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Opinión

Mié 26 Oct 2016

La familia es indispensable

Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo -Cada día tendríamos que admirarnos más de la grandeza y la belleza de la familia; sin embargo, amplios sectores del mundo de hoy, por un motivo o por otro, viven un momento de ceguera sobre esta institución fundamental. Tener claridad sobre este tema es definitivo para salvar las personas concretas y para salvar la civilización. De la identidad y estabilidad de la familia depende, en buena parte, que haya niños felices, mujeres felices, hombres felices; todos armoniosamente ubicados e integrados en la sociedad. Para percibir y aceptar la identidad y la misión de la familia es necesario, ante todo, ver el proyecto que, a través de ella, Dios ha inscrito en la estructura humana. Se entiende la familia en su realidad profunda cuando se ve como fruto de una vocación, de una llamada y una respuesta, de un diálogo salvífico entre Dios y el ser humano. Desde esta perspectiva se pueden combatir mejor los males que la asechan: el egoísmo, la inmadurez, la falta de formación, la persecución cultural y la escasez de una adecuada acción pastoral. Hoy, tal vez como nunca, la familia es irremplazable en ciertos campos esenciales para la persona y la sociedad. Ante todo, es el espacio primordial para ser amado y para aprender a amar. Uno no nace terminado. En el hogar, de un modo natural, se continúa una dinámica de creación en el amor. Es el único lugar donde el amor es gratuito; uno no tiene que ganarse el amor; lo recibe desde antes de nacer. Así surge la autoestima que nos asegura que cada uno es amado por sí mismo y no es un error de la vida. Por consiguiente, si soy amado también soy capaz de amar y de darme. En el hogar la persona se encuentra con su originalidad y sus posibilidades. Se conocen y se viven la dimensión masculina y la dimensión femenina de la persona; se entra en una relación integral de adultos, jóvenes y niños; se aprenden las actitudes difíciles que llevan a relaciones humanas de calidad: amar al otro como es, compartir lo que se es y se tiene, servir desinteresadamente, perdonar con nobleza, ser solidario con los demás. La familia es una escuela de comportamiento ético. En el hogar no se puede resolver el problema moral de la sociedad, pero se puede enseñar un comportamiento verdadero; el concepto de moralidad se forma en los tres primeros años de vida. Esta es una labor prioritaria de la familia, porque anuncia y testimonia los valores esenciales: ser honesto, ser veraz, ser responsable. Igualmente, desenmascara los valores falsos que deshumanizan. Enseña hacia dónde se debe orientar todo el ser y cómo se deben tomar decisiones en la vida. Por último, la familia es el ámbito para trascender, para entrar en una verdadera espiritualidad. La experiencia de Dios que es Padre misericordioso de quien soy un hijo amado se tiene de un modo primigenio en el hogar. Allí, viendo orar al padre y a la madre, se aprende a creer en alguien que da sentido y fuerza para vivir; se tiene la certeza de que existe un Amor que no traiciona; se aprende también a vivir la fe compartida y en unión con los otros, es la primera experiencia de Iglesia. En la familia se recibe el mejor regalo que es Dios. + Monseñor Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 24 Oct 2016

Jubileo en la recta final

Por el Pbro. Raúl Ortiz Toro - Tomemos aire después de estos días de agitación social y política y concentrémonos en nuestra tarea específica: evangelizar y como fruto de la evangelización vendrá lo mejor para Colombia. Entramos en la recta final del Jubileo Extraordinario de la Misericordia que concluirá el 20 de noviembre; pienso que ya debemos ir haciendo una evaluación de este Año Jubilar que nos ha traído muchas oportunidades de probarnos en el ejercicio de la misericordia. La invitación para este año fue la de tomar las obras de misericordia corporales y espirituales para hacer con ellas una especie de escuela. Algunos dicen que las obras de misericordia corporales pueden llegar a ser más “fáciles” pues se trata simplemente de dar, mientras que las espirituales ahondan más en el darse. Pero es una conclusión muy superficial; de todos modos, no podemos negar que una mala interpretación de: dar de comer, dar de beber, vestir, hospedar, visitar, enterrar, puede hacernos concluir que se trata simplemente de acciones que no comprometen mucho sino que se pueden despachar con un poco de dinero. Pero el cristiano que sabe entender estas obras corporales de misericordia, sabiendo que en el necesitado se sirve a Cristo, sabrá que no es solamente dar algo sino servir a Alguien. Desde un horizonte más alegórico y espiritual, quiero compartir con ustedes una genuina interpretación patrística de estas obras de misericordia corporales desde la perspectiva de Nueva Evangelización. Un Anónimo del siglo IV, escribiendo sobre el evangelio de San Mateo (capítulo 25) anota con respecto a dar de comer y dar de beber: “Los doctores dieron a los hambrientos de justicia el alimento de la doctrina con qué nutrirse y engordar para la realización de buenas obras, y administraron a los sedientos del conocimiento de Dios la bebida de la Verdad”. Orígenes de Alejandría (siglo III) sobre vestir al desnudo dice: “Igualmente vestimos a Cristo desnudo cuando recibimos de Dios el vestido de la sabiduría, para enseñar a otros con la doctrina y vestirlos de entrañas de misericordia, de bondad, humildad y mansedumbre”; de nuevo el escritor Anónimo: “Quien visita a los enfermos y a los afectados por la enfermedad de los vicios carnales, y les aplica la medicina de la doctrina, cura a Cristo en ellos… quien visita a los presos que están bajo la custodia del pecado, puede sacarlos de esa cárcel infernal por medio de la Palabra”. Esta interpretación nos invita a ver la misericordia en perspectiva misionera; por ello el afiche Domund 2016 tiene como lema: “La Misión: compendio de todas las obras de Misericordia” y el mensaje del Santo Padre se titula: “Iglesia misionera, testigo de misericordia” ya que el discípulo misionero en salida evangelizadora se convierte en agente de misericordia. Anuncia la Palabra y con ella llega Cristo al corazón del que tiene hambre de justicia, sed de Verdad, y necesidad de vestido de sabiduría, visita de medicina curativa y doctrina liberadora para el cautivo. La obra de misericordia que compendia todas las obras de misericordia se llama así: Evangelización. De modo que ya terminando este Jubileo debemos hacer el examen sobre qué tanto nos empeñamos en el apostolado de la misericordia, qué tanto evangelizamos y dimos a conocer a Jesucristo. Nos serviría mucho que nuestros grupos apostólicos y todos los agentes de pastoral nos examinemos desde esta perspectiva. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Sáb 22 Oct 2016

Humildad

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Continuamos con la meditación del evangelio de Lucas, éste es el cuarto domingo en el cual recibimos una nueva enseñanza, que en primer lugar esta dirigida a los apóstoles y desde luego hoy a nosotros, también discípulos y apóstoles el Señor. En una sola palabra podemos sintetizar la virtud que la Palabra de Dios, en el Santo evangelio nos presenta para este domingo: La humildad. Según el diccionario de la lengua española se define así la humildad: “Virtudque consiste enconocer las propias limitaciones y debilidadesy actuar de acuerdo a tal conocimiento.” “Podría decirse que la humildad es la ausencia desoberbia. Es una característica propia de los sujetos modestos, que no se sienten más importantes o mejores que los demás, independientemente de cuán lejos hayan llegado en la vida.” Immanuel Kantafirma que la humildad es la virtud central de la vida ya que brinda una perspectiva apropiada de lamoral. Para dar una gran lección a sus discípulos, a sus apóstoles y sobre todo a muchos otros que se creían buenos, que estaban seguros de sí mismos (de lo que pensaban y de lo que hacían) y que despreciaban a los demás, Jesús suelta una preciosa parábola. Presenta la figura de dos personajes: Un fariseo, que ora con orgullo de sí mismo. El fariseo del evangelio se quiere presentar como modelo, es cumplidor estricto de la ley. Da gracias pero su gratitud no es dirigida a Dios como creador de todo, como dador de toda dadiva; su gratitud está dirigida a sí mismo. Así oraba: “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano.” Para éste hombre su punto de partida y de llegada es su mismo ser, para él Dios y los demás no cuentan. Un publicano, que ora con discreción, no se atreve ni siquiera a levantar los ojos al cielo y sólo tiene unas cortas palabras para expresar: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Éste hombre no se desgasta en grandes discursos y en oratorias para hacerse escuchar de Dios, su oración es simple y silenciosa, su oración nace de lo más profundo del alma. Éste hombre comprende que a Dios se le habla desde el silencio del alma y posee la confianza que en ese silencio Dios lo escucha. Dice Santa Teresa: “Dios siempre habla en el silencio.” Enseñanzas: No podemos perder la conciencia de pecado. El fariseo no reconoce su pecado, porque ni siquiera se reconoce como tal. En cambio el publicano si lo hace, porque sabe que sin Dios nada es. Éste hombre con modestia reconoce su miseria, se siente pecador y necesitado de la misericordia de Dios. Decía el Papa Pablo VI: “una de las tragedias del mundo de hoy es que ha perdido su conciencia de pecado.” Ojalá que nuestra oración constante sea: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Cuando la oración es sincera y honesta se pone en el Señor nuestra nada, nuestro pecado, nuestra miseria. De esta forma Dios rehace nuestro camino, porque en Él quedan todas las cosas. Sin Dios nada somos. Con Dios lo somos todo. Cuidado hermanos, cuidado, con la presunción (orgullo), es un pecado capital, porque genera muchos otros. El orgullo es lo peor que le puede pasar a un discípulo – misionero, el orgullo infla y no nos deja ver con claridad. El orgullo nos pone como centro de todo y no nos permite mostrar a Dios con trasparencia y rectitud de corazón. El orgullo envanece y hace que perdamos la esencia de nuestra vocación. Un cristiano orgulloso se queda sin Dios y sin hermanos, porque piensa que él es el centro del universo. La clave es la humildad, miremos el evangelio: “el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.” ¿Queremos la paz? Humildad, hermanos, humildad. ¿Queridos dirigentes, quieren ser artífices de la paz de Colombia? Humildad, humildad, por favor. Humildad para saber escuchar al otro, humildad para reconocer los errores. Humildad para forjar entre todos un nuevo país. Humildad para orar y pedirle a Dios el don de la paz. Humildad para poder realizar un acuerdo nacional donde todos pongamos y todos ganemos… Humildad en nuestros apostolados, sacerdotes, religiosos (as), movimientos apostólicos, misioneros, grupos…, no se nos olvide: la obra es del Señor, nosotros somos unos pobres siervos y debemos hacer la obra en el nombre del Señor; que nuestra única preocupación sea que nuestros nombres estén inscritos en el cielo. Por favor, no puede haber rivalidades entre nosotros, no hay unos movimientos más importantes que otros, todos estamos en la iglesia del Señor, todos somos siervos en las manos de nuestro Señor. Unidos somos más, unidos podemos hacer mucho mejor el bien. Unidos podemos ayudarle con mayor eficacia al Señor a construir el Reino de Dios. Hagamos silencio, por favor hermanos no por mucho gritar Dios nos escucha más y mejor. Hoy es urgente recuperar el poder de la oración en silencio. Hoy es necesario reinventar la oración desde lo profundo del alma. No hagamos de nuestra oración una simple repetición de formulas. Nuestros rezos hagámoslos oración y nuestras oraciones pueden terminar en rezos, pero por favor, que sean rezos que nazcan del alma y que transformen nuestras vidas. Celebramos hoy el día mundial de oración y ayuda a las misiones. Hermanos, todos vamos a orar para que Dios suscite en nuestras comunidades amor y entrega por las misiones. Pidamos humildad para nuestros sacerdotes, que el Señor dé a cada uno de ellos vocación sincera y humilde en favor de los demás. Oremos por nuestras familias para que Dios ilumine en ellas amor sincero por las vocaciones misioneras. Ayudemos generosamente con nuestros bienes a las misiones, Dios compensará nuestra generosidad. Para pensar: El peor combate del ser humano es dominarse a sí mismo, saber callar cuando se quiere hablar y saber hablar cuando se quiere callar, detener la imaginación cuando se está juzgando, desaparecer cuando se quiere ser reconocido, pasar sin herir y amar sin querer. Esto es humildad. Hay armas que matan, miradas que apuñalan, palabras que destruyen, si usas alguna de ellas, busca a Dios en tu corazón y encontraras la paz que anhelas. “Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor,porque el poder del Señor es grande y él es glorificado por los humildes.” (Eclesiástico 3,18-20). Tarea: Oremos como el publicano: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.” + Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia ­

Mié 12 Oct 2016

Hemos dado un paso adelante

Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - El plebiscito que acaba de vivir Colombia ha sido un buen ejercicio de reflexión y participación ciudadana, que debemos analizar y aprovechar para continuar el camino hacia la paz. Aunque parezca lo contrario, todos hemos ganado. Hay logros innegables en el proceso que se está haciendo: la afirmación de la paz como una realidad fundamental e indispensable en la vida de un pueblo, la aceptación del diálogo como el verdadero medio para solucionar cualquier conflicto, la participación democrática en la decisión de lo que le conviene a la nación, la esperanza que nunca muere. Sin embargo, a partir de ahora es necesario perfeccionar las metas, de tal manera que motiven y pongan de acuerdo a la población, que saquen de su inadmisible indiferencia a los abstencionistas, que den mayores espacios a las nuevas generaciones que vivirán el futuro que estamos construyendo. La paz es un vestido que es preciso hacerlo a la medida del país. Un gran ideal, apetecible para todos, no necesita artimañas jurídicas ni presiones publicitarias. Éstas, finalmente, resultan contraproducentes porque sin dificultad se percibe que buscan engañar o manipular la libertad. La paz no se puede imponer ni por las armas ni por la ley. El que quiera abrir una flor por la fuerza, la despedaza. Si lo que se propone como paz le causa miedo al pueblo es inútil insistir en ese camino. Para que se acepte la paz, primero es necesario ganar la confianza procediendo con verdad, con humildad, con evidente amor a la patria. Tenemos que entender que la paz es mucho más que ausencia de guerra, que no se puede reducir a un acuerdo con un grupo alzado en armas. Nos ha quedado claro que politizar la paz tiene nefastas consecuencias; que la verdad y la recta intención no se pueden fingir; que el diálogo es con todos o los excluidos no marchan en el proyecto. El pueblo, en último término, no se resiste a dar el perdón aun de grandes crímenes, entiende que lo mejor es la participación de los alzados en armas en la vida política, acepta pagar los grandes costos sociales y económicos de un nuevo estado de cosas. Sin embargo, exige que ceda la prepotencia de un grupo que sin ningún respaldo popular quiere imponerse por la fuerza de las armas o por la astucia, para organizar la nación según un proyecto socialista que naciones vecinas están padeciendo. Necesitamos serias reformas sociales pero hechas en casa y acordadas por todos. El momento que vivimos no es para triunfalismo de unos, para represalia de otros, para aislamiento de algunos y para la indiferencia de los demás. Es una hora importante que nos llama a todos a la responsabilidad, a la humildad, al buen criterio, a la generosidad y al propósito de caminar decididamente hacia el futuro. No es ocasión de criticar sino de proponer medios para afrontar los grandes retos nacionales: la familia, la educación, la economía, la salud, el empleo, la lucha contra la corrupción. Estamos en un momento oportuno y delicado que no podemos arruinar. Debemos andar con mucho cuidado. Hemos dado un paso adelante en nuestro camino histórico, pero debemos cuidar que en nombre de la paz no surja más violencia. Por tanto, depongamos ya la agresividad, superemos las rivalidades, no pensemos más en intereses individuales. Es necesario que vayamos al fondo de nuestra realidad humana y social para que nos aceptemos mutuamente y construyamos juntos una nueva comunidad nacional. Dejemos que Dios toque nuestro corazón porque necesitamos sabiduría, decisión de convertirnos, capacidad de reconciliarnos y compromiso permanente de construir un país que para acoger a unos no tenga que excluir a otros. + Por Monseñor Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 10 Oct 2016

¡Cristo es nuestra paz!

Diversos medios de comunicación y líderes sociales han analizado ampliamente los resultados del plebiscito del pasado 2 de octubre que, contra todo pronóstico, rechazó los términos del Acuerdo final firmado entre el Gobierno Nacional y las FARC. Sin duda, muchos factores coadyuvaron a ese resultado inesperado. Pero uno en particular ha sido objeto de especial atención: el papel del sector religioso y específicamente de algunas iglesias cristianas, cuyo rol ha sido considerado "determinante" en la sorpresiva victoria final del "no". No han faltado, en el contexto de polarización y debate que vive nuestro país, duras críticas a aquellas iglesias y pastores que declararon públicamente su apoyo personal e institucional al "no". Y desde diversos sectores, se multiplicaron también las críticas al Episcopado colombiano por permanecer neutral ante el plebiscito, limitándose a recomendar a los católicos una participación activa en la consulta a través de un voto libre, informado y consciente. Paradójicamente, los mismos que hoy critican con rudeza la opción política asumida por algunos pastores y líderes cristianos, consideran “inaceptable” la neutralidad de la Jerarquía Católica juzgándola “cómoda, apática y cobarde”… En realidad, la posición asumida por la Iglesia no fue fruto de comodidad, apatía, tibieza o cobardía. Ninguna opción era, a corto plazo, más sacrificada y arriesgada que la “neutralidad”. Pero ninguna otra opción era posible, ni eficaz, ni evangélica, ni conveniente, ante el diagnóstico de realidad política y social que el Episcopado se planteó como escenario de su acción evangelizadora en favor de la reconciliación y la paz. Un escenario que, desde el primer momento, quiso superar los límites impuestos por la coyuntura de las negociaciones en La Habana, la agenda mediática y las interminables controversias sobre los detalles del Acuerdo final. La “neutralidad” de la Iglesia Católica en el plebiscito es consecuencia de un enfoque global, en el que la paz se vislumbra más como un proceso social, ético y moral, que como el mero fruto de una negociación política, sujeta a los cambiantes dinamismos de la realidad nacional. Pero existe, además del ya señalado, otro elemento que explica la neutralidad de la Iglesia en el plebiscito. Creemos firmemente que nuestras relaciones con el ámbito político deben estar caracterizadas por un exquisito respeto de la libertad de conciencia de los fieles laicos, verdaderos protagonistas de la evangelización de lo público, misión para la cual gozan de amplia libertad, capacidad de iniciativa y autonomía. Así nos lo enseñó claramente el Concilio Vaticano II. Si hemos de aportar en la construcción de la reconciliación y la paz, la Jerarquía ha de hacerlo con valentía y coherencia, pero siempre en el respeto de la legítima diversidad de opiniones, ideas e identidades políticas. Nuestra misión es iluminar, acompañar, animar, no imponer. A mis hermanos, pastores de otras comunidades cristianas a las que aprecio inmensamente, un consejo dado de corazón y con humildad. Consejo que extiendo también, con igual humildad, a algunos hermanos sacerdotes: Demos a Dios lo que es de Dios y a César lo que es de Cesar. ¡No dejemos que los políticos, sea cual sea su partido, manoseen a Cristo y a su Evangelio! El respeto por la libertad de nuestros fieles en el campo político es la única garantía de que no sucumbiremos ante la tentación del poder, del autoritarismo moral o del partidismo sectario, pudiendo así desarrollar nuestra misión evangelizadora sin compromisos o condicionamientos mundanos. En este campo, los discípulos del Señor nos jugamos la autenticidad profética de nuestra misión común: la predicación del Evangelio. !Cristo es nuestra paz! Mons. Pedro F. Mercado Cepeda Secretario Adjunto del Episcopado para las Relaciones con el Estado y Director del Departamento para el Diálogo Ecuménico e Interreligioso - Vicario Judicial de la Arquidiócesis de Bogotá.

Lun 10 Oct 2016

Querer es poder

Por Mosn. Gonzalo Restrepo - Muchas veces hemos escuchado este refrán que dice: “Querer es poder”, como todos los refranes populares está lleno de sabiduría y refleja el sentir del pueblo. “Querer es poder”, significa que en la vida nuestra, en cualquier circunstancia que nos encontremos, en cualquier etapa de nuestra historia, en cualquier clase social, todo lo que nos propongamos lo podemos sacar adelante. Puede ser que muchas veces tengamos que esperar un tiempo, que en ocasiones las cosas nos parezcan imposibles, pero si tenemos paciencia, si perseveramos, con seguridad salimos adelante. Tenemos que poner los medios suficientes que nos aseguren la consecución de los fines que deseamos alcanzar. Tenemos que tener una “determinada determinación” que nos permita estar siempre en la búsqueda de lo que queremos. Habrá cosas que no podemos alcanzar porque hay obstáculos insalvables que no podemos evitar, pero no dejemos de insistir siempre, tengamos la perseverancia hasta el final. No olvidemos que “querer es poder”. Todo esto tiene que ver con el sentido de superación, con el esfuerzo constante que hemos de colocar en la realización de todos nuestros proyectos. Las cosas no salen ni resultan de la noche a la mañana. Es necesario perseverar. Cuando una persona pierde el sentido de superación, está perdiendo una de sus mayores fortalezas. Pudiéramos decir que una persona sin sentido de superación está muriendo, está prescindiendo de una característica humana fundamental. Nada puede hacernos desistir de los proyectos, a no ser que estemos proponiéndonos cosas imposibles. Recuerda “querer es poder”, no dejes que nada ni nadie debilite tu voluntad. Fortalécela siempre y dale a tu espíritu motivos de superación, para que así puedas llegar a la realización de tus proyectos. Nada puede desanimarte. El desaliento no puede habitar tu interior. Tienes muchos motivos para seguir adelante. Detrás de una batalla perdida vendrán otras ganadas. Nunca te dejes derrotar. Cuando caigas, recuerda que es humano caer, pero es mucho más humano, caer y levantarse. Siempre tendrás una nueva oportunidad y siempre podrás darle a los demás nuevas oportunidades. Recuerda y no lo olvides nunca “querer es poder”. Éste es uno de los secretos más grandes para el éxito en tu vida. + Monseñor Gonzalo Restrepo Arzobispo de Manizales

Sáb 8 Oct 2016

Gratitud

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - El domingo anterior anunciábamos cinco actitudes que Jesús enseña a sus discípulos – apóstoles como fundamentales en el desarrollo de su liderazgo espiritual que ellos debían ejercer en la comunidad. Recordemos: Cuidado con el escandalo, perdón, fe, humildad y gratitud. El evangelio de hoy nos ofrece la oportunidad de meditar sobre la actitud, la virtud, la cualidad o el valor de la “gratitud”. Definición de gratitud: “Sentimiento de estima y reconocimiento que una persona tiene hacia quien le ha hecho un favor o prestado un servicio, por el cual desea corresponderle.” Jesús va a Jerusalén y por el camino instruye a sus discípulos, entre Samaria y Galilea, espontáneamente diez leprosos a la distancia empiezan a gritarle: “Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.” Algunas particularidades del texto: (1) Son leprosos y según la ley ellos debían estar apartados de la comunidad por la situación contagiosa de la lepra. Lev 13, 46-56; 14,1-32, son textos que narran todos los rituales que la comunidad y ellos tenían que seguir en caso de ser contaminados con la enfermedad de la lepra. Se trata entonces de diez personas enfermas que además viven en la soledad y en el aislamiento. (2) De los diez, nueve eran Judíos y uno Samaritano, aunque se consideraban enemigos, seguramente que el dolor por la enfermedad, los llevó a juntarse; parece ser que por las circunstancias, viven en cierto grado de “comunidad” o por lo menos en grupo. (3) A pesar de todo se unen para invocar juntos a Jesús, el Maestro, que pasa a cierta distancia de ellos. Jesús, el Maestro y Señor, asume la ley como punto de partida, invita a los diez leprosos que se presenten al sacerdote y según el texto, así lo hacen éstos hombres; sin embargo, antes de llegar donde los sacerdotes ellos comprueban que están curados, han restablecido su salud física y seguramente empiezan a recuperar a su familia y sus relaciones con los amigos y conocidos. Lo más curioso del texto es que de los diez sólo uno regresa donde Jesús el Señor para manifestar gratitud y otro detalle interesante, se trata precisamente del Samaritano, según la ley, el menos digno y aparentemente el más alejado de Dios. Dice la Palabra: “Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos, y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias. Este era un samaritano.” Vuelve al Señor, alabando a Dios y a grandes gritos. Es propio de quien se ha visto liberado de sus males volver la mirada a Dios para manifestar agradecimiento. Se echó por tierra a los pies de Jesús, con éste gesto el hombre curado manifiesta que reconoce a Jesús como su Señor, su Salvador, manifiesta su gratitud por la misericordia que ha experimentado del Señor y por eso da gracias. Hermanos, saber agradecer es mirar positivamente los gestos, las actitudes, las manos abiertas de los que nos favorecen. No es simple cuestión de cortesía, de buena educación, sino de buen corazón. Por eso se puede afirmar que el cristiano debe tener siempre mirada limpia para ver las continuas acciones gratuitas de Dios en favor nuestro. Gratitud es decirle al Señor: “Me has dado mucho y por eso te doy gracias.” Dar gracias cuesta muy poco, pero si sale del corazón es quizá la más noble expresión de un sentimiento humano. Al decir el texto que sólo uno de los diez vuelve al Señor dando gracias, se pone de manifiesto que vivir agradecidos no es tan fácil ni tan común. Uno de los retos del cristiano es vivir “la espiritualidad de la gratitud” y para ello es necesario ponerle atención a los dones que a diario se reciben del Señor. Decía San Bernardo de Claraval: "Cuando nos mostramos agradecidos por cuanto recibimos, ampliamos más en nosotros el espacio para recibir un don todavía mayor”. La gratitud ensancha el corazón, abre horizontes y hace que pensemos más positivamente. Vivir agradecidos es elevar continuas alabanzas al Señor: “gracias te doy Señor del cielo y de la tierra…”, “gloria a Dios en el cielo…”, “volvieron a su casa dando gloria a Dios”. La gratitud es la forma en que nos vinculamos con los demás, porque nos conecta con algo más allá de nuestro propio ser. Por eso, la gratitud es: Vinculante, nos da sentido de trascendencia, es imposible sentirla por nada. Para vivir agradecidos siempre debe existir un motivo y si somos atentos los motivos para la gratitud son infinitos; basta experimentar el amor de Dios, la dignidad y la grandeza de los demás, la hermosura de la naturaleza y de toda la obra de la creación, en fin, siempre habrá un motivo para la gratitud, lo necesario es poner atención para no pasar de largo frente a tanta maravilla. La gratitud auténtica inicia con la meditación y termina en la contemplación y para ello es necesario hacer silencio. Cuando se vive en el mundo del ruido y de la ambición es imposible vivir agradecidos. Para ser agradecidos, es necesario hacer pausas, tener espacios de descanso y de silencio…, para poder valorar lo que se tiene y así poder expresar el sentimiento que se alberga. Por algo los otros nueve del evangelio no volvieron, quizás se entretuvieron en las cosas pasajeras del mundo y en la emoción de la salud física, los atrapó nuevamente el mundo, se quedaron a mitad de camino. Lamentablemente ellos no escucharon la última intervención del Señor: “Levántate, vete: tu fe te ha salvado.” Ahora el hombre que agradeció, no fue curado sólo en su ser físico, fue sanado en la integridad de su ser, adquirió por la gratuidad divina y por su gratitud la Salvación. Éste hombre supo integrar perfectamente la petición y el agradecimiento. La oración cristiana debe ir siempre en está doble vía, no sólo recibir sino también dar. Hermanos, estamos muy acostumbrados a pedir a Dios, no es problema, pero por favor, demos un paso más al frente y vivamos con más ahínco la oración de gratitud a Dios. Reconozcamos que de Él lo hemos recibido todo y démosle gracias compartiendo lo poco o lo mucho que tengamos. La persona que agradece experimenta una salvación que va más allá de la simple curación física: ¡un cambio en la orientación interior! La gratitud es vinculante, miremos como cuando agradecemos la actitud está siempre dirigida a una o muchas personas: un familiar, un amigo, un profesor, Dios… Superemos ya hermanos la mentalidad “milagrera” de nuestra fe, en la que solo nos contentamos con pedir la eliminación del sufrimiento pero sin comprometer el corazón, el evangelio de hoy nos educa en la “espiritualidad de la gratitud”. Cuando se vive según el itinerario del Samaritano que se volvió para agradecer al Señor, nos ponemos a los pies de Jesús y somos impulsados a una nueva dinámica de la vida en el seguimiento del Señor. Importante hermanos, importantísimo, que alcancemos el segundo nivel de la fe que nos enseña el leproso, curado del evangelio, una fe que salva desde la gratuidad y la gratitud y esto genera un renovado encuentro con Dios y con los hermanos. Persona que vive agradecida posee mayores niveles de felicidad, tiene una presión arterial más saludable, mejores relaciones interpersonales, duerme mejor, se deprime menos y tolera más el dolor. Por fe, por interés, por “negocio”, por amor, por cualidad, por actitud ante la vida, por salud mental…, Vivamos agradecidos con Dios, con los demás, con la naturaleza. ¡Con todo y en todo GRATITUD¡. “De gente bien nacida es agradecer los beneficios que recibe, y uno de los pecados que más ofende a Dios es la ingratitud.” Miguel de Cervantes. Quijote a Sancho, cuando va a gobernar la ínsula Barataria. Tarea: Durante la semana, cada día escribir tres situaciones por las cuales se debe agradecer a Dios o alguien en particular. Continuar la lectura del libro del eclesiástico. + Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Jue 6 Oct 2016

La Iglesia y el plebiscito

Por Pbro. José Elver Rojas - En un país polarizado, cada grupo compite por contar con el mayor respaldo, eso lo hace más fuerte y superior a su adversario. Es muy notorio que en Colombia los grupos políticos busquen el apoyo de las instituciones religiosas, quienes ceden cada vez más a las propuestas de sus pretendientes. De ahí que movimientos religiosos libres se proclamen abiertamente seguidores de un partido o líder político. Los resultados del plebiscito, donde los medios de comunicación resaltan la imagen entre vencedores y vencidos, enerva los ánimos de los ciudadanos quienes, al no aceptar los resultados, se desahogan buscando culpables para agredir con palabras ofensivas e información engañosa a través de las redes sociales. Los del No, acusan a la Iglesia que estaba a favor del Sí. Los del Sí señalan que la Iglesia por temas que solapadamente estaban en los acuerdos y atentaban contra la familia, hizo campaña a favor del No. La Iglesia Católica por su tradición y experiencia en la vida política del país, ha aprendido que matricularse con un partido es profundizar más la división de las comunidades y perder el papel de madre y maestra que le permite “velar con maternal solicitud por la vida de los individuos y de los pueblos”. (Mater et Magistra N° 1) Como maestra, la Iglesia debe apoyarse en el Evangelio de donde puede sacar las enseñanzas para “resolver por completo el conflicto, o, limando sus asperezas, hacerlo más soportable; ella es la que trata no sólo de instruir la inteligencia, sino también de encauzar la vida y las costumbres de cada uno con sus preceptos”. (R N, n. 16) La Iglesia existe para evangelizar, es decir, anunciar a Jesucristo, ser dispensadora de la gracia de la reconciliación para todos y ser “misericordiosa como el Padre”, (Lc 6,36). Ella no asume identidad partidista, es respetuosa de la conciencia y libertad de las personas, en consecuencia, quienes buscan el aval de la Iglesia católica para propuestas políticas, se olvidan o desconocen que la Iglesia como madre y maestra debe estar al servicio de todos porque “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón… La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”, (GS 1). Ahora que en el país la incertidumbre y la desconfianza arrecian y un manto de soberbio delirio de omnipotencia se posa en los hombros de algunos líderes políticos; la Iglesia Católica como madre, ha de acoger y escuchar a sus hijos para enseñarles que más allá de nuestras diversas y distintas maneras de pensar, somos hermanos y nos une un mismo Dios, una misma patria y el mismo deseo: vivir reconciliados y en paz. Padre José Elver Rojas Herrera Director del Departamento de Comunicaciones Conferencia Episcopal de Colombia