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Opinión

Lun 14 Feb 2022

Volvernos territorios democráticos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - En este año electoral nos sentimos desbordados por las realidades que se vienen dando en el mundo y en el país. La crisis sanitaria La crisis sanitaria, por el desencadenamiento sistemático de virosis y pandemias cuyas causas reales y colectivas no se desvelan con objetividad ni se afrontan aún, afecta todas las áreas de la vida humana. Los efectos y el control sobre el contagio requirieron un esfuerzo gigantesco y rápido para producir vacunas, que ya van hacia una cuarta dosis. Esfuerzos que aún deben ser correspondidos, sin falta, por toda la población, accediendo a vacunarnos y manteniendo medidas de bioseguridad. Por crisis sanitaria entendemos no sólo la producida por el COVID y sus mutantes. Hay muchos aspectos de nuestra realidad en acceso a la salud y manejo del sistema en Colombia, que pone en evidencia la pérdida del control público y privado del bien de la salud, su cobertura, su calidad y seguridad, la crisis por corrupción en la gestión de EPS, que generan la inviabilidad de “los hospitales de los pobres”, como el San Juan de Dios de Cali. Cuidar la salud humana y cuidar la salud del ecosistema son también esfuerzos que requieren articularse en contenidos y formas. El cambio climático Como un tsunami, el calentamiento global, causado por las actividades humanas que elevan la temperatura de la atmósfera y de los océanos, provocando el efecto invernadero, obliga a toda la humanidad y a los países mayormente responsables a una carrera contrarreloj por el cambio climático. En pocos años tendremos que pasar de los hidrocarburos a limpias y renovables fuentes de energía. Toda nuestra movilidad, nuestro hábitat y modos de producción se someten a calendarios de transformaciones precisas, si queremos recuperar el planeta, sus ecosistemas y su biosfera. El “cuidado de la casa común”, de los recursos naturales y de todo el medio ambiente y los entornos en que habitamos y actuamos, es tarea que obliga a cada persona, desde el niño hasta el anciano, exigiendo educarnos y disciplinarnos en esta materia. Como individuos, como ciudad y país, como Iglesia educadora, tenemos que conocer los pasos a dar en cada campo, desde el uso de energía solar hasta carros eléctricos, desde limpieza colectiva de canales y vías, hasta suspensión y cambio de productos y empaques no biodegradables. Una pastoral de la tierra y del territorio, un compromiso cristiano y comunitario, permanente, con este propósito, exige empeño y voluntariado de feligresías y de sectores socio ambientales, en la jurisdicción geográfica de nuestras parroquias. Armas, armados y violencia creciente Hace más grave aún la situación, y acongoja el alma de todos, la pobreza que se vuelve miseria y la violencia que se convierte en armamentismo y reclutamiento, en rebatiña de cuerpos armados por el control territorial, perdiendo la fuerza de la razón, del derecho y de la palabra. La tragedia que viven nuestras regiones, los indígenas y poblaciones negras, los campesinos y fronteras, las zonas periféricas urbanas, los torrentes migratorios que deambulan por Colombia, es horripilante. Una pastoral que anuncie la No Violencia de la Cruz de Cristo, que proclame y cultive el respeto por toda vida humana y por la vida humana toda, desde el óvulo fecundado hasta las cenizas del cuerpo y la soberanía del espíritu sobre la materia, es prioritaria en esta cultura de fuerza y eliminación genocida de seres humanos. La vida humana como propiedad de Dios y responsabilidad de los progenitores, de las sociedades y de todos los estados del mundo, debe ser la inspiración de toda ley y de todo proceso educativo. ¿Cómo hacerla lucha y causa de cada creyente y de toda comunidad eclesial? En nuestra realidad nacional, este panorama de violencia y de pobreza que se vuelve miseria se hace más dramático aún con las economías ilícitas y el narcotráfico, lo mismo que con la corrupción y abusos del poder público para enriquecerse. Sistema político clasista A ello se le suman el centralismo autoritario y la incertidumbre de vivir atrapados por un sistema político que se cierra, de modo intransigente y represivo, a toda transformación estructural por la inclusión masiva de población en tierra, trabajo y empleo, vivienda digna, ingreso garantizado, oportunidades universales y ciertas, protección a la vida humana, a la célula familiar, a la paz y convivencia civil como tarea de la fuerza pública en vez del fomento a la guerra interna y armamentismo por supuestas amenazas externas. Esto convierte al modelo colombiano en un blindado poder plutocrático, del dinero y lo financiero, de acumulación ilimitada y feroz de bienes y capitales, recurriendo a despojos y muertes, a la “compra venta” del estado por maquinarias burocráticas y contratantes. Como Iglesia católica, no podemos anclarnos en conveniencias políticas o diplomáticas, sin un claro profetismo de evidenciar la realidad y proponer alternativas de inspiración en el Evangelio y en la Soberanía del Amor, entendido como “Amor de la Cruz”, no exento de rechazo y persecución, incluso de martirio. Un país donde el mismo DANE (Departamento Nacional de Estadísticas), señala que más de 22 millones de personas tienen que pasar el día con menos de 10 mil pesos, y en donde las cifras de violencia, corrupción, informalidad y criminalidad son tan espantosas, no pueden “domesticar” el cristianismo como mera religiosidad popular o mero pulular de Iglesias biblicistas, algunas como partidos electorales y adheridas a las fuerzas intransigentes de nuestra sociedad. Año de elecciones y nuevo Gobierno No es un contexto alentador el nuestro, enmarcado en procesos geopolíticos de vecindad continental que presionan a que la vía electoral sea en Colombia una trasparente posibilidad de cambio pacífico y democrático. En este marco proceloso entramos en el año electoral 2022. Y vivimos la realidad urbana, regional y nacional, que aún resuena con los dolorosos enfrentamientos y muertos entre civiles y policías, los ataques a militares y de ellos a cuerpos armados ilegales, los bloqueos y daños graves a bienes sociales y públicos. Duelen, a más no poder las violencias y masacres agudizadas en territorios como Arauca y toda la gran frontera con Venezuela, el Pacífico y Suroccidente, Bajo Cauca y otras regiones. Violencias que denuncian un gigantesco poder armado que muta sus apariencias y actúa con planes de exterminio sistemático y acciones terroristas de miedo y amenaza. En este contexto es más importante el votante que el voto, la voluntad de cooperar en propósitos colectivos de supervivencia, solidaridad y paz, que las afiliaciones y los carnets partidistas. La democracia se vuelve más asamblearia y horizontal que meras filas ante las urnas y espera de resultados, más por nombres y pactos “históricos” entre aspirantes al poder, que pactos sociales y populares entre quienes deben concertar cambios y transformaciones territoriales. Asistimos más al sainete de peleas y ofensas que a la escucha de las poblaciones en los territorios, las propuestas sociales de cambio y los programas de gobierno propuestos. “Veo un gran bosque de candidatos y un enorme desierto de propuestas”, decía al respecto el Arzobispo de Bogotá, monseñor Rueda Aparicio. Cambiar de camino Cuando arrecian crisis como las que viven nuestras comunidades y Consejos Comunitarios del Bajo Calima y Cuencas de los ríos sobre el Pacífico, sólo queda esta certeza de que la masa social popular, ajena a armados, a plataformas ideológicas y a partidos políticos de confrontación, fortalezcan sus vínculos para la supervivencia colectiva. Hay que unir hacia dentro de los territorios y hacia afuera de las autonomías, una verdadera red de salvamento y resistencia comunitaria, fortaleciendo vínculos comunicacionales, solidarios y fraternos con las otras comunidades, tejiendo solidaridades regionales y nacionales. entre las poblaciones urbanas y las periféricas. En otras palabras, llega la hora en que más que electorado tradicional vamos a tener que volvernos un sujeto colectivo en cada territorio y ciudad, un pueblo que rehace sus discursos y actitudes sociales y se reorganiza para no recurrir ni al desplazamiento forzoso, ni a huir del país, ni a caer en la trampa de matarnos unos a otros, dejando empoderar de los territorios a hordas armadas e intereses oportunistas sobre ellos. A este propósito es indispensable la unión de ejes sociales e institucionales, de gobiernos locales, Iglesia o Iglesias, empresarios, Academia y Comunidad Internacional, que conciten al encuentro, a la confianza en la vía del diálogo y la concertación, del acuerdo y el consenso, al reconocimiento del otro, la interlocución y el consenso. Muchas poblaciones indígenas, negras y campesinas tienen bases y experiencia, capacidad instalada, saberes y conocimientos acumulados que los han hecho y harán fuertes ante esta oleada de nuevas violencias y multiplicación estratégica de actores armados para desestabilizarlos y debilitarlos. Requerirán del apoyo humanitario y la mano tendida de gobiernos y sociedades locales y regionales, así como del invaluable acompañamiento y el aporte de recursos que ha venido haciendo la Comunidad Internacional. Que esta “campaña electoral” no sea capitalizada por las violencias que quieren el caos, supuestamente para derribarlo todo y comenzar de nuevo, como predicaron los falsos idearios de la “lucha armada”, ni por las violencias intransigentes y sangrienta a de quienes están dispuestos a todo y al “todo vale”, con tal de que nada les cambie y se mantengan sus intereses, sus modelos, sus abusos. Ni mucho menos por las violencias y bombazos de los capos del narcotráfico, ajenos a toda consideración humana y social, que quieren volver el mundo un gran supermercado de sus alucinógenos y alucinadas idolatrías del dinero. Llamado a una nueva democracia Los llamamos a unirnos en aras de que sobrevivamos todos y sobreviva nuestra nación como patria digna, civilizada y con futuro. Dios no nos habla ahora tanto por medio de discursos. En esta Torre de Babel de estos tiempos, en estos “diluvios universales” nos habla por medio de las realidades. Ellas son los “profetas” y “los signos de los tiempos” que necesitamos escuchar todos. Es a ellas a las que hay que escuchar, para que así estemos dispuestos a escucharnos unos a otros, a recoger todas las propuestas pacíficas, a llegar pronto a los propósitos comunes y a definir los proyectos colectivos y prioritarios en cada territorio y ciudad. Una democracia de realidades asumidas y de unidad en las diversidades, de igualdad en la común dignidad humana y de consensos en el bien común, el desarme social, la paz y el desarrollo armónico, será la que ponga al centro el derecho y el respeto por toda vida y por la vida toda. Es la “democracia horizontal “más que la vertical y centralista. Que se centra en el ejercicio territorial, de calles, veredas e instituciones, más que en conceptos de derechas, centros e izquierdas. Que nos preparemos y estemos listos para acompañar al pueblo colombiano en estos trances históricos y para convocar a todos los armados legales e ilegales, a toda la sociedad y el nuevo Gobierno, a la comunidad internacional y los pueblos vecinos del continente, a un nuevo y completo proceso popular de paz en Colombia. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Vie 11 Feb 2022

Estar al lado de los que sufren

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro – El Papa nos invita a estar cerca de los enfermos - El viernes 11, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, se celebra la 30ª Jornada Mundial del Enfermo. Quisiera resaltar algunos puntos que el Santo Padre plantea en su mensaje para la ocasión y que nos vienen bien en este contexto de pandemia, no sólo por los afectados por el Covid, sino porque hay otra cantidad muy grande de personas que en este contexto, han relegado el debido cuidado de su salud y hoy están experimentando las consecuencias de esto. Así mismo, el descalabro que el sistema de salud, con la debacle de EPS como Coomeva y Emssanar, es un campanazo de alerta para mirar con unos ojos distintos a los enfermos y a los trabajadores de la salud. 1. La misericordia de Dios Recuerda el Santo Padre que «Dios siempre mira a sus hijos con amor […] y nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre». Los evangelios abundan en relatos de encuentros de Jesús con tantos enfermos. Jesús no pasó de largo ante el sufrimiento de la gente. Y eso es precisamente la misericordia: la capacidad de inclinarse ante la humanidad que sufre y hacer algo para aliviar ese sufrimiento. Inspirados en esta convicción acerca de Dios, los creyentes estamos llamados a ser «testigos de la caridad», derramando «sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza». 2. Tocar la carne sufriente de Cristo Esta expresión que es tan propia del Papa Francisco es una invitación a no pasar de largo, a implicarnos ante la enfermedad de nuestros semejantes. Sobre este particular, el Santo Padre se dirige a médicos, enfermeros y enfermeras, personal que asiste y cuida a los enfermos, voluntarios, etc.: «Sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre. Sean conscientes de la gran dignidad de su profesión, como también de la responsabilidad que conlleva». Todo esto sobre la base de que «El enfermo es siempre más importante que su enfermedad». 3. Los centros de asistencia sanitaria, casas de misericordia ​Aunque en el contexto actual los servicios de salud tienen una fuerte connotación empresarial, el Papa no deja de convocar a que sean espacios de presencia y cercanía, marcados por un profundo sentido humano. Y resalta también el papel delas instituciones católicas, a las cuales califica como «un tesoro precioso que hay que custodiar y sostener». Damos gracias a Dios por los hospitales San Pedro e Infantil y los hospitales mentales que procuran poner al enfermo y sus familias en el centro de sus actividades. +Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Diócesis de Pasto

Mié 9 Feb 2022

Año nuevo 2022 caminando juntos

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Cada que damos inicio a un nuevo año hacemos buenos propósitos como personas individuales, o como miembros de una familia o comunidad. Son propósitos que tienen que ver con la paz interior, la paz social, la superación de alguna dificultad, el asumir una nueva responsabilidad, etc. Son, pues propósitos tanto espirituales como materiales, como los que tienen que ver con la salud y el conjunto de relaciones sociales, sin olvidar, para muchos, el restablecimiento de las relaciones con Dios. Como pueblo de Dios que peregrina en el mundo, quisiera proponer que para este año que comenzamos tengamos presente el gran propósito de caminar juntos, en estilo sinodal. Será para Colombia un año complejo desde donde se mire, especialmente en los campos social y político. En lo social porque siguen vivas heridas y necesidades que no han sido satisfechas; en lo político, porque es un año de tinte electoral que hace que ese caminar juntos se vuelva una exigencia. No podemos negar que para superar los retos de manera más eficiente tenemos que redescubrir la importancia de tener metas comunes, objetivos claros y métodos responsables y respetuosos de todos. Esta clave de acción la propongo, no solo para lo que en las parroquias y comunidades eclesiales se va a llevar a cabo entorno del tema de la sinodalidad, sino también en la sociedad civil, que también conformamos, de manera que Colombia muestre gallardía y madurez, dejando a un lado intereses personales y partidistas, para buscar en todos los casos el bien común. A nivel eclesial, la propuesta de hacer una Arquidiócesis y parroquias en estilo sinodal, ha de servirnos para identificar la Iglesia distinta capaz de responder a los retos y problemáticas del mundo contemporáneo. En el mes de febrero celebramos la Solemnidad de la Presentación del Señor, fiesta litúrgica que tradicionalmente conocemos como La Candelaria. La Sagrada Familia de Nazaret sube al templo para presentar la ofrenda. José y María, con el Niño, caminan juntos, oran juntos, escuchan del anciano Simeón y de la profetisa Ana mensajes que describen la vida del recién nacido. Es la palabra de Dios pronunciada a través de estos personajes, que María escucha y guarda en su corazón. Seguramente fueron palabras proféticas e iluminadoras para entender todo lo que habría por venir en adelante. Este ejemplo nos sirva para poner en práctica el ejercicio de la escucha confiada en Dios. Ánimo, que el caminar juntos sea signo de la esperanza que tenemos en un futuro mejor para la Iglesia y el mundo. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo auxiliar de Cali

Dom 6 Feb 2022

¡A vacunarse!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Desde diciembre del 2019, cuando la Organización Mundial de la Salud, reportó la presencia de un virus originado en Wuhan, China, identificado como ‘Coronavirus’, COVID-19, han transcurrido dos años, en los que la ciencia ha ido conociendo mejor las causas y consecuencias del virus, que se ha ido expandiendo con rapidez, llevando al estallido de una pandemia, que sigue haciendo estragos en la faz de la tierra. La aparición del SARS-CoV-2 ha ido desgastando esta sociedad, que ha tenido que vivir desde el confinamiento, pasando por los cambios de hábitos ordinarios hasta llegar a tener que asumir nuevas conductas y comportamientos, a partir de normas de bio-seguridad, frente a las que aún hay resistencia e incluso grupos o movimientos denominados ‘anti vacuna’. Hoy quiero invitarles, queridos lectores, a dar una mirada a lo que han significado estos dos años. Cuántos seres queridos hemos tenido que despedir, sin los rituales religiosos acostumbrados, en medio de un dolor desgarrador, que nos hace experimentar las ausencias, dejando profundas heridas, que tardarán en sanar. Miles de hermanos han tenido que estar en una UCI, luchando para ganar la batalla a la COVID, mientras otros, millones en el mundo, han perdido la batalla. En Colombia, el deceso de 133.560 personas, a la fecha, es una cifra escandalosa, máxime cuando solo en el departamento del Quindío se reportan más de 1944 muertes por COVID. En verdad, estamos frente a un terremoto de magnitudes insospechadas. La OMS, ante esta ola de contagios –estamos en un cuarto pico-, habla de ‘enfermedad endémica’, que significa, que debemos aprender a convivir con este virus, pues ‘ha llegado para quedarse’. Ahora bien, ante esta pandemia, ¿Qué debemos hacer? Lo más importante, asumir las normas de protección personal y comunitaria, como el uso del tapabocas, el gel anti-bacterial o alcohol, el lavado frecuente de las manos y el distanciamiento social, normas básicas, que todos debemos cumplir, con responsabilidad ciudadana y amor al prójimo. Reconozco que, en la sociedad, existen grupos o movimientos ‘anti vacunas’, que se oponen abiertamente a las dosis exigidas y que promueven una resistencia a vacunarse, difundiendo doctrinas personales y generando miedo y zozobra en muchos interlocutores. Es respetable que haya personas que no deseen vacunarse y que invoquen el ‘libre albedrío’, sin embargo, no podemos llegar a radicalismos, impidiendo que otros hermanos tomen conciencia de su responsabilidad social. La ciencia nos está recordando que, muchas personas infectadas o que han muerto a causa del coronavirus, han sido personas que se han resistido a vacunarse, lo que imposibilita, además, que se llegue a la inmunización del rebaño. Repito, tenemos que ser respetuosos de las decisiones de las personas es verdad, pero desde mi condición quiero persuadir a muchos que lean estas líneas, a que se vacunen, como un ‘acto de amor’, en palabras del Papa Francisco. Me hago vacunar, quizás no por mí, quizás no creo en el poder de las vacunas, pero quiero cuidar la vida de mis semejantes, de mis familiares y de las personas con las que entro en contacto cada día; se trata de pensar en el bien común, en los otros, reconociendo que juntos podemos hacer frente a esta pandemia. Aquellos que se resisten a vacunarse, invocan la ciencia, con argumentos nada coherentes; otros invocan sus principios religiosos, cerrando sus oídos y su corazón a la enseñanza da la misma Iglesia, que es madre y maestra; muchos cuestionan a las farmacéuticas y se van en rastre contra los gobiernos, por considerar que se trata de un negocio que traspasa fronteras. Otros opinan que no quieren hacerlo porque las vacunas están elaboradas con membranas de embriones o fetos abortados. Sin embargo, aunque muchos pudieran tener la razón, lo que no podrán ignorar es que el virus no se ha ido y los contagios siguen disparados, porque hemos bajado la guardia en relación con las normas de bioseguridad y los elementos de auto cuidado. Y mientras aparecen nuevas variantes, el personal médico no ha cejado en su misión de ‘salvar vidas’. Por lo menos, asumamos nuestro rol ciudadano, quizás nos llevará a tomar conciencia de la necesidad de vacunarnos. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Mar 1 Feb 2022

Primer aniversario de la pascua del padre Constantino Gutiérrez

A un año de la pascua de nuestro hermano en el Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), padre Constantino Gutiérrez, MXY, (n. 9 dic. 1956 – +7 febrero 2021), responsable del área de ETNIAS del Centro Pastoral de Animación Misionera y director del Instituto Misionero de Antropología –IMA- durante los últimos 11 años, desde la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) elevamos al Señor nuestra oración por su eterno descanso. El padre Constantino falleció el 7 de febrero de 2021, después de una lucha intensiva, en los últimos 20 días de su vida, por vencer las consecuencias de su afectación con el virus COVID 19, en una UCI en la ciudad de Medellín. Junto al padre Constantino hacemos memoria, además, de la señora Estela Restrepo, su secretaria en el IMA, fallecida 5 días después. El padre Constantino se distinguió por su profundo amor e incansable trabajo apostólico por las diversas étnias minoritarias de nuestro país, trabajo que realizó desde el área de ETNIAS de la CEC, en coordinación con la Comisión Episcopal de Misiones. Desde ETNIAS el padre Constantino lideró proyectos para apoyar el trabajo apostólico de diócesis del país con Indígenas, Comunidades Negras (Afros, Palenqueros y Raizales), así como de pueblos Rromi (gitanos) dispersos en varias regiones, especialmente en Boyacá, Cundinamarca y Antioquia. Una prolongación de su trabajo en ETNIAS fue la dirección del IMA, instituto de la Conferencia Episcopal, que tiene como objetivo central apoyar la educación superior de personal de las diversas étnias minoritarias del país. Desde el año de 1989 el IMA realiza su objetivo a través del convenio con la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín, avalado por el Ministerio de Educación Nacional. Estos estudios en ETNOEDUCACIÒN están orientados al conocimiento adecuado de los pueblos, culturas y religiones, a cuyo servicio trabajan los estudiantes, líderes de las étnias y misioneros/as, que viven en sus regiones. El padre Constantino realizó una encomiable labor en el IMA, implementando diversos programas educativos de licenciatura en etno-educación, Especialización en Gestión Humana y Maestría en Administración pública. A través de estos programas, más de 5.000 miembros de estas étnias están en la actualidad prestando sus servicios profesionales en sus lugares de origen. A un año de su partida, desde la CEC, nos unimos a su familia, al Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal, Congregación a la que pertenecía, y a la familia IMA que deploran su ausencia. Desde la Casa de nuestro buen Padre Dios, el padre Constantino y Estelita nos siguen animando en nuestra caminada sinodal con nuestros hermanos y hermanas de la diversidad de étnias minoritarias de Colombia. GRACIAS PADRE CONSTANTINO. Padre Omer Giraldo,MXY Área de ETNIAS, Centro Pastoral de Animación Misionera - CEC

Vie 28 Ene 2022

Sigamos adelante escuchando la Palabra de Dios

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Hemos comenzado un nuevo año con propósitos, metas y proyectos renovados y con la esperanza puesta en Dios, que nos permite fortalecer nuestra vida y vocación en el lugar y la misión que el Señor ha confiado a cada uno. En este sentido también en nuestra Diócesis a nivel pastoral nos hemos propuesto caminar juntos, con el lema: “Desde el punto a donde hayamos llegado, sigamos adelante” (Flp 3, 16), que nos permite agradecer a Dios las gracias recibidas hasta este momento y ponernos en salida misionera, para seguir adelante en este proceso de fe, esperanza y caridad que vamos iluminando desde la Palabra de Dios. Sigamos adelante construyendo sobre roca firme, para ello es necesario seguir escuchando al Señor en su Palabra, que se convierte en norma de vida para nuestro caminar juntos escuchando al Espíritu Santo. Precisamente estamos celebrando el día de la Palabra de Dios, que nos invita a ser más conscientes durante todo el año, de la necesidad de escuchar la voz de Dios, que ilumina todos los acontecimientos y circunstancias de la vida, sobre todo, los momentos de cruz e incertidumbre. Se hace necesario seguir profundizando en el conocimiento de Jesucristo como Verdad suprema que nos conduce por los caminos del bien. La Palabra de Dios es la Verdad sobre la cual podemos fundamentar nuestras vidas con la máxima seguridad que vamos por el mejor de los caminos. En esa Palabra se habla de Jesucristo como “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6) y de todo el bien que hace en nosotros cuando la escuchamos atentamente y la ponemos en práctica. El Plan Pastoral de nuestra Diócesis de Cúcuta tiene como prioridad conocer y amar a Jesucristo que es nuestra esperanza, centrando todo el contenido de la reflexión en la Palabra de Dios, con el objetivo de formar a los miembros de las comunidades eclesiales misioneras en el conocimiento del Señor Jesús y en la transmisión del Evangelio en todos los ambientes, para seguir adelante fundamentados en la Palabra de Dios tal como lo enseña Aparecida cuando afirma: “junto con una fuerte experiencia religiosa y una destacada convivencia comunitaria, nuestros fieles necesitan profundizar el conocimiento de la Palabra de Dios y los contenidos de la fe, ya que es la única manera de madurar la experiencia religiosa” (DA 226c). Un cristiano que profundice en la Sagrada Escritura y se alimente de ella en la oración diaria, tendrá contenido para comunicar a los hermanos, mediante una vida coherente con el Evangelio y con sus palabras que resuenan como anuncio del Reino de Dios en el corazón de muchos creyentes. Eso constituye una siembra del Reino de Dios que puede hacer todo creyente que se siente interpelado por la Palabra de Dios y que siente en su corazón el deseo de comunicarla, primero en el ambiente del hogar y luego en los lugares en los que Dios nos pone para dar testimonio de Él, entregando cada día la vida al Señor. En el Proceso Evangelizador de la Iglesia Particular, pastores y fieles en este hoy de la historia estamos llamados a caminar juntos, fundamentados en la Palabra de Dios, así lo expresa Aparecida cuando hace el llamado misionero, “hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios” (DA 247), para encontrarnos con Jesucristo que es nuestra esperanza. Por eso el anuncio misionero en nuestra Iglesia particular lo vamos a centrar y a fortalecer en la Palabra de Dios entregada a los fieles en su integridad, como lo ha pedido Aparecida: “se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de ‘auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad’. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor si se presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de evangelización” (DA 248). Desde el bautismo todos somos discípulos misioneros del Señor que anhelamos nutrirnos con el pan de la Palabra y el Pan de la Eucaristía, para seguir adelante comunicando el mensaje de salvación a todos los hermanos. Palabra de Dios y Eucaristía siembran en el creyente las semillas del Reino de Dios, que le permite llenarse de fervor pastoral, para comunicarlo con la vida y las palabras en un deseo sincero de evangelizar, transmitiendo el mensaje de la salvación a todos. Un deseo evangelizador que brota del conocimiento y amor por la persona, el mensaje y la palabra de Jesucristo. Así lo enseña el Papa Francisco cuando afirma: “La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Eucaristía, alimenta y refuerza interiormente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana. La Palabra proclamada, viva y eficaz, prepara para la recepción del Sacramento, y en el Sacramento esa Palabra alcanza su máxima eficacia” (EG 174). Vivimos momentos de cruz e incertidumbre por múltiples razones, que en muchos casos se debe a la ausencia de Dios en muchos ambientes y sectores de la sociedad. Como creyentes, discípulos misioneros, estamos llamados a seguir sembrando el Reino de Dios, comenzando por el ambiente familiar y extendiendo el anuncio también a otros, incluso aquellos donde no se conoce a Jesús o es abiertamente rechazado. Así lo ha pedido el Papa Francisco en Evangelii Gaudium cuando afirma: “remarquemos que la evangelización está esencialmente conectada con la proclamación del Evangelio a quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado. Muchos de ellos buscan a Dios secretamente. Todos tienen el derecho de recibir el Evangelio. Los cristianos tienen el deber de anunciarlo sin excluir a nadie, no como quien impone una obligación, sino como quien comparte una alegría, señala un horizonte bello, ofrece un banquete deseable” (EG 14). Sigamos adelante poniendo la vida personal y familiar bajo la guía de la Palabra de Dios que escruta nuestros corazones y nos permite renovar la vida interior, hasta el punto de convertir nuestra vida en Cristo, que es el centro de nuestra existencia y punto de apoyo en nuestras decisiones. Para todos, mi oración y mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Mar 25 Ene 2022

¡Un Año más!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - El próximo 25 de enero se cumple un aniversario más del terremoto que azotó el eje cafetero en el año 1999; han pasado 23 años desde ese fatal día, en el que miles de víctimas y cientos de familias damnificadas vieron esfumar sus esperanzas. Aun así, de entre los escombros, han brotado semillas de alegría y nuevas ilusiones. Este día se ha ido convirtiendo en una fecha conmemorativa importante, grabada en la mente y en el corazón de los quindianos; sin embargo, con el paso de los años, puede convertirse en ‘una fecha para ‘recordar’. A lo que me refiero es que, con el paso de los años, se puede adormecer nuestra alma y nuestro corazón, o podemos aprovechar estas fechas para reflexionar sobre nuestra vida personal, familiar y comunitaria, asumiendo compromisos serios que nos permita soñar y construir juntos la vida. Es innegable que la decisión es de cada uno. Hoy quiero, precisamente invitar a los lectores, a devolver la cinta del casete y hacer un esfuerzo mental, pensando en lo que ocurrió aquel día: ¿dónde me encontraba? ¿qué estaba haciendo? ¿qué pasó? ¿Cuáles fueron las pérdidas humanas? –familiares, amigos, cercanos- los bienes materiales –mi casa, mi estabilidad laboral, mi carro, etc.- El dolor vivido ese día, a la 1 y 19 de la tarde, quizás, marcó la existencia de muchos. Ahora bien, el tiempo ha ido transcurriendo en medio de avances significativos: un proceso de reconstrucción exitoso, la solidaridad nacional e internacional, con una mirada del mundo hacia este territorio cafetero; el gesto de fraternidad de las instituciones que se unieron para ayudar; una Iglesia que caminó al ritmo del dolor y sufrimiento de hombres y mujeres viviendo en cambuches, en tiendas de campaña y carpas improvisadas, racionando los alimentos para que los miembros de una familia o comunidad pudieran disponer de lo necesario, mientras, los niños, sin entender lo que estaba sucediendo, corrían, jugaban, lloraban, buscaban el abrazo de sus papás, rezaban. A esta memoria histórica de nuestro pasado doloroso e ingrato podemos agregar algo más: después de 23 años, seguimos conmemorando este día: ofrendas florales, plegarias de acción de gracias, santa misa, homenaje a la vida, sendos discursos de nuestros mandatarios. Todo esto es muy buen recurso para que la memoria siga intacta, sin embargo, tiene que haber un compromiso más exigente en cada corazón, en cada alma y en cada institución. ¿En qué consiste este compromiso? Aprender a valorar nuestra vida y la de nuestros semejantes, superar nuestros egoísmos y evitar las riñas entre vecinos, ser responsables con nuestra vida cuando asumimos el rol de conductores de una moto, una bicicleta, un vehículo y manejar con prudencia por calles, carreras y autopistas; ayudar a nuestros niños, adolescentes y jóvenes, a que entiendan su misión en el mundo y rescatar a ‘aquellos’ que se han dejado atrapar por las garras de las adicciones; rendir homenaje a los familiares y amigos que murieron, concientizándonos que no tenemos la vida comprada y por lo mismo, debemos esforzarnos por ser servidores, pensando en los demás, comprometidos con el medio ambiente, y ante esta pandemia, haciéndonos vacunar, como ‘un acto de amor’. Los adultos, tenemos la gran responsabilidad de construir esta patria chica con amor, sembrando alegría y esperanza para recoger los frutos de la paz y la justicia; nos ‘toca’ dejar este mundo mejor de lo que lo hemos encontrado. O nos seguimos quejando de nuestra realidad, o cambiamos de actitud y nos sentimos co-responsables en la construcción de nuestra ciudad y departamento; no basta una reconstrucción material, hay que apostarle a una reconstrucción espiritual que implica volver la mirada a Dios y despertar en nuestro corazón la fe y la confianza en Dios y en nuestros hermanos. ¡Salud por la vida! Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Vie 21 Ene 2022

GERARDO VALENCIA CANO, el más discutido y admirado obispo de Colombia en su momento

Al celebrar este 21 de enero, 2022, los 50 años de la partida a la Casa del Padre de Mons. Gerardo Valencia Cano, la Conferencia Episcopal de Colombia se une a los pueblos indígenas de nuestro país y al pueblo de Buenaventura y de la Costa Pacífica, en homenaje y reconocimiento a quien fuera su pastor abnegado. Como miembro de la Congregación de los Misioneros de Yarumal, en 1949, a la edad de 32 años, fue nombrado Prefecto Apostólico de Mitú, Prefectura que cubría los actuales departamentos de Vaupés, Guaviare y Guainía, donde dejó una huella imborrable por su trabajo apostólico, que sintetizó en el bello poema y canto de su inspiración poética: “¡Vaupés, Vaupés, tierra brava de la selva y del raudal! ¡Vaupés, Vaupés, en tus aguas se oye el toque de un clarín! Vaupés, Vaupés, no te busquen los que no saben luchar, que a tus selvas se entra siempre con coraje Y a tus ríos con bravura Y a tu corazón con fe”. (…) [1] En 1953 fue designado por la Santa Sede como Vicario Apostólico del recién creado Vicariato Apostólico de Buenaventura, donde inició un incansable trabajo misionero que trascendió las fronteras de su jurisdicción hacia todo el litoral Pacífico colombiano, con influencia en todo el país. Mons. Valencia fue uno de los más reconocidos obispos de Colombia en su tiempo por su búsqueda de un nuevo estilo de Iglesia que viviera y proclamara auténticamente el Evangelio de Jesús, adelantándose más de 50 años a la propuesta del papa Francisco de una Iglesia en SALIDA. El “Hermano Gerardo”, como fue reconocido por su pueblo, nos dejó un legado misionero de auténtico cristiano de a pie, como sacerdote y pastor comprometido con su grey, y de obispo de su tiempo que buscó aplicar el Concilio Vaticano II en la Iglesia latinoamericana, a través del Departamento de Misiones del CELAM, como su primer presidente. Monseñor Valencia Cano, Vicario Apostólico de Buenaventura de 1953 a 1972, murió en el accidente del avión HK 661 de Satena que volaba de Medellín a Istmina y se estrelló en el Cerro de San Nicolás, en la región del Citará, jurisdicción del municipio de Ciudad Bolívar, al suroeste del departamento de Antioquia. Su muerte conmocionó a su querido pueblo de Buenaventura y del litoral pacífico que le rindió un sentido homenaje el 7 de febrero, 17 días después del accidente; cuando su cuerpo fuera rescatado de la selva inhóspita por la comisión terrestre liderada por el sacerdote Ricardo Saldarriaga, párroco de la parroquia San Bernardo de los Farallones, de Ciudad Bolívar. “Todos somos un solo Pueblo” [2] Cincuenta años después, su memoria sigue aún más viva y fecunda, como nos lo confirma Monseñor Rubén Darío Jaramillo M., actual obispo de la diócesis de Buenaventura: “El 21 de enero de 1972 parte hacia el Cielo Mons. Gerardo Valencia Cano, obispo de Buenaventura, coronando así una obra maravillosa que, en 19 años, como Vicario Apostólico de Buenaventura, realizó innumerables obras en esta región del Pacífico Colombiano, en Colombia y en América Latina. Hemos querido designar esta gran fiesta con el nombre: “TODOS SOMOS UN SOLO PUEBLO”, resumiendo así la vida y obra, la memoria y pensamiento de Gerardo Valencia Cano, el Hermano Mayor, el obispo de los pobres. “Todos somos un solo pueblo”, solía decirlo en sus alocuciones en Radio Buenaventura en su programa diario “Muy Buenos Días”. GVC está vivo, está resucitado, y cada día toma más fuerza su pensamiento, su amor a sus comunidades, primero en el Vaupés y luego en Buenaventura. En palabras de la poetisa Lucrecia Panchano digo: “Fue nuestro gran monseñor G. Valencia Cano quien, en todo hombre, su hermano reconoció con amor”. Es para nosotros, yo como obispo de Buenaventura, Rubén Darío Jaramillo Montoya, poder celebrar la vida y obra de un hombre grande, de un obispo que supo ver en el otro el rostro de Dios y entregarse por Él como profeta, como sacerdote y como obispo, pero ante todo como hermano, “hermano del Tucano”, decía en el Vaupés, y aquí “hermano del negro, del indígena, del mestizo”, que defendió las poblaciones de los potentados que querían destruir a los humildes, a los “negritos”, como decía él. Que Dios en el Cielo lo corone y a nosotros nos inspire en estos cincuenta años que estamos celebrando, poder imitar su legado de entrega absoluta por los demás; dejar a un lado tantas complicaciones como llevamos nosotros y ser humildes y sencillos como él vivió. En el Cielo hay fiesta porque hay un hombre grande. En la tierra, en Buenaventura, ya no lloramos a Gerardo; ya lo invocamos para que siga acompañando la lucha del Pueblo de Buenaventura en su liberación total, en su dignificación. Dios bendiga nuestro Puerto y que, desde el Cielo, Gerardo nos envíe su bendición”[3]. Desde la Comisión Episcopal de Misiones y del Centro de Animación Misionera de la CEC y el área de Etnias nos unimos a Mons. Rubén Darío para apoyar a su diócesis y a la Iglesia colombiana en el proceso de beatificación que se inicia. ¿Cómo se entendió a sí mismo el Hermano Gerardo? El esfuerzo por plasmar en su “Diario” sus vivencias del día a día en su actividad apostólica nos dejan una prueba de su íntimo deseo de identificarse más y más con el proyecto de Jesús. Escribía en 1969, a poco más de un año de su partida: “Yo quisiera salir gritando: soy un sacerdote misionero que quiere vivir a los 52 años de edad y hasta la muerte, su sacerdocio como el día de su ordenación”. (…) “Comprendí que "para conocer a Dios es necesario conocer al hombre y que es necesario amar al hombre para poder amar a Dios", como lo recordaba Pablo VI al finalizar el Concilio”. (…) “Comprendí que la vocación de "evangelizar a los pobres" lleva consigo el deber de denunciar las injusticias y las hipocresías de quienes echan pesadas cargas sobre los hombros de los demás y ellos no las tocan ni con un dedo”. (…) “¿Y el "aggiornamento"? Para mí, aggiornarse el sacerdote es sentir como Cristo el dolor de las muchedumbres marginadas y la rebelión de esa juventud aprisionada dentro de unas estructuras que deberían estar en continua revisión, según las exigencias de los tiempos y los impulsos del Espíritu” [4] El talante de su personalidad y de su pensamiento social lo podemos medir en sus mismas palabras; en un discurso pronunciado en 1971, expresaba: “Hermanos, os habla un porteño que ha sufrido durante diecinueve (19) años la dureza de la estiva sobre los hombros encorvados de sus hermanos con hambre de libertad; (…) Os habla un hombre que ha llorado con el indio la desaparición de su raza y ha llorado con el negro el desprecio de las otras; (…) Os habla un hombre que, habiendo recibido de Cristo su mandato de amor, ve con angustia que el egoísmo de los que algo tienen, clava sus garras implacables sobre las frentes de los desposeídos”. (…) “Hermanos, os habla un hermano, un hermano vuestro Latinoamericano, nacido en las montañas de Los Andes, quemado por el sol de nuestros valles, herido en las espinas de la selva, conocedor del Amazonas y del Plata. Os habla mi experiencia de la tierra, la angustia de libertad, la sed insoportable de que todos tengamos una sola Patria” [5] Entre muchas opiniones sobre el Hermano Gerardo, destaco el siguiente escrito del poeta nadaista Gonzalo Arango, quien fue su amigo y quien tuvo la ocasión de caminar con Mons. Valencia en una correría por San Francisco del Naya. En el periódico El Tiempo en 1971 nos dejó el poeta esta reseña del obispo de Buenaventura: “Monseñor Valencia no es el lobo de Golconda, pero tampoco el caperucita roja de la religión. Evidentemente no es el capellán del statu quo. Sencillo como la coliflor, flaco, bajito, con un motorcito pegado al alma, con una autoridad que no emana del poder sino de su bondad. Así es él. Silencioso y activo, incansable y meditador. Un peón de Cristo a quien le sobra tiempo para la poesía”. Su biógrafo, Gerardo Jaramillo lo define como un profeta: “Gerardo era un profeta: sintió que tenía una misión que cumplir, sintió que Dios le había encomendado una misión y, aunque a veces había sentido deseos de huir, siempre permaneció asido a la cruz, uncido a la tarea que el Señor le encomendó”[6]. "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados!", gritó Jesús en el sermón de las Bienaventuranzas, grito que actualizó el Hermano Gerardo durante su actividad misionera, y en numerosos escritos y discursos, como lo testimonia Monseñor Raúl Zambrano Camader, su colega en el episcopado: “De los negros opinó que son el símbolo de todo el pueblo iberoamericano. La clave de la liberación debemos buscarla en nuestro mismo continente. América Latina es tierra propicia para la unidad, pues sus gentes son una síntesis de todas las razas del mundo. En Quibdó pronunció un corto discurso y decía Mons. Valencia: “El indio de América y el negro más auténtico tiene en su alma y en su historia la clave verdadera de las reformas sociales; lo han tomado de su casto contacto con la naturaleza, lejos de lo artificial que ha provocado en el hombre su tentación de ser Dios” [7] A buena hora el obispo de Buenaventura, Monseñor Rubén Darío Jaramillo, nos invita a estar en sintonía como Iglesia colombiana, desde el pueblo fiel del litoral Pacífico y de las minorías étnicas de Colombia, para unirnos en oración y acción por la causa de Beatificación de este testigo fiel de nuestra Iglesia local. En el contexto de la SINODALIDAD que vivimos como Iglesia universal el papa Francisco nos está mostrando el camino a seguir en este siglo XXI. Gerardo Valencia, en actitudes proféticas similares al papa Francisco, fue un visionario en su tiempo y nos dejó un derrotero de humanismo cristiano con una actitud misionera en salida, al encuentro de tantos hermanos y hermanas, víctimas de la marginalidad en nuestro país. En una anotación de un libro de lectura de Mons. Valencia se encontró este escrito de su puño y letra: "Señor, cuando yo muera, ¿qué será de mí? Déjame perderme bajo la tierra como una pepa dura, de la memoria de todos, mientras que Tú plasmas de nuevo al viejo Adán, y reviente como una estrella sobre el nuevo mundo" [8] Gracias Hermano Gerardo por quedarte entre nosotros animando nuestra Iglesia colombiana. P. Omer Giraldo R. MXY Centro de Animación Misionera Conferencia Episcopal de Colombia CEC Director delÁrea de ETNIAS Director Director del El Instituto Misionero de Antropología - IMA [1] MONSEÑOR VALENCIA. Homenaje póstumo a la memoria de Monseñor Gerardo Valencia Cano, MXY. Publicación dirigida por P. Gerardo Jaramillo G. MXY y varios colaboradores. Editorial Librería Stella. Bogotá. Página 27. [2] Expresión de Monseñor Valencia en sus alocuciones radiales en Radio Buenaventura [3] Mons. RUBEN DARÍO JARAMILLO. Mensaje con ocasión de la celebración de los 50 años de la muerte de Mons. Gerardo Valencia Cano. [4] Monseñor Valencia. Op. Cit. Pag. 38-41 [5] Monseñor Valencia Op. Cit. Pag. 54-56 [6] Gerardo Jaramillo Gonzalez. El Obispo de los Pobres. Una biografía de Monseñor Gerardo Valencia Cano. Seminario de Misiones Extranjeras de Yarumal. Edit. Carpgraphics. MEDELLIN. Agosto 2008. [7] Zambrano Camader, Mons. Raúl. “El pensamiento social de Mons. Valencia”. En Monseñor Valencia. Op. Cit. Pág. 76. [8] Monseñor Valencia. De Gerardo Jaramillo González. Op. Cit. Pag. 195 Descargar el artículo[icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon]