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diócesis de Cúcuta

Vie 24 Sep 2021

La fe y la promoción de la justicia en los complejos carcelarios

La Iglesia Católica colombiana, a imagen de Jesús, el Buen Pastor, busca a sus ovejas y las guía hacia el camino de la verdadera libertad; por esto, ha estado estrechamente vinculada con el ámbito penitenciario, para anunciar a Jesucristo entre las personas privadas de la libertad y quienes le rodean. A nivel nacional, la Pastoral de Justicia y Libertad se proyecta para el año 2024 como una organización sólida que incide en la dignificación del ser humano con el anuncio del Evangelio. En la Diócesis de Cúcuta, también está presente este servicio pastoral, cuyo delegado es el padre Rhonald Sttyd Suárez Carrillo, quien durante seis años y medio ha estado acompañando a la comunidad del Complejo Carcelario y Penitenciario Metropolitano de Cúcuta. En entrevista para el Periódico La Verdad, el padre Rhonald explica cómo ha sido la práctica y divulgación del Evangelio de Jesucristo en medio de las diversas y difíciles realidades que viven las personas privadas de la libertad, sus familias y quienes están vinculados a esta comunidad. La Verdad: Como sacerdote y a nivel personal, ¿cómo ha sido esta experiencia? Padre Rhonald Sttyd Suárez Carrillo: Es una experiencia pastoral y humanamente muy enriquecedora, dado que en la cárcel está el resumen de lo que es nuestra sociedad, ahí tenemos la descripción real y cruda de cómo estamos a nivel familiar, político y económico; en la cárcel están todos los estratos sociales, todas las realidades humanas, todo tipo de familias están reflejadas en la cárcel. Por eso, aseguro que es un lugar privilegiado de aprendizaje humanamente hablando, y en lo pastoral, es un terreno propicio para dar a conocer el nombre de Jesús. L.V.: La comunidad carcelaria no sólo son personas privadas de la libertad, también se incluyen sus familiares, los funcionarios de la penitenciaría y profesionales que prestan sus servicios en el Complejo, ¿cuál es el apoyo desde la fe que reciben, al pertenecer a esta realidad? P.R.S.S.C.: Ciertamente, cuando hablamos de Pastoral de Justicia y Libertad, estamos hablando de todas las personas que me menciona, lo cual es una experiencia viva de fe, en la que se puede dar a conocer el nombre de Jesús a través del perdón y la reconciliación, que son los pilares que tenemos para dar el paso a la sanación de tantas heridas que encontramos en nuestro proceso evolutivo. El acompañamiento que se hace es a las personas privadas de la libertad, directamente en sus pabellones, y con los demás, se buscan los espacios para dar asesoría espiritual, realizar el sacramento de la reconciliación, la celebración sacramental y también acompañamos el proceso de duelo a las familias que han perdido a un ser querido. L.V.: En la promoción de la justicia y la paz, ¿cuál es el papel de la Iglesia Católica? P.R.S.S.C.: Servir de mediadora y pacificadora, buscando el camino de la reconciliación, este es un papel muy importante que necesitamos como Iglesia, como sociedad y naturalmente en este escenario en el que se ve reflejado cómo estamos a nivel social, donde es cada vez más necesaria e indispensable la búsqueda de la reconciliación. L.V.: ¿Cómo hablarle del don de la libertad, a quienes están privados de ella? P.R.S.S.C.: Precisamente, la libertad es mucho más que estar caminando por las calles, porque la libertad es un proceso de liberación de heridas y del pecado que venimos arrastrando, como decía san Ignacio de Loyola: “todos tenemos un pecado dominante”, y ese pecado se puede sanar y liberar. Entonces, cuando una persona espera su boleta de salida, desde la Pastoral insistimos en que no es solamente que salga libre físicamente, sino libre espiritualmente, libre de venganza, de odio, de resentimiento, de heridas. Y hay algo importante aquí también, cuando hablamos de Pastoral de Justicia y Libertad, no solamente es la fe Católica, ya que nosotros le abrimos espacio a todas las denominaciones que las personas privadas de la libertad expresan, es decir, tienen el derecho de recibir un acompañamiento de su líder religioso. L.V.: Como usted lo menciona, hay espacio para todos y dentro de una cárcel se encuentra una diversidad cultural y asimismo de creencias religiosas, ¿cómo llevar la Palabra y tocar los corazones a cada uno de ellos? P.R.S.S.C.: La Palabra es fundamental para acompañar el proceso de liberación y sanación integral, porque la búsqueda de Dios es inherente en el ser humano, entonces independientemente de la denominación religiosa, se acompaña espiritualmente a cada uno de las personas privadas de la libertad. L.V.: ¿Cuáles actividades se promueven desde la Pastoral P.R.S.S.C.: Nosotros realizamos catequesis pre-sacramental; formación humana, apoyados en unas cartillas que nos proporcionan desde la Pastoral de Justicia y Libertad nacional, para impartir temas antropológicos y existenciales, buscando la maduración del corazón, basados en la espiritualidad, es decir, en la Palabra de Dios, porque esta es la ruta de la verdadera libertad. También celebramos los sacramentos de la reconciliación, el bautismo y por supuesto, la lectura orante de la Sagrada Escritura. L.V.: Padre, háblenos de la devoción a Nuestra Señora de las Mercedes P.R.S.S.C.: Es la patrona de las personas privadas de la libertad, porque es en el camino de obediencia como el de la Virgen María que encontramos la libertad; nos enseña que cumplir los mandamientos no es algo que se impone, sino que es la ruta para encontrar la propia plenitud. Ella es la que nos anima y acompaña; de hecho, el rezo del Santo Rosario es una de las oportunidades de oración que también tenemos con cada uno de los pabellones. L.V.: ¿Qué opinan de su patrona y protectora, las personas privadas de la libertad en Cúcuta? P.R.S.S.C.: Son en su mayoría, fieles devotos, porque ha ayudado a que muchas personas obtengan su libertad física; hemos visto situa­ciones jurídicas muy complejas y gracias a su intercesión, de manera extraordinaria se han resuelto. L.V.: Precisamente, en el marco de la fiesta de Nuestra Señora de las Mercedes que se celebra cada 24 de septiembre, la Pastoral de Justicia y Libertad, cada año adelanta una campaña de recolección de elementos de aseo; que sea esta la ocasión para invitar a los lectores a donar. ¿Qué pueden donar y a dónde llevar sus ayudas? P.R.S.S.C.: Hacemos la cordial invitación a que se unan a la campaña ‘Dona un útil de aseo’, pueden ayudarnos con papel higiénico, crema dental, jabón de baño, cepillo de dientes, toallas higiénicas, jabón de lavar ropa, pañales para adultos y bebés, porque hay mujeres en gestación y les toca enfrentar su parto en la cárcel, donde hay un patio de neonatos. Las ayudas las pueden llevar al Centro de Comunicaciones de la Diócesis de Cúcuta que queda ubicado en la calle 9 # 8-87 barrio El Llano, desde allí nos colaboran como centro de acopio. L.V.: Para finalizar, un mensaje a los fieles bautizados, personas de buena voluntad y lectores del Periódico La Verdad, para que brindemos segundas oportunidades P.R.S.S.C.: Todos podemos equivocarnos, no hay ninguna persona que no se haya equivocado, recordemos el pasaje en el que Jesús le dice a la mujer: “mujer, yo no te condeno” (Jn 8, 1-11), si Jesús no condena, ¿por qué nosotros sí? Reflexionemos en esto y vinculémonos al proceso de la reconciliación, el perdón y naturalmente, la justicia. No quiere decir que quien se equivocó no vaya a pagar lo que dicten las leyes humanas, sí, pero con perdón, porque el perdón es sanador. Una familia que no se abra al perdón, se enferma. Los invito a buscar el perdón y la reconciliación que viene de Dios. Fotos: Pastoral de Justicia y Libertad de la Diócesis de Cúcuta. Las fotografías son con consentimiento informado. Fuente: Centro de comunicaciones Diócesis de Cúcuta

Sáb 4 Sep 2021

Así vivirá la Diócesis de Cúcuta la 34 versión de la Semana por la Paz

Durante 34 años, diferentes instituciones y colectivos sociales colombianos promueven la gran movilización de la ‘Semana por la Paz’, para impulsar iniciativas que dignifiquen la vida en los territorios del país. Tradicionalmente se desarrolla en el marco de la celebración de los días de los Derechos Humanos en Colombia y el de san Pedro Claver (9 de septiembre). Este año, se desarrollará del 5 al 11 de septiembre. La Iglesia Católica en Colombia, a través del Secretariado Nacional de Pastoral Social, se ha vinculado año tras año en este ejercicio, con el objetivo de promover en las comunidades de las jurisdicciones eclesiásti­cas, espacios de reflexión so­bre el compromiso cristiano en la construcción de paz y la re­conciliación, desde la transfor­mación de relaciones consigo mismo y con el otro, a partir del reconocimiento de la diversidad y como aporte para el fortale­cimiento del tejido social en la búsqueda del bien común. Así mismo, la Diócesis de Cúcuta acoge esta iniciativa y por medio de la Corporación de Servicio Pastoral Social (COSPAS), desarrolla en esta zona de frontera la celebración de la Semana por la Paz, que, en esta versión, bajo el lema: “Verdad que podemos”, busca discernir sobre las prácticas y acciones que contribuyen a la construcción de la paz a nivel personal, familiar, espiritual, educativo, sociopolítico, ecológico y virtual. Para esto, a partir del material elaborado por la Pastoral Social nacional, COSPAS, ha organizado los temas dentro del contexto que se vive en esta Iglesia Particular y los va a desarrollar a través de encuentros virtuales, que serán transmitidos a través de los medios de comunicación diocesanos (Facebook, YouTube y Emisora Vox Dei). Igualmente, la Diócesis de Cúcuta en su página web ha dispuesto un ‘banner’, donde al ingresar, encuentran la cartilla para leer, reflexionar y desarrollar los encuentros en sus entornos académicos, sociales o con su comunidad eclesial, además de esto, material gráfico y audiovisual. El administrador apostólico de la Diócesis de Cúcuta, Monseñor José Libardo Garcés Monsalve, a través de un video-mensaje, invita a todos los fieles bautizados a participar de la Semana por la Paz, orar por ella y “recibirla como don de Dios”, que cada uno pueda fortalecerla, para hacer de cada ambiente, lugares de “unidad, comunión y armonía”. Descargar los insumos para animar esta Semana [icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon] Fuente: Fuente: Centro de comunicaciones Diócesis de Cúcuta

Mar 31 Ago 2021

Bienaventurados los que trabajan por la paz

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - La paz les dejo, mi paz les doy. Una paz que el mundo no les puede dar” (Jn 14, 27), son las palabras de Jesús en el discurso de despedida y que nos indican que tenemos que trabajar intensamente por tener en la vida a Nuestro Señor Jesucristo que nos conduce a la verdadera paz. Esta paz interior y exterior no depende de nuestro esfuerzo y méritos, sino de la gracia de Dios. Durante la celebración de la eucaristía el sacerdote dice: “Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles ‘la paz les dejo, mi paz les doy’, no mires nuestros pecados sino la fe de la Iglesia y conforme a tu palabra concédele la paz y la unidad”. Luego extiende las manos y nos dice: “La paz del Señor sea siempre con ustedes”. ¿Qué es esta paz? Es un maravilloso regalo que Jesucristo ha ganado con su Sangre para nosotros y que nos quiere dejar para que vivamos en comunión y unidad. De nuestra parte está la responsabilidad de aceptarla, acogiéndola como don de Dios para nuestra vida. Cuando aceptamos a Jesucristo en la vida personal y familiar, brota del interior el deseo de trabajar y construir la paz; como consecuencia de ello seremos llamados por el mismo Señor, bienaventurados. Así lo expresa Jesús en el sermón de la montaña: “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9), esta es la tarea de todo cristiano, ayudar a que todos vivamos en paz. Llegar a trabajar por la paz presupone que reinen en nuestro corazón las demás bienaventuranzas. Cuando tengamos la confianza puesta solo en Dios desde la pobreza evangélica, cuando tengamos el alma limpia de todo pecado, comenzamos a tener paz en nosotros mismos y también la podemos ofrecer a los demás. Quienes trabajan por la paz son bienaventurados, porque primero tienen la paz en su corazón y después procuran ambientes de paz entre los hermanos que están en división y conflicto. Para trabajar por la paz y transmitirla a los otros, se necesita tener en el corazón todas las cosas ordenadas, dejar entrar todas las virtudes, desde la fe, la esperanza y la caridad que nos ponen en paz con Dios y luego las demás virtudes que rigen toda la vida del creyente y lo ponen en actitud de acogida del hermano. Desde un corazón que está limpio, que está en gracia de Dios, es posible trabajar por la paz, recibiendo cada uno la paz que Jesucristo nos ha dejado y que nos conduce al encuentro con Él. Del 5 al 12 de septiembre celebramos la semana por la paz, en donde nos disponemos a rezar por la paz tan anhelada por todos y a trabajar para que vivamos en familias perdonadas, reconciliadas y en paz. Se necesitan corazones perdonados y reconciliados con Dios y con los hermanos para que podamos tener una paz verdadera, estable y duradera. Todos queremos la paz y hacemos grandes esfuerzos por conseguirla. En Colombia sabemos de la necesidad que tenemos de la paz, pero no podemos olvidar que es un don de Dios y que trabajar por la paz, nos hace hijos de Dios y hermanos entre sí. Mientras no tengamos este principio cristiano bien anclado en el corazón, todos los esfuerzos meramente humanos que hacemos por conseguir la paz, quedan a mitad de camino y desfallecen en la mitad del sendero. Se necesita amar la paz, que en la vida concreta es amar a Jesucristo, príncipe de la paz y tenerlo en el corazón de hijos de Dios. En este trabajo intenso y desde el corazón, tenemos la certeza de un premio: “bienaventurados los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9), sabiendo que el Padre de todos es solamente Dios, y no se puede entrar a formar parte de su familia, si no vivimos en paz entre todos por medio de la caridad fraterna, trabajando por crear armonía y unidad en nuestro entorno. Esta es la misión de Nuestro Señor Jesucristo, conducirnos a la paz, reunir a los que están dispersos y divididos y establecer la paz entre los que crean divisiones. Sobre todo, su misión es devolvernos la paz con Dios, perdida a causa del pecado, poniendo en nuestro corazón la gracia para vivir en la presencia permanente de Dios, sabiendo que somos pacíficos cuando en nosotros no hay nada que se oponga a Dios y todos estamos cerca del Señor, así lo expresa el Apóstol san Pablo: “mas ahora, en Cristo Jesús, ustedes, los que en otro tiempo estaban lejos, han llegado a estar cerca por la sangre de Cristo. Porque Cristo es nuestra paz… para crear en sí mismo… un solo hombre nuevo, haciendo la paz, y reconciliar con Dios a ambos en un solo Cuerpo, por medio de la cruz, dando en sí mismo muerte a la enemistad. Vino a anunciar la paz: paz a ustedes que estaban lejos, y paz a los que estaban cerca” (Ef 2, 13 - 15). Nuevamente Jesucristo necesita que lo dejemos obrar en nuestro corazón y que lo dejemos entrar en nuestra vida: “mira que estoy a la puerta y llamo. Cuando alguien me oye y abre la puerta, entraré en su casa y cenaré con él y el conmigo” (Ap 3, 20), esta es la clave para vivir perdonados, reconciliados y en paz en nuestras familias y en la sociedad. Para todos, mi oración y mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Mar 3 Ago 2021

“El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús” (Santo Cura de Ars)

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - El próximo 4 de agosto recorda­mos en la liturgia de la Iglesia a san Juan María Vianney, co­nocido como el Santo Cura de Ars, patrono de los párrocos y de los sa­cerdotes. Un sacerdote sencillo y humilde, que supo entregar su vida a Dios y a los hermanos, en un servicio abnegado sobre todo en el sacramen­to de la confesión, logrando desde el confesionario muchas conversiones de personas que llegaban de todas partes a la aldea de Ars, a pedir per­dón al Señor por sus pecados y a reci­bir la gracia de Dios. “El sacerdocio es el amor del corazón de Jesús”, es una frase que el Santo Cura de Ars repetía y meditaba con frecuencia; nos invita a todos a reco­nocer con gratitud a Dios el don tan grande que representan los sacerdo­tes, para la Iglesia y para cada una de las comunidades parroquiales; quie­nes recibiendo el llamado del Señor y dando una respuesta generosa a su plan de salvación, cada día repiten las palabras y los gestos de nuestro Señor Jesucristo para que pastores y fieles tengan el pan de la Palabra y de la Eucaristía que es el camino a la vida eterna. El Santo Cura de Ars enseñaba a sus fieles con la propia vida. Siempre lo veían en el templo dedicando muchas horas de su tiempo a la oración. Con gran fervor se ponía de rodillas frente al Santísimo Sacramento presente en el sagrario, en actitud contemplativa, y estaba allí sin necesidad de hablar mucho, sino entrando en el secreto de su corazón y orando al Señor como lo pide el Evangelio: “Tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te re­compensará” (Mt 6, 6). De su oración contemplativa brotaba un amor pro­fundo por la Eucaristía, pues estaba convencido que todo el celo pastoral en la vida del sacerdote depende de la Eucaristía. Por eso celebraba su misa diaria con gran fervor y unción. Su profunda vida espiritual y fer­vor en el ejercicio de su ministerio sacerdotal, lo llevó a abrazar la Cruz del Señor cada día y a entre­gar su vida en un ser­vicio constante en el confesionario, de tal manera que su alimen­to era la Eucaristía y su lugar de trabajo era el trono de la gracia, donde escuchaba a los penitentes y los lleva­ba hasta Dios. Al conmemorar a este gran santo patrono y modelo de los sacerdo­tes, volvemos la mirada a cada uno de los sacerdotes de la Iglesia y de nues­tra Diócesis, orando por su ministerio para que cada día la fidelidad sea la nota central de los ministros del Se­ñor y así puedan tener un corazón ar­diente de pastores para entregar toda su vida a la evangelización, identi­ficando su vida con la de Jesucristo Buen Pastor. El Concilio Vaticano II hablando de los sacerdotes expresa: “encontrarán en el mismo ejercicio de la caridad pastoral el vínculo de la perfección sacerdotal que reduce a unidad su vida y su actividad. Esta caridad pastoral fluye sobre todo del sacrificio eucarístico” (Presbyte­rorum Ordinis #14), esto significa en el sacerdote una vida interior que se expresa en un corazón ardiente de pastor, con la conciencia de llevar en su vida el misterio de Amor que tiene que ser la fuente de su vida de oración y de todo su apostolado. Un sacerdote al estilo de Jesús, a ejemplo del Santo Cura de Ars, animador de una comunidad pa­rroquial es capaz de renovar y convertir una parroquia, en una comunidad de discípulos misione­ros al servicio del Evangelio. Así lo expresa Aparecida cuando afirma: “La renovación de la parroquia exige actitudes nuevas en los párrocos y en los sacerdotes que están al servicio de ella. La primera exigencia es que el párroco sea un auténtico discípulo de Jesucristo, porque sólo un sacer­dote enamorado del Señor puede renovar una parroquia; pero, al mismo tiempo, debe ser un ardoroso misio­nero que vive el cons­tante anhelo de buscar a los alejados y no se contenta con la simple administración” (Do­cumento de Aparecida #201). Este fue el itinera­rio espiritual y pastoral de san Juan María Vianney para la aldea de Ars, quien, enamorado de Nuestro Señor Jesucristo, se dedicó a anunciarlo con su vida y con el ejercicio de su ministerio, que privilegió en el confe­sionario, entregando la gracia de Dios a tantos alejados que acudían a reci­bir el perdón misericordioso y desde allí se fue renovando la parroquia y también su entorno. Hoy el Papa Francisco nos invita a una conversión pastoral y misionera como la que em­prendió el Santo Cura de Ars, con el anhelo de que todas las comunidades lleguen a conocer y amar a Jesucristo. Así lo expresa el Papa cuando dice: “Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesa­rios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están. Ya no nos sirve una ‘simple adminis­tración’. Constituyámonos en todas las regiones de la tierra en un ‘esta­do permanente de misión” (Evangelii Gaudium #25). El cura de Ars vivió la buena noticia del Evangelio de Nuestro Señor Jesu­cristo y se la hizo descubrir a sus fe­ligreses permaneciendo en medio de su pueblo, como lo afirmó san Juan XXIII en ‘Sacerdotii Nostri Primor­dia’: “como un modelo de ascesis sacerdotal, modelo de piedad y sobre todo de piedad eucarística, y modelo de celo pastoral”, de tal manera que su parroquia rápidamente se fue reno­vando, siendo para los fieles ejemplo de respuesta en la fe, la esperanza y la caridad. En este momento histórico como sa­cerdotes tenemos un gran desafío de iniciar nuevos cristianos y reiniciar a los que se han alejado, mediante un proceso evangelizador que tenga a Jesucristo como centro, para hacer realidad el sueño del Papa Francisco que pide una nueva evangelización donde “el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario” (EG #35), que es el mismo Jesucristo, Nuestro Señor. Que la intercesión del Santo Cura de Ars, de la Santísima Virgen María y del glorioso Patriarca san José, alcan­cen del Señor muchas bendiciones y gracias, que ayuden a todos los sa­cerdotes a vivir en fidelidad a Cristo y a la Iglesia. A todos los fieles, les concedan seguir unidos en oración y en colaboración con sus sacerdotes en las comunidades parroquiales. Para todos, mi oración y bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Jue 8 Jul 2021

El perdón y la reconciliación que llevan a la paz

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - A nivel mundial, particularmente en Colombia y en nuestras fami­lias, el ser humano está pasando por una crisis de convivencia, manifes­tado esto en corazones llenos de odio y resentimiento que generan cada día más violencia y confusión al interno del grupo familiar y de la sociedad. Se escucha desde distintos enfoques que es necesario un proceso de perdón y recon­ciliación para llegar a la paz. Sin embar­go, no se llega a la tan anhelada paz, tan querida por todos, porque en la huma­nidad prevalece el uso de la fuerza y la violencia para resolver sus conflictos, al tiempo que se desea vivir en paz. Al hablar de perdón y reconciliación se está tocando un aspecto central de la fe cristiana. Muchas situaciones persona­les, familiares, sociales, etc., que se viven en conflicto, hacen necesario un proceso de perdón y reconciliación, pero no se concreta quitando a Dios del centro de la vida, de tal manera, que la virtud de la fe es definitiva cuando se quiere hablar de perdón y reconciliación y por eso es que a las comunidades cristianas en Colom­bia, hay que pedirles como primera obra en el trabajo de la reconciliación, que se encuentren para rezar. La oración es el clamor de quien no se resigna a vivir en el odio, el resentimiento, la violencia y la guerra. El perdón y la reconciliación son virtu­des cristianas que brotan de un corazón que está en gracia de Dios, nos permi­te ver la dimensión del don de Dios en nuestras vidas. Nacen estas virtudes de la reconciliación con Dios, mediante el perdón de los pecados que recibimos, cuando arrepentidos nos acercamos al sacramento de la penitencia a implo­rar la misericordia que viene del Padre y que mediante el perdón nos deja re­conciliados con Él. Estar en gracia de Dios, perdonados y reconciliados son características fundamentales de la fe cristiana. El perdón y la reconciliación son gra­cias de Dios y por eso no son fruto de un mero esfuerzo humano, sino que son dones gratuitos de Dios, a los que el cre­yente se abre, con la disposición de reci­birlos, haciéndose el cristiano testigo de la Misericordia del Padre y convirtién­dose en instrumento de la misma, frente a los hermanos. Un cora­zón en paz con Dios, que está en gracia de Dios, es capaz de transmitir este don a los demás, mediante el perdón y la reconciliación en la vi­vencia de las relaciones con los otros. No hay reconciliación y paz sin perdón, y todo tiene su origen en Dios Padre que envió a su Hijo Jesu­cristo, para que nos reconciliara con Él y efectivamente así lo hizo desde la Cruz, cuando nos otorgó su perdón y nos dejó el mandato de perdonar a los hermanos. El origen del perdón es la experiencia que Jesús tiene de lo que es la Misericor­dia infinita del Padre y por eso desde la Cruz lanza esa petición de perdón para toda la humanidad pecadora y necesita­da de reconciliación: “Padre, perdóna­les porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34). Es por esto que ninguna ley civil y nin­gún poder humano podrá obligar a nadie a conceder y pedir el perdón. Solo la ley moral lo hace porque tiene su funda­mento en Dios mismo que siembra en nosotros la semilla del perdón y la re­conciliación, en el perdón que Él mismo nos ofrece, del cual somos testigos y por gracia de Dios y desde la fe, somos instrumentos de la misericordia del Padre. Para los creyentes la reconciliación con Dios es condición básica y necesaria para la reconciliación humana. Hemos de estar reconciliados con Dios si que­remos vivir reconciliados entre los seres humanos, así lo decimos en la oración del Padre Nuestro: “Perdónanos nues­tras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mt 6, 12). Como cristianos creemos que el agente principal del perdón y la reconciliación es Dios. Orar por el per­dón y la reconciliación es mostrar que estamos convencidos que esto no es una lucha humana, sino un don de Dios. Esto, no declina nuestra dedicación activa por vivir perdona­dos y reconciliados, sino que nos dispone abrien­do el corazón a esta gracia de Dios. La oración estimula nuestra actividad y creatividad en trabajar por un mundo y una Colombia perdonada y reconcilia­da. Siempre en el mundo los grandes ar­tífices y trabajadores de la paz han sido personas de oración ferviente al Señor, pidiendo constantemente el perdón y la reconciliación que nos lleva a la verda­dera paz. Con Dios al centro de la vida y vivien­do en su gracia y en oración fervien­te, un instrumento fundamental en el proceso del perdón y la reconciliación es el diálogo, tan añorado en estos tiempos de violencia y dificultad en nuestra patria, válido para resolver conflictos familiares, vecinales, socia­les, políticos, etc. El diálogo ha evitado muchos enfrentamientos violentos a lo largo de la historia, en todos los sectores sociales. Dialogar implica escuchar de verdad las razones del adversario y estar dispuestos a modificar nuestra posición. Con la gracia de Dios en el corazón, el diálogo que lleva al perdón y la recon­ciliación se busca como un beneficio para el otro, sin Dios al centro se bus­ca el perdón y la reconciliación como un beneficio egoísta para sí mismo. La paz que nos trae el Señor, no como la que da el mundo sino Dios, implica una búsqueda continua del bien del otro, que lleva finalmente a trabajar de manera incansable por el bien común. Esto es un aprendizaje que se hace desde la fe, dejándonos educar por Dios mismo, que quiere que seamos sus hijos y entre no­sotros verdaderos hermanos. Aparecida expresó esta verdad diciendo: “Es necesario educar y favorecer en nuestros pueblos todos los gestos, obras y caminos de reconciliación y amistad social, de cooperación e integración. La comunión alcanzada en la sangre recon­ciliadora de Cristo nos da fuerza para ser constructores de puentes, anunciadores de verdad, bálsamo para las heridas. La reconciliación está en el corazón de la vida cristiana. Es iniciativa propia de Dios en busca de nuestra amistad, que comporta consigo la necesaria reconci­liación con el hermano. Se trata de una reconciliación que necesitamos en los diversos ámbitos, en todos y entre todos los países. Esta reconciliación fraterna presupone la reconciliación con Dios, fuente única de gracia y de perdón, que alcanza su expresión y realización en el sacramento de la penitencia que Dios nos regala a través de la Iglesia” (DA 535). Que Nuestro Señor Jesucristo, por in­tercesión de la Santísima Virgen María y del glorioso Patriarca san José, nos concedan la gracia de vivir en Colombia perdonados, reconciliados y en paz. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis Málaga Soatá y Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Lun 21 Jun 2021

¡Sagrado Corazón de Jesús; en Vos confío!

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En el mes de junio, la Iglesia dedi­ca especial atención al Sagrado Corazón de Jesús, fortaleciendo la vida espiritual de los creyentes en torno a Nuestro Señor Jesucristo. La imagen del Sagrado Corazón nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su corazón y todo lo que nosotros le debemos amar, como respuesta de nuestra parte a ese amor in­condicional. Esto significa, que debemos vivir de­mostrándole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaris­tía y enseñándonos el camino a la vida eterna. Todos los días podemos acercar­nos a Jesús o alejarnos de Él. De noso­tros depende estar cerca del Señor, ya que Él permanece fiel a sus promesas para con nosotros y siempre nos está esperando y amando. Debemos vivir recordando en cada ins­tante, el amor de Jesús que brota de su corazón y pensar cada vez que actua­mos: ¿Qué haría Jesús en esta situación, ¿qué le dictaría su corazón? Y eso, es lo que debemos hacer ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comu­nidad, con nuestras amistades, etc. Debe­mos, por tanto, revisar constantemente si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan del amor de Dios. De parte del Señor, Él siempre perma­nece fiel brindándonos su amor pleno, el cual brota de su corazón, con actitud de acogida en todas las circunstancias y sufrimientos por los que pasamos. Vivi­mos momentos difíciles, a causa de esta pandemia que ha dejado sufrimiento y dolor. También en Colombia, estamos pasando por situaciones complejas de violencia y dificultad que nos hacen sufrir. Todas estas situa­ciones difíciles, nos tienen que ayudar para volver nuestra vida a Dios, para mirar su corazón traspa­sado y reconciliarnos, primeramente, con el Se­ñor, para recibir su perdón misericordioso y vivir en paz con Él, con nosotros mismos y con los demás. Él siempre nos espera, como el Padre misericordioso del Evangelio esperó al hijo pródigo, a cada uno de nosotros nos dice permanentemente: “Vengan a mí, los que están cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y hu­milde de corazón, y encontrarán des­canso para su vida. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11, 28 -30). No hay nada más agobiante que el peca­do en la propia vida, que causa desastres y destruye la propia existencia, dete­riorando la relación con Dios y con los demás; por eso hay que descansar en las manos de Dios, recibiendo la gracia del perdón por nuestros pecados y el alivio que brota del corazón amoroso de Jesús. El Papa Francisco en la festividad del Sagrado Corazón de Jesús del 2014, nos ha enseñado que el amor y la fidelidad del Señor manifiesta la humildad de su corazón, que no vino a conquistar a los hombres como los reyes y los po­derosos de este mundo, sino que vino a ofrecer amor con mansedumbre y hu­mildad. Así se definió el Señor: “Aprendan de mí, que soy manso y humil­de de corazón” (Mt 11, 29). En este sentido, hon­rar al Sagrado Corazón de Jesús, es descubrir cada vez más la fidelidad hu­milde y la mansedumbre del amor de Cristo, reve­lación de la misericordia del Padre. Podemos expe­rimentar y gustar, dice el Papa Francisco, la ternura de este amor en cada estación de la vida, en el tiempo de alegría, en el de tristeza, en el tiempo de la salud, en el de la en­fermedad y la dificultad. La fidelidad de Dios nos enseña a acoger la vida como acontecimiento de su amor y nos permi­te testimoniar este amor a los hermanos mediante un servicio humilde y sencillo. Se necesita de la humildad y la manse­dumbre del corazón de Jesús para volver a tomar el rumbo de Colombia frente a tanta dificultad y confusión por la que pasamos. Todos necesitamos del per­dón y la reconciliación que vienen del corazón amoroso de Jesús para vivir en Paz en nuestras familias y en Colombia. Cuánto bien nos hace dejar que Jesús vuelva a tocar nuestra existencia y nos lance a amarnos los unos a los otros, con el corazón de Jesús. Esto es lo que ne­cesitamos todos los colombianos en esta hora de confusión y de dolor. La Revelación nos manifiesta que el Hijo único de Dios quiso asumir un corazón de carne, precisamente para convertirse en el mediador deseoso de la realización de nuestra reconciliación. Este corazón quiso conocer y experimentar la des­integración de la muerte y el odio de la humanidad a fin de cumplir en nosotros su voluntad redentora, reconciliándonos con nosotros mismos, con nuestros her­manos y con Él mismo y con su Padre. Aceptó, pues, detener, en la muerte, sus latidos amorosos para darnos, con la san­gre y el agua de los sacramentos, el Es­píritu, que es la reconciliación en forma de remisión de los pecados (Jn 19, 30.34; 20, 22-23), el Espíritu de Amor, que es el soplo vivificante de su corazón, que nos lleva a la verdadera paz. Cristo no murió para dispensarnos de sufrir y morir, sino para que pudiésemos con Él, amar al Padre, incluso en nues­tros sufrimientos, en nuestras dificulta­des y en los momentos de Cruz, a pesar de nuestras debilidades y de nuestros pe­cados. De aquí, la institución del sacra­mento de la penitencia reparadora de la gracia, que nos da la capacidad de amar con un corazón manso y humilde como el de Jesús. La gracia que nos da la absolución sacra­mental, la recibimos como una palabra que nos libera de la esclavitud del peca­do que nos divide y vacía el corazón del odio y resentimiento, para darnos la ca­pacidad de amar con el corazón de Jesús. El penitente que carga sobre sí el yugo de Cristo, experimenta su suavidad, lo liviano del peso que su mandamiento del amor pone en sus hombros. Todo viene de Dios, que nos ha reconciliado consigo por el corazón de Cristo. Dios Padre, en efecto, es quien, en el corazón de Cris­to nos perdona, no tomando en cuenta nuestros pecados. Es por esto, que la Iglesia nos suplica, por las entrañas de Cristo: Dejémonos reconciliar con Dios y nos invita a confiar en el Señor, repi­tiendo siempre: ¡Sagrado Corazón; en Vos confío! En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis Málaga Soatá y Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Jue 17 Jun 2021

Diócesis de Cúcuta: "No se dejen envolver en el remolino de la violencia"

A través de un comunicado la Diócesis de Cúcuta expresa su rechazo el acto violento ocurrido el pasado 15 de junio, en las instalaciones de la Trigésima Brigada del Ejército Nacional, y hace un llamado a los actores violentos para que "no se dejen envolver en el remolino de la violencia". "La Diócesis de Cúcuta hace un llamado urgente a los autores de estos hechos, para que no se dejen envolver en el remolino de la violencia que se agita con el odio y la venganza, y más bien con la participación de todos, encontremos la salida a través del diálogo, el perdón y la reconciliación". En la misiva, suscrita por monseñor José Libardo Garcés Monsalve, administrador apostólico de Cúcuta, se manifiestan sentimientos de solidaridad y cercanía con las familias y víctimas del atentado, "a quienes desde ya encomendamos su cuidado y pronta recuperación, a la protección de la Santísima Virgen María y del patriarca san José". Finalmente, invitan a todos los bautizados y personas de buena voluntad a intensificar y a perseverar en la oración, "para pedirle a Dios guarde a Colombia en el corazón de su Hijo, lugar donde se aprende a amar y a perdonar". [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Mié 16 Jun 2021

Diócesis de Cúcuta inaugura nuevo centro de formación en el Asilo Andresen

La Diócesis de Cúcuta, encaminada a fortalecer día a día el proceso evangelizador en medio del contexto cultural y social complejo en el que se encuentra esta jurisdicción eclesiástica, marcada, sobre todo, por un fenómeno migratorio próximo a cumplir seis años, continúa promoviendo y acogiendo a los hermanos más necesitados. En medio de la pandemia, la fe no aísla a los servidores de esta Iglesia Particular, que buscan la manera de salir al encuentro con las personas más vulnerables. Precisamente, desde la Fundación Pía Autónoma Asilo Andresen, cada uno de los meses desde que se decretó la emergencia sanitaria en el país, ha entregado mercados y paquetes de higiene a las familias de los niños beneficiarios tanto del Asilo, como del Centro de Caridad de Ayuda Infantil 'La Niña María', este último proyecto tuvo que ser suspendido, pero a los hogares de los niños, ha seguido llegando la ayuda alimentaria por parte de la Iglesia Católica. En este segundo semestre del año 2021, gracias al impulso de monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta, de reactivar todas las acciones pastorales y evangelizadoras, el Asilo Andresen inició un nuevo proyecto, con la coordinación de su representante legal, el padre José Elver Rojas Herrera y los sacerdotes Omar Leonardo Arias Quijano, capellán del Asilo, y Germán Omar Hernández Pinto, administrador; se trata de una obra social, orientada a ser centro de formación para los padres de las 180 familias ya caracterizadas, los cuales son migrantes venezolanos y colombianos retornados, quienes tendrán la oportunidad de tener mayores posibilidades de obtener un sustento económico. Delicias ‘La Niña María’ Este es el nombre que se le ha dado a la panadería del Asilo Andresen, y de esta manera, se materializa el centro de formación que la Diócesis de Cúcuta quiere brindarles a estos padres de familia, quienes serán capacitados en panadería, repostería y cocina, donde descubrirán de forma muy práctica, que ellos pueden iniciar sus propios negocios, “sin que los limite la falsa creencia de que, para ello, se requiere gran inversión de dinero”, así lo asegura el chef y formador del proyecto, Luis Gerardo Molano. Por su parte, el padre Omar Arias, expresa que este es el modo de “enseñarlos a pescar”. Además, la visión del proyecto, es que este sea auto sostenible, y lo producido por los aprendices, pueda así mismo, ser comercializado. Inicialmente, se inscribieron 80 personas, de las cuales se seleccionaron 36 participantes, quienes serán divididos en tres grupos (para evitar contagios y propagación de COVID-19 en el desarrollo del aprendizaje). Las clases se realizarán los días lunes, martes y miércoles, durante seis semanas. Este primer ciclo de formación tendrá una duración de 72 horas, iniciando el próximo martes 15 de junio. Los módulos y toda la metodología fueron organizados por el chef y la hermana Liliana del Carmen Chacón Madrid, Agustina Recoleta del Corazón de Jesús. Los participantes aprenderán el arte de la panadería y a cocinar productos de la región: churros, arepas, empanadas, y alimentos que garanticen un fácil emprendimiento sin mayores recursos. Delicias ‘La Niña María’, también quiere destacarse en la producción de una línea especial saludable, iniciando con la elaboración de un pan completamente libre de grasas y azúcar, pero considerablemente agradable al paladar. Otro de las tareas que se proyectó para la panadería, es que, con las comidas que se elaboren, se organicen kits alimenticios, para ser llevados a la caseta que la Diócesis de Cúcuta tiene ubicada en el kilómetro 2, vía a Los Vados (municipio de Los Patios), la cual por precepto del señor Obispo, será re-abierta de forma permanente, para atender a los migrantes caminantes. Cabe destacar, que esta iniciativa arrancará gracias a donaciones y con limitados recursos, pero aún hacen falta más implementos y materia prima, para poder aumentar la cantidad de cupos en los cursos. Se espera que, gracias a la Divina Providencia y la caridad de Cristo, Delicias ‘La Niña María’, pueda crecer y recibir muchas más familias, para cambiar sus realidades, por sueños cumplidos y la esperanza de salir adelante. Fuente: Centro de comunicaciones Diócesis de Cúcuta