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Lectio Dominical

Sáb 19 Dic 2020

Hoy les ha nacido en la ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor"

NACIMIENTO DEL SEÑOR Diciembre 25 de 2020 (Misa de medianoche) Primera Lectura: Is 9,1-6 Salmo: 96(95),1-2a.2b-3.11-12.13 (R. cf. Lc 2,11) Segunda Lectura: Tt 2,11-14 Evangelio: Lc 2,1-14 I. Orientaciones para la Predicación Introducción “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; a los que habitan en tierra de sombras de muerte, les ha brillado una luz” (Is 9,1). El milagro de la luz que nos presenta el profeta Isaías está unido al Mesías porque, según la tradición judía, su luz resplandecerá en los días de crisis y de mayor fracaso. Todo esto vale con mayor razón para los cristianos, porque la cruz de Cristo ha brillado en los momentos de mayor crisis y oscuridad y se ha convertido en gloriosa. En Navidad, fiesta de la encarnación, fiesta de la luz, Dios se hace carne y pone su morada entre los hombres, disipando toda tiniebla y oscuridad. “Y cuando ellos se encontraban allí, le llegó la hora del parto, y dio a luz a su hijo primogénito; lo envolvió en pañales y lo recostó a un pesebre, porque no había lugar para ellos en el aposento” (Lc 2, 6-7). El evangelista Lucas nos presenta la difícil realidad de no encontrar un sitio para ellos en la posada. El evangelista Juan, en su prólogo nos ha expresado la misma realidad: “vino a su casa y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11). Para el Salvador del mundo, para aquel en vista del cual todo fue creado (Col 1,16), no hay sitio. Esto debe hacernos pensar y remitirnos al cambio de valores que hay en la figura de Jesucristo, en su mensaje. Ya desde su nacimiento, él no pertenece a ese ambiente que según el mundo es importante y poderoso. Y, sin embargo, este hombre irrelevante y sin poder se revela como el realmente Poderoso, como aquel de quien todo depende. Así pues, el ser cristiano implica salir del ámbito de lo que todos piensan y quieren, de los grandes dominantes y poderosos de este mundo, para entrar en la luz de la verdad, que resplandece desde lo más alto del cielo y de la tierra en la persona de Jesucristo. “Jesucristo, que se entregó a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad, y para purificar para sí un pueblo escogido, celoso por hacer el bien” (Tt 2,14). En la carta a Tito se invita a centrar la atención en Jesús, nuestro Salvador, y en el cambio de vida y actitudes que exige la fe cristiana. El cristiano está llamado a comportarse rectamente porque Cristo lo ha librado de toda iniquidad; ha de practicar obras buenas, porque ha creído en Dios, porque se sabe redimido por Cristo y porque la gracia lo fortalece para hacer el bien. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Podemos centrar nuestra mirada en la escena maravillosa de cómo “María envolvió al niño en pañales y lo recostó en un pesebre” (Lc 2,7). Con cuanto amor esperaba María su hora y preparaba el nacimiento de su hijo, algo similar a la Iglesia que ha preparado con el tiempo litúrgico del adviento este momento maravilloso de la Encarnación del Hijo de Dios. La tradición de los iconos, basándose en la teología de los padres, ha interpretado teológicamente el pesebre y los pañales. El niño envuelto y bien ceñido en pañales aparece como una referencia anticipada a la hora de su muerte: es desde el principio inmolado y el pesebre se representaba como una especie de altar. De allí que navidad y Pascua tengan una estrecha relación. San Agustín ha interpretado el pesebre haciendo la siguiente reflexión: El pesebre es el lugar donde los animales encuentran su alimento. Sin embargo, ahora encontramos en el pesebre quien se ha indicado a sí mismo como el verdadero Pan bajado del cielo (Jn 6), como el verdadero alimento que el hombre necesita para ser un auténtico cristiano. Es el alimento que da al hombre la vida verdadera, la vida eterna. El pesebre se convierte de este modo en una referencia a la mesa de Dios, a la que estamos invitados como buenos comensales a participar. Las palabras de los ángeles: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres en los que Él se complace” (Lc 2,14), indican el significado del nacimiento de Jesús. Él no es un niño cualquiera, sino el Salvador, el Mesías, el Señor (Lc 2,11). La divinidad de Jesús niño no es manifiesta. Por eso, debía ser enseñada por medio de los ángeles, que son ministros de Dios; por eso apareció el ángel rodeado de claridad, para que quedase patente que el recién nacido era “el esplendor de la gloria del Padre” (Hb 1,3). Los pastores vivieron de cerca el acontecimiento salvador, no sólo exteriormente, sino también interiormente; más que los ciudadanos, que dormían tranquilamente. Y tampoco estaban interiormente lejos del Dios que se hace niño. Esto concuerda con el hecho de que formaban parte de los pobres, de las almas sencillas, a los que Jesús bendeciría, porque a ellos está reservado el misterio de Dios (Lc 10,21). Ellos representan a los pobres de Israel, a los pobres en general: ellos son los predilectos del amor de Dios. Las palabras de los ángeles indican también que la llegada del Salvador al mundo trae consigo los dones más excelentes: el reconocimiento de la gloria de Dios y la paz a los hombres (Lc 2,14). De ahí el sentido profundo de la adoración de los pastores: la salvación que Cristo traía estaba destinada a hombres de toda raza y situación, y por eso eligió manifestarse a personas de distinta condición. Los pastores eran israelitas; los magos, gentiles; aquellos vinieron de cerca; éstos, de lejos, pero unos y otros coincidieron en la cercanía de un niño. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Belén, «casa del pan», es la santa Iglesia, en la cual se distribuye el cuerpo de Cristo, a saber, el pan verdadero. El pesebre de Belén se ha convertido en el altar de la Iglesia. En él se alimentan los cristianos. De esta mesa se ha escrito: Preparas una mesa ante mí. En este pesebre está Jesús envuelto en pañales. La envoltura de los pañales es la cobertura de los sacramentos. En este pesebre y bajo las especies de pan y vino está el verdadero cuerpo y la sangre de Cristo. En este sacramento creemos que está el mismo Cristo; pero está envuelto en pañales, es decir, invisible bajo los signos sacramentales. No tenemos señal más grande y más evidente del nacimiento de Cristo como el hecho de que cada día sumimos en el altar santo su cuerpo y su sangre; como el comprobar que a diario se inmola por nosotros, el que por nosotros nació una vez de la Virgen. Apresurémonos, hermanos, al pesebre del Señor; pero antes y en la medida de lo posible, preparémonos con su gracia para este encuentro para que asociados a los ángeles, con corazón limpio, con una conciencia honrada y con una fe sentida, cantemos al Señor con toda nuestra vida y toda nuestra conducta: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra, paz a los hombres que Dios ama. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Para la mayor parte del mundo, la Navidad es una época especial que interpela a las personas de uno u otra forma. Un nacimiento es la realización de una esperanza, es la manifestación concreta del amor, es el inicio de un camino. El nacimiento de Jesús es el cumplimiento de una promesa de Dios al hombre como signo de su amor, de su Alianza. Celebrar la Navidad implica necesariamente pensar y orar en el otro, de manera especial en aquellos que sufren. El Papa Francisco en la encíclica “Fratelli Tutti”, sobre la fraternidad y la amistad social, nos describe la situación actual y nos invita a orar y a practicar la caridad: “Es verdad que una tragedia global como la pandemia de Covid-19 despertó durante un tiempo la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Recordamos que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos. Por eso dije que «la tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades con las que habíamos construido nuestras agendas, nuestros proyectos, rutinas y prioridades. […] Con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar; y dejó al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos»”. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Nos hemos reunido como pueblo Dios para celebrar con alegría la llegada del Salvador, quien es Luz y Esperanza para el mundo; Cristo nos guía y nos libra de las tinieblas; por eso llenos de felicidad porque vendrá de nuevo a cada uno de los hogares de esta comunidad, nos disponemos a renovar nuestra existencia y adorar a quien nos vivifica con su amor. Con estas intenciones y las que hemos traído a la Mesa del Altar iniciemos con fe nuestra celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra El Evangelio de hoy nos presenta el acontecimiento trascendental que sucedió en Belén. El nacimiento de Jesús es el signo de la vida, la esperanza, pero lo más importante es el resultado del verdadero amor que rebosa de Dios y llega a nuestros hogares de manera definitiva. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Hermanos, presentemos con amor, en esta gran noche, todas nuestras súplicas y nuestros propósitos; para que, la Palabra cumplida del Padre, se realice en su Hijo y de esta manera sirva para alcanzar la salvación y la unión de los hogares en nuestra comunidad. Llenos de confianza, decimos todos: R. Salvador del mudo, renueva nuestras vidas 1. Oremos por la Iglesia y por todos sus ministros; para que, Cristo recién nacido sea quien les proteja e ilumine con amor cada uno de sus trabajos y entrega decidida. Oremos. 2. Oremos por nuestros gobernantes; para que, al celebrar el misterio del amor hecho carne y cercano a nosotros, puedan, en Cristo recién nacido, administrar los bienes y los gozos prometidos por el Padre. Oremos. 3. Oremos por los enfermos, especialmente por aquellos que han padecido por el Covid-19; para que, Cristo transforme sus vidas de tinieblas en bondad, sus odios en perdón, y sus dificultades en alegrías. Oremos. 4. Por nosotros aquí reunido; para que, el amor de nuestra Madre, la Virgen María, se convierta en la defensa de la vida y el rescate de los valores familiares. Oremos. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales… Oración conclusiva Padre Bueno, mira a tu pueblo que vuelve los ojos a Belén, y atiende cuanto con fe te hemos suplicado. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Sáb 19 Dic 2020

¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!

CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO Diciembre 20 de 2020 Primera Lectura: 2Sam 7,1-5.8b-12. 14a.16 Salmo: 89(88),2-3. 4-5.27+29 (R. cf. 2a) Segunda Lectura: Rm 16,25-27 Evangelio: Lc 1,26-38 I. Orientaciones para la Predicación Introducción “Dijo el rey al profeta Natán: Mira, yo habito en una casa de cedro, mientras la casa del Señor habita en una tienda de lona” (2S 7,2). La profecía de Natán es elaborada a base de una contraposición: no será David quien edifique una casa (templo) a Yahvé, sino que será Yahvé quien levante una casa (una dinastía) a David. La promesa concierne esencialmente a la permanencia del linaje davídico sobre el trono de Israel. “El ángel le respondió: el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que va a nacer será santo y le llamarán Hijo de Dios” (Lc 1,35). La representación de este acontecimiento se inspira en varios pasajes veterotestamentarios, en particular en la aparición del ángel a Gedeón (Jc 6,11-24), al anuncio del nacimiento de Sansón (Jc 13, 2-7), la dignidad del niño evoca claramente las alusiones a las promesas, sobre todo a las hechas de David y su linaje (2S, 7,2). María dará a luz un niño, a quien el ángel le atribuye los títulos “Hijo del Altísimo” e “Hijo de Dios”. Se promete además que Dios, el Señor, le dará el trono de David, su Padre. Reinará por siempre en la casa de Jacob y su reino no tendrá fin. “La Revelación del misterio oculto por los siglos eternos, pero ahora manifestado a través de las Escrituras proféticas” (Rm 16, 26). A diferencia de otras cartas, San Pablo termina ésta con una doxología a Dios omnipotente y sabio por medio de Jesucristo. El apóstol quiere dejar claro que la “justicia de Dios”, tema central en la Carta a los Romanos, es una gracia divina, un don, que no depende del cumplimiento de las obras prescritas por la ley de Moisés; más aún, es imposible cumplir todas las obras de la ley sino interviene la gracia divina. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El misterio de la Encarnación comporta diversas realidades: que María es virgen, que concibe sin intervención de varón, y que el Niño, verdadero hombre por ser hijo de María, es al mismo tiempo Hijo de Dios en el sentido más fuerte de la expresión. Este pasaje de la anunciación es profundamente diciente a la Iglesia que lo revive cada día al recitar la oración del ángelus. El pasaje de la anunciación se desarrolla en Nazaret, una aldea de Galilea que ni si quiera es mencionada en el Antiguo Testamento. Estamos ante una virgen que no pide ningún hijo, es más, pregunta cómo podrá llevarse a cabo lo que el ángel le dice (Lc 1,34). Por eso, las palabras del ángel Gabriel expresan una acción singular, soberana y omnipotente de Dios (Lc 1,35) que evoca la de la creación (Gn 1,2), cuando el Espíritu descendió sobre las aguas para dar vida; y la del desierto, cuando creo al pueblo de Israel y hacía notar su presencia con una nube que cubría el Arca de la Alianza (Ex 40, 34-36). Para los hombres, María es “una virgen desposada con un varón que se llamaba José, de la casa de David” (Lc 1,27); en cambio, para Dios, es la “llena de gracia” (Lc 1,28), la criatura más singular que hasta ahora ha venido al mundo; y sin embargo ella se tiene a sí misma como “la esclava del Señor” (Lc 1, 38). El pasaje contiene asimismo una revelación de Jesús. En las primeras palabras (Lc 1,30-33), el ángel afirma que el Niño será el cumplimiento de las promesas. Las fórmulas que se utilizan son veterotestamentarias, tales como: “el trono de David, su padre” (Is 9,6), “reinará sobre la casa de Jacob” (Nm 24,17), y su reino no tendrá fin (2S 7,16; Dn 7,14; Mi 4,7), representan expresiones conectadas con la promesa divina de Israel-Jacob, con los oráculos acerca del Mesías descendiente de David y con los anuncios proféticos del Reinado de Dios. Todo lo que el Espíritu hace en María está en función de Jesús: el Mesías entra en la historia humana por medio de la acción del Espíritu Santo creador de Dios en María. De esta manera el relato de la anunciación ilumina nuestra comprensión del misterio del Hijo que se hace carne. Todo se hace posible por la gracia de Dios y al “Sí” de María. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El concilio vaticano II presenta a María, Madre de Jesucristo, como “prototipo y modelo para la Iglesia”, y la describe como mujer humilde que escucha a Dios con confianza y alegría. Desde esa misma actitud hemos de escuchar a Dios en la Iglesia actual. «Alégrate». Es lo primero que María escucha de Dios y lo primero que hemos de escuchar también hoy. Entre nosotros falta alegría. Con frecuencia nos dejamos contagiar por la tristeza. Cuando falta la alegría, la fe pierde frescura, la cordialidad desaparece, la amistad entre los creyentes se enfría. Todo se hace más difícil. Es urgente despertar la alegría en nuestras comunidades y recuperar la paz que Jesús nos ha dejado en herencia. «El Señor está contigo». No es fácil la alegría en la Iglesia de nuestros días. Sólo puede nacer de la confianza en Dios. No estamos huérfanos. Vivimos invocando cada día a un Dios Padre que nos acompaña, nos defiende y busca siempre el bien de todo ser humano. Esta Iglesia, a veces tan desconcertada y perdida, que no acierta a volver al Evangelio, no está sola. Jesús, el Buen Pastor, nos está buscando. Su Espíritu nos está atrayendo. Contamos con su aliento y comprensión. Jesús no nos ha abandonado. Con él todo es posible. «No temas». Son muchos los miedos que nos paralizan a los seguidores de Jesús. Miedo al mundo moderno y a la secularización. Miedo a un futuro incierto. Miedo a nuestra debilidad. Miedo a la conversión al Evangelio. El miedo nos está haciendo mucho daño. Nos impide caminar hacia el futuro con esperanza. Nos encierra en la conservación estéril del pasado. Crecen nuestros fantasmas. Desaparece el realismo sano y la sensatez cristiana. Es urgente construir una Iglesia de la confianza. La fortaleza de Dios no se revela en una Iglesia poderosa sino humilde. «Darás a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús». También a nosotros, como a María, se nos confía una misión: contribuir a poner luz en medio de la noche. No estamos llamados a juzgar al mundo sino a sembrar esperanza. Nuestra tarea no es apagar la mecha que se extingue sino encender la fe que, en no pocos, está queriendo brotar. Desde nuestras comunidades, cada vez más pequeñas y humildes, podemos ser levadura de un mundo más sano y fraterno. Estamos en buenas manos. Dios no está en crisis. Somos nosotros los que no nos atrevemos a seguir a Jesús con alegría y confianza. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Hoy contemplamos en oración, guiados por la Palabra del Evangelio, el misterio del anuncio de la Encarnación que cambio la historia, al mundo. La palabra en este momento suscita en nosotros una gran acción de gracias y al mismo tiempo la conciencia profunda de que cada uno de nosotros tiene un llamado para participar activamente en la obra de la salvación. Se esperaría que nuestra respuesta sea tan clara y decidida como la de María. La salvación no se compra, no se vende: se regala. Nosotros no podemos salvarnos por nosotros mismos: la salvación es un regalo, totalmente gratuito. No se compra con la sangre ni de toros ni de cabras: no se puede comprar. Solamente, para que esta salvación entre en nosotros pide un corazón humilde, un corazón dócil, un corazón obediente. Como el de María. Y el modelo de este camino de salvación es el mismo Dios, su Hijo, que no estimó un bien irrenunciable, ser igual a Dios. El “camino de la humildad, de la humillación” significa sencillamente decir: yo soy hombre, yo soy mujer y Tú eres Dios, e ir adelante, a la presencia de Dios, en la obediencia, en la docilidad del corazón. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, nos reunimos como Iglesia peregrina para celebrar esta Eucaristía, y en ella, agradecer a Dios por todas las bendiciones que ha derramado sobre nuestra comunidad y, también, para poner en sus manos cada una de nuestras vidas. Con estos sentimientos, continuemos con fe esta celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra La Liturgia de la Palabra nos presenta a la Virgen María, como la bienaventurada de Dios, pues ha sido escogida como morada; para que, su Hijo, nazca entre nosotros. Ella nos enseña, a aceptar con generosidad los designios de Dios cuando dice: “yo soy la esclava del Señor: ¡Que se cumplan en mí tus palabras!”. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos, hermanos, al Todopoderoso para que venga en nuestra ayuda y nos conduzca al Reino de su luz y de su paz. Digamos: R. Ven, Salvador nuestro 1. Por la Iglesia y todos sus pastores; para que, hagan de su ministerio un auténtico servicio humilde y sincero. Oremos al Señor. 2. Por los gobernantes de las naciones, quienes velan por el bienestar de los ciudadanos; para que, también sean ellos sembradores de justicia, fraternidad y desarrollo. Oremos al Señor. 3. Por la paz en el mundo; para que, sepamos construir una convivencia fundamentada en la verdad, la libertad, la justicia y el amor. Oremos al Señor. 4. Por los niños que se han quedado sin padres y sin familia; para que, siempre se sientan acogidos y queridos por las personas que están cercanas a ellos. Oremos al Señor. 5. Por todos nosotros; para que, sepamos dar gracias a Dios por los beneficios que nos ha concedido y, para que compartamos generosamente con los demás. Oremos al Señor. En un momento de silencio se pueden añadir nuestras intenciones personales… Oración conclusiva Dios de bondad, recibe estas súplicas que te presentamos firmes en la fe, constantes en la esperanza y gozosos en el amor. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Jue 3 Dic 2020

Predicación Orante de la Palabra / Adviento – Navidad 2020 - 2011

Predicación Orante de la Palabra Tiempo de Adviento – Navidad 2020 - 2011 [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar predicación orante[/icon]

Vie 27 Nov 2020

"Estén atentos, vigilen: pues no saben cuándo es el momento"

Primer domingo de Adviento Noviembre 29 de 2020 Primera Lectura: Is 63,16b-17.19b; 64,2b-7 Salmo: 80(79), 2ac+3b.15-16.18-19 (R. cf. 4b) Segunda Lectura: 1Co 1,3-9 / Evangelio: Mc 13,33-37 I. Orientaciones para la Predicación Introducción En el inicio del tiempo litúrgico del Adviento, la Palabra de Dios nos alienta a ir con el corazón bien dispuesto al encuentro del Señor que viene: * No se trata sólo de la celebración anual del nacimiento del Salvador, sino también de la espera gozosa de su segunda venida en la gloria. * La conversión a Dios es la primera y fundamental disposición para acoger al Salvador. * El Señor nos reitera la necesidad de permanecer “vigilantes”, es decir, que perseveremos cada día en nuestra vida en Cristo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Los capítulos 63 y 64 del profeta Isaías, de los cuales están entresacados los versículos que se han proclamado en la primera lectura, conforman una preciosa oración dirigida a Dios, pidiendo su “vuelta” y su acción para la salvación del pueblo, que muy probablemente está atravesando la experiencia del destierro. Estas palabras señalan un itinerario para ir al encuentro del Salvador, en el que aparecen varias disposiciones del orante: * El reconocimiento de la paternidad de Dios, aun teniendo en cuenta las rebeldías del pueblo. Es muy bella la confesión que cierra la lectura: “Tú eres nuestro Padre, nosotros la arcilla y tú el alfarero; somos todos obra de tu mano”. * La confianza en el amor de Dios, que interviene y actúa en la historia, que salva a sus hijos. Este es el significado de la imagen de los cielos rasgados para que Dios baje. * La conciencia de que, para ir al encuentro del Señor, es necesario el esfuerzo de practicar la justicia, acordarse de sus caminos, volver a él desde el corazón. En la segunda lectura se subraya otra convicción: que la perseverancia hasta el final es obra de la gracia divina en nosotros: “Él -Cristo- los mantendrá firmes hasta el final”. No basta el solo esfuerzo humano, aunque éste sea imprescindible; nuestra perseverancia es primeramente obra de la gracia. En el Evangelio, el Señor nos dice reiterativamente: “velen”. Este imperativo claramente tiene en perspectiva los últimos tiempos, la vuelta del Señor, la cual no nos debe sorprender “dormidos” o “descuidados”. De manera obvia, estas alusiones se refieren a la disposición interior de vivir continuamente la voluntad de Dios, de ser siervos que hacen la tarea que nos ha sido confiada, de estar siempre listos para cuando vuelva el Señor. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? A causa de la pandemia del Covid-19 estamos viviendo momentos de incertidumbre y de muchas dificultades. Desde nuestra fe, en este contexto, el Adviento se nos presenta como un camino de esperanza, que nos encamina para ir al encuentro de Cristo Salvador. Para recorrerlo es necesario que tengamos presente: Las dos venidas de Cristo: Iniciando nuevamente el Adviento, tiempo para preparar nuestra espera del Señor, la Palabra nos recuerda que nuestra vida debe ser una continua peregrinación hacia la casa del Padre. En efecto, generalmente vivimos el Adviento como una preparación para el nacimiento del Niño Dios, pero no se nos debe olvidar la dimensión escatológica que nos pide estar vigilantes para recibir al Señor en su segunda venida. La preparación ha de ser ante todo interior: Es bello y bueno que, en este tiempo, se organicen algunas exteriores que crean un ambiente navideño: luces, árbol, pesebre, decoraciones, regalos, etc. Sin embargo, la primera e infaltable preparación ha de ser en el interior de cada persona, donde Cristo quiere nacer, y desde donde salen las buenas acciones para ir al encuentro definitivo con él. La vigilancia como permanencia en el amor de Dios: Es la invitación central que nos hace hoy el Señor: “velen”. Quiere decir que nuestra vida debe estar siempre centrada en el amor de Dios y el deseo de vivir permanentemente su voluntad. Este “velar”, así como queda expresado en la imagen de los servidores que esperan a su Señor, nos exige mantenernos atentos a los signos de los tiempos, esto es a las realidades que reclaman nuestro compromiso de fe. Dicho de otra manera, no nos podemos descuidar o adormecer pensando que el Señor tarda, llevando una vida descuidada o indiferente frente al amor de Dios. La oración de quien espera: La comunidad cristiana ora en este tiempo de Adviento pidiendo que el Señor “vuelva”; que se abran los cielos y baje, que acontezca el amor de Dios entre nosotros, que toda la humanidad vaya al encuentro de la salvación que el Señor nos trae. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? La oración del profeta Isaías que tenemos hoy en la primera lectura es una magnífica plegaria para prolongar la escucha de la Palabra en este tiempo de Adviento. Como comunidad reconocemos a Dios Padre que nos ama y nos salva, le pedimos discernimiento de los signos de los tiempos y la fortaleza para no errar en el camino que nos conduce a él, le pedimos que no nos distraigamos o adormezcamos en el camino, sino que vivamos despiertos en la espera del Señor. En esta liturgia también podemos manifestar nuestro compromiso de celebrar el nacimiento del Señor con verdadero espíritu cristiano, sin dejarnos distraer por las cosas exteriores o materiales del más importante propósito de nuestra vida que es el de ir permanentemente al encuentro del amor del Señor. Monición introductoria de la Misa Queridos hermanos y hermanas, celebramos el primer domingo de Adviento y el inicio de un nuevo año litúrgico. Recordemos que el Adviento es tiempo de esperanza y alegría, preparación y vigilancia. Dejemos que el Padre nos tome como arcilla entre sus manos y moldee nuestra vida, nuestro ser y nuestro hacer, preparándonos para conmemorar y celebrar la venida de nuestro Redentor. Él, quien viene constantemente a nuestras vidas y a cada uno de nosotros, con el corazón pleno de amor, mostrándonos un camino seguro hacia su encuentro. Prepararemos su venida llenos de gozo y esperanza. Participemos con viva devoción en esta celebración eucarística. Monición a la Liturgia de la Palabra En este primer domingo de Adviento, la liturgia de la Palabra nos muestra la fidelidad del Padre que, desde el principio, a pesar de las infidelidades de su pueblo, lo llama a ser partícipe de la gracia divina a través de su Hijo, Jesucristo. Por Jesús hemos sido enriquecidos en todo y hemos sido llamados a la santidad. Y para poder cumplir con la tarea que el Padre nos encomienda, se nos llama a velar pues no sabemos ni el día ni la hora en que vendrá el dueño de la casa. Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Elevemos nuestra oración confiada a Dios Padre, que nos ha enriquecido en todo por medio de su Hijo Jesucristo, diciendo: R. Que brille su rostro y nos salve 1. Por el Papa Francisco y los pastores de la Iglesia para que, con su palabra y ejemplo, en este tiempo de Adviento, vayan adelante, iluminando y señalando el camino que conduce al encuentro del Señor, roguemos al Señor. 2. Por la Iglesia, para que no se canse de proclamar el Evangelio de Cristo y sea como un faro de luz y esperanza en medio de un mundo que sufre, roguemos al Señor. 3. Por los líderes de las naciones, para que Dios les dé la gracia de trabajar unidos durante este tiempo difícil, para promover la justicia y el cuidado especial de los pobres y vulnerables, roguemos al Señor. 4. Por los enfermos, para que puedan experimentar el poder sanador de Dios en cuerpo, mente y espíritu, mediante el amor y el apoyo de los que los cuidan, roguemos al Señor. 5. Por nosotros aquí reunidos, para que veamos y encontremos en Cristo nuestra riqueza, y viéndola la podamos compartir con aquellos que más lo necesitan, roguemos al Señor. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Padre bueno escucha estas plegarias que te presentamos con fe y esperanza, por mediación de tu Hijo Jesucristo. Que vive y reina, por los siglos de los siglos. R. Amén.

Jue 19 Nov 2020

El Señor es mi pastor, nada me falta

TRIGÉSIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO 22 de noviembre Primera lectura: Ez 34,11-12.15-17 Salmo: 23(22),1-3a.3b-4.5.6 (R. 1) Segunda lectura: 1Co 15,20-26.28 Evangelio: Mt 25,31-46 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Del mensaje de la Palabra de Dios en esta solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, podemos resaltar tres ideas: • El primero, el pastor que se da por sus ovejas; • El segundo, el pastor que alimenta de manera robusta a su rebaño; • Y, el tercero, la prefiguración de la venida del Hijo del hombre, aduciendo a la manera en que el pastor aparta las ovejas de las cabras, para enfatizar la prudencia, nobleza y generosidad de los que reconocen a Dios en sus hermanos. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la literatura bíblica la evocación de la figura de Dios como pastor, recorre gran parte de la Escritura. En efecto, desde el génesis hasta el apocalipsis encontramos a diversos pastores que cumplen con la imperiosa y concomitante labor de custodiar, proteger y guardar el rebaño contra los embates frecuentes de las fieras que buscan acabar con la concordia de las ovejas nobles. Es por ello que, la profecía de Ezequiel no es una excepción, en el universo pastoril de los relatos bíblicos, tanto en el Antiguo como en el Nuevo testamento. Pero ¿quiénes eran, ¿qué hacían?, ¿cómo vivían estos pastores?, figuras protagónicas en la liturgia de este domingo. Ezequiel los va a describir como aquellos que buscan a las ovejas pérdidas o desviadas del rebaño, siguiendo el rastro que ellas dejen; igualmente, los retrata como dedicados a sus ovejas y para ello usa seis verbos: buscar, recoger, vendar, curar, guardar y apacentar. El uso de estas acciones son la respuesta a las inquietudes que surgen sobre la comprensión de la función que tiene un pastor al lado de su rebaño. Prefigurando que, si el pastor es así con su rebaño, pues Dios es muchas veces más misericordioso con sus hijos, así que Dios se desase en amor por la humanidad. El salmo 23 (22) es otra respuesta enfocada a la manera que tiene el pastor de alimentar y pastorear a sus ovejas. De nuevo el escritor de los salmos, presenta al Señor como ese pastor que, al cuidar a su rebaño, retrata a un Dios que conduce, repara, guía, prepara y unge a sus ovejas, es decir, a sus creaturas, como se mencionó en el mensaje del profeta Ezequiel. Por tanto, los autores bíblicos quieren describir a un Dios que está en constante relación y actividad con su obra más excelsa el ser humano. De tal forma que la dignidad de la persona es protegida y cuidada por su propio creador, de allí que la evocación de un Dios pastor, es una remembranza de la preocupación de Dios, enfocada en el cuidado de su pueblo y de sus creaturas. La lectura de la primera carta de San Pablo a los Corintios, leída desde la solemnidad de Jesucristo Rey, presenta a Cristo con todo su poder de resucitado como centro de toda la historia de las salvación y redención del ser humano. Así que Pablo buscaba hacer que Cristo fuera todo en todos, y para ello el apóstol de los gentiles, presenta de manera contundente a Cristo como centro y cabeza de la Iglesia, por ello la imagen del símil del cuerpo, en la misma carta a los corintios, es una invitación a dejar que el Señor sea el centro y dinamizador de la vida de los creyentes. La unidad narrativa del capítulo 25 del evangelio de Mateo culmina con la parábola denominada del «juicio final». En ella hay tres imágenes para profundizar el texto del evangelio en esta solemnidad. La primera imagen es la de un rey sentado en su trono, este puede ser el ícono central del texto, en donde se destaca el poder de un rey en su silla, el juicio es inminente y el rey es categórico en sus acciones. Poder, juicio y carácter son los elementos que en el texto caracterizan a este rey. La segunda imagen a contemplar en el texto, es la del rey ejerciendo su poder de separar lo bueno de lo malo, lo tosco de lo suave, lo salvaje de lo dócil, lo arrogante de lo humilde, es Dios mismo que conoce muy bien sus creaturas y sabe quiénes le han sido fieles y cuáles han desaprobado sus órdenes con la desobediencia, es casi una evocación del Antiguo Testamento, cuando la violencia separa al pastor del sembrador, cuando la desobediencia separa la armonía del paraíso de lo agreste de los alrededores del jardín del Edén; o el sufrimiento de los hijos de Jacob del buen hermano piadoso José, entre otras imágenes de separación con las que los relatos sagrados evocarán la fuerza de la libertad a la esclavitud. La tercera imagen del evangelio, en esta solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, es la de aquellos que reconocieron a Dios por la caridad con la que actuaron con sus hermanos, los mismos que no perdieron de vista la compasión y la misericordia, y que pudieron conjugar la imagen del prójimo con la de Dios, los que descubrieron que la encarnación del Hijo de Dios, es la experiencia más desbordante del amor de Dios por sus hijos, ellos son los que entran en el banquete del Reinado de Dios, los que deponen su vida por la de los demás y en ese vaciamiento de su yo descubrieron el valor de los otros. Estas tres imágenes presentadas por Mateo del rey en su trono, la separación de lo bueno de lo malo y el reconocimiento de la caridad con los más débiles, este es un banquete ofrecido por la palabra del Señor que invita a no perder de vista y a no desperdiciar, los dones que él mismo les da a sus fieles. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Sin duda alguna en la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, se celebra la manera de vivir el «Reino de Dios». Pero, ¿qué es el Reino de Dios o cómo dejar reinar a Dios en la vida? El término «Reino de Dios» no puede ser comparado categorialmente con los rasgos de un reino civil, como, por ejemplo: tronos, cetros, coronas, joyas, lujos, cortes, títulos, propiedades, ejércitos, reconocimientos, entre otros elementos propios de los reyes creados por sistemas políticos y regentados hasta la actualidad. Cuando en el cristianismo se hace referencia al «Reino de Dios», no se habla de un lugar concreto, bíblicamente se está haciendo referencia a la manera en que se deja reinar a Dios en la persona y en la comunidad. De este modo, cuando Dios es el que reina en la vida, el interrogante que salta a la vista es: ¿De qué manera le permitimos a Dios ser el dueño de nuestras vidas? ¿Cómo abrir el corazón y la mente para dejarse habitar por Dios? Dejar reinar a Dios es permitirle a Él encarnarse en la vida e historia de las personas y de su pueblo. Pero ¿qué implica vivir las dimensiones del Reino de Dios en la vida del creyente? En una lectura de los textos de los evangelios, hay una manera implícita, una forma de ser, una forma de vivir y de entender cuál es la experiencia de Dios. Pues, el Hijo de Dios que se hizo hombre, derrumbó los muros impuestos por la ley, creando puentes de caridad, de misericordia, de justicia y de inclusión, por ello vivir desbordados por los demás, es dejar que el Señor se manifieste de manera real en los valores que proclama el evangelio y que todos los cristianos están llamados a vivir. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Dejar reinar a Dios es disponerse a discernir, ¿cuáles son las mociones que nos llevan a dejar que los valores del Reino de Dios se conviertan en el anuncio de la Buena Nueva de los evangelios en nuestras comunidades? El papa Francisco lo recalca diciendo: “[…] el Reino de Dios es silencioso, crece dentro. Lo hace crecer el Espíritu Santo con nuestra disponibilidad, en nuestra tierra, que nosotros debemos preparar”, de esta manera, el Señor es el que permite restablecer aquello que Dios quiere que se siga revelando y actualizando en los actos cotidianos de la vida, aprendiendo a descubrir los signos de los tiempos. De este modo la temática fundamental del juicio es el amor expresado hacia los más necesitados y vulnerables de la comunidad. Por ello, no serán suficientes las palabras de consuelo, se hace necesarias las acciones concretas porque “[…] cuando el hombre se siente verdaderamente amado, se siente llamado también a amar”, señala el Papa Francisco hablando sobre la ternura. Es así como el juicio del evangelio de Mateo es una llamada de atención al amor, a la ternura de Dios, a la caridad fraterna, al reconocimiento de Dios hecho hombre por la humanidad y en la humanidad. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa La celebración de la eucaristía en este domingo es una oportunidad de cerrar el año litúrgico pensando en, ¿cómo he dejado reinar a Dios en mi vida? Y al tiempo disponernos a pensar cómo dejaremos reinar a Dios en nuestra vida a partir de esta celebración. Por ello, bienvenidos a este banquete de amor fraterno, en donde Jesús mismo nos invita a reconocerlo en los más frágiles y necesitados de la sociedad. Dispongamos nuestro corazón y mente para vivir el amor del Señor, presente en nuestro prójimo. Monición a la Liturgia de la Palabra El Señor es nuestro pastor eterno, él cuida, protege, cura y alimenta a su rebaño, la Palabra de Dios en esta solemnidad es gran alimento que conforta, vigoriza, nutre y fortalece. Dejemos que el Señor nos apaciente con lo más nutritivo de su mensaje de amor para esta celebración. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Elevemos nuestras súplicas a nuestro Padre misericordioso para que, desde su bondad de Dios de amor, sean atendidos todos nuestros clamores de pueblo santo y digamos: R. Rey del universo escucha nuestra oración 1. Por el Papa para que siga mostrando a su Iglesia la manera de dejar reinar a Dios en los corazones de quienes lo aceptan y acogen con amor. Oremos al Señor. 2. Por la Iglesia para que en esta solemnidad se disponga a dejar reinar al Señor en las obras de caridad para con los más necesitados. Oremos al Señor. 3. Por todos los gobernantes para que trabajen por el bien común y promuevan la dignidad humana especialmente en los territorios más abandonados de la atención estatal. Oremos al Señor. 4. Por los que aún no reconocen a Jesucristo como Rey y Señor, para que encuentren en el camino pastores buenos que los conduzcan al rebaño de Dios. Oremos al Señor. 5. Por nuestra comunidad parroquial, para que sigamos promoviendo actitudes de protección y cuidado de la casa común y allí dejemos reinar a Dios con nuestros gestos de solidaridad. Oremos al Señor. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Acoge Padre de bondad estas súplicas que te dirigimos con esperanza, en esta solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

Mié 11 Nov 2020

"La espera del retorno del Señor es el tiempo de la acción"

TRIGÉSIMOTERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 15 de noviembre Primera lectura: Pr 31,10-13.19-20.30-31 Salmo: 128(127),1-2.3.4-5 (R. 1a) Segunda lectura: 1Ts 5,1-6 Evangelio: Mt 25,14-30 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Ideas fuerza que nos ofrece la Palabra de Dios: • Los cristianos están llamados a vivir preparados y dispuestos para dejar que Dios se revele en sus vidas. • Es importante la guarda del respeto y del amor, como interpretación y vivencia del temor de Dios. • Es necesaria la decisión, disposición y administración del Reino de Dios, para heredar la vida eterna, a través de la imagen del banquete festivo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El último capítulo del libro de los proverbios está dedicado a destacar las virtudes y el valor que significa los dotes de una mujer en el contexto de un libro que está basado en las enseñanzas de carácter religioso y moral, que anticipan el plan de preparación virtuoso del que Pablo le habla a la comunidad de Tesalónica, casi como un presagio de la disposición en el contexto cristiano a la parusía. Mientras que el evangelio de Mateo en el capítulo 25 narrará tres parábolas (las 10 vírgenes, los talentos y el juicio final), en este domingo -XXXIII del tiempo ordinario-, la liturgia nos invita a detenernos en la «parábola de los talentos» y en ella, el evangelista nos insta a observar con atención el ejemplo de los tres siervos que ajustan su relación con el amo por medio de la administración de sus talentos, recordando así la vocación al servicio, propia de la vida cristiana. Los cristianos están llamados a vivir preparados, dispuestos y dedicados a dejar que Dios se revele en sus vidas. Por ello las virtudes que el libro de los Proverbios muestra en la mujer que, con su manera de ser, honra y hace magna la vida del hogar, ponen de manifiesto, lo que el autor sapiencial repite en la descripción de la mujer. El texto reiterará y centrará las acciones que ella puede hacer por medio de sus manos; por ello en la destreza y sostén para manejar lo material, el texto le dará un reconocimiento a la habilidad que tiene ella para manejar el hogar. Mientras que, en la relación con los más necesitados, la mujer hacendosa, abre y extiende sus manos, porque en su corazón siempre hay generosidad y bondad para darle a los demás, aquello que hace parte de sí misma. De esta manera la mujer debe ser exaltada, porque por su capacidad de hacer las cosas con sus manos, ella se convierte en un ejemplo para la comunidad y no sólo para su casa. La recitación del salmo 127 con el estribillo: «dichoso el que teme al Señor», le recuerda al creyente la importancia de guardar respeto y amor, como interpretación del temor, más allá de la comprensión primaria de asociarlo con el miedo. De allí que el recuerdo para que el hombre obtenga la bendición, por parte de su Dios, viene a ser la prosperidad por siempre como promesa que Dios cumple en quienes lo honran y buscan con sincero corazón. La unidad narrativa del evangelio de Mateo en el capítulo 25 contiene tres parábolas en las que se destacan tres verbos para acoger el Reino de Dios, disponer, administrar y heredar. Sin embargo, para este domingo, la parábola sobre la que recae la liturgia es aquella de los talentos. Ella relata la decisión que toma un hombre que, al partir al extranjero, confía sus bienes a tres de sus sirvientes. La parábola de los talentos es desafiante porque confronta al lector con la capacidad que tienen los siervos escogidos para administrar los talentos que les han distribuido. El amo para asignar los talentos debe conocer muy bien las facultades y capacidades que los siervos tienen porque sólo así les podrá dar según su capacidad de administrar aquello que les será confiado. El texto pone de manifiesto que, no sólo el amo, conoce a sus siervos, sino que ellos también conocen muy bien a su amo. Por ello hay en los siervos comprometidos una moral de responsabilidad que los lleva a ser merecedores de aquellos decoros que provienen de su patrón; de allí que el entrar en el banquete de su Señor se convierte en el mayor premio obtenido por aquellos administradores honrados y buenos. La infelicidad de aquel que, por miedo al amo, entierra el talento recibido, deja en claro, que no se hace merecedor del banquete del amor que su señor ha reservado para los que han renunciado a la pereza y desidia, sino que, al contrario, se hacen dignos del premio y herencia de su señor, solo aquellos que vencen la desidia como una tentación constante a no querer hacer nada por los demás. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La palabra de Dios en este domingo nos recuerda que el cristiano es siervo del Señor, y que tal y como la mujer del libro de los Proverbios, administra bien sus dones por medio de las obras de sus manos, de la misma manera el Señor pone su confianza en las capacidades que cada uno de sus siervos tiene. Él es el Señor de la vida quien conoce bien a cada uno de los que asumen su compromiso como siervos del amor. Es así como cada servidor está llamado a no compararse ante los otros, sino que debe, reconocer aquello con lo que Dios mismo lo ha dotado y responder a su vocación con generosidad y bondad. De este modo, la labor del siervo es reconocer que debe dar buenos fruto y que sus dones los debe poner al servicio de los demás, teniendo en cuenta su entorno. Por tanto, rechazar el don es enterrar el talento del servicio y disponibilidad a salir de sí para darse a los demás. En la esperanza de una segunda venida del Señor como lo dice Pablo, los talentos que nos vienen de Dios no son para sí, al contrario, deben contribuir con la esperanza y la alegría que tenemos de acoger y dar fruto, desde el servicio, en favor de los más vulnerables de la sociedad, tal como lo invita constantemente a vivir el Papa Francisco, especialmente, con su ejemplo de acogida a los migrantes. Si aceptamos y estimamos la vida como un tesoro invaluable, tendremos que reconocer que somos portadores de muchos talentos y que, como lo reitera el Papa Francisco, es importante no encerrarse en sí mismos, enterrando el propio talento, las propias riquezas espirituales, intelectuales, materiales, todo lo que el Señor nos ha dado, sino abrirse, ser solidarios, tener cuidado de los demás (Cfr. Catequesis, 24 abril 2013). De esta manera el cristiano busca cómo vivir de una forma libre y disponible el amor que viene del Señor, para compartir con los demás lo mejor de sí como una consecuencia del amor a Dios, a través de los demás y en sus respectivas comunidades. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Este domingo es un espacio privilegiado para pedirle al Señor que renueve en cada cristiano, la capacidad de entender el valor que proviene de los talentos o dones recibidos, por la gracia del amor a Dios y por medio del servicio. Los frutos abundantes del servicio del siervo honrado y cumplidor estimulan al siervo a seguir dando frutos desde sus capacidades. Solo cuando el siervo se abre a la obediencia hacia el amo, extiende su bondad sobre los demás en quienes reconoce el amor de su Señor y Dios. Por tanto, insistirá el Papa Francisco que en consonancia con el apóstol Pablo "la espera del retorno del Señor es el tiempo de la acción. Nosotros somos el tiempo de la acción, tiempo para sacar provecho de los dones de Dios, no para nosotros mismos, sino para Él, para la Iglesia, para los otros, tiempo para tratar siempre de hacer crecer el bien en el mundo" (ídem) II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Este domingo todos estamos llamados por Dios a vivir en comunidad el misterio de su amor por medio de la celebración de la eucaristía. Sean todos bienvenidos al banquete del amor pascual, en donde todos estamos llamados a dar lo mejor de sí, para el bien de la comunidad y así poder darle cumplimiento al mandato del Señor de amarnos todos como hermanos. Dispongamos nuestros corazones para acoger con alegría los dones que el Señor nos dará con su palabra y su pan partido y repartido con amor. Participemos con fe. Monición a la Liturgia de la Palabra La escucha de la Palabra de Dios en este contexto celebrativo nos invita a reflexionar sobre nuestras obras y la respuesta que le damos al Señor por medio de la comunidad, en la justa y recta administración de los talentos que hemos recibido de su bondad. Que esta liturgia de la Palabra nos siga disponiendo a la espera gloriosa de la segunda venida de nuestro salvador. Escuchemos con el corazón y la mente abierta el mensaje que nos trae el Señor. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos por las necesidades de la Iglesia y del mundo entero, para que nuestro Padre amoroso escuche las súplicas de su pueblo y nos prodigue lo que, por su voluntad, sea para el bien de todos y digamos: R. Padre misericordioso escucha nuestra oración 1. Por el Papa y todos los obispos para que sean ejemplo de servicio en nuestras comunidades y, así, todos busquemos dar lo mejor de nosotros mismos por el bien de la comunidad. Oremos al Señor. 2. Por la Iglesia para que, a ejemplo de la mujer virtuosa del libro de los Proverbios, busque ser protectora de la vida y ejemplo para la sociedad, en el servicio y el amor por los más necesitados. Oremos al Señor. 3. Por los gobernantes de nuestro país, para que no desperdicien los dones que les han sido otorgados para administrar y trabajar por el bien común y, desde el servicio, multipliquen sus obras a favor de la vida. Oremos al Señor. 4. Por los que sufren y pasan necesidad, para que experimenten la fuerza de Dios y la solidaridad de los creyentes, y no se dejen vencer por las dificultades. Oremos al Señor. 5. Por nuestra comunidad para que sea dócil a la escucha de la Palabra y sirva con la alegría del amor de Dios presente en su corazón. Oremos al Señor. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Escucha Padre de misericordia las súplicas que te dirigimos con fe y esperanza Te lo pedimos por el mismo Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Mié 4 Nov 2020

“Mi alma está sedienta de ti, Dios mío”

TRIGÉSIMOSEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 8 de noviembre Primera lectura: Sb 6,12-16 Salmo: 63(62),2.3-4.5-6.7-8 (R. 2b) Segunda lectura: 1Ts 4,13-18 Evangelio: Mt 25,1-13 I. Orientaciones para la Predicación Introducción • La búsqueda, la espera y la vigilancia, son categorías existenciales de la vida cristiana. • La búsqueda del Señor y de la sabiduría son el camino para una vida en plenitud. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? “Mi alma está sedienta de ti, Dios mío”, resonaba en la proclamación del salmo y de esa manera se convierte en instrumento eficaz para entrar en la comprensión y apropiación de esta Palabra. Tanto el contenido del libro de la Sabiduría como el texto del Evangelio de Mateo nos presentan la idea de la búsqueda, de la espera y de la vigilancia como categorías existenciales de la vida cristiana. La búsqueda del Señor, como la búsqueda de la sabiduría, son el camino para una vida en plenitud; en este camino ambos (Jesús y la sabiduría) se dejan encontrar y son esperados con vigilancia. En el contexto de la etapa final del año litúrgico, esta Palabra se convierte en lámpara para saber buscar y saber esperar el don de Dios que da sentido a la vida del cristiano. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Apropiarse de la Palabra y dejarla resonar en el corazón implica tener un encuentro personal y comunitario con ella para que toque e ilumine aspectos fundamentales de la existencia del hombre. Como ayuda pueden plantearse los siguientes interrogantes: ¿Me siento preparado para el encuentro con el Señor? ¿Qué cosas concretas estoy haciendo para estar en vela y preparado para cuando el Señor venga? ¿Con qué clase de aceite estoy preparando mi lámpara? En medio de los afanes y circunstancias actuales, muchas veces parece que los seres humanos se creen eternos en esencia y de lo que más se huye es de la muerte y por ello, del encuentro con el Señor. Hoy es una oportunidad para insistir en la necesidad de estar preparados, dispuestos y vigilantes porque en cualquier momento puede llegar al termino de nuestra vida, siguiendo las palabras del Señor, a la hora que menos lo piensen llegará el Hijo de Dios. 3.Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Estamos en el domingo XXXII del Tiempo Ordinario y ya se ha hecho explícito el mensaje escatológico y la necesidad de saldar las deudas y abrocharse los cinturones en el compromiso de una vida cristiana que testimonie la disposición para acoger al Señor cuando venga. Por eso unidos a la oración de la Iglesia en este domingo suplicamos al Señor: “Dios omnipotente y misericordioso, aparta de nosotros todos los males, para que, con el alma y el cuerpo bien dispuestos, podamos cumplir libremente tu voluntad.” (Oración colecta, Misal Romano p. 322). La eucaristía es la Cena del Señor y en ella pregustamos la gloria eterna, por ello debemos saber entrar a este banquete al que hemos sido invitados. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Con las lámparas encendidas y el corazón en vela hemos venido a este banquete, ansiosos de alimentarnos de la Palabra y del cuerpo y sangre de Cristo. Dejemos que la Eucaristía sea hoy la celebración de la comunidad en la fe y que juntos podamos seguir en la búsqueda de la verdadera sabiduría. Participemos activamente. Monición a la Liturgia de la Palabra Búsqueda, vela, espera, son palabras que marcan hoy nuestro encuentro con la Palabra. Abramos nuestro espíritu para que ella sea nuestro juez y nos motive a la conversión verdadera para saber esperar al Señor. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Con las lámparas en nuestras manos, presentemos nuestras oraciones al Padre y digamos: R. Atiende, Señor, nuestra oración 1. Para que el Papa y todos los ministros de la Iglesia sepan conducir al pueblo santo en la espera y búsqueda de su Señor. Oremos. 2. Para que los gobernantes sean fieles al mandato recibido y promuevan la paz y la justicia en todos los lugares. Oremos 3. Por los que sufren y viven tristes, para que la lámpara de sus esperanzas no se apague y se vea alimentada con el aceite de la fraternidad. Oremos. 4. Por nosotros y la comunidad cristiana, para que estemos siempre preparados al encuentro del Señor, con obras de misericordia y de justicia. Oremos. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Atiende, Padre santo, las oraciones confiadas de tus fieles, Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Mié 28 Oct 2020

Dios nos hace un llamado a todos a la santidad

SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS 1° de noviembre Primera lectura: Ap 7,2-4.9-14 Salmo: 24(23),1-2.3-4ab.5-6 (R. cf. 6) Segunda lectura: 1Jn 3,1-3 Evangelio: Mt 5,1-12a I. Orientaciones para la Predicación Introducción • Dios nos hace un llamado a todos a la santidad. • Somos peregrinos, vamos caminando hacia Alguien que es en verdad definitivo; nuestra vida es un constante caminar en busca del Señor, nuestro corazón lo anhela. • Quien busca al Señor deberá esforzarse, seguir caminando y experimentar en la cotidianidad de su vida que a los valores del Reino se oponen varios valores del mundo de hoy. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la celebración de la solemnidad de Todos los Santos, la liturgia de la Palabra nos recuerda el llamado que Dios nos hace a la santidad, por eso el texto de la Sagrada Escritura que prevalece con fuerza es el relato de las bienaventuranzas, que son el proyecto que Jesús tiene para que todos nosotros seamos perfectos como el Padre es perfecto, para que seamos semejantes al mismo Jesús, así nos los recuerda la segunda lectura de la primera carta de San Juan: “Sabemos que cuando Él se manifieste seremos semejantes a Él y lo veremos tal cual es” (1 Jn 3, 2). Los textos de la Palabra de Dios para esta solemnidad nos recuerdan que vamos caminando, que somos peregrinos y que hay Alguien que es en verdad definitivo, por eso cantamos en el salmo: “Este es el grupo que busca la Señor” (Sal. 23, 6), nuestra vida es un constante caminar en busca del Señor, nuestro corazón lo anhela, así mismo lo expresa el libro del Apocalipsis: “Estos son los que vienen de la gran tribulación y han lavado sus vestidos y los han blanqueado en la sangre del cordero” (Ap. 7, 14). En definitiva, quien busca al Señor deberá esforzarse, deberá seguir caminando y experimentando en la cotidianidad de su vida que a los valores del Reino se oponen varios valores del mundo de hoy, pero que cuando caminamos debemos pensar, sobre todo, en la meta, Cristo, que es el que nos hace felices, el que nos permite vivir en la comunión de los santos, es decir en la vida de la Iglesia. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Los discípulos del Señor tenemos que aceptar en nuestras vidas el proyecto de Dios, que supera cualquier expectativa, pues los valores del Reino siempre estarán vigentes; quienes fueron detrás de Jesús y aceptaron su proyecto nunca quedaron defraudados, experimentaron sacrificios y grandes esfuerzos, pero Dios cumplió su promesa. La promesa de la vida feliz y plena es una realidad cuando abandonamos los proyectos caducos que nos trazamos personalmente y aceptamos el del Señor que nos hace pasar por la cruz del sufrimiento y el sacrificio para llegar con Él a la gloria del cielo. El llamado a la santidad que Dios hace a través de su Palabra les permite a los discípulos entender que aceptando el proyecto de Dios siempre estaremos en contravía del mundo, pero será en estos momentos de testimonio, de instauración del Reino de Dios donde seremos santificados y gozaremos de la felicidad que solo puede darnos Dios, que no solo nos da la vida, sino que la plenifica y la restaura. Dios no nos enseña un camino fácil, nos enseña a elegir el único Camino, el camino que da la vida, es decir, Cristo mismo. La celebración de la Solemnidad de todos los santos nos llena de mucha fe y esperanza al saber que en unas personas podemos ver cumplidas ya las bienaventuranzas, esto significa, entonces, que cada bautizado, aceptando el proyecto de Dios, puede participar de la comunión de los santos mientras peregrina en esta tierra. Pero ¿cuál es en realidad el proyecto que Dios nos traza en las bienaventuranzas? El proyecto del Señor es aquello en lo que debemos trabajar cada día para ser semejantes a Jesús, el Hijo amado de Dios (1 Jn. 3, 2). Con las bienaventuranzas el Señor nos está diciendo cómo son sus discípulos, nos cuenta cómo se ven y qué hacen. Los discípulos del Señor son: pobres de espíritu, mansos, saben llorar el dolor propio y el de los demás, viven con hambre y sed de justicia, son misericordiosos, tienen limpieza de corazón, trabajan por la paz y saben afrontar las dificultades que trae el seguimiento de Jesús. Cuánto tiene para decirnos el Señor con este proyecto en la realidad en que vivimos hoy, sobre todo en nuestras familias, nuestros trabajos y nuestra patria; pequeños espacios rodeados de corrupción, deshonestidad, mediocridad, viviendo en la ley del menor esfuerzo. Cómo es de suave y dulce a nosotros hoy esta Palabra de Dios, que nos hace entender que las cosas valiosas de la vida solo pueden conseguirse con esfuerzo, que la vida, la paz y la libertad, los dones más preciados que tenemos como bautizados, solo pueden vivirse aceptando el proyecto de Dios, que no es un proyecto que lleva al vacío, sino que dignifica a todo ser humano. Esta Palabra de Dios debe ayudarnos a pensar en la necesidad que tenemos todos de limpiar nuestros corazones; “Dichosos los limpios porque ellos verán a Dios”: Aceptar a Dios en nuestras vidas es la única manera para purificar nuestras malas intenciones, para salir de esos escenarios de angustia, de corrupción, de infidelidad, de maldad, de pobreza espiritual. Solo Dios puede purificarnos de los más perversos anhelos y afanes desenfrenados y malintencionados, solo la Palabra de Dios puede cuestionarnos por dentro, entrar en nosotros y remover aquellas oscuridades e incertidumbres en las que a veces vivimos por puro egoísmo. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? El Papa Benedicto XVI decía: “Discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo Él nos salva (Hch 4, 12). En efecto, el discípulo sabe que sin Cristo no hay luz, no hay esperanza, no hay amor, no hay futuro” (Discurso inaugural Aparecida). Efectivamente, sin Cristo estamos perdidos, nos sumergimos en un mundo de angustia y de sin sentido en la vida. Solo aceptando la vivencia en la comunión de la Iglesia, la propuesta amorosa y salvadora de Dios podremos encontrar respuestas para seguir caminando con decisión. Precisamente la oración colecta para esta Solemnidad de todos los santos nos recuerda que la intercesión de éstos es para nosotros un camino que nos permite alcanzar de Dios la misericordia y el perdón, paso fundamental para poder sentirnos en la comunión de los santos que profesamos con tanta fe en el credo; dice la oración: “Te rogamos, por las súplicas de tan numerosos intercesores, que en tu generosidad nos concedas la abundancia deseada de tu gracia”; además el prefacio nos recuerda que unidos en la eucaristía, vamos caminando alegres hacia la patria futura: “Hacia ella, peregrinos, nos apresuramos jubilosos, encaminados por la fe y compartiendo la alegría de la Iglesia por la glorificación de sus miembros más eximios, en quienes nos concedes ayuda y ejemplo para nuestra debilidad”. Que como María, la Madre del Señor, la primera discípula, la que va delante en la comunión de los santos, seamos capaces de aceptar el proyecto de Dios por encima del nuestro, para que alegres anunciemos las maravillas que Dios hace en nosotros cada día. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa En esta celebración eucarística se hace realidad lo que en cada solemnidad expresamos cuando profesamos la fe: “creo en la comunión de los santos”. Peregrinos en este mundo, celebramos el amor y la misericordia de Dios que nos alimenta con la Palabra y el Cuerpo de su Hijo amado; por eso sintámonos, desde ya, unidos a la Iglesia celeste que intercede por nosotros en la comunión de los santos. Dispongámonos con fe a participar con alegría en la eucaristía. Monición a la Liturgia de la Palabra “Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios”. A través de su Palabra Dios se hará carne en nosotros para purificar nuestros corazones, por eso estemos atentos como verdaderos discípulos para escuchar con fe y acoger con compromiso, el proyecto que Dios tiene para sus fieles. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos a Dios Padre, creador del universo entero, para que en comunión con todos los santos del cielo alcancemos bendiciones en esta tierra y digamos confiados: R. Padre de la vida, escúchanos 1. Por la Iglesia santa de Dios, para que siempre se conserve unida en la oración y así sea luz para todo el mundo. Roguemos al Señor. 2. Por los gobernantes de todos los pueblos, para que fomenten siempre la dignidad humana con proyectos de justicia y de paz. Roguemos al Señor. 3. Por todos los enfermos de nuestra comunidad y por todos los que sufren, para que la oración que hacemos en la comunión de los santos los llene de consuelo, de esperanza y de salud. Roguemos al Señor. 4. Por nuestra comunidad parroquial para que aceptando el proyecto de las bienaventuranzas que Jesús nos propone podamos alcanzar la patria celeste y la participación plena en la comunión de los santos. Roguemos al Señor. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Padre de todo lo creado, escucha estas súplicas de Tu Iglesia, que peregrina en esta tierra anhelando la patria celeste. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.