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Iglesia

Sáb 22 Dic 2018

“Lo que pedimos para el Chocó, lo anhelamos para toda Colombia”

Con esta frase finaliza el comunicado firmado por los obispos del Departamento de Chocó y parte de Antioquia, a propósito de este tiempo de la Navidad. A la vez que hacen un llamado al Gobierno nacional y al ELN para que asuman una actitud de escucha ante el clamor de esta población tan golpeada por la violencia. En el mensaje firmado por los obispos: Mario De Jesús Álvarez Gómez, obispo de Istmina-Tadó, Hugo Alberto Torres Marín, obispo de Apartadó y Juan Carlos Barreto, obispo de Quibdó, los prelados resumen en tres puntos los sueños que la población tiene para que esta Navidad sea el inicio de la “anhelada paz total e integral” en estos territorios. En un primer momento hacen un llamado al Gobierno nacional para que flexibilice las exigencias en la reanudación de los diálogos con el ELN, y no se cierre la posibilidad a continuar con ellos. “Ciertamente, el Gobierno está en su derecho de exigir condiciones para la reactivación y continuidad de los diálogos en la Habana, sin embrago, no se debe cerrar la puerta de la negociación.” Los Jerarcas, exigen de parte del ELN pruebas de un verdadero compromiso de paz con el Chocó. Así como también consideran oportuno que, con la tregua anunciada para esta época de Navidad, igualmente se dé la liberación de los secuestrados retenidos por este grupo guerrillero. Igualmente, invitan a la sociedad chocoana para que, a pesar del rigor del conflicto, se mantengan en oración y no desfallezcan sino más bien, asuman el compromiso de seguir trabajando por la paz de este Departamento. Finalmente, los obispos recuerdan que ante la grave crisis humanitaria que se está viviendo en estos territorios chocoanos y en su condición de pastores, ofrecen su disposición para colaborar en las labores de facilitación del diálogo. [icon class='fa fa-download fa-2x']Descargar comunicado[/icon]

Jue 20 Dic 2018

Parroquia, paz y evangelización, aspectos de la CEC en el 2018

La renovación de la parroquia, los movimientos apostólicos dentro de la vida parroquial, la reconciliación y la paz, fueron algunos de los énfasis trabajados durante este año por la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), así lo compartió monseñor Elkin Álvarez Botero, obispo auxiliar de Medellín y secretario general del Episcopado, al hacer un balance de la gestión durante el período 2018. Al referirse a la parroquia y los movimientos apostólicos dentro de la vida parroquial, señaló que fueron dos Asambleas Plenarias en las que los obispos abordaron estos temas. Fruto de esta reflexión se presentó a las jurisdicciones las conclusiones del trabajo que servirán como marco para el camino pastoral que ha de seguir cada Iglesia particular. Así mismo, hizo énfasis en el trabajo colegial que los obispos realizaron en materia de reconciliación y paz. De manera especial en procura de facilitar las vías para continuar los diálogos con algunos grupos insurgentes; la verificación en el cumplimiento de la firma de los acuerdos de paz con las Farc; y la participación a nivel nacional e internacional en reuniones en procura de buscar la paz y la reconciliación del país. Monseñor Álvarez Botero, resaltó el trabajo de los diferentes departamentos del Secretariado Permanente del Episcopado - SPEC, que tiene la tarea de acompañar en su caminar a las Iglesias particulares del país, cada uno desde su especificidad. Por otra parte resaltó tres momentos vividos a nivel eclesial: Un año de la visita del Papa Francisco; el 50 aniversario de la visita del Papa Pablo VI a Colombia; y los 50 años de la Conferencia de Medellín. “Fueron momentos de gracia y auto reflexión para la tarea de la Iglesia, para seguir caminando con mucha firmeza en todos los programas pastorales y en ser testimonio y luz en medio de una sociedad que necesita del amor de Dios”. El prelado recordó que la CEC ha avanzado dentro de su Plan Global 2012 – 2020, en las dos primeras fases propuestas que son: Promover procesos de nueva evangelización que formen discípulos misioneros y animar la comunión eclesial. Ahora viene la tercera y última etapa del plan que consiste en incidir en la sociedad desde los valores del Evangelio. “De acuerdo al plan pastoral de programación a 9 años que sigue la CEC, esta última está centrada en la incidencia o en el aspecto caritativo y proyección social hacia los hermanos. Tuvimos un momento para la comunión eclesial, otro para el anuncio evangelizador y ahora para esta puesta en práctica de nuestra fe. Así pues, tenemos la triada de lo que corresponde propiamente a la CEC crear comunión, animar procesos de evangelización e incidir desde los criterios del Evangelio en la sociedad”, aseguró. Recordó que el lema que se seguirá para esta última fase fue inspirado en la parábola del Buen Samaritano: ‘Como Jesús ve y haz tú lo mismo’. “Es una invitación para que todos nos tomemos en serio que ser cristiano es ser fermento de los valores del Evangelio, en medio de una sociedad que necesita realmente de la palabra de Dios”. Finalmente, expresó a los colombianos los sentimientos de los obispos de las 77 jurisdicciones, animándolos a no perder la esperanza y a esperar en la fe y en la oración la llegada del Niño Jesús.

Mié 19 Dic 2018

Adviento: Invitación a la esperanza

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Cada etapa, en el año litúrgico de la Iglesia, tiene su índole y su peculiaridad. El Adviento es el tiempo que nos lleva a pensar en las promesas que Dios nos ha hecho en orden al proyecto que está realizando en la historia. El Adviento es, entonces, una ocasión para comprender lo que es y realiza, en la vida de cada uno y de todos nosotros, la esperanza. La esperanza como virtud que conforta y sostiene al ser humano en su camino. Nuestra sociedad está herida en la esperanza. Se percibe en la tristeza de tantos jóvenes, en la mediocridad de tantas personas, en el egoísmo que nos encierra a casi todos. Son signos de que nos falta esperanza la agitación, la amargura, la superficialidad, la inestabilidad. En la sociedad aparece la ausencia de esperanza en la falta de claridad frente al futuro, en la incoherencia que destruye la unidad interior, en la dispersión en múltiples cosas, en la deshonestidad para favorecer cualquier interés personal. Tantas caídas, desilusiones, frustraciones y crisis en la vida familiar, laboral, espiritual o apostólica tienen su origen en la ausencia de esperanza. La falta de esperanza y de fortaleza es el resultado de no tener perspectivas con relación al futuro, que termina por encerrar la persona en sí misma, por hacerle pensar que está terminada y por impedirle la libertad de ver el mañana desde el amor y el poder de Dios. Debemos preguntarnos: ¿Es posible ofrecer a tantas personas, con dolorosas señales de desesperación, manifiesta o escondida, un motivo de esperanza? ¿Se puede dar a este mundo fatigado, desilusionado y hasta enfadado un mensaje vigoroso de esperanza? Estas preguntas hay que hacerlas porque, dentro de algunos años, sólo sobrevivirán los que hayan encontrado, como los santos, motivos para tener esperanza. La esperanza no equivale a indiferencia ni a resignación ni a vivir de una ilusión. La esperanza es aprender a ver el proyecto que Dios va realizando en el mundo para colaborar con él y para animar a otros a tener la alegría de trabajar por un mundo nuevo. La esperanza es la capacidad de no aniquilarse en la rutina, de no perderse ante la incertidumbre del porvenir, de no replegarse ante los grandes proyectos de la historia. Es la fuerza que nos lanza hacia algo más allá de nosotros mismos, es la sabiduría para situarnos en los planes de Dios. La esperanza tiene dos características que el Adviento nos hace presentes. Es dinámica porque anima; hace ver la meta y, por tanto, impulsa hacia ella sin que preocupe tanto el cansancio o la distancia. Viendo la meta se corre hacia ella, como el que, perdido en una selva o en una ciudad, una vez encuentra una señal que lo oriente se apresura para alcanzar el lugar de llegada. La esperanza sostiene e impulsa para proseguir hasta el final a pesar de las dificultades que se presenten. De otra parte, la esperanza es la purificación que corrige y transforma el ser humano. Haciendo ver el objetivo que se busca, señala también aquello que falta a cada uno para poderlo alcanzar. La esperanza es como una levadura en la entraña misma de la persona, es como un acicate interior que empuja para obtener lo que se espera. Si mi esperanza es vivir la misión que he recibido, qué debo hacer todavía. Si Cristo es mi esperanza, qué me falta para alcanzarlo y tener su vida . Es necesario asumir estas dos dimensiones de la esperanza. La fuerza que estimula y hace llegar y la exigencia de cambio que evita caer en la desesperación. Aprendamos a vivir el tiempo de Adviento con los ojos fijos en Cristo que sustenta nuestra esperanza. Que desde él demos sentido a todo lo que somos y hacemos y con él tengamos sabiduría y fortaleza para llegar hasta el final. Sintamos con el salmista: el Señor es mi luz y mi salvación ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar? (Sal 26,1). + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 18 Dic 2018

«La buena política está al servicio de la paz»

Es el título del Mensaje para la 52° Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el próximo 1 de enero de 2019, en el marco de la Solemnidad de Santa María Madre. En el texto publicado el 18 de diciembre, el Papa Francisco insiste en que “la política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción”. En este sentido, el Santo Padre reitera la importancia del “compromiso por el bien común”, que “cuando está inspirado por la caridad, tiene una valencia superior al compromiso meramente secular y político”. La función y la responsabilidad política, agrega, “constituyen un desafío permanente para todos los que reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo”. Finalmente, al enfatizar que la “buena política está al servicio de la paz”, señala que este es su deseo para el año nuevo: “Paz a esta casa”, que se traduce en la paz que debe germinar en las familias, las comunidades y en el cuidado del entorno, de nuestra Casa Común. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Leer mensaje completo[/icon]

Mar 18 Dic 2018

Arzobispo de Cali pide cesen muertes en municipio de Jamundí

En un comunicado de prensa, el arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve Mejía, hizo un llamado a los alzados en armas para que cesen los asesinatos y desplazamientos de la población del municipio de Jamundí, ubicado al sur del departamento del Valle. “Pido a los alzados en armas, que han segado vidas y amedrantan a la población en esos territorios, que cesen sus hechos de violencia y no provoquen desplazamientos entre quienes luchan por sobrevivir y cuidar de sus familias y tierras, en medio de las difíciles circunstancias que viven la región y el país”, expresó. Así mismo, el arzobispo manifestó la solidaridad de la Iglesia caleña hacia la población de esta zona montañosa y dijo estar dispuesto a acompaña cualquier tipo de diálogo pastoral que se requiera para que cese la violencia. Finalmente, exigió que “en nombre de Dios, que todos los que llevan armas, tanto las legales del Estado, como las ilegales de grupos armados, observen el máximo cuidado y respeto por el sagrado bien de la vida de los civiles”. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Lun 17 Dic 2018

“El departamento del Chocó sigue siendo una región olvidada”: Mons. Barreto

El obispo de la diócesis de Quibdó, monseñor Juan Carlos Barreto Barreto, ha manifestado en una entrevista concedida al diario El Espectador, que se requiere que el nuevo Gobierno luche de verdad contra la desigualdad. El prelado habló sobre la difícil situación que se vive en esta región del pacífico, una de las más golpeadas por la violencia. Igualmente expuso su punto de vista sobre la implementación del Acuerdo de Paz en el Chocó. El siguiente es el texto de la entrevista. ¿Qué ha pasado con la implementación del Acuerdo de Paz en el Chocó? El proceso ha venido con muchas fallas desde el Gobierno anterior, pero con el actual está en un riesgo muy grande, sobre todo en esta región, que está marcada mucho más por el conflicto. Se requiere que se dé una voluntad real para recuperar ese acuerdo y que este sea una garantía para los próximos procesos de paz. Mucho se habla de que los espacios que tenían las Farc están siendo copados por otros grupos al margen de la ley, como el Eln, ¿se percibe eso? Sí, en gran parte de los territorios que dejaron las Farc como grupo armado están llegando otros grupos armados, y eso no solo está pasando en el Chocó, es en todo el país. No hay control territorial, no hay presencia del Estado en muchas de estas zonas. Si el nuevo Gobierno no actúa en la implementación de los acuerdos con las Farc, el remedio va a ser más malo que la enfermedad. Mejor dicho: si el Estado no copa los territorios que dejaron las Farc, apague y vámonos. ¿Qué cree que se pueda hacer para corregir este rumbo? Es necesario tener en cuenta una vida más digna para las personas, mejores oportunidades, más inclusión social para que las personas que vivan en el territorio puedan vivir tranquilas, sin las amenazas de los grupos armados. Si esto no es así, vamos a retroceder todo lo que hemos avanzado y llegará una situación mucho más crítica que la que tenemos hoy, pero además, se perderá la credibilidad de cualquier proceso de paz. ¿Qué significó para el Chocó la desmovilización de las Farc? Sin duda, la violencia ha disminuido sustancialmente, pero persisten las amenazas a dirigentes comunales y a la sociedad civil. El Estado colombiano tiene que asumir la paz como Estado Social de Derecho e inversión social. La desigualdad de este país es la que nos está matando y se requiere mucha, pero mucha más presencia en estas tierras abandonas durante décadas. ¿Usted le ve voluntad al nuevo gobierno de Iván Duque frente a la implementación del Acuerdo? Yo veo que es necesario que el Gobierno escuche la voz del pueblo, escuche las necesidades de los territorios y entienda que la solución negociada al conflicto es lo más adecuado, porque tiene un menor costo en vidas y un menor costo económico. El Estado tiene que brindar más oportunidades a las personas que han vivido en armas para así poder terminar definitivamente este conflicto en Colombia. ¿Ve usted voluntad de paz en el Eln? Se ha hecho muchos esfuerzos y creemos que los debemos seguir haciendo. La Iglesia católica está dispuesta a seguir ayudando para que las partes entiendan que no es a punto de fusil como se solucionan las cosas sino dialogando.

Lun 17 Dic 2018

El paso navideño

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Las experiencias significativas no pueden olvidarse. Ya ha transcurrido un poco más de un año desde la visita apostólica del papa Francisco a Colombia. La invitación suya fue a “dar el primer paso”, necesario para abrir nuevos horizontes de paz y reconciliación. El tiempo de Adviento que peregrinamos y la Navidad que celebramos, son una ocasión propicia para evaluar el camino recorrido y verificar si hemos dado un paso adelante en la aplicación, no solamente de los acuerdos de negociación sino en las actitudes personales y colectivas favorables a una cultura de convivencia sana y pacífica. Para los creyentes, que somos invitados desde la fe a preparar la venida y el encuentro con el Señor, significa sin duda revisar nuestra conversión personal y comunitaria que es la garante de los cambios profundos en las conductas habituales y en las costumbres sociales cuyo fruto es aclimatar condiciones de paz y de justicia en solidaridad. Este sería un deseado paso navideño. No obstante, subsiste la amenaza de la repetición de conflictos aparentemente superados, el recrudecimiento de otros y el poco avance en los propósitos de superar sus causas como son entre otras, la corrupción, la inequidad y los difíciles avances en una reforma a fondo para la justa y recta aplicación de la justicia. Prueba de ello ha sido la enorme dificultad para avanzar en la aprobación de los proyectos legislativos que quieren salirle al paso a estos males sociales. Como se ha dejado ver en los últimos días, preocupa mucho no sólo la financiación sino la orientación de los proyectos educativos conforme a una construcción integral, incluyente y promisoria para el país, en el contexto de tantos condicionamientos ideológicos y presiones económicas y políticas a las que están obligadas las naciones. En todo esto también hay que dar el paso esperado. En nivel eclesial, las actuales dificultades que afrontamos como Pueblo de Dios, siguiendo la invitación del Papa a compartirlas solidariamente, nos conducen a asumir responsabilidades, prevenir con decisión y eficiencia las conductas y hechos que generan los escándalos y, con profunda confianza en el Señor, unirnos en oración por la Iglesia, suplicando el don de fortaleza y la sabiduría necesaria para consolidar desde la fe su tarea de nueva evangelización y la ininterrumpida misión que le compete, con humildad, espíritu de servicio a la humanidad especialmente en los escenarios de las periferias sociales, además con espíritu misionero, como el mismo Francisco permanentemente nos insiste. Actitud contraria, por el pesimismo o el desánimo, no estaría acorde con la virtud teologal de la esperanza ni con la certeza absoluta de la presencia del Señor Resucitado que conduce la historia y que, justamente a través de las duras pruebas en ella experimentadas, purifica, salva y suscita nuevos episodios de su amor y su misericordia en la conducción del Pueblo de Dios y su misión de servidor de toda la familia humana. En este ambiente, estamos invitados a vivir la alegría del Evangelio y a encontrarnos con Jesús del pesebre en esta pascua navideña que a su vez nos prepara para hacer camino con Él en el nuevo año. Fraternalmente. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 17 Dic 2018

“Del Señor somos” y del domingo vivimos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - La Iglesia es la eucaristía. Por la eucaristía, la Iglesia renueva constantemente su ser de “Iglesia de la Pascua”. Por ella, constituida por muchos pueblos, se transforma en un solo Pueblo, gracias a una sola MESA, que el Señor ha preparado para nosotros. Las primeras comunidades cristianas eran, por ello, asiduas a la celebración dominical de la eucaristía; para ellos resultaba algo connatural. Era, como lo entendemos hoy, fuente y cumbre de toda evangelización, pues en ella se sentían comunidad reunida y enviada (misa- misión), a comunicar el gozo de la Pascua, la alegría de la salvación, el anuncio de un futuro posible ya en Jesús y las primeras comunidades, con el poder y la fuerza interior y comunitaria del Amor. La eucaristía, nos dijo en tiempos recientes, San Juan Pablo II, “ha de ser principio y proyecto de misión. Entrar en comunión con Cristo en el Memorial de la Pascua significa, al mismo tiempo, experimentar el deber de hacerse misionero del acontecimiento que aquel rito actualiza. La despedida final de cada Misa constituye una consigna que impulsa al cristiano a comprometerse en la propagación del Evangelio y en la animación constante de la sociedad” (Mane Nobiscum Domine: “Quédate con nosotros Señor”, 24). Como para los primeros cristianos, para nosotros la eucaristía no solamente nos permite el encuentro con Cristo Resucitado en la Comunidad, animada por el Espíritu Santo con la Palabra, con el Sacramento del Sacrificio y el Ministerio sacerdotal y diaconal, sino que, como le gustaba decir a San Juan Crisóstomo, nos permite descubrir, entre tanta tragedia, sufrimiento y exclusión, a Jesucristo “EN EL ALTAR DEL POBRE”. La eucaristía es “la Mesa y Misa del mundo” porque es anticipación de “la Mesa y Misa del Cielo”, de la consumación definitiva del mundo. Por ello se ha de celebrar también “sobre el altar del mundo”, como esperanza de la humanidad transformada en Cristo e himno del universo. Desde estas apreciaciones podemos entender que nuestro Plan Quinquenal de Pastoral en la Arquidiocesis de Cali, tenga como fuente, camino, cumbre y pedagogía participativa, la celebración dominical de la Eucaristía, la Pascua que se prolonga en los domingos del Año Litúrgico. Que la comprensión y vivencia de la Eucaristía dominical, esté iluminada también desde la espiritual Esponsal y Familiar de la Mesa Eucarística, “Banquete de Bodas del Cordero”, Mesa del Hijo y de los “hijos adoptados en Él”, y Pan que el Padre Celestial sirve a los primeros invitados, que no le corresponden, al pueblo de Israel, y a todos los excluidos de la humanidad, para integrarlos a la Mesa Común, a la Familia surgida con Cristo Jesús. Desde los Santos Esposos de Nazaret, María y José, desde el misterio del Reino de Dios y de quienes se acogen a su Palabra y Voluntad, desde el don de María, hecho al pie de la Cruz, la Iglesia necesita mantener este “timbre esponsal y familiar”, inicio de un tejido social que tiene su raíz teológica en la Nueva Creación, en la nueva humanidad y familia que surge con Jesús. “Del Señor somos”, dice Pablo en Romanos14,8. “Y del Domingo vivimos”, añadimos nosotros en este inicio del quinquenio 2019-2023. Nuestro énfasis está entonces en afirmar a Cristo Jesús como SEÑOR DE LA NUEVA CREACIÓN, EL KYRIOS, Señor glorioso, por medio de la resurrección. Pascua y Pentecostés tuvieron lugar en el mismo día de la Semana, el primero, sellando la Nueva Economía de Cristo y la Iglesia, la Nueva Alianza de la salvación. El Domingo, Día del Señor, desde los comienzos, era la cena que recordaba el misterio pascual de Cristo y, al mismo tiempo, la espera de su segunda venida. Ya San Justino daba como razón para el nombre de DOMINICUM, Domingo, el Señorío de Jesús “por ser el PRIMER DÍA en que Dios creó el mundo, y el día en que Cristo Resucitó de entre los muertos”. Y la fe de las primeras generaciones, como la de los mártires de Abitene, en el siglo IV, proclamaba esta consigna: “Sine Dominico non possumus”: “NO PODEMOS VIVIR SIN CELEBRAR EL DÍA DEL SEÑOR” (Didascalia de los apóstoles). Y en el mismo siglo IV, después de Constantino, el Domingo se convertiría ya en “el día del descanso”, para darle espacio al encuentro con el Resucitado, a la Eucaristía y a la Asamblea, al “Altar del pobre”, al descanso y a la vida en común, en la comunidad de esposos y de la familia, a la fiesta y la esperanza, cifradas en la victoria de Cristo. Que este Año 2019 sea nuestro inicio de LA RECUPERACIÓN DEL DÍA DOMINGO, como tiempo y espacio de la espiritualidad cristiana, eucarística, eclesial, social y familiar. Que nos propongamos, al menos, recuperar con nuestras feligresías, en este año, los SIETE DOMINGOS imprescindibles: de Ramos, de Pascua, de Octava pascual (de La Misericordia), de Pentecostés, Corpus Christi, de la Jornada Mundial de los pobres (33 del tiempo ordinario), y de Cristo Rey del Universo. A todos les llegue mi saludo afectuoso de Año Nuevo y mi oración y bendición por un Año del Señor bien vivido y con la abundancia de los bienes divinos y de los que construimos los humanos para el bien común. A todos nos acompañen el Amor esponsal de María y José, de Cristo y la Iglesia, el Amor familiar del Hogar de Nazaret. Feliz año 2019. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali