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Opinión

Jue 24 Mar 2016

La ternura

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - Tal vez la ternura es la que nos hace falta en el mundo de hoy. Nos falta cariño. El mundo de hoy, con todos sus afanes y sus preocupaciones, nos ha condenado a la soledad. Se nos ha negado la ternura y el cariño; todo tiene que ser efectividad, productividad y ganancias. La ternura es un sentimiento que permite que la persona se acerque a todos, conduce a la comprensión y al perdón, tiene un sentido maternal y paternal. Ser tierno quiere decir ser detallista, delicado y afable. Pertenecemos a una sociedad en la cual cada uno vive prevenido, se espera lo peor de los demás y estamos siempre a la defensiva. Esto nos impide ser tiernos, es un verdadero obstáculo para manifestar la ternura. Muchas veces se confunde la ternura con la falta de coraje, de fortaleza y de orientación; pero los líderes más grandes de la sociedad, de la cultura y de la política son aquellos capaces de expresar su ternura, de entregarla y de darla. La ternura nace del interior del hombre. Todos los hombres somos tiernos y necesitamos de la ternura. Es cierto que entre nosotros, la mujer es por naturaleza más tierna y delicada. Los hombres tienden a ser más fuertes y racionales, menos expresivos de sus sentimientos. Dejemos que brote la ternura en nuestras relaciones. Con el esposo y la esposa, con los hijos y los amigos, con los padres y los hermanos, con los compañeros de trabajo y con los colegas. Seamos tiernos. Una expresión de ternura conlleva en sí más alivio que muchas horas de diálogo, que muchas reacciones fuertes, que muchos consejos y palabras. La ternura bien manejada llega a ser un alivio y paliativo para las enfermedades físicas. Con la ternura se equilibra nuestro espíritu y equilibrado el espíritu podemos manejar, de una manera más segura, nuestro cuerpo y nuestra materia. La ternura es uno de los sentimientos más bellos del ser humano. Y hasta los animales son tiernos. Y en las plantas también podemos descubrir una especie de ternura. Toda la naturaleza está llena de ternura, de algo que permite la paz, el sosiego y la serenidad. Si queremos cambiar el corazón, renovar nuestros hogares, acercarnos más a los seres queridos, tener mejor ambiente en nuestro trabajo, propiciar unas mejores relaciones sociales, buscar justicia, unidad y paz, permitamos que la ternura brote del fondo de nuestro ser. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Dom 20 Mar 2016

“Acudid a José”

Por monseñor Libardo Ramírez Gómez: La historia de José, hijo de Jacob (Israel), que llega a Egipto por maldad de sus hermanos, y se convierte, luego en protector de la familia que da origen al antiguo pueblo de Dios, es preanuncio de lo que acontecía mil seiscientos años después con José como Patrono de la Iglesia universal. Que llega a ese mismo país huyendo de la persecución de Herodes, y se dedica por años a ser custodio y protector de la familia sagrada, con la que se inicia la historia del nuevo pueblo de Dios, la Iglesia. La historia del primer José culmina con ser colocado como Gobernador de Egipto con aquella indicación del Faraón: “¡Acudid a José!” La historia de segundo José culmina con ser colocado como Patrono de la Iglesia universal, eficaz intercesor. Se califica San José, “varón justo”, en el Evangelio, (Mt. 1,19) se destaca, así, que es correcto, honesto, humilde, sin reclamo de títulos ni pago se servicios a los planes divinos de ser custodio fiel y sacrificado. Tiene sus dudas pues no tuvo previa advertencia de la “obra del Espíritu Santo” en María, pero, advertido de este hecho en cumplimiento de la profecía de Isaías (7,14), y ante la santidad de María, creyó la explicación dada por el Ángel, y “tomo consigo a su mujer” (Mt. 1,28). Acompaña a María, con amor y dedicación en los hechos de la infancia de Jesús. Ante la amenaza de muerte de Herodes, tomó, de noche al niño y a la madre y se retiro a Egipto. “Muerto Herodes, ante aviso del Ángel, retornó a su tierra, Nazareth” (Mt. 2,19-23). Con piadosa obediencia, a la Ley y costumbres del pueblo de Israel, vemos a José en peregrinación con María y el Niño a Jerusalén, a cuyo retornó acontece la pérdida de éste y su hallazgo en el templo adoctrinando a los maestros, y recibiendo, con María la respuesta de Jesús sobre tener órdenes recibidas de su Padre. Regresados a Nazareth, Jesús, en cuanto hombre, “crecía en sabiduría, en estatura y en gracia (Lc.2,52) y era “súbdito de ellos” (Lc. 2,51). Sale Jesús a predicar hacia sus 30 años y ya no aparece S. José, por lo que se ha deducido que murió antes acompañado de El y de María. El culto a S. José es motivado por su vida presentada por el Espíritu Santo, en las páginas del Evangelio, y se abre paso a través de los siglos. En 1621 Gregorio XV colocó, su festividad el 19 de marzo y, por el Beato Pio IX es exaltado a Patrono de la Iglesia Universal (1870). Recientemente, el Papa, S. Juan Pablo II escribió, la preciosa Exhortación “Carta del Redentor” (15-08-89), en el Centenario de la Encíclica de León XIII “Aunque muchas veces”. Lo coloca, el Papa, en el marco del Evangelio, como “depositario del misterio de Dios”, quien cumple fielmente el servicio de la paternidad” terrena de Jesús. Destacó el Papa la dedicación de S. José al trabajó, ejemplar en él, para sustentar la familia de Nazareth, en ambiente oración, señalando en él “primado de la vida interior”. Al repasar el avance de la devoción a S. José encontramos muchos santos desde S. Ignacio de Antioquia (+107), pasando por S. Juan Crisóstomo (+407), S. Agustín (+430), S. Bernardo (+1153), el Beato Pio IX (+1878), así como los Papas de los últimos años. Especial fue la devoción de Sta. Teresa de Ávila (+1582), quien expresa que hasta “se espanta” de los grandes favores que ha recibido de Dios por medio de S. José. Varias magnificas obras se han hecho sobre el testimonio excelsa y misión de S. José, sobre su eficaz intercesor ante Jesús. De su vida, como “peregrinación de fe”, y de devoción que da aliento a la evangelización, habló S. Juan Pablo II. A San José, “hombre de fe, de esperanza y de amor, que calla, escucha y obedece”, ha sido presentado, en reciente atinada obra, en nuestros días. Más que por mandato, por lo que es y enseñanza, por su poderosa visible intercesión, nos sentimos llamado a “Acudid a José”. + Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]

Vie 18 Mar 2016

Semana de misericordia

Por: Mons. Edgar de Jesús García Gil - Las celebraciones litúrgicas y las devociones populares que durante estos días de semana santa nos ofrece la Iglesia católica están orientadas a vivir muy de cerca el amor misericordioso que Jesús reveló en la entrada a Jerusalén como rey humilde, el domingo de ramos, en la última cena que compartió en la tarde del jueves santo cuando nos dejó la Eucaristía y el Sacerdocio, en el vía crucis que vivió durante el juicio, la pasión y la muerte, el viernes santo y su gloriosa resurrección el sábado en la vigilia pascual. Durante muchos siglos la fe de estos días pascuales se ha expresado a través de la belleza de las artes humanas y por eso grandes compositores han hecho obras maestras en la música sacra, la literatura y el teatro tienen auto sacramentales muy hermosos, el cine nos ha ofrecido interpretaciones geniales sobre Jesús, los escultores han labrado imágenes preciosas, y las mejores tradiciones cristianas del mundo siguen expresando su fe a través de procesiones con todos estos elementos artísticos para manifestar respetuosamente la grandeza de los misterios celebrados alrededor del sacrificio de Jesús. La semana santa nos quiere hacer vivir la verdad de Jesús que por obediencia a Dios Padre se sacrificó por nosotros, entregando su cuerpo y derramando su sangre, en una donación hasta la muerte y muerte de cruz, fruto de su amor misericordioso, para perdonar así nuestros pecados y librarnos de la muerte eterna. Estos días llamados santos pretenden recordarnos que la fe recibida y celebrada alrededor de la muerte y resurrección de Jesús tiene una proyección social para que sea íntegra en nuestro compromiso cristiano. El amor humilde y sacrificado por los demás es la bandera que Jesús enarboló en el estandarte de la cruz. Por lo tanto, los que seguimos a Jesús como discípulos estamos comprometidos a ser artesanos del perdón, la reconciliación y la paz para que Colombia salga definitivamente de este torbellino de violencia que tanto daño nos ha producido. Debemos, como dice el papa Francisco, ir a las periferias de la marginalidad para curar las heridas de los que sufren las injusticias de nuestros pecados. Es urgente no jugar a la corrupción institucional que ha carcomido las bases de la ética sana de nuestra sociedad civil y de su política ciudadana. Apostamos a ser hombres y mujeres justos en el respeto a los derechos y deberes humanos para que las brechas de las injusticias no sigan siendo un grito de reclamo a nuestra fe cristiana. + Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Jue 17 Mar 2016

La misa crismal, epifanía de la iglesia

La Misa Crismal se ubica dentro de la celebración anual de la muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. La obra maestra del Espíritu Santo es la persona adorable del Hijo de Dios, hecho Mesías y Pontífice de la Nueva Alianza, el cual ha sido enviado para dar un “alegre mensaje” a toda la familia humana (cf Lc 4,18). El “alegre mensaje” es él mismo, el “consagrado por el Espíritu”; es él, Señor y alegría del universo. Él es el amor del Padre, probado hasta la muerte en una cruz. Del misterio pascual, corazón de toda la historia de salvación, brotan los sacramentos y los sacramentales que significan y realizan la unidad orgánica de toda la vida cristiana. En la Misa Crismal, cada uno de nosotros se acerca a Cristo, “Pastor y guardián de nuestras almas” (1Pe 2,25), con sentimientos de gratitud porque nos ha hecho conformes con él, mediante la unción bautismal y sacerdotal. Nos ha llamado a estar con él, a ser sus amigos y a compartir su amor por el Padre y por la humanidad (Mc 3,14; Jn 15,15). La Misa Crismal debe ser vista, entonces, casi como la epifanía de la Iglesia, cuerpo de Cristo orgánicamente estructurado que, en los diversos ministerios y carismas, expresa, por la gracia del Espíritu, los dones nupciales de Cristo a su esposa peregrina en el mundo. Se trata no sólo de la fiesta de los presbíteros, sino de todo el pueblo sacerdotal. El rito de la bendición de los óleos subraya el misterio de la Iglesia como sacramento global de Cristo, que santifica toda la vida y todas las cosas. Aparece, por tanto, en esta celebración la belleza de la vocación cristiana y sacerdotal como seguimiento de Cristo. Todas las vocaciones en el mundo y en la Iglesia son maravillosas, porque tocan la persona en su más grande profundidad. La vocación no es algo que se añade a la identidad personal; ella revela a cada uno su misterio. La vocación es siempre una gracia y una regeneración continua de la mente y el corazón. Lo que más consuela es saber que cuando el Señor nos ha llamado nos ha elegido como somos y no se arrepiente de la opción que ha hecho (Sal 110,4). La Misa Crismal no se celebra sino en la Catedral y la preside el Obispo para que sea manifestación de la vida y la comunión eclesiales. Allí todos los bautizados sentimos que formamos un “reino sacerdotal” (Ap 1,6), consagrados con la misma consagración del Espíritu que consagró a Cristo; los presbíteros renuevan la alegría y los compromisos de la ordenación; se bendicen el crisma y los óleos, en los que Cristo, sacramento del Padre, ofrece a su Iglesia, que también es sacramento, los dones necesarios para santificarse y llegar a la vida eterna. La Misa Crismal enfatiza, como ninguna otra celebración, la dimensión sacramental y la comunión de la Iglesia. Por eso, no puede haber réplicas ambiguas en las parroquias, debe congregar a todos los presbíteros con delegaciones de las distintas comunidades cristianas y debe tener un eco en cada parroquia cuando recibe los óleos, recién bendecidos, con lo que comprende que la vida sacramental es una porque parte del sucesor de los apóstoles, que ha sido puesto como cabeza en la Iglesia particular. Participemos todos en la Misa Crismal, puerta de entrada al misterio pascual, para tener de nuevo, a través de la entrega de los sacerdotes, de la recepción de los óleos santos y de la comunión eucarística con Cristo, la experiencia de la unción del Espíritu que sana, une, ilumina, conforta, consagra y llena de dones a todo el cuerpo de la Iglesia. Si llegamos a esta experiencia no nos será suficiente la vida para ser en el mundo el buen olor de Cristo (2 Cor 2,15). + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 15 Mar 2016

Con la alegría del Evangelio

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - “En donde quiera que haya una persona, allí es llamada la Iglesia para llevarle la alegría del Evangelio y entregarle la misericordia y el perdón d Dios”. Así se expresó el Papa Francisco en homilía del 8-12-15, cuando entraba en vigor su memorable legislación para la atención más rápida y materna a las parejas cuyo matrimonio tiene visos de nulidad. En torno al tema fundamental de la familia, tratado con fe y sabiduría en las Asambleas de Sínodos de Obispos de los años 2014 y 2015, el Papa tuvo en cuenta a parejas en esa situación difícil. Manteniendo en firme la enseñanza de la indisolubilidad del matrimonio invita a los Pastores de la Iglesia, si llegan a tener “certeza moral”, declarar la nulidad del matrimonio a través de ponderado y ágil proceso, dando oportunidad a nuevas nupcias con otra pareja, bajo la bendición de Dios en nuevo y bien cimentado matrimonio. Lo importante de las determinaciones pontificias, no es que el Papa haya dado más flexibilidad a la indisolubilidad, ni porque haya hablado de “gratuidad” de los procesos matrimoniales, sino en el apremiante llamado a los Pastores dirigentes de la Iglesia a la conversión a especial preocupación por atender a las parejas católicas que afrontan esa grave emergencia en su vida familiar. Dijo el Papa: “la Iglesia es madre y lleva en su corazón buscar el bien de sus hijos, con espíritu de caridad y de misericordia. Ofrece cercanía desde las estructuras eclesiales, brindándoles acercamiento a la verdad de su pasado conyugal, que, al encontrar en él nulidad, da oportunidad de pasar a nuevas nupcias, para “restablecer, así, una recta conciencia, tutelando el matrimonio mismo y la dignidad de sus personas”. Colocada la Iglesia toda en su realidad de comunidad, se abre, en este caso de atender a las parejas inmersas en problema matrimonial, a ofrecerles sus maternos servicios, colocando la primera responsabilidad en el Obispo de la Diócesis, que es allí juez natural para remediar esas dolencias de sus fieles, tarea relacionada con el matrimonio que es la base de esa entidad, fundamental para la sociedad, la familia. Labor que ha de estar cimentada los pilares de la misericordia y la justicia. Para que llegue este servicio, a todas las parejas, se ha de tener presente el llamado a la “gratuidad”, sobre lo cual se ha precisado que es la comunidad eclesial la que debe proveer a él, teniendo en cuenta la justa y digna remuneración de quienes laboran en los Tribunales. Para atender ese deber de justicia, se han de conseguir recursos a través de distintos medios, con solicitud, en primer término, ha dicho el Papa, a las personas pudientes que soliciten ese proceso, quienes tienen “el deber moral de aportar generosamente”, a los gastos de él, que se preste mismo servicio a parejas sin recursos que necesitan ser atendidas. Se mantiene en la Iglesia la disciplina de no permitir acceder a la Comunión a quienes se han separado de matrimonio ante ella, y viven establemente con otra pareja, pues esta relación es ilícita, y, en sí, pecaminosa. Es disciplina apoyada en fundamentos teológicos, escrituristicos y de tradición. Hay qué salir de esa situación, y, como solución seria y estable, está el estudio de la nulidad o no de su precedente matrimonio, para lo cual se han tomado las solícitas determinaciones cimentadas. Cuando se ha conseguido esa solución, a la búsqueda de la cual se deben hacer los esfuerzos y sacrificios del caso, y se ha logrado, los buenos hijos de la Iglesia experimentan gran alegría, que está bien compartan a quienes han sufrido con ellos por la situación anterior. Qué bien hacer, como el gran Presidente Rafael Núñez, quien enviara a sus amigos y a la comunidad este mensaje: “Rafael Núñez y Soledad Román, participan de la exaltación de su unión marital a la dignidad de Sacramento”. + Libardo Ramírez Gómez Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]

Lun 14 Mar 2016

¿Costuras?

Por: Mons. Fabio Suescún Mutis - En mis años de estudio y en mi tiempo de educador se llamaban “costuras” a algunas asignaturas que no tenían, para profesores, alumnos y padres de familia, una importancia especial. Eran materias que tenían una mínima intensidad horaria, las entregaban a cualquier docente para llenar su tiempo laboral y se aprovechaban para desarrollar otro tipo de actividades que aparecían en la vida escolar. Enumeremos algunas: educación física, trabajo manual, urbanidad, educación cívica y a veces en ciertos planteles, la clase de religión. Estas asignaturas por lo general no se perdían y cuando la calificación de ellas era bajita se acusaba al alumno de completa pereza y desgano. Las “costuras” desfallecieron durante muchos años, hasta que se sacaron del pensum escolar por inútiles y poco competitivas, y se fortalecieron aquellas que capacitaban al estudiante al ingreso a profesiones de alta calidad académica. No falta quienes extrañan en el presente la ausencia de las “costuras”. Hay cierta tendencia a revaluar su importancia dentro del proceso de la formación integral de toda persona humana. Los profesionales de la salud recomiendan el ejercicio para una buena salud. La “educación física” de antes se dicta hoy en los gimnasios y en los campos deportivos. Las obras manuales se cumplen en los cursos de motricidad fina. La urbanidad hace sentir su vacío ante las fallas de comportamiento y buen trato social. Su ausencia ha dado lugar a la grosería, la ramplonería, el irrespeto y el mal trato. Los mayores añoran a Carreño y sus lecciones; y los jóvenes se sienten orgullosos cuando se llevan por delante a los demás o cuando se tratan con palabrotas que llevan mensajes ocultos de violencia y soberbia. No se puede esperar una participación ciudadana sin una buena formación en la vida social de democracia y de responsabilidad con la suerte del país. Mucha insistencia en los derechos ciudadanos, nulo compromiso con los deberes sociales. Se culpa a la politiquería y se le responde con indiferencia, malestar y ausencia en las urnas. Colombia pide ser conocida, para ser amada y cuidada por ciudadanos de bien. No se respeta la clase de religión, así aparezca en el pensum. La disculpa es fácil: como hay libertad constitucional de cultos, no hay lugar para la enseñanza religiosa. Además en una sociedad que se mueve dentro de los parámetros de la producción y el consumo, no queda tempo para Dios pues siempre hay cansancio o se le considera no importante o a veces inexistente. La consecuencia es que la vida personal y social están desarrollándose sin Dios y su ausencia cae en el sin sentido de la vida, en el vacío existencial o en la inmoralidad. A propósito, se me olvidaba otra costura: la ética; que enseña al hombre y a la mujer a ser personas de bien en todos las dimensiones de su ser. Los periódicos y noticieros dan cuenta a diario de los resultados de ignorar la moral, pero eso no convence. La moral de conveniencia tranquiliza las conciencias y los mismos medios que presentan la tragedia moral del país, cuando se trata de aprobar comportamientos no éticos, acuden a la expresión: “moralismos” y “cosas de religión”, para descalificar la oposición. Las “costuras” se han ido rompiendo sin que la sociedad se dé cuenta. Es hora de recomponer el tejido social. + Fabio Suescún Mutis Obispo Castrense

Vie 11 Mar 2016

Tiempo favorable

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Vamos avanzando en la Cuaresma de 2016. Desde el comienzo hemos escuchado una invitación apremiante dirigida a cada uno de nosotros para que “volvamos al Señor” (Jl 2,12-14). La Cuaresma no son prácticas aisladas sino un camino en el que podemos vivir la experiencia más admirable: Dios nos ha amado tanto que nos sigue dando a su Hijo para que en él encontremos el perdón que nos hace nuevos cada día, el amor que nos une a todos en la fiesta de la vida, la esperanza que nos asegura que el bien vencerá definitivamente el mal y la alegría de ir comenzando ya la vida eterna. La primera clave para vivir la Cuaresma es seguir el itinerario litúrgico que nos va proponiendo oportuna y ordenadamente la Palabra de Dios, alimento que necesitamos para llegar hasta la Pascua, y que, a partir de la imposición de la ceniza, nos ofrece con una pedagogía admirable la economía sacramental, portadora de todos los dones y gracias de Dios. Si no participamos o no cuidamos las celebraciones litúrgicas nos perdemos lo mejor de este tiempo, su esencia y su corazón. Por esto, es preciso acompañar este camino con una adecuada catequesis y buscar que él despierte una renovada vida espiritual en nosotros. Propondría una segunda clave para vivir con intensidad esta Cuaresma y es sentirnos unidos y solidarios con los cristianos del Oriente Medio. Si allí la situación ha sido siempre difícil ahora todo se ha agravado dramáticamente. La guerra en Gaza y la acción bélica del Estado Islámico en Siria y en Irak han dejado miles y miles de cristianos muertos, torturados, heridos o desplazados. Por defender su fe, en ellos continúa hoy de un modo real la pasión de Jesús. No podemos dejar solos a estos hermanos nuestros, no podemos quedarnos indiferentes mientras Cristo sufre de nuevo en estos miembros de su cuerpo. Por último, el Papa Francisco nos invita a vivir la Cuaresma desde la experiencia de la misericordia. El misterio de la misericordia divina se revela a lo largo de la historia de la alianza de Dios con Israel. Es un verdadero “drama de amor”, que alcanza su culmen en el Hijo hecho hombre, porque Dios hace de él la “Misericordia encarnada”. “Es la belleza del amor salvífico de Dios manifestado en Jesucristo muerto y resucitado; el primer anuncio que siempre hay que volver a escuchar de diversas maneras y que siempre hay que volver a anunciar de una forma o de otra”. En Jesús crucificado, Dios quiere alcanzar al pecador en su mayor alejamiento de él. De esta manera la misericordia de Dios transforma el corazón del hombre, haciéndolo a su vez capaz de misericordia. Es un milagro, dice el Papa, que la misericordia divina se irradie en nosotros y nos impulse a vivir las obras de misericordia. Ellas nos permiten traducir nuestra fe en hechos concretos y cotidianos para ayudar a nuestros hermanos: alimentarlos, vestirlos, acogerlos, educarlos, consolarlos, acompañarlos. Son una respuesta de nuestra conciencia ante el drama de la pobreza y una ocasión de entrar en el corazón del Evangelio. No dejemos pasar rutinariamente la Cuaresma. No dejemos que el Año de la Misericordia se acabe sin que deje una profunda huella en nosotros. Aprovechemos este tiempo para intensificar la oración, para celebrar con verdadero espíritu de conversión el sacramento de la Penitencia, para fomentar la catequesis, para practicar la caridad de modo concreto. “La Cuaresma de este Año Jubilar, como dice el Papa, es para todos un tiempo favorable para salir por fin de nuestra alienación existencial gracias a la escucha de la Palabra y a las obras de misericordia”. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mié 9 Mar 2016

Cien emisiones de luz

Por Mons. Libardo Ramírez Gómez. Se han completado, en estos días, cien Asambleas Plenarias de la Conferencia Episcopal de Colombia, Fue del 14 de septiembre 1908 cuando se inició la primera Asamblea de esta gran organización que ha dado tanta luz a Colombia. Fue el Arzobispo de Bogotá Bernardo Herrera Restrepo (1891-1928), quien la convocó y presidió. Los nombres de los 15 participantes en esa primera Asamblea, 4 Arzobispos, 9 Obispos y 2 Vicarios Capitulares, son recordados con gran aprecio en las distintas regiones de Colombia. Al lado de Mons. Herrera, estuvieron los Arzobispos Manuel José Caicedo, de Medellín; Pedro Adán Brioschi, de Cartagena; Manuel Arboleda de Popayán. Entre los Obispos estuvieron dos grandes servidores de la Iglesia, oriundos del Huila, el Obispo de Garzón Mons. Esteban Rojas Tobar, formidable apóstol, e Ismael Perdomo Borrero, en ese momento Obispo de Ibagué, luego Arzobispo de Bogotá, de gran ciencia, piedad y entrega apostólica. Ha regalado Dios a la Iglesia en Colombia eminentes Prelados llegados a Presidentes de la Conferencia, 12 en total, todos de gran calidad eclesial y patriótica. De muy especial aprecio han sido Mons. Ismael Perdomo, los Cardenales Luis Concha Córdoba, Aníbal Muñoz Duque, Pedro Rubiano y Rubén Salazar, y el entonces Obispo de Garzón José de Jesús Pimiento, hoy Cardenal. Gracias a ellos, y a tantos Obispos de las distintas épocas y regiones del País ha sido trascendental lo actuado por la Conferencia. En este amplio periodo de más de cien años, tuvo lugar el Concilio Vaticano II, preparado con sus proféticas enseñanzas por el gran Pontífice Pio XII, convocado por S. Juan XXIII, llevando a culminación por el Beato Paulo VI, con impulso denodado de S. Juan Pablo II, y vivencial enseñanza de los Papas Benedicto XVI y Francisco. Los documentos de este Concilio tuvieron una magistral presentación en el documento del Episcopado Colombiano. “La Iglesia ante el cambio” de 1969. Fruto de ese Concilio fue avanzar en la elaboración de nuevo Código de Derecho Canónico, publicado en 1983, y la elaboración del Catecismo de la Iglesia Católica (1992), al cual se remite el Papa Francisco como punto de referencia doctrinal cuando frases suyas espontáneas las interpretan como salidas de tono. Desde sus cien Asambleas Plenarias nuestra Conferencia Episcopal ha emitido luces sobre gran número de temas. En muchas épocas se ha acogido esa voz de la Iglesia con entusiasmo y respeto, algo que ha mermado en estos últimos años cuando solo se quiere que el Papa y los Obispos secunden campañas contra el mismo derecho natural como el aborto, o el matrimonio de parejas del mismo sexo, o que, sin reparos, se acoliten programas oficiales nada claros en educación sexual, o en procesos de paz que abran paso a ideologías materialistas, con exaltación de la lucha armada, y sin arrepentimiento de los que han perpetrado crímenes atroces. A las profundas enseñanzas que va dando la Conferencia en materias de su real competencia poca o nula difusión se ofrece en la prensa o en cátedras. Se han tratado desde la Conferencia Episcopal, temas como la relación entre fe y razón, enseñanzas doctrinales, compromiso social y político del cristiano, campañas de paz iluminadas por el Evangelio y no por otras ideologías, lo dañino de la droga y del delito del narcotráfico, el cáncer de la corrupción en política y organismos gubernamentales, razón de ser de Concordato con la Iglesia de la gran mayoría de los colombianos. Innumeros han sido los servicios prestados al pueblo colombiano por pastores y fieles laicos que cumplen con su misión en cada una de las profesiones, realizados bajo el impulso permanente de esa Conferencia nuestra, con empeño entusiasta por los más de cien Obispos Residenciales y Eméritos, que estamos empeñados en colaborar hasta nuestro final terreno. Mons. Libardo Ramírez Gómez Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]