. Esto es un símbolo: Símbolo de esperanza, de futuro. Un pueblo que es capaz de hacer hijos y después los muestra, los hace ver así, es UN PUEBLO QUE TIENE ESPERANZA Y TIENE FUTURO”. DAR EL SEGUNDO PASO significará, entonces, muchos retos para todos, en esta hora de Iglesia y de Patria, de humanidad y Evangelio. Comprometernos en este proceso de ponerle punto final a las confrontaciones armadas, a la violencia, la corrupción, el narcotráfico, la mentira: está en manos del pueblo todo, de su ejercicio cotidiano, ordinario, y del ejercicio democrático, electoral, UNIRNOS EN ESTE PROCESO. “En Bogotá y Colombia peregrina una inmensa comunidad que está llamada a convertirse en UNA RED VIGOROSA QUE CONGREGUE A TODOS EN LA UNIDAD, trabajando en la defensa y el cuidado de la vida humana, particularmente cuando es más frágil y vulnerable: en el seno materno, en la infancia, en la vejez, en las condiciones de discapacidad y en las situaciones de marginación social”. (Homilía en el Parque Simón Bolívar, 7 de septiembre). Con estos pocos elementos, tomados de los muchísimos que podríamos extraer de los mensajes del Papa Francisco en Colombia, los invito a consolidar el primer paso y a CONSTRUIR JUNTOS EL SEGUNDO PASO, indicado ya por el mismo Papa. “San Pedro Claver no se quedó parado: después del primer paso, siguieron otros, y otros, y otros. Su ejemplo nos hace salir de nosotros mismos e ir al encuentro del prójimo. COLOMBIA, TU HERMANO TE NECESITA, VE A SU ENCUENTRO LLEVANDO EL ABRAZO DE PAZ, LIBRE DE TODA VIOLENCIA, ESCLAVOS DE LA PAZ PARA SIEMPRE”. Este sello pontificio a su homilía final en Cartagena, debería convertirse en la CALCOMANÍA DE TODA PUERTA, quizás en el TATUAJE DE TODO BRAZO humano. ¡¡ESCLAVOS DE LA PAZ PARA SIEMPRE!! Los bendigo a todos. Y como el Papa Francisco, me atrevo a pedirles un favor: “Recen por mí”. Yo lo hago por todos, sin excepción. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Mar 3 Oct 2017

Ir a lo esencial

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – Acabamos de vivir la Visita del Papa Francisco a Colombia. Ha sido un especial tiempo de gracia, que nos ha sacado de la rutina cotidiana, nos ha presentado grandes horizontes y nos ha llenado de esperanza. Hemos visto la alegría y el entusiasmo de millones de personas que han salido a vivir una experiencia de fe y de comunión eclesial. Hemos visto al Santo Padre sonriente, dándonos unos mensajes profundos, entregado a todos a pesar del cansancio. Hemos percibido, sobre todo, la acción de Dios dejando en cada uno de nosotros un llamamiento apremiante y algún signo de su amor. No podemos sino dar gracias. Gracias, ante todo, a Dios, autor de todo bien; al Papa que se acercó a nuestra realidad y nos planteó nuevos caminos; a las parroquias que prepararon con la oración y la catequesis este encuentro; a los miembros de las distintas comisiones integradas por la Alcaldía de Medellín y nuestra Arquidiócesis, que trabajaron sin descanso; a tantas personas que aportaron sus servicios, su ayuda económica y sus ideas; a toda la gente que participó con fe y con gozo en este gran acontecimiento. Sin el compromiso de todos no hubiera sido posible afrontar los retos enormes de esta Visita. Ahora tenemos que hacer una lectura cuidadosa de lo que Dios nos ha dicho y de lo que ha manifestado como su voluntad sobre nosotros; debemos considerar toda esta experiencia de vida en su conjunto; necesitamos reflexionar detenidamente y aplicar sin demoras las enseñanzas del Santo Padre; urge cultivar la unidad, la vitalidad y el entusiasmo que revelamos los miembros de la Iglesia; tenemos que empeñarnos en conservar el fuego que quedó encendido en el corazón de toda la sociedad colombiana. La Visita del Papa Francisco no fue un evento que pasó, sino una luz y una fuerza para continuar el camino. De modo particular, quiero pedir que mantengamos presentes las tres actitudes fundamentales que nos señaló en nuestra vida de discípulos de Cristo. La primera, ir a lo esencial; es decir, ir a lo profundo, a lo que cuenta y tiene valor para la vida. No quedarnos en lo exterior sino partir siempre de una viva experiencia de Dios y de su amor. El discipulado no es algo estático, nos ha señalado Francisco, sino un continuo camino hacia Cristo, una experiencia de su presencia viva y operante. Es un aprendizaje, a partir de su Palabra, que nos lleva a dar respuesta a las necesidades de nuestros hermanos. La segunda actitud nos conduce a asumir una permanente renovación. La Iglesia debe sentirse zarandeada por el Espíritu para dejar sus comodidades y sus apegos. No se debe tener miedo a una renovación fundada en la fe y la esperanza que nos transmite la Buena Noticia. La renovación exige valentía para responder mejor a la llamada del Señor. Concretamente, nos ha indicado el Papa, que en Colombia hay unas situaciones que reclaman de los discípulos el estilo de vida de Jesús, en particular el amor convertido en hechos de no violencia, de reconciliación y de paz. En tercer lugar, nos pide el Santo Padre involucrarnos. A nosotros nos toca crecer en arrojo, en un coraje evangélico, ante la situación de tantos que tienen hambre de Dios y de dignidad. No podemos impedir el encuentro con Dios, debemos ser por el contrario servidores que salimos a buscarlos a todos. Nos ha dicho el Santo Padre que debemos ser discípulos misioneros, sin miopías heredadas, que sepan ver desde los ojos y el corazón de Jesús y desde ahí juzgar y comprometerse aun arriesgadamente. Estas orientaciones del Papa Francisco en Medellín deben ser de verdad para nosotros una confirmación en la fe, que nos haga vivir firmes y libres en Cristo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 29 Sep 2017

Explicar el dolor

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro - Ni las preguntas sobre la existencia de Dios, ni sobre la virginidad de María, ni los cuestionamientos de los protestantes o los tristes casos de corrupción dentro o fuera de la Iglesia me han puesto tanto en aprietos como lo ha hecho la pregunta sobre la razón del dolor humano, máxime cuando son los niños quienes lo soportan o son ellos las víctimas fatales. Ninguna pregunta es tan misteriosa. Por ejemplo, estoy pensando en los niños muertos en los terremotos, en los huracanas, por causa de la violencia, del abuso, de las enfermedades. Muchos han intentado responder esta pregunta y se han quedado simplemente en el preámbulo. ¿Será una pregunta sin respuesta? ¿Se tratará de una pregunta retórica? Por supuesto la teología tiene una respuesta: desde el Génesis el dolor tiene una razón de ser como consecuencia del pecado. Incluso, la teología escolástica habló de la diferencia entre la voluntad activa de Dios (por la cual Él quiere el bien para el hombre) y su voluntad permisiva (por la cual permite el mal para sacar de allí un bien mayor). Es más: Cristo encarna en su propia persona como Hijo de Dios el dolor de la humanidad, del inocente, del que sufre como consecuencia del pecado de los otros. Él, que no tenía pecado, terminó siendo reo de muerte pero salió victorioso en la resurrección. La teología es una disciplina iluminadora, es fundamental para la vida de fe, pero no puede caer en el simplismo de las respuestas académicas ni estar desencarnada de la realidad. Por ello la teología necesariamente debe ir acompañada de actos concretos y, en el caso particular del dolor, de actos de solidaridad. Creo que la solidaridad hace concretas las respuestas teológicas. Leyendo el hermoso relato de la poeta Piedad Bonett titulado “Lo que no tiene nombre” donde hace una especie de catarsis espiritual tras la muerte de su joven hijo, sentí vergüenza ajena con estas líneas, cuando la autora cuenta el momento del funeral: “El sacerdote, un hombre joven que queriendo parecer simpático y desenvuelto me ha hecho bromas insulsas y extemporáneas antes del oficio, repite vaguedades y lugares comunes sobre Daniel, y a la hora de la homilía cuenta anécdotas triviales que aspiran a parecer sabias…” Entonces me pregunto: como sacerdote, pero sobre todo como ser humano ¿he sabido llegar al corazón del que sufre? Cuando celebro unas exequias ¿tengo buen trato hacia los dolientes? Cuando alguien siente dolor ¿Cuáles son mis palabras de consuelo? ¿He caído en la trivialidad de quien ve el dolor como algo normal? ¿Soy indiferente ante el mal que sufren los demás? Para intentar en algo explicar el dolor humano, sobre todo el de los niños, cuando unos padres me preguntan por qué murió su niño recién nacido, por qué fue abusada su pequeña, por qué su hijo sufre matoneo, etc. lo primero que hago es pedirles que hagamos un momento de oración; breve, espontáneo, pero sincero. “Señor, danos tu paz, que sepamos entender este momento de la vida y tengamos mirada amplia para saber lo que quieres de nosotros, valorar más lo que tenemos, corregir nuestros equívocos. Danos tu paz, Señor”. Un momento de silencio, un abrazo, una palabra de consuelo y de ánimo. Luego la escolástica; porque la solidaridad es la mejor respuesta al dolor. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Mié 27 Sep 2017

Lo que debemos aprender de Francisco

Por: Monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro: No cabe duda de que el paso del Papa Francisco por nuestra patria fue un verdadero torrente de gracia y de bendición. Desde el primer instante de aquel ya inolvidable 6 de septiembre, cuando se le vio en el Papamóvil por las avenidas que lo conducían desde el Aeropuerto El Dorado hasta la Nunciatura Apostólica, Dios comenzó a tocar el corazón del pueblo colombiano por medio de los gestos, la sonrisa, la mirada limpia y las palabras claras y firmes, pero dichas con tanta suavidad y respeto por parte del sucesor de Pedro. Se podría decir que Francisco nos mostró el rostro cercano del Señor y sacó la mejor cara y corazón de un pueblo colombiano que se evidenció necesitado de una voz de esperanza y con una raíz cristiana católica muy profunda. El valor de la coherencia El paso del Papa por Colombia nos ha mostrado que cuando se es coherente, la sola presencia es ya un signo elocuente de vida que se hace creíble, atractiva, que invita a la emulación. El pueblo colombiano fue tocado por esa persona que no muestra fracturas entre su discurso y su modo de ser y le correspondió con creces, volcándose a las calles y a cada una de las celebraciones que fueron presididas por el Santo Padre. A los cristianos, ministros ordenados, religiosos y religiosas, al igual que los laicos, el sucesor de Pedro nos interpela con su misma presencia. Para todos nosotros es, más que un llamado, la constatación de un imperativo ético por el que debemos trabajar. Dios espera de nosotros que su enseñanza resplandezca claramente a través de nuestra vida, que con ella se confirme lo que proclamamos con los labios. Y nuestro pueblo tiene el derecho de poder encontrar testigos creíbles que los animen y les muestren que el Evangelio de Jesús sigue siendo la respuesta que nunca pierde vigencia para el ser humano de ayer, de hoy y de mañana. A decir la verdad con caridad Ya Benedicto XVI nos había indicado esto en su Encíclica Dios es caridad. En el Papa Francisco esto lo hemos podido confirmar. Cada intervención suya ha sido una auténtica cátedra de cómo se debe proclamar la verdad que viene del Padre Dios, pero desde el profundo respeto por cada persona. El Santo Padre habló claro, no se fue por las ramas, pero nadie se sintió agredido sino agradecido. Pude leer en las redes sociales mensajes de líderes, que antes planteaban reservas por la presencia del Papa en Colombia, y después de escucharlo le agradecieron y hasta expresaron su intención de trabajar para asumir y apropiar el mensaje recibido. El refranero dice que se consigue más con una gota de miel que con un barril de vinagre; esto es lo que ha hecho el Papa. A los cristianos, pero incluso a cada uno de los connacionales, creyentes o no, Francisco nos deja el reto de cambiar el discurso, de romper los paradigmas desde los que nos hemos movido hasta hoy. En nuestro país se ha hecho paisaje exponer las ideas propias y rebatir las ajenas con un lenguaje agresivo, descalificador, centrado más en la ofensa al otro que en la coherencia de los argumentos. Con el Santo Padre nos queda claro que debemos aprender y dar el primer paso desarmando las palabras, sometiendo nuestras ideas al filtro previo de la reflexión y la oración, antes de presentarlas públicamente. A tener como punto de partida el respeto por el otro, algo que hace mucho tiempo se perdió. La vulnerabilidad como criterio de discernimiento y de acción Desde la experiencia personal, hubo un hecho tremendamente impactante en el curso de esta visita: el encuentro en la nunciatura con un grupo de jóvenes en situación de discapacidad. Allí el Papa dijo una de esas frases destinadas a quedarse grabadas en el corazón y a convertirse en punto de referencia: “Todos somos vulnerables”. Y agregó que “Dios es el único vulnerable”. Con esto Francisco nos ofrece un elemento esencial del pensamiento y las acciones humanas. No somos perfectos, nos podemos equivocar, siempre está la posibilidad del error; y esto lo debemos tener muy presente. Cuando olvidamos nuestra condición de vulnerables suceden varias cosas: Dios (el único que no es vulnerable), ya no es necesario; todo lo podemos con nuestras propias fuerzas; hablamos soltando siempre sentencias definitivas que no resisten el análisis, el cuestionamiento, el comentario, la corrección, cerrando el paso a los pensamientos e ideas de los demás; y actuamos buscando única y exclusivamente nuestros intereses, sin dar importancia a los demás incluso pasando muchas veces por encima de ellos. Al final de su encuentro con estos jóvenes el Papa pidió que rezaran por él, pues también es muy vulnerable. Con ello nos deja una enseñanza profunda: cuando tomamos conciencia de algo innegable que todos tenemos en común, sin importar la posición económica, el nivel de educación, los roles sociales, la condición religiosa, étnica o política, entonces nos sentimos casi que obligados a apoyarnos los unos a los otros, a sobrellevar mutuamente nuestras cargas, a estar abiertos para ayudar y dejarse ayudar. A buscar juntos en el Único no vulnerable, la fuerza para que las flaquezas no se conviertan en punzones que lesionan o hieren la dignidad de los demás sino en factor que nos acerca y mueve a la corresponsabilidad. *Monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali Presidente de la Comisión Episcopal de Comunicación

Lun 25 Sep 2017

A causa de la corrupción: Pocos tienen mucho y muchos tienen poco

PorIsmael José González Guzmán*:Uno de los problemas que afecta significativamente a Colombia es la corrupción. Ella limita el progreso como sociedad al privar de calidad de vida –salud, educación, recreación, empleo, malla vial, etc.– a las personas, sobre todo a las más necesitadas y excluidas al margen de la historia. La corrupción además, genera incredulidad hacia la democracia, porque se distorsiona el papel de las instituciones políticas, que han traicionado los principios morales y las normas de la justicia social (Doctrina Social de la Iglesia [DSI], 410-411). El papa Francisco se refiere a la corrupción como un cáncer social que se arraiga en muchos países (Evangelii Gaudium, 60). De igual manera, los Obispos Católicos de Colombia, como fruto de su asamblea general 101 y 102, han reconocido en la corrupción una raíz de la violencia que amenaza a la construcción de la paz y un mal que permea la sociedad en sus estructuras fundamentales. En ese sentido, el Episcopado no sólo denuncia esta realidad, sino que también anima a un compromiso serio con la verdad, la honestidad y la justicia, para evitar que la corrupción acabe con nosotros como sociedad. Hay que tener presente que la sociedad, a través de organismos no gubernamentales y asociaciones intermedias, debe exigir de los gobiernos la implementación de normativas, procedimientos y controles más rigurosos. Cuando esto se lleva a la práctica, se está reflejando una sociedad sana, madura y soberana (Laudato Si, 177;179). Al respecto, la Doctrina Social de la Iglesia recuerda que dentro de las consecuencias de la corrupción están el subdesarrollo y la pobreza, el analfabetismo, las dificultades alimenticias, la ausencia de estructuras y servicios, la carencia de medidas que garanticen la asistencia básica en el campo de la salud, la falta de agua potable, la precariedad de las instituciones y de la misma vida política (DSI, 447). Todas estas consecuencias, se constituyen en estructuras opresoras, injustas, o bien sea, en un pecado estructural donde pocos tienen mucho y muchos tienen poco, como lo denunciaría el documento de Medellín [II Conferencia del Episcopado Latinoamericano]. Como cristianos-católicos, no podemos perder de vista el lugar teológico que subyace en los más afectados por la corrupción: los pobres. Por ello, nuestro actuar como bautizados en la sociedad debe ir siempre orientado a la promoción de la dignidad humana, a sembrar justicia, verdad y honestidad en nuestras decisiones, en nuestras relaciones con los demás. Ya para finalizar, recordemos que si no somos capaces como sociedad, de romper esta lógica perversa de la corrupción, seguiremos sin afrontar los grandes problemas de la humanidad (Laudato Si, 197). Por tal motivo, el Consejo Pontificio Justicia y Paz nos ha recordado que, para superar la corrupción, es necesario el paso de sociedades autoritarias a sociedades democráticas, de sociedades cerradas a sociedades abiertas, de sociedades verticales a sociedades horizontales, de sociedades centralistas a sociedades participativas (Cfr. Nota del Consejo Pontificio «Justicia y Paz» del 21 de septiembre de 2006 sobre la lucha contra la corrupción). *Ismael José González Guzmán, PhD (c) Director Ejecutivo del Centro Estratégico de Investigación, Discernimiento y Proyección Pastoral de la Conferencia Episcopal de Colombia [email protected][email protected] Twitter: @ismagonzalez - @cenestrategico

Sáb 23 Sep 2017

¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?

Por: Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Una parábola más sobre el Reino de los Cielos nos presenta el evangelista San Mateo en boca de Jesús, el Señor. Sigue el Maestro instruyendo a sus discípulos y ahora utiliza la figura de un propietario, quien necesita obreros para su viña y sale de mañana a contratar operarios, oficio que se extiende a lo largo del día, como signo de la obra de Dios que continuamente está invitando al apostolado en su viña. El día de trabajo significa la vida misma del discípulo, quien es invitado a la misión en la construcción del Reino; el denario, es el Reino de los Cielos, que será la paga igual de protuberante para todos aquellos que se sumen a la extensión del Reino de Dios. Todo aquél que se dedica a las cosas de Dios finalmente recibirá el mismo salario, aún los últimos. Ejemplos bíblicos: El buen ladrón (Lc 23,35-43); la mujer que con sólo tocar el vestido de Jesús quedó sana (Lc 8,47); el buen pastor que deja las noventa y nueve ovejas para buscar la perdida: “hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se arrepiente que por las noventa y nueve que están aseguradas” (Lc 15,7)… Lo que el evangelio nos quiere decir en última instancia es que el Reino de los Cielos es siempre un don de la misericordia de Dios. En la parábola se hace notar explícitamente que el propietario da la misma paga a todos, a quienes soportaron el peso y el bochorno del día y a quienes trabajaron sólo un momento. Los que empezaron la jornada desde temprano protestaron contra su amo. Lo primero que hace notar la parábola es que el precio de la paga había sido ajustado desde el principio y que la paga a los de la tarde es igual por voluntad y generosidad expresa del propietario, quien puede hacer con sus bienes lo que bien le parezca. Quienes protestan en éste caso se están manifestando como hombres envidiosos según la respuesta del amo. Dice la Palabra: ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno? La envidia, es un “deseo de hacer o tener lo que otra persona tiene” o también consiste en “sentir dolor por el bien ajeno”. La envidia roe el corazón del hombre. La envidia genera competencias desleales entre las personas… La envidia nos puede conducir al homicidio y aún al suicidio. La envidia es un pecado capital, porque es la que origina muchos otros males… El envidioso se recome así mismo. Sufre una alteración de la percepción. Interpreta mal todo lo que el envidiado hace. Interpreta mal todo lo que le sucede a él mismo. Atribuye la causa de sus males a la otra persona convirtiéndose en victima absoluta. Cuando la envidia se une a un sentimiento de impotencia se convierte en resentimiento y por eso, suscita odios, rivalidades, competencias. En muchos de nuestros casos cotidianos la envidia se convierte en el motor de la “política” y en la estrategia para desacreditar al otro, creyendo que con eso estamos ascendiendo y ganando en credibilidad y resulta que el efecto es totalmente contrario, porque el envidioso termina siendo desenmascarado y desacreditado. El envidioso, en el fondo no pretende tanto arrebatarle el bien al envidiado, lo que busca definitivamente es verlo hundido, humillado, desdichado y por eso es criticón y vive poniendo zancadillas y obstáculos a quien le es objeto de su envidia. El envidioso vive condenado a fingir. No se amansa, ni admite reparaciones, por el contrario se irrita cuando recibe beneficios. El envidioso vive enfermo, porque todo lo somatiza, quiere vivir con plenitud y con salud, pero no le es posible, porque sus pulsiones se vuelven compulsiones hasta tal punto que no es capaz de controlarlas. El envidioso es desobediente y orgulloso. La envidia es una pasión vergonzosa, por eso, nadie se atreve a decir que es envidioso. La envidia es un pecado que no produce placer ni alegría, sino sólo dolor. Es un tormento sin pausa, una enfermedad si remedio, una fatiga sin descanso, una pena cotidiana. Con frecuencia escuchamos la siguiente expresión: “En Colombia muere más gente de envidia que de cáncer”. Cuidado, porque, la envidia nos paraliza, nos vuelve apegados al pasado, nos hace ser negativos, criticones y nos impulsa a sembrar cizaña en la comunidad. Interrogantes que nos pueden servir para nuestro examen de conciencia: ¿Para qué utilizamos las redes sociales, para unir o para dividir? ¿A través de las redes sociales expresamos envidia o generosidad, amor y fraternidad, impulsamos la unidad o la división? ¿Nuestros aportes en la comunidad nacen de la realidad o de la envidia? Los empleados de la viña nos permiten observar como éstos se llenan de envidia; y en vez de ver la generosidad del patrón que los ha contratado, que les ha dado trabajo, que les ha pagado lo justo, empiezan a reclamar, a murmurar y hacer reclamos frente a la actitud justa que tiene con ellos el propietario y la actitud misericordiosa que tiene con los últimos. Quien no es agradecido vive sumido en el dolor y la tristeza, a toda hora vive haciendo comparaciones y cuando abre la boca sólo lo hace con el fin de destruir y nunca de edificar. Quien no es agradecido nunca descubre la bondad del otro y a toda hora se siente victima, se considera despreciado. Quien no es agradecido es cizañero y pretende destruir… Quien no es agradecido minimiza el bien de los demás y maximiza su propio bien. Quien no es agradecido hace que se resalte lo malo del otro y esconde en lo más profundo de su alma su propio mal. Quien no es agradecido vive sumido en el dolor interior y existencial que lo lleva a vivir quejándose de todo y de todos. Finalmente, la falta de gratitud es un de los signos propios del envidioso. La parábola de hoy nos enseña que debemos pensar bien de Dios y de los demás. La vida cristiana tiene su secreto en la perseverancia en el bien obrar, rectitud en pensar bien, sentir bien y obrar bien. Con seguridad que los obreros de los cuales nos habla la parábola comenzaron bien: Con entusiasmo, con alegría; comenzaron el día pensando en el denario con el cual se habían ajustado con su patrón, pero terminaron mal, porque se llenaron de envidia, les faltó perseverancia en la generosidad del inicio del día. La parábola también nos hace entender que Dios es justo, pero va más allá de la justicia meramente humana, Él es misericordioso. La lógica de Dios no es una lógica humana, sino divina. A nosotros nos corresponde recibir con alegría el ser invitados a participar de la viña del Señor. Nos basta el saber que somos amados por Él y en el amor de Dios seremos salvados. Así como nosotros fuimos salvados misericordiosamente, otros también están invitados a ser salvos por Jesús. Sumémonos a la viña de Señor, seamos misioneros, vamos con entusiasmo a ser “callejeros de la fe”, para que muchos otros conozcan el amor de Dios y vengan a su viña. Cuidado con la envidia entre nosotros. Todos poseemos nuestros dones, Dios a cada uno nos ha adornado con sus carismas; no envidiemos los dones y carismas de los demás, pongamos a producir los nuestros. “Ojo”, con la envidia entre los movimientos…; cuidado con la envidia en la familia, en las instituciones, en las veredas, en los sectores, en la ciudad… La envidia no es digna de un discípulo del Señor. Mientras exista la envidia es imposible construir la paz. Reflexión evangelio

Jue 21 Sep 2017

El itinerario espiritual del Papa

Por: Mons. Fabián Marulanda López - En su visita a Colombia, el Papa nos entregó un mensaje de fe, de amor y de paz, que tocó la mente y el corazón de los millones de personas que lo vieron y lo escucharon. Su sola presencia física fue para la gente un sacramento de alegría y esperanza. En la historia del país no se registra el caso de otro personaje que haya movilizado los ríos y mares de personas que llenaron las calles y los escenarios de las celebraciones con sentidas demostraciones de alegría y de afecto. Juan Rubio en La viña devastada afirma que Francisco no es un teólogo sino un Pastor. Y así lo vimos: transmitiendo su mensaje con un lenguaje cercano; acogiendo como Jesús a los niños, a los jóvenes, a las personas de la calle, a las víctimas del conflicto y a los pobres. Con su sencillez tocó el corazón de miles de personas. El Papa convence no sólo con sus enseñanzas sino también con su ejemplo de humildad y comprensión. Para él no son ajenos los sufrimientos y las angustias que padecen los pueblos, como tampoco la situación de los países suramericanos. “Quise venir, dijo, para decirles que no están solos. Este viaje quiere ser un aliciente para ustedes, un aporte que en algo allane el camino hacia la reconciliación y la paz. El trabajo por la paz siempre está abierto, no concede tregua y exige poner al centro de toda nuestra acción a la persona humana”. Después de todo, nos queda muy claro que el papa Francisco vino para confirmarnos en la fe y para dejarnos una carta de navegación que nos indique el camino a seguir en los próximos años. En esa carta de navegación puso de presente los principales males que afligen al país y señaló desde el Evangelio los criterios para superarlos. De hecho, su mensaje se centró en temas como la paz, la reconciliación, la verdad y la justicia, el perdón, el cuidado de la Casa Común, la vida cristiana, la familia, las vocaciones sacerdotales y religiosas. En la homilía del Parque Simón Bolívar hizo alusión a las densas tinieblas que amenazan y destruyen la vida, como la injusticia y la inequidad social; el irrespeto por la vida humana que siega la vida de tantos inocentes; las tinieblas de la sed de venganza y del odio; la insensibilidad ante el dolor de las víctimas. En Villavicencio habló de la reconciliación y de la atención a las víctimas. “Reconciliarse, dijo el Papa, es abrir una puerta a todas y a cada una de las personas que han vivido la dramática realidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen la comprensible tentación de la venganza, se convierten en los protagonistas más creíbles de los procesos de construcción de la paz. Es necesario que algunos se animen a dar el primer paso en tal dirección, sin esperar a que lo hagan los otros. ¡Basta una persona buena para que haya esperanza”. En Medellín, como también en el encuentro con los obispos en Bogotá, el papa Francisco habló al oído de los sacerdotes y autoridades religiosas. Recordó cómo, contrariamente a los fariseos de su época, Jesús llevó la ley a su plenitud, lo que exige para nosotros tres actitudes que tenemos que plasmar en nuestra vida de discípulos: ir a lo esencial, renovarnos con sacrificio y valentía, e involucrarnos con arrojo, sabiendo que son muchos los que tienen hambre de Dios. ¿Conclusión?: “manténgase firmes y libres en Cristo, de modo que lo reflejen en todo lo que hagan; asuman con todas sus fuerzas el seguimiento de Jesús, anúncienlo con la mayor alegría”. En Cartagena, el papa Francisco clamó por el fin de todas las esclavitudes: el narcotráfico y la drogadicción, la prostitución, la tragedia de los emigrantes, la trata de personas. Refiriéndose al proceso de paz afirmó que “el autor principal, el sujeto histórico es la gente y su cultura. No es una clase, una fracción, un grupo, una élite. No necesitamos un proyecto de unos pocos, o de una minoría ilustrada que se apropie de un sentimiento colectivo”. “Si Colombia quiere una paz estable y duradera tiene que dar urgentemente un paso en esta dirección que es aquella del bien común, de la equidad, de la justicia, del respeto a la naturaleza humana y de sus exigencias”. Ahora nos queda el reto y la tarea de retomar el mensaje y magisterio del papa Francisco en forma integral y decidirnos a dar, no ya el primer paso, sino todos los que sean necesarios para lograr el país nuevo que todos anhelamos. DESTACADO: “Francisco vino para dejarnos una carta de navegación que nos indique el camino a seguir” + Fabián Marulanda López Obispo emérito de Florencia Fuente: Tomado de revista Vida Nueva