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evangelio

Vie 22 Jul 2022

Voz del Pastor | 24 de julio de 2022

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Lucas 11,1-13

Vie 22 Jul 2022

Evangelizar en la gran ciudad

Aparentemente, el conglomerado de millones de personas que están en las grandes ciudades como Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga, Barranquilla y otras, haría más funcional el reunirlas para ser evangelizadas. Sin embargo, en la práctica las cosas no están siendo de esa manera y se ve con preocupación lo difícil que es congregar para anunciar el Evangelio. Queda aún la capacidad de congregar de las celebraciones eucarísticas, pero también esta asamblea está comenzando a ver las dificultades de que la gente de la ciudad llegue a los templos. Hoy en día, hay parroquias, quizás en los barrios más populares, donde los sacerdotes están viendo con desazón la dificultad o el desgano de la gente para ir a su iglesia parroquial. Hay varias causas para que el reunir a las personas para evangelizarlas se haya vuelto complejo en las grandes ciudades. La primera, quizás un enfriamiento religioso generalizado, reforzado por los efectos disgregadores de la pandemia del COVID-19. En segundo lugar, la dificultad tan grande que tienen las grandes ciudades colombianas en temas de movilidad y que hace que las personas, en su gran mayoría, tengan que madrugar absurdamente y que lleguen muy tarde a sus hogares. En esas circunstancias nadie está pensando ni en misa ni en grupo pastoral ni en nada espiritual. Esto pone también en la mesa de discusión los horarios tradicionales en los cuales funcionan las parroquias, tanto a nivel de atención al público como de las celebraciones sacramentales. También es necesario reconocer que en muchos campos la labor evangelizadora no está siendo atractiva y quizás la gran desbandada de la juventud respecto a la Iglesia sea el signo más claro y más preocupante. Las iglesias locales, arquidiócesis y diócesis, tienen en frente un reto muy grande para idear una o varias formas efectivas de congregar a los fieles. No es un tema de contenidos, pues por fortuna en la Iglesia está muy claro el mensaje de Jesús para ser transmitido. Es un problema de orden práctico. No se resuelve con la virtualidad, la cual es una herramienta más para ciertas tareas, pero la Iglesia es asamblea, congregación, encuentro. ¿Acaso habrá que redescubrir las pequeñas comunidades que dieron origen a la tarea evangelizadora en cabeza de los apóstoles? Quizás hay que volver a enviar a los discípulos de dos en dos. Sin duda, se hace necesario empoderar más y más a los laicos y asignarles lugares y comunidades a las cuales ellos pertenecen –familias, conjuntos residenciales, empresas, universidades- para que allí mismo se generen oportunidades de anunciar el Evangelio en el sitio y no en otros lugares inalcanzables. En fin, el reto tiene mucho que ver con la creatividad y requiere decisión y voluntad pastoral. Esta situación compleja de las ciudades y su respuesta al llamado de los evangelizadores, de no atenderse orgánicamente, podría tener otro efecto, además de la descristianización ya tan visible. Podría debilitar la vida vocacional de los obispos, los sacerdotes, los diáconos y también las religiosas. Podrían llegar sentirse ociosos, sin ocupación constante y provechosa para la gente y para ellos mismos. Cualquier ser humano se frustra si sus propuestas misionales no son acogidas por un número importante de personas. Ciertamente no es una situación generalizada, pero hay signos preocupantes. Será importante aprovechar las brasas aún encendidas del Evangelio en muchas personas, comunidades, instituciones de las grandes ciudades, para avivarlas y desde allí hacer reverdecer la fe y también la vida de la Iglesia. Fuente: Comunicaciones Arquidiócesis de Bogotá - El Catolicismo

Mié 20 Jul 2022

Concluye Asamblea del Celam con llamado de opción por los pobres

Al concluir la Asamblea Extraordinaria del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que se realizó del 11 al 14 de julio en Bogotá, emitieron un mensaje final con el cual el organismo ratifica su compromiso de anunciar el Evangelio con audacia y creatividad, particularmente en los ambientes más difíciles y olvidados del continente. Los prelados recordaron que es momento de crecer en la vida fraterna y de concluir con el clericalismo y toda clase de abusos. "Necesitamos escuchar incluso las voces que nos incomodan y generar espacios y estructuras eclesiales que fomenten la participación, en particular de las mujeres y de los jóvenes". Conscientes de la importancia de la participación del laicado y su incidencia en la toma de decisiones en la vida de la Iglesia, este órgano eclesial manifestó su compromiso para abrir caminos de consulta y discernimiento donde los laicos cumplan un papel trascendental. Pensar y actuar Destacando la experiencia vivida en la Asamblea Eclesial que representa uno de los primeros pasos de un futuro sinodal del continente, la Asamblea Extraordinaria del Celam se muestra totalmente adherida al espíritu que impulsa la reforma de la Curia Vaticana y confía en que los mártires del continente le animarán en la valentía y la firme convicción de la búsqueda de la justicia, reafirmando su opción preferencial por los pobres y la denuncia de todo lo que puede afectar su dignidad. Para la Asamblea del Celam, ese ser una “Iglesia pobre para los pobres” representa un horizonte que asume decididamente siguiendo las enseñanzas del Papa Francisco en documentos como la Exhortación Apostólica Postsinodal «Querida Amazonía» donde advierte sobre los riesgos de la economía que no tienen ninguna contemplación con la conservación del medio ambiente y la riqueza de los pueblos originarios, sus culturas y visiones del mundo. Expresiones que alientan el diálogo, el respeto por la diferencia sin temor a la pérdida de identidad, con el deseo de que en tiempos de conflictos bélicos, muerte y desolación sitúe a Latinoamérica y el Caribe como espacios de paz y verdadera fraternidad. Descargar mensaje Celam VEA SINTESIS DE EVENTO VIDEO CONCLUSIONES CELAM

Sáb 11 Jun 2022

Voz del Pastor | 12 de junio de 2022

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Juan 16,12-15

Vie 10 Jun 2022

Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y se lo anunciará

LA SANTÍSIMA TRINIDAD Junio 12 de 2022 Primera Lectura: Pr 8, 22-31 Salmo: Sal 8, 4-5.6-7.8-9 (R. 2a) Segunda Lectura: Rm 5, 1-5 Evangelio: Jn 16, 12-15 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe (CIC, n. 234) • La comunión trinitaria es la fuente y el modelo de la comunión y participación en la Iglesia. • Hoy, quienes hemos sido bautizados, renovamos nuestro compromiso misionero de anunciar el amor de Dios uno y trino. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las lecturas de este día nos iluminan para comprender el sentido de la solemnidad de la Santísima Trinidad y vivir lo que esta celebración nos pide. • El libro de los Proverbios nos presenta la personificación de la Sabiduría de Dios, haciendo énfasis sobre el orden y la perfección de las cosas creadas. Así, reconocemos a Dios Padre Creador que ha hecho todo por amor a la persona humana. También vislumbramos ya en este pasaje un anuncio de Cristo, Sabiduría del Padre, “por quien y para quien fueron creadas todas las cosas” (Jn 1,3; Col.1,16). • El salmo 8, bien conocido, celebra la creación de Dios, de la que es cumbre la persona humana. Es enfática la afirmación de la superior grandeza del ser humano sobre las demás obras de la creación. No se trata de una afirmación de dominio irresponsable, si no de una primacía que llama a la administración y al cuidado de la casa común que Dios ha preparado para todos (cfr. LS, 95.116). • El apóstol Pablo, en pocos versículos, sintetiza la obra de la redención; indicando que estamos en paz con Dios por medio de Cristo, en quien hemos conocido el amor del Padre, que ha derramado en nuestros corazones el Espíritu Santo. Este pasaje puede calificarse como una confesión de fe en la Trinidad, y en la acción redentora del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Es, además, una invitación a la vivencia de las virtudes teologales, fe, esperanza y caridad, que deben ser la manifestación concreta de nuestra vida en Dios. • El Evangelio tiene un acento misionero, en la última cena Jesús se anticipa a asegurar la promesa del Espíritu Santo que guía a los discípulos de Cristo para que conozcamos el amor de Dios y lo anunciemos. No podemos dejar de ver en estas palabras la figura de comunión eclesial, que el mismo Jesús pedirá para todos los que creen en él: “Que todos sean uno” (Cfr. Jn 17,21). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La solemnidad de este domingo hace como de puente entre la Pascua y el Tiempo Ordinario, invitándonos a contemplar y a dar gracias por la acción salvífica de Dios, que es uno en la comunión de tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. • Celebrar el misterio trinitario es, ante todo, un movimiento de contemplación del amor de Dios, que no nos deja solos, que está siempre actuando para salvarnos y que es Dios con nosotros. San Juan nos propone este reconocimiento y vivencia: “¡Dios es amor!” (1Jn 4). Al pensar, por tanto, en la Santísima Trinidad, no se trata de entender racionalmente un enunciado dogmático, sino de ir al encuentro del amor de Dios, que nos ha sido revelado en Cristo y que está en nosotros por el Espíritu Santo. San Juan Pablo II decía que “la Trinidad no es tanto un misterio para nuestra mente, como si se tratase de un misterio intrincado, sino, y mucho más, de un misterio para nuestro corazón” (Homilía, 29.05-1983). • Celebrar el misterio de la Trinidad es, en segundo término, una invitación a renovar nuestra profunda identidad eclesial. San Cipriano define la Iglesia como un “pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (De Orat. Dom., 23; cf. Lumen Gentium, 4). Jesucristo mismo, en la última cena, pidió que “todos sean uno, como tú Padre en mí y yo en ti” (Jn 17, 21). Por eso, de modo particular, recorriendo el itinerario sinodal al que el Papa Francisco ha convocado a toda la Iglesia, en esta solemnidad estamos llamados a afianzar nuestra comunión y participación como discípulos y misioneros, que tienen como único fundamento la unidad de la Trinidad. • Celebrar el misterio de la Trinidad es, en tercer lugar, una oportunidad para tomar mayor conciencia de la misión evangelizadora a la que estamos llamados todos los bautizados. El Evangelio de San Mateo concluye con el este envío: “Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…” (Mt 28, 18b-19). La misión de la Iglesia parte, por tanto, de nuestra propia relación con la Trinidad y del compromiso que resulta de haber recibido la gracia bautismal. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Como ya ha sido subrayado, esta solemnidad nos mueve ante todo a la contemplación y a la oración. Santa Isabel de la Santísima Trinidad oraba de esta manera: “Dios mío, Trinidad que adoro, ayúdame a olvidarme enteramente de mí mismo, para establecerme en ti”. Hoy pudiéramos repetir esta plegaria, con el deseo de centrar nuestra vida en Dios, pidiendo que podamos experimentar su amor, para prolongarlo y comunicarlo en nuestro propio anuncio evangelizador. _______________________ Recomendaciones prácticas: • Conviene leer, antes de la celebración, los numerales 232 a 267 del Catecismo de la Iglesia Católica, bajo el título la Profesión de la Fe Cristiana. • Concluye la semana de Oración por la Unidad de los Cristianos. • Encuentro Nacional de las Familias (13-18 de junio) II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa En este domingo celebramos el misterio central de la fe y de la vida cristiana: Dios es uno, en la comunión de tres personas Padre, Hijo y Espíritu Santo. Hoy estamos invitados de manera especial a contemplar el amor de Dios que no nos abandona. Para ello pedimos la gracia distinguir y adorar a cada una de las personas divinas, y de vivir la profunda unidad que hay entre ellas. Con estas disposiciones, participemos de este banquete del amor de manera plena, consciente y activa. Monición a la Liturgia de la Palabra Que la escucha atenta de las lecturas bíblicas, que nos proponen el camino de la revelación de Dios como comunión de personas, nos motive a ser testigos del amor trinitario, en los acontecimientos de la vida cotidiana. Recibamos con fe y alegría la Palabra de Señor. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Al Dios Padre, elevemos nuestras súplicas confiadas por medio de su Hijo y con la asistencia del Espíritu Santo. Digamos juntos: R. Dios de amor, escúchanos. 1. Oremos por toda la Iglesia, para que, guiada por Espíritu Santo, cumpla con su misión de enseñar la verdad que guía a todo hombre hacia la plenitud de la vida. 2. Por los gobernantes de las naciones, para que, vivificados por la gracia de la Santísima Trinidad, sean sabios en su trabajo en la construcción de una sociedad más armónica, conducida por la verdad y el bien, para el beneficio de las comunidades que han sido puestas en sus manos. 3. Por nuestras familias, para que se refleje en ellas la unidad de la Trinidad, que se manifieste en el amor, el respeto y el diálogo entre todos los miembros de nuestros hogares. 4. Por la consulta sinodal que se ha realizado en nuestra Iglesia local, para que guiados por el Espíritu, todas las decisiones tomadas a partir del discernimiento lleven a una común docilidad al Espíritu Santo. 5. Por la unidad de los cristianos, para que la Eucaristía, símbolo de amor y vínculo de caridad trasforme el corazón de los hombres, y superas las dificultades actuales, los lleve a formar una sola Iglesia. Oración conclusiva Dios, Padre todopoderoso, que has enviado al mundo la Palabra de la verdad y el Espíritu de la santificación, escucha estas suplicas que te hemos presentado con fe y esperanza. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Mié 1 Jun 2022

Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo; reciban el Espíritu Santo

DOMINGO DE PENTECOSTÉS Junio 05 de 2022 Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 2, 1-11 Salmo: 104(103), 1ab y 24ac.29bc-30.31 y 34 (R. cf. 30) Segunda lectura: 1Corintios 12, 3b-7.12-13 Evangelio: Juan 20, 19-23 I.Orientaciones para la Predicación Introducción Esta solemnidad que concluye el gozoso tiempo pascual ofrece varios elementos para el crecimiento personal y comunitario, de la Palabra de Dios, destacamos tres. • El primero lo sintetiza Jesús así: “Reciban el Espíritu Santo”, como se observa Dios envía su Espíritu y todo aquel que lo recibe renueva su vida personal y comunitaria. • En segundo lugar, Jesús indica claramente que somos enviados, en efecto, afirma: “Como el Padre me ha enviado, así os envío yo”. Desde los inicios del cristianismo este mandato del Señor es un imperativo que no pasa de moda, por ello, la insistencia del Papa Francisco de ser “una Iglesia en salida” que no cesa de anunciar el amor del Padre en Cristo. • Finalmente, se destaca en la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios, cómo el Espíritu Santo presente en la Iglesia en general, está también en cada uno de los creyentes en particular: “en cada uno se manifiesta el Espíritu para bien común”, esta afirmación se refiere a los carismas del Señor que cada creyente recibe y que en este tiempo en el que el Papa Francisco está invitando a reflexionar en la sinodalidad de la Iglesia, reviste singular importancia. Se profundizará especialmente en este tercer elemento. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? “En cada uno se manifiesta el Espíritu para bien común”: Esta afirmación de la segunda lectura expresa explícitamente que el Espíritu Santo está en la Iglesia en general, pero también está en cada creyente en particular que con fe y devoción lo recibe, esto fue lo que experimentaron los primeros cristianos que, como dice el libro de los Hechos de los Apóstoles “se llenaron todos de Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas extranjeras”. El hablar en lenguas y “oirlos hablar de las maravillas de Dios en la propia lengua”, indica cómo el evangelio llega a varios lugares del mundo, por lo que muchas son las lenguas de la Iglesia, aunque todas profesan la misma verdad, la única fe en el Señor Jesús. Esta experiencia, no se reduce sólo al pasado, en el presente el mismo Espíritu sigue actuando y es enviado a cada creyente, como dice Jesús en el evangelio según san Juan: “Reciban el Espíritu Santo”, hoy la Iglesia sigue acogiendo esta presencia “espiritual” de Jesús que renueva todo creyente y no sólo a los seres humanos, sino como dice el Salmo 103 a toda la creación: “Envías tu Espíritu, Señor, y renuevas la faz de la tierra”. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El Espíritu Santo es la presencia espiritual de Jesús resucitado en la Iglesia, presencia que la anima y sin la cual no pudiera existir. Sin esta presencia el ser humano es nada, como dice la secuencia litúrgica: “Mira el vacío del hombre si tú le faltas por dentro; mira el poder del pecado cuando no envías su aliento”. Sin el Espíritu Santo, la Iglesia, es nada, no pasaría de ser una institución humana, al estilo de una empresa, o de una ONG, pero en el fondo estaría vacía. El Papa Francisco ha venido insistiendo sobre la necesidad de una Iglesia sinodal, es decir, una Iglesia que camina unida, dando cabida a todos, respetando los carismas y dones de cada uno y construyendo con ellos la unidad. Sin duda, la solemnidad de Pentecostés es una buena oportunidad para comprender esta realidad, pues los carismas que el Espíritu Santo ha dado a todos como pueblo de Dios, favorecen en medio de la singularidad de cada uno, la unidad del cuerpo de la Iglesia que tenemos la responsabilidad de seguir construyendo. Pablo enseña en la primera carta a los Corintios que “en cada uno se manifiesta el Espíritu para bien común”: junto a esto que podemos llamar un “don particular” que reciben todos los bautizados, se advierte que, este carisma es para el bien común, por lo que también hay un “don común” a todos los creyentes que, en el mismo texto, a continuación, se refiere a los sacramentos del bautismo: “Todos hemos sido bautizados en un mismo Espíritu” y de la eucaristía: “Y todos hemos bebido de un solo Espíritu”. Unido a estos dos sacramentos, está el de la reconciliación, referido por el evangelio según san Juan: “A quienes les perdonen los pecados, les quedan perdonados”. La relación entre el “don particular” que recibe cada creyente y el “don común” que recibe todo el cuerpo de la Iglesia, la realiza el Espíritu Santo; en efecto, el Espíritu “sopla donde quiere” (Jn 3,8) y, por ello, se observa cómo este mismo Espíritu sorprende a muchos con el don dado a algunos, porque la manifestación libre del Espíritu no está condicionada por nada, ni por nadie; no obstante, el Espíritu se dona a través de gestos instituidos por Cristo y regulados por la mediación de la Iglesia, pero se trata siempre del mismo Espíritu como subraya el apóstol: “Hay diversidad de carismas, pero el Espíritu es el mismo; diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo; diversidad de operaciones, pero es el mismo Dios que obra en todos” (1Cor 12,4-6). Los carismas son dones dados a cada uno de los fieles “don particular” para enriquecer y santificar a la Iglesia, esto tiene que descubrir el camino sinodal que se está realizando en la comunidad eclesial; por otra parte, los sacramentos son dones dados a la Iglesia “don común” para enriquecer y santificar a cada uno de los fieles. Hay pues, una armonía y una reciprocidad completa entre el “don particular” y el “don común”; atentar contra este equilibrio, sería empobrecer la Iglesia como misterio de fe y cuerpo de Cristo y empobrecer a cada uno de los fieles, alejándolos de la comunidad. Quedarse sólo con el “don común” sería simple sacramentalismo, quedarse sólo con el “don particular” sería espiritualismo vacío, sin Iglesia. El Concilio Vaticano II resume esta enseñanza con estas palabras: “el mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige el Pueblo de Dios mediante los sacramentos y los misterios y le adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1Cor 12,11) sus dones, con los que les hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: «A cada uno... se le otorga la manifestación del Espíritu para común utilidad» (1Cor 12,7)” (Lumen Gentium 12). 3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Es esta una oportunidad para agradecer a Dios por la acción del Espíritu Santo en la vida personal y en la vida de la Iglesia. Gracias Jesús por enviar tu Espíritu Santo a la Iglesia que renueva la vida personal y comunitaria. Gracias Espíritu Santo, don del Padre y del Hijo, porque habitando en los creyentes, suscitas la unidad y la armonía en la vida eclesial. Ilumina esta etapa de sinodalidad que la Iglesia vive y ayuda a todos los bautizados a hacerla realidad en la relación con los hermanos y con los hombres y mujeres que encuentran en el camino de la vida. Un compromiso práctico que puede dejar la Palabra de Dios en la vida es preguntarse cómo favorezco la unidad y armonía en la comunidad en la que vivo, cómo aporto desde el “don particular” que he recibido, al bien común de los hermanos, pues el Espíritu Santo une y lleva a la unidad, por ello, la Iglesia es un misterio de comunión entre los hermanos, para la misión. El mejor testimonio que un creyente puede dar es la unidad, recordemos lo que dice Jesús: “En esto sabrán los hombres que son mis discípulos, en que sea aman los unos a los otros” (Jn 13,35). ____________ Recomendaciones prácticas: • Hoy termina el Tiempo Pascual. Después de la última misa, en la noche, se apaga el Cirio pascual y se retira del presbiterio. Conviene colocarlo decorosamente en el bautisterio para que arda durante la celebración del Bautismo y poder encender en él los cirios de los bautizados. • Motivar la semana de oración por la Unidad de los cristianos. • Día del Campesino. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Reunidos en comunión de fe, hemos venido al banquete de la Palabra y la Eucaristía para conmemorar con gozo pascual que la promesa de Cristo de enviar al paráclito se ha cumplido en la Iglesia. Celebramos hoy la Solemnidad de Pentecostés; el Espíritu Santo ha venido a llenar nuestros corazones con la gracia de su amor y colmarnos con sus dones. Nosotros, animados por este misterio, participemos con fervor de este encuentro con el Señor y con los hermanos. Monición a la Liturgia de la Palabra La liturgia de la Palabra de este domingo nos muestra que la Obra de Cristo en el mundo, se prolonga a través de la acción del Espíritu Santo quien sigue iluminando con sus dones y carismas a la Iglesia, para anunciar al mundo el perdón y la Paz que vienen del Señor. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos hermanos a Dios nuestro Señor, para que acoja con amor las súplicas que, confiados le presentamos como hijos de un mismo Padre, y digámosle con fe: R. Padre Santo, escucha nuestra oración. 1. Padre Bondadoso, mira al papa Francisco y a los demás Obispos de tu Iglesia y dales la Sabiduría de tu Espíritu para que, dando testimonio de tu amor, guíen a tu pueblo por los caminos del bien que conducen a tu Reino. 2. Padre todopoderoso, que gobiernas el mundo con santidad y justicia, infunde en nuestros gobernantes tu Espíritu de Ciencia para que sepan gobernar a los pueblos con equidad, velen por cumplir los derechos de los marginados y los pobres y busquen siempre el bien de los ciudadanos. 3. Padre amable, que caminas junto a tus hijos, te pedimos por una Iglesia que celebra, para que nuestro camino juntos en los próximos meses se base en la escucha conjunta de la Palabra de Dios y en la celebración de la Eucaristía en la comunión del Pueblo de Dios. 4. Padre misericordioso, que te apiadas de tus hijos, mira con amor a los que sufren, dales el Espíritu de fortaleza para que puedan superar las adversidades con valentía, que tu Espíritu les otorgue la Salud de alma y cuerpo y sean testimonio de fe y esperanza para los cristianos. 5. Padre Santo, mira a esta asamblea aquí reunida compartiendo el Pan y la Palabra; danos el Espíritu de piedad y de tu Santo Temor para que continuemos alabando tu Nombre. Danos la gracia de verte siempre en los hermanos y que, a ejemplo de los primeros cristianos, vivamos unidos en fe y amor. Oración conclusiva Padre que tanto nos amas, atiende compasivo las oraciones que con fe te presentan tus hijos movidos por tu Santo Espíritu. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén.

Vie 27 Mayo 2022

Mientras los bendecía, fue llevado hacia el cielo

SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA ASCENSIÓN DEL SEÑOR Mayo 29 de 2022 Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 1, 1-11 Salmo: 47(46), 2-3.6-7.8-9 (R. cf. 6) Segunda lectura: Efesios 1, 17-23 ó Hb 9, 24-28; 10, 19-23. Evangelio: Lucas 24, 46-53 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La riqueza de la solemnidad que celebramos hoy alcanza para un amplio número de temas reflexivos, puesto que subraya el triunfo final de la humanidad de Cristo el Señor, cuyo principio de dicha humanidad tuvo comienzo con la encarnación. De lo anterior dan fe: Los relatos de la infancia de Jesús (Mt 1—2; Lc 1—2), el prólogo de san Juan (1,1-18) y el cántico de Filipenses (2,5-11). A partir de la victoria de la humanidad de Cristo, tres temas orientan nuestra reflexión: • El primero es la difusión del evangelio, pues uno de los deseos finales del Resucitado consistió en la proclamar la conversión para el perdón de los pecados. Para este fin los agentes fueron los discípulos, testigos de los misterios de la pasión y resurrección del Señor. • El segundo punto de reflexión lo ocupa nuestras aspiraciones de vida: Resulta llamativo cómo los discípulos contemplaban, con la mirada fija al cielo y postrados ante el Resucitado, el misterio de la ascensión. Sin embargo, los compromisos cotidianos de la vida no son menos importantes que la actitud de adoración, las palabras de los dos hombres vestidos de blanco de Hch 1,10-11, aplican también para nosotros, no quedarnos simplemente mirando al cielo y desentendidos de la misión en esta tierra. • En tercer lugar, conviene reflexionar sobre la promesa del Espíritu Santo, la recepción del Espíritu Divino otorga la fuerza para el éxito de la misión de todos los bautizados, cuyo efecto resulta palpable primero, en Jerusalén, después Judea y Samaría y, finalmente en los confines de la tierra (Hch 1,8). El misterio de esta promesa queda en suspenso hasta cuando se desvele en la Solemnidad de Pentecostés el próximo domingo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Lucas presenta en el evangelio de manera tan resumida las últimas manifestaciones de Cristo resucitado, que si no tuviéramos más que esta página evangélica sentiríamos la tentación de colocar el relato de la ascensión el mismo día que el de la resurrección y el de las apariciones. No obstante, el mismo autor, informa expresamente, en los Hechos de los Apóstoles, que entre la resurrección y la ascensión de Jesús pasaron cuarenta días. (Hch 1,3). Se pone de relieve en la orientación teológica de Lucas, que el evangelio será predicado a todas las naciones para que se conviertan y obtengan el perdón de los pecados, el punto de partida de esta expansión victoriosa será Jerusalén. (Lc 24,47; Hch 1,8). Ante semejante misión se requiere que los apóstoles tengan conciencia de su deber y de su fuerza. Su deber es dar testimonio de la verdad: “Vosotros sois testigos de estas cosas” (Lc 24,48). Su fuerza reside en la presencia del Espíritu Santo, cuya promesa les renueva Cristo: “Y saber que yo les envío la promesa de mi Padre” (Lc 24,49), “vosotros seréis bautizados con el Espíritu dentro de pocos días” (Hch 1,5). Así pues, Lucas insiste en el evangelio como en Hechos sobre la presencia nueva de Jesús en la Iglesia a través del Espíritu Santo y en la responsabilidad de sus discípulos de ser sus testigos en la tierra. La ascensión del Señor al cielo resalta la soberanía del Resucitado sobre la humanidad entera y sobre todo el mundo. Así lo menciona el salmo 46 que reporta expresiones como: “El Señor es emperador de toda la tierra, Dios es el rey del mundo, Dios reina sobre las naciones”. El beneficio para nosotros de esta soberanía es que involucra a quienes creemos en Él, Cristo como cabeza de la Iglesia, revela el estado en el que también estará su cuerpo místico (nosotros los bautizados que somos su Iglesia). Desde esta perspectiva se comprende la expresión de la carta a los Hebreos: “Tenemos entrada libre al santuario, en virtud de la sangre de Jesús” (Hb 10,19), con lo cual el texto propone el camino nuevo y vivo que el Señor ha inaugurado para nosotros. En el conjunto de las escenas de la Ascensión la gente se sentía animada por una fe capaz de todas las conquistas, los discípulos regresaron no con la tristeza de la despedida, sino con la alegría de la promesa, pues estaban continuamente en el Templo contemplando a Dios, por eso fue que los Once volvieron a Jerusalén dóciles a las últimas recomendaciones del Resucitado. (Lc 24,52; Hch 1,12). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La solemnidad de este día nos sitúa en la meta que ha logrado Cristo resucitado. La expresión cielo donde ascendió el Señor, es la vida eterna a le que estamos destinados todos los bautizados. De ahí que esta solemnidad nos centra en la esperanza de lo que será nuestro futuro, la vida eterna. La carta a los Hebreos concluía afirmando: “Mantengámonos firmes en la esperanza que profesamos, porque es fiel quien hizo la promesa” (Hb 10,23). En este orden de ideas la oración colecta nos anima a “exultar de gozo porque la ascensión de Jesucristo es nuestra victoria, y donde nos ha presidido Él, que es nuestra cabeza, esperamos llegar también nosotros como miembros de su cuerpo”. La certeza del futuro que anhelamos y que nos espera, no dispensa de las responsabilidades en esta tierra. El libro de los Hechos afirma: “Galileos, que hacen ahí parados mirando al cielo?” La satisfacción de quedarnos mirando al cielo y esperando que lleguemos a él, sin compromisos serios en este peregrinar por la tierra, sigue vigente en muchas comunidades. Nuestra fe, nuestras ilusiones y esperanzas no se reducen a este mundo que pasa, pero mientras estemos en él, nos compete ser testigos de Cristo resucitado. Hechos de los Apóstoles insiste en esta responsabilidad: “Cuando el Espíritu descienda sobre ustedes, recibirán fuerza para ser mis testigos”. Es necesario expresar con palabras y, sobre todo, con acciones que Cristo resucitado sigue presente en medio del mundo; en consecuencia, conjuguemos la doble dimensión que expone esta solemnidad de Jesús: por un lado, aspirar al futuro que nos espera con la mirada lanzada al cielo y por el otro, testificar ante los demás la presencia viva y operante de Cristo resucitado que hoy asciende al cielo entre aclamaciones y al son de trompetas. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Te agradecemos Padre porque nos ofreces la certeza de cómo nuestro destino no termina aquí en la tierra, sino que se abre la esperanza hacia la vida eterna, donde todo será amor, paz, alegría y bondad, así quedarán aniquilados el luto, el llanto y el dolor. Te damos gracias oh Jesús por subir como nuestra cabeza al cielo y manifestar la victoria a la que aguardamos todos como Iglesia, tu cuerpo, que cree y aguarda la vida sin ocaso. Frente a tan altas aspiraciones, todos en general y cada uno en particular, comprometámonos a ser testigos del Señor en la familia y los demás ambientes en los que desempeñamos la vida, de modo que mostremos el rostro de Cristo resucitado y ascendido al cielo, a los enfermos, marginados y a los menos tenidos en cuenta de la comunidad. _________________ Recomendaciones prácticas: • Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. • Motivar la participación a la Misa de la Vigilia de Pentecostés. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, hoy nos congrega la Solemnidad de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo a los cielos. Este hecho sella la entrada definitiva de la humanidad de Jesús a la presencia de Dios Padre; y es para nosotros motivo de esperanza, dado que nos invita a pensar en nuestro destino final, que no será otro que anhelar estar en la presencia del Padre. Monición a la Liturgia de la Palabra Dios se nos revela en la novedad de su Palabra. La riqueza del mensaje de hoy nos ilumina y orienta para comprender este misterio de glorificación y el compromiso que implica ser testigos de este acontecimiento. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Padre eterno, nos sabemos hijos tuyos, por eso, en confianza te presentamos las necesidades que nos afligen, seguros de ser escuchados y atendidos por tu prodigiosa eficacia en favor nuestro. Oramos juntos diciendo: R. Por la Asunción de tu Hijo, escúchanos Señor. 1. Te pedimos, Señor, por tu Iglesia, para que asumiendo con compromiso el anuncio del Evangelio, proclame a todos tu mensaje de salvación. 2. Te suplicamos, Señor, por quienes aún no han recibido la riqueza de tu Palabra, para que el mensaje llegue y toque sus corazones. 3. Te presentamos Señor, a quienes, alejados de ti, no han reconocido la presencia de tu Hijo en medio de ellos. 4. Te entregamos, Señor, a los enfermos y desvalidos, para que, sostenidos por tu presencia amorosa y cercana, asuman con esperanza su dolor. 5. Te ofrecemos, Señor, esta comunidad, que celebra con gozo la Ascensión de tu Hijo a los cielos, para que se afiance la fe que los anima. Oración conclusiva Dios nuestro, que has querido elevar a tu Hijo a tu presencia, te pedimos por su intercesión, escuches nuestras súplicas y nos alcances los bienes que proceden de tu amor y clemencia. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Vie 27 Mayo 2022

Voz del Pastor | 29 de mayo de 2022

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio segúnSan Juan 24,46-53