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Actualidad

Lun 5 Jul 2021

Monseñor Urbina: “No hay realidades insuperables ni enfermedades incurables

El primer día de la asamblea plenaria de obispos colombianos estuvo iluminado por la celebración de la Eucaristía, presidida por monseñor Óscar Urbina Ortega, arzobispo de Villavicencio y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), quien centró su reflexión en cuatro momentos: El símbolo de la Escala, la presencia de Dios, la promesa y la fe. El símbolo de la Escala Tomando la primera lectura del día (Génesis 28,10–22a), donde se lee que Dios a través de un sueño le habla a Jacob, el prelado, confrontando este pasaje bíblico, se refirió a los momentos complejos y oscuros que vive hoy Colombia e indicó que Dios, misteriosamente, cuida de cada persona y no la abandona, ni siquiera en los momentos de desolación o abatimiento. “En el sueño de Jacob, la palabra de Dios le revela coordenadas invisibles, pero indispensables para su vida, necesita la certeza fundamental para que sea esa realidad la que lo acompañe, que a pesar de todo Dios lo busca y lo cuida”. Observó cómo en la sociedad actual, donde se está perdiendo el sentido de Dios y crece el fenómeno de la degradación, la imagen de la Escala, que “se apoya en la tierra y llega al cielo”, Dios revela que le interesan sus hijos y le preocupa los acontecimientos de la vida diaria de cada persona, de la historia y de las dificultades por las que atraviesa. “Hoy también nosotros necesitamos la certeza fundamental de la preocupación y cercanía de Dios por nosotros, por nuestra Iglesia (…) Él, misteriosamente, nos envuelve, nos protege, nos envía en sabios que suben y bajan por aquella escala en la cual él aparece en lo más alto”. La presencia de Dios El obispo presidente de la CEC recordó que tanto Jesús como a Jacobo, nos dicen a cada uno de nosotros “que es nuestro amigo, que conoce nuestro corazón con sus emociones, sus desequilibrios, sus decisiones, sus búsquedas y nos acepta donde estamos”. La promesa Frente a este aspecto, monseñor Urbina Ortega invitó a sus hermanos obispos a mirar de nuevo las coordenadas de la vida ministerial, recordándoles las palabras que el Papa Francisco les dirigió durante su visita a Colombia en septiembre de 2017: “Ustedes ven con los propios ojos, y conocen como pocos la deformación del rostro de este país; son custodios de las piezas fundamentales que lo hacen uno, Colombia tiene la necesidad de ustedes, para reconocer en su verdadero rostro cargado de esperanza, a pesar de sus inferpefecciones…”. Asintió cómo las pruebas que el país enfrenta hoy no son todas negativas, sino que hacen parte de una dinámica de las relaciones invisibles, donde Dios está presente. “La palabra de Dios siempre es promesa que se traduce en: ‘Yo estoy con ustedes’. Él es para nosotros y está con nosotros, solo así podremos afrontar los caminos indescifrables y dolorosos y responder a las llamadas que hoy nos hace la palabra”. Frente a esta realidad los invitó para que de manera sinodal salgan llenos de esperanza y confianza en Dios, confiados en que él todo lo puede y no los abandona. “Así Jacob se pone en camino, y como nosotros, llamados a recuperar la dimensión sinodal de nuestra Iglesia, partiremos llenos de esperanza como él, de confianza, de ánimo, de alegría, de fraternidad, sin miedo, sin amarguras, sin frustraciones, pues emprenderemos el camino con la certeza que Dios es fiel y su voluntad trabaja misteriosamente y preanuncia tiempos diferentes a los nuestros”. La fe Expresó que la fe ayuda a ver en las realidades que vivimos nuevas posibilidades que pueden ser invisibles ante los ojos de quienes no cree en Dios. Por ello, agregó: “Nosotros creemos y somos llamados a ver nuevas posibilidades y transformar la realidad de muerte en vida (…) Si tenemos fe como aquel hombre que le pide a Jesús que levante a su hija, descubriremos que no hay realidades insuperables ni enfermedades incurables”. (Mateo 9,18–26)

Lun 5 Jul 2021

Presidente del Episcopado instala CXI Asamblea Plenaria

En la mañana de hoy, monseñor Óscar Urbina Ortega, arzobispo de Villavicencio y presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, fue el encargado de hacer la instalación de la asamblea plenaria de obispos que llega a su versión ciento once. Monseñor Urbina Ortega, quien finaliza su periodo de gestión dentro de la Institución, inició su intervención recordando que "sólo es posible tender un puente cuando existen dos pilares diversos, para unir distancias y tener cómo caminar confiados", refiriéndose al transcurrir de los 10 años que marcó el plan pastoral que la CEC adelantó y que terminan hoy con el fin de este trienio. "Pasar de diez años que se han cumplido, con el proyecto que realizamos juntos para llegar al nuevo tiempo que las circunstancias históricas del país, por la pandemia y su compleja situación social, y de nuestra Iglesia, que peregrina en los diversos lugares de nuestra geografía, requiere dos pilares: la gratitud y la esperanza”. La gratitud El obispo agradeció a Dios el camino recorrido durante estos años de trabajo; igualmente exaltó el servicio de tantas personas que muchas veces desde el silencio de su oración aportaron a los procesos pastorales que se desarrollaron. Lo propio manifestó hacia el Papa Francisco por su visita a Colombia en el año 2017, donde les animó a tener una mirada generosa hacia los más necesitados y a buscar caminos que llevaran a la reconciliación y la paz. También giró su mirada de agradecimiento hacia quienes le acompañaron como directivos de la CEC: monseñor Ricardo Tobón Restrepo y monseñor Elkin Fernando Álvarez Botero, "para quienes tengo gratitud inmensa, por su compañía, cercanía, apoyo, sabiduría y servicio, que fueron necesarios para iluminar momentos complejos y tomar decisiones inaplazables"; igualmente al Consejo de Presidencia, la Comisión Permanente, presidentes de las Comisiones y de los Centros, a quienes les expresó: "Pudimos crecer en articulación para servir y avanzar"; y, luego, se dirigió a sacerdotes, religiosas y laicos del Secretariado Permanente del Episcopado (SPEC), reconociendo su disposición y aporte por el bien de la Iglesia. Asimismo, agradeció a sus hermanos obispos, quienes hacen parte de la Iglesia que peregrina en Colombia, "pues es a través de Ella que recibimos la gracia de Dios (...) Gracias por todo lo que hemos vivido y realizado como Colegio Apostólico". La esperanza El prelado observó que la esperanza es la única que fortalece para "seguir descubriendo y saber leer los signos de la presencia del Espíritu en este nuevo tiempo, marcado por la ausencia de Dios en tantas personas". A ello, agregó: "es imprescindible seguir educando en la fe y el amor fraterno, valorando carismas, servicios, ministerios en la unidad de la comunión". Afirmó que se hace necesario mantener una esperanza más fuerte para "poder crecer en una comunión episcopal, abierta al Espíritu y dócil al Magisterio"; ello, destacó, para que podamos ser una Iglesia en salida y con una experiencia sinodal, "que ayude a cada persona a reconocer que será más libre, autónoma y racional, cuanto mejor responda a la llamada de Cristo que nos abre la puerta a un humanismo nuevo, capaz de afrontar los problemas de la vida y la muerte, la salvación y la esperanza para siempre". Aseguró que la esperanza impulsa a generar comunidades auténticamente cristianas. La comunidad "debe volver a colocar con mayor fuerza la Eucaristía en el centro de su vida, contemplar a su Señor, y todo cuanto haga (...) De la Palabra y la Eucaristía, nacerá una comunidad que hable más con hechos que con palabras, pues la verdad tiene su propia fuerza que depende de la coherencia entre palabras y hechos". Los obispos de Colombia estarán reunidos en Bogotá, del 05 al 07 de julio de 2021, para celebrar la CXI Asamblea Plenaria, donde se elegirán las nuevas directivas para el trienio 2021-2024.

Dom 4 Jul 2021

Colombia ora por la salud del Santo Padre

La Conferencia Episcopal de Colombia recibe con alegría la noticia emitada por la oficina de prensa del Vaticano, que anuncia el éxito de la intervención quirúrgica a la que fue sometido el día de hoy el papa Francisco, al ser operado de «una estenosis diverticular sintomática del colon». Los obispos de Colombia, quienes este lunes inician su CXI Asamblea Plenaria, expresan su cercanía con el obispo de Roma y oran por su pronta recuperación.

Dom 4 Jul 2021

Obispos de Colombia realizan su 111ª Asamblea Plenaria

La plenaria de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) tendrá lugar del 05 al 07 de julio de 2021, en la ciudad de Bogotá, así lo anunció el secretario general de esta Institución, monseñor Elkin Fernando Álvarez Botero. A través de un mensaje en video, el prelado indicó que serán tres los objetivos que marcarán el caminar de la asamblea: 1. Hacer un discernimiento del camino que se ha recorrido en los últimos años y poner en común diversos aspectos de la realidad que ya han sido reflexionados en las regiones. 2. Elegir las nuevas directivas de la CEC para el trienio 2021-2024, y escoger los obispos que presidirán las comisiones episcopales que se ocuparán de los diversos aspectos pastorales para la misión de la Iglesia a nivel nacional. 3. Proyectar y definir las líneas de acción que marcarán la marcha de la Iglesia para los próximos tres años. El tercer día, los obispos designarán algunas responsabilidades episcopales propias de cargos administrativos y harán el nombramiento de los nuevos directores de departamentos de las pastorales que conforman el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), órgano que cumple la función de coordinar y promover el desarrollo de las normas trazadas por la Conferencia Episcopal. Finalmente, monseñor Álvarez Botero invitó a toda la comunidad católica a extender sus oraciones por el éxito de la asamblea: “Necesitamos vivir la gracia del Espíritu Santo que nos ayude a acertar en las decisiones y en los caminos para este momento complejo, desafiante, pero esperanzador que vivimos en Colombia y en la Iglesia”. La CEC adelantará esta asamblea de manera presencial, siguiendo las recomendaciones sanitarias sugeridas por los entes de salud. RUEDA DE PRENSA VIRTUAL El día martes, 06 de julio, fecha en que se elegirán las nuevas directivas de la CEC, se ofrecerá una rueda de prensa virtual, donde los obispos elegidos darán un saludo en nombre del episcopado al pueblo colombiano.

Lun 21 Jun 2021

El llamado para cuidar de las personas y para prevenir la violencia sexual

Oficina para el Buen Trato de la Arquidiócesis de Bogotá. Nuestra Iglesia, un hogar seguro. Lineamientos para la prevención de la violencia sexual contra niños, niñas, adolescentes y personas vulnerables en ambientes eclesiales, 2021. PPC, pp. 106. Monseñor Luis Manuel Alí Herrera, Obispo Auxiliar de Bogotá y Director de la Oficina de Buen Trato de la Arquidiócesis de esta ciudad, comienza la Presentación de esta novísima obra recordando las palabras del Papa Francisco en la Carta dirigida a los presidentes de las conferencias episcopales y a los superiores de los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostólica acerca de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores (2 de febrero de 2015): “Cada padre de familia que encomienda a la Iglesia sus hijos para iniciarse en su vida de fe o recibir una formación integral debe tener la plena seguridad de que el ambiente eclesial en que se encuentre es un ‘hogar seguro’” (p. 3). Esa convicción y ese llamado se ha convertido en prioridad pastoral para la Iglesia de Bogotá, que desde 2013, determinó como uno de los ejes transversales de toda acción evangélica la protección de los menores de edad. Y, en 2018, al servicio de esa prioridad, implementó la Oficina del Buen Trato (OBT), que, en febrero de 2019, dio a conocer la Ruta de acompañamiento en presuntos casos de violencia sexual contra niñas, niños, adolescentes y adultos en estado de vulnerabilidad. Ahora, en esa misma vía, da a conocer estos Lineamientos, que son una herramienta para hacer de Nuestra Iglesia, un hogar seguro. De ahí que, cuando en esta reseña, remita a los Lineamientos es porque entiendo que su formulación y puesta en marcha es una vía para que Nuestra Iglesia sea un hogar seguro. Se trata de un libro de ciento seis páginas, estructurado en una Introducción, cinco capítulos, unas conclusiones, así como unas muy amplias referencias bibliográficas. El objetivo de estos Lineamientos es, precisamente, presentar las estrategias principales para prevenir la violencia sexual contra niños, adolescentes y personas vulnerables en los ambientes eclesiales de la Arquidiócesis de Bogotá. La obra da cuenta, en la Introducción, de la amplia actividad evangelizadora que se realiza en esta ciudad a través de 288 parroquias, 19 colegios que juntamente con la Fundación Universitaria Monserrate integran el Sistema Educativo de la Iglesia en la capital de Colombia (SEAB), así como en diversas fundaciones, en los seminarios mayores y en las instituciones católicas que prestan su servicio para el bien de la dignidad humana. Del mismo modo, resalta que “todo el cuerpo eclesial es responsable de todo tipo de daño” (p. 5) contra los niños, las niñas y los adolescentes. Para los Lineamientos, la prevención es “una tarea planeada y sistemática orientada a la detección de los factores de riesgo de violencia sexual en los ambientes eclesiales y a la implementación de las medidas necesarias para evitar su aparición” (pp. 5-6). Ahora bien, esa prevención exige un trabajo permanente para alcanzar una cultura de la prevención, que exige tiempo y esfuerzo. En igual forma, el libro precisa que prevenir es decidir cómo se configuran los ambientes eclesiales donde los niños y las personas vulnerables desarrollan gran parte de su proyecto de vida. La prevención, así se afirma, “es una empresa de vidas: las conocidas y las que están por llegar; una empresa que encuentra su impulso motivacional en aquella caridad que añora respetar la dignidad de toda persona humana y promover su bienestar; una empresa que, por esta razón de bien, puede encontrar en la ética del cuidado sus orientaciones principales” (p. 6). En este sentido, Lineamientos comprende tanto una dimensión conceptual como metodológica; pero, en igual forma, un marco ético especialmente significativo. El primer capítulo, bajo el título “La Iglesia y la violencia sexual”, el más corto de toda la obra, con seis páginas, presenta los principales aprendizajes de la herida abierta, dolorosa y compleja de los abusos sexuales cometidos por clérigos, que no ha dejado de sangrar, según palabras del Papa Francisco, y que ha llevado a la pérdida de credibilidad y de confianza en la Iglesia. Nueve son los principales aprendizajes que se resaltan a partir del más reciente magisterio Pontificio: (i) el reconocimiento del dolor de las víctimas y la cercanía solidaria con ellas; (ii) la petición de perdón por el comportamiento de los ministros y consagrados; (iii) la necesidad de conocer mejor la naturaleza y gravedad del problema; (iv) el reconocimiento de los daños causados a la misión de la Iglesia en el mundo; (v) la reafirmación del rechazo total ante cualquier tipo de violencia; (vi) la necesidad de constatar el bien que se sigue haciendo; (vii) el discernimiento sobre los caminos de curación, conversión, reparación y prevención; (viii) el reconocimiento de la necesidad de una conversión en la forma de comprender y ejercer el poder y (ix) la necesaria renovación de los procedimientos canónicos y de acompañamiento. El enunciado de cada uno de estos aprendizajes daría para la publicación de nuevas obras y para resaltar la novedad del magisterio pontificio sobre la dolorosa situación de la violencia sexual en ambientes eclesiales. Es de esperar que la Oficina de Buen Trato continúe su labor de dar a conocer ese magisterio. El segundo capítulo, “Generalidades sobre la violencia sexual para el abordaje preventivo”, con diecisiete páginas, adopta la definición que el Comité de los Derechos del Niño, interpretando el artículo 19.1 de la Convención sobre los Derechos del Niño (1989), da sobre la violencia: “toda forma de perjuicio o abuso físico o mental, descuido o trato negligente, malos tratos o explotación, incluido el abuso sexual” (Observación General N° 13 de 2011, relativa al derecho del niño de no ser objeto de ninguna forma de violencia). Por su parte, para la Organización Mundial de la Salud (OMS), también se cita, la violencia es el resultado de la acción recíproca y compleja de factores individuales, relacionales, sociales, culturales y ambientales. Posteriormente, el libro intenta una aproximación a la magnitud del problema en Colombia, con base en documentos oficiales, tales como la Encuesta de violencia contra niños, niñas y adolescentes (2019) y la Encuesta nacional de demografía y salud (2015). La pretensión de este capítulo es más bien de carácter descriptivo, porque su finalidad no es analizar ni detenerse en las preocupantes estadísticas y cifras, sino explicar porque razón resulta más técnico hablar de la violencia sexual que del abuso sexual, ya que éste, el abuso, es una forma de aquélla, la violencia. El estudio de la violencia se hace a partir de llamado “modelo ecológico”, que se desarrolla en el capítulo cuarto del mismo libro, y adopta la siguiente estructura: (i) los factores de riesgo: sociales, familiares y personales de los niños; (ii) las consecuencias de la violencia sexual: a corto plazo y a largo plazo, que son presentadas a través de unas muy completas tablas que incluyen la sintomatología física, emocional y conductual, así como los problemas emocionales, de relación de conducta, de adaptación social, funcionales, sexuales, de revictimización y de transmisión intergeneracional; (iii) la revictimización en distintos escenarios; (iv) las características del agresor sexual: fijadas en niños, niñas o adolescentes, regresivas o situacionales y (v) hacia la prevención de la violencia sexual. El capítulo tercero, “Marco jurídico y canónico”, aborda en doce páginas y a manera de síntesis esta compleja temática. Merece resaltarse el acápite relativo a la vulnerabilidad como condición presente en todas las personas, pero que se incrementa en algunas poblaciones o grupos de personas como los niños. Se trata de sujetos de especial protección constitucional, también habría que decir convencional, que se encuentran expuestos a riesgos que pueden lesionar sus derechos fundamentales o demandan un esfuerzo adicional para su preferente protección, justificada, entre otras razones, en la exclusión, la pobreza, la iniquidad y la violencia. En este sentido, la vulnerabilidad guarda estrecha relación con el principio-derecho de igualdad. Las normas del ordenamiento colombiano que se mencionan son, ante todo, la Ley 1098 de 2006 (Código de la Infancia y la Adolescencia), que, en su artículo 18, define el “maltrato infantil” como “toda forma de perjuicio, castigo, humillación o abuso físico o psicológico, descuido, omisión o trato negligente, malos tratos o explotación sexual, incluidos los actos sexuales abusivos y la violación y en general toda forma de violencia o agresión sobre el niño, la niña o el adolescente por parte de sus padres, representantes legales o cualquier otra persona”. En igual forma, cita la Ley 1146 de 2007, sobre prevención de la violencia sexual, que define esta clase de violencia, en su artículo 2°, como “todo acto o comportamiento de tipo sexual ejercido sobre un niño, niña o adolescente, utilizando la fuerza o cualquier forma de coerción física, psicológica o emocional, aprovechando las condiciones de indefensión, de desigualdad y las relaciones de poder existentes entre víctima y agresor”. Del mismo modo, incluye una gráfica sobre la tipificación de los delitos contra la libertad, la integridad y la formación sexuales, según la Ley 599 de 2000 o Código Penal. Describe las normas sobre la obligatoriedad de la denuncia contra los delitos sexuales, la edad del consentimiento sexual, establecida en la legislación colombiana a partir de los catorce años de edad, así como los derechos de las víctimas, que son presentados con base en la normativa vigente: Ley 360 de 1997 (modifica algunas normas del Código Penal de 1980), Ley 1146 de 2007 (prevención de la violencia sexual), Ley 1257 de 2008 (sensibilización, prevención y sanción de la violencia contra las mujeres) y Ley 1719 de 2014 (acceso a a la justicia de las víctimas de la violencia sexual en el marco del conflicto armado en Colombia). También da cuenta de la Ley 1620 de 2012 (sobre el bullying en los ambientes educativos), del Acto Legislativo de 2020 (modifica el artículo 34 constitucional que permite condenar a cadena perpetua a violadores y homicidas de niños) y de la Ley 2081 de 2021 (imprescriptibilidad de la acción penal en delitos sexuales cometidos contra menores de edad). En relación con las normas canónicas, Lineamientos parte de la tesis de que la Iglesia, fiel a los preceptos evangélicos, ha cuidado con especial solicitud a sus miembros más débiles. Menciona de manera muy sucinta la manera como el Código de Derecho Canónico (1983) tipifica los delitos contra el sexto mandamiento del Decálogo cometidos por clérigos, así como el Motu proprio Sacramentorum sanctitatis tutela (30 de abril de 2001) y las modificaciones que, el 21 de mayo de 2010, la Santa Sede aprobó a esta legislación especial en materia de abusos sexuales cometidos por clérigos. Del mismo modo, da cuenta de los documentos más recientes de la Iglesia en esta temática: Como una madre amorosa (4 de junio de 2016), Vos estis lux mundi (7 de mayo de 2019), las Rescripta ex Audientia sobre el levantamiento del secreto pontificio y el aumento de la edad para el delito de pedopornografía a los 18 años (3 y 6 de diciembre de 2019), así como el Vademécum de la Congregación para la Doctrina de la Fe (16 de julio de 2020). A mi juicio, este capítulo podría haber sido desarrollado más ampliamente, no sólo desde una perspectiva normativa, sino sobre todo desde la perspectiva del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Soy consciente de que la finalidad del libro no es la de detenerse en cuestiones jurídicas, sino de brindar un panorama de la legislación existente en Colombia. Sin embargo, estimo que bien habría valido la pena hacer un mayor énfasis en un enfoque de derechos humanos, que, según los Lineamientos, es un criterio para el análisis, el diseño, la implementación y la evaluación de las acciones preventivas de la violencia sexual. El capítulo cuarto, bajo el título “La prevención de la violencia sexual en la Arquidiócesis de Bogotá”, también con doce páginas, está dividido en cinco ítems. El primero, describe el marco teórico, a partir de la perspectiva ecológico-sistémica, propuesta por Urie Bronfenbrenner, llamada también teoría de los sistemas ecológicos o teoría del desarrollo, en el entendido de que el desarrollo cognitivo, moral y relacional de una persona está en continua interacción con los sistemas o ambientes donde transcurre su ciclo vital. Estos sistemas son: (i) el microsistema, configurado por las relaciones al interior de las instituciones o grupos que impactan de manera más directa en el desarrollo de la persona; (ii) el mesosistema o interacción entre dos o más ambientes en los que la persona participa activamente; (iii) el exosistema o entornos o fuerzas que influyen en los subsistemas; (iv) el macrosistema o condiciones sociales, estructurales y culturales que determinan los rasgos de las instituciones. Además de estos sistemas, destaca uno transversal, el cronosistema, porque los eventos internos o externos se suceden en un determinado ambiente y constituyen un factor de transformación de los dinamismos relacionales. La segunda temática es la de la teoría ecológica y los sistemas de pretensión, en la que se afirma que, desde ese marco teórico, el fenómeno social se entiende holísticamente y así “los ambientes, ya sea[n] personales, institucionales o culturales, lejos de estar limitados por un statu quo invariable, son susceptibles de transiciones ecológicas en las que se modifican los elementos o variables que los componen” (p. 50). La prevención de la violencia sexual encuentra en ese marco teórico su fundamento, porque la erradicación de una situación dañina al interior de un ambiente pasa por impedir o contener los factores de riesgos. Elemento importante de la prevención es, precisamente, la de identificar esos factores de riesgo y determinar cuáles son las modificaciones necesarias para que ese factor o factores puedan ser eliminados o transformados. Pues bien, a partir de ese marco teórico y de esa perspectiva ecológica, Lineamientos adopta la tipificación que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho de la prevención como (i) primaria, dirigida a evitar la violencia sexual y a reducir su incidencia, es decir, “antes de que suceda” (ii) secundaria, mitigar los efectos de la violencia sexual e impedir que la situación se agrave, esto es, “antes de que empeore” y (iii) terciaria, orientada a mitigar la violencia sexual y a evitar su repetición, o sea, “antes de que sea demasiado tarde”. Estas dos últimas formas de prevención son responsabilidad de todos. La tercera temática, más novedosa que las dos anteriores, es la prevención en los ambientes eclesiales de la Arquidiócesis de Bogotá. Para Lineamientos, ambiente eclesial es “el conjunto de relaciones que surgen de la interacción entre los miembros de una determinada comunidad de personas que profesan su fe religiosa. Estos conforman un entorno físico, social y cultural que favorece el desarrollo humano integral, la vivencia personal de la fe y el sentido de pertenencia a una comunidad cristiana y a la Iglesia universal” (p. 53). La prevención de la violencia sexual compromete y responsabiliza, en primer término, “a quienes sostienen, colaboran y detentan responsabilidad en los distintos ambientes eclesiales de la Arquidiócesis de Bogotá” (ibídem); pero, en igual forma, reclama la actuación de todos los fieles de esta Iglesia particular, en especial, para que tengan en cuenta: (i) que la violencia sexual es un problema que afecta a todos; (ii) que la violencia sexual se puede combatir; (iii) que la prevención es el mejor medio para combatir la violencia sexual; (iv) que la generación de entornos seguros es la mejor forma de combatir la violencia sexual y (v) que la creación de ambientes y entornos eclesiales es una obra mancomunada. El marco ético: la ética del cuidado es la cuarta temática del también capítulo cuarto, porque no basta, esa es la tesis central, una fundamentación teórica, sino que es necesario “delinear una opción ética que permita conocer el espíritu y horizonte actitudinal en el que habrá de tomar forma y realizarse cualquier estrategia de tipo preventivo” (p. 55). Un primer componente, pero no el único, es adecuar el comportamiento a la normatividad, pero se requiere algo más. En efecto, Lineamientos afirma, con razón, que la fidelidad a la norma resulta poco eficaz si no se sustenta en convicciones sólidas sobre el significado de la vida humana y la dignidad de la persona. Una y otra, la norma y la convicción, han de examinarse en el tipo y en la calidad de las relaciones de las personas involucradas en los diversos sistemas. Pues bien, la exigencia ética nace de la preocupación recíproca de los unos por los otros que caracteriza la ética del cuidado, basada en una concepción antropológica que privilegia la fragilidad y la vulnerabilidad como condición humana que contrasta con una concepción del hombre, centrada en un ser autosuficiente, autónomo y con la que se pretende defender un individualismo a ultranza. También recuerda que el Papa Francisco, desde una perspectiva, de “ecología integral”, ha exhortado, en su Carta encíclica, Laudato si (2015), para que se alimente “una cultura del cuidado”, porque “siempre es posible volver a desarrollar la capacidad de salir de sí hacia el otro, no interesa cuidar algo para los demás, no hay capacidad de ponerse límites para evitar el sufrimiento o el deterioro de lo que nos rodea. La actitud básica de autotrascenderse, rompiendo la conciencia aislada y la autorreferencialidad, es la raíz que hace posible todo cuidado de los demás y del medio ambiente, y que hace brotar la reacción moral de considerar el impacto que provoca cada acción y cada decisión personal fuera de uno mismo. Cuando somos capaces de superar el individualismo, realmente se puede desarrollar un estilo de vida alternativo y se vuelve posible un cambio importante en la sociedad” (p. 56). La quinta temática es, precisamente, la “Ética del cuidado y prevención”. Para Lineamientos, la prevención es una de las tareas específicas de esta Ética del cuidado y a partir de ella delinea unas actitudes que deberían forman parte del estilo de vida de las personas y de las comunidades que se preocupan por cuidar los entornos eclesiales. Esas actitudes son: (i) el cuidado de sí: cada quién, es decir, cada persona, debe reconocer y aceptar su propia fragilidad, pero aceptar, en igual forma, que cuidándose puede ayudar a cuidar a los demás. Lo dice Pablo: “¡Mire cada cuál como construye!” (1 Cor 3, 10); (ii) la hospitalidad: acoger al otro, a la persona vulnerable, es decir, al necesitado. En palabras de Jesús: “Mirad que no menospreciéis a uno de estos pequeños” (Mt 18, 10); (iii) la atención y la responsabilidad: estar atento a las necesidades del entorno y dar respuesta a ellas. También dice Jesús: “¿teniendo ojos no veis y teniendo oídos no oís?” (Mc 8, 18); (iv) la benevolencia: tener genuino interés por la vida del frágil. Proteger y promover el bien integral del necesitado. De nuevo dice Jesús: “tomó nuestras flaquezas y cargó nuestras enfermedades” (Mt 8, 17); (v) la competencia: capacitarse, preparase, delegar el cuidado, si es el caso, a personas capacitadas. El Evangelio, en la parábola del buen samaritano (Lc 10, 30-35), llama la atención sobre ese hombre compasivo que supo delegar el cuidado de la víctima, conservando la preocupación por ella y, finalmente, (vi) la receptividad: retroalimentarse del cuidado brindado. También el Evangelio narra cómo un centurión fue capaz de cambiar el modo como Jesús quería asistir a su criado enfermo (Mt 8, 5-13). La actitud preventiva es, por tanto, medio fundamental para no sólo reducir los casos de violencia sexual, sino para consolidar una cultura del buen trato. Es de esperar que la Oficina del Buen Trato de la Arquidiócesis de Bogotá desarrolle más ampliamente esta ética del cuidado como presupuesto de la acción preventiva. El acápite que sobre esta temática ha incluido en la obra reseñada es sugestivo e invita a una reflexión no meramente técnica ni instrumental, porque va más allá de las herramientas, los Lineamientos, al estar centrados en la persona, hacen un llamado, a la vez, a una ética de la responsabilidad. La prevención requiere de la ética. El último capítulo de Lineamientos, bajo el título “Estrategias preventivas”, el más extenso de la obra, con veintinueve páginas, es el más novedoso y el que, a mi juicio, está llamado a servir de inspiración para la labor de prevención de la violencia sexual en otras diócesis no sólo de Colombia, sino también de otros países de América Latina. El capítulo inicia definiendo las estrategias preventivas como “el conjunto de acciones correctamente planificadas que serán asumidas por todos los estamentos de la Arquidiócesis de Bogotá con el fin de prevenir cualquier forma de violencia y en particular la violencia sexual en los ambientes eclesiales” (p. 62). Posteriormente, se detiene en los enfoques, que entiende como “una guía para el análisis, el diseño, la implementación y evaluación de las acciones preventivas” (ibídem). Esos enfoques son: (i) el enfoque de derechos humanos: deben ser promovidos y respetados, manteniendo un diálogo razonable con las formulaciones que de ellos haga el derecho internacional y el derecho colombiano; (ii) el enfoque de género: supone un discernimiento en relación con las interpretaciones sobre la atribución de roles relativos a la diferencia sexual entre el varón y la mujer; (iii) el enfoque de resiliencia: crecer como persona, incluso ante las dificultades y superar las situaciones adversas y negativas en las que pueda encontrarse; (iv) el enfoque diferencial: distinguir, sin que ello implique una discriminación negativa, las diversas poblaciones o grupos humanos, identificados, entre otros, por factores de edad, raza, etnia, género, ciclo vital, condiciones socioeconómicas, territoriales, de salud, rol social o político; (v) el enfoque espiritual: comprender y configurar la vida desde valores superiores, que trascienden el terreno de lo meramente fáctico o material; (vi) el enfoque de familia: la persona se desarrolla en el microsistema familiar, lugar de la socialización primaria, del aprendizaje moral y de la conformación de la identidad personal y (vi) el enfoque de las nuevas tecnologías: los desarrollos y las transformaciones tecnológicas son especialmente significativos en todos los niveles del sistema social. Lineamientos adopta como principios de la prevención los siguientes: (i) la corresponsabilidad: la prevención es un deber legal y moral; (ii) la participación: todos los actores de los ambientes eclesiales han de tener abiertos espacios para hacer parte del diseño, la implementación y la evaluación de la acción preventiva; (iii) la transversalidad: incorporar distintas ópticas en la prevención de la violencia sexual; (iv) la gestión responsable y transparente: las acciones preventivas deben hacerse en el marco del ordenamiento jurídico estatal y canónico; y (v) la flexibilidad y el dinamismo: flexible porque la prevención debe ser acogida atendiendo las condiciones de cada uno de los fieles de la Iglesia particular y dinámica porque el estilo de vida ha de ser no ocasional, sino habitual. En síntesis, en los entornos eclesiales, “todos puedan sentirse acogidos, seguros y profundamente libres; que ellos estén liberados de cualquier tipo de amenaza, discriminación o violencia; que en ellos y sus miembros pueda ser depositada la plena confianza. El mejor signo de la asunción de este dinamismo orientado al cuidado del otro será que, en nuestros ambientes eclesiales, los más pequeños, indefensos y frágiles encuentran protección, amor y promoción de su dignidad” (p. 66). A continuación, Lineamientos se detiene en algunas definiciones de términos, tales como: animadores de evangelización, ambientes eclesiales, cultura del buen trato, instituciones eclesiales, ministros ordenados, organismos eclesiales, prevención primaria, prevención secundaria y prevención terciaria. Prosigue el capítulo resaltando como actores de la prevención de la violencia en ambientes eclesiales, a los siguientes destinatarios: (i) los ministros ordenados, (ii) los animadores de la evangelización, (iii) los fieles, entre, ellos los padres de familia y (iv) los niños, las niñas, los adolescentes, así como las personas vulnerables. Quizás, habría sido necesaria la inclusión de otros destinatarios: religiosas, religiosos y laicos. A renglón seguido, Lineamientos da cuenta de la Oficina para el Buen Trato (OBT) y de su misión primordial: “dinamizar las políticas de cultura del buen trato a través de líneas de acción de prevención y de atención psicosocial[,] fundamentadas en la ética del cuidado a fin de evitar la violencia sexual contra niñas, niños, adolescentes y personas vulnerables en ambientes eclesiales de la Arquidiócesis de Bogotá” (p. 68). Objetivos de esta Oficina son, entre otros, los siguientes: (i) animar y acompañar la implementación y la evaluación de las estrategias preventivas; (ii) proponer protocolos y guías de buenas prácticas para la prevención de la violencia sexual; (iii) apoyar programas en materia de educación afectivo-sexual; (iv) asesorar la implementación de acciones preventivas y protocolos en los distintos niveles de la estructura organizativa de la Arquidiócesis; (v) evaluar el impacto y proponer ajustes a los lineamientos de prevención y (vi) brindar la atención psicosocial en los casos de violencia sexual contra los menores de edad. Uno de los más importantes aportes de Lineamientos es el relativo a las acciones preventivas con la finalidad de promover prácticas culturales y relaciones ecuánimes para prevenir toda forma de violencia. Dentro de las líneas de acción preventiva, la obra reseñada distingue tres clases de estrategias: (i) la informativa, encaminada a visibilizar el fenómeno y a dimensionar su gravedad; (ii) la formativa, ordenada a la aprehensión y a la aplicación de un conjunto de conocimientos soportados sobre unos principios, que direccionan la vida de las personas en sus relaciones consigo mismos y con las demás y (iii) la normativa, orientada a la aplicación de la normativa estatal y canónica de prevención de la violencia sexual y de la promoción de los derechos fundamentales. En la estrategia informativa, la acción principal es sensibilizar sobre el fenómeno de la violencia sexual, los destinatarios principales son los responsables de los ambientes eclesiales, los animadores de esos ambientes, los fieles y los beneficiarios de las obras, así como la sociedad civil. Excluye, a mi juicio sin razón, a los niños y a las personas vulnerables, que también deben ser destinatarios de esta acción. En la estrategia formativa las acciones son: educar para el amor, formar en prevención de la violencia sexual y de los entornos protectores, formar en primeros auxilios psicológicos y en la autoprotección. En la estrategia normativa, las acciones son implementar las buenas prácticas y los protocolos específicos. En todas estas estrategias y acciones se requiere un seguimiento y control. Lineamientos se detiene en cada una de estas acciones y a través de tablas, muy bien logradas, específicas las temáticas y los destinatarios de cada una de ellas. La obra prosigue con la inclusión de una Guía de prácticas seguras, estructurada en siete ítems: (i) los límites relacionales sanos y flexibles; (ii) el compromiso institucional; (iii) el cuidado personal; (iv) asegurar el consentimiento de los padres de familia y de los representantes legales de los menores de edad; (v) garantizar la seguridad durante viajes o actividades que impliquen estadía de las personas sujetas a especial protección; (vi) el uso responsable de las Tecnologías de la Información (TIC’s) y las (vii) conductas prohibidas en general y en relación con esas nuevas tecnologías. Es de resaltar la importancia de estas prácticas y el sentido propositivo con el que han sido redactadas. Para adoptar y proponer esas estrategias y acciones, Lineamientos propone una metodología y unos criterios que tengan en cuenta la “anamnesis” como un ejercicio de memoria para evaluar el “estado de salud” general del ambiente en cuestión, los escenarios, los actores y las interacciones entre los diversos sistemas. El capítulo quinto concluye con la necesidad del seguimiento y de la evaluación, entendido como un proceso transversal que se diseña simultáneamente con las estrategias de prevención. El diseño de esa evaluación debe incluir, al menos: (i) indicadores de gestión y de resultados e instrumentos de acuerdo con los objetivos propuestos y (ii) metodologías e instrumentos de recolección y sistematización de información, de instrumentos de evaluación y de cronogramas para presentar informes de gestión y resultados. Lineamientos finaliza con unas conclusiones generales, en las que la Oficina de Buen Trato reitera que “el fomento de una actitud preventiva constituye un medio fundamental, tanto para reducir significativamente los casos de violencia sexual contra los niños, niñas, adolescentes y personas vulnerables, como para consolidar entre nosotros una cultura del buen trato que nos permita a todos sentirnos hermanos y avanzar juntos en la construcción del Reino instaurado por Cristo Jesús” (p. 91). En definitiva, estamos en presencia de una obra bien pensada y estructurada, que invita a ser leída pausada y reflexivamente, no porque su contenido sea denso, sino porque su misma pretensión es que todos, como fieles de la Iglesia, contribuyamos a implementar la cultura del buen trato, cimentada en la ética del cuidado. Se trata de un libro que aúna la reflexión teórica con la práctica y eso se agradece cuando hay tanto por hacer para prevenir la violencia sexual. Precisamente por esto, Lineamientos es un texto no sólo para ser leído, sino, ante todo, para servir como un instrumento eficaz en el llamado al compromiso de cada fiel y de las autoridades eclesiales en el cuidado de los niños y de las personas vulnerables y en la prevención de la violencia sexual. En este sentido, es medio para asumir la responsabilidad de prevenir esa o cualquier clase de violencia en todos los ambientes sociales, no solo en los ambientes eclesiales, sino en todos aquellos en los que se encuentren niños, niñas, adolescentes y personas en situación de vulnerabilidad. Aconsejo de manera especial, la lectura de los apartados correspondientes a la Ética del cuidado, incluidos en el capítulo cuarto, que brindan el marco ético de la prevención, así como el último capítulo, es decir del quinto. No está por demás reconocer que es un libro bien escrito y con unas muy útiles gráficas que sintetizan las ideas presentadas en algunos de los capítulos. Es de destacar que la edición de la obra se encuentra muy bien cuidada, eso siempre es de agradecer. Finalmente, hay que reconocer a la Oficina de Buen Trato de la Arquidiócesis de Bogotá y a su director, monseñor Luis Manuel Alí Herrera, la significativa referencia a esos rostros concretos, que han generado experiencias de fe, entre otros, los rostros de las víctimas de la violencia sexual en ambientes eclesiales y que, en más de una oportunidad, han arrancado lágrimas y han propiciado sentimientos de dolor, que no han dejado, sin embargo, de propiciar la fraternidad, la solidaridad, la justicia y la reconciliación. Hago mías las palabras de las conclusiones de esta obra e invito al lector que tenga presentes a las víctimas de tanto dolor y que, al leer y aplicar estos Lineamientos, también pueda decir: “Sus sufrimientos nos han conmovido, pero también nos han hecho comprender la necesidad de comprometernos con mayor empeño, como verdaderos instrumentos de prevención y promotores de una cultura del buen trato, de tal manera que la vida de nuestra Iglesia sea más coherente con el evangelio que anunciamos” (p. 92). Éste es el llamado: ser coherentes como personas, como ciudadanos, pero también como fieles de la Iglesia Católica para prevenir la violencia sexual contra niños y personas vulnerables en ambientes eclesiales y hacer de Nuestra Iglesia, un hogar seguro. Es hora de responder a ese llamado, porque todos, sin distingo alguno, tenemos alguna responsabilidad para que Nuestra Iglesia, sea, en verdad, un hogar seguro. Bogotá, D.C., junio 12 de 2021. Ilva Myriam Hoyos Castañeda Presidenta del Consejo Nacional de Protección de Menores y Personas Vulnerables Conferencia Episcopal de Colombia [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar ESCRITO[/icon]

Jue 17 Jun 2021

Episcopado colombiano rechaza atentado en Cúcuta

Frente al acto terrorista que se presentó este martes, 15 de junio, en la Brigada 30 del Ejército Nacional en la ciudad de Cúcuta, la Conferencia Episcopal de Colombia manifiesta su rechazo y expresa su solidaridad con las personas que resultaron afectadas por este hecho violento. "Siguiendo la enseñanza de la Iglesia, los Obispos proclamamos que nada justifica estos actos demenciales y ciegos, que hieren profundamente la dignidad humana y constituyen una ofensa gravísima contra la humanidad entera, pues son una de las formas más brutales de la violencia". En un comunicado, los obispos ofrecen sus oraciones por los afectados en este atentado y extienden su saludo de cercanía a los familiares de las víctimas, al primer mandatario de la Nación, a los miembros de la Fuerza Pública y a la comunidad cucuteña en general. De igual modo, dirigen un saludo fraterno a monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, obispo castrense de Colombia y a todos los fieles del Obispado, así como a monseñor José Libardo Garcés Monsalve, administrador apostólico de Cúcuta, y a su Iglesia diocesana. Por último, los prelados invitan a la comunidad católica a mantener en sus intenciones de oración el cese de la violencia y pedir "para que el pueblo colombiano unido pueda vencer el mal a fuerza de bien". [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Mié 16 Jun 2021

Monseñor Henao: "La Iglesia invita a crear un clima de reconciliación"

Tras la decisión del Comité Nacional del Paro de suspender las negociaciones que había iniciado con el Gobierno Nacional hace ya varias semanas, monseñor Héctor Fabio Henao Gaviria, director del Secretariado Nacional de Pastoral Social y quien obra como garante por parte de la Iglesia Católica, hizo un nuevo llamado a las partes a que mantengan la voluntad de negociación a lo largo del proceso. Monseñor Henao señaló que se debe adelantar un trabajo de diálogo desde lo territorial y sectorial, e insistió en que se deben seguir escuchando las voces de toda la ciudadanía y de manera especial a los jóvenes. "Tenemos que hacer un esfuerzo para hacer que la negociación sea cada vez más creíble, que mantenga el contacto con las aspiraciones de la ciudadanía, hay que recoger voces de los jóvenes particularmente, voces de los que están sufriendo las consecuencias de un desempleo muy fuerte y una falta de oportunidades; en sí, hay que recoger las voces de los territorios". Indicó, que es importante seguir avanzando hacia un camino orientado a "transformaciones que permitan sanar muchas deficiencias y heridas del pasado" y, además, "crear condiciones para que la sociedad colombiana pueda tener en su conjunto un desarrollo humano, integral, solidario e incluyente"; pero, para ello, agregó el directivo "la Iglesia invita a crear un clima de reconciliación".

Vie 11 Jun 2021

Presidente CEC: “Del corazón nuevo nacerán nuevos sistemas, nuevas instituciones…”

Este viernes, 11 de junio, en una ceremonia eucarística presidida por monseñor Óscar Urbina Ortega, arzobispo de Villavicencio y presidente del episcopado colombiano, se consagró una vez más las familias católicas y la nación al Sagrado Corazón de Jesús. La solemne celebración, transmitida en directo por los canales RCN, Caracol, Cristovisión, Teleamiga y Tele Vid, tuvo lugar en la Catedral Primada de Colombia, en Bogotá, con presencia de fieles y atendiendo los protocolos de bioseguridad. Concelebraron con monseñor Urbina: el cardenal Rubén Salazar; el nuncio apostólico del papa Francisco en Colombia, monseñor Luis Mariano Montemayor; los arzobispos Luis José Rueda (Bogotá), Ricardo Tobón (Medellín), Omar Sánchez (Popayán) y Gabriel Villa (Tunja); los obispos Francisco Nieto (Engativá), Ramón Rolón (Montería), Juan Vicente Córdoba (Fontibón), Víctor Ochoa (Obispado Castrense); los obispos auxiliares de Bogotá: Luis Manuel Alí, Pedro Salamanca y Germán Medina (electo). También concelebraron sacerdotes de la Nunciatura Apostólica, de la Conferencia Episcopal de Colombia, y los vicarios episcopales y otros sacerdotes de la Arquidiócesis de Bogotá. Mensaje del presidente de la CEC Durante su homilía, monseñor Urbina afirmó que con el corazón de Cristo se busca llegar a todos los rincones de la geografía colombiana, buscando ser un espacio de protección para la vida y haciendo sensibles los grandes valores de la bondad, la verdad, la fraternidad, la justicia y la reconciliación que brota de la persona. “Mirando el corazón maravilloso de Dios, todos tenemos un camino para ser constructores de Colombia consagrada al Corazón de Cristo (…) Del corazón nuevo nacerán nuevos sistemas, nuevas instituciones, nuevos caminos. Un corazón nuevo garantiza una visión nueva, libertad profunda, sentido de la justicia y el respeto de los derechos humanos, la solidaridad con los más desprotegidos y descartados, y la confianza que brota de reconocernos hermanos y hermanas”. Aportes a un desarrollo integral El prelado mencionó que todos somos responsables de aportar a un desarrollo integral sostenible, para ello, dijo, “aunque no es un camino fácil, ni existe una fórmula mágica”, es importante superar los conflictos, las divisiones, las violencias, las injusticias y las inequidades. “Todos somos responsables de esa inmensa tarea, los dirigentes del país, las diversas organizaciones, la educación en sus diversas etapas, que no debe ser una educación para un país ideal sino real. Nosotros los creyentes que participamos de los diversos espacios de la vida familiar, cultural, social, económica y política siendo fermento de paz (...)Solo un corazón nuevo a imagen del Corazón de Cristo, lleno de amor y misericordia, nos comprometerá con toda nuestra fuerza en la construcción fraterna de una nación nueva y en paz”. Estamos llamados a ser artesanos de la paz El prelado recordó que la paz procede de Dios y es un llamado que él hace para que todos seamos artesanos de la paz. Advirtiendo que esta responsabilidad recae en la familia “como espacio insustituible para aprender el abecedario de la paz”; en la escuela, “que tiene la tarea de ayudar a formar el corazón”, y en la sociedad en “sus diversas expresiones sociales, culturales, comunicacionales, económicas y políticas”. “La paz, entonces, queridas y queridos colombianos, es una tarea confiada a nosotros como personas y estará siempre en construcción, es frágil, difícil, por ello todos la buscamos, todos estamos invitados a generar una mentalidad pública, una conciencia de todos que la haga deseable y posible (…) El Señor no dejará de escuchar, entonces, como nos lo dice el grito de hijas e hijos: ‘Señor dadnos la paz, Señor dadnos tu paz’. Renovar este año 2021 la Consagración al amor de Cristo simbolizado en su Corazón, es y queremos que siga siendo un signo de esperanza”. Los niños, jóvenes y adolescentes están en el corazón de Dios Al referirse a este público, monseñor Urbina observó que el futuro de la sociedad depende de las opciones audaces y fundamentales que se tomen con los niños, jóvenes y adolescentes. Advirtió que ellos serán los responsables de la familia y la vida de la nación en un mañana. “Hoy precisamente los vemos deseosos de colaborar para sanar nuestra sociedad herida y débil. Ellos aportarán soluciones nuevas a los problemas viejos. Si ellos abren espacios en su corazón a Dios no serán más instrumentos de división, de guerra y de violencia (…) Los valores que les ayudemos a descubrir y a cultivar acompañarán sus decisiones que afectan no solo su vida personal, sino las políticas y estrategias necesarias para construir la vida social agobiada y doliente de nuestra sociedad”. Afirmó que el mundo de justicia y paz que se añora construir con los jóvenes, no puede “ser creado solo con palabras, ni impuesto por fuerzas externas”, y, agregó: “debe ser fruto del trabajo de todos, que implica ejercerlo con respeto profundo a la dignidad de cada persona y el rescate de la cultura del encuentro”. Significativa participación de los jóvenes Finalizada su homilía, monseñor Urbina introdujo la renovación de la consagración del país y de las familias católicas, recordando que: “El 22 de junio de 1902, al superar la Guerra de los Mil Días, se consagró por primera vez la República de Colombia al Sagrado Corazón de Jesús. Desde aquel día ha venido creciendo en el pueblo colombiano la confianza en el auxilio inefable de Nuestro Señor Jesucristo”. Fue un momento conmovedor, pues catorce jóvenes, representando cada uno a una provincia eclesiástica del país, oraron al Sagrado Corazón de Jesús. Ante este signo el arzobispo Óscar dijo: “A ti, Sagrado Corazón, inflamado en el Amor que nos salva, dirigimos hoy, en la voz de los jóvenes, nuestra súplica incesante y confiada en nombre de todas las comunidades eclesiales de la Nación”. Compartimos estas oraciones para que no cesen las plegarias por la paz, la reconciliación, la justicia y la paz, en Colombia. Oh, Sangre Preciosa de Jesús, lava el pecado social de nuestro pueblo. La Provincia eclesiástica de Bogotá, conformada por la arquidiócesis de Bogotá; las diócesis de Zipaquirá, Facatativá, Girardot, Soacha, Fontibón y Engativá; el obispado castrense de Colombia y el Exarcado Maronita en Colombia, necesitan de ti, para poder ser en medio del egoísmo, la violencia y la corrupción, testimonio de fraternidad y de compromiso social honesto y solidario. Oh, Cristo, siervo doliente del Señor, compadécete del pueblo que a ti clama. La Provincia eclesiástica de Cartagena, conformada por la arquidiócesis de Cartagena; las diócesis de Magangué, Montelíbano, Montería y Sincelejo, y el vicariato apostólico de San Andrés y Providencia, confían en tu mediación ante el Padre eterno; que tus padecimientos por nuestros pecados nos consigan comunidades comprometidas con los más pobres y desfavorecidos, para que los colombianos podamos escribir juntos historias de amor y perdón que nos hablen de vida y esperanza. Santo Corazón de Cristo, atravesado de dolor, confiamos a ti el sufrimiento de nuestro pueblo. La Provincia eclesiástica de Popayán, conformada por la arquidiócesis de Popayán; las diócesis de Ipiales, Pasto y Tumaco; y los vicariatos apostólicos de Guapi y Tierradentro, unen sus padecimientos a los tuyos en la cruz; que tu dolorosa pasión transforme nuestra indiferencia ante el hermano que sufre y nos conceda ser artesanos de paz. Ardorosa llama del Corazón de Cristo, inflama en tu amor al pueblo colombiano. La Provincia eclesiástica de Medellín, conformada por la arquidiócesis de Medellín y las diócesis de Caldas, Girardota, Jericó y Sonsón–Rionegro, buscan amarse unos a otros como tú nos has amado; infunde tu amor divino en nuestros corazones haciéndonos misericordiosos como tú eres misericordioso, para que en nuestra patria “el amor y la verdad se encuentren, la justicia y la paz se abracen” Sagrado Corazón coronado de espinas, ten misericordia de este tu pueblo. La Provincia eclesiástica de Manizales, conformada por la arquidiócesis de Manizales y las diócesis de Armenia, La Dorada–Guaduas y Pereira, buscan tu amparo y protección; recompensa con tu copiosa bendición a todos aquellos que trabajan por la paz y la concordia, para que podamos mirar y caminar juntos hacia adelante con fe, valentía y esperanza. Corazón divino traspasado por la lanza, surtidor de los santos sacramentos para nuestro pueblo. La Provincia eclesiástica de Nueva Pamplona, conformada por la arquidiócesis de Nueva Pamplona y las diócesis de Arauca, Cúcuta, Ocaña y Tibú, queremos recibirte siempre en tu Cuerpo y en tu Sangre preciosos y, así, ser testigos de tu amor en medio de un pueblo que clama salvación y justicia, para romper, desde el perdón y la reconciliación concreta, el ciclo de violencia que ha imperado en nuestra patria. Oh, Santas Llagas de Cristo, acoge a nuestro pueblo que sufre. La Provincia eclesiástica de Tunja, conformada por la arquidiócesis de Tunja; las diócesis de Chiquinquirá, Duitama–Sogamoso, Garagoa y Yopal, y el vicariato apostólico de Trinidad, necesitan de tu amparo y protección; haz que todos los esfuerzos por promover la reconciliación, la justicia y la paz, se vean recompensados con prosperidad y armonía social. Abismo insondable de misericordia, el pueblo colombiano clama justicia y verdad. La Provincia eclesiástica de Cali, conformada por la arquidiócesis de Cali y las diócesis de Buenaventura, Buga, Cartago y Palmira, suplican tu amparo; concede a tu pueblo que ha sufrido los embates de la corrupción y la violencia, verse transformado por la verdadera reparación y sanación de las heridas del alma y del cuerpo, para que, junto a ti, Señor, aprendamos la fuerza del perdón y la grandeza del amor. Oh, Cristo, coronado de espinas, el pueblo colombiano consagrado a ti se siente atormentado por la enfermedad y la despreocupación social. La Provincia eclesiástica de Barranquilla, conformada por la arquidiócesis de Barranquilla y las diócesis de El Banco, Riohacha, Santa Marta y Valledupar, suplican a tu bondad que el dolor de tu agonía en la cruz nos valga la salud de cuerpo y alma, y nos enseñe a transformar el dolor en fuente de vida y resurrección. Santo Corazón de perfecta fidelidad, este, tu pueblo, tropieza y se quiere levantar. La Provincia eclesiástica de Bucaramanga, conformada por la arquidiócesis de Bucaramanga y las diócesis de Barrancabermeja, Málaga–Soatá, Socorro y San Gil y Vélez, confiamos en ti, que eres eternamente fiel y nos sostendrás con tu poderoso brazo ante nuestra fragilidad y pobreza, para descubrir que sólo el amor libera y construye. Sagrado vaso de inefable perfección, apiádate del pueblo colombiano que se rinde en el error de los afanes del mundo. La Provincia eclesiástica de Ibagué, conformada por la arquidiócesis de Ibagué y las diócesis de El Espinal, Líbano–Honda, Garzón y Neiva, suplican de tu sabiduría la capacidad para construir sociedades inspiradas en la promoción de todos los ciudadanos, en la búsqueda de la igualdad y en la integración de los más débiles y vulnerables. Oh, Santo Cristo Negro de Bojayá, compadécete de nuestro pueblo colombiano que sufre bajo el peso de la violencia armada fratricida. La Provincia eclesiástica de Santa Fe de Antioquia, conformada por la arquidiócesis de Santa Fe de Antioquia y las diócesis de Apartadó, Istmina–Tadó, Quibdó y Santa Rosa de Osos, claman tu misericordia; haz que todo esfuerzo por conseguir la paz sea recompensado con comunidades comprometidas con el progreso y la justicia, y, así, “seamos tus pies para salir al encuentro del hermano necesitado, tus brazos para abrazar al que ha perdido su dignidad, y tus manos para bendecir y consolar al que llora en soledad”. Oh, Sagrado Corazón de Jesús, acepta nuestra súplica ferviente, confiamos en tu protección y amparo. La Provincia eclesiástica de Villavicencio, conformada por la arquidiócesis de Villavicencio; las diócesis de Granada y San José del Guaviare, y los vicariatos apostólicos de Puerto Carreño y Puerto Gaitán, necesitan convertirse a ti para comprometerse con la justicia social y el bien común, logrando así construir juntos el futuro y crecer en esperanza. Eterno amor de Cristo, delicia de todos los santos, nuestro país clama por nuevos santos, héroes en las virtudes. La Provincia eclesiástica de Florencia, conformada por la arquidiócesis de Florencia; las diócesis de Mocoa–Sibundoy y San Vicente del Caguán; y los vicariatos apostólicos de Inírida, Leticia, Mitú y Puerto Leguízamo – Solano, te ruegan por nuevas vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa; nuestro país urge de santos misioneros que permanezcan en Cristo para vivir en alegría y dar testimonio de un amor que atraiga a todos hacia ti. VIDEO: Arquidiócesis de Bogotá