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Lectio Dominical

Mié 19 Sep 2018

El verdadero discípulo está dispuesto a la cruz

Primera lectura: Sb 2,12.17-20 Salmo Sal 54(53),3-4.5.6+8 (R. 6b) Segunda lectura: St 3,16–4,3 Evangelio: Mc 9,30-37 Introducción. Hoy la Palabra ilumina nuestra vida y nos confronta distinguiendo, en primer lugar, entre el justo y el impío; entre quien posee la sabiduría de Dios o quien posee la sabiduría del mundo. Quién es verdaderamente importante en el Reino de los cielos. En segundo lugar, la Palabra nos hace mirar al interior de la comunidad: la envidia destruye las sanas relaciones y coincide con el tema de la sabiduría del mundo. En tercer lugar, la Palabra nos lleva a descubrir al verdadero discípulo de Jesús, aquel que está dispuesto a compartir su mismo destino: la cruz. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro de la Sabiduría en su capítulo 2, reproduce los sentimientos y las actitudes de los impíos de frente a la existencia humana, a la vida presente, a los justos y a su conducta. Los impíos y los justos que se enfrentan en los vv. 10-20 son hombres concretos. Los justos son los fieles que viven en la ciudad de Alejandría, en el primer siglo antes de Cristo, circundados de paganos y de judíos que han caído en la indiferencia; estos dos últimos grupos son los impíos. La razón principal que coloca a los unos contra los otros es de orden religioso: los primeros tienen fe, los segundos no la tienen. Los justos resultan incómodos ante la presencia de los impíos porque: a) se enfrentan a nuestro modo de obrar; b) nos echan en cara faltas contra la ley; c) nos culpan de faltas contra nuestra educación; d) se glorían de tener el conocimiento de Dios; e) se llaman a sí mismos hijos del Señor. En los vv. 17-20, los impíos emprenden contra los justos una despiadada persecución conduciéndolos hasta la muerte. El apóstol Santiago en su carta ayuda a mirar las características de quien posee la sabiduría divina y de quien no la posee. En relación con lo que se ha dicho de los impíos y los justos, nos ayuda a entender que el impío tiene en su corazón amarga envidia y espíritu de contienda; pero esta sabiduría no proviene de lo alto, sino que es terrena, natural y demoníaca (St 3,15). En cambio el justo posee otra sabiduría que viene de lo alto, es pura, pacífica, complaciente, dócil, llena de compasión y buenos frutos, imparcial, sin hipocresía. Hace pensar en los bienaventurados, los felices, porque producen frutos de justicia y procuran la paz. En el Evangelio, Jesús anuncia su muerte: “El Hijo del hombre será entregado en manos de los hombres; le matarán y a los tres días de haber muerto resucitará”. Se relaciona este acontecimiento con lo que decía antes el libro de la Sabiduría donde los impíos dicen: “Pues si el justo es hijo de Dios, él le asistirá y le librará de la mano de los enemigos. Sometámosle al ultraje y al tormento, para conocer su temple y probar su entereza. Condenémosle a una muerte afrentosa, pues, según él, Dios le visitará” (Sab 2, 18-20). Aquí ya estamos pensando en Jesús como el Justo, sometido al ultraje de los que no le conocen: los impíos. Conviene mirar la actitud de los discípulos. Dice el vv. 32: “No entendían lo que les decía”. Llama la atención el diálogo que realizaban mientras Jesús viene hablando de su muerte: “Habían discutido entre sí quién era el mayor”. La enseñanza de Jesús es totalmente novedosa frente a la mentalidad de la época: “Si uno quiere ser el primero, sea el último de todos y el servidor de todos”. Para comprender el mensaje de Jesús, y recibirlo a Él, es necesario transformarse en pequeños, como los niños. El soberbio, no tiene la capacidad ni de entender su mensaje ni recibir a Jesús mismo. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Los discípulos de Jesús reflejan también una mentalidad similar a la nuestra. Esperaban un Mesías poderoso y guerrero, capaz de liberar al pueblo judío del yugo romano. Tenían pretensiones y querían también escalar en la búsqueda de “puestos” y honores. Así que, mientras Jesús está hablando de su misión: “el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán, y después de muerto, a los tres días resucitará”, algunos de sus discípulos conversan sobre ¿quién era el más importante entre ellos? El Maestro entra a corregir la mentalidad y a dar la clave de la vida y de la felicidad, para que quienes le sigan las puedan alcanzar: “Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Esta mentalidad es contraria a nuestra común manera de pensar: Hacerse el último, sin buscar reconocimientos y títulos, sin esperar alabanzas y recompensas por lo que hacemos, no buscando sino en todo “Amar y servir”, más bien actuar considerando superiores a los demás, sin vanagloria, es decir, buscando únicamente la gloria de Dios en todo momento. Entonces seremos “pequeños”, seremos los “pobres” según el Evangelio del Reino, quienes colocan la confianza en Dios mismo y no en sus propias fuerzas; seremos como los niños que transparentemente y sinceramente reconocen sus límites, perdonan rápidamente y se olvidan del mal causado, viven alegres en toda circunstancia y se alegran con el triunfo del otro. La soberbia hace que, contrario a las actitudes del pequeño, se suscite en nosotros la envidia. Y dice el apóstol Santiago en la lectura de hoy, que: “Donde hay envidias y peleas, hay desorden y toda clase de males”. Además nos revela de dónde vienen las guerras y los conflictos entre nosotros: “De los deseos de placer que combaten en nuestro cuerpo”. La verdad es que “codiciamos lo que no podemos tener” y es por esto por lo que terminamos asesinando, matando al otro para obtener lo que nosotros queremos. Ambicionamos tantas cosas y no podemos alcanzarlas, entonces ¡litigamos! ¿Qué me sugiere la Palabra en lo que debo decirle a la comunidad? Analizando un poco nuestra sociedad: ¿quién es el más importante? Nuestros padres frecuentemente nos han colocado medidas y tallas procurando suscitar en nosotros el deseo de “ser alguien en la vida”. En el fondo de esta motivación se esconden, unas razones que circulan en el común de las personas: tener comodidades para vivir; dinero suficiente para gastar y satisfacer todos los placeres que le vienen ofrecidos por el mundo; no pasar necesidades; no tener angustias por la precariedad. Estas “justificaciones” hacen que pasemos toda la existencia luchando por alcanzar estas “metas” y…por ser tan elevadas, con frecuencia se experimenta la frustración, el desaliento, la decepción y el fracaso. ¿Qué tal que la medida o la talla fuese un poco más baja para ir subiendo por escalas los niveles experimentando felicidad a cada momento que pasa? Si nuestra manera de pensar correspondiera a la que nos ofrece Jesús: ¿Cómo sería nuestra vida? ¿Qué lograríamos al hacernos servidores de los demás? Haciéndonos los últimos, ¿qué alcanzaríamos? ¿Por qué nos cuesta tanto hacernos pequeños? La Palabra nos revela un secreto para alcanzar la verdadera felicidad: hacernos como los niños. El pequeño no siente envidia y se alegra por el bien que le sucede al otro. El impío, es decir, quien no conoce a Dios, se confronta con aquel que sí le conoce y le ama y termina detestándole porque, el creyente, con su manera de vivir le denuncia su misma existencia. Dice Jesús: “Pues todo el que obra el mal aborrece la luz y no va a la luz, para que no sean censuradas sus obras; pero el que obra la verdad va a la luz, para que quede de manifiesto que sus obras están hechas según Dios” (Jn 3, 20-21). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El Señor Jesús, “siendo de condición divina no alardeó de su categoría de Dios, sino que se anonadó, despojándose de sí mismo…se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y una muerte de cruz” (Filp 2,6-8). El Señor se hace pequeño, humilde. La imagen del niño, es muy apropiada para comprender la intención de Jesús: enseñar que la autoridad de la Iglesia no viene por el poder, sino por el servicio. El primero es el siervo de todos. Así nos ha manifestado Dios Padre su amor misericordioso: “No se ha reservado para sí mismo a su Hijo único, sino que nos lo entregó para que todos por Él obtuviéramos la Vida eterna (Rom 8,32) Jesús es la misma verdad, es el verdadero Justo, Él es nuestra Paz. En la cruz ha perdonado a los impíos que le están matando, porque “no saben lo que hacen”. Quien llega a perdonar, es porque ha llegado a hacerse pequeño, ha dejado destruir en él su soberbia. Por Cristo, con Él y en Él, hemos obtenido la victoria sobre la muerte; Él se ha hecho tan pequeño como para quedarse en un pedazo de pan y en un poco de vino, para que nosotros, comiendo y bebiendo del mismo pan y del mismo vino pudiéramos tener la máxima felicidad, la vida en plenitud. Sólo en Jesús, la “Misericordia y la Verdad se encuentran, la Justicia y la paz se abrazan”.

Vie 14 Sep 2018

En momentos de crisis invoquemos al Señor

Tristeza, angustia y depresión acaban con la persona, con la familia y la paz. La Palabra de Dios nos da una respuesta: invocar el nombre del Señor. El Señor es el arma que tenemos y la oración es la ayuda que Dios nos brinda para salir de esta situación. Tareas: - Busca en tu Biblia un Salmo y léelo con mucho amor. - Oremos por aquellas personas que están en crisis de depresión, angustia o tristeza.

Mié 12 Sep 2018

¿Quién dicen que soy yo?

Primera lectura: Is 50,5-9a Salmo Sal 115 (114),1-2.3-4.5-6.8-9 (R. cf. Lc 9,57) Segunda lectura: St 2,14-18 Evangelio: Mc 8,27-35 Introducción El encuentro con la Palabra que vamos reflexionar en esta celebración dominical, entre otras, nos ofrece las siguientes ideas temáticas: Reconocimiento y seguimiento de Jesús en una vida manifestada con la Fe y con las obras. Concientizarnos que para vivir hay que morir para resucitar a una vida nueva; tomar la cruz y seguir a Jesús. Ser discípulo misionero implica ser consecuente con la misión de Jesús para alcanzar la herencia prometida de la resurrección. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La liturgia de la palabra, particularmente el Evangelio presenta una especie de confrontación entre lo que la gente pensaba de Jesús, y lo que pensaban sus discípulos, respecto a lo que El proponía para verdaderamente ser sus discípulos. El Evangelio de hoy muestra la diversidad de prospectivas entre Jesús y Pedro, en las cuales, comúnmente nos encontramos nosotros mismos. Nos dice el evangelista Marcos: “En aquel tiempo Jesús partió con sus discípulos hacia una ciudad en torno a Cesarea de Filipo, y por la vía interrogaba a sus discípulos diciendo: “¿quién dice la gente que soy yo?”. Y ellos respondieron: unos dicen que “Juan el Bautista, otros que Elías y otros uno de los profetas”. Pero ustedes replico: ¿y ustedes quién dicen que yo sea? Pedro le responde: “tú eres el Cristo”. Y les impide a ellos de no hablar ello con ninguno. Da la impresión que Jesús, conociendo los pensamientos y la profundidad del corazón de los suyos, con firmeza los saca de los falsos sueños y de las falsas expectativas que tienen a cerca de Él, sorprendiéndolos con su verdadera visión de Mesías: “Y comenzó a enseñarles que el hijo del hombre debía sufrir mucho, ser condenado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, para luego ser asesinado y a los tres días resucitar”, Jesús pronunciaba abiertamente este discurso. Pedro lo llevo aparte y comenzó a reprenderle. Pero Jesús se volvió, miró a los discípulos y reprendió a pedro diciéndole: “apártate de mí satanás, tú piensas como los hombres no como Dios”. No tenía todavía una perspectiva de vida del Maestro: una visión divina, eterna, de grande valentía para difundir el evangelio, sobre todo no podía tener la disposición de poner en riesgo la misma vida terrena, por la vida eterna, como acontecerá después de la venida del Espíritu Santo, en pentecostés. Podemos comprender la perplejidad de los discípulos, que terminará en el miedo y la fuga, el día del arresto de Jesús y durante su pasión y muerte… cómo fueron caídas las esperanzas que habían cultivado. ¿Qué me dice la sagrada Escritura? Será el Espíritu Santo que clarificará el verdadero plan de Dios sobre los discípulos, al punto que, después de pentecostés, serán hombres diversos, de verdad seguidores del Maestro: dejando el miedo, afrontarán todo tipo de obstáculos, de sufrimiento, de persecución, de prueba, hasta el martirio. Tal vez los apóstoles veían en Jesús, que tenía palabras de verdad ligada a la potencia de los milagros, un mañana aquí en la tierra lleno de gloria. Eran de verdad pobres los apóstoles: pescadores sin un mañana… se parecían a tanta gente de hoy que no tenían ni siquiera la fuerza de “soñar”, conscientes de que estos sueños muchas veces son sólo castillos en el aire, golpeados por la fatiga del día a día o, como otros, guiados por un sueño de grandeza humana, sin escrúpulos, marginando la posibilidad de una actitud simple de los apóstoles, que termina siempre en dejar un sin sabor en la boca. Sólo quien ha tenido la fortuna de nacer y vivir en familia, donde la fe estaba en el primer puesto, sin falsas ambiciones, puede entender la belleza de no tener sueños simplemente humanos, sino deseos de la realidad eterna. Hoy la Sagrada Escritura me invita a formular diversas preguntas existenciales para la vida: Aparece la pregunta fundamental que nos podrimos formular personalmente: ¿Quién es Jesús para mí?, ¿cuáles son los tiempos mejores para mí como ser humano? ¿Considero los tiempos en los cuales los sueños terrenos no van más allá de la belleza física, del estar bien y contar humanamente en la sociedad o del tiempo de la simplicidad evangélica, que da espacio a Dios, a las virtudes, a la generosidad en el amor? ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Nos sucede también a nosotros, a veces, de concebir nuestra fe, como una serie de “seguridades” que vienen de Dios, pero como una “garantía” contra las dificultades de la vida. Frente a esta tentación humana, Jesús dice a sus discípulos, y hoy a nosotros: “el que quiera ser mi discípulo, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame”. Sabemos que ningún ser humano puede escapar del sufrimiento y del dolor, o también a momentos de grande angustia, ligados a nuestro ser de creaturas frágiles, sujetos a los límites y a las precariedades de nuestra vida terrena, que se manifiesta de tantos modos. Aparece, en la liturgia de la palabra, el verdadero sentido del “poner a prueba nuestra fe”, confirmar la presencia de Dios en nuestra vida, el amor personal y fiel de cada uno por Jesús. En reiteradas ocasiones Jesús les pedía a sus Discípulos: “Meteos bien esto en la cabeza”. Jesús trata de hacer caer en cuenta a sus discípulos de la novedad de su propuesta de salvación. Debe ser que Jesús sabía bien que sus discípulos eran cabeciduros. O simplemente les pasaba lo que nos puede pasar nosotros, que a veces hay cosas que no nos gusta oír, y que, por lo tanto, no las oímos. Los discípulos, animados por Pedro, habían tomado conciencia de que Jesús es el Mesías, el enviado de Dios para liberar al pueblo de Israel de la opresión y la injusticia. Esto lo sabe Jesús. Como buen maestro y pedagogo sabe que los discípulos han dado un paso al frente. Ahora saben que él es el Mesías, pero no tienen idea de qué tipo de Mesías es Jesús. Más bien tienen muy claro cómo les gustaría a ellos que Jesús fuese Mesías.Cuando Jesús les da esta trágica noticia: “Al hijo del hombre deberá sufrir mucho y ser entregado en manos de los ancianos y morir”, esta afirmación de Jesús les cambia por completo el horizonte. Por eso, sabía Jesús que les iba a costar comprender su peculiar manera de ser Mesías: estar cerca de los pobres y sencillos, siendo testigo del amor de Dios para los marginados y excluidos y encontrándose con los poderosos sin armas, renunciando a toda violencia. Asumiendo que al final las fuerzas del mal podrían ganar la batalla (¡pero no la guerra!). La muerte no tiene la última palabra. Jesús les anuncia también que al tercer día resucitará. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Como es natural, los discípulos no entendían. Tampoco querían entender algo que estaba tan lejos de sus expectativas. Sentían que lo que decía Jesús era verdad, pero les daba miedo asumir esa verdad. A ellos, como tantas veces a nosotros, les costaba entender que la resurrección pasa por la muerte y que no puede ser de otra manera. La invitación de Jesús sigue vigente para nosotros: “El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que pierda su vida por causa mía y el Evangelio la salvara”. El Papa Francisco continuamente nos invita a ser discípulos misioneros del Evangelio con alegría y venciendo los miedos y temores que puede suscitar la misión, aunque, si a veces, esto implique correr la misma suerte del maestro.

Jue 6 Sep 2018

No perdamos la esperanza, Jesús transforma todo

Jesús todo lo ha hecho bien, absolutamente todo. Hoy asistimos a una sociedad que pierde la paz, que está en crisis en lo humano, en lo económico, en la fe y en la familia. Todo parece ir de mal en peor. No perdamos la esperanza, reafirmémonos en ella. Jesús todo lo hace bien y puede transformar esta realidad en una era meseánica y de bendición. Recordemos el dicho popular: "No hay mal que dure cien año, ni cuerpo que lo resista". Tareas: Crecer en la fidelidad a Jesús. Un amor profundo a Jesús que todo lo hace bien. No pierda la esperanza. Usted y yo tenemos la responsabilidad de orar, de dar testimonio y de vivir la caridad.

Mié 5 Sep 2018

Cristo acoge e integra a los excluidos

Primera lectura: Is 35,4-7a Salmo Sal 146(145),7.8-9a.9bc-10 (R. 1) Segunda lectura: St 2,1-5 Evangelio: Mc 7,31-37 Introducción Partiendo del Evangelio que se nos ofrece para nuestra celebración en este domingo, presento tres idas temáticas de reflexión: Con la llegada de Jesús se inicia una nueva creación. Jesús inaugura un nuevo tiempo de Salvación, hace oír a los sordos y hablar a los mudos. Frente a la cultura del descarte Jesús manifiesta una nueva cultura de la acogida y de la integración, restaurando la vida de los excluidos por la enfermedad y el abandono. Jesús, con sus signos de amor y misericordia, capacita al ser humano para ser oyentes del mensaje de salvación, y para anunciar el Evangelio en medio de la mudez insensata del mundo que rechaza la verdad y plenitud de vida en el Señor. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelista San Marcos, relata cómo a Jesús le presentan un sordo que además hablaba con dificultad. Lo presentan no pidiéndole que lo cure, sino que imponga las manos sobre él. Jesús reacciona a la solicitud metiéndole sus dedos en los oídos y tocando la lengua con su saliva. Los gestos de Jesús con el sordo mudo, muestran su deseo de comunicar con alguien que no oye y no puede hablar. Es el lenguaje de los gestos. Se podría pensar que, el sordomudo, representa el mundo pagano: es sordo respecto al proyecto de Dios y mudo porque es incapaz de alabarlo. También para estos llega el poder salvador de Jesús. Nos encontramos con un pasaje exclusivo de Marcos. Con un hecho milagroso situado en un territorio pagano, cerca al lago donde Jesús permanece por algún tiempo, el mar de Galilea, atravesando por la Decápolis, de población pagana, abarcado por la cultura helenista. La multitud reacciona proclamando que Jesús ha venido a inaugurar un tiempo nuevo. En el libro del Génesis (1, 31) al hablar de la creación, se decía “y vio Dios que todo aquello que había hecho era muy bueno” y aquí de nuevo la gente dice: “todo lo ha hecho bien”. Con Jesús estamos al inicio de una nueva Creación. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? En la tradición profética, la sordera o la ceguera eran figura de la resistencia al mensaje de Dios como lo relata el profeta (Isaías 6, 9), pero aquellos que lo padecían no eran conscientes de esto, son otros los que se lamentan del defecto y van donde Jesús. En la primera lectura, el termino sordomudo aparece en Isaías 35, 6, donde se trata del éxodo de Babilonia. En realidad, sordomudos son los discípulos, que no aparecen en la escena, y que no habían comprendido las últimas palabras de Jesús (7, 18). La palabra “balbuciente” indica, en el relato, un individuo que no habla normalmente, en el plano simbólico alude a hablar de los discípulos, que transmiten un mensaje diferente de aquel de Jesús. El obstáculo, que impide a los discípulos aceptar el mensaje de Jesús (sordera) que sugiere el verdadero mensaje (balbuciente) es la ideología nacionalista y exclusiva del judaísmo: creen todavía en la superioridad judía y no quieren aceptar la igualdad de todos los pueblos en relación al Reino. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? El Papa Francisco, continuamente manifiesta su rechazo a la cultura del descarte, proponiendo una actitud incluyente. La liturgia de la Palabra invita a valorar esta dimensión universal de la propuesta salvadora de Cristo. Jesús aprovecha, esta petición de imponer las manos sobre el enfermo, ante la actitud excluyente de los discípulos. Al entrar en contacto con los otros pueblos (la rivera pagana del lago) los discípulos muestran un total rechazo a todo aquello que no es judío. El verbo suplicar, indica una mayor insistencia que el simple “pedir”, y señala el gran interés de los intermediarios por el sordo. No suplican a Jesús que lo cure, sino que le imponga la mano, gesto que es símbolo de la transmisión de la fuerza vital; con esto bastaría para cambiar la situación. En esta curación se resalta la materialidad de la acción de Jesús (signos y contacto material), la clandestinidad con la cual circunda la acción es la expresión de los sentimientos de Jesús. La acción de Jesús es doble, según el doble defecto del hombre: primero le mete los dedos en el oído, indicando que, no obstante, la resistencia que presentan los discípulos, es capaz de hacer llegar a ellos el mensaje del universalismo. Después le toca la lengua con su saliva. El dedo transmite poder; penetra y abre el oído (salmo 40, 7: has hecho el modo que te escuchara). Los antiguos atribuían a la saliva cualidades curativas: la de Jesús es milagrosa. Alzando los ojos al cielo indica “de donde viene la ayuda” (salmo 121,1; 123,1). Marcos expresa la orden de Jesús con el término arameo, indicando con esto, de nuevo, que el hecho o acción es referida a Israel (Mc. 5,41; 7,11, etc.), en este caso al nuevo Israel, representado por los doce. De hecho, el oído se abre y su hablar es ya sin defectos, en el doble sentido, narrativo y figurado. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Todos y cada uno de los bautizados, han recibido la triple misión de ser sacerdote, profeta y rey; lleva en su ADN espiritual la impronta de ser discípulo misionero. Hemos sido creados por Dios y para Dios en la perfección de todo lo creado. El evangelio de hoy termina diciendo “todo lo ha hecho bien”. Los presentes, extraordinariamente impresionados, lanzan una exclamación que recuerda la acción creadora del Génesis 1, y de la profecía de Isaías 35, 5-6 propuesta en la primera lectura. El creador todo lo ha hecho bien, el redentor recrea con su bondad. Jesús prohíbe divulgar el hecho porque sabe que esta apertura no es definitiva (Mc 8,18). Sin embargo, el reiterado aviso de Jesús, los presentes son optimistas, piensan que todo se encuentra en orden. La impresión es enorme. Algunas veces se exagera la importancia que el evangelio de Marcos atribuye a la prohibición de divulgar la curación, como si Jesús tuviera un secreto para esconder. Cuando pide silencio, obtiene el resultado contrario; cuando más lo prohíbe, más la buena noticia se difunde (Mc 1,28.45). El mensaje se va universalizando sin fronteras y sin exclusión de raza, pueblo y nación. El plural “sordos y mudos”, de la frase final, que se refiere a la única curación precedente, se podría pensar que, insinúa de nuevo que el sordo es una figura representativa. El sordomudo es, por lo tanto, una imagen de toda la humanidad, que tiene necesidad de ser curada. Todo el pueblo es sordomudo. El profeta Isaías anunció un tiempo de salvación, cuando “se abrirán los oídos de los sordos y la lengua de los mudos gritarán de júbilo” (Is. 35,5). Jesús es el salvador esperado. Aquello que era anuncio, ahora es realidad. Una realidad, que se realiza en territorio pagano, porque la misericordia de Dios es para todos los hombres y todos los pueblos.

Jue 30 Ago 2018

Conjuguemos la ley y el amor

Primera lectura: Dt 4,1-2.6-8 Salmo Sal 15(14),2-3a.3bc-4ab.5 (R. 1a) Segunda lectura: St 1,17-18.21b-22.27 Evangelio: Mc 7,1-8.14-15. 21-23 Introducción Anotemos tres ideas temáticas que ofrecen las lecturas que se nos ofrecen para esta domínica: Cercanía de Dios a su creatura humana y justicia de la Ley Divina. Escuchar la Palabra de Dios para ponerla en práctica. Saber conjugar la ley y el amor. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de hoy siguen la línea exhortativa. En la primera, aparece Moisés ejerciendo su liderazgo y exponiendo una serie de leyes y normas que preparan al pueblo para tomar posesión de la tierra que les ha dado Yahvé. Leyes para poner en práctica, crecer en sabiduría y cultivar una sana convivencia que abra caminos para el progreso de la nación, pero, ante todo, leyes y normas para sentir la cercanía permanente de Dios. Se trata, pues, de hacer tomar conciencia al pueblo de que Dios los liberó de la esclavitud de Egipto y los acompaña ahora en su camino hacia una absoluta libertad en una tierra que será propia. Un Dios cercano, justo y fiel. Por su parte, Santiago centra a sus lectores en la necesidad de atender la Palabra de Dios para ponerla en práctica y no contentarse sólo con escucharla. Califica la Palabra de Dios como “ley perfecta de la libertad” que le permite al hombre alcanzar una religiosidad auténtica que agrada a Dios. “Si alguno piensa que se comporta como un hombre religioso y no solo no domina su lengua, sino que conserva pervertido su corazón, su religiosidad es falsa.” Asimismo, en el evangelio de Marcos propuesto para hoy se cuestiona la coherencia religiosa de los discípulos de Jesús, lo que permite al Señor indicar que la salvación del ser humano no tiene su fuente en la observancia legalista, de apariencia externa e hipócrita como la han venido presentando los fariseos con su estilo de vida y práctica de la fe. Propone Jesús, más bien, una observancia al ‘mandamiento de Dios’ desde el corazón del hombre, pues es ahí, en la intimidad de cada ser humano, donde se forman las grandes maldades que manchan al mismo hombre y le impiden ser un instrumento de Dios entre sus semejantes. El corazón humano: fuente de pureza e impureza. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Palabra, contenida en los textos de este domingo, nos anima a descubrir la cercanía de Dios en la cotidianidad de nuestra realidad humana y comunitaria. Las leyes y normas propuestas por Dios como camino de salvación deben comprenderse como el deseo del Padre Bueno de estar cerca de sus hijos para que de los corazones de éstos siempre broten sentimientos y deseos de amor, esperanza, justicia, reconciliación, perdón y paz. Para esto, tenemos que abrirnos a la escucha de la Palabra y llevarla a la práctica en la realidad del día a día. Se trata de una apertura permanente y total que nos conduzca a la conversión para, así, acoger en nuestro corazón la luz del Evangelio. Es en el corazón humano donde nacen la pureza y la impureza. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Vale la pena insistirle a la comunidad en la necesidad de escuchar la Palabra de Dios con actitud propositiva, es decir, siempre dispuestos a nutrirnos de ella para poder ser mensajeros de paz y progreso en nuestras comunidades, líderes de inclusión y defensores de la vida. Ser auténticos y alegres discípulos misioneros del Señor. Es decir, que no basta escuchar la Palabra, comprenderla, reflexionar o predicarla; sino que es “justo y necesario” convertir esa Palabra en estilo de vida, en motor de conversión y en alimento que nutre la esperanza en la vida eterna. Que la Palabra nos conmueva, nos estremezca y hasta nos haga entrar en crisis existencial, para sentirnos necesitados de Dios y, aún más, sentir la necesidad del Señor de querernos cerca de Él. Muy acordes a este tema están las palabras del papa Francisco en su reciente visita a Colombia: “Me dirijo ahora a todos, niños, jóvenes, adultos y ancianos, como quien quiere ser portador de esperanza: que las dificultades no los opriman, que la violencia no los derrumbe, que el mal no los venza. Creemos que Jesús, con su amor y misericordia que permanecen para siempre, ha vencido el mal, el pecado y la muerte. Sólo basta salir a su encuentro. Los invito al compromiso, no al cumplimiento, en la renovación de la sociedad, para que sea justa, estable, fecunda. Desde este lugar, los animo a afianzarse en el Señor, es el único que nos sostiene y alienta para poder contribuir a la reconciliación y a la paz.” (Saludo del Santo Padre al pueblo colombiano, Bogotá, 7 de septiembre de 2017). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Crecer en conciencia sobre el anhelo del Señor de querer estar siempre cerca a todos y cada uno de nosotros, debe animarnos a retomar el camino de la vida con mayor alegría y espíritu de conquista por un proyecto de vida que se extienda hasta la eternidad.

Jue 30 Ago 2018

la corrupción nos quita la paz

El Salmo 15 nos brinda algunas pistas para combatir la corrupción. Algunas de ellas son: proceder honradamente, practicar la justicia, tener intenciones leales, no hacer el mal al prójimo, nos prestar dinero a usura y no sobornar a nadie. Cada uno, desde la construcción de una buena vida cristiana le aporta a la paz de Colombia evitando la corrupción. Tareas: Hacer un análisis y reconocer si en su vida hay elementos de corrupción: colarse en la fila o sobornar a alguien. Cambiemos esa realidad. Busque en su Biblia el Salmo 15, léalo en silencio y medite cómo ser buen cristiano y no caer en la corrupción.

Vie 24 Ago 2018

Vivamos en la libertad del amor

Primera lectura: Jos 24,1-2a.15-17.18b Salmo Sal 34(33),2-3.16-17.18-19.20-21.22-23 (R. cf. 9a) Segunda lectura: Ef 5,21-32 Evangelio: Jn 6,60-69 Introducción Tres ideas fundamentales que, en este XXI domingo nos presenta la Palabra de Dios y que se nos ofrece para nuestra reflexión y vivencia, son: La libertad para decidir servir a Dios. La libertad para elegir la vida de familia. La libertad para decidir seguir a Cristo. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura nos presenta la interpelación de Josué al pueblo de Israel acerca de su decisión para servir al Dios del éxodo, al Dios que los liberó de la esclavitud en Egipto. Y ese cuestionamiento, fuerte y hasta incisivo, lleva consigo no solo palabras exhortativas, sino también el testimonio de quien dirige al pueblo en su camino hacia la tierra prometida: “Yo y los míos serviremos al Señor”, expresó Josué. Esta actitud de liderazgo, sin duda alguna, no dará espera en la reacción del pueblo: “También nosotros serviremos a Yahvé, porque él es nuestro Dios”. Por su parte, Pablo, en la carta escrita a los efesios, expresa consejos prácticos para la vida conyugal, presentándola como reflejo del amor de Cristo por su Iglesia. Se muestra así cómo, desde la familia, iglesia doméstica, también se sirve al Señor. El evangelio de Juan nos recrea un encuentro de Jesús con muchos de sus discípulos. Unos, entre los que está Pedro, deciden seguirlo; y, los otros, que no se dan la oportunidad de estar más tiempo con el Maestro para conocerlo mejor, optan por abandonarlo. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Este domingo, la Palabra de Dios nos exhorta a vivir en la libertad del amor para poder tomar decisiones que favorezcan no solo nuestros intereses particulares, sino también los de la comunidad. Se trata, pues, de una libertad que condiciona las decisiones del ser humano ante la verdad y la mentira, ante lo bueno y lo incorrecto, ante la justicia y los abusos, ante la pobreza y la riqueza… ante la elección radical de seguimiento a Dios y el rechazo a los falsos dioses como el poder para oprimir, el dinero para malgastar y las relaciones por simple satisfacción personal. Retumba hoy en nuestros corazones la pregunta de Cristo a Pedro y al grupo de discípulos que lo acompañaba: “¿Acaso también ustedes quieren irse?” La respuesta a esta pregunta, sin duda, parte en dos la historia de quien decide, libremente, seguir al Señor Jesús, pues se trata de abrirse conscientemente a lo infinito del amor de Dios, liberándose de la angustia y la desesperanza que produce el pecado. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Más que bienestar, éxito o fama, el seguimiento a Cristo nos exige valentía para transformar situaciones oscuras con la luz de Cristo y dejar, como bien lo sugiere la Conferencia Episcopal de Colombia en su lema de este trienio (2018 – 2020), que la “misericordia y la verdad se encuentren, la justicia y la paz se abracen” (Salmo 85,11) Cabe aquí recordar la sabia invitación que nos hiciera el Papa Francisco en su reciente visita a Colombia cuando concluyó en Villavicencio el gran encuentro por la reconciliación nacional: “Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios y déjate reconciliar. No temas a la verdad ni a la justicia. Queridos colombianos: No tengan temor a pedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a la reconciliación para acercarse, reencontrarse como hermanos y superar las enemistades. Es hora de sanar heridas, de tender puentes, de limar diferencias. Es la hora para desactivar los odios, renunciar a las venganzas y abrirse a la convivencia basada en la justicia, en la verdad y en la creación de una verdadera cultura del encuentro fraterno.” Se trata, pues, del compromiso que asumen los seguidores de Cristo de sentirse libres, de renunciar a la caducidad de este mundo para poder tomar decisiones que, inspiradas por el mismo Dios, favorezcan siempre la dignidad humana y honren a nuestro Creador. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Esta palabra nos insta a superar las fronteras de la desidia, de acomodarnos a las situaciones adversas y, más bien, nos anima a estar siempre atentos a encontrar el otro camino, la otra opción, aquello que es compatible con Dios: lo justo, lo noble, lo solidario, lo bello, lo alegre…