Pasar al contenido principal

Opinión

Lun 26 Oct 2015

Halloween

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro No sé si soy un sacerdote "incrédulo" porque no estoy de acuerdo en aceptar que tan solo disfrazar a un niño el 31 de octubre es hacerle un favor a Satanás. Yo me disfracé siempre, hasta que me dio vergüenza, y nunca me sentí en un culto satánico. Y, más bien, siempre me ha dado miedo de la gente que vive más pendiente de qué hace o deja de hacer el diablo y descuida lo que Dios quiere. No faltará el que diga que la obra más grande del espíritu del mal es hacernos creer que no existe y que caigo en ese error. Pero yo aquí no estoy negando su existencia, que es una verdad incontrastable; ni siquiera niego que en aquella noche algunas personas aprovechan todo el imaginario de sombras y de brujas para hacer el mal y practicar ritos satánicos; lo que cuestiono es tanta algarabía por un tema que podemos evangelizar en lugar de estar simplemente alarmando. Sé que ya somos muchos los sacerdotes que en las parroquias alentamos a que la víspera de la gran Solemnidad de Todos los Santos, el 1 de noviembre, sea celebrada de una manera muy religiosa. De ese modo, el 31 de octubre se convierte en una oportunidad. Discúlpenme por referir una experiencia personal, pero desde hace cuatro años realizo un concurso de disfraces donde los niños se visten de santos, de ángeles, del papa, de sacerdote; a mí eso no me parece obra de ningún demonio sino una oportunidad de incentivar en los más pequeños la idea de ser mejores, seguir ejemplos de virtud, sin negarles la alegría de ese día. Los jóvenes nos ayudan haciendo carteleras con la vida de los santos, se distribuyen estampas de éstos y se hacen concursos – trivias sobre sus historias de vida, especialmente con los niños que no van disfrazados para vincularlos también. Porque la solución facilista de "No te disfrazas", la entiende un grande, que ya no sabe qué es admiración y que tiene el corazón más duro ante las cosas sencillas, pero un pequeño no comprende por qué no puede vestir un disfraz o disfrutar un dulce; me parece esa posición muy mezquina de parte de un adulto. Las acciones del hombre tienen significado y ese significado lo otorga la persona que ejerce la acción. El significado que le otorga el niño a ese día es el de la alegría, el de salir a compartir con sus amigos el gozo de ser pequeños. Ahora bien, incentivemos disfraces alusivos al bien, desestimulemos los que tienen que ver con la maldad, la brujería, el terror, el miedo. Insistamos a los padres de familia en que no dejen solos a sus niños sino que los acompañen con amor y servicio. He leído la iniciativa de un sacerdote que invita a que las familias tengan dulces en sus casas y un pequeño altar de la Santísima Virgen o del Señor Jesús; cuando pasen los niños pueden invitarlos a repetir una jaculatoria, un Ave María o un Padre Nuestro. En las parroquias una Eucaristía Solemne de Vísperas de Todos los Santos y una oportuna oración de desagravio por los pecados que se cometen en aquella noche, son iniciativas oportunas y realizables. ¡Feliz Solemnidad de Todos los Santos! P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]

Sáb 24 Oct 2015

Defendamos los derechos y deberes con una sana votación

Escrito por: Mons. Edgar de Jesús García Gil Primera: Defender los derechos de Dios y los deberes que todos tenemos frente a Dios por ser profundamente creyentes, respetando la libertad religiosa de cada una de las personas que viven en nuestro realidad colombiana. Siendo personas de testimonio en la verdad, bondad, belleza y unidad de Dios, del hombre y de la creación, y no mercaderes proselitistas que le apostamos al mejor pagador o comprador de votos. Segunda: Valorar y respetar la dignidad, los derechos y deberes de la personas humanas reconociendo que cada uno es un hermano o una hermana y que merece todo nuestro respeto aunque su ideología política sea diferente a la nuestra. Siendo justos y caritativos con los más necesitados de nuestra sociedad. Siendo muy sensibles y defensores de los derechos fundamentales de nuestros pueblos como la vida en todos sus estadios. No a la guerra, no al conflicto armado, no al aborto ni a la eutanasia. Atentos al trabajo, al alimento, a la educación, a la vivienda, a la recreación, al matrimonio, a la unidad familiar. No dispuestos hacerle juego a las maquinarias politiqueras que manipulan la opinión pública y convierten nuestra débil democracia en una figura vergonzosa. Tercera: Cuidar y guardar la "casa común", como dice el Papa Francisco, es decir, el equilibrio majestuoso de la creación para que en el presente y en el futuro todas las generaciones tengan un lugar digno y hermoso. Fomentar, por lo tanto, una sana conciencia ecológica frente al mundo creado. No permitir en los programas políticos un planeta tierra basurero, sin agua y sin oxígeno limpios por la catastrófica depredación de los que se dejaron arrastrar por los intereses mezquinos y egoístas de personas y empresas sin conciencia ecológica que solo les interesaba sus propios intereses económicos. Por supuesto que en nuestra democracia debemos ejercer nuestro deber de votar a conciencia por aquellas personas que según nuestro criterio pueden llevar nuestro país por los caminos de la auténtica justicia, la reconciliación, el perdón y la paz. No a las Empresas politiqueras que han herido profundamente la democracia colombiana convirtiendo el arte de la política en una feria de mercaderes. Tu decisión de votar o no votar decide, aunque no te parezca, lo mejor o lo peor para Colombia. + Édgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira

Jue 22 Oct 2015

En torno a las elecciones, ¿cómo votar?

Escrito por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Queridos amigos y lectores asiduos de esta página. Esta columna aparecerá en el periódico La Verdad en su edición antes de las elecciones, a las que somos invitados a participar el próximo 25 de octubre. Elegiremos Gobernadores, Alcaldes, Diputados a la Asamblea y Concejales. Desearía entrar en diálogo con cada uno de los queridos lectores de esta columna. El acontecimiento electoral que viviremos en pocos días nos afecta a todos directamente, pues lleva la administración pública a nuestro contexto más cercano: es el espacio en el cual se toman decisiones que nos atañen. Elegiremos a quienes tendrán la responsabilidad directa sobre nuestro entorno, en el departamento y en las ciudades. Por ello, es necesario ponderar muy bien el voto y, con una gran responsabilidad elegir a los mejores que nos puedan gobernar. El voto obliga moralmente; está en juego el bien común y la decisión sobre hechos, situaciones y realidad social que nos rodean. Por ello, todos tenemos la obligación moral de participar en la elección, manifestando nuestra voluntad por aquellos candidatos que deben representarnos y decidir por nuestras exigencias materiales como asociados en el Estado, como ciudadanos que somos. El voto nos obliga a todos y con él nos hacemos corresponsables de los destinos de nuestra comunidad, favorecemos el progreso y participamos activamente de las decisiones en favor de todos que deben tomar nuestros gobernantes. El voto tiene que ser también un voto en conciencia. Cada uno, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, todos, tenemos que elegir a quienes consideremos de verdad los más aptos y capacitados para decidir en los espacios de gobierno, defendiendo nuestros intereses y los de aquellos que tienen que tomar los destinos de nuestras agregaciones sociales. Cada uno de los católicos que asume el voto y, lo hace en conciencia, tiene que informarse sobre los programas de gobierno, sobre las tendencias y pensamiento de los candidatos. Nuestra participación no es banal, es necesaria. Este voto tiene que ser libre, no puede estar viciado por la corrupción o la mediación de pagos, promesas electorales o empeños hacia el futuro. En muchas partes se denuncia la compra de los votos, la venta de los mismos a los candidatos en función de dinero o prebendas sociales que no son adecuados ni moralmente admisibles. Existen muchas maneras de quitar la libertad a los ciudadanos en la expresión de su voluntad de participar en las elecciones. El voto de los que son católicos y practicantes de la fe, tiene que favorecer también a aquellos que defiendan principios católicos y de tipo ético, en perfecta sintonía con las enseñanzas de la Iglesia. El Papa Benedicto XVI los llamó los principios no negociables: la defensa y fortalecimiento de la vida humana (quienes como políticos digan claramente: no al aborto, no a la eutanasia), quienes defiendan la familia natural querida por Dios (constituida por el hombre y la mujer y digan no al llamado matrimonio de homosexuales), quienes afirmen y fortalezcan la capacidad de los padres de elegir la educación católica para sus hijos, es decir, una educación que transmita los valores de la fe. Las condiciones sociales de nuestro entorno cultural y humano exigen la presencia de gobernantes honestos, serios, responsables – tanto en su vida privada como pública, eficientes, dedicados en trabajo y disponibilidad en favor de las necesidades de todos, su vida tiene que resplandecer por los valores humanos. Nuestra participación en la elección de los gobernantes tiene que estar marcada por la responsabilidad y la elección que de verdad fortalezca nuestro entorno humano. Deseo invitar, con gran responsabilidad a los Candidatos a hacer una campaña: * Que sea seria en sus propuestas, donde ellas puedan efectivamente cumplirse y respondan a una precisa posibilidad de realización en nuestro contexto; * Que no se creen divisiones o heridas en la sociedad y en los ciudadanos, respetuosa de los contrincantes, con altura humana y de gestos; * Que sea respetuosa de los que entran en la tarea política, no creando falsas ilusiones ni esperanzas irrealizables; * Que no genere violencias físicas o morales en nuestra comunidad. El poder de las tinieblas, con la corrupción, ha marcado en casos muy precisos y concretos la actividad política en nuestro contexto nacional colombiano. Es necesario fortalecer una clase política, fundada en valores precisos y claros de servicio y de ayuda a la comunidad en la cual vivimos todos. Una comunidad que con sus líderes sociales y políticos crezca. En la perspectiva de las circunstancias sociales actuales tenemos que fortalecer la vida social, en la cual brille el hombre, cada persona humana con su dignidad y sus valores. Católico, piensa tu voto, revisa las propuestas de quienes se presentan, vota en conciencia. Tu decisión es fundamental para el futuro de nuestra comunidad. ¡Alabado sea Jesucristo! + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Mié 21 Oct 2015

Convocados a votar

Escrito por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo El próximo domingo estamos llamados a elegir gobernadores, alcaldes, ediles y concejales. En primer lugar, debemos valorar, aunque con sus limitaciones, el sistema democrático que tenemos y que siempre debemos salvaguardar. Luego, nos corresponde asumir a todos, y en particular a los católicos, la responsabilidad y el deber ciudadano de votar con madurez política teniendo en cuenta, ante todo, el bien común. No podemos ignorar que de las personas que elegimos depende, en buena parte, la estabilidad, la honesta administración y el progreso de nuestro país. Conducir el camino histórico de un pueblo no es fácil; máxime, con las delicadas y complejas situaciones que vivimos. La economía requiere un manejo muy cuidadoso y técnico en medio de la realidad global que de una u otra forma nos afecta y desafía. Aclimatar la auténtica paz, que es un desarrollo integral y sostenible para todos, es una tarea que no admite los simplismos o politizaciones en que a veces caemos. Llegar a una transformación cultural, mediante una educación escolar y ciudadana, que se asiente sobre valores indefectibles, no es cosa que se consigue de un día para otro. En la raíz de los retos que debemos afrontar está la crisis ética de nuestra sociedad. Hemos entrado en un desconcierto moral en el que honesto y deshonesto, bueno y malo, verdadero y falso no pasan de ser palabras. Obramos como si bueno fuera lo que nos agrada, lo que nos produce dinero, lo que nos da poder como individuos o como grupo. Pensamos que mentir es un ingrediente indispensable de la convivencia y del éxito personal. Actuamos como si la honestidad fuera para los demás, pues cada uno debe aprovechar la oportunidad de lucro y de poder que, a cualquier precio, se le ofrece. Las consecuencias son temibles. Con el derrumbe de la ética se ponen en juego la dignidad y los derechos de las personas; valen más los bienes materiales que la vida humana; la actividad económica y política ya no está al servicio del bien común; el progreso integral de la sociedad queda supeditado a los mecanismos casi anónimos de la producción; y el proyecto del país cede ante los intereses particulares. Así se llega, por ejemplo, a poner en cuestión la vida del ser humano por el aborto y la eutanasia, a cometer delitos en nombre de la ley o de los derechos, a utilizar todo tipo de trampas y mentiras para imponer los propios y ocultos proyectos. De esto se sigue el quebrantamiento de las bases del Estado de derecho, el crecimiento de la indiferencia e insolidaridad con los más pobres y necesitados, la opción de los jóvenes de evadir la realidad mediante el degradante consumo de las drogas, la vida frívola y vacía de la sociedad manipulada por ciertos medios de comunicación, la búsqueda compulsiva de diversión y sexo, y, por último, el recurso a la violencia como forma de conseguir lo que se quiere, aniquilando si se necesita a los demás. El deterioro ético, al que se va llegando como inconscientemente, genera un estilo de sociedad realmente invivible. Por tanto, debemos tomar en serio las próximas elecciones para reforzar la vida moral de nuestra sociedad, para superar diversas formas de corrupción, para defender y promover el valor de la persona humana como base de todo ordenamiento social, político y económico. Esto exige apoyar con el voto a los candidatos que sabemos que son honestos, que defienden la institución familiar, que promueven una educación con valores profundamente humanos. Debemos favorecer a los políticos que, al menos, están menos lejos de estos propósitos planteados. No se puede desperdiciar ni vender el voto. Nos corresponde elegir, a conciencia, no sólo entre la paz y la guerra, sino también entre la justicia y la injusticia, entre la verdad y la mentira, entre el bien y el mal. No es pequeña la responsabilidad de votar. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 20 Oct 2015

La colonización ideológica

Escrito por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo El papa Francisco, en varias ocasiones y especialmente en su encuentro en enero de este año con las familias en Filipinas, ha hablado de lo que él llama la "colonización ideológica". Explica que es la imposición de ideas extranjeras en una cultura y denuncia que a veces viene apalancada por asistencia financiera. Estas ideologías, señala, se van introduciendo en los países en desarrollo especialmente a través de la educación de los niños y los jóvenes, tal como pasó en las dictaduras del último siglo. Se trata de una verdadera "colonización". Esto lleva a que las personas y los pueblos pierdan su propia identidad y terminen en la uniformidad. "Esta es la globalización de la esfera, todos los puntos son equidistantes del centro", indicó. Sin embargo, la "verdadera globalización" no tiene forma de esfera, sino que debe ser un "poliedro", multifacético, de tal forma "que todas las personas, cada parte, conserven su propia identidad sin ser colonizadas ideológicamente". Se podría hablar de una colonización antropológica cuya finalidad es la impugnación total de la idea misma de la naturaleza humana. Esto está ocurriendo ya en casi todos los países, sin que nadie lo pueda cuestionar, pues quien piense distinto estaría haciendo "discriminación". Es la imposición del "pensamiento único"; lo demás no es "políticamente correcto". La primera amenaza la sufre la familia, al querer redefinir la misma institución del matrimonio desde el "relativismo", la "cultura de lo efímero" y la falta de "apertura a la vida". Es una colonización, dice el Papa, porque viene de afuera y es ideológica porque no le interesa la verdad, sino la imposición de su materialismo, de su visión que destruye o reduce las exigencias éticas. El Santo Padre no duda en denunciar que la familia está amenazada y con ella toda la sociedad. Por eso, invita a estar atentos, a ser sagaces, a obrar con habilidad y fuerza para evitar una colonización ideológica que es tan funesta como una colonización política. Para que se comprendan mejor las cosas, recomienda, como ya lo había hecho en otras ocasiones, leer la novela "Señor del Mundo" de Robert Hugh Benson. Esta obra presenta el reinado del Anticristo, que impone la religión de la "fraternidad universal", un humanismo sin Dios, caracterizado por la mística de la deificación del hombre y del progreso. La condición del progreso es la paz que brota de la comprensión clara de que el hombre lo es todo. Esta paz tan estupenda la logra Felsenburgh, el falso mesías que protagoniza la novela, alcanzando una alianza con las sectas mahometanas del Oriente; después, consiguiendo el bienestar universal, mediante el control mental de las masas y la benévola administración de la eutanasia a los díscolos y los infelices; por último, unificando el mundo bajo su autoridad, implantando oficialmente la religión humanista y erradicando los últimos reductos de cierta fe "grotesca y esclavizadora", propia de "incompetentes, ancianos y disminuidos", que se resiste a aceptar la colonización ideológica. A los pocos que para entonces profesan esa religión se les considera una secta de peligrosos delincuentes; y se decreta contra ellos la persecución, que las masas acogen con desenfrenado alborozo ciudadano, como una auténtica fiesta de la democracia. Lo que el Papa nos advierte nos lleva a pensar con urgencia en la necesidad de afirmarnos en la fe, de construir una sólida comunión, de continuar en el empeño de una profunda evangelización, de ponernos cada vez más, por la oración y la santidad de vida, en las manos de Dios. Antes, los verdugos nos cortaban la cabeza; ahora, la colonización ideológica nos la cambia por otra. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 20 Oct 2015

Ante un fallo inicuo

Escrito por: P. Mario García Isaza La Corte Suprema de Justicia, ante la cual había sido interpuesta apelación de un fallo del tribunal de Ibagué, ha emitido el suyo, en relación con la demanda instaurada contra la Diócesis de Líbano-Honda por abusos sexuales con menor de edad, cometidos por un sacerdote. En la inicua sentencia se condena a la Diócesis, y se la obliga a pagar una gran suma de dinero como reparación a las víctimas. Las reacciones de los medios de comunicación con mayor poder y difusión, - El Espectador, El Tiempo, Semana, las cadenas de TV...- han sido una muestra más, - ¡por si hiciera falta! - , de su inocultable malquerencia para con la Iglesia Católica. Columnistas ha habido que sin el menor recato han expresado el júbilo que les provoca cualquier cosa que mancille la imagen de la Iglesia o pretenda quitarle piso a su tarea pastoral. Tal, por citar uno, el caso del señor Felipe Zuleta, ( el mismo que demandó a un Señor Obispo porque exponía argumentos contra la posible adopción de niños por parte de parejas homosexuales...) quien, en El Espectador, parece solazarse ante la perspectiva de que ahora se venga una cascada de sentencias contra la Iglesia; de sujetos como él, sería ingenuo esperar una reacción distinta; pero es que hasta intelectuales habitualmente ponderados y sesudos, como Abdón Espinosa Valderrama, parecen haber perdido la objetividad y la lucidez : en su columna de El Tiempo, considera un triunfo de la justicia lo que a todas luces es una perversa decisión de la Corte. Lo sucedido nos causa profundo dolor. Y cuando digo lo sucedido, me refiero tanto a los hechos innombrables del abuso cometido contra niños inocentes por un miembro del clero, como a la sentencia de la corte. Una y otra cosa encierra una atroz iniquidad. Tan injustificable y aberrante como el pecado cometido por el abusador, es la sentencia proferida por el alto tribunal. No es verdad, como los medios a que me he referido afirman, que la Iglesia, universal o particular, haya sido connivente cuando se han cometido abusos; no lo es que la Diócesis ahora injustamente condenada no haya hecho cosa alguna en favor de las víctimas. Sé, y puedo aducir pruebas, que antes que muchas otras diócesis, la de Líbano-Honda tenía un Código de protección de menores, sustentado con un Decreto episcopal; sé, así mismo, que de manera inmediata, al denunciarse los hechos, la misma autoridad diocesana destituyó al sacerdote, antes de cualquier juicio y de manera preventiva; sé que, manifestó su deseo de colaborar incondicionalmente con la autoridad civil; sé que, antes de que se diera un veredicto condenatorio de los tribunales, el clérigo recibió la máxima pena que puede infligirse a un sacerdote: la suspensión del ministerio sacerdotal; y además, se inició, ante la Santa Sede, el trámite conducente a la expulsión del ministerio, que culminó bajo el actual Pontífice, el papa Francisco. Por otra parte, el Señor Obispo, desde el primer momento, buscó el contacto con las víctimas y su familia, e hizo cuanto estaba a su alcance para brindarles ayuda; esa solicitud está documentada en acta oficial, después de una visita del padrastro de los niños abusados. Los cuales recibieron, mientras fue posible, ayuda a través del Hogar del Niño, fundación diocesana. Todo lo que se diga en contrario es flagrante mentira. Pero los interesados en zaherir a la Iglesia no se toman el trabajo de indagar, antes de pronunciarse, sobre las acciones y medidas que los superiores eclesiásticos han tomado para prevenir y para castigar cualquier delito cometido por un clérigo. ¿Será honesto ese proceder? ¿Tendrán los medios de comunicación social derecho de actuar con tan poca objetividad y de manera tan evidentemente proclive en contra de la Iglesia? Me pregunto, y con seguridad lo hacen muchísimos otros: ¿por qué se condena a la Diócesis por el delito cometido por un sacerdote? ¡Dizque porque él es un "empleado" de la institución! ¡Vaya solidez de argumento! El clérigo no cometió su crimen en ejercicio de su ministerio sacerdotal; las circunstancias de los hechos no fueron, en manera alguna, las que rodean el cumplimiento de dicho ministerio; fueron actos cumplidos en tiempo y lugar en que la persona no actuaba "quatenus sacerdos", en cuanto sacerdote; actos absolutamente particulares, de un individuo, no en razón o en función del cargo a él encomendado por la autoridad eclesiástica; y eso no queda desvirtuado por el hecho, innegable, de que se haya prevalido de su rol y de su imagen para lograr más fácilmente su protervo propósito. Y nos preguntamos también, muchísimos : según esta "jurisprudencia" de la inefable corte, si un militar, o un maestro, o un médico, comete abuso sexual contra niños, si el hecho se da no en momentos o circunstancias en que ellos desempeñan su oficio como tales, sino, por ejemplo, en su casa, cuando no están ejerciendo su cargo, ¿ será condenado a pagar el ejército, o el ministerio de educación, o el hospital en que trabaja el profesional, ya que ellos son "empleados" de tales instituciones?... ¡ Sería lo lógico...! Pero no, es que no se trata de la Iglesia... Padre, Mario García Isaza C.M, Formador, seminario mayor, Ibagué

Lun 19 Oct 2015

“Lo que haces con el corazón lo pagas con el bolsillo”

Escrito por: Mons. Juan Carlos Ramírez Rojas Lo que nace del corazón del hombre va dirigido a la acción y en consecuencia esa acción debe responder a un plan que es capaz de articular acciones y actividades que desencadenan procesos y permiten alcanzar metas en el mediano y largo plazo. Cuando las acciones que "salen del corazón" van cargadas de una blandita caridad y revestidas de sentimientos de blandengue generosidad, se empieza a recorrer el sendero desgastador de problemas que terminan en estrados judiciales y con cargas pecuniarias que debilitan las mismas estructuras, con el agravante de personas que se alejan resentidas y son réplicas permanentes de comentarios tendenciosos que le hacen daño a la madre Iglesia. Con lo anterior quiero sugerir que renunciemos a administrar con falsas caridades que en el fondo reflejan desorden y falta de planeación administrativa. Quiero detenerme en el aspecto laboral de las personas que vinculamos para la acción evangelizadora. Nos enseña la Iglesia que en el momento de contratar se han de observar no solo los principios de la Iglesia, sino también las leyes civiles en materia laboral y social (Cf. Canon 1286). ¿Qué significa esto para nuestras Diócesis, parroquias, e instituciones eclesiales, (fundaciones, cementerios, seminarios, instituciones de acción caritativa reconocidas por el Estado como personas jurídicas)?: 1.- El Estado colombiano tiene una protección especial sobre el trabajo y procura vigilar que empleadores y trabajadores cumplan las normas que rigen la relación laboral. Existen numerosas normas jurídicas vigentes, es regla de oro el Código sustantivo del trabajo. Dejemos de estar inventando "leyes", haciendo contratos por fuera de las normas vigentes. El art 21 del C.S.T., "En caso de conflicto o duda sobre la aplicación de normas vigentes de trabajo, prevalece la más favorable al trabajador...". No me diga más. 2.- Determinar en términos precisos el contrato y la clase contrato y tener conocimiento de lo específico de cada uno (Cf. Art 45 C.S.T). No se debe contratar por salario inferior al mínimo legal mensual vigente. Llega la persona y nos dice: "tranquilo mi padre yo le trabajo por cualquier cosita que Usted me pueda dar..." y resulta que trabajó 48 horas a la semana, esa persona aunque quiera, no puede renunciar a la aplicación de las normas sobre ese salario. No olvidar: Las normas laborales tienen el carácter de orden público, es decir, trascienden la voluntad del trabajador y del empleador. Se dice "es que donde yo estoy no alcanza para pagar ese salario de ley", fácil, no se complique: No contrate. 3.- Evitar colocar en los contratos cláusulas ineficaces¬¬, ellas no producen ningún efecto a favor del contratante, por lo general buscan desmejorar las condiciones del trabajador y al final son una forma "dolosa" que terminan demostrando mala intención por parte del contratante (Cf. Art 43 C.S.T). 4.- Es conveniente tener procesos de selección de personal y antes que la persona seleccionada inicie labores se debe proveer: afiliaciones al sistema de seguridad social: salud, pensión, ARL, caja de compensación familiar, examen médico de ingreso, manual de funciones y los requisitos que tenga establecidos la oficina de recursos humanos o en su defecto la persona que coordina a los empleados. 5.- Al liquidar la nómina los devengados son: sueldo, auxilio de transporte, horas extras (para vigilantes, porteros hay legislación particular) recargos y dominicales, descansos compensatorios, comisiones. Todo dejarlo por escrito y firmado por las partes. 6.- Al liquidar nómina las deducciones son: descuento salud, pensión, fondos voluntarios, libranzas, préstamos autorizados. 7.- Ojo, la dotación, recordemos el adagio popular: "no pensemos que porque el pasajero es pobre la maleta es de hojas". Es una obligación que se olvida fácilmente y consiste en que todo empleador debe entregar a los trabajadores que devengan hasta dos salarios mínimos, un par de zapatos y un vestido de labor cada 4 meses: el 30 de abril, el 31 de agosto y el 20 de diciembre. Debe firmarse el acta de entrega. No se debe entregar en dinero. Esta prestación se debe recibir en especie, "solo es posible recibirla en dinero al finalizar el contrato, pues no tendría sentido suministrar una dotación de trabajo cuando la persona ya no va a laborar". 8.- Conviene tener la valoración de un profesional en la materia que revisa y certifica que el contrato cumple con las normas de ley y solicitar al profesional del derecho que la valoración sea por escrito. Dirán los lectores, "¡no¡ imposible tener trabajadores..." Es muy fácil, no se complique, si no puede asumir las obligaciones de ley, no contrate y si lo hace de manera irregular, recuerde: Lo que se hace con el corazón se paga con el bolsillo. Mons. Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director financiero Conferencia Episcopal de Colombia

Vie 16 Oct 2015

La soledad del sacerdote

Escrito por: P. Raúl Ortiz Toro Quizá la mayoría de lectores saben por qué estoy escribiendo este artículo. No diré nombres ni circunstancias. Si no lo saben, no hace falta. Solo me limitaré a decir que los sacerdotes somos seres vulnerables. Sublimes administradores de una gracia particular que nos trasciende, pero así mismo, delicados seres humanos. A veces nos mostramos tan duros que parecemos impermeables, pasamos como seres objetivos en todo sentido, perfectos hasta en el más mínimo detalle. Pero no es así. El aura de santidad que nos rodea, en un descuido, en una ligereza o imprudencia, se puede volver una corona de espinas que nos hace sudar sangre o que hiere a la Iglesia. Y si no somos perfectos, al menos así aparecemos en las exigencias y en el imaginario colectivo de nuestros feligreses y nuestras familias. Rodeados de gente, a veces hasta la saciedad, terminamos el domingo en la soledad del sagrario o en la soledad de la habitación, poblados de presencias desvanecidas que con el paso del día se fueron volviendo ausencias. En los primeros años de sacerdocio, en esa misma soledad de la meditación, luego de que el trajín del día ha dado paso al silencio de la conciencia, se llega a pensar: ¿Me habré equivocado? ¿Cómo será una vida por fuera del sacerdocio? ¿Tiene sentido desgastarme por seres anónimos? Preguntas que para muchos surgieron esa noche antes de la ordenación diaconal y sacerdotal en la que poco dormimos. Pero luego, afortunadamente, con el pasar de los años, las dudas van dando paso a la confirmación de que Dios no se equivoca cuando llama, sino que somos nosotros los que nos equivocamos al no ser lo suficientemente generosos; y se empiezan a concatenar tantas satisfacciones: el abrazo de quien no te conoce pero te agradece porque lo has escuchado en confesión, la sonrisa de los niños cuando los bendices, el sentir que eres un instrumento para que nazcan hijos para el cielo, la palabra sencilla que llegó al corazón de alguien que necesitaba ese consuelo, el bien que logras con un buen gesto y con tu trabajo silencioso que no sale en los periódicos... Y descubres que todo empezó un día, cuando te sentiste llamado. Hubo un momento inicial: Ir al seminario, ser un santo sacerdote, ayudar a las personas como Cristo. Y así surgió el Amor que todo lo abarca. Y las ilusiones, porque todos hemos querido cambiar el mundo con nuestra misión y en todos se ha albergado el ideal de la santidad. En un momento de desespero, de angustia ante la realidad, de frustración por la pérdida de la identidad, el sacerdote experimenta ese tipo de soledad que no es benévola, diferente a aquella otra necesaria y justa que deja escuchar los latidos del corazón de Dios en la oración. De la que hablo es de la soledad que hizo perder el sentido de lo que movió su primer amor a Cristo. Esa soledad que dejó escapar el pensamiento encaminado a la posibilidad de una presencia y compañía que luego, con el tiempo, será frustración; y es que G. Bernanos, en su "Diario de un cura rural" lo dijo mejor: "un verdadero sacerdote no es nunca amado". Y es verdad, porque así él no quiera, su vida es de Dios, que sabe reclamar lo que siempre ha sido suyo. Una oración por nuestros sacerdotes nos vendría muy bien en este momento. P. Raúl Ortiz Toro Docente del Seminario Mayor San José de Popayán [email protected]