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Opinión

Mié 16 Dic 2015

Vivir la Navidad

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – La sociedad de consumo y la superficialidad de nuestra vida han venido cambiando el sentido cristiano de la Navidad por un tiempo de compras y de bulliciosa diversión. Para muchos la Navidad es una fiesta vacía, amnésica, porque no son conscientes de la celebración del misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Tantas veces, todo se reduce a pólvora, regalos, comidas, licor y ruido. En muchos ambientes se ha vuelto una fiesta completamente pagana que ya no da sentido a la vida, ni alegría verdadera, ni profunda esperanza. Más aún, la propuesta secularista trata de borrar todo sentido cristiano de la Navidad. En algunos países desean felices fiestas y decoran el árbol de vacaciones. En Oxford se prohibió usar la palabra Navidad para no ofender a las minorías y se cambió por “Festival de invierno”. En no pocos lugares no aparece el niño Jesús, sino el Papá Noel que reparte regalos; las decoraciones no tienen ningún contenido religioso. La actual celebración de la Navidad ya no les habla, a buena parte de las nuevas generaciones, del acontecimiento trascendente que le dio origen. Nosotros, los que nos sentimos discípulos de Jesús, debemos vivir y enseñar a vivir la Navidad como un tiempo en el que aprendemos a leer el Evangelio, a conocer a Jesús no simplemente como el Niño del pesebre, sino como aquel en quien Dios nos ha revelado su ser y su misericordia. Es en el Evangelio donde los cristianos debemos encontrar inspiración para nuestro comportamiento frente a todas las realidades del mundo. La humildad, la pobreza y el amor que entrañan el nacimiento de Cristo nos llevan a repensar nuestras opciones, nuestros valores, el sentido mismo de la vida. Los cristianos combatimos todo atentado contra la vida porque reconocemos la dignidad inviolable de todo ser humano y su destino eterno, que refulgen en la encarnación del Verbo de Dios. Los cristianos nos oponemos a la inequidad porque sabemos que en la administración del mundo que se nos ha confiado todos tenemos los mismo derechos y se deben privilegiar las necesidades de los pobres. Los cristianos promovemos la justicia, la verdad, la libertad y la solidaridad porque sabemos que estos valores esenciales enseñados por Jesús son el camino que conduce a la plenitud de la vida. La fe cristiana, que encuentra en la Navidad un tiempo oportuno para madurar y manifestarse, debe impedirnos ser esclavos de ídolos y costumbres paganas, para entrar en el nuevo mundo que se inaugura con el nacimiento del Señor. El nos trae una nueva forma de vivir que no se establece a partir de la fuerza de las armas, ni de la comodidad que ofrecen las riquezas, ni de los triunfos aparentes del poder, ni de las sensaciones efímeras del placer, sino del gozo, de la seguridad y de la paz que brotan en el corazón humano y en la sociedad cuando permitimos que Dios reine; es decir, que sea en verdad Padre de todos. Cristo es la novedad eterna y universal, es la verdadera alegría de la humanidad, es la fuente del amor para el mundo. El nos llama a todos, y especialmente a los que viven al margen de la sociedad o están lastimados por el sufrimiento y la soledad, a la esperanza. La invitación a comprender de esta manera la Navidad y a celebrarla como una amorosa acogida de Cristo, es la mejor posibilidad que tengo para agradecer a los obispos auxiliares, a los vicarios, a los presbíteros, a los diáconos, a las personas consagradas y a los fieles laicos su valiosa participación en la vida y misión de nuestra Arquidiócesis y desearles todas las bendiciones divinas en el Año de la Misericordia. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 11 Dic 2015

¡Ay va y ahora!

Por: Marta Mojica -Es la expresión que se escuchó cuando el gerente de una empresa solicitó informe sobre la elaboración del Estado de Situación Financiera de Apertura, “ESFA”; y como en todas partes “se cuecen habas y en mi casa a calderadas”, respondamos cuatro preguntas orientadoras sobre el ESFA. Como es bien sabido, nuestras entidades eclesiales están obligadas a implementar Normas Internacionales de Información Financiera; aplicando el estándar que les corresponda según el grupo en el que se clasificaron. Se podría considerar el ESFA como un primer resultado del proceso de implementación y dada su importancia, abordaremos este tema de manera general: 1. ¿Qué es ESFA? Es la sigla de Estado de Situación Financiera de Apertura; también conocido como balance de apertura. 2. ¿Cómo se elabora? Se toma como base el balance general bajo normatividad local con corte al 31/12/2014 y se procede a reclasificar, medir y reconocer o no; cada una de las transacciones que conforman dicho balance, a la luz de las normas internacionales de información financiera que le correspondan a la entidad, según el grupo en el que se clasificó. 3. ¿Cuándo debo presentarlo? Dependiendo el grupo al que pertenezca la entidad; las fechas establecidas por el gobierno nacional son:  Grupo 1: Emisión del ESFA 01/01/2014 según Decreto 2784 de 2012.  Grupo 2: Emisión del ESFA 01/01/2015 según Decreto 3022 de 2013.  Grupo 3: Emisión del ESFA 01/01/2014 según Decreto 2706 de 2012. 4. ¿Qué hago con el ESFA? • Tomar como saldos iniciales en la contabilidad NIIF, La información del ESFA. • Utilizar el ESFA para comparar el Estado de Situación Financiera (balance bajo NIIF), que se emita al final del periodo de transición. • Reflexionar respecto a su contenido y a la realidad económica y financiera que refleja de la entidad, libre de sesgos eminentemente tributarios; para que sirva como herramienta en la toma de decisiones por parte del administrador. Recordemos que el éxito del proceso de implementación de las NIIF depende, en gran medida, de la compenetración, comunicación y compromiso que pueda existir entre el equipo responsable del proceso. Cuando se trabaja en equipo, las actividades fluyen de manera más rápida y eficiente y la respuesta cuando nos pregunten por el ESFA será: aquí está o se le tiene. Marta Mojica Contadora Pública Especialista en Finanzas

Lun 7 Dic 2015

Navidad: Muchas luces, poca luz

Por: P. Raúl Ortiz Toro - Discúlpenme el pesimismo pero creo que la celebración de la Navidad se nos salió de las manos. La Navidad, para muchos en el mundo contemporáneo, se llama “fiestas de fin de año” y no tiene sabor a Cristo. La mayoría de la gente, incluso aquellos que se dicen católicos, arregla la casa, pone luces en cada rincón, prepara suculentas cenas, hace el brindis, comparte en familia o con amigos pero sin ningún sentido religioso. Estoy viendo las estadísticas de la línea 123 de la Policía en la Navidad del año pasado, 2014, entregadas a un medio de comunicación nacional: Solo en el caso de Bogotá, que viene siendo una radiografía nacional, en la noche del 24-25 de diciembre “se recibieron 497 casos de uso y manipulación indebida de pólvora, hubo 1157 riñas atendidas por las autoridades, también se presentaron 415 accidentes de tránsito”. Y ese es un pálido informe que refleja solo el número de quienes fueron atendidos por esta línea de emergencias, habría que multiplicar estas cifras por algunos dígitos para ajustarnos a la realidad. ¿Qué traduce esto? Que la Navidad se ha venido desfigurando paulatinamente; pero, en verdad, no es la Navidad sino la sociedad misma la que se ha ido desfigurando; cada vez más desarraigados de la identidad cristiana en esa cultura de la modernidad líquida de la cual ha hablado el sociólogo polaco Zygmunt Bauman. Pero no es solamente lamentable por el hecho de que los niños ahora crezcan sin saber quién es Jesús porque la familia ya no habla de Dios sino también porque en nombre de la laicidad se cae en el ridículo de una sutil campaña para borrar lo religioso de la escena pública. El año pasado, en la católica Italia, en una escuela de Florencia llamada Cadorna, las profesoras decidieron hacer el “pesebre” pero sustituyeron las imágenes sagradas de Jesús, María y José, por la representación de Caperucita Roja con sus personajes: La niña, el lobo, la abuelita y el cazador. La explicación que dieron es que “se trata de representar una fábula como la de Jesús, pero que tenga una validez más acorde con nuestros tiempos”. Un caso de este año es que en Barcelona (España) el Ayuntamiento no celebrará Navidad sino el Solsticio de Invierno. “Feliz Navidad” se ha convertido en “¡Ven y disfruta del solsticio de invierno!”. Por estos lados creo que no hemos llegado a ese punto pero ya una Representante a la Cámara, colombiana, en días pasados añoraba que siguiéramos la postura de México donde no hay “crucifijo, pesebre, capilla en escenarios públicos o colegios” (Angélica Lozano). Sin embargo, comercialmente ya estamos entrando en esa tónica: el comercio norteamericano ha ido imponiendo Papá Noel como alternativa al Niño Dios y el secularismo ha aplaudido la decisión insistiendo en que la figura del Niño Dios coarta la libertad de cultos; para ellos, una figura más pluralista es un Santa Claus pero ¡vaya sorpresa!, en últimas, se trata también de un personaje cristiano pues es la pobre desfiguración de san Nicolás, obispo de Bari (Italia) en el siglo IV. Ni siquiera allí se libra el laicismo de las raíces cristianas de la cultura. ¿Qué podemos hacer? Se trata de un verdadero reto. En la noche de Navidad se llenan las iglesias pero una parroquia promedio, de 10.000 habitantes, no acoge esa noche a más del 20 por ciento de sus fieles. Los demás estarán en sus cosas, como lo hemos leído en el evangelio del primer domingo de adviento: embotada la mente en los vicios, la bebida y los agobios de la vida (cf. Lucas 21, 34). Vuelve a estar la respuesta en la familia. Tiene que ser nuestro tema recurrente: es en la familia donde el niño aprende que no hay Navidad sin Cristo. Por eso mi pesimismo deja paso al optimismo de saber que la Iglesia se viene comprometiendo cada vez más con ese tema; es compromiso de todos. No dejemos que en esta Navidad haya muchas luces pero ignorando a quien es la verdadera y única Luz: Cristo Jesús. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Lun 7 Dic 2015

Para volver a amarnos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Estamos en la hora del retorno, del regreso del exilio, de la corrección colectiva y universal, de la reconciliación como gracia de Dios y disposición nuestra. Es hora de regresar del calentamiento global al clima sostenible. De la depredación voraz, al cuidado de la casa común. Del cruce de los umbrales de la violencia entre Occidente y “Estado Islámico”, a una casi imposible salida política. Del bienestar individualista de Europa y USA, a compartirlo con oleadas de refugiados y emigrantes. De destruir la familia para imponer la anti-natalidad a toda costa, a rehacer la vía afectiva y la estabilidad unitiva y procreadora entre hombres y mujeres. Del “todo vale” y “des-limítate”, generadores de corrupción, degradación y graves injusticias, al “todos contamos”, a la inclusión y la trasparencia. En fin, de sostener, como piedras imperturbables, guerras tan eternas y desastrosas como la que aflige a Colombia, a abrir los espacios a la palabra, el acuerdo y los cambios. Es la hora de la humanidad que ajusta cuentas en todas las áreas de la vida humana, social, planetaria, integrando sus grandes avances a una lógica del sentido, del bien común, de garantizar futuro, de responsabilidad globalizada. Y en esta hora, marcada con esa sensación de celeridad vertiginosa, tan propia de estos tiempos y calendarios, llega la voz universal del Sucesor de Pedro, el Papa Francisco, convocándonos al AÑO DE LA MISERICORDIA, desde el 8 de diciembre de 2015, hasta el 20 de noviembre 2016. Es el llamado a “experimentar el perdón” como amor de Dios al alcance de nuestras manos, de las manos de todos. De levantarnos de nuestro lugar, unirnos a los demás y peregrinar juntos para “cruzar la puerta”, pasar por la Puerta de la Misericordia” como gesto regenerador de conciencias, sanador de sicologías heridas, esperanzador de horizontes nuevos. Y recibir y dar la INDULGENCIA, y abrirle de nuevo la propia vida al prójimo, al que es víctima, quizás mía, al que clama misericordia, solidaridad, alivio, consuelo, luz, descanso. Es un año para que todos renazcamos a la esperanza y volvamos a amar, porque nos sabemos amados y perdonados, porque nos sentimos acogidos e indultados, porque podemos decir nuestra verdad y escuchar la del otro, porque todo puede ser nuevo, empezando por el amor… Todos invitados: hombres y mujeres, esposos, parejas, amigos, amantes, libres y prisioneros, sanos y enfermos, víctimas y victimarios, cercanos y lejanos, sin edades, sexos, razas, con una sola identidad, la de ser humanos y humanados en una dignidad común, la de ser adoptados y hermanados en La Misericordia de Dios, esa que para nosotros tiene el rostro de Jesucristo, sin excluir cómo la vivan otros. Convoco a todos a unirnos al Santo Padre el Papa Francisco este 8 de diciembre en la apertura del La Puerta Santa desde Roma, y a congregarnos todos en las Iglesias Parroquiales y Santuarios de la Arquidiócesis el 13 de diciembre, Tercer Domingo del Adviento, para la inauguración local del AÑO DE LA MISERICORDIA. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali.

Mar 1 Dic 2015

Se abre la puerta de la misericordia

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – Como bien sabemos, el Papa Francisco ha convocado el Año Extraordinario de la Misericordia, que va del 8 de diciembre de 2015, solemnidad de la Inmaculada Concepción, hasta el 20 de noviembre de 2016, solemnidad de Jesucristo Rey del Universo. Es un tiempo privilegiado de gracia en el que estamos llamados a vivir la misericordia de Dios y a anunciarla en este mundo lleno de grandes esperanzas y también de preocupantes contradicciones. Estamos invitados así a acoger el don que hemos recibido con la venida de Nuestro Señor Jesucristo ungido y enviado por el Espíritu Santo para dar la libertad a los oprimidos y para anunciar un año de gracia (cf Lc 4,18-19). Como dice el Papa: “Siempre tenemos necesidad de contemplar el misterio de la misericordia. Es fuente de alegría, de serenidad y de paz. Es condición para nuestra salvación” (MV, 2). Una de las características de este año es que debe ser vivido intensamente en cada Iglesia particular. El signo más evidente de esta orientación es la posibilidad de abrir la “Puerta de la Misericordia” en cada diócesis. Abrir esta puerta, que corresponde a la Puerta Santa que se abre en la basílica de San Pedro en el Vaticano, permite realizar la peregrinación jubilar también a quienes no pueden llegar a Roma (MV, 3). La tradición de abrir una puerta con ocasión de un año jubilar se remonta al Papa Martín V quien, en 1423, abrió por primera vez en la historia la Puerta Santa de la basílica de San Juan de Letrán. El Papa Alejandro VI, en 1499, extendió esta práctica a las cuatro basílicas mayores de Roma. La puerta de la basílica de San Pedro siempre ha sido la primera que se abre y la última que se cierra. En nuestra Arquidiócesis, abriré la Puerta de la Misericordia, como “meta de peregrinación y como signo de una profunda conversión”, en la Catedral Metropolitana el próximo 13 de diciembre a las 12 m., tercer Domingo de Adviento. Los invito a todos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos a hacer la peregrinación en dicho día para entrar por la Puerta de la Misericordia en esta celebración. Quienes por diversos motivos estén impedidos para llegar a la Puerta Santa podrán lucrar la indulgencia por otros medios que ya se han indicado. Lo más importante es que percibamos todos que estamos ante una oportunidad fuera de lo común para encontrar el abrazo misericordioso de Dios Padre, mediante un sincero camino de conversión que culmine en el sacramento de la Penitencia y en la comunión eclesial de la Eucaristía. Debemos proponernos todos en la Arquidiócesis recibir la gracia que tanto necesitamos de una transformación personal y comunitaria a partir de una particular experiencia del amor de Dios. No se trata de simples actividades aisladas que pasan sin dejar huella. Se necesita que entremos en el corazón del Evangelio para que la misericordia de Dios nos saque de nuestra miseria, avive nuestra fe, nos lleve a recibir el perdón y nos haga testigos del amor que ha sido derramado en nosotros. Se abre la Puerta de la Misericordia. La Puerta es Cristo, si entramos por él encontraremos la salvación (cf Jn 10,7-9). Entremos decididamente en este Año de gracia para que se perdonen nuestros pecados, para que se transforme nuestro corazón, para que nazca en nosotros un espíritu nuevo, para que vuelvan a nosotros la paz y la alegría, para que seamos misericordiosos como el Padre (cf Sal 51; Lc 6,36). + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 25 Nov 2015

¿Sobrevivirá el cristianismo en el medio oriente?

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo – Los medios de comunicación nos angustian cada día con la tragedia que viven más de 25 millones de católicos en Medio Oriente, donde son víctimas de graves persecuciones y sufren en condiciones de extrema pobreza. Las comunidades cristianas en Egipto, Irak, Israel, Jordania, Líbano, Palestina, Irán, Turquía y Siria son las más antiguas de la Iglesia Católica y están padeciendo mucho por la guerra, la injusticia, la inestabilidad económica, las convulsiones políticas y las enormes dificultades que soportan, hasta el punto que muchos católicos han sido martirizados y otros están huyendo hacia otros lugares. De esta manera, la presencia cristiana en esta zona, que se remonta a los orígenes mismos de la Iglesia, está desapareciendo bajo la presión del fundamentalismo islámico. Ya se anuncia que en pocos años prácticamente no habrá cristianos viviendo en Belén, Nazaret y Jerusalén, ciudades vinculadas a la vida de Jesús donde la mayoría de la población era cristiana y ahora es musulmana. Los cristianos en el territorio palestino eran el 15% de la población en 1950; hoy sólo llegan al 2%. En Irak, de 2003 a hoy, los cristianos han bajado de 1.200.000 a 300.000. En Mosul, por primera vez en 1900 años, no se celebra la Eucaristía. Así mismo, con medios violentos, se procura que todos los ciudadanos sean musulmanes en Egipto, Arabia Saudita, Sudán, Irán y Afganistán. El Papa Francisco ha denunciado repetidamente este aterrador genocidio, sin que sus palabras tengan verdadero eco en la gran prensa y en la actuación de los gobiernos. La cristianofobia va en aumento. El Estado Islámico, al igual que otras milicias fundamentalistas, vincula el cristianismo con el "enemigo occidental", aunque se trate de comunidades afincadas en Medio Oriente desde antes del nacimiento del Islam. Expulsarlos de sus tierras, secuestrarlos o matarlos es parte de la gran guerra que se propusieron librar. Consideran que todos los cristianos son apóstatas e impuros y que hay que acabar con ellos porque hace 1400 años que resisten la orden de convertirse al Islam. Los católicos no podemos quedarnos indiferentes frente a esta injusta y escalofriante situación. Por eso la Santa Sede, a través de la Comisión para América Latina, nos propone algunos medios oportunos para estar cerca de estos hermanos nuestros que pasan por atroces sufrimientos. La primera tarea que se requiere es informar y sensibilizar a los fieles para generar una estrecha comunión y una ayuda permanente con la oración a estas comunidades del Medio Oriente. Es también la ocasión para acoger el llamado que surge del dolor de estos mártires a superar la superficialidad y el aburguesamiento y vivir el don de la fe con coherencia y valentía. De otra parte, se sugiere que el próximo 8 de diciembre, cuando se inicia a nivel mundial el Año de la Misericordia, se haga una colecta para ayudar especialmente a los cristianos que quedan en Siria e Irak. Así que ruego a las parroquias e instituciones que tengan a bien hacerlo, que promuevan esta “obra de misericordia”. Igualmente, esta dolorosa situación que vive la Iglesia debe motivarnos a suplicar el espíritu misionero, para que el Señor suscite el celo apostólico de sacerdotes, religiosos y laicos para ayudar en aquellos países donde es más difícil el anuncio del Evangelio o que ahora corren el riesgo de quedar sin la debida asistencia pastoral. Finalmente, es preciso recordar que no existe sólo la persecución de los cristianos por la violencia física y la tortura. Hay otro tipo de persecución anticristiana no menos insidiosa. “Persecución sutil” la llama el Papa Francisco. Se trata de una actitud cada vez más difundida de marginar de los espacios públicos a quien profesa su fe; de suprimir los símbolos y celebraciones de los cristianos; de imponer en las legislaciones y costumbres de los pueblos, que han tenido en su configuración una inspiración cristiana, prácticas que van abiertamente contra la dignidad humana, la defensa de la vida y la estabilidad del matrimonio y la familia. Definitivamente, es hora de madurar en la fe y de estar preparados para la prueba. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 23 Nov 2015

Post Aborto

Por: P. Raúl Ortiz Toro - Soy hombre. Soy sacerdote. Pero sé que es el aborto. “No tienes útero, ni familia, deja de meterte en lo que no sabes” me gritó una mujer en un foro hace un par de años cuando defendía el tema de la vida humana desde la concepción. Y ante estas insinuaciones siempre he tratado de responder sereno. Porque sí sé de qué estoy hablando. Estoy absolutamente convencido del estatuto de persona del embrión humano; es una convicción que no es mía ni de la Iglesia Católica sino de la naturaleza misma de las cosas. No existe un solo momento en el que podamos decir que la nueva vida que surgió de la unión de los dos gametos sea algo distinto a una persona humana. En ese proceso no hay saltos cualitativos de la esencia: no comienza siendo una célula indiferenciada de un animalito cualquiera y luego, a las doce semanas, ¡abracadabra! Aparece un ser humano. No. Todos fuimos mórula. Lamentablemente, el estatuto de persona del embrión humano ya poco entra en discusión de la ética laicista; parece que ésta ya no juzga importante preguntarse si un embrión es una persona humana, sino salvaguardar los derechos sexuales y reproductivos de la mujer que, por supuesto, son un gran logro (salud, información, equidad, seguridad, etc) pero que exageradamente han ampliado sus linderos hasta la justificación de la muerte, en nombre de una libertad y autonomía falaz: “No importa a quién abortas; lo que importa es que decidas si quieres o no abortar”. Y en esta lógica, el indefenso, la criatura en camino, siempre sale perdiendo. Tengo conocimiento de causa y, en general, todos los sacerdotes conocemos de primera mano las tristes consecuencias de este crimen. Las horas que hemos pasado en el confesionario lo confirman. En mi caso, he recibido lo mismo a mujeres con grandes cargos de conciencia que a mujeres desprevenidas de cualquier juicio moral, pero en ambas la tristeza es la misma. También he recibido hombres, familiares, personas que callaron o hicieron poco por evitarlo, cómplices directos e indirectos, entre ellos farmaceutas, médicos y enfermeras. Tengo en mi mente muchos rostros. Rostros de tristeza, de desolación, de pesimismo ante la vida, de desesperanza. He tenido que secar lágrimas, animar a la sanación espiritual, insistir en que Dios no castiga como un padre inmisericorde sino que espera la conversión hasta un decidido apostolado de Defensa de la Vida. Es cierto que el síndrome post aborto golpea con mayor fuerza a las personas religiosas; pero en mi experiencia me he dado cuenta de que las personas irreligiosas también padecen remordimiento a su modo. Sé que el argumento del síndrome post aborto no es considerado “científicamente” una causa para prohibir el aborto; pero si tan solo se considerara el derecho del indefenso a tener una oportunidad de vida, a recibir la vida como don y oportunidad, las cosas cambiarían. Sé también que la solución no es solamente decir: “Está mal. Es pecado. Es un crimen”. La solución está más en la formación sexual que las familias deben brindar a los hijos invitando a saber administrar el don de la sexualidad sin reducirlo a simple genitalidad. Y la realidad del aborto es por ello una triste consecuencia de la crisis de las familias. En Colombia, la sentencia C-355 de 2006 despenalizó el aborto en tres casos específicos; ahora hay una verdadera cruzada para legalizarlo completamente. El Fiscal piensa que hasta el tercer mes de gestación podría ser legal; el Ministro de Salud va, irresponsablemente, más allá, argumentando que las dificultades para legalizarlo son de carácter procedimental. En entrevista con el diario El Tiempo (14 de noviembre de 2015) se expresa así, mientras leo con terror: “Yo estoy de acuerdo con el aborto legal. Creo además que el tema normativo está casi resuelto y la jurisprudencia de la Corte es suficientemente amplia. Los obstáculos para el aborto legal no son normativos: tienen que ver con el desconocimiento de los derechos ya existentes, con los prejuicios culturales y con la falta de capacidades en el Estado”. Se vienen días duros para la defensa de la vida. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Vie 20 Nov 2015

Estampas del Pasado

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - Somos frutos del pasado. Llevamos la estela del pasado donde quiera que vamos. Desde el día de nuestro nacimiento, más aún, desde nuestra gestación en el seno materno, iniciamos una historia, un tejido de acontecimientos y de anécdotas que se fueron sucediendo en el tiempo y que hoy pertenecen al pasado. No debemos vivir apegados al pasado. Eso sería dañoso y sin mucha utilidad. Pero, lo que sí podemos hacer es “recordar” para “vivir”. Recordando el pasado podemos alegrarnos o entristecernos, llenar nuestro corazón de buenas razones para seguir o desanimarnos y no querer adelantar. Lo que nunca podemos hacer es negar nuestro pasado. Ese ya fue así y no lo podemos cambiar. Algunas estampas del pasado podrían servirnos de aliciente y de entusiasmo en este momento de nuestra historia: Recordemos cuando éramos niños. Tal vez podemos recordar cuando comenzamos a dar los primeros pasos, las primeras caídas. O tal vez recordemos la cuna donde dormíamos. Y más adelante cuando jugábamos y cuando con mamá y papá salíamos a dar una vuelta. Recuerdo muy bien la plaza del pueblo, la tienda, la botica, los correos, la escuela, el liceo. Y también recuerdo al bobo y al loco del pueblo, personas que todos conocimos y quisimos. Algunas veces fuimos al matadero a ver cómo inmolaban los animales. Del cementerio tenemos un recuerdo triste y melancólico. En aquellos tiempos todos nos conocíamos y sabíamos donde vivíamos. Recuerdo la casa de mis abuelos, inmensa y solariega, acogedora y pacífica. No olvido el animero cuando en el mes de las ánimas (en noviembre), todas las mañanas elevaba una plegaria por los difuntos yendo de esquina en esquina del pueblo. Las semanas santas, las navidades y los Corpus son fiestas inolvidables. Allí se daba cita todo el pueblo. Salía la banda del pueblo y desfilaban los colegios y las escuelas con sus estandartes y sus bandas de guerra. Recorríamos todo el pueblo y sabíamos perder el tiempo. Cuando empezaron los timbres, disfrutábamos tocando timbres y corriendo a escondernos. Todos los días salíamos para la escuela, nuestro segundo hogar. Recordemos nuestros primeros profesores y nuestra maestra, aquélla que nos enseñó las primeras letras. En la escuela aprendimos a ser amigos, hacíamos travesuras y disfrutábamos con poca cosa. Siempre fuimos muy felices a pesar de que no olvidamos los regaños y los castigos que nos ponían. Unas veces nos ponían a escribir páginas enteras con una sola frase. Otras veces nos colocaban frente a la pared dando la espalda a todos los compañeros. En varias ocasiones nos hicieron colocar las palmas de las manos y allí nos estamparon varios reglazos. Comprábamos minisigüi y recortes, tomábamos agua de las llaves, nos mojábamos y corríamos por todas partes. Nos burlábamos de todo el mundo. Hicimos trampas y algunas veces nos propusimos ser los mejores del grupo para tener el honor de izar la bandera y ser aplaudidos. Eran los tiempos de antes. Había paz y tranquilidad. La gente se sentaba largas horas a charlar y a departir. No teníamos los afanes de ahora. Las señoras cosían y se dedicaban a sus hogares; en cambio los señores trabajaban fuertemente y en el hogar no faltaba nada. La familia podía reunirse toda entera todos los días. Almorzábamos y comíamos juntos. Unidos rezábamos el rosario y, en ocasiones, teníamos veladas de cuentos, historias, risas y hasta espantos. Pero, esos tiempos han pasado, y ahora sólo nos queda el recuerdo grato de ellos. Nuestro presente tendría que ser mejor. No lo desperdiciemos para que en el futuro tengamos ganas de recordarlo y evocarlo como lo hacemos hoy con los tiempos pasados. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales