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evangelio

Mié 1 Jun 2022

Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo; reciban el Espíritu Santo

DOMINGO DE PENTECOSTÉS Junio 05 de 2022 Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2, 1-11 Salmo: 104(103), 1ab y 24ac.29bc-30.31 y 34 (R. cf. 30) Segunda lectura: 1Corintios 12, 3b-7.12-13 Evangelio: Juan 20, 19-23 I.Orientaciones para la Predicación Introducción Esta solemnidad que concluye el gozoso tiempo pascual ofrece varios elementos para el crecimiento personal y comunitario, de la Palabra de Dios, destacamos tres. • El primero lo sintetiza Jesús así: “Reciban el Espíritu Santo”, como se observa Dios envía su Espíritu y todo aquel que lo recibe renueva su vida personal y comunitaria. • En segundo lugar, Jesús indica claramente que somos enviados, en efecto, afirma: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. Desde los inicios del cristianismo este mandato del Señor es un imperativo que no pasa de moda, por ello, la insistencia del Papa Francisco de ser “una Iglesia en salida” que no cesa de anunciar el amor del Padre en Cristo. • Finalmente, se destaca en la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios, cómo el Espíritu Santo presente en la Iglesia en general, está también en cada uno de los creyentes en particular: “en cada uno se manifiesta el Espíritu para bien común”, esta afirmación se refiere a los carismas del Señor que cada creyente recibe y que en este tiempo en el que el Papa Francisco está invitando a reflexionar en la sinodalidad de la Iglesia, reviste singular importancia. Se profundizará especialmente en este tercer elemento. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? “En cada uno se manifiesta el Espíritu para bien común”: Esta afirmación de la segunda lectura expresa explícitamente que el Espíritu Santo está en la Iglesia en general, pero también está en cada creyente en particular que con fe y devoción lo recibe, esto fue lo que experimentaron los primeros cristianos que, como dice el libro de los Hechos de los Apóstoles “se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras”. El hablar en lenguas y “oirlos hablar de las maravillas de Dios en la propia lengua”, indica cómo el evangelio llega a varios lugares del mundo, por lo que muchas son las lenguas de la Iglesia, aunque todas profesan la misma verdad, la única fe en el Señor Jesús. Esta experiencia, no se reduce sólo al pasado, en el presente el mismo Espíritu sigue actuando y es enviado a cada creyente, como dice Jesús en el evangelio según san Juan: “Reciban el Espíritu Santo”, hoy la Iglesia sigue acogiendo esta presencia “espiritual” de Jesús que renueva todo creyente y no sólo a los seres humanos, sino como dice el Salmo 103 a toda la creación: “Envías tu Espíritu, Señor, y renuevas la faz de la tierra”. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El Espíritu Santo es la presencia espiritual de Jesús resucitado en la Iglesia, presencia que la anima y sin la cual no pudiera existir. Sin esta presencia el ser humano es nada, como dice la secuencia litúrgica: “Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías su aliento”. Sin el Espíritu Santo, la Iglesia, es nada, no pasaría de ser una institución humana, al estilo de una empresa, o de una ONG, pero en el fondo estaría vacía. El Papa Francisco ha venido insistiendo sobre la necesidad de una Iglesia sinodal, es decir, una Iglesia que camina unida, dando cabida a todos, respetando los carismas y dones de cada uno y construyendo con ellos la unidad. Sin duda, la solemnidad de Pentecostés es una buena oportunidad para comprender esta realidad, pues los carismas que el Espíritu Santo ha dado a todos como pueblo de Dios, favorecen en medio de la singularidad de cada uno, la unidad del cuerpo de la Iglesia que tenemos la responsabilidad de seguir construyendo. Pablo enseña en la primera carta a los Corintios que “en cada uno se manifiesta el Espíritu para bien común”: junto a esto que podemos llamar un “don particular” que reciben todos los bautizados, se advierte que, este carisma es para el bien común, por lo que también hay un “don común” a todos los creyentes que, en el mismo texto, a continuación, se refiere a los sacramentos del bautismo: “Todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu” y de la eucaristía: “Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”. Unido a estos dos sacramentos, está el de la reconciliación, referido por el evangelio según san Juan: “A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados”. La relación entre el “don particular” que recibe cada creyente y el “don común” que recibe todo el cuerpo de la Iglesia, la realiza el Espíritu Santo; en efecto, el Espíritu “sopla donde quiere” (Jn 3,8) y, por ello, se observa cómo este mismo Espíritu sorprende a muchos con el don dado a algunos, porque la manifestación libre del Espíritu no está condicionada por nada, ni por nadie; no obstante, el Espíritu se dona a través de gestos instituidos por Cristo y regulados por la mediación de la Iglesia, pero se trata siempre del mismo Espíritu como subraya el apóstol: “Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos” (1Cor 12,4-6). Los carismas son dones dados a cada uno de los fieles “don particular” para enriquecer y santificar a la Iglesia, esto tiene que descubrir el camino sinodal que se está realizando en la comunidad eclesial; por otra parte, los sacramentos son dones dados a la Iglesia “don común” para enriquecer y santificar a cada uno de los fieles. Hay pues, una armonía y una reciprocidad completa entre el “don particular” y el “don común”; atentar contra este equilibrio, sería empobrecer la Iglesia como misterio de fe y cuerpo de Cristo y empobrecer a cada uno de los fieles, alejándolos de la comunidad. Quedarse sólo con el “don común” sería simple sacramentalismo, quedarse sólo con el “don particular” sería espiritualismo vacío, sin Iglesia. El Concilio Vaticano II resume esta enseñanza con estas palabras: “el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1Cor 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno... se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1Cor 12,7)” (Lumen Gentium 12). 3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Es esta una oportunidad para agradecer a Dios por la acción del Espíritu Santo en la vida personal y en la vida de la Iglesia. Gracias Jesús por enviar tu Espíritu Santo a la Iglesia que renueva la vida personal y comunitaria. Gracias Espíritu Santo, don del Padre y del Hijo, porque habitando en los creyentes, suscitas la unidad y la armonía en la vida eclesial. Ilumina esta etapa de sinodalidad que la Iglesia vive y ayuda a todos los bautizados a hacerla realidad en la relación con los hermanos y con los hombres y mujeres que encuentran en el camino de la vida. Un compromiso práctico que puede dejar la Palabra de Dios en la vida es preguntarse cómo favorezco la unidad y armonía en la comunidad en la que vivo, cómo aporto desde el “don particular” que he recibido, al bien común de los hermanos, pues el Espíritu Santo une y lleva a la unidad, por ello, la Iglesia es un misterio de comunión entre los hermanos, para la misión. El mejor testimonio que un creyente puede dar es la unidad, recordemos lo que dice Jesús: “En esto sabrán los hombres que son mis discípulos, en que sea aman los unos a los otros” (Jn 13,35). ____________ Recomendaciones prácticas: • Hoy termina el Tiempo Pascual. Después de la última misa, en la noche, se apaga el Cirio pascual y se retira del presbiterio. Conviene colocarlo decorosamente en el bautisterio para que arda durante la celebración del Bautismo y poder encender en él los cirios de los bautizados. • Motivar la semana de oración por la Unidad de los cristianos. • Día del Campesino. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Reunidos en comunión de fe, hemos venido al banquete de la Palabra y la Eucaristía para conmemorar con gozo pascual que la promesa de Cristo de enviar al paráclito se ha cumplido en la Iglesia. Celebramos hoy la Solemnidad de Pentecostés; el Espíritu Santo ha venido a llenar nuestros corazones con la gracia de su amor y colmarnos con sus dones. Nosotros, animados por este misterio, participemos con fervor de este encuentro con el Señor y con los hermanos. Monición a la Liturgia de la Palabra La liturgia de la Palabra de este domingo nos muestra que la Obra de Cristo en el mundo, se prolonga a través de la acción del Espíritu Santo quien sigue iluminando con sus dones y carismas a la Iglesia, para anunciar al mundo el perdón y la Paz que vienen del Señor. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos hermanos a Dios nuestro Señor, para que acoja con amor las súplicas que, confiados le presentamos como hijos de un mismo Padre, y digámosle con fe: R. Padre Santo, escucha nuestra oración. 1. Padre Bondadoso, mira al papa Francisco y a los demás Obispos de tu Iglesia y dales la Sabiduría de tu Espíritu para que, dando testimonio de tu amor, guíen a tu pueblo por los caminos del bien que conducen a tu Reino. 2. Padre todopoderoso, que gobiernas el mundo con santidad y justicia, infunde en nuestros gobernantes tu Espíritu de Ciencia para que sepan gobernar a los pueblos con equidad, velen por cumplir los derechos de los marginados y los pobres y busquen siempre el bien de los ciudadanos. 3. Padre amable, que caminas junto a tus hijos, te pedimos por una Iglesia que celebra, para que nuestro camino juntos en los próximos meses se base en la escucha conjunta de la Palabra de Dios y en la celebración de la Eucaristía en la comunión del Pueblo de Dios. 4. Padre misericordioso, que te apiadas de tus hijos, mira con amor a los que sufren, dales el Espíritu de fortaleza para que puedan superar las adversidades con valentía, que tu Espíritu les otorgue la Salud de alma y cuerpo y sean testimonio de fe y esperanza para los cristianos. 5. Padre Santo, mira a esta asamblea aquí reunida compartiendo el Pan y la Palabra; danos el Espíritu de piedad y de tu Santo Temor para que continuemos alabando tu Nombre. Danos la gracia de verte siempre en los hermanos y que, a ejemplo de los primeros cristianos, vivamos unidos en fe y amor. Oración conclusiva Padre que tanto nos amas, atiende compasivo las oraciones que con fe te presentan tus hijos movidos por tu Santo Espíritu. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén.

Vie 27 Mayo 2022

Mientras los bendecía, fue llevado hacia el cielo

SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA ASCENSIÓN DEL SEÑOR Mayo 29 de 2022 Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11 Salmo: 47(46), 2-3.6-7.8-9 (R. cf. 6) Segunda lectura: Efesios 1, 17-23 ó Hb 9, 24-28; 10, 19-23. Evangelio: Lucas 24, 46-53 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La riqueza de la solemnidad que celebramos hoy alcanza para un amplio número de temas reflexivos, puesto que subraya el triunfo final de la humanidad de Cristo el Señor, cuyo principio de dicha humanidad tuvo comienzo con la encarnación. De lo anterior dan fe: Los relatos de la infancia de Jesús (Mt 1—2; Lc 1—2), el prólogo de san Juan (1,1-18) y el cántico de Filipenses (2,5-11). A partir de la victoria de la humanidad de Cristo, tres temas orientan nuestra reflexión: • El primero es la difusión del evangelio, pues uno de los deseos finales del Resucitado consistió en la proclamar la conversión para el perdón de los pecados. Para este fin los agentes fueron los discípulos, testigos de los misterios de la pasión y resurrección del Señor. • El segundo punto de reflexión lo ocupa nuestras aspiraciones de vida: Resulta llamativo cómo los discípulos contemplaban, con la mirada fija al cielo y postrados ante el Resucitado, el misterio de la ascensión. Sin embargo, los compromisos cotidianos de la vida no son menos importantes que la actitud de adoración, las palabras de los dos hombres vestidos de blanco de Hch 1,10-11, aplican también para nosotros, no quedarnos simplemente mirando al cielo y desentendidos de la misión en esta tierra. • En tercer lugar, conviene reflexionar sobre la promesa del Espíritu Santo, la recepción del Espíritu Divino otorga la fuerza para el éxito de la misión de todos los bautizados, cuyo efecto resulta palpable primero, en Jerusalén, después Judea y Samaría y, finalmente en los confines de la tierra (Hch 1,8). El misterio de esta promesa queda en suspenso hasta cuando se desvele en la Solemnidad de Pentecostés el próximo domingo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Lucas presenta en el evangelio de manera tan resumida las últimas manifestaciones de Cristo resucitado, que si no tuviéramos más que esta página evangélica sentiríamos la tentación de colocar el relato de la ascensión el mismo día que el de la resurrección y el de las apariciones. No obstante, el mismo autor, informa expresamente, en los Hechos de los Apóstoles, que entre la resurrección y la ascensión de Jesús pasaron cuarenta días. (Hch 1,3). Se pone de relieve en la orientación teológica de Lucas, que el evangelio será predicado a todas las naciones para que se conviertan y obtengan el perdón de los pecados, el punto de partida de esta expansión victoriosa será Jerusalén. (Lc 24,47; Hch 1,8). Ante semejante misión se requiere que los apóstoles tengan conciencia de su deber y de su fuerza. Su deber es dar testimonio de la verdad: “Vosotros sois testigos de estas cosas” (Lc 24,48). Su fuerza reside en la presencia del Espíritu Santo, cuya promesa les renueva Cristo: “Y saber que yo les envío la promesa de mi Padre” (Lc 24,49), “vosotros seréis bautizados con el Espíritu dentro de pocos días” (Hch 1,5). Así pues, Lucas insiste en el evangelio como en Hechos sobre la presencia nueva de Jesús en la Iglesia a través del Espíritu Santo y en la responsabilidad de sus discípulos de ser sus testigos en la tierra. La ascensión del Señor al cielo resalta la soberanía del Resucitado sobre la humanidad entera y sobre todo el mundo. Así lo menciona el salmo 46 que reporta expresiones como: “El Señor es emperador de toda la tierra, Dios es el rey del mundo, Dios reina sobre las naciones”. El beneficio para nosotros de esta soberanía es que involucra a quienes creemos en Él, Cristo como cabeza de la Iglesia, revela el estado en el que también estará su cuerpo místico (nosotros los bautizados que somos su Iglesia). Desde esta perspectiva se comprende la expresión de la carta a los Hebreos: “Tenemos entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús” (Hb 10,19), con lo cual el texto propone el camino nuevo y vivo que el Señor ha inaugurado para nosotros. En el conjunto de las escenas de la Ascensión la gente se sentía animada por una fe capaz de todas las conquistas, los discípulos regresaron no con la tristeza de la despedida, sino con la alegría de la promesa, pues estaban continuamente en el Templo contemplando a Dios, por eso fue que los Once volvieron a Jerusalén dóciles a las últimas recomendaciones del Resucitado. (Lc 24,52; Hch 1,12). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La solemnidad de este día nos sitúa en la meta que ha logrado Cristo resucitado. La expresión cielo donde ascendió el Señor, es la vida eterna a le que estamos destinados todos los bautizados. De ahí que esta solemnidad nos centra en la esperanza de lo que será nuestro futuro, la vida eterna. La carta a los Hebreos concluía afirmando: “Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa” (Hb 10,23). En este orden de ideas la oración colecta nos anima a “exultar de gozo porque la ascensión de Jesucristo es nuestra victoria, y donde nos ha presidido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo”. La certeza del futuro que anhelamos y que nos espera, no dispensa de las responsabilidades en esta tierra. El libro de los Hechos afirma: “Galileos, que hacen ahí parados mirando al cielo?” La satisfacción de quedarnos mirando al cielo y esperando que lleguemos a él, sin compromisos serios en este peregrinar por la tierra, sigue vigente en muchas comunidades. Nuestra fe, nuestras ilusiones y esperanzas no se reducen a este mundo que pasa, pero mientras estemos en él, nos compete ser testigos de Cristo resucitado. Hechos de los Apóstoles insiste en esta responsabilidad: “Cuando el Espíritu descienda sobre ustedes, recibirán fuerza para ser mis testigos”. Es necesario expresar con palabras y, sobre todo, con acciones que Cristo resucitado sigue presente en medio del mundo; en consecuencia, conjuguemos la doble dimensión que expone esta solemnidad de Jesús: por un lado, aspirar al futuro que nos espera con la mirada lanzada al cielo y por el otro, testificar ante los demás la presencia viva y operante de Cristo resucitado que hoy asciende al cielo entre aclamaciones y al son de trompetas. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Te agradecemos Padre porque nos ofreces la certeza de cómo nuestro destino no termina aquí en la tierra, sino que se abre la esperanza hacia la vida eterna, donde todo será amor, paz, alegría y bondad, así quedarán aniquilados el luto, el llanto y el dolor. Te damos gracias oh Jesús por subir como nuestra cabeza al cielo y manifestar la victoria a la que aguardamos todos como Iglesia, tu cuerpo, que cree y aguarda la vida sin ocaso. Frente a tan altas aspiraciones, todos en general y cada uno en particular, comprometámonos a ser testigos del Señor en la familia y los demás ambientes en los que desempeñamos la vida, de modo que mostremos el rostro de Cristo resucitado y ascendido al cielo, a los enfermos, marginados y a los menos tenidos en cuenta de la comunidad. _________________ Recomendaciones prácticas: • Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. • Motivar la participación a la Misa de la Vigilia de Pentecostés. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, hoy nos congrega la Solemnidad de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo a los cielos. Este hecho sella la entrada definitiva de la humanidad de Jesús a la presencia de Dios Padre; y es para nosotros motivo de esperanza, dado que nos invita a pensar en nuestro destino final, que no será otro que anhelar estar en la presencia del Padre. Monición a la Liturgia de la Palabra Dios se nos revela en la novedad de su Palabra. La riqueza del mensaje de hoy nos ilumina y orienta para comprender este misterio de glorificación y el compromiso que implica ser testigos de este acontecimiento. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Padre eterno, nos sabemos hijos tuyos, por eso, en confianza te presentamos las necesidades que nos afligen, seguros de ser escuchados y atendidos por tu prodigiosa eficacia en favor nuestro. Oramos juntos diciendo: R. Por la Asunción de tu Hijo, escúchanos Señor. 1. Te pedimos, Señor, por tu Iglesia, para que asumiendo con compromiso el anuncio del Evangelio, proclame a todos tu mensaje de salvación. 2. Te suplicamos, Señor, por quienes aún no han recibido la riqueza de tu Palabra, para que el mensaje llegue y toque sus corazones. 3. Te presentamos Señor, a quienes, alejados de ti, no han reconocido la presencia de tu Hijo en medio de ellos. 4. Te entregamos, Señor, a los enfermos y desvalidos, para que, sostenidos por tu presencia amorosa y cercana, asuman con esperanza su dolor. 5. Te ofrecemos, Señor, esta comunidad, que celebra con gozo la Ascensión de tu Hijo a los cielos, para que se afiance la fe que los anima. Oración conclusiva Dios nuestro, que has querido elevar a tu Hijo a tu presencia, te pedimos por su intercesión, escuches nuestras súplicas y nos alcances los bienes que proceden de tu amor y clemencia. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Vie 27 Mayo 2022

Voz del Pastor | 29 de mayo de 2022

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Juan 24,46-53

Vie 20 Mayo 2022

Voz del Pastor | 22 de mayo de 2022

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Juan 14,23-29

Mié 18 Mayo 2022

El Espíritu Santo les irá recordando todo lo que les he dicho

SEXTO DOMINGO DE PASCUA Mayo 22 de 2022 Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 15, 1-2.22-29 Salmo: 67(66), 2-3.5.6 y 8 Segunda lectura: Apocalipsis 21, 10-14.22-23 Evangelio: Juan 14, 23-29 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • El Espíritu Santo es el protagonista del caminar histórico de la Iglesia. Guiados por su luz, los apóstoles toman las decisiones que más le convienen a las comunidades cristianas nacientes. Alivianar las cargas es la consigna para que los creyentes puedan ser realmente libres según el Espíritu. • El Cordero Pascual que ha sido inmolado y cuya Resurrección estamos celebrando se presenta en el Apocalipsis como el Sol glorioso que iluminará la Nueva Jerusalén, la ciudad santa donde Dios habita y donde habitaremos para siempre con el Señor. • Para los que aman a Cristo se nos promete el amor del Padre, que, junto con el Hijo, e incluso con el Espíritu, vendrán a poner su morada en la vida de cada discípulo. El Espíritu Santo obrará en sus mentes para reavivar el recuerdo de las enseñanzas del Maestro, palabras de vida eterna. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El capítulo 15 de los Hechos de los Apóstoles nos cuenta la controversia que se suscitó en Antioquía y en Jerusalén acerca de la obligatoriedad de la circuncisión con miras a la salvación. En ese contexto, el fragmento que se toma para la liturgia de este domingo nos ofrece dos partes: a) Los primeros dos versículos presentan en qué consistía la problemática; b) enseguida, saltándose el relato del Concilio de Jerusalén con las intervenciones de los apóstoles, la perícopa coloca los vv. 22-29 que hacen alusión a la carta que los apóstoles envían a Antioquía y en la cual se les garantiza la liberación de las cargas innecesarias. En la segunda lectura encontramos otro pasaje del capítulo 21 del Apocalipsis, del cual ya habíamos escuchado los primeros cinco versículos en el domingo anterior. Ahora Juan es llevado a contemplar la visión de la Jerusalén celestial (la imagen de la ciudad santa sirve para simbolizar el ámbito celestial-escatológico), luego de que el ángel le había prometido: «Ven, que te voy a enseñar a la novia, a la Esposa del Cordero» (este es el v. 9 que no hace parte del texto que se proclama en la liturgia de este domingo). Esta ciudad viene a ser el gran templo donde habita la gloria de Dios. Se ingresa allí a través de los apóstoles para descubrir que, en realidad el templo es Dios mismo y el Cordero, vencedor de la muerte, es él mismo la luz. Continuando con sus palabras de despedida, Jesús les garantiza a sus discípulos la inhabitación divina que tiene por causa el amor del Padre, así como por amor Dios ha enviado a su Hijo (cf. Jn 3,16). Habiéndole a dicho a Felipe: «el que me ha visto a mí ha visto al Padre» (Jn 14,9), ahora explica que su presencia después de la resurrección llevará consigo la presencia del Padre. Dicha presencia es consecuencia del amor del discípulo por el Hijo; por ende, la falta de amor es la causa de que el mundo no pueda reconocer ni al Padre ni al Hijo. Además, el Espíritu Santo, que se enviará en nombre de Cristo se encargará de mantener en el tiempo las enseñanzas del Maestro, lo que hace perfecta y completa la presencia de Dios entre nosotros que es fruto de la Pascua, de la glorificación del Hijo. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Con la resurrección de Cristo, no sólo llegamos a contemplar su gloria, sino que, gracias a la efusión del Espíritu Santo, Dios llega a habitar en nosotros. Se realiza así lo que Dios ha deseado con la encarnación: «y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros» (Jn 1,14). Sabemos que esta inhabitación se ha hecho realidad desde nuestro Bautismo que nos hace hijos amados del Padre, perfeccionada en la Confirmación con el don del Espíritu Santo y llevada a plenitud en la Eucaristía, sacramento donde se cumple la promesa de Cristo: «Quien come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él» (Jn 6,56). Si afirmamos con san Pablo: «Ya no soy yo quien vive, sino es Cristo quien vive en mí» (Ga 2,20) es porque el Padre y el Hijo han venido a morar en nosotros. Y si nuestros corazones arden cuando nos ponemos delante de las enseñanzas del Maestro es porque el Espíritu Santo cumple a cabalidad su misión de recordarnos las Palabras de Jesús. Al respecto de esta obra iluminadora del Paráclito, nos dice el Papa Francisco: «Nosotros no estamos solos: Jesús está cerca de nosotros, en medio de nosotros, dentro de nosotros. Su nueva presencia en la historia se realiza mediante el don del Espíritu Santo, por medio del cual es posible instaurar una relación viva con Él, el Crucificado Resucitado […] Y el signo de la presencia del Espíritu Santo es también la paz que Jesús dona a sus discípulos: «Mi paz os doy» (v. 27). Esa es diversa de la que los hombres se desean o intentan realizar. La paz de Jesús brota de la victoria sobre el pecado, sobre el egoísmo que nos impide amarnos como hermanos. Es don de Dios y signo de su presencia. Todo discípulo, llamado hoy a seguir a Jesús cargando la cruz, recibe en sí la paz del Crucificado Resucitado con la certeza de su victoria y a la espera de su venida definitiva» (Ángelus, 01/05/2016). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? No perdamos de vista el camino sinodal que vive la Iglesia. Para hacer realidad el proyecto de caminar juntos debemos atender a la voz del Espíritu, que pone en nuestras mentes y en nuestros corazones el Evangelio de Cristo: «Una pregunta fundamental nos impulsa y nos guía: ¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo con la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal? Enfrentar juntos esta cuestión exige disponerse a la escucha del Espíritu Santo, que, como el viento, “sopla donde quiere: oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va” (Jn 3,8), permaneciendo abiertos a las sorpresas que ciertamente preparará para nosotros a lo largo del camino» (Documento preparatorio, 2). Por tanto, en este presente que vive la Iglesia, estamos llamados a invocar con más intensidad al Espíritu Santo: «Ven Espíritu Santo, derrama tu luz en medio de tus fieles y otórganos el don de estar unidos, de caminar juntos. Que podamos hacer memoria de lo que has obrado en la historia y nos muestres el camino para ser signo de salvación en el mundo de hoy». __________________ Recomendaciones prácticas: • Motivar la Novena de Pentecostés. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Queridos hermanos y hermanas: En esta celebración eucarística, Cristo resucitado sale a nuestro encuentro, presente en su Palabra y en la Eucaristía. Nos promete el Señor habitar en nuestros corazones y mantener vivo el recuerdo de sus enseñanzas gracias a la acción santificadora del Espíritu. Que este mismo Espíritu nos disponga para vivir plenamente este acontecimiento de salvación, mientras seguimos avanzando en este itinerario pascual. Monición a la Liturgia de la Palabra Palabras de vida eterna se nos transmiten ahora en esta liturgia. Son las palabras de Cristo, el Señor, que quiere entrar en diálogo de amor con su pueblo. Ahora, mientras escuchamos estas lecturas, guardemos este mensaje en nuestro corazón para que seamos templos donde habite la Santa Trinidad. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Al Padre del cielo que nos envía a su Hijo y al Espíritu Santo para que participemos de su vida, le presentamos nuestra oración que brota de la escucha de su Palabra, en este tiempo en que celebramos a Cristo, nuestra Pascua. Por eso, suplicamos diciendo: R. Por Jesucristo, vencedor de la muerte, escúchanos Padre. 1. Por la Iglesia para que el Espíritu Paráclito la guíe con la fuerza del Evangelio y para que brille en el mundo como luz que acompaña el camino de toda la humanidad. 2. Por quienes están encargados del gobierno de las naciones para que sepan escuchar la voz del pueblo que clama para recibir el apoyo humano para sus necesidades más urgentes. 3. Por un verdadero diálogo en la Iglesia y en la sociedad para que, por un camino de perseverancia, paciencia y comprensión mutua, estemos atentos a la experiencia de las personas y de los pueblos. 4. Por todos los que sufren a causa de tantos males para que experimenten la presencia cercana y amorosa de Dios que está atento a sus oraciones y es providente para con todo aquel que requiere de su ayuda. 5. Por nosotros, participantes de esta celebración, para que sigamos exultando de alegría pascual y para que seamos portadores de aquella paz que sólo da Cristo resucitado y no puede darla el mundo. Oración conclusiva Padre bueno, que prometes amarnos y visitarnos cuando guardamos la palabra de tu Hijo No desoigas nuestras peticiones y favorece a aquellos que imploran tu auxilio. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Vie 13 Mayo 2022

Voz del Pastor | 15 de mayo de 2022

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Juan 13,31-33a. 34-35

Jue 31 Mar 2022

El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra

QUINTO DOMINGO DE CUARESMA Abril 03 de 2022 Primera lectura: Isaías 43, 16-21 Salmo: 126(125), 1-2ab.2cd-3.4-5.6 Segunda lectura: Filipenses 3, 8-14 Evangelio: Juan 8, 1-11 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Este domingo nos apartamos del evangelio de Lucas para entrar, dentro del evangelio de Juan, en un bellísimo pasaje que de todas formas tiene sabor lucano y no pierde de vista la experiencia de la misericordia. Se trata del episodio de la mujer sorprendida en adulterio (Juan 8,1-11). Frente a ella y también frente a sus acusadores hoy vemos a Jesús como Señor de la misericordia y del perdón, que penetra en lo más íntimo del corazón del hombre. El contexto del pasaje es del conflicto. Como vimos el domingo pasado, la misericordia de Jesús escandalizó a los fariseos y escribas de su tiempo. Por eso desaprobaron la praxis de Jesús y buscaron la manera de demostrarle que solamente su comportamiento era el que correspondía a la voluntad de Dios. Para ellos el punto de referencia era estrictamente la Ley. Precisamente en este punto es que ahora ponen a prueba a Jesús y ésta será la ocasión para una magnífica enseñanza sobre el dinamismo del perdón: reconocer el pecado, ser perdonado y perdonar a los demás. Y viceversa, así como no está autorizado para juzgar quien tiene motivos para ser juzgado, igualmente sólo quien perdona puede ser perdonado por Dios[14]. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? A Jesús le presentan una mujer sorprendida en adulterio, con ello buscaban algún motivo para hacerle caer. Según la ley de Moisés, la mujer adúltera debía ser lapidada. Si Jesús aceptaba la lapidación, la misericordia que él predicaba quedaría desvirtuada; si la rechazaba, estaría contrariando la Ley. La respuesta de Cristo es una lección de justicia y misericordia: “El que esté libre de pecado que tire la primera piedra”. Quienes pedían castigo por el pecado, estaban llenos también de culpa. A la mujer, quien ha quedado sola con Él, Jesús, le ofrece su misericordia diciéndole: “yo tampoco te condeno”, pero la invita a la conversión: “vete y no peques más” 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? [15] 1. Después de pasar la noche en el monte de los Olivos, Jesús madruga para ir al Templo y allí lo rodea una gran cantidad de gente que busca su enseñanza. El texto dice que el auditorio estaba compuesto por “todo el pueblo”. Pareciera exagerado, pero es la manera de ambientar la escena y preparar lo que viene: Jesús está ante la Ciudad Santa en calidad de “Maestro”, por eso dice “se sentó y se puso a enseñarles”. El reconocimiento de la autoridad de Jesús llega al máximo entre la gente. Puesto que “todo” el pueblo está allí, un fracaso ante los otros maestros podría desautorizarlo definitivamente. La situación es peligrosa. La situación será aprovechada por los enemigos de Jesús para emboscarlo en una trampa jurídica, desacreditarlo y llevarlo al patíbulo. 2. En esa circunstancia, “los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio”. Parece ser que el hecho es indudable. Al respecto la Ley es muy clara: “Si un hombre comete adulterio con la mujer de su prójimo, será muerto tanto el adúltero como la adúltera” (Levítico 20,10). Jesús es abordado como Maestro que debe dar el veredicto. Los acusadores le presentan a Jesús el hecho; le recuerdan la norma de la Ley: “Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres”; le piden el veredicto: “¿Tú que dices?”. Jesús es colocado entre la espada y la pared, en principio no le queda más alternativa que asociarse a la praxis de sus adversarios y responder pidiendo la pena de muerte de la mujer. De no hacerlo daría suficientes motivos para ser señalado de actuar contra la Ley de Dios. El evangelista nos dice que “esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle”. Oportuna precisión que saca a la luz la cuestión de fondo: Si Jesús aprueba el comportamiento de sus enemigos, también acepta su posición contra los pecadores; en consecuencia, tendría que ponerle fin a su praxis de misericordia y aparecer ante el pueblo como un falso maestro. Pero si Jesús no lo hace, resulta que termina desaprobando una Ley inequívoca ante un hecho inequívoco, e igualmente daría motivos para ser acusado de falso maestro que aparta a la gente de la Ley de Dios y, en consecuencia, debería ser quitado de en medio del Pueblo. Jesús responde con un gesto y con una frase. El gesto silencioso: “Inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra”. Jesús no se precipita para dar el veredicto, se toma un tiempo. Quizás esto sea lo más importante puesto que lo hace dos veces, enmarcando la única frase que pronuncia. Su primera respuesta es el silencio, un silencio que invita a todos a la reflexión. Jesús se comporta como si estuviera completamente solo, concentrado en su juego de hacer garabatos en la tierra. Este gesto podría ser interpretado como una indicación de la calma y la seguridad que Jesús tiene; como una manera de cansar e irritar a sus enemigos; como un gesto simbólico. Muchos han explorado la tercera posibilidad, una de las más interesantes es la que ve allí la referencia de Jeremías 17,13: “Los que se apartan de ti, en la tierra serán escritos, por haber abandonado el manantial de aguas vivas, Yahveh”. De ser así, ¿Jesús le estaría recordando a sus adversarios que son infieles a Dios y merecen ser escritos en el polvo y extinguidos? De cualquier forma, ellos pierden la paciencia y presionan a Jesús para que les dé una respuesta. Jesús se levanta y les dice la siguiente frase: “Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra”. Por fin Jesús los toma en cuenta y se dirige directamente a sus adversarios citando de forma adaptada la norma de Deuteronomio 17,7. Con sus palabras, les hace caer en cuenta de un tercer elemento que no han tenido en cuenta: ellos apuntaron el delito, lo confrontaron con la Ley; pero no han tenido en cuenta sus propios pecados. Ellos no pueden presentarse como si no tuvieran ninguna falta y por eso también necesitan de la paciencia, de la misericordia y del perdón de Dios. ¿Por qué tienen tanto afán en la condenación de la mujer adúltera? Los escribas y fariseos quieren tratar a la mujer como un caso más, fríamente, como si fuera un problema de aritmética. Jesús introduce una nueva consideración: la situación de los acusadores ante Dios. Los lleva a examinarse a sí mismos, ¿cómo quisieran ser tratados? Jesús deja un nuevo espacio de reflexión. Los adversarios son honestos y aceptan en su corazón la palabra de Jesús: “al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro”. Lo mismo hace todo el auditorio. ¡Qué increíble lección recibieron aquel día! Ninguno de los presentes afirmó que no tuviera ninguna culpa ni arrojó la primera piedra. Todos se fueron. Jesús y la mujer quedan solos. 3. Jesús se levanta y se percata de que no quedan sino la mujer y él. Hasta el momento Jesús se ha dedicado a los acusadores, ahora se dirige a la mujer acusada. Este grandioso momento final gira en torno a un diálogo delicado y concreto entre los dos. Jesús hace dos preguntas y dos afirmaciones: Las dos preguntas aclaran la nueva situación: los acusadores ya no están y ninguno ha condenado a la mujer. En las dos afirmaciones Jesús plantea su propia posición: tampoco él la condena a la pena de muerte y la despide exhortándola a comenzar una nueva vida. En otras palabras: una absolución y el encargo de una nueva tarea. Interesante esta postura de Jesús: no le aprueba el pecado, pero tampoco se lo relativiza como si no hubiera pasado nada. Jesús le habla enérgicamente pidiéndole que se abstenga del comportamiento que la apartó de la voluntad de Dios y la expuso a la muerte. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? “Ayúdame Señor, a que mis ojos sean misericordiosos para que yo jamás sospeche o juzgue según las apariencias, sino que busque lo bello en el alma de mi prójimo y acuda a ayudarle. Ayúdame Señor, a que mis oídos sean misericordiosos para que tome en cuenta las necesidades de mi prójimo y no sea indiferente a sus penas y gemidos. Ayúdame Señor, a que mi lengua sea misericordiosa para que jamás critique a mi prójimo, sino que tenga una palabra de consuelo y de perdón para todos” (Sor Faustina Kowalska) _________________ Recomendaciones prácticas: • Comienza la semana de dolor. Por tanto, una oportunidad privilegiada para convocar a una celebración comunitaria del Sacramento de la Penitencia. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, en este domingo venimos como la mujer pecadora del Evangelio, a postrarnos ante Jesús, reconociendo en Él no un verdugo, sino un juez justo que dicta sentencia de amor, un médico que sana las heridas de nuestro corazón y un guía que nos indica el buen camino. Sintiéndonos acogidos por su amor fraternal, celebremos con alegría estos Sagrados Misterios. Monición a la Liturgia de la Palabra Hermanos, Dios promete sanar la aridez de nuestra vida y transformar nuestro corazón. Como san Pablo estamos llamados a reconocer esas maravillas que Cristo realiza en nuestra vida, a darle a él el primer lugar. Aun cuando todos nos rechacen, el Señor estará a nuestro lado, perdonando, amando y cambiando lo malo que hay en nuestro interior. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos al Padre del cielo por las necesidades e intenciones de todos los que se preparan para vivir la pascua de su Hijo, con un corazón contrito y humillado. Digamos con fe: R. Padre de amor y misericordia, escucha nuestra oración. 1. Pidamos al Señor por el Papa y todos los ministros de la Iglesia, para que, escuchado el mandato del Señor a seguirlo y negándose a sí mismos, permanezcan fieles al amor que profesaron en la respuesta que dieron a su vocación. 2. Supliquemos al Señor por la Iglesia y por todos los fieles que viven este tiempo de Cuaresma, para que caminen como compañeros, uno al lado del otro en el mismo camino. 3. Imploremos al Señor por nuestros gobernantes, para que no dejen de atender las súplicas y necesidades del pueblo, promoviendo la justicia, la equidad y los valores del respeto a la dignidad humana y trabajen siempre por el bien común. 4. Oremos al Señor, por el don de la palabra, para que en este camino del Sínodo nos animemos a hablar con valentía y parrhesía, integrando la libertad, la verdad y el amor. 5. Roguemos al Señor por las necesidades particulares de nuestra comunidad, especialmente, por todos los hermanos que buscan ser cada vez más fieles a la misericordia de Dios y sufren en su cuerpo y alma, la persecución por causa de la predicación del evangelio. Oración conclusiva Escucha Padre de bondad, estas súplicas que te dirigimos, te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo, que vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. R. Amén. _________________ [14] Cfr. P. Fidel Oñoro. Pistas para Lectio Divina Ciclo C. [15] Cfr. P. Fidel Oñoro. Pistas para la Lectio Divina Ciclo C.

Mié 23 Mar 2022

Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido

CUARTO DOMINGO DE CUARESMA Marzo 27 de 2022 Primera lectura: Josué 5, 9a.10-12 Salmo: 34(33), 2-3.4-5.6-7 (R. cf. 9a) Segunda lectura: 2 Corintios 5, 17-21 Evangelio: Lucas 15, 1-3.11-32 I. Orientaciones para la Predicación Introducción En este domingo la misericordia se hace parábola. El rudo llamado al arrepentimiento que escuchamos el domingo pasado se encuentra hoy con la contraparte: el oasis del rostro de Dios en la Parábola del Padre misericordioso (o “del hijo pródigo”), la parábola de la misericordia por excelencia. En el trasfondo del evangelio de hoy tenemos la enseñanza de Jesús: “Sed misericordiosos, como vuestro Padre es misericordioso” (Lucas 6,36). La finalidad de la parábola es mostrarnos el carácter, la grandeza y las características de la misericordia de Dios para con los pecadores arrepentidos. De esta manera comprenderemos la praxis de misericordia de Jesús, que escandalizó a la gente piadosa de su tiempo, y también las actitudes que debemos tomar ante el Dios que nos perdona y ante el hermano que debemos perdonar, porque él nos sigue diciendo: “Todo lo mío es tuyo” (15,31), es decir, que hagamos nuestra su misericordia . 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio nos presenta la parábola del Padre Misericordioso. Uno de sus hijos, el menor, pide la herencia, se va a otras tierras y la malgasta. Luego arrepentido vuelve a la casa paterna, y su padre lo recibe con alegría. La parábola está cargada de signos: el gesto de divisar al hijo desde lejos y correr hacia él, expresa la providencia misericordiosa de Dios. La acción paterna de calzar, vestir y colocar el anillo manifiesta como el padre le devuelve al joven pecador su estado de hijo. El beso del padre significa el perdón. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Como hemos señalado desde el comienzo, el centro de la parábola está en el encuentro entre el hijo menor y su padre. Hacia allá apunta toda la primera parte. Los siervos y el hijo mayor logran comprenderlo, se les vuelve un enigma. Poniendo la mirada en el eje focal de la parábola, vemos en el colorido de las imágenes una catequesis sobre la misericordia: 1. El hijo arrepentido va hacia su Padre, pero al final es el padre el que “corre” hacia su hijo, impulsado por la “conmoción” interior. Esta agitación interna que se vuelve impulso de búsqueda es lo que se traduce por “misericordia”: puesto que el hijo nunca se le ha salido del corazón, la visión del hijo en su humillación y sufrimiento descompone el distanciamiento que toma quien ha sido herido en su dignidad. 2. El sentimiento interno se explicita en siete gestos de amor que reconstruyen la vida del hijo disipado. La misericordia reconstruye la vida del otro: a) “Lo abraza”: el padre se humilla más que el mismo hijo. No espera sus explicaciones. No le pide purificación previa al que viene con el mal aspecto de la vida disoluta, contaminado en el contacto con paganos y rebajado al máximo en la impureza (legal y física) de los cerdos; el padre rompe las barreras. No hay toma de distancia sino inmensa cercanía con este que está “sucio”, para él es simplemente su hijo. b) Lo “besa”. El beso es la expresión del perdón paterno (como el beso de perdón de David a su hijo Absalón en 2ªSamuel 14,33). Nótese que el perdón se ofrece antes de la confesión de arrepentimiento del hijo. c) Le manda poner “el mejor vestido”: el padre le restituye su dignidad de hijo y le confirma sus antiguos privilegios. El vestido viejo, su pasado, queda atrás. d) Le manda poner “el anillo”. Este anillo es un simple aderezo estético; puesto que en la antigüedad el anillo formaba parte de las insignias reales (ver 1ª Macabeos 6,14) y con él se sellaban las grandes transacciones, se trata de un gesto inaudito para con un hijo derrochador de plata. ¡Qué confianza la que este padre tiene en la conversión de su hijo! e) Le manda poner “sandalias”: este era un privilegio de los hombres libres, incluso en una casa sólo las llevaba el dueño, no los huéspedes. Este gesto es una delicada negativa al hijo que iba a pedir ser tratado como jornalero. f) Hace sacrificar el “novillo cebado”, el animal que se alimentaba con más cuidado y se reservaba para alguna celebración importante en la casa. g) Convoca una “fiesta” con todas las de la ley: la mejor comida, música y danza. La fiesta parece desproporcionada, pero el padre expone el motivo: el gran valor de la vida del hijo. Esto llama la atención: la casa cambia completamente. 3. En esta parte central de la parábola está el punto de confrontación que manda al piso los mezquinos paradigmas de relación humana representados en el rol que juega el hijo mayor en la parábola: a) El problema no es simplemente “estar” con el padre, sino de qué manera se está. Mientras el hermano mayor mide su relación con el padre a partir del cumplimiento externo de la norma y su expectativa es la proporcional retribución, la relación entre el padre y el hijo menor se rige por el amor, en el cual lo que importa no es lo que uno le pueda dar al otro sino el hecho de ser “hijo”. Sale a flote en inmenso valor de la relación y de su verdadero fundamento. Basta recordar qué es lo que le duele al Padre: la “perdida”, y para él lo “perdido” no fueron los bienes sino “el hijo mío”. b) El hijo menor admite que ha “pecado”, pero el fondo de su pecado es el abandono de la casa, es decir, el rechazar ser hijo. Pedir la herencia es declarar la muerte del padre, es decir la muerte de la relación padre-hijo. Por eso dice: “pequé contra el cielo y ante ti). La vida disoluta es el resultado de una vida autónoma que excluye la relación fundante. En el perdón se reconstruyen todos los aspectos de esta relación y esto es lo que importa en primer lugar: un hijo que redescubre el amor paterno y que se goza en ello porque resurge con una nueva fuerza de vida. El hijo mayor, en cambio, aún en casa, seguirá viviendo como un extraño. c) El redescubrimiento de la filiación lleva a la recuperación de la fraternidad. Por eso el Padre se permite corregir al hermano mayor: le sustituye el “¡Ese hijo tuyo!” por “¡Este hermano tuyo!”. Los caminos de reconciliación con el hermano deben partir del encuentro común en el corazón del Padre, allí donde “todo lo mío es tuyo”. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Padre Dios, gracias por tu infinita misericordia, por recibirme en tu casa y revestirme con el traje de la gracia. No merezco tanto amor, pues mis pecados han sido muchos, sin embargo, tu amor infinito lo supera todo. Ayúdame a ser reflejo de tu misericordia en mi hogar, en mi trabajo, en mi comunidad, que pueda ayudar a muchos para que se den cuenta que hay un Padre que los espera cada día. ______________________ Recomendaciones prácticas: • Hoy se permite el sonido de los instrumentos musicales y el altar se puede adornar con flores. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, nos congregamos en este Día santo, para adorar a Dios, quien en su infinita misericordia nos ofrece el perdón y la paz. Nos unimos a Cristo nuestro redentor para ofrecer al Padre Misericordioso, la ofrenda de nuestro corazón contrito. Celebremos con fe esta Santa Eucaristía. Monición a la Liturgia de la Palabra Dios Padre mantiene abiertas las puertas de su corazón para recibir al pecador arrepentido, y en su hijo Jesús nos invita a la reconciliación. En él pasamos de la antigüedad del pecado a la novedad de la gracia. Por eso libres de nuestro oprobio, nuestros labios proclaman diciendo: “Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca”. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Hermanos: para seguir a Jesús no hay otro camino que el de la renuncia y la Cruz. Convencidos de esto, elevemos nuestra oración a Dios Padre, diciendo: R. Te rogamos, óyenos. 1. Por el papa Francisco, por los obispos, presbíteros y diáconos, y por cuantos han decidido seguir a Jesús en la vida consagrada, para que sean conscientes de la tarea que han recibido y la vivan siempre con fidelidad, roguemos al Señor. 2. Por todos los gobernantes de las naciones y de los pueblos, para que mantengan vivo su interés por cosechar frutos de justicia y de paz, roguemos al Señor. 3. Por el ejercicio de la autoridad y la participación en el Pueblo de Dios. Para que las raíces Sinodales de la Iglesia fructifiquen en nuevos modos de estar al servicio de los demás en todos los niveles del Cuerpo de Cristo, roguemos al Señor. 4. Por cuantos sufren por causa de la enfermedad, la pobreza, el desempleo, el secuestro y la cárcel, para que tengan experiencia del amor infinito de Dios y vivan profundamente este tiempo cuaresmal, roguemos al Señor. 5. Por todos los que participamos en esta eucaristía, para que al salir de ella pongamos en práctica lo que hemos vivido y celebrado, roguemos al Señor. Oración conclusiva Dios Padre, lleno de amor y de misericordia, escucha nuestra súplica confiada, Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.