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Iglesia

Vie 31 Jul 2020

El Catolicismo, diario capitalino de la Iglesia católica estrena portal Web

El diario El Catolicismo, decano de la prensa en Colombia estrena nuevo portal web, con un diseño más intuitivo, moderno y amigable, ofreciendo un acceso rápido a todos sus contenidos, desde allí se podrán gestionar comunidades en Internet y con adaptabilidad en dispositivos móviles. La nueva versión digital de este diario capitalino “elcatolicismo.com.co” fue construida con un sistema de gestión de contenidos bajo la plataforma Drupal, modular, multipropósito y configurable, que permite publicar artículos, imágenes, videos y audios de manera rápida y veloz. Variedad de secciones: opinión, arte y cultura, familia, formación espiritual y en valores humanos cristianos, historias de vida y toda la información local, nacional e internacional, será lo que se podrán encontrar los usuarios, en este medio de comunicación de la Arquidiócesis de Bogotá. El Catolicismo es el decano de la presa en Colombia, fue fundado por el arzobispo de Bogotá, Manuel José Mosquera, en 1849, época histórica en que nacieron muchos diarios en la ciudad de Bogotá. Inicia en formato digital en el año 2001, bajo la dirección del padre Enrique Castillo Corrales.

Vie 31 Jul 2020

La voz del Pastor | 02 de agosto de 2020

Reflexión de monseñor Luis José Rueda Aparicio, Arzobispo de Bogotá y primado de Colombia Lectura del Santo Evangelio según San Mateo 14,13-21

Mié 29 Jul 2020

Iglesia se une al Día Internacional contra la trata de personas

Por medio de un comunicado a la opinión pública, el Secretariado Nacional de Pastoral Social en representación de la Iglesia católica colombiana, se une a la conmemoración del Día Mundial Contra la Trata de Personas, en el que rechaza cualquier tipo de acto que atente contra la dignidad humana de todas las personas. Cada 30 de julio se conmemora el Día Mundial Contra la Trata, un delito que explota a mujeres, hombres, niñas, niños y adolescentes con diversos propósitos, como explotación sexual, trabajo forzado, mendicidad forzada, matrimonio forzado, venta de menores y extracción de órganos, entre otras. Según la Organización de las Naciones Unidas, “Las mujeres representan el 49% y las niñas el 23% de todas las víctimas de la trata. La explotación sexual es la forma más común de explotación (59%) seguida del trabajo forzado (34%)”. "Son muchos los desafíos que tenemos delante de nosotros, especialmente impulsar e implementar todas las “Pautas pastorales sobre la trata de personas” sobre la trata de personas que han sido hechas públicas por el Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral. Esas pautas de trabajo nos ayudarán tanto en los niveles de las Diócesis, parroquias, congregaciones religiosas, escuelas, universidades, organizaciones católicas y todo tipo de organización de sociedad civil, para participar activamente en la lucha contra la trata de personas", señala el documento. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon] Fuente: Of. comunicaciones de Pastoral Social

Mié 29 Jul 2020

30 de julio, día mundial contra la trata de personas

Bajo el lema ‘Si te callas, #tusilencioescomplice si eres indiferente, #tusilencioescomplice’, la vida religiosa latinoamericana y caribeña, en un pronunciamiento conjunto con las redes integrantes de TALITHA KUM (Red Internacional contra la Trata de Personas), Red CLAMOR y Red CLAR contra la trata, hacen un llamado a la comunidad universal “para que, comprendiendo la gravedad del fenómeno y su dinámica perversa, entrelacemos toda nuestra energía y esfuerzo para lograr la total erradicación (…) de todas las formas de comercialización de la vida”. En este sentido, denuncian: - “El poder de la cultura patriarcal en todos los sectores: económico, social, familiar, político, cultural y religioso”, manifiesto en “la cosificación de las mujeres que contribuye a una cultura mundial de la explotación y violencia contra ellas; - “El modelo económico injusto, cruel, neoliberal y capitalista que beneficia a unos pocos: a los traficantes, los empresarios y los compradores, quienes por encima de los derechos humanos, fomentan una cultura de mercantilización deshumanizante”; - “Las leyes y políticas injustas y deshumanizantes de inmigración, arraigadas en una cultura de racismo, violencia y xenofobia, que niegan los derechos humanos básicos a migrantes y refugiados, exponiéndolas/os a numerosas formas de vulneración”. Sumado al rechazo de estos factores, las organizaciones en mención reiteran su compromiso con el diseño e implementación de estrategias y acciones orientadas a generar conciencia sobre este flagelo y a la transformación de la cultura de dominación, “construyendo relaciones de igualdad entre todas las personas, colaborando a erradicar la demanda, visibilizando todas las formas de explotación que han permanecido ocultas, empezando desde la casa”. “Usaremos nuestra voz para dar la bienvenida, defender, proteger, promover e integrar a las personas que son víctimas de la trata, del abuso sexual y de la explotación de niñas, niños y adolescentes, para garantizar una migración más segura, evitar el reclutamiento de traficantes durante su viaje y acompañar a las víctimas a su regreso”, agregan. Finalmente, reiteran que trabajando juntos, “en colaboración y solidaridad, tejiendo una red apasionada por la vida, podemos enfrentar los problemas estructurales que causan y perpetúan la trata de personas”. [icon class='fa fa-download fa-2x']Lea aquí comunicado [/icon]

Mar 28 Jul 2020

La Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana

DECIMOCTAVO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Agosto 02 de 2020 Primera lectura: Is 55,1-3 Salmo: 145(144),8-9.15-16.17-18 (R. cf. 16) Segunda lectura: Rm 8,35.37-39 Evangelio: Mt 14,13-21 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Este domingo es una gran oportunidad para fortalecer en nuestros fieles los fundamentos de la vida cristiana. En primer lugar, el amor de Dios a los hombres es el fundamento indescriptible de la vida y de la esperanza en los creyentes; luego, la Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana y, finalmente, la multiplicación de los panes y peces es signo del banquete mesiánico en tiempos de la nueva alianza. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Sagrada Escritura presenta el relato de la multiplicación de los panes y los peces como realización del banquete mesiánico de la nueva alianza. Orándolo y comprendiéndolo bien, ayuda a interiorizar el profundo significado de la Eucaristía para la vida de los bautizados en este momento histórico. El libro de Isaías describe el banquete mesiánico con estas palabras “¡Sedientos todos vayan por agua; los que no tienen dinero, vengan, compren y coman de balde, vino y leche sin pagar! El agua, símbolo de la vida, era en el Antiguo testamento característica de los tiempos mesiánicos; en el Nuevo Testamento se convierte en símbolo del Espíritu, como lo afirma el Apocalipsis: “Ya no tendrán hambre ni sed; ya no les molestará el sol ni bochorno alguno, porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida” (Ap 7,17). Estas imágenes simbolizan la felicidad escatológica de la que habla el profeta Oseas: “Alejaré de esta tierra el arco, la espada y la guerra y los haré reposar en seguro; el cielo dará oportunamente la lluvia y la tierra sus productos en abundancia”; la restauración mesiánica se realizará en justicia y santidad. (Cfr. Os 2,20-23). La Iglesia camina en la historia aferrada a una Palabra: “Voy a hacer nuevas todas las cosas; al que tenga sed, yo le daré a beber gratis, agua del manantial” (Ap 21,5-6). Se trata del “Agua viva”, que promete Jesús a la mujer Samaritana, si llega a creer en Él (Cfr. Jn 4,14). Es el agua que brota del manantial de la vida: del costado de Cristo en la cruz y que se nos da en el bautismo. Es el anuncio de la felicidad que el ser humano está buscando y que sólo puede encontrar en el amor de Dios. Este anhelo de felicidad viene purificado por el profeta cuando afirma ¿Por qué gastan dinero en lo que no alimenta? ¿Y el salario en lo que no da hartura? Cuestiona el derroche y la banalidad en la que el ser humano se mueve buscando satisfacer sus placeres y no sus necesidades básicas. Si se escuchara la voz del Señor los hombres podrían comer manjares sustanciosos, pues “el Señor es bueno con todos, cariñoso con todas sus creaturas”, él abre la mano y sacia de favores a todo ser viviente (Cfr. Sal 144). Esta abundancia ha sido real y se ha manifestado en la multiplicación de los panes y peces. El contexto de este pasaje nos presenta a Jesús quien, después de enterarse de la muerte de Juan el Bautista, siente que su hora se aproxima y decide formar más a sus discípulos por lo que los lleva a un lugar solitario. Pero la gente se da cuenta y lo busca hasta encontrarlo. Nótese en el texto de la multiplicación de los panes y los peces la palabra especifica de Jesús “sintió compasión” de todos. Desde las entrañas mismas de Jesús viene su misericordia, en efecto, sana los enfermos y da de comer a los miles que estaban pendientes de sus labios. La compasión de Jesús va más allá de lo que comúnmente conocemos como pesar o conmiseración. La compasión que Jesús nos enseña es profunda, entrañable y emocionalmente muy inteligente; se trata de una compasión que integra la Divina Misericordia concretizada en paciencia, perdón, amor y acción divina para sacarnos del sufrimiento a pesar de nuestro insistente pecado: identidad de sentimiento y acción sanadora. La Palabra nos llama a comprender y a poner en práctica esta compasión cristiana que se hace acogida en cuanto nos identificamos con el otro. ¡Denles ustedes de comer! Los discípulos no logran comprender que ellos pueden dar de comer a la multitud si, lo poco que tengan en sus manos, lo colocan en las manos de Jesús. Jesús manda a la gente a que se recueste en la hierba. Nos hace pensar inmediatamente en la salida del pueblo de Israel de Egipto: “Comerán con la cintura ceñida, los pies calzados y el bastón en la mano; comerán de prisa, Todos, de prisa” (Ex 12,11). Ahora Jesús, el nuevo Cordero, hace que todos se sienten en la hierba, como quien está a la mesa y es atendido. El significado es que Jesús es la liberación, ya no salimos de prisa, ya podemos comer el pan bajado del cielo, el que da la vida: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tendrá la vida eterna” (Jn 6,54). Luego de la bendición Jesús partió los panes y se los dio a los discípulos y ellos se los dieron a la gente. Jesús entrega a sus discípulos el Pan partido de la Palabra para que ellos, con la predicación y con la manera de vivir, lo entreguen a los demás. Un predicador de la palabra no puede entregarla si primero no la recibe de Jesús. Muchos sacerdotes, también laicos, sólo entregan el pan de la palabra después de haberla orado y meditado largo tiempo, es decir, primero han preguntado a Dios qué necesita esta asamblea que le va a escuchar. El Espíritu Santo hace su obra. Todos quedan satisfechos y sobran 12 cestos llenos de sobras. El anuncio de Jesucristo hace que los corazones sean misericordiosos; hay abundancia cuando compartimos lo poco o lo único que tenemos. Más aún, tiene más fecundidad cuando desde la precariedad compartimos con los demás. Se requiere que aquello que tengamos lo pongamos en las manos de Jesús. “Tomen y coman todos de Él, esto es mi cuerpo; tomen y beban todos de Él, esta es mi sangre” (Cfr. Mt 26, 26-30). La multiplicación de los panes y los peces nos habla de la Eucaristía y nos anuncia el banquete mesiánico, como lo dice el Apocalipsis: “Pondrá su morada entre ellos. Ellos serán su pueblo y Él, Dios-con-ellos, será su Dios. Enjugará las lágrimas de sus ojos, y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado” (Ap 21,3-4). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La Eucaristía es prefigura del banquete mesiánico y la multiplicación de los panes es anticipación de la Eucaristía; en ella vemos ya cumplido el signo del Amor desbordado de Dios Padre por nosotros, pues, con su Emanuel, Dios-con-nosotros, el Pan bajado del cielo, cuida de cada uno de sus hijos y los abastece en abundancia, con la condición de que seamos capaces de escuchar su voz, como lo afirma el profeta Isaías: “Escúchenme y vivirán, estén atentos y comerán bien, saborearán platos sustanciosos” (Is 55, 2). El vino y la leche son el signo de la fertilidad de la tierra prometida, pues, según Isaías: “Preparará el Señor para todos los pueblos en este monte un convite de manjares enjundiosos, un convite de vinos generosos” (Is 25,6). El profeta se refiere a la vida nueva en la perfecta Jerusalén, cuando Dios y el hombre habrán conseguido el nivel más alto de la intimidad. Dios es el Padre tierno que da la provisión a sus hijos, como dice el salmista: “Abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente” (Sal 144). La multiplicación de los panes sigue la narración de la cena pascual: en efecto, levanta los ojos, da gracias y reparte. En realidad, es el pan partido para la vida del mundo. Jesús siente compasión por todo el hombre: cuerpo y alma. A las almas les da la Palabra y al cuerpo la curación y el alimento. Podríamos preguntarnos: Según datos de la FAO al año 2019, 821 millones de personas en el mundo padecen hambre. ¿Si Dios es un Padre Providente, por qué entonces no hace hoy la multiplicación de los panes para satisfacer a todos los hombres? En la narración de la multiplicación de los panes se puede ver un detalle importante para dar respuesta a este interrogante; en el milagro Jesús no hizo aparecer “mágicamente” la cantidad de panes y peces. Preguntó qué tenían, invitó a compartir lo poco que tenían: cinco panes y dos peces. Lo poco que cada uno de nosotros pueda tener, al colocarlo en manos de Jesús, y compartirlo, ¡cuánto bien podría producir para los demás! Es un milagro verdadero, salir de nosotros mismos para sentir el sufrimiento de los demás hermanos. Nuestra sociedad es individualista; marcada por la soberbia y la búsqueda de sí. La idolatría del dinero hace que el 45% de las frutas y vegetales que se cosechan en el mundo se desperdicien, pues se denominan “excedentes” con el fin de que no bajen los precios. La cantidad equivale a algo así como 3.700 millones de manzanas. También se desperdicia el 30% de los cereales, equivalente a 763.000 millones de cajas de pasta. Y de los 263 millones de toneladas de carne que se producen mundialmente cada año, se pierde el 20%, equivalente a 75 millones de vacas. En total, según cifras del Fondo de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO)[1] se pierden 1.300 millones de toneladas de comida producida para el consumo humano, un tercio del total (Cfr. informe FAO 2019) …Semejante realidad estrictamente en procura de precios al alza, negocio y “prosperidad”. Estas cifras son alarmantes y producen mucho dolor. En realidad, el mundo produce alimentos para todos en abundancia, lo que hace manifiesto el amor de Dios por sus hijos, como dice el salmista: “Abres tú la mano y sacias de bienes a tus hijos” (Sal 144). Si lo propusiéramos sólo en el ámbito de la familia, si cada uno compartiera lo que ganase en su trabajo y de allí se realizaran todos los gastos de la familia, con seguridad quedaría dinero para hacer el bien a otros. Esta es la propuesta del Evangelio, donde el amor al otro es lo que distingue a un discípulo de Jesús. Sería un signo real que produciría la “Economía de comunión” y haría que los demás, al verlo concreto en la manera de vivir de los creyentes, exclamasen: “Miren cómo se aman”. Sólo que, por la ausencia del conocimiento de Jesús, cada uno batalla en su historia con sus propias fuerzas y “gasta su dinero en lo que no alimenta y el salario en lo que no da hartura” (Is 55,2). La Iglesia tiene la propuesta para el mundo de hoy; en efecto, habla y promueve la vida en comunidad, la cual tiene como principio fundamental poner todos los bienes en común para que ninguno pase necesidad (Cfr. Hch 2,42). La Eucaristía es la fuente y el culmen de la vida cristiana; ser idóneo para celebrarla, porque considero al otro como don de Dios para la propia existencia, es estar dispuesto a compartir lo que soy y lo que tengo para que el otro tenga la vida (Cfr. ChFL 26). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Es la oportunidad de pedir al Señor la conversión y el don de la e. La fe es dada por Dios como germen, en el bautismo, y está destinada a crecer. Debemos pedir que nuestra fe madure y eso se logra por medio de la escucha de la Palabra, la vida en comunidad y la celebración de la Eucaristía. • Recibimos la escucha de la Palabra en la ceremonia del Bautismo, cuando el sacerdote toca la los oídos y la boca del niño, diciendo: “El Señor que ha hecho oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda a su tiempo, escuchar su palabra y profesar su Fe para alabanza y gloria de Dios Padre” (Effetá). No es solamente oír e interpretar una información, es abrir nuestro ser a la internalización de la Palabra en el corazón, en el intelecto, en la voluntad y vivirla en nuestros actos, es alimentarse con ella (comer el Pan). • La vida en comunidad inicia en la familia, es nuestra primera experiencia de comunidad católica y nuestra primer “aula de Fe” que continua en la Parroquia (definida por San Juan Pablo II como Comunidad Eucarística), desde donde se irradian las experiencias comunitarias (laicado consagrado, misiones, comunidades de evangelización…). Toda una línea de pertenencia católica que se siembra desde el bautismo y crece con la persona en todas sus épocas: edad escolar, noviazgo, matrimonio, vida de hogar, vida laboral, vida social…escuchando y haciendo vida la Palabra y dándola a conocer (multiplicar el Pan). • La Eucaristía, caracterizada por el Papa San Pío X, en 1905, como “la fuente primaria e indispensable del espíritu cristiano”, impone para su celebración que cada uno debe llegar a sentir el dolor del hermano y el deseo sincero de compartir su existencia como un pan que se despedaza para que el otro tenga la vida. La Eucaristía puede comprenderse como la prefiguración del banquete mesiánico, en el cual se podrán enjugar las lágrimas de quien está sufriendo (Cfr. Ap 21,4). De ahí la importancia de que los católicos estemos invitados, desde la más tierna edad, al sagrado convite, con mucha frecuencia -incluso a diario-, para que podamos renovarnos con sus frutos (comer, multiplicar y compartir el Pan). II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Como hermanos nos encontramos para comer juntos el Pan bajado del cielo: Jesucristo el Señor. Él nos ha dicho: “Quien come mi carne y bebe mi sangre tendrá vida eterna”. El Evangelio de la multiplicación de los panes, nos presenta ya la prefiguración del banquete al cual hemos sido convocados hoy. Participemos con inmensa alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra Las lecturas de hoy nos anuncian la celebración del banquete mesiánico, en el que Dios Padre realizará la plenitud y la máxima felicidad por la comunión de los hijos: “Enjugará las lágrimas de los ojos y no habrá ya muerte ni llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado. (Ap 21,4) Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Dirijamos con absoluta confianza nuestras plegarias al Padre con la certeza de que seremos escuchados. Digamos juntos: R. Escucha Padre nuestra oración 1. Por el Papa Francisco, para que su testimonio de amor hacia los más pobres anime y fortalezca a la Iglesia en la vivencia plena de la Eucaristía. Oremos 2. Por nuestros gobernantes, para que, iluminados por la Palabra, consideren la propuesta de la Economía de comunión, como solución a los problemas suscitados por el individualismo de nuestra sociedad. 3. Por todos los que sufren hambre, discriminación, descarte y viven marginados y excluidos, para que, la Iglesia con la potencia del Evangelio, pueda dar nuevos criterios frente a los modelos económicos ineficaces y desgastados. 4. Por toda la comunidad parroquial, para que, por la escucha de esta Palabra, pueda llegar a ser una verdadera “comunidad eucarística”, donde el otro sea considerado un don de Dios para la propia existencia. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Acoge Padre misericordioso las plegarias que te presentamos con fe y esperanza. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén [1]https://news.un.org/es/story/2018/10/1443382

Mar 28 Jul 2020

En Medellín todo dispuesto para el Encuentro Arquidiocesano de Arte

Con el ánimo de exaltar el legado del artista Italiano Raffaello Sanzio a 5 siglos de su muerte, la Arquidiócesis de Medellín, a través de la delegación para la Cultura y en asocio con la Fundación Universitaria Bellas Artes y la Biblioteca Pública Piloto, realizarán este miércoles 29 de julio a las 4:00 p.m. de manera virtutal el Encuentro Arquidiocesano de Arte, denominado "Así en la tierra como en el cielo". Estarán como invitados especiales la profesora Gladys Ramírez Madrid, la profesora Libe de Zulategui Mejía y los sacerdotes John Jairo Osorio Arango y Juan Camilo Restrepo Tamayo, quienes hablarán de cuatro obras ubicadas en las estancias vaticanas del artista Raffaello Sanzio. Son ellas. La Disputa del Sacramento de la Eucaristía, La Escuela de Atenas, El Parnaso y el Incendio del Borgo. Para participar es necesario inscribirse ingresando al sitio web de la Biblioteca Pública Piloto (https://www.bibliotecapiloto.gov.co/programacion-semanal/) o ingresar al siguiente link https://forms.gle/99HPo8KWPiQwJ2dN8 Raffaello Sanzio Nació en Urbino - Italia, el Viernes Santo de 1483; murió 37 años después, en Roma, el Viernes Santo de 1520. Fue pintor y arquitecto italiano del Renacimiento. Además de su labor pictórica, que sería admirada e imitada durante siglos, realizó importantes aportes en la arquitectura y, como inspector de antigüedades, se interesó en el estudio y conservación de los vestigios grecorromanos. Se hizo inmortal con sus pinturas, frescos, tapices, obras arquitectónicas y más creaciones, falleció en el pico de su fama. Lideraba en ese momento el taller más grande del momento, con más de 50 artistas y aprendices que lo veneraban. La mayor parte de su trabajo está alojado en los Museos Vaticanos, ya que decoró con frescos las habitaciones conocidas como las Estancias de Rafael, el principal encargo de su carrera, que quedó sin terminar a causa de su muerte y fue completado por ayudantes.

Lun 27 Jul 2020

Pandemia y espiritualidad

Por: Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Al terminar el año anterior y al comenzar el presente, escuchábamos una noticia internacional, reportada desde Wuhan,China, nos decían los noticieros: Se han reportado unos casos de neumonía, “se trata de un virus aún desconocido”. Con las primeras noticias, no hubo ninguna alarma. Primero, porque no comprendíamos la gravedad de la situación y segundo, porque veíamos la enfermedad demasiado lejana a nosotros, pues geográficamente China, nos parecía demasiado apartada de nuestra región. A principios del presente año la OMS, al ver la extensión del virus se atrevió a llamar esta enfermedad con el nombre de pandemia. Así se define etimológicamente el término: “Pandemia viene del griego πανδημία, de παν, pan, 'todo', y δήμος, demos, 'pueblo', expresión que significa 'reunión de todo un pueblo'. Es la afectación de una enfermedad infecciosa de los humanos a lo largo de un área geográficamente extensa”. En un principio, al ver que la enfermedad comenzó a extenderse a Europa, comenzamos a alarmarnos y, sin embargo, nos creíamos aún lejanos de semejante realidad tan grave. Fue pasando el tiempo hasta que en marzo comenzaron a aparecer los primeros enfermos de COVID 19 en el país, especialmente en Bogotá. En el Caquetá decíamos: Estamos aún lejos de la capital, lo importante es que nadie entre al departamento…; tenemos que encerrarnos para preservar nuestra salud. Incluso nos parecía difícil que el virus llegara a nuestra región, decíamos, por ejemplo: la selva nos preserva de la enfermedad, etc. En fin, cada persona podrá recordar las múltiples interpretaciones que le dábamos a las circunstancias. Nos encerramos con mucho miedo, frente a un enemigo mortal que nos era invisible y que no sabíamos por donde podría llegar a nuestra región. En un principio fuimos disciplinados, porque nos impulsaba el miedo al virus desconocido y mortal. En la medida que fue avanzando el tiempo, se fue viendo la necesidad de salir, por múltiples circunstancias, entre muchas por la situación de pobreza. La verdad es que para muchas familias la antinomia ética es: Nos encerramos y morimos de hambre o salimos y corremos el riesgo de contagiarnos. Es necesario reconocerlo, muchas personas también han sido, (hemos sido), desobedientes e “indisciplinadas socialmente”. Ahora el virus en nuestra región es una realidad, ya ha cobrado la vida de muchas personas, que hacían parte de nuestra comunidad. Esto nos debe doler y frente al hecho no podemos ser indiferentes. La primera consciencia que hemos de tener es que, nos cuidamos, para cuidar a los demás o corremos el riesgo de contaminarnos todos y habrá por lo tanto una mortandad incontrolable en nuestro departamento. Como no soy médico, ni soy gobernante, quiero dirigirme a ustedes queridos hijos e hijas como pastor de almas, como sacerdote y, sobre todo, como una persona de fe, que a lo largo de mi vida sacerdotal y episcopal he tratado de iluminar mi vida desde la espiritualidad del Evangelio o Buena Nueva de salvación, inaugurada por Jesús nuestro Señor, nuestro Maestro, nuestro Profeta y nuestro Médico (Cf Mt 4,23; Mt 9,35). Mi modelo de vida en el Espíritu es Cristo, quisiera que lo fuera también para ustedes. El diccionario de la lengua castellana nos ofrece los siguientes elementos para comprender la palabra espiritualidad, dice: “La espiritualidad es elconocimiento, aceptación o cultivo de la esencia inmaterial de uno mismo”. Espíritu a su vez, lo define el diccionario así: “Esla gracia que Dios o un ser superior da al hombrepara diferenciarse del resto de los animales. El espíritu es definido como elalma racional donde reside el pensamiento, la espiritualidad y la comunión. Espíritu proviene del latínspiritus, que significa ‘respiro’ y todo lo relacionado con el elemento aire. Se traduce al griego comopneûma, que se relaciona con ‘aliento’, ‘respiración’ y ‘espíritu’”. Desde la antigüedad, la filosofía griega nos dice que el ser humano es un “animal racional”. Aquí está la gran diferencia con los demás animales del planeta, el hombre, además, de tener vida, sabe que la tiene; además de poseer emociones y pasiones, posee capacidad racional. Es la razón pues la que nos diferencia de los demás seres de la creación. Nuestra inteligencia es don de Dios, dice la Palabra que Dios nos ha hecho a su “imagen y semejanza”. Dice la Palabra: “Y Dios creó al hombre a su imagen; lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer” (Gen 1, 27). Porque somos imagen y semejanza de Dios podemos dialogar con Él, podemos entrar en comunión con Él y por lo mismo podemos vivir fraternalmente entre nosotros. Nuestra inteligencia a imagen y semejanza de Dios es la que nos permite estar abiertos a la espiritualidad, es decir a las realidades más íntimas y profundas del ser humano. El ser humano es todo aquello que lo hace ser desde dentro, pero a su vez, todo aquello que le permite que su existencia se pueda manifestar hacía lo externo. El ser humano es relación íntima entre mundo interno y mundo externo. Los sentidos externos e internos están estrechamente relacionados, se complementan y hacen parte de un mismo ser. Lo interno se muestra al exterior por medio del cuerpo y el cuerpo a su vez es manifestación de lo que se vive en lo más profundo de su ser o sea su espíritu. Como seres racionales, inteligentes, espirituales, no podemos ser indiferentes frente a la realidad que se vive en cada “instante vital” de la existencia. Hoy vivimos una pandemia. La podríamos entender o iluminar de mil maneras. También se puede interpretar desde otras orillas antropológicas y espirituales. De nuestra parte, les propongo asumirla desde la antropología cristiana o espiritualidad del Evangelio. Lo primero a lo cual nos invita la espiritualidad cristiana es a fijar nuestra mirada en la Palabra de Dios. Nuestra fe nos enseña que la Palabra de Dios es la fuente y el origen de todas nuestras convicciones de vida y a su vez es la herramienta esencial para juzgarlo todo, tanto los momentos de crisis y soledad, como los momentos cumbres de alegría y comunión entre los hermanos. La Palabra de Dios debe ser la puerta de entrada y la puerta de salida de cualquiera de los momentos y circunstancias que estemos viviendo a lo largo de nuestra existencia. Por eso, la primera invitación es a que, a la luz de la Palabra de Dios nos preguntemos: ¿Qué aspectos positivos, propositivos y esperanzadores podemos aprender del momento presente que estamos viviendo hoy? ¿Qué quiere Dios de nosotros? ¿Cómo personas inteligentes y/o espirituales, qué podemos hacer para que entre todos superemos la situación en la cual estamos sumidos? Un reto grande en la actualidad es entender que la ciencia y la técnica no son respuesta absoluta a todos los interrogantes del hombre. Es necesaria también la espiritualidad como herramienta fundamental que ayuda a darle sentido a la vida. Sin espiritualidad el ser humano termina siendo un simple objeto de valor, al que se le aprecia solo por lo que hace y no por lo que es. En el mundo ya se dio la revolución industrial, la revolución de la ciencia y de la técnica, la revolución electrónica. Estamos viviendo la revolución de lo virtual y de las redes sociales. Nos queda como reto desde la espiritualidad cristiana hacer la revolución de la fraternidad. Así como una pandemia, es algo universal, nuestro gran reto es universalizar la fraternidad. San Juan Pablo II hablaba de la globalización de la fraternidad. Una cosa hemos de tener clara y es que el mundo, después del coronavirus, no volverá a ser el mismo. La pandemia ha puesto a prueba nuestra humanidad, nuestra racionalidad, nuestra capacidad de fraternizar. Nosotros no podemos asumir la pandemia como un castigo de Dios. La verdad es que todos, de una o de otra manera, con culpa o sin culpa, todos hemos aportado nuestro granito de arena, para que llegáramos a la situación mundial de desgaste cósmico, humano y ético al cual hemos llegado. Desde nuestra espiritualidad cristiana digamos: Dios nos corrige, aceptemos entonces, este momento como un hecho pedagógico divino, escuchemos la Palabra: “Pues a quien ama el Señor, le corrige; y azota a todos los hijos que acoge” (Heb 12,6). Aceptemos este momento como un acto pedagógico divino a través del cual nos corrige porque nos ama. Así las cosas, es tiempo para asumir cada uno de nosotros nuestra propia responsabilidad. Veníamos sumidos en un individualismo terrible, donde la filosofía parecía ser: “sálvese quién pueda”. Ahora la realidad nos dice: vamos todos en la misma barca, nos salvamos o parecemos todos. Aparece entonces, la espiritualidad de comunión que tanto eco ha tenido a lo largo de la historia de nuestra fe. Nos recordaba el Papa San Juan Pablo II: “Hacer de la Iglesiala casa y la escuela de la comunión: éste es el gran desafío que tenemos ante nosotros en el milenio que comienza, si queremos ser fieles al designio de Dios y responder también a las profundas esperanzas del mundo”. Continuaba el santo: “… espiritualidad de comunión es saber “dar espacio” al hermano, llevando mutuamente la carga de los otros (cf.Ga6,2) y rechazando las tentaciones egoístas que continuamente nos asechan y engendran competitividad, ganas de hacer carrera, desconfianza y envidias. No nos hagamos ilusiones: sin este camino espiritual, de poco servirían los instrumentos externos de la comunión. Se convertirían en medios sin alma, máscaras de comunión más que sus modos de expresión y crecimiento” (Novo Millennio Ineunte, 43). La verdad es que, frente a la realidad del deber de cerrar nuestros templos, como Iglesia, hemos despertado a una mayor y mejor utilización de los medios de comunicación y las redes sociales. Durante la pandemia han abundado las misas transmitidas por las redes sociales y los medios virtuales de comunicación. Los medios virtuales de comunicación se están instalando como herramientas necesarias para la educación, la evangelización y la extensión de nuestra espiritualidad cristiana, esto es un hecho y no lo podemos negar, no nos podemos esconder. Sin embargo, vale la pena reconocer que estos medios externos no nos pueden agotar la manera de transmitir el evangelio, la verdad de nuestra fe, la revelación, nuestra espiritualidad. No podemos caer en una especie de gnosticismo. Escuchemos al santo Padre Francisco: “La familiaridad con Jesús debe ser comunitaria: con la Iglesia, con los sacramentos y con el pueblo. Una familiaridad sin comunidad, una familiaridad sin el pan, una familiaridad sin la Iglesia, sin el pueblo, sin los sacramentos, es peligrosa. Puede convertirse en una familiaridad gnóstica. Una familiaridad desvinculada del pueblo de Dios. La familiaridad de los apóstoles con el Señor siempre era comunitaria, siempre era ‘en la mesa’, signo de la comunidad, siempre era con el sacramento, con el pan” (abril 17, 2020). El COVID 19, nos hizo caer en la cuenta de que somos seres humanos frágiles y que nos necesitamos los unos a los otros. Somos seres con espíritu y vocación de comunión. No podemos vivir encerrados, nuestra vida tiene sentido cuando nos encontramos con el Otro (ser superior), con los otros, con el cosmos. Somos hechos para estar en sociedad. Desde nuestra antropología cristiana y nuestra espiritualidad inspirada en el evangelio, es tiempo de entender que hoy es la oportunidad de comprender que nuestro compromiso por construir una sociedad más fraternal es impostergable. Es necesario recordar el siguiente principio: “No hay actos individuales que no tenga consecuencias sociales”. No somos islas. Necesitamos encontrarnos, tocarnos, besarnos… Necesitamos sentir que nuestro cuerpo está vivo y que éste es vía de comunión y vinculo de unidad como humanos. El cuerpo no es malo, es una bendición. Nuestro cuerpo habla. A través del cuerpo manifestamos lo que hay al interior de nuestro espíritu. Ciertamente el Covid 19 nos está limitando el poder expresar con toda nuestra fuerza corporal nuestros sentimientos y deseos. La invitación es a que seamos creativos, propositivos y proactivos, no nos dejemos limitar de la situación, seamos responsables, pero también reinventémonos. Toda crisis es la gran oportunidad de ir más allá de lo acostumbradamente normal. La espiritualidad de comunión nos hace comprender que hacemos parte de una familia, la cual comparte una casa común, la que debemos cuidar y por la cual debemos preocuparnos, porque si la destruimos, todos finalmente nos quedaremos sin donde habitar. Nuestra espiritualidad nos enseña que todo esta íntimamente interconectado, el mundo es un macrocosmos, que lo componen pequeños microcosmos, todos con igual grandeza e importancia, porque todos aportamos al equilibrio necesario para preservar la vida en el planeta. Si queremos volver a la “normalidad de antes”, ¿cuál normalidad?... O si queremos derrotar el coronavirus y, sobre todo, para derrotar la pandemia del individualismo, del egoísmo, de la corrupción, de la envidia y los celos; desde nuestra espiritualidad propongo lo siguiente: Pensemos en la muerte, no vivamos sólo para este mundo, vivamos con sentido de eternidad; por lo tanto, luchemos por derrotar el miedo a la muerte. La muerte ha sido una realidad que hemos convertido en un mito, en un tema vedado lingüísticamente. La muerte la hemos visto desde la barrera y como una intromisión con la cual no queremos contar en nuestro diario vivir, la hemos pretendido vivir a escondidas… La verdad es que sobre la muerte nos cuesta hablar, se ha convertido en un tema del cual no sabemos qué decir, ni qué pensar y esto se ha convertido en una falta enorme. La muerte es real y el coronavirus nos lo recordó. La pandemia nos ha puesto en presente la muerte, una realidad que aún desde nuestra espiritualidad cristiana se nos había olvidado meditar, orar, predicar y recordar. El mundo ha querido ocultarnos el misterio de la muerte, ha pretendido negarla y por eso, trata de maquillar lo mejor posible nuestros cadáveres. Pero el coronavirus, ni esto nos ha permitido. Hemos enterrado a nuestros difuntos sin ningún maquillaje, estrictamente forrados y sin saber siquiera si realmente ese es nuestro familiar o será otro cadáver y sin una posibilidad de elaborar el duelo. Algunos cadáveres han sido llevados al horno crematorio o a su tumba, sin una pequeña oración. La pandemia nos ha recordado que somos seres para la muerte. Desde la espiritualidad cristiana es el momento más oportuno, para volver a presentar la muerte como la gran realidad por la cual debemos atravesar, para poder contemplar a Dios cara a cara. Dice San Agustín: “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón vive inquieto hasta que descansa en ti”. La muerte para el cristiano no es el final, lo rezamos en la Santa Misa de funeral: “Nuestra vida no termina, se transforma”. Hoy debemos hablar del misterio de la muerte como un hecho real que nos pone de cara a la eternidad y, por lo tanto, el final de nuestra existencia es tan real como la vida misma. La muerte no nos viene de fuera, la llevamos dentro, cuando nacemos ya somos lo suficientemente viejos para morir. La muerte nos ayuda a comprender la grandeza y el sentido de la vida; sin muerte la vida no tendría sentido. Los jóvenes son los más contagiados por el virus, aunque los que más mueren son las personas mayores, esto debe decirnos algo. De morir tenemos, el día, la hora, cómo y cuando no lo sabemos. Si no morimos de coronavirus, nos moriremos de otra cosa. Enfrentemos la muerte con esperanza y fe. Muchas veces hemos centrado solo nuestra mirada en los súper poderes de la ciencia y la técnica; con el Covid 19, nos dimos cuenta de que aún los científicos están desconcertados. La espiritualidad cristiana nos invita a fortalecer la virtud de la esperanza. Virtud que ha de estar centrada en la importancia de la razón como instrumento para avanzar en una investigación científica que sirva de opción al momento y la situación que vivimos. Pero también es el momento de la esperanza en el buen Dios de la misericordia y en oración, pedirle que manifieste compasión para con esta humanidad agobiada y doliente. Es el momento de la esperanza en la fraternidad humana. Por lo tanto, es un “instante vital”, fundamental, para acrecentar entre nosotros la ministerialidad eclesial. Como personas de fe y asumiendo una espiritualidad madura, hemos de entender el momento presente como un “Kairos” (tiempo de Dios), tiempo de salvación. No podemos vivir en el sentimiento de la resignación, vivamos así, porque nos toco, no. Debemos asumir el presente con fortaleza y una oportunidad para soñar el futuro de la mano de Dios y como hermanos consolidar aquello que nuestras comunidades ancestrales llaman “El buen vivir”. Más que ayer y como siempre, la espiritualidad hoy es indispensable. Necesitamos sembrarla en nuestros gobernantes y líderes sociales y comunitarios, en nuestros niños y jóvenes, en nuestros estudiantes, en nuestras familias, en nuestras instituciones, en la Iglesia, en las Iglesias, en todos los espacios y rincones donde vivimos. La espiritualidad no puede ser una simple idea, no es una doctrina, no puede ser un discurso para mostrar nuestra erudición. La espiritualidad es un estilo de vida, es vivir movidos por la imagen y semejanza que Dios ha sembrado en nosotros desde siempre. La espiritualidad es estar siempre impulsados por el Espíritu divino, fuente y cumbre de la espiritualidad cristiana. La espiritualidad, hecha vida hoy, nos empuja a vivir la virtud de la compasión; la espiritualidad nos empuja a no ser indiferentes frente al sufrimiento de los hermanos. En tiempos de crisis la espiritualidad le da sostén a nuestra vida, no nos permite que sucumbamos en el dolor y el sufrimiento. Ante la realidad del sufrimiento, lo que es paja se quema, lo que es oro se acrisola. La espiritualidad nos ayuda a fortalecer nuestra esperanza, nuestra confianza en Dios y nuestra esperanza en los resultados honestos y rectos de la ciencia. + Omar de Jesús Mejía Giraldo Arzobispo de Florencia

Lun 27 Jul 2020

"El ‘quédate en casa’ se ha convertido en un infierno para algunas mujeres": Iglesia

La violencia contra las mujeres en el departamento de la Guajira persiste aun con el aislamiento por la pandemia del Covid-19, algunos indicadores incluso muestran incrementos durante este confinamiento. Frente a este panorama sombrío, la diócesis de Riohacha, presidida por monseñor Francisco Antonio Ceballos Escobar, ha querido poner en la palestra este tema y por ello desarrolló este fin de semana el conversatorio virtual: "Voces de la mujeres en época de pandemia". Monseñor Ceballos inició su intervención agradeciendo a las personas que a través de las redes sociales se unieron al conversatorio, pero de manera especial resaltó la presencia de todas aquellas mujeres que desde sus diferentes roles como madre, esposa, hija, hermana, trabajadora, indígena, afro y religiosa le aportan a la construcción de una mejor sociedad. Reconoció como a través de la historia, el papel de la mujer ha sido subvalorado, impidiendo esto, que ella se muestre en sí misma como lo que es y puede llegar a ser. “Soy consciente de que por desgracia, somos herederos de una historia de enormes condicionamientos que, en todos los tiempos y en cada lugar, han hecho difícil el camino de la mujer, despreciada en su dignidad, olvidada en sus prerrogativas, marginada frecuentemente e incluso reducida a esclavitud”. Pero, frente a esta realidad también destacó como a través del Magisterio de los últimos Pontífices, la Iglesia ha venido cambiando este pensamiento, ocupando la mujer un papel especial en la vida pastoral. Prueba de ello dijo es la existencia en la diócesis de una oficina de Representación Corporativa y de la Mujer que tiene como Misión el “liderar procesos de reflexión que contribuya con el fortalecimiento de la vida espiritual, promoción humana y empoderamiento de la mujer”. Y como Visión: “ser soporte fundamental para la Diócesis de Riohacha, visibilizando y resaltando la participación de la mujer en la Iglesia y la sociedad”. “Nuestra vocación profética, recibida en el bautismo, nos incita a abordar uno de los aspectos más delicados de la situación femenina, no solo en el mundo, sino también en Colombia y en cada uno de los municipios de nuestro querido departamento”, afirmó. La mujer en tiempo de pandemia Subrayó que la amenaza que plantea el Covid19 en materia de derechos y libertades de las mujeres va mucho más allá de la violencia física, pidiendo así, que en este tiempo de pandemia no se vulneren sus derechos y más bien se visibilice el maltrato del que son objeto tantas mujeres al interior del núcleo familiar. “Para nadie es un secreto que el maltrato de la mujer ha aumentado en este tiempo de pandemia, así lo revelan las estadísticas. El aislamiento social y el “quédate en casa”, para muchas mujeres, se ha convertido en un infierno, en la convivencia diaria con su agresor. Esto supone un desafío no solo para los sistemas sanitarios de todo el mundo, sino también para nuestro compromiso con la igualdad y la dignidad humana. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar intervención monseñor Francisco Ceballos[/icon] La pandemia trae un retroceso para la mujer en lo público y privado Para una de las panelista invitada a este espacio de reflexión, Soraya Escobar Arregoces, Defensora regional de pueblo en la Guajira, si bien la mujer en las últimas décadas ha ganado espacio en lo público y en lo privado, este fenómeno de la pandemia ha generado que haya un retroceso. “Este avance a la conquista que la mujer había ganado en lo privado y en lo público, está dando ahora un retroceso a la igualdad”. Observó como en muchos hogares la distribución de los roles en casa no es equitativo, hecho que hace que se prendan las alertas en este tiempo de confinamiento. La mujer tiene un trabajo sobrecargado por el teletrabajo, atención al estudio de los hijos, organización en los quehaceres de casa, todo esto, señaló la funcionaria, está generando al interior de la familia tensiones y violencia. “La pandemia ha puesto en evidencia la discriminación contra la mujer, no se cuenta con unas estructuras sólidas de apoyo desde las mismas instituciones de justicia, esto sigue trayendo consecuencias que lamentar, las cifras de denuncias de violencia contra la mujer en la Guajira han seguido crecido considerablemente en lo corrido de este año”. Dijo que es importante prender las alarmas para buscar caminos de prevención, para ello sugirió del apoyo y acompañamiento a la mujer por parte de la comunidad, sicólogos, espiritual y jurídico, además agregó “sería importante crear una cadena de mujeres que se unan para estar atentas y atender este tipo de afectaciones”. Estuvieron participando como panelistas: Dra. Emilce Beatriz Sánchez Castellón, docente de la Universidad de la Guajira; Dra. Rosa Elena Pacheco, Diputada de la Guajira y catedrática de la Universidad de la Guajira; Dra. María del Pilar Veloza Parra, Magistrada del Tribunal Contencioso Administrativo; Dra. Soraya Escobar Arregocés, Defensora regional de pueblo en la Guajira; y la Dra. Saime Aredondo, Comisionada del Gobierno para la defensa del territorio y orientación de la cátedra de estudios afro-colombianos.