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diócesis de Cúcuta

Vie 28 Mayo 2021

Iglesia en Cúcuta: Primera promoción del proyecto ‘Medios de Vida Sostenibles’

Las mujeres de la primera promoción del proyecto ‘Medios de Vida Sostenibles’, celebraron su grado el pasado sábado 22 de mayo, en las instalaciones de la Casa de Formación Beato Luis Variara (ubicada en Villa del Rosario), de la Diócesis de Cúcuta, lugar donde desarrollaron toda su capacitación en modistería, confección y costura básica. Esta iniciativa se había pausado el año pasado a causa del confinamiento originado por la pandemia. En este 2021, monseñor José Libardo Garcés Monsalve, Administrador Apostólico de esta Iglesia Particular, impulsando la reactivación pastoral, reinauguró el proyecto que ofrece el curso de modistería básica para mujeres víctimas de la crisis migratoria, donde puedan tener la oportunidad de aprender habilidades en confección y mejores opciones de empleo, asimismo implementar estrategias para crear su propio negocio. De las 60 mujeres -entre migrantes venezolanas y colombianas retornadas-, 50 culminaron con éxito el curso que hace parte de este proyecto que dirige la Diócesis de Cúcuta y cuenta con el apoyo de Adveniat, programa que facilitó la adquisición de 60 máquinas planas y fileteadoras, así como la contratación de profesionales en modas y el equipo psicosocial, gracias a la articulación de Corprodinco (Corporación de Profesionales para el Desarrollo Integral Comunitario), con la compañía de ACNUR, quienes acompañaron la formación de las aprendices, porque se impartieron conocimientos en el arte de la confección, pero también se orientó en la aplicación de valores en la vida laboral y personal; se trabajó en la importancia de la salud mental y espiritual, esto último, con la orientación del padre Víctor Eduardo Saravia Castellanos, encargado de la Casa de Formación. La Conferencia Episcopal Alemana, a través de Adveniat, el programa que financia proyectos pastorales en América Latina y el Caribe, se ha vinculado en múltiples ocasiones con las diferentes iniciativas pastorales y evangelizadoras que esta Iglesia Particular ha proyectado, teniendo como eje el servicio a los más vulnerables, la reconstrucción del tejido social y ver el rostro de Cristo donde haya necesidad. Por su parte, el Banco Diocesano de Alimentos, brindó asistencia alimentaria, durante los tres meses del curso, a las aprendices y sus familias, ya que ellas en su mayoría, son madres cabeza de hogar. De esta manera, la Diócesis de Cúcuta, aún en las situaciones más difíciles, no ha dejado de acompañar a quienes más lo necesitan, desde el inicio de la pandemia, que desencadenó otras crisis, la llegada del invierno, entre otras dificultades, gracias a la Divina Providencia, la Iglesia ha tendido la mano, mitigando principalmente las necesidades alimenticias. Jean Carlos Andrade Carreño, coordinador de ‘Medios de Vida Sostenibles’, manifiesta que después de este proceso, las graduadas ya están listas para enfrentar el mundo laboral, cuenta que varias de ellas, gracias a la articulación con algunas instituciones, han adquirido sus primeras máquinas de coser, para emprender sus propios talleres, destacando que aprendieron desde cero a confeccionar camibusos, blusas y pantalones, entre otros. Yomarbi Corro, aprendiz, natural del estado Táchira (Venezuela), expresa que finalizó este curso “enamorada de la modistería, el patronaje y la costura”, recuerda con agradecimiento que una feligrés de la parroquia San Judas Tadeo, le mencionó acerca de las inscripciones a este proyecto, el cual le interesó y hoy día ya tiene su diploma y una máquina de coser. “Quiero seguir aprendiendo y avanzando para confeccionar ropa y salir adelante con mi familia”, asegura Yomarbi. El proyecto reinició la segunda fase, precisamente, este lunes 24 de mayo, con 72 aprendices. El coordinador manifestó que seguirá hasta el 2022, y la Diócesis de Cúcuta está analizando la posibilidad de introducir cursos de belleza y panadería, con el objetivo de beneficiar a más mujeres y abrir más posibilidades a otros emprendimientos, con el fin de continuar llevando la caridad de Cristo a los hermanos migrantes, de acogerlos, protegerlos, promoverlos e integrarlos.

Mar 25 Mayo 2021

De Babel a Pentecostés

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Babel, en la Sagrada Escri­tura, es lugar de confusión y desorden, donde la pre­potencia, orgullo y egoísmo del hombre lo condujeron a creer que podía construir una torre para lle­gar hasta el cielo, olvidándose que el camino era la vivencia de los mandamientos. En Babel todos hablan y nadie se entiende, todos mandan y nadie obedece, todos gritan y nadie hace silencio, se exige justicia y ho­nestidad mientras se comulga con la injus­ticia y la corrupción, se pide hablar con la verdad mientras se di­funde la mentira. En Babel no hay espacio para el diálogo y la concertación, todos buscan imponer sus ideas a costo de lo que sea. En Babel la men­te y el corazón del ser humano se embotan de tal manera que, le es imposible reconocer en el otro al hermano, sólo ve adversarios a los que tiene que vencer, porque los considera una amenaza. Colombia, tierra consagrada al Sa­grado Corazón de Jesús, no puede ni debe ser la Babel donde el mie­do venza a la confianza, el odio al amor, la violencia a la paz, la di­visión a la unidad. El Santo Padre Francisco nos ha dicho que es en la fraternidad y con la solidaridad como lograremos vencer juntos la pandemia de la COVID-19, que, por estos días, entre otras cosas, ha encontrado en las aglomeracio­nes de personas presentes en las movilizaciones y protestas, espa­cios para su rápida propagación. Volvamos a reunirnos en una sola casa como lo hicieron los discípu­los de Jesús que, sin perder la fe y la esperanza en las palabras de su Maestro, perseveraron en la ora­ción, en la fracción del pan, y en el ejercicio de la caridad. Esa casa común es Colombia, lugar donde debe darse el Pentecostés, donde la presencia del Espíritu Santo nos una a todos y transforme la confusión en comunión, tienda puentes para el encuentro y de­rribe los muros de la indiferencia, del odio y de la violencia. Con un nuevo Pente­costés, los colombia­nos llenos del Espíritu Santo, seremos capa­ces de comprender la lengua de todos, pues hablaremos la lengua que hombres y mu­jeres entienden sin importar raza, credo o clase social: el len­guaje del amor, del perdón, la re­conciliación y la paz. Este nuevo lenguaje nos permite sentarnos a dialogar para escucharnos, reco­nocer con humildad que, en deter­minados momentos, por tratar de construir una torre a nuestro ca­pricho y antojo para sentirnos más fuertes y vernos más altos que los demás, he­mos olvidado el sentido de ser hermanos y la importancia de construir el bien común. Es el momen­to de pedirle al Espíritu Santo que así, como se posó en cada uno de los após­toles, encienda en cada colom­biano el fue­go de su amor, indispensable para asumir con valentía y deci­sión el compro­miso de trabajar juntos por la transformación de un país que necesita un pro­yecto integral de vida en el que se respete la dignidad del ser humano y se promueva el desa­rrollo de los pueblos. Este avivamiento, llenará nues­tros corazones de fe y esperan­za, hará posible que lo torcido se enderece, lo escabroso se allane, los adversarios se den la mano, y la búsqueda del bien común sea responsabilidad y compromiso de todos. De Babel son los capítulos negros de la historia de Colombia que se repiten cuando los colombianos se alejan y no aceptan la volun­tad de Dios, al contrario, constru­yen torres gigantes que terminan desmoronándose y aplastando en su caída a los más débiles e inde­fensos. En cambio, Pentecostés es una nueva creación con líneas en blanco para escribir a la luz del Espíritu Santo los nuevos ca­pítulos de los colombianos que se reconocen hijos de un mismo Padre y se hacen conscientes de que, si permanecen en el amor que Jesucristo les enseñó, vencen al pecado que genera caos, dolor y muerte, para vivir en la gracia que produce abundantes frutos. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de Málaga Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Vie 9 Abr 2021

¡Jesucristo ha resucitado! ¡Aleluya!

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En la noche santa de la Pascua, la Palabra de Dios resonó en el sepulcro y liberó a Jesús de las garras de la muerte. “No tengan miedo; sé que buscan a Jesús, el crucificado. No está aquí, ha resucitado” (Mt 28, 6). Este anuncio contiene toda nuestra FE, toda nuestra ESPERANZA y toda la CARIDAD, que se tiene que hacer real en nuestra vida cristiana en este tiempo en que hemos venido asumien­do las consecuencias de esta pandemia; pero, que, desde la alegría de los hijos de Dios, descubrimos la luz de la FE que da sentido a nuestra vida. Continuemos viviendo estos momentos de prueba con la valentía de ser testi­gos de Cristo y comunicando esta verdad a nuestros hermanos, sacán­dolos del sinsentido, del aburrimiento y la desesperanza. Llevemos a un mundo confundido e inquieto la maravillosa noticia que santa Teresita del Niño Je­sús repetía: “¡Todo es gracia! Existe el perdón de los pecados, existe la absolu­ción para el pecado del mundo. Cristo Resucitado es nuestra reconciliación, nuestra paz y nuestro futuro”. Jesucris­to Resucitado es nuestro futuro, Él es la única esperanza que nos da paz en todos los momentos y circunstancias de la vida. Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Oremos por nuestros enemigos, perdonemos de co­razón a quien nos ha ofendido y pida­mos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque he aquí, que Dios hace nuevas todas las cosas. No tema­mos, no tengamos preocupación algu­na, estamos en las manos de Dios. La Eucaristía que vivimos con fervor, es nuestro alimento, es la esperanza y la fortaleza que nos conforta en la tribu­lación y una vez fortalecidos, queremos transmitir esa vida nueva con mucho entusiasmo a nuestros hermanos, a nuestra familia, porque ¡Jesucristo ha resucitado! ¡Aleluya! La vida del Resucitado hace que nuestro cora­zón esté pleno de gra­cia y lleno de deseos de santidad. La voluntad de Dios es que seamos san­tos, recordando que la santidad es ante todo, una gracia que proce­de de Dios. En la vida cristiana hemos de intentar acoger la santidad y hacerla realidad en nuestra vida, mediante la caridad que es el camino preferente para ser santos. El profundo deseo de Dios es que nos parezcamos a Él siendo santos. La caridad es el amor, y la san­tidad una manifestación sublime de la capacidad de amar, es la identificación con Jesucristo Resucitado. El caminar de hoy en adelante, afron­tando los momentos de prueba, lo va­mos a hacer como María al pie de la Cruz. Recordemos que toda la FE de la Iglesia quedó concentrada en el co­razón de María al pie de la Cruz. Mien­tras todos los discípulos habían huido, en la noche de la Fe, Ella siguió creyen­do en soledad y Jesús quiso que Juan estuviera también al pie de la Cruz. Lo más fácil en los momentos de prueba es huir de la realidad, pero por la gra­cia del Resucitado que está en nosotros, vamos a permanecer todo el tiempo al pie de la Cruz, ese es nuestro lugar, ese es el lugar del cristiano que se identifica con Jesucristo. En la Muerte y Resurrección de Cristo hemos sido rescatados del pecado, del poder del demonio y de la muerte eterna. La Pascua nos recuerda nuestro nacimiento sobrenatural en el Bautismo, donde fuimos constituidos hijos de Dios, y es figura y prenda de nuestra propia resurrección. Nos dice san Pablo: Dios nos ha dado vida por Cristo y nos ha resucitado con Él (Cfr. Ef 2, 6). La gran noticia de la Re­surrección del Señor es el anuncio de la Iglesia al mundo, desde la mañana de Pascua, hasta el final de los tiempos. Jesucris­to Resucitado, cambia el curso de la historia porque significa que la vida ha vencido sobre la muerte, la justicia sobre la iniqui­dad, el amor sobre el odio, el bien sobre el mal, la alegría sobre el abatimiento, la felicidad sobre el dolor y la bienaven­turanza sobre la maldición. Todo ello, porque Jesucristo Resucitado es nuestra esperanza, sobre todo en este tiempo de prueba, tormenta e incertidumbre que hemos vivido en esta pandemia; pero, con la Esperanza puesta en Él, que es nuestra fortaleza. La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificultades, ante el sufrimiento físico o moral, cuando surgen las con­trariedades, los problemas familiares, cuando vivimos momentos de cruz. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree, ni espera. Porque Jesu­cristo ha resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con to­dos los santos. Aspiremos a los bienes de arriba y no a los de la tierra, vivamos ya desde ahora el estilo de vida del cielo, el estilo de vida de los resucitados, es decir, una vida de piedad sincera, alimentada en la oración, en la escucha de la Palabra, en la recepción de los sacramentos, espe­cialmente la confesión y la Eucaristía, y en la vivencia gozosa de la presencia de Dios. Una vida alejada del pecado, de los odios y rencores, del egoísmo y de la mentira; una vida pacífica, honrada, austera, sobria, fraterna, edificada sobre la justicia, la misericordia, el perdón, el espíritu de servicio y la generosidad; una vida, cimentada en la alegría y en el gozo de sabernos en las manos de nues­tro Padre Dios. Procuremos llevar la alegría de la Re­surrección a la familia, a nuestros lu­gares de trabajo, a la calle, a las rela­ciones sociales. El mundo está triste e inquieto y tiene necesidad, ante todo, de la paz y de la alegría que el Señor Resucitado nos ha dejado. ¡Cuántos han encontrado el camino que lleva a Dios en el testimonio sonriente de un buen cristiano! La alegría es una enor­me ayuda en el apostolado, porque nos lleva a presentar el mensaje de Cristo de una forma amable y positiva, como hicieron los Apóstoles después de la Resurrección. Los invito a seguir en ambiente de ora­ción, de alegría pascual y gozo por la Resurrección del Señor. Que la oración pascual nos ayude a seguir a Jesús Re­sucitado con un corazón abierto a su gracia y a dar frutos de fe, esperanza y caridad para con los más necesitados. Nos ponemos en las manos de Nuestro Señor Jesucristo, que es nuestra espe­ranza y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del Glorio­so patriarca san José, que nos protegen. En unión de oraciones, reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Lun 29 Mar 2021

San José, maestro de la vida interior

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Su Santidad, el Papa Francisco, para celebrar el 150 aniversario de la declaración de san José como patrono de la Iglesia Univer­sal, ha dedicado este año a resaltar su figura e impulsar la devoción y el amor de todos los fieles a este gran santo, Así, motivados por su ejemplo e intercesión, ayude a todos a imitar sus virtudes, para vivir en la plenitud de la vida cristiana y la perfección de la caridad. La Sagrada Escritura no dice mucho sobre san José, pero con lo que pre­sentan en los episodios bíblicos, se re­fleja a san José fue un hombre con un amor profundo y ardiente por Dios, ya que en él predominó la decisión de hacer la voluntad de Dios, antes que su propia voluntad; en la dedicación al trabajo como carpintero, pero con pro­funda entrega al plan de Dios y a sus designios, que cumplió perfectamen­te, sin preguntar de qué se trataba el llamado y la misión, sino que supo vi­vir en los acontecimientos de su vida diaria, la entrega de toda su existencia, para que se cumpliera la voluntad del Padre Celestial de salvar a toda la hu­manidad. Frente a la llamada de Dios, siempre se le encuentra en las Escrituras como el hombre justo. La justicia es camino de santidad, manera de ser del cris­tiano, que vive en esta tierra con los criterios de Dios y no con la lógica del mundo; lo que significa vivir aferra­dos a Dios y no a la carne. Es vivir apegados a la Verdad absoluta que es Dios, transformando la vida en Cristo, viviendo con los mismos sentimientos del Hijo (Cf. Fil 2, 5). San José, siempre vivió su vida como fiel oyente del Señor, acudiendo a la oración, a la escucha orante de su Pa­labra y a los enviados de Dios para discernir, ha­cer y amar la voluntad de Dios. Para llegar a esta serenidad y armonía de su existencia, aún en medio de las dificul­tades y la Cruz, tuvo una profunda vida in­terior, es decir una pre­sencia permanente del Espíritu Santo de quien se dejaba iluminar día a día, en esa búsqueda del querer de Dios para rea­lizarlo en una vida sencilla, humilde y entregada totalmente al servicio de su Palabra. Vivió su vida en un trabajo activo como carpintero, pero en un clima de profunda contemplación, que lo ponía en contacto con la gracia de Dios des­de el silencio interior que lo caracteri­zaba y recibiendo la fuerza necesaria de lo alto para renunciar a su propia vida y asumir la vida de Dios en él. Así lo expresa el Papa San Juan Pablo II en Redemptoris Custos: “El sacrificio total, que José hizo de toda su existencia a las exigencias de la venida del Mesías a su propia casa, encuentra una razón adecuada en su insondable vida interior, de la que le llegan mandatos y consuelos singula­rísimos, y de donde surge para él la lógica y la fuerza -propia de las almas sencillas y limpias- para las grandes decisiones, como la de poner ense­guida a disposición de los designios divinos su libertad, su legítima voca­ción humana, su fidelidad conyugal, aceptando de la familia su condición propia, su responsabilidad y peso, y renunciando, por un amor virginal incomparable, al natural amor con­yugal que la constituye y alimenta” (n. 26). En esta síntesis que hace el Papa, en­cuentra ayuda y sostén toda vocación y misión a la que Dios llama a sus hijos. En­cuentra fundamento la fidelidad conyugal, que, en san José, le ayudó a renunciar a todo lo mun­dano, para entregarse sin reservas a la Santísima Virgen María y a Nuestro Señor Jesucristo con in­comparable dedicación. En la vida interior de san José y en su fidelidad conyugal, los matrimo­nios que han recibido la bendición de Dios, encuentran la fuer­za para seguir en sus luchas diarias de la vida, siendo fieles el uno al otro y fortaleciendo la propia familia a ejem­plo de la familia de Nazaret de la que San José es su custodio. Los sacerdotes y los consagrados al Señor en la vida religiosa, hombres y mujeres, con alma limpia y senci­lla, encontramos en san José, el fun­damento y la fuerza que nos enseña a renunciar al amor natural conyugal y a una familia en esta tierra, para en­tregar toda nuestra libertad, nuestros proyectos, por un amor virginal in­comparable, en la entrega generosa de la propia vida, abrazando la Cruz del Señor, en una actitud contemplativa que tiene como primacía la gracia de Dios y la vida interior. Desde el primado de la Gracia de Dios y de la vida interior en cada uno, San José enseña la sumisión a Dios, como disponibilidad para dedicar la vida de tiempo completo a las cosas que se refieren al servicio de Dios, logrando hacer su voluntad, desde el ejercicio piadoso y devoto a las cosas del Padre Celestial, que ocupaban el tiempo del niño Jesús, desde que esta­ba en el templo en medio de los docto­res de la ley escuchándolos y hacién­doles preguntas (Cf. Lc 2, 46 - 49). En san José todos encontramos la en­señanza que la vida contemplativa y activa no están en oposición, sino que se complementan, por el amor pleno por la Verdad, que es el mismo Dios, que se obtiene por la profunda con­templación, y por el amor pleno por la caridad, que se obtiene por el trabajo diario, en el servicio a los hermanos sin esperar nada a cambio, entregando la vida por todos, como lo hizo tam­bién la Santísima Virgen María, al dar el Sí a la Voluntad de Dios cuando re­cibió el anuncio del ángel, que iba a ser la madre del Salvador. No en vano la Iglesia mira a María y a José como modelos y patronos, reconociendo que ellos, no sólo me­recieron el honor de ser llamados a formar la familia en la que el salvador del mundo quiso nacer, sino que son el signo de la familia que Él ha que­rido reunir: la Iglesia comunidad de creyentes en Cristo. Que la meditación de la figura de San José nos ayude a todos nosotros a po­nernos en camino, dejando que la Pa­labra de Dios sea nuestra luz, para que así, encendido nuestro corazón por ella (Cf. Lc 24, 32), podamos ser au­ténticos discípulos de Jesús y transfor­mar la vida en Él, siguiéndolo como Camino, Verdad y Vida. + José Libardo Garcés Monsalve Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta

Mié 24 Mar 2021

En Cúcuta miles de fieles caminaron virtualmente con Jesús

“Caminemos tras las huellas del Maestro”, fue el lema con el que la Diócesis de Cúcuta invitó a vivir la Marcha Virtual del Perdón y la Esperanza 2021, realizada el viernes 19 de marzo, desde las 7 de la noche. Fue un hecho sin precedentes, con el objetivo de revivir la tradición de la multitudinaria Marcha del Perdón que no se pudo llevar a cabo el año pasado por cumplir con las restricciones implementadas por causa del Covid-19. Este año, con previa preparación del Centro de Comunicaciones Diocesano, la Pastoral de Multitudes, la Vicaría de Pastoral y las parroquias con sus agentes de pastoral, contando con el apoyo del administrador apostólico, monseñor José Libardo Garcés Monsalve, se llevó a cabo una transmisión impecable, originada desde la catedral San José y entrelazada con las vicarías de esta Iglesia particular, logrando hermosos momentos de reflexión, oración, adoración y alabanza. Las parroquias, desde sus templos, proyectaron la marcha virtual y, junto con los párrocos, los fieles participaron activamente de cada espacio anunciado en esta manifestación de fe, publicando mensajes a través de sus redes sociales y haciendo registro multimedia etiquetando a: #LaMarchaDelPerdón2021 y #CaminemosTrasSusHuellas. Asimismo, los hogares diocesanos, alrededor de sus altares, hicieron público cómo se unieron a este signo característico de la Iglesia católica en Cúcuta, que, durante 20 años, a través de esta marcha, ha expresado que es una comunidad viva, evangelizada y evangelizadora, defensora y promotora de los valores de la vida, la paz, la reconciliación y la esperanza. Le invitamos a conocer esta experiencia:

Vie 19 Mar 2021

Diócesis de Cúcuta se prepara para la gran Marcha Virtual del Perdón

Por primera vez la tradicional Marcha del Perdón, expresión de fe del pueblo de Dios que peregrina en Cúcuta, se llevará a cabo de manera virtual, debido a la pandemia de la COVID-19. Sin embargo, atendiendo a las normas del gobierno nacional y cumpliendo con el aforo permitido en templos, se va a desarrollar desde la Catedral San José como sitio central y allí se enlaza en directo con otros cinco lugares, correspondientes a las Vicarías de la Diócesis de Cúcuta, que, desde una de sus parroquias van a representar su territorio. De esta manera, el este viernes 19 de marzo a partir de las 7:00 p.m., se va a dar inicio a la Marcha Virtual del Perdón y la Esperanza 2021, con el objetivo de proclamar que “Jesucristo es nuestra esperanza” (lema que vive la Diócesis de Cúcuta este año) y que, en el espíritu de la Cuaresma y la crisis suscitada por el COVID-19, la invitación es a caminar tras las huellas del Maestro en estos tiempos difíciles. La Marcha del Perdón busca sensibilizar a los fieles y personas de buena voluntad, en el perdón y la reconciliación, y así mismo, realizar un gesto de caridad con las personas y familias más vulnerables. Por esto, desde cada una de las parroquias se va a permitir la participación de los fieles (hasta que se cumpla el límite permitido), quienes llevarán una donación de mercado para contribuir con la Campaña de Comunicación Cristiana de Bienes, que busca ayudar a familias vulnerables de una periferia de la ciudad y así mismo, vivir el Evangelio como parte de una Iglesia evangelizada y evangelizadora. En cada uno de los templos parroquiales se va a decorar con el lema del mes (trabajado a nivel diocesano), la Cruz, la imagen de la Virgen de los Dolores y se dispondrá de sonido y un proyector para ver la transmisión de la gran Marcha, donde habrá momentos específicos de oración, alabanza y adoración, donde todos los espectadores se unirán de manera dinámica. La Diócesis de Cúcuta a través de su Centro de Comunicaciones prepara un gran despliegue técnico, para permitir a esta Iglesia Particular expresar su identidad y rescatar los valores del perdón, la reconciliación, la esperanza y la paz, en esta sociedad. En www.diocesisdecucuta.com está disponible el documento con las indicaciones para el desarrollo de la Marcha, subsidios digitales para redes sociales y materiales para imprimir y preparar los escenarios. Fuente: Centro de comunicaciones Diócesis de Cúcuta

Vie 5 Mar 2021

Conviértete y cree en el Evangelio

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Durante el tiempo de gracia ini­ciado el Miércoles de Ceniza, que conocemos como la Cua­resma, es muy oportuno, sobre todo para reafirmar la fe en Nuestro Señor Jesucristo, fortalecer la gracia de Dios y reafirmar nuestra vocación cristiana a la santidad. Con los medios espiritua­les y las prácticas cuaresmales, apo­yados por la Palabra de Dios, la Euca­ristía, la oración y la caridad, podemos profundizar en la respuesta al llamado que Dios nos hace a ser santos como Él, tal como lo meditamos en la Pala­bra de Dios: “Ustedes sean perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5, 48; Cfr. 1Pe 1, 16), el primer paso es volver a Dios mediante una auténtica y sincera conversión. Al recibir la Ceniza hemos escuchado las palabras: “Conviértete y cree en el Evangelio” (Mc 1, 15), somos invita­dos a reorientar la vida hacia Dios y renovar la fe en la Buena Noticia del Reino de Dios. Se nos recuerda la ne­cesidad de conversión y penitencia que en el Tiempo de Cuaresma tenemos que reforzar para purificar nuestra con­ciencia del mal y el pecado, así puri­ficados, podamos recibir la gracia de Dios, que nos sostiene y alienta en el combate espiritual de cada día. La conversión es ir hacia adelante en el seguimiento de Jesús, sabiendo que, en un primer momento, estamos llamados a dejar un pecado, un vicio dominan­te que va arruinando nuestra vida, pero en un nivel superior es transfor­mar la vida en Cristo, para decir con san Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20). De tal manera, que todo nuestro actuar, sentir y vivir es en Cristo, como lo ex­presaba San Pablo en su experiencia espiritual: “Para mí la vida es Cristo” (Fil 1, 21). El momento actual está marcado por la CO­VID-19, pandemia que ha golpeado a toda la hu­manidad y ha dejado por tierra muchos proyectos políticos, económicos, sociales y también per­sonales. Sin embargo, en Jesucristo Nuestro Señor, tenemos la espe­ranza puesta y estamos seguros que es esperanza que no defrauda porque: “sabemos, además, que todo contribuye al bien de los que aman a Dios, de los que Él ha llamado según sus planes” (Rom 8, 28). Este momento también es un tiempo de purificación. Así como después del diluvio universal, Dios comenzó algo nuevo con la humanidad, así comenza­rá en este presente histórico, algo reno­vado, cuando decidamos renovar nues­tro corazón con la gracia de Dios, que se ofrece gratuitamente en este tiempo de salvación y de gracia que estamos viviendo con la Cuaresma, en camino de auténtica y sincera conversión. Conversión y fe en el Evangelio de Jesucristo, significa arrodillarnos frente al Santísimo Sacramento y con humildad pedir perdón a Dios por nuestros pecados y Él, con su amor misericordioso desde la Cruz nos per­dona, para que volvamos a Dios. Pero también, es tiempo para perdonar a nuestros hermanos por las ofensas que nos han hecho, “perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros per­donamos a los que nos ofenden”, re­petimos con frecuencia en la oración del Padre Nuestro, sabiendo que el perdón es un beneficio para quien lo recibe, pero es sobre todo una gracia para quien lo ofrece. El perdón nos pu­rifica de odios, resentimientos, renco­res y venganzas, que son veneno para nuestra alma, siendo el perdón, la me­jor medicina, gracia de Dios y paz para nosotros. De esta manera, podemos aspirar a vivir en este tiempo de reflexión y de gracia en familias perdo­nadas, reconciliadas y en paz, porque la gracia de Dios llega a cada cora­zón que se deja renovar por el regalo del perdón. Ofreciéndolo también al prójimo, empezando por el núcleo familiar, como una oportu­nidad para volver a Dios en esta hora de incertidumbre y de cruz por la que pasamos todos, pero que nos ayudará a sanar y purificar nuestro corazón y vivir renovados por la fuerza que viene de lo alto. Conviértete y cree en el Evangelio, es también hacer presente la caridad de Cristo en los hermanos, que es un mandamiento para todos nosotros, sa­biendo que la puerta de entrada al cielo es la caridad, tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de be­ber, estuve necesitado y me auxiliaron, vengan benditos de mi padre a poseer el Reino eterno, la gloria del cielo, (Cfr. Mt 25, 31 - 46). Como cristianos, como Iglesia Católica actuamos en el nombre del Señor y lo hacemos con la misma fuerza de su amor para con nosotros, que hace que todos nos sintamos her­manos, hijos de un mismo Padre. En la Diócesis de Cúcuta, este año queremos hacer presente la caridad de Cristo para con los más pobres, mediante la Campaña de Comu­nicación Cristiana de Bienes, que promueve darle de comer a más de cinco mil familias, como lo hizo Jesús cuando sintió compasión de la multi­tud. Los cristianos católicos de Cúcuta queremos a través de la Diócesis y del Banco de Alimentos, dar de comer a familias necesitadas. Por eso, la meta son cinco mil mercados para compar­tir con los más pobres de un sector de la ciudad. Ponemos en las manos de Dios esta misión y animo a todos los fieles de las parroquias a compartir desde lo poco o mucho que tengan, con otros más pobres, haciendo reali­dad en la vida personal y familiar esas palabras del tiempo cuaresmal: Con­viértete y cree en el Evangelio. Que esta Cuaresma que hemos iniciado sea un tiempo de gracia para reafir­mar nuestra respuesta de fe, espe­ranza y caridad a la llamada que Dios nos hace a la conversión y a la santi­dad, escuchando y leyendo el mensaje del Señor, meditándolo y creyendo en su Palabra y con ello convertir nuestra vida, siguiendo las palabras del Evan­gelio y comunicando esa buena noticia a los hermanos, transmitiendo su men­saje con nuestras palabras y obras de caridad. En este proceso contamos con la pro­tección maternal de la Santísima Vir­gen María y del Glorioso Patriarca San José, nuestro patrono, quienes escucharon la Palabra de Dios y entre­garon su vida para hacer su voluntad. Con María y San José queremos reno­var nuestro deseo de conversión para transformar nuestra vida en Cristo. Para todos, mi oración y bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Administrador Apostólico de la diócesis de Cúcuta

Lun 1 Feb 2021

Cúcuta ya tiene administrador apostólico

Mediante decreto de la Congregación para los Obispos y por voluntad del Papa Francisco, fue nombrado como administrador apostólico de la diócesis de Cúcuta a monseñor José Libardo Garcés Monsalve, actual obispo de la Diócesis de Málaga-Soatá. La sede episcopal de Cúcuta estaba vacante, una vez que, quien actuaba como obispo titular, monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, fuera nombrado como obispo castrense de Colombia. Tras conocer su nombramiento, el nuevo administrador apostólico envió un video mensaje dirigido a los sacerdotes, seminaristas, religiosas, autoridades civiles, militares y de policía y a los feligreses, expresándoles su deseo de acompañarlos con la oración y “con la intención de ayudar en el crecimiento en la fe, la esperanza y la caridad, para seguir construyendo entre todos una comunidad viva de fe al servicio de Dios y de los más pobres y necesitados”.