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protección de Menores

Mié 2 Nov 2022

En Florencia concluyó la jornada de talleres: “Iglesias Particulares Seguras y Protectoras”

Este viernes 28 de octubre, finalizó en la Arquidiócesis de Florencia, la primera jornada de talleres orientados a facilitar herramientas y espacios de reflexión sobre cómo abordar desde el campo jurídico, psicológico, ético y comunicacional el tema de las políticas de protección y prevención de abusos sexuales contra niños, niñas, adolescentes y personas vulnerables dentro del entorno eclesial. Este espacio pedagógico contó con la asistencia de más de 400 participantes provenientes de diferentes lugares de la provincia eclesiástica. Al concluir la jornada, el arzobispo de Florencia, Omar de Jesús Mejía Giraldo, expresó su gratitud a la Conferencia Episcopal de Colombia y al Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado, por ofrecer estos espacios de información y formación, que según señaló, deben seguirse implementando en todos los ámbitos de la Iglesia a nivel nacional. Igualmente el prelado agradeció la presencia de quienes asistieron: obispos, sacerdotes, religiosas y religiosos, seminaristas, maestros, rectores de instituciones educativas, catequistas, personal que labora en el torno de las parroquias, vicarías, curias diocesanas, miembros de movimientos apostólicos, agentes de pastoral, periodistas, entre otros, algunos participaron en representación de las diócesis de Mocoa-Sibundoy y San Vicente del Caguán, y los vicariatos apostólicos de Leticia y Puerto Leguízamo Solano. Finalmente afirmó que, esta tarea no para allí, sino que se seguirá el camino de formación en este campo. “La idea es entonces que sigamos en este ambiente de sinodalidad, de comunión fraterna y de trabajo mancomunado”. Por su parte la doctora Ilva Myriam Hoyos Castañeda, presidenta del Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado de la Conferencia Episcopal de Colombia, resaltó haber encontrado una Iglesia expectante y ávida de conocimiento frente a este tema del cuidado y la protección. “El objetivo central de este encuentro era continuar ese camino para generar en Colombia una cultura del cuidado. Una de las prioridades fue socializar nuestras líneas guías aprobadas muy recientemente por la Conferencia Episcopal; trabajamos durante la jornada que fue especialmente enriquecedora con los clérigos, sacerdotes, religiosos, religiosas, expresándoles por un lado cuál es la iniciativa de la Iglesia Católica, pero también puntualizando la legislación canónica y estatal en torno a los delitos de carácter sexual”. Explicó además que se hizo una presentación a los movimientos apostólicos y a los laicos, en torno a qué es el abuso, cuáles son los factores de riesgo, cuáles son los factores de protección, cómo está tipificada en la legislación penal colombiana esta temática de los delitos sexuales y se ofrecieron algunos criterios para elaborar planes de prevención. “En los laicos encontramos ese eco, nos reiteraron su agradecimiento, no solamente por la visita, sino también por ver una iglesia renaciente, esperanzadora, que parte del reconocimiento de la vulnerabilidad humana y que quiere insistir en que todo ser humano es digno y tiene una dignidad que viene de nuestra condición de ser hijos de Dios y a su vez creado a su imagen y semejanza de un Dios trino”. Otro público que estuvo presente fueron los educadores, a ellos, dijo la doctora Hoyos, se les presentaron algunos de los retos y los desafíos que tienen las instituciones educativas en generar esta cultura del cuidado. Según lo expresó la abogada, con estos espacios de formación, la Iglesia quiere decir abiertamente “no más abusos, no más violencias, tanto las violencias, como los abusos cometidos al interior de la iglesia por miembros de la iglesia, como de la sociedad”. “Estamos esperanzados en que este esfuerzo que estamos realizando, no solo permita de alguna forma generar espacios de diálogo y de reflexión, sino también que los esfuerzos que se hagan al interior de la Iglesia puedan repercutir en toda la sociedad, especialmente en esta Arquidiócesis de Florencia, en la provincia eclesiástica que hemos venido a visitar”, concluyó la directiva. Próximos talleres El Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado , informó que para este mes de noviembre se realizará en la Arquidiócesis de Villavicencio otro encuentro de formación. Así también se retomará a partir del mes de febrero de 2023 la realización de estos talleres en otras Jurisdicciones Eclesiásticas del país. En qué consiste el Proyecto: ‘Iglesias Particulares Seguras y Protectoras’ Es una iniciativa de la Conferencia Episcopal de Colombia y del Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado , que busca ayudar a las jurisdicciones eclesiásticas en la implementación de las políticas de protección y de prevención de la violencia sexual contra niñas, niños, adolescentes y personas vulnerables; así como la difusión de las Líneas Guía: ‘Cultura del Cuidado en la Iglesia Católica Colombiana’. Qué es el Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado Fue instituido en el 2018 por la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC). Es un cuerpo asesor, consultivo, autónomo e interdisciplinario, cuya tarea principal es asesorar a la Conferencia Episcopal y asistir a los Obispos, por medio de propuestas que promuevan la cultura del cuidado y de medidas para prevenir los abusos cometidos por miembros de la Iglesia, según las normas canónicas vigentes y teniendo en cuenta las exigencias de la legislación estatal. Los miembros del Consejo Nacional son nombrados por la Asamblea Plenaria de la CEC, por un término renovable de tres años y elegidos entre ministros consagrados, miembros de Institutos de vida consagrada, Sociedades de vida apostólica, y laicos que se distingan por la ciencia, la capacidad probada, la solvencia moral, el espíritu de comunión y de servicio. Conozca AQUÍ más detalles del desarrollo del taller

Mar 25 Oct 2022

Conferencia Episcopal de Colombia capacitará a más de 1200 personas al servicio de la Cultura del Cuidado

La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) pone en marcha el Proyecto “Iglesias Particulares Seguras y Protectoras” con la finalidad de ayudar a las diócesis en la implementación de las políticas de protección y de prevención de la violencia sexual contra niñas, niños, adolescentes y personas vulnerables; así como la difusión de las Líneas Guías: “Cultura del Cuidado en la Iglesia Católica Colombiana”. Desde este mes de octubre, y hasta junio de 2023, la CEC con el auspicio de la Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos, desarrollará talleres en cada uno de los territorios de nuestra nación en las siguientes temáticas: Programas para la protección de menores de edad; atención a las víctimas y sus familias; prevención de los abusos de poder, de conciencia y sexual; fundamentos jurídicos canónicos y civiles; y comunicación institucional. La primera etapa del proyecto se realizará en un año en las diócesis que se agrupan en las regiones donde se encuentran las Arquidiócesis de Florencia, Nueva Pamplona, Villavicencio, Bucaramanga, Cartagena y Popayán. La meta es capacitar a más de 1200 participantes para consolidar los equipos diocesanos de protección de menores de edad, de atención a víctimas, implementación de protocolos de prevención y a los responsables de adelantar los procesos canónicos. Los primeros talleres se realizarán en Florencia-Caquetá El próximo miércoles 26 de octubre se iniciarán los talleres con la participación de la Arquidiócesis de Florencia, las diócesis de Mocoa-Sibundoy y San Vicente del Caguán y los vicariatos apostólicos de Leticia y Puerto Leguizamo. Estos talleres se realizarán en la ciudad de Florencia durante tres días y contarán con el acompañamiento de los miembros del Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado de la Conferencia Episcopal de Colombia. En esta oportunidad participarán cerca de 150 presbíteros, 23 seminaristas, 30 trabajadores de las curias diocesanas, 120 docentes, 30 agentes de pastoral social y otros evangelizadores pertenecientes a movimientos apostólicos, institutos de vida consagrada y parroquias. Para mayor información sobre el desarrollo del proyecto, contactar con la señora Diana María Guzmán, coordinadora del Proyecto Iglesias Particulares Seguras y Protectoras al correo electrónico: [email protected] / Cel.: 313 321 18 77

Mar 16 Ago 2022

Episcopado aprueba Líneas Guías para seguir generando cultura del cuidado en la Iglesia

La Conferencia Episcopal acaba de publicar las líneas guías para una “cultura del cuidado en la Iglesia Católica en Colombia” como un nuevo paso para la protección de menores de edad y adultos vulnerables; este documento busca poner en práctica la erradicación de todo tipo de abuso (de poder, de conciencia, espiritual y sexual) que se genere en ambientes eclesiales por parte de miembros de la Iglesia en el país, bien sean laicos, religiosos o sacerdotes. Las Líneas Guías entrarán en vigor a partir del 1° de enero de 2023, en la Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Este material, hace parte de un camino que los obispos de Colombia iniciaron en el 2013, cuando se adoptaron las “Líneas guía para la redacción de los decretos diocesanos de protección de menores”, aplicadas en su momento en cada jurisdicción eclesiástica. Ahora, fruto de la evaluación de este documento que se dio gracias al apoyo del Consejo Nacional para la Cultura del Cuidado y basados en los recientes documentos del magisterio pontificio y la normativa canónica y estatal vigente, la Iglesia desea ofrecer este insumo como expresión de unidad, búsqueda de caminos que lleven a la verdad y la justicia, aceptación de errores y negligencias, asumiendo la petición del perdón y la reconciliación. Según se lee en la presentación de este documento, se trata de unas orientaciones generales para que en las distintas jurisdicciones eclesiásticas del país se implementen políticas, protocolos, procedimientos, acciones y estrategias en el marco de un Sistema para la Cultura del Cuidado. Además, con este material "Buscan prevenir y atender la violación de los derechos fundamentales de las personas y los abusos de cualquier tipo cometidos por ministros ordenados, personas consagradas y laicos que prestan algún ministerio o servicio en nuestra Iglesia". Ahora el compromiso de la Iglesia Católica, es adoptar estas normas al interior de cada circunscripción eclesiástica, y permitir que todos los creyentes y la sociedad en general las conozcan, con el fin de promover una "mayor conciencia respecto del cuidado amoroso que requieren también los pastores y los ambientes eclesiales de pastoral, siempre que trabajen, se encuentren y convivan con niños, niñas, adolescentes, jóvenes, adultos y personas vulnerables". DESCARGAR GUÍA AQUÍ

Vie 15 Jul 2022

Arquidiócesis de Bogotá: Diplomado sobre ‘Entornos Protectores en la Iglesia’

Tras cuatro años de formación en cultura de prevención, fundamentada en la ética del cuidado y la correcta atención de casos de violencia sexual en ambientes eclesiales, la Arquidiócesis de Bogotá, a través de la Oficina para el Buen Trato, presenta el segundo nivel del curso ‘Entornos Protectores en la Iglesia’ El programa formativo, adelantado con el apoyo de la Fundación Alemana Kindermissionswerk, tiene como propósito implementar metodologías participativas que le permitan a los agentes protectores consolidar la estrategia preventiva en su ambiente eclesial. Tendrá una intensidad académica de 70 horas. La Fundación Universitaria Monserrate, otorgará la certificación en grado de diplomado a quienes registren aprobación de los dos cursos. Se realizará de manera virtual a través de la plataforma virtual de Unimonserrate. Información: El costo del Diplomado es de $ 50.000 y podrán participar quienes: - Hayan realizado el primer nivel del curso ‘Entornos Protectores en la Iglesia’. - Cuente con el aval del párroco o representante legal del ambiente eclesial para consolidar la estrategia preventiva. - Tenga disponibilidad horaria para propiciar encuentros grupales en el ambiente eclesial. Se espera que estos agentes protectores promuevan su capacidad de liderazgo, creatividad y habilidades. Inscripciones Las personas interesadas en el programa formativo podrán inscribirse hasta el día 05 de agosto, o antes si se completan los 150 cupos disponibles, a través del correo electrónico: oficinabuentrato.arquibogota.org.co Mayores informes: [email protected]/ Tel: 350 55 11 Ext. 1435/ Cel: 3176231619 ¿Cuándo inicia la formación? El proceso de formación iniciará el lunes 29 de agosto de 2022.

Vie 17 Sep 2021

Monseñor Ali: "Necesitamos crear redes para ayudar a las víctimas de abusos"

En el marco de la celebración de la Conferencia Internacional sobre la Protección de Menores, que se realizará en Varsovia del 19 al 22 de septiembre, monseñor Luis Manuel Ali Herrera, Obispo Auxiliar de Bogotá, y miembro de la Comisión Pontificia de Protección de Menores, concedió una entrevista a Vatican News, donde se refirió a este tema, resaltando la importancia de crear redes para poder ayudar y acompañar a las víctimas de abusos. Lea completa la entrevista “Este va a ser un evento muy importante para crear lazos, para saber que en este trabajo de prevención y de acompañamiento a las víctimas, es necesario que todos nos unamos, que formemos redes de ayuda y para eso vamos como Comisión Pontificia, para hacernos presentes en Polonia para este Encuentro tan significativo para todas las Iglesias que están en la Europa Oriental”, lo dijo Monseñor Luis Manuel Ali Herrera, Obispo Auxiliar de Bogotá, Secretario de la Conferencia Episcopal de Colombia y miembro de la Comisión Pontificia de Protección de Menores, en el marco de la Conferencia de las Iglesias del Centro y del Este de Europa, sobre el tema: "Nuestra misión común es proteger a los hijos de Dios", evento organizado por la Comisión Pontificia de Protección de Menores y la Conferencia Episcopal de Polonia, del 19 al 22 de septiembre en Varsovia, Polonia. Crear lazos para ayudar a las víctimas El Obispo Auxiliar de Bogotá, dialogando con nuestro colega, el Padre Manuel Cubías, explicó que se han generado muchas expectativas sobre esta Conferencia, sobre todo, por el esfuerzo que esta realizando la Iglesia para crear ambientes donde se protejan a los menores y personas vulnerables. “Este va a ser un evento muy importante para crear lazos – afirmó Monseñor Ali Herrera – para saber que en este trabajo de prevención y de acompañamiento a las víctimas, es necesario que todos nosotros nos unamos, que creamos unas redes de ayuda y para eso vamos como Comisión Pontificia, para hacernos presentes en Polonia para este Encuentro tan significativo para todas las Iglesias que están en la Europa Oriental. Además, para aprender de ellos, saber que hay iniciativas interesantes que debemos conocerlas, exteriorizarlas y también enriquecernos de todo el trabajo que se está haciendo en estos países y en todas estas Iglesias”. ¿Qué redes y practicas existen ya en la Iglesia Latinoamericana que permitan ser un espacio donde se cuide a los menores y personas vulnerables? R.- En estos últimos años, sobre todo, las Conferencias Episcopales Nacionales en todo el territorio de Latinoamérica y El Caribe han implementado sus líneas guías. También, las Conferencias Episcopales han implementado Comisiones Nacionales y Regionales con profesionales, sacerdotes, digamos con personas que trabajan en este campo del acompañamiento de menores de edad y personas vulnerables y ellos han realizado equipos en cada una las Iglesias locales. Además, es importante señalar todo el trabajo que se está realizando desde el CELAM. Por ejemplo, hace 2 meses tuvimos un Curso de formación de Obispos de Latinoamérica y El Caribe. De igual manera tengo que reconocer el liderazgo que tiene la CLAR, es decir, el Consejo de Religiosos Latinoamericanos que, con el liderazgo de la Hermana Liliana Franco, ha motivado en todas estas provincias regionales en Latinoamérica un trabajo para la protección de los menores y las personas vulnerables. Por último, desearía resaltar todo el trabajo que está realizando SEPROME, de la Universidad Pontificia de México, que ha realizado cursos de formación en toda Latinoamérica y ha creado redes en Argentina, en Chile, Colombia, en Venezuela junto con las Conferencias Episcopales y las Conferencias de Religiosos en todas las Naciones para ir formando nuestros líderes y a nuestros laicos y religiosos y sacerdotes en la prevención y también en el acompañamiento de las víctimas. ¿En América Latina, cómo se va dando el proceso de escucha y de atención a las víctimas? ¿La Iglesia se ha convertido en un espacio donde poder sanar las heridas? R.- Sin duda alguna, sobre todo, el liderazgo lo tienen las Iglesias locales y también las Comunidades Religiosas locales. Se ha implementado varias oficinas que, en algunas Naciones tiene nombre de “Protección de menores”, en otras “Para la implementación de la cultura del buen trato”, otras tienen el nombre de “Entornos protectores” y desde esas oficinas en las Iglesias locales, pero también como le dije en las Comunidades Religiosas Regionales, allí se ha implementado un acompañamiento a las víctimas, no sólo escucha, sino también de ir acompañando a ellas a las denuncias, tanto civiles como canónicas y después a todo el proceso de justicia y de reparación. Ciertamente falta mucho camino, pero creo que hemos iniciado y sobre todo, hay iniciativas muy interesantes en cada una de las Regiones. ¿Cuál es la realidad de los casos de abusos en América Latina, no solo en el ámbito eclesial, sino también en el seno de la familia y el ámbito civil? R.- Nosotros somos una cultura, y lo digo hablando de toda la cultura Latinoamericana y El Caribe, que quiere y ama a los niños, a las niñas, y a los adolescentes, y respeta a las personas vulnerables. Pero, sin duda alguna, también hay elementos de esa misma cultura que motiva al irrespeto, a la falta de delicadeza con los menores de edad, por ejemplo, hay ciertas actitudes permisivas en la música, en los bailes, en el lenguaje musical de los jóvenes que no son tan delicados y prudentes cuando se tiene que presentar estas cosas a los niños. Se ve una cierta tolerancia a un lenguaje muy hipersexualizado y todo esto pues genera una falta de respeto a los menores de edad. También se percibe en nuestra cultura Latinoamericana situaciones en las cuales se va tolerando ese abuso desde la familia, de la escuela, desde los contextos sociales y es la razón por la cual la Iglesia Católica tiene que unirse no solamente entre el las diócesis y las Comunidades Religiosas, sino también con las ONGs de la región y con los Estados para que juntos podamos reconocer que la violencia sexual, en abuso sexual, es un problema social. Fuente: Vatican News Entrevista a Monseñor Manuel Ali Herrera

Lun 21 Jun 2021

El llamado para cuidar de las personas y para prevenir la violencia sexual

Oficina para el Buen Trato de la Arquidiócesis de Bogotá. Nuestra Iglesia, un hogar seguro. Lineamientos para la prevención de la violencia sexual contra niños, niñas, adolescentes y personas vulnerables en ambientes eclesiales, 2021. PPC, pp. 106. Monseñor Luis Manuel Alí Herrera, Obispo Auxiliar de Bogotá y Director de la Oficina de Buen Trato de la Arquidiócesis de esta ciudad, comienza la Presentación de esta novísima obra recordando las palabras del Papa Francisco en la Carta dirigida a los presidentes de las conferencias episcopales y a los superiores de los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica acerca de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores (2 de febrero de 2015): “Cada padre de familia que encomienda a la Iglesia sus hijos para iniciarse en su vida de fe o recibir una formación integral debe tener la plena seguridad de que el ambiente eclesial en que se encuentre es un ‘hogar seguro’” (p. 3). Esa convicción y ese llamado se ha convertido en prioridad pastoral para la Iglesia de Bogotá, que desde 2013, determinó como uno de los ejes transversales de toda acción evangélica la protección de los menores de edad. Y, en 2018, al servicio de esa prioridad, implementó la Oficina del Buen Trato (OBT), que, en febrero de 2019, dio a conocer la Ruta de acompañamiento en presuntos casos de violencia sexual contra niñas, niños, adolescentes y adultos en estado de vulnerabilidad. Ahora, en esa misma vía, da a conocer estos Lineamientos, que son una herramienta para hacer de Nuestra Iglesia, un hogar seguro. De ahí que, cuando en esta reseña, remita a los Lineamientos es porque entiendo que su formulación y puesta en marcha es una vía para que Nuestra Iglesia sea un hogar seguro. Se trata de un libro de ciento seis páginas, estructurado en una Introducción, cinco capítulos, unas conclusiones, así como unas muy amplias referencias bibliográficas. El objetivo de estos Lineamientos es, precisamente, presentar las estrategias principales para prevenir la violencia sexual contra niños, adolescentes y personas vulnerables en los ambientes eclesiales de la Arquidiócesis de Bogotá. La obra da cuenta, en la Introducción, de la amplia actividad evangelizadora que se realiza en esta ciudad a través de 288 parroquias, 19 colegios que juntamente con la Fundación Universitaria Monserrate integran el Sistema Educativo de la Iglesia en la capital de Colombia (SEAB), así como en diversas fundaciones, en los seminarios mayores y en las instituciones católicas que prestan su servicio para el bien de la dignidad humana. Del mismo modo, resalta que “todo el cuerpo eclesial es responsable de todo tipo de daño” (p. 5) contra los niños, las niñas y los adolescentes. Para los Lineamientos, la prevención es “una tarea planeada y sistemática orientada a la detección de los factores de riesgo de violencia sexual en los ambientes eclesiales y a la implementación de las medidas necesarias para evitar su aparición” (pp. 5-6). Ahora bien, esa prevención exige un trabajo permanente para alcanzar una cultura de la prevención, que exige tiempo y esfuerzo. En igual forma, el libro precisa que prevenir es decidir cómo se configuran los ambientes eclesiales donde los niños y las personas vulnerables desarrollan gran parte de su proyecto de vida. La prevención, así se afirma, “es una empresa de vidas: las conocidas y las que están por llegar; una empresa que encuentra su impulso motivacional en aquella caridad que añora respetar la dignidad de toda persona humana y promover su bienestar; una empresa que, por esta razón de bien, puede encontrar en la ética del cuidado sus orientaciones principales” (p. 6). En este sentido, Lineamientos comprende tanto una dimensión conceptual como metodológica; pero, en igual forma, un marco ético especialmente significativo. El primer capítulo, bajo el título “La Iglesia y la violencia sexual”, el más corto de toda la obra, con seis páginas, presenta los principales aprendizajes de la herida abierta, dolorosa y compleja de los abusos sexuales cometidos por clérigos, que no ha dejado de sangrar, según palabras del Papa Francisco, y que ha llevado a la pérdida de credibilidad y de confianza en la Iglesia. Nueve son los principales aprendizajes que se resaltan a partir del más reciente magisterio Pontificio: (i) el reconocimiento del dolor de las víctimas y la cercanía solidaria con ellas; (ii) la petición de perdón por el comportamiento de los ministros y consagrados; (iii) la necesidad de conocer mejor la naturaleza y gravedad del problema; (iv) el reconocimiento de los daños causados a la misión de la Iglesia en el mundo; (v) la reafirmación del rechazo total ante cualquier tipo de violencia; (vi) la necesidad de constatar el bien que se sigue haciendo; (vii) el discernimiento sobre los caminos de curación, conversión, reparación y prevención; (viii) el reconocimiento de la necesidad de una conversión en la forma de comprender y ejercer el poder y (ix) la necesaria renovación de los procedimientos canónicos y de acompañamiento. El enunciado de cada uno de estos aprendizajes daría para la publicación de nuevas obras y para resaltar la novedad del magisterio pontificio sobre la dolorosa situación de la violencia sexual en ambientes eclesiales. Es de esperar que la Oficina de Buen Trato continúe su labor de dar a conocer ese magisterio. El segundo capítulo, “Generalidades sobre la violencia sexual para el abordaje preventivo”, con diecisiete páginas, adopta la definición que el Comité de los Derechos del Niño, interpretando el artículo 19.1 de la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), da sobre la violencia: “toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual” (Observación General N° 13 de 2011, relativa al derecho del niño de no ser objeto de ninguna forma de violencia). Por su parte, para la Organización Mundial de la Salud (OMS), también se cita, la violencia es el resultado de la acción recíproca y compleja de factores individuales, relacionales, sociales, culturales y ambientales. Posteriormente, el libro intenta una aproximación a la magnitud del problema en Colombia, con base en documentos oficiales, tales como la Encuesta de violencia contra niños, niñas y adolescentes (2019) y la Encuesta nacional de demografía y salud (2015). La pretensión de este capítulo es más bien de carácter descriptivo, porque su finalidad no es analizar ni detenerse en las preocupantes estadísticas y cifras, sino explicar porque razón resulta más técnico hablar de la violencia sexual que del abuso sexual, ya que éste, el abuso, es una forma de aquélla, la violencia. El estudio de la violencia se hace a partir de llamado “modelo ecológico”, que se desarrolla en el capítulo cuarto del mismo libro, y adopta la siguiente estructura: (i) los factores de riesgo: sociales, familiares y personales de los niños; (ii) las consecuencias de la violencia sexual: a corto plazo y a largo plazo, que son presentadas a través de unas muy completas tablas que incluyen la sintomatología física, emocional y conductual, así como los problemas emocionales, de relación de conducta, de adaptación social, funcionales, sexuales, de revictimización y de transmisión intergeneracional; (iii) la revictimización en distintos escenarios; (iv) las características del agresor sexual: fijadas en niños, niñas o adolescentes, regresivas o situacionales y (v) hacia la prevención de la violencia sexual. El capítulo tercero, “Marco jurídico y canónico”, aborda en doce páginas y a manera de síntesis esta compleja temática. Merece resaltarse el acápite relativo a la vulnerabilidad como condición presente en todas las personas, pero que se incrementa en algunas poblaciones o grupos de personas como los niños. Se trata de sujetos de especial protección constitucional, también habría que decir convencional, que se encuentran expuestos a riesgos que pueden lesionar sus derechos fundamentales o demandan un esfuerzo adicional para su preferente protección, justificada, entre otras razones, en la exclusión, la pobreza, la iniquidad y la violencia. En este sentido, la vulnerabilidad guarda estrecha relación con el principio-derecho de igualdad. Las normas del ordenamiento colombiano que se mencionan son, ante todo, la Ley 1098 de 2006 (Código de la Infancia y la Adolescencia), que, en su artículo 18, define el “maltrato infantil” como “toda forma de perjuicio, castigo, humillación o abuso físico o psicológico, descuido, omisión o trato negligente, malos tratos o explotación sexual, incluidos los actos sexuales abusivos y la violación y en general toda forma de violencia o agresión sobre el niño, la niña o el adolescente por parte de sus padres, representantes legales o cualquier otra persona”. En igual forma, cita la Ley 1146 de 2007, sobre prevención de la violencia sexual, que define esta clase de violencia, en su artículo 2°, como “todo acto o comportamiento de tipo sexual ejercido sobre un niño, niña o adolescente, utilizando la fuerza o cualquier forma de coerción física, psicológica o emocional, aprovechando las condiciones de indefensión, de desigualdad y las relaciones de poder existentes entre víctima y agresor”. Del mismo modo, incluye una gráfica sobre la tipificación de los delitos contra la libertad, la integridad y la formación sexuales, según la Ley 599 de 2000 o Código Penal. Describe las normas sobre la obligatoriedad de la denuncia contra los delitos sexuales, la edad del consentimiento sexual, establecida en la legislación colombiana a partir de los catorce años de edad, así como los derechos de las víctimas, que son presentados con base en la normativa vigente: Ley 360 de 1997 (modifica algunas normas del Código Penal de 1980), Ley 1146 de 2007 (prevención de la violencia sexual), Ley 1257 de 2008 (sensibilización, prevención y sanción de la violencia contra las mujeres) y Ley 1719 de 2014 (acceso a a la justicia de las víctimas de la violencia sexual en el marco del conflicto armado en Colombia). También da cuenta de la Ley 1620 de 2012 (sobre el bullying en los ambientes educativos), del Acto Legislativo de 2020 (modifica el artículo 34 constitucional que permite condenar a cadena perpetua a violadores y homicidas de niños) y de la Ley 2081 de 2021 (imprescriptibilidad de la acción penal en delitos sexuales cometidos contra menores de edad). En relación con las normas canónicas, Lineamientos parte de la tesis de que la Iglesia, fiel a los preceptos evangélicos, ha cuidado con especial solicitud a sus miembros más débiles. Menciona de manera muy sucinta la manera como el Código de Derecho Canónico (1983) tipifica los delitos contra el sexto mandamiento del Decálogo cometidos por clérigos, así como el Motu proprio Sacramentorum sanctitatis tutela (30 de abril de 2001) y las modificaciones que, el 21 de mayo de 2010, la Santa Sede aprobó a esta legislación especial en materia de abusos sexuales cometidos por clérigos. Del mismo modo, da cuenta de los documentos más recientes de la Iglesia en esta temática: Como una madre amorosa (4 de junio de 2016), Vos estis lux mundi (7 de mayo de 2019), las Rescripta ex Audientia sobre el levantamiento del secreto pontificio y el aumento de la edad para el delito de pedopornografía a los 18 años (3 y 6 de diciembre de 2019), así como el Vademécum de la Congregación para la Doctrina de la Fe (16 de julio de 2020). A mi juicio, este capítulo podría haber sido desarrollado más ampliamente, no sólo desde una perspectiva normativa, sino sobre todo desde la perspectiva del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Soy consciente de que la finalidad del libro no es la de detenerse en cuestiones jurídicas, sino de brindar un panorama de la legislación existente en Colombia. Sin embargo, estimo que bien habría valido la pena hacer un mayor énfasis en un enfoque de derechos humanos, que, según los Lineamientos, es un criterio para el análisis, el diseño, la implementación y la evaluación de las acciones preventivas de la violencia sexual. El capítulo cuarto, bajo el título “La prevención de la violencia sexual en la Arquidiócesis de Bogotá”, también con doce páginas, está dividido en cinco ítems. El primero, describe el marco teórico, a partir de la perspectiva ecológico-sistémica, propuesta por Urie Bronfenbrenner, llamada también teoría de los sistemas ecológicos o teoría del desarrollo, en el entendido de que el desarrollo cognitivo, moral y relacional de una persona está en continua interacción con los sistemas o ambientes donde transcurre su ciclo vital. Estos sistemas son: (i) el microsistema, configurado por las relaciones al interior de las instituciones o grupos que impactan de manera más directa en el desarrollo de la persona; (ii) el mesosistema o interacción entre dos o más ambientes en los que la persona participa activamente; (iii) el exosistema o entornos o fuerzas que influyen en los subsistemas; (iv) el macrosistema o condiciones sociales, estructurales y culturales que determinan los rasgos de las instituciones. Además de estos sistemas, destaca uno transversal, el cronosistema, porque los eventos internos o externos se suceden en un determinado ambiente y constituyen un factor de transformación de los dinamismos relacionales. La segunda temática es la de la teoría ecológica y los sistemas de pretensión, en la que se afirma que, desde ese marco teórico, el fenómeno social se entiende holísticamente y así “los ambientes, ya sea[n] personales, institucionales o culturales, lejos de estar limitados por un statu quo invariable, son susceptibles de transiciones ecológicas en las que se modifican los elementos o variables que los componen” (p. 50). La prevención de la violencia sexual encuentra en ese marco teórico su fundamento, porque la erradicación de una situación dañina al interior de un ambiente pasa por impedir o contener los factores de riesgos. Elemento importante de la prevención es, precisamente, la de identificar esos factores de riesgo y determinar cuáles son las modificaciones necesarias para que ese factor o factores puedan ser eliminados o transformados. Pues bien, a partir de ese marco teórico y de esa perspectiva ecológica, Lineamientos adopta la tipificación que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho de la prevención como (i) primaria, dirigida a evitar la violencia sexual y a reducir su incidencia, es decir, “antes de que suceda” (ii) secundaria, mitigar los efectos de la violencia sexual e impedir que la situación se agrave, esto es, “antes de que empeore” y (iii) terciaria, orientada a mitigar la violencia sexual y a evitar su repetición, o sea, “antes de que sea demasiado tarde”. Estas dos últimas formas de prevención son responsabilidad de todos. La tercera temática, más novedosa que las dos anteriores, es la prevención en los ambientes eclesiales de la Arquidiócesis de Bogotá. Para Lineamientos, ambiente eclesial es “el conjunto de relaciones que surgen de la interacción entre los miembros de una determinada comunidad de personas que profesan su fe religiosa. Estos conforman un entorno físico, social y cultural que favorece el desarrollo humano integral, la vivencia personal de la fe y el sentido de pertenencia a una comunidad cristiana y a la Iglesia universal” (p. 53). La prevención de la violencia sexual compromete y responsabiliza, en primer término, “a quienes sostienen, colaboran y detentan responsabilidad en los distintos ambientes eclesiales de la Arquidiócesis de Bogotá” (ibídem); pero, en igual forma, reclama la actuación de todos los fieles de esta Iglesia particular, en especial, para que tengan en cuenta: (i) que la violencia sexual es un problema que afecta a todos; (ii) que la violencia sexual se puede combatir; (iii) que la prevención es el mejor medio para combatir la violencia sexual; (iv) que la generación de entornos seguros es la mejor forma de combatir la violencia sexual y (v) que la creación de ambientes y entornos eclesiales es una obra mancomunada. El marco ético: la ética del cuidado es la cuarta temática del también capítulo cuarto, porque no basta, esa es la tesis central, una fundamentación teórica, sino que es necesario “delinear una opción ética que permita conocer el espíritu y horizonte actitudinal en el que habrá de tomar forma y realizarse cualquier estrategia de tipo preventivo” (p. 55). Un primer componente, pero no el único, es adecuar el comportamiento a la normatividad, pero se requiere algo más. En efecto, Lineamientos afirma, con razón, que la fidelidad a la norma resulta poco eficaz si no se sustenta en convicciones sólidas sobre el significado de la vida humana y la dignidad de la persona. Una y otra, la norma y la convicción, han de examinarse en el tipo y en la calidad de las relaciones de las personas involucradas en los diversos sistemas. Pues bien, la exigencia ética nace de la preocupación recíproca de los unos por los otros que caracteriza la ética del cuidado, basada en una concepción antropológica que privilegia la fragilidad y la vulnerabilidad como condición humana que contrasta con una concepción del hombre, centrada en un ser autosuficiente, autónomo y con la que se pretende defender un individualismo a ultranza. También recuerda que el Papa Francisco, desde una perspectiva, de “ecología integral”, ha exhortado, en su Carta encíclica, Laudato si (2015), para que se alimente “una cultura del cuidado”, porque “siempre es posible volver a desarrollar la capacidad de salir de sí hacia el otro, no interesa cuidar algo para los demás, no hay capacidad de ponerse límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de lo que nos rodea. La actitud básica de autotrascenderse, rompiendo la conciencia aislada y la autorreferencialidad, es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y del medio ambiente, y que hace brotar la reacción moral de considerar el impacto que provoca cada acción y cada decisión personal fuera de uno mismo. Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad” (p. 56). La quinta temática es, precisamente, la “Ética del cuidado y prevención”. Para Lineamientos, la prevención es una de las tareas específicas de esta Ética del cuidado y a partir de ella delinea unas actitudes que deberían forman parte del estilo de vida de las personas y de las comunidades que se preocupan por cuidar los entornos eclesiales. Esas actitudes son: (i) el cuidado de sí: cada quién, es decir, cada persona, debe reconocer y aceptar su propia fragilidad, pero aceptar, en igual forma, que cuidándose puede ayudar a cuidar a los demás. Lo dice Pablo: “¡Mire cada cuál como construye!” (1 Cor 3, 10); (ii) la hospitalidad: acoger al otro, a la persona vulnerable, es decir, al necesitado. En palabras de Jesús: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños” (Mt 18, 10); (iii) la atención y la responsabilidad: estar atento a las necesidades del entorno y dar respuesta a ellas. También dice Jesús: “¿teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?” (Mc 8, 18); (iv) la benevolencia: tener genuino interés por la vida del frágil. Proteger y promover el bien integral del necesitado. De nuevo dice Jesús: “tomó nuestras flaquezas y cargó nuestras enfermedades” (Mt 8, 17); (v) la competencia: capacitarse, preparase, delegar el cuidado, si es el caso, a personas capacitadas. El Evangelio, en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 30-35), llama la atención sobre ese hombre compasivo que supo delegar el cuidado de la víctima, conservando la preocupación por ella y, finalmente, (vi) la receptividad: retroalimentarse del cuidado brindado. También el Evangelio narra cómo un centurión fue capaz de cambiar el modo como Jesús quería asistir a su criado enfermo (Mt 8, 5-13). La actitud preventiva es, por tanto, medio fundamental para no sólo reducir los casos de violencia sexual, sino para consolidar una cultura del buen trato. Es de esperar que la Oficina del Buen Trato de la Arquidiócesis de Bogotá desarrolle más ampliamente esta ética del cuidado como presupuesto de la acción preventiva. El acápite que sobre esta temática ha incluido en la obra reseñada es sugestivo e invita a una reflexión no meramente técnica ni instrumental, porque va más allá de las herramientas, los Lineamientos, al estar centrados en la persona, hacen un llamado, a la vez, a una ética de la responsabilidad. La prevención requiere de la ética. El último capítulo de Lineamientos, bajo el título “Estrategias preventivas”, el más extenso de la obra, con veintinueve páginas, es el más novedoso y el que, a mi juicio, está llamado a servir de inspiración para la labor de prevención de la violencia sexual en otras diócesis no sólo de Colombia, sino también de otros países de América Latina. El capítulo inicia definiendo las estrategias preventivas como “el conjunto de acciones correctamente planificadas que serán asumidas por todos los estamentos de la Arquidiócesis de Bogotá con el fin de prevenir cualquier forma de violencia y en particular la violencia sexual en los ambientes eclesiales” (p. 62). Posteriormente, se detiene en los enfoques, que entiende como “una guía para el análisis, el diseño, la implementación y evaluación de las acciones preventivas” (ibídem). Esos enfoques son: (i) el enfoque de derechos humanos: deben ser promovidos y respetados, manteniendo un diálogo razonable con las formulaciones que de ellos haga el derecho internacional y el derecho colombiano; (ii) el enfoque de género: supone un discernimiento en relación con las interpretaciones sobre la atribución de roles relativos a la diferencia sexual entre el varón y la mujer; (iii) el enfoque de resiliencia: crecer como persona, incluso ante las dificultades y superar las situaciones adversas y negativas en las que pueda encontrarse; (iv) el enfoque diferencial: distinguir, sin que ello implique una discriminación negativa, las diversas poblaciones o grupos humanos, identificados, entre otros, por factores de edad, raza, etnia, género, ciclo vital, condiciones socioeconómicas, territoriales, de salud, rol social o político; (v) el enfoque espiritual: comprender y configurar la vida desde valores superiores, que trascienden el terreno de lo meramente fáctico o material; (vi) el enfoque de familia: la persona se desarrolla en el microsistema familiar, lugar de la socialización primaria, del aprendizaje moral y de la conformación de la identidad personal y (vi) el enfoque de las nuevas tecnologías: los desarrollos y las transformaciones tecnológicas son especialmente significativos en todos los niveles del sistema social. Lineamientos adopta como principios de la prevención los siguientes: (i) la corresponsabilidad: la prevención es un deber legal y moral; (ii) la participación: todos los actores de los ambientes eclesiales han de tener abiertos espacios para hacer parte del diseño, la implementación y la evaluación de la acción preventiva; (iii) la transversalidad: incorporar distintas ópticas en la prevención de la violencia sexual; (iv) la gestión responsable y transparente: las acciones preventivas deben hacerse en el marco del ordenamiento jurídico estatal y canónico; y (v) la flexibilidad y el dinamismo: flexible porque la prevención debe ser acogida atendiendo las condiciones de cada uno de los fieles de la Iglesia particular y dinámica porque el estilo de vida ha de ser no ocasional, sino habitual. En síntesis, en los entornos eclesiales, “todos puedan sentirse acogidos, seguros y profundamente libres; que ellos estén liberados de cualquier tipo de amenaza, discriminación o violencia; que en ellos y sus miembros pueda ser depositada la plena confianza. El mejor signo de la asunción de este dinamismo orientado al cuidado del otro será que, en nuestros ambientes eclesiales, los más pequeños, indefensos y frágiles encuentran protección, amor y promoción de su dignidad” (p. 66). A continuación, Lineamientos se detiene en algunas definiciones de términos, tales como: animadores de evangelización, ambientes eclesiales, cultura del buen trato, instituciones eclesiales, ministros ordenados, organismos eclesiales, prevención primaria, prevención secundaria y prevención terciaria. Prosigue el capítulo resaltando como actores de la prevención de la violencia en ambientes eclesiales, a los siguientes destinatarios: (i) los ministros ordenados, (ii) los animadores de la evangelización, (iii) los fieles, entre, ellos los padres de familia y (iv) los niños, las niñas, los adolescentes, así como las personas vulnerables. Quizás, habría sido necesaria la inclusión de otros destinatarios: religiosas, religiosos y laicos. A renglón seguido, Lineamientos da cuenta de la Oficina para el Buen Trato (OBT) y de su misión primordial: “dinamizar las políticas de cultura del buen trato a través de líneas de acción de prevención y de atención psicosocial[,] fundamentadas en la ética del cuidado a fin de evitar la violencia sexual contra niñas, niños, adolescentes y personas vulnerables en ambientes eclesiales de la Arquidiócesis de Bogotá” (p. 68). Objetivos de esta Oficina son, entre otros, los siguientes: (i) animar y acompañar la implementación y la evaluación de las estrategias preventivas; (ii) proponer protocolos y guías de buenas prácticas para la prevención de la violencia sexual; (iii) apoyar programas en materia de educación afectivo-sexual; (iv) asesorar la implementación de acciones preventivas y protocolos en los distintos niveles de la estructura organizativa de la Arquidiócesis; (v) evaluar el impacto y proponer ajustes a los lineamientos de prevención y (vi) brindar la atención psicosocial en los casos de violencia sexual contra los menores de edad. Uno de los más importantes aportes de Lineamientos es el relativo a las acciones preventivas con la finalidad de promover prácticas culturales y relaciones ecuánimes para prevenir toda forma de violencia. Dentro de las líneas de acción preventiva, la obra reseñada distingue tres clases de estrategias: (i) la informativa, encaminada a visibilizar el fenómeno y a dimensionar su gravedad; (ii) la formativa, ordenada a la aprehensión y a la aplicación de un conjunto de conocimientos soportados sobre unos principios, que direccionan la vida de las personas en sus relaciones consigo mismos y con las demás y (iii) la normativa, orientada a la aplicación de la normativa estatal y canónica de prevención de la violencia sexual y de la promoción de los derechos fundamentales. En la estrategia informativa, la acción principal es sensibilizar sobre el fenómeno de la violencia sexual, los destinatarios principales son los responsables de los ambientes eclesiales, los animadores de esos ambientes, los fieles y los beneficiarios de las obras, así como la sociedad civil. Excluye, a mi juicio sin razón, a los niños y a las personas vulnerables, que también deben ser destinatarios de esta acción. En la estrategia formativa las acciones son: educar para el amor, formar en prevención de la violencia sexual y de los entornos protectores, formar en primeros auxilios psicológicos y en la autoprotección. En la estrategia normativa, las acciones son implementar las buenas prácticas y los protocolos específicos. En todas estas estrategias y acciones se requiere un seguimiento y control. Lineamientos se detiene en cada una de estas acciones y a través de tablas, muy bien logradas, específicas las temáticas y los destinatarios de cada una de ellas. La obra prosigue con la inclusión de una Guía de prácticas seguras, estructurada en siete ítems: (i) los límites relacionales sanos y flexibles; (ii) el compromiso institucional; (iii) el cuidado personal; (iv) asegurar el consentimiento de los padres de familia y de los representantes legales de los menores de edad; (v) garantizar la seguridad durante viajes o actividades que impliquen estadía de las personas sujetas a especial protección; (vi) el uso responsable de las Tecnologías de la Información (TIC’s) y las (vii) conductas prohibidas en general y en relación con esas nuevas tecnologías. Es de resaltar la importancia de estas prácticas y el sentido propositivo con el que han sido redactadas. Para adoptar y proponer esas estrategias y acciones, Lineamientos propone una metodología y unos criterios que tengan en cuenta la “anamnesis” como un ejercicio de memoria para evaluar el “estado de salud” general del ambiente en cuestión, los escenarios, los actores y las interacciones entre los diversos sistemas. El capítulo quinto concluye con la necesidad del seguimiento y de la evaluación, entendido como un proceso transversal que se diseña simultáneamente con las estrategias de prevención. El diseño de esa evaluación debe incluir, al menos: (i) indicadores de gestión y de resultados e instrumentos de acuerdo con los objetivos propuestos y (ii) metodologías e instrumentos de recolección y sistematización de información, de instrumentos de evaluación y de cronogramas para presentar informes de gestión y resultados. Lineamientos finaliza con unas conclusiones generales, en las que la Oficina de Buen Trato reitera que “el fomento de una actitud preventiva constituye un medio fundamental, tanto para reducir significativamente los casos de violencia sexual contra los niños, niñas, adolescentes y personas vulnerables, como para consolidar entre nosotros una cultura del buen trato que nos permita a todos sentirnos hermanos y avanzar juntos en la construcción del Reino instaurado por Cristo Jesús” (p. 91). En definitiva, estamos en presencia de una obra bien pensada y estructurada, que invita a ser leída pausada y reflexivamente, no porque su contenido sea denso, sino porque su misma pretensión es que todos, como fieles de la Iglesia, contribuyamos a implementar la cultura del buen trato, cimentada en la ética del cuidado. Se trata de un libro que aúna la reflexión teórica con la práctica y eso se agradece cuando hay tanto por hacer para prevenir la violencia sexual. Precisamente por esto, Lineamientos es un texto no sólo para ser leído, sino, ante todo, para servir como un instrumento eficaz en el llamado al compromiso de cada fiel y de las autoridades eclesiales en el cuidado de los niños y de las personas vulnerables y en la prevención de la violencia sexual. En este sentido, es medio para asumir la responsabilidad de prevenir esa o cualquier clase de violencia en todos los ambientes sociales, no solo en los ambientes eclesiales, sino en todos aquellos en los que se encuentren niños, niñas, adolescentes y personas en situación de vulnerabilidad. Aconsejo de manera especial, la lectura de los apartados correspondientes a la Ética del cuidado, incluidos en el capítulo cuarto, que brindan el marco ético de la prevención, así como el último capítulo, es decir del quinto. No está por demás reconocer que es un libro bien escrito y con unas muy útiles gráficas que sintetizan las ideas presentadas en algunos de los capítulos. Es de destacar que la edición de la obra se encuentra muy bien cuidada, eso siempre es de agradecer. Finalmente, hay que reconocer a la Oficina de Buen Trato de la Arquidiócesis de Bogotá y a su director, monseñor Luis Manuel Alí Herrera, la significativa referencia a esos rostros concretos, que han generado experiencias de fe, entre otros, los rostros de las víctimas de la violencia sexual en ambientes eclesiales y que, en más de una oportunidad, han arrancado lágrimas y han propiciado sentimientos de dolor, que no han dejado, sin embargo, de propiciar la fraternidad, la solidaridad, la justicia y la reconciliación. Hago mías las palabras de las conclusiones de esta obra e invito al lector que tenga presentes a las víctimas de tanto dolor y que, al leer y aplicar estos Lineamientos, también pueda decir: “Sus sufrimientos nos han conmovido, pero también nos han hecho comprender la necesidad de comprometernos con mayor empeño, como verdaderos instrumentos de prevención y promotores de una cultura del buen trato, de tal manera que la vida de nuestra Iglesia sea más coherente con el evangelio que anunciamos” (p. 92). Éste es el llamado: ser coherentes como personas, como ciudadanos, pero también como fieles de la Iglesia Católica para prevenir la violencia sexual contra niños y personas vulnerables en ambientes eclesiales y hacer de Nuestra Iglesia, un hogar seguro. Es hora de responder a ese llamado, porque todos, sin distingo alguno, tenemos alguna responsabilidad para que Nuestra Iglesia, sea, en verdad, un hogar seguro. Bogotá, D.C., junio 12 de 2021. Ilva Myriam Hoyos Castañeda Presidenta del Consejo Nacional de Protección de Menores y Personas Vulnerables Conferencia Episcopal de Colombia [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar ESCRITO[/icon]

Mar 11 Ago 2020

La prevención de abusos en nuestra Iglesia: una mirada desde América Latina

Por: Consejo Nacional de Protección de Menores. “No podemos permitir que en un recinto sagrado se arrebate la inocencia y la esperanza”. Esta frase de Josefina Martínez, chilena, laica y psicóloga de profesión, evidencia el tono de las reflexiones presentadas en el Webinar “La prevención del abuso en la Iglesia latinoamericana”, realizado el pasado 31 de julio, evento organizado por el Consejo de Protección de Menores (CEPROME) y el Vatican Safeguarding Taskforce, con la colaboración del Centre for Child Protection de la Pontificia Universidad Gregoriana, el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), la Confederación Latinoamericana de Religiosos (CLAR) y diferentes Conferencias Episcopales, y en donde varios miembros del Consejo Nacional de Protección de Menores de la Conferencia Episcopal de Colombia participaron. En ese conversatorio virtual, que congregó a más de quince mil personas, también se puso de presente que la prevención del abuso sexual de niños y de personas vulnerables es un trabajo todavía pendiente en América Latina. Para recuperar la confianza perdida, la Iglesia debe emprender el camino de reconocer sus errores y ser fiel a su misión evangélica de acoger a las víctimas/sobrevivientes de las violencias y los abusos cometidos por miembros de la Iglesia, sean clérigos, religiosos o laicos. El rostro de Cristo sufriente se descubrirá en la persona herida y sólo desde Él se podrá restablecer la dignidad del hijo de Dios violentada. La primera intervención ante el auditorio virtual fue la del Arzobispo de Malta y miembro de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Charles Scicluna. Para el alto jerarca, su experiencia con víctimas le ha dejado una señal profunda en el alma, como pastor, sacerdote y hombre: “Debemos escuchar a la víctima” para entender “cuán grande es el trauma y cuán grande es el flagelo del abuso sexual”. Además, invitó a escuchar, porque “la escucha sana al herido y nos sana a nosotros mismos”. Por su parte, el Padre Hans Zollner, Presidente del Centre for Child Protection de la Universidad Pontificia Gregoriana, hizo un llamado para emprender la lucha contra el abuso a través de los textos básicos del Evangelio en donde destacó la frase de Jesús: “Dejad que los niños vengan a mí”. En esa línea, afirmó que, si no hemos escuchado a las víctimas, no hemos escuchado a nuestro Señor Jesucristo e invitó a vencer el miedo, a no negar el dolor ni las heridas de los abusos. Si la divinidad se esconde en las víctimas, debemos escucharlas para cambiar una espiritualidad fría, distante e intelectual y así transformar nuestra actitud hacia ellas. Dirigiéndose a los participantes del conversatorio dijo a cada uno de ellos: “Tú tienes que buscar que se llegue a recuperar la confianza en la Iglesia”. Para el laico Andrew Azzopardi, coordinador del Vatican Safeguarding Taskforce, existe una necesidad de crear una cultura de la protección y de la prevención positiva. “No hay que olvidar la centralidad de la persona en los abusos (…) y crear esa cultura requiere de una estrategia y de un sistema de prevención, fundados en la verdad y en la curación”. Jordi Bertomeu Farnós, Oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, centró su intervención en hacer unas glosas al Vademécum, dado a conocer el 16 de julio de 2020, a partir de la coherencia del novísimo documento con el ordenamiento jurídico canónico, la fidelidad en la acción que lo motiva y la homogeneidad en el texto. A su juicio, el Manual es una buena herramienta, aunque perfectible. Además, hizo énfasis en la atención sobre la provisionalidad del texto, al estar llamado a actualizarse, así como la compleja redacción de algunos de sus 164 numerales. La novedad del Vademécum no radica en su contenido, sino en ser expresión del cambio de mentalidad impulsado por el Papa Francisco en la Iglesia, orientado a hacer posible “un lugar justo para las víctimas”. En la siguiente intervención la psicóloga Josefina Martínez afirmó que la experiencia con las víctimas de los abusos sexuales le ha permitido advertir el sentido de encarar el horror de ese flagelo. Una y otra vez, así lo puso de presente, ha escuchado el clamor doliente de la expresión “nunca más”. Es una necesidad de verdad conmovedora y desafiante: anima a un trabajo coordinado para que “no vuelvan a repetirse episodios de tanta angustia y oscuridad”. El Director de CEPROME, padre Daniel Portillo Trevizo, enfatizó que la prevención tendrá futuro si es eclesial. Invitó a saber conjugar nuestros tiempos, a no caer en la tentación de una “mirada retrotópica”, a asumir con humildad la “osteoporosis eclesial” y a conjugar nuestras acciones en gerundio: “Los católicos de hoy somos llamados a pertenencer a esta Iglesia herida y lastimada por los abusos cometidos al interno de ella; comprometiéndonos para que el pasado no represente una añoranza enfermiza, sino que el futuro de la Iglesia se presente cada vez más rico de promesas y de esperanzas. Una Iglesia viva, presente y consciente de su historia, formada por los creyentes que aman la verdad y buscan incansablemente la justicia”. Finalmente, se dirigieron al auditorio virtual, Monseñor Sergio Buenanueva, Coordinador del Consejo Pastoral para la Protección de Menores de la Conferencia Episcopal Argentina, y la hermana María Rosaura de González Casas, del Centre for Child de la Pontificia Universidad Gregoriana, para quienes la prevención ha sido el aspecto más olvidado en la Iglesia y requiere de una nueva “cultura relacional” ordenada a generar una “cultura de buen trato” en la Iglesia. El marco allí presentado allana el camino para erradicar el flagelo de los abusos sexuales dentro de la Iglesia, así como la enorme necesidad de escuchar, poner cara y atender a las víctimas, siendo compresivos y misericordiosos, sabiendo que sufren mucho para así hacer todo lo necesario para aliviarlos y evitar que otros lo sufran.

Mié 18 Dic 2019

Iglesia colombiana sobre instrucción orientada a la protección de menores

Publicada la Instrucción ‘sobre la confidencialidad de las causas’, en la que se establece la eliminación del secreto pontificio de las denuncias, los procesos y las decisiones que afectan a los casos de abusos sexuales de menores, monseñor Elkin Álvarez Botero, Secretario General de la Conferencia Episcopal, señaló que la Iglesia colombiana “recibe con un corazón dispuesto estas medidas que nos ayudan al tratamiento de estos casos, sintiendo que estos delitos no pueden seguir sucediendo en la Iglesia, ni en ningún ámbito". En entrevista con medios de comunicación, el prelado se refirió a las medidas que contempla esta Instrucción. Primero. Se considerará delito “la adquisición, posesión o divulgación, con un fin libidinoso, de imágenes pornográficas de menores de 18 años”. Hasta ahora, se consideraba delito de pornografía infantil la posesión de material pornográfico de menores de 14 años. Segundo. Se elimina la obligación de que el abogado o procurador en los procesos canónicos sea un sacerdote. “No solo los sacerdotes con título en Derecho Canónico pueden acompañar los procesos contra sacerdotes que hayan abusado o que sean eventuales abusadores de menores, ahora también lo pueden hacer fieles laicos con título en Derecho Canónico”. Tercero. Se levanta la obligación del ‘secreto pontificio’ para los procesos canónicos de abuso de menores de parte de sacerdotes o religiosos. “La Santa Sede ha adoptado esta decisión explicando que permite ampliar la perspectiva de colaboración con las autoridades civiles, entregando copias de la documentación, bajo las determinaciones de los organismos competentes del Estado”. Además, se puede informar a las víctimas del curso del proceso y de las sentencias. Esto no significa que la documentación sea absolutamente pública, pues “se debe garantizar la seguridad, integridad y confidencialidad de las personas involucradas en el proceso”. Al respecto, Monseñor Juan Ignacio Arrieta, Secretario del Pontificio Consejo para los Textos Legislativos, explicó, en una contribución distribuida por la Oficina de Prensa del Vaticano, que la eliminación del ‘secreto pontificio’ en los casos de delitos de abusos sexuales no supone un menoscabo al secreto de confesión. “La Instrucción no tiene ningún tipo de colisión con el deber absoluto de observar el sello sacramental, que es una obligación impuesta al sacerdote en razón de la posición que ocupa en la administración del sacramento de la confesión, y de la cual ni siquiera el penitente podría liberarse. Ni siquiera la Instrucción tiene el deber de estricta reserva adquirida posiblemente fuera de la confesión, dentro de todo el fuero ‘extra sacramental’”, señaló. Protección de menores en la Iglesia colombiana Para favorecer un ambiente eclesial seguro para los menores de edad, monseñor Elkin Álvarez recordó que se ha venido estableciendo en las jurisdicciones eclesiásticas (arquidiócesis, diócesis y vicariatos apostólicos), unas medidas eficaces de prevención de eventuales casos de delito sexual. Además, “las jurisdicciones eclesiásticas colombianas tienen un mecanismo estable para la recepción de denuncias de abusos de menores”. La Conferencia Episcopal ha venido actualizando las directrices para el trato de los casos de eventuales abusos contra menores de parte de clérigos. Se han hecho avances en la misma línea de los recientes decretos presentados por el Papa Francisco. También se ha propiciado la cooperación con la Fiscalía General de la Nación a este respecto.