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Lectio Dominical

Jue 23 Ago 2018

Construimos paz sirviendo al Señor

Servir al Señor de manera concreta, vivir con Él, ofrecer parte de nuestro tiempo para servir en la Iglesia, compartir nuestros bienes con la acción evangelizadora de la Iglesia, ofrecer algo para ayudar a la Iglesia, hacer que nuestra familia sirva al Señor; es decir, que reciba los sacramentos: bautismo, primera comunión, confirmación; que los enfermos prontamente reciban el sacramento de la unción y el matrimonio. Esto es servir al Señor. Servir al Señor no es una "frase" para decirla, es ponerla en práctica. De esa manera decimos que el Señor es nuestro Dios. O como lo dirá Pedro en el evangelio: A quién vamos a ir Señor, si tú tienes palabras de vida eterna. Esa es la paz que se construye, esa es la paz de la familia y de la Iglesia. Tareas: Analizar y ver si cada uno y su familia de verdad sirven al Señor. Analizar y ver cómo se están viviendo los sacramentos en su familia para servir al Señor. Si Usted o alguien en su familia carece de algún sacramento, es hora de hacer la preparación para celebrarlo con gusto.

Vie 17 Ago 2018

Los vicios quitan la paz

Las borracheras son un mal negocio, causa de grandes dificultades. Cuántas enfermedades son a causa de este mal, cuántas peleas en la familia o con otras personas, cuántos accidentes en la conducción o de otras formas por estar borrachos, incluso personas que se convierten en asesinos de sus propios seres queridos y es causa y origen de otros pecados. Por eso digamos: no al licor de una forma desorganizada. Diría el apostol: Embriáguense del Espíritu Santo para que vivan cantando y alabando al Señor. Allí se construye la paz y se evitan todos estos males que acaban con la paz de la persona y de la familia. Ore y pida el don de la sabiduría para que el Señor le ayude a alejarse del vicio del alcohol y el libertinaje. Haga todo el propósito de no embriagarse, aprenda a comportarse en las fiestas, en las celebraciones, disfrute de ellas con su familia y no con el trago.

Jue 16 Ago 2018

Jesús es el alimento, el perdón y el verdadero camino a seguir

Primera lectura: Pr 9,1-6 Salmo Sal 34(33),2-3.10-11.12-13.14-15(R. cf. 9a) Segunda lectura: Ef 5,15-20 Evangelio: Jn 6,51-58 Introducción Existe, en nuestra cultura y en las sociedades de hoy, un hecho que nos puede introducir a la comprensión del Evangelio de este domingo, y son las encuestas y el sondeo de las opiniones. Se practica un poco por todas partes, pero sobre todo en el ámbito político y comercial. También ante la predicación del Señor Jesús aparece un sondeo de diversas opiniones, con fines educativos y de exhortaciones: estaban entre los que lo oían personas que lo aceptaban y otros que les costaba entenderlo en su discurso del Pan de Vida. En los Proverbios el Señor nos llama a ser sensatos, sabios e inteligentes para que gustemos de su bondadosa presencia. Invitación que nos repite el salmo 33: ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! Igual San Pablo, en su carta a los Efesios, nos recuerda que debemos ser agradecidos y estar atentos para descubrir cuál es la voluntad de Dios y a ser dóciles a su Espíritu que nos conduce por el camino del bien y nos advierte cómo rechazar el mal. Continúa el Señor Jesús el discurso del Pan de Vida y ahora enfatiza que se nos da como pan vivo, su “carne entregada para que el mundo tenga vida.”-cordero-; en lugar del maná, comida que sostuvo temporalmente al pueblo en el desierto. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Nuestro Dios, por su inmenso amor y misericordia, nunca nos abandona, sino que nos cuida siempre y nos da lo que más necesitamos: la vida presente y el alimento para sostenerla; la sabiduría, la inteligencia y la luz del Espíritu que nos permite descubrir su voluntad. Al Señor Jesús, lo celebramos en la Eucaristía, memorial de su entrega, y lo vivimos día a día en la comunión con los otros y con preferencia en la vida fraterna y solidaria cuando compartimos el pan y el amor. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura me dice que el pueblo de Dios se vio liberado de la esclavitud del Faraón en Egipto gracias a la sangre y a la carne del cordero que les salvó la vida y les dio fuerzas para iniciar por el desierto el camino de la libertad. El acontecimiento del éxodo dio al pueblo de Dios una vida y libertad limitadas. Ahora el Señor Jesús se hace presente como el liberador y salvador definitivo, por eso se me presenta como el nuevo cordero que da su carne como alimento y su sangre como bebida salvadora para que todo el que lo reciba y tenga vida en plenitud, vida eterna: “el que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna vida eterna y yo lo resucitaré en el último día.” El Señor Jesús es el pan que me sostiene en el diario caminar, me comunica la paz y me fortalece en las debilidades y carencias cotidianas. Me motiva a trascender y mirar más allá, a nunca desanimarme en medio de la lucha y a rechazar toda situación de desánimo o depresión, de relativismo e indiferencia donde da igual vivir que morir. Cristo me anima a unirme a Él e imitarlo, a escucharlo y recibirlo porque es Él quien sostiene mi vida histórica y me garantiza vida eterna. En la medida que cada uno recibamos al Señor Jesús y dejemos que se haga vida en nuestra vida, viviremos la alegría de construir comunidades de fe, paz y amor. Cristo nos capacita para esta misión, pues Él mismo nos ha: «Yo soy el pan de la vida… El que cree tiene vida eterna». ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? El Señor Jesús al hacernos parte de su cuerpo y de su sangre salvadora anima nuestra vida, tanto para el tiempo presente, como para el futuro. Por tanto, también Él se hace parte de mis preocupaciones, alegrías y esperanzas, de mis problemas, luchas y logros, a la vez que su voz ilumina toda la realidad de mi historia. Él es el alimento, el perdón y el verdadero camino a seguir. Él es también la voz que nos mueve a rechazar la violencia, el engaño, el aborto y todos los males que atentan contra la vida humana y la casa común, voz de salvación “que debe llegar con fuerza al corazón del hombre para interpelar su libertad, invitándolo a un éxodo permanente desde la propia autoreferencialidad, hacia la comunión con Dios y con los demás hermanos”, como nos lo recuerda el papa Francisco en su vista a Colombia (Encuentro con el Comité Directivo del CELAM, jueves 7 de septiembre de 2017). La violencia es inhumana y todas las actitudes que van contra la persona y la naturaleza nunca construyen y por tanto en nada pueden ser aprobadas por la Iglesia. Al destruir, destruyen el amor, la paz, la fraternidad y, sobre todo, las esperanzas de luchar y mejorar, mientras que la Iglesia debe seguir invitando al bien y predicando los valores del Reino, paz y justicia, vida y verdad, amor y libertad…, sin condenar a nadie. Se puede, aquí, hacer alusión a algunas expresiones de Monseñor Oscar Romero, quien decía: “Cuando se construye así la historia -qué hermoso- coincide con la historia de la salvación; hay paz. Pero esto es muy profundo y no todos lo comprenden, y por eso, dice Cristo, que lo que va a surgir inmediatamente ante esta doctrina es la crítica y la división… una de las cartas más bonitas que llegan en esta semana es aquella que dice: "Lo que más me admira de la Iglesia de estos días es que, a pesar de haber sufrido tantos atropellos y hasta asesinatos, nunca se le ha oído una palabra de odio ni de venganza, sino siempre una palabra de amor y de conversión". ¡Qué bien captan las almas humildes las intenciones de la Iglesia! Y yo me alegro de que así se sienta, mientras que otros siguen tercos en acusar a la Iglesia de violenta y que es causa de los males. Los que escuchan sin perjuicios, sin intereses egoístas, escuchan el verdadero lenguaje de la Iglesia: No a la violencia; un llamamiento a la conversión de los pecadores, como dije aquí el día de las exequias del Padre Grande, "¿Quién sabe si los asesinos de esta víctima me están escuchando por radio? Sepan que no los odiamos, que pedimos a Dios que se arrepientan" y vengan con nosotros un día a recibir el pan que Dios da con un beso de amor, aun a los pecadores, aun a los asesinos. Qué alegría sentiría la Iglesia el día en que todos los que han escrito o pagado escritos o usado armas, a humillar pueblos, o torturando gente con un sentido tan brutal de la vida, se convirtieran, vieran que eso no puede ser y volvieran arrepentidos a pedirle perdón a Dios, que todavía los está esperando. Desde luego que Dios les da vida a los pecadores; es porque está esperando. Ojalá, queridos amigos que me están escuchando (tal vez humillados de lo que han hecho, porque la violencia nunca es un orgullo, y el que golpea a otro hombre siempre siente la vergüenza; él está más humillado que el mismo golpeado) sientan de veras que eso es vergonzoso, sobre todo en un país que se llama civilizado y que si de veras le queremos dar un rostro bello a nuestra patria, lavémosla en la conciencia íntima sobre todo de los que son culpables, causantes, patrocinadores, tolerantes, alcahuetes, de esta situación de muerte que no puede seguir” (Homilía, 14 de agosto de 1977). ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El Señor Jesús al dar su vida, comunicó la vida a la humanidad y a todo el mundo y la sigue comunicando. Hoy al hablarme me anima y me fortalece, me pide aceptarlo y recibirlo para tornarse uno conmigo y hacer que le encuentre sentido a mi vida. Su voz de ánimo y fuerza me comunica su vida abundante, vida que sólo Dios da en el tiempo presente y que, al encontrarle gusto a mi vida, al experimentar la libertad y el deseo de ser feliz en plenitud, me lleva a compartir y servir a los demás, y, al mismo tiempo a querer resucitar el último día, ir más allá de la historia: llegar a mi realización humana, a mi felicidad y vida en plenitud.

Jue 9 Ago 2018

El Señor Jesús se nos ofrece como “el pan vivo que ha bajado del cielo.”

Primera lectura: 1R 19,4-8 Salmo Sal 34(33),2-3.4-5.6-7.8-9 (R. cf. 9a) Segunda lectura: Ef 4,30–5,2 Evangelio: Jn 6,41-51 Introducción La vida de fe del cristiano se manifiesta mediante el testimonio de su palabra que acoge y perdona; mediante sus actitudes de bondad, misericordia y compasión y mediante el seguimiento del Señor con espíritu de fidelidad. Las luchas, angustias y dolores, que acompañan a todo ser humano, nos impulsan a confiar más en Dios, quién es el único capaz de vencer el mal y hasta la muerte. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro primero de los reyes nos relata cómo Dios acompaña al profeta Elías en su huida por el desierto y lo sostiene con pan y agua para que reconforte sus fuerzas cuando siente que va a desfallecer y quiere claudicar. San Pablo en carta a los Efesios, nos invita imitar a Dios quien nos perdona, nos salva, nos tolera y nos ama sin medida, hasta entregar a su Hijo en sacrificio por nosotros. En los domingos que hemos transcurrido y en los siguientes venimos escuchando, amasando y gustando el pan del cielo que nos presenta al Señor Jesús y nos comunica felicidad y vida eterna. La afirmación “‘Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo”, indica la persona de Jesús que es el centro de la vida histórica y trascendente de todo ser humano. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Al decir el Señor Jesús “Yo soy el pan de la vida…”, nos invita a reconocerlo como centro de nuestra vida toda: presente y futura; de toda vida humana; a ver que en Él están las respuestas a todas nuestras necesidades auténticas, tanto materiales como espirituales, a sentir cómo en el Señor Jesús se cumplen nuestros grandes anhelos y deseos humanos: la felicidad y la paz en plenitud. La mayor misericordia de Dios se manifiesta en el regalo que nos ofrece y que recibimos del Señor Jesús: su propio Cuerpo y Sangre en la Eucaristía donde se nos da como perdón y salvación, como alimento y comunión con Dios y con la comunidad. Por lo que nuestro primer sentimiento es exclamar: ¡Gracias Señor, qué bueno eres! Es maravilloso disfrutar de la misericordia y la bondad de Dios. Él siempre nos da y siempre quiere lo mejor para todos sus hijos: nos creó, nos liberó, nos salvó y se ha quedado con nosotros en el insondable misterio del pan y vino, su Cuerpo y su Sangre, que nos alimenta para la vida y la Vida eterna. Por eso cantamos con regocijo: “Eucaristía milagro de amor, Eucaristía presencia del Señor” 3. ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decirle a la comunidad? Jesús nos ha hablado ya de los que comieron de los cinco panes y de los dos peces hasta saciarse; ahora nos encamina para que nos encontremos con otro alimento más necesario y valioso: el Pan que da vida eterna a todo el que crea en Él y lo reciba. Es el Señor Jesús quien le da gusto y sentido a nuestra vida y nos fortalece en los momentos de desánimo y de desierto, de desilusión y desencanto. Nuestra vida limitada e histórica, en la que nos asaltan constantemente el dolor, la violencia y la tragedia, cuando buscamos la paz y la justicia, cuando anhelamos compasión y verdad, sólo encuentra con Él y en Él plenitud, Él la convierte en vida definitiva, plena y feliz. Recordemos que el Santo Padre Francisco, en su visita a Colombia, en el Parque Las Malocas, en Villavicencio, hacía alusión a esta realidad, decía: “Estoy conmovido. Son historias de sufrimiento y de amargura, pero también y, sobre todo, historias de amor y perdón que nos hablan de vida y esperanza; no dejar que el odio y, la venganza o el dolor se apoderen de nuestro corazón.” Y mencionaba el salmo 85, enfatizándolo en cuanto oráculo final: “El amor y la verdad se encontrarán, la justicia y la paz se abrazarán…” Siempre hay una esperanza, una humilde y valiente palabra de vida. Si volvemos nuestra mirada a los profetas vemos que anunciaban desgracias, que llegaron; pero también anunciaban una esperanza de vida y salvación. Por tanto vivamos en la presencia de quien nos ha dado la Vida, nos la sostiene y nos promete llevarnos a la vida eterna. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El encuentro con el Señor Jesucristo me impulsa a disfrutar de la bondad del Señor, a saciarme de su presencia que nos garantiza que está en y con nosotros y que con Él y en Él ya hemos comenzado nuestra vida definitiva: Él es el Pan y es el Camino que nos lleva a “una vida más plena y feliz.”

Jue 9 Ago 2018

El Señor nos devuelve la paz

Hay situaciones que nos marcan y llevan a la ira, al insulto, a la depresión, a la triteza y a la pérdida de sentido de la vida. Cuántos jóvenes y cuántas personas por los problemas que tienen en la vida llegan por un momento a pensar en el suicidio y dicen: ¡Basta Señor!¡Esto es demasiado! ¡Pesa mucho! ¡Quiero poner fin a mi existencia! Así perdemos la paz y perdemos todo. La respuesta está en Jesús, quien nos dice: ¡Levántate, come y ponte en camino que yo soy tu alimento! Jesús tiene respuesta para esas personas que están en situación de depresión y de tristeza. Tareas: Ser comprensivo, bueno e imitar a Dios y perdonar. Leer y meditar el capítulo 6 del Evangelio de San Juan.

Vie 3 Ago 2018

No vivamos como paganos

Vivir como paganos es vivir sin Cristo, no conocer su mensaje, su doctrina. A veces decimos ser creyentes, pero nuestra forma de vivir está muy alejada del Señor. Vivimos creyendo en horóscopos, en amuletos, talismanes y creemos en una cantidad de cosas contrarias a la fe. Por eso, el Señor nos dice: ¿Quieres paz? No vivas como pagano; es decir, vivamos como creyentes cristianos católicos. Tareas: Compra el Catecismo de la Iglesia Católica. ¡Ningún domingo sin Misa, comer la Carne y Sangre de Cristo!

Vie 3 Ago 2018

Yo soy el pan de vida

Primera lectura: Ex 16,2-4.12-15 Salmo Sal 78 (77),3+4bc.23-24.25+54 (R. cf. Jn 6,32) Segunda lectura: Ef 4,17.20-24 Evangelio: Jn 6,24-35 Introducción: La palabra de Dios para este Domingo nos a plantea tres líneas de reflexión; en la primera, el pueblo de Israel sigue clamando ayuda y Dios sigue respondiendo con amor misericordioso. En la segunda línea, Pablo sigue insistiendo a los efesios en la importancia de alcanzar la configuración con el amor de Cristo en un espíritu renovado, la comunidad debe ser fiel a los principios propios de la vida en el Espíritu; y la tercera línea, es guiada por Juan en el evangelio, que presenta a Jesús que se auto denomina “el pan de vida”. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El pueblo de Israel, en su camino a la tierra prometida, sentía que las vicisitudes apremiaban y las carencias aparecían, lo que llevó a los Israelitas a sublevarse contra su líder y padre Moisés. El hambre y la sed se convierten en más que una necesidad apremiante, en una realidad que lleva al pueblo al sufrimiento. Israel es un pueblo que vive de los recuerdos, por ello añoran volver a comer las cebollas amargas de Egipto como un signo del malestar por el que estaban atravesando. Pero es allí donde sale a relucir que, una de las expresiones más grandes del amor de Dios en el Antiguo Testamento, está centrada en la figura de un Dios clemente y misericordioso, que, al escuchar el clamor del pueblo, acude con respuestas concretas a satisfacer las necesidades de sus creaturas. La primera lectura del libro del Éxodo presenta al pueblo israelita en el desierto que ante el hambre que padece, no solo murmura contra Moisés, sino que añora la amargura de la esclavitud en el país de Egipto y en signo de rechazo a lo que están viviendo, piensan en la miseria en la que vivían y orquestan una irrupción. Pero, Dios se adelanta a los acontecimientos y en un gesto de bondad, le habla al gran patriarca de la ley, a Moisés, y le promete, después de ver la aflicción de su pueblo, una lluvia copiosa de alimento que cae del cielo. Es así como el texto nos narra, la manera en que Dios responde a su pueblo y cumpliendo su palabra, da de comer a los mismos que alzaban su voz contra él. El pueblo después de ser saciado, frena su ímpetu y posteriormente, aclama sobre él la clemencia de su Dios y Señor. Pero ese mismo pueblo como muestra de su fidelidad al Señor, está llamado a la alabanza, por los dones recibidos, en especial aquellos que sacian las necesidades básicas de aquel que alaba a Dios. En una manifestación del amor que el pueblo de Israel siente por su Dios y Señor, se canta la historia, el legado y el trasegar de la acción de Dios a su pueblo. Las alabanzas a Yahvé por las maravillas que ha realizado, casi que, evocando literalmente las acciones de Dios por sus elegidos, cuando en la travesía por el desierto, encontraron la paz y pudieron suplir sus necesidades por la fidelidad que mantuvieron al Dios de sus generaciones. Por su parte, Pablo apóstol de los gentiles, sigue recomendándole a los Efesios, la importancia de la renovación en el Espíritu y que ello, será la manera de ser hombres nuevos, dispuestos a participar del gran banquete del amor que Jesús nos trae en su manifestación como pan bajado del cielo. Continuando la reflexión sobre las palabras del gran discurso del pan de vida, presentado por evangelio de Juan, se encuentra la razón del porqué se puede hacer de Jesús, el verdadero pan para vivir en abundancia. Para penetrar más en esta reflexión y para acercar a la comunidad a participar en el banquete prometido por Jesús en el evangelio, el Papa Benedicto XVI, en la exhortación apostólica Sacramentum Caritatis, nos invita a contemplar la eucaristía como misterio que se ha creer, misterio que se ha de celebrar y misterio que se ha de vivir En efecto, dice el Papa Benedicto XVI que la eucaristía es un misterio que se ha creer: La obra de Dios es que crean en quien él ha enviado… para participar de la abundancia del alimento que nos viene del cielo en la persona de Jesús, nos hace un llamado a centrarnos en el creer, y ello se realiza en la medida en que sigamos en nuestras vidas las obras que realiza Jesús; no podemos desconocer la fuerza que nos da el saber que en la persona Divina de Jesús encontramos la fortaleza para ser verdaderos testigos de sus obras. Si tenemos fe, la celebración de la eucaristía se nos convierte para nosotros en un verdadero banquete en el que Dios se entrega en su Hijo amado en bien de la humanidad. Celebrar la eucaristía sin creer, se convierte en un signo de religiosidad sin compromiso alguno. La celebración dominical es una ruta, es un mapa espiritual en la vida del creyente. Por ello el creer en el misterio de un Dios que se hace pan para alimentar a su pueblo, es evocar al pueblo de Israel saciándose del pan del Cielo. Ya no es pan celeste, ahora es Cristo mismo, quien ha bajado del Cielo y se queda en el corazón de la comunidad que se nutre de su palabra, su ejemplo y amor. Continúa también afirmando Benedicto XVI que la eucaristía es un misterio que se ha de celebrar: Señor danos siempre de ese pan… Nuestra actitud de cara a la eucaristía debe estar centrada en una experiencia profunda de alegría y fraternidad, el cristiano está llamado a optar por la vida, pues la eucaristía celebra la vida. Como todos los sacramentos tienen una dimensión social/comunitaria, la eucaristía va más allá del rito, ella es un compromiso real con la fe del otro. Celebrar es acoger con amor aquello de lo cual hacemos memoria. Finalmente, expresa el Papa Benedicto XVI que la eucaristía es un misterio que se ha de vivir: Yo soy el pan de vida… El mismo Jesús en el texto de Juan, nos da una respuesta a muchos interrogantes. La proclamación de Jesús como el pan de vida, es mucho más que una metáfora, Dios es el pan de vida, en medio del sin sentido de la vida, que las comunidades muchas veces experimentan, la evocación reiterada al Éxodo, nos hace conectarnos con el nombre de Dios; de nuevo resuena en el corazón de los creyentes la respuesta de Yahvé: “Yo soy el que soy”, Dios es el que es, y en esa dimensión lo descubrimos cercano, dando vida en el pan. El Papa Francisco insiste también, en que la esencia de nuestra fe debe estar centrada en la alegría de acoger con amor el gozo del evangelio y celebrar esa experiencia del amor en la eucaristía.

Vie 27 Jul 2018

La paz con hambre no es paz

Es necesario el alimento, pero a veces pensamos que si no tenemos grandes cantidades o si no nos sobra no podemos colaborar para ayudar a los demás. El Evangelio nos muestra que lo poco puesto en manos de Jesús se convierte en cantidad suficiente para el necesitado. Hagamos obras de caridad, demos de comer al hambriento y ayudemos para que la Iglesia pueda ayudar Tareas: Nunca botes comida. Que tus manos nunca arrojen alimentos a la basura. En muchas ciudades la Iglesia tiene lo que llamamos Bancos de Alimentos, infórmate dónde hay uno, lleva parte de tus alimentos y colabora.