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evangelio

Mié 25 Oct 2017

Amar a Dios es amar al hermano

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Mié 25 Oct 2017

Cuando estamos movidos por el amor a Dios entonces damos amor

Dios nos ama tanto que cada día busca dialogar con nosotros a través de su Palabra que libera y salva. Por eso escuchemos piadosamente lo suave y dulce que es para la vida la Palabra de Dios. Primera lectura: Éx 22,20-26 Salmo: Sal 18(17),2-3a.3bc-4.47+51ab (R. 2) Segunda lectura: 1Ts 1,5c-10 Evangelio: Mt 22,34-40. Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el evangelio, que es culmen de la liturgia de la Palabra, que escucharemos este domingo XXX° del tiempo ordinario, se recogen las palabras de Jesús, como en una especie de síntesis, el misterio de la vida de Dios expresada en el amor y la misericordia, dice: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu espíritu” y luego añade: “Amarás al prójimo como a ti mismo” (Mt 22, 34-40). Así toda la liturgia de la Palabra viene unida por un único hilo conductor: El amor debe vivirse en la vida con una constante entrega y donación de sí mismo. El ejemplo por excelencia del cumplimiento del mandamiento del amor, es el cotidiano actuar de Dios en la historia del hombre. La primera lectura del libro del éxodo dice cómo Dios se dona diariamente aconteciendo en las realidades humanas: “Si el prójimo clama a mí, yo lo escucharé, porque soy compasivo” (Ex. 22, 26). Así mismo el salmo en la liturgia de este domingo canta que Dios tuvo misericordia de su Ungido (Sal. 18, 51b). Y san Pablo, en la carta que escribe a los Tesalonicenses, nos recuerda la imagen perfecta del amor: a Jesús que es el campo de acción de la misericordia de Dios; “por Jesús, a quién Dios resucitó de entre los muertos y por el que nos libra del castigo que viene” (1Tes. 1, 10). El misterio del amor, según la Palabra de Dios, consiste en comprender que el amor a Dios está en directa relación con los hermanos y al mismo tiempo el amor a los hermanos es la directa relación del amor con Dios, a quien hay que amar con toda la vida, en toda la vida y para toda la vida. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Cualquier ser humano cuando siente amor, da amor, por eso quien se siente amado y ama no hará nunca daño. La liturgia de la Palabra nos invita a ser conscientes del amor de Dios que se desborda en nosotros sin ningún interés, simplemente Dios se nos ha entregado totalmente a través de Jesús y nos ha demostrado que siempre será fiel y que cumplirá sus promesas, siempre mantendrá su fidelidad a la alianza aunque el hombre no cumpla con su parte. Podemos pensar que Dios cree en nosotros cada día, ve en nosotros su proyecto, por eso nos ama, porque ve en nuestra pobre humanidad muchas posibilidades de redención. Dios cree que solo amándonos, no castigándonos, podremos abrir nuestra vida a la conversión, sólo la experiencia del amor de Dios derrumbará los muros que hemos puesto en nuestros corazones por el pecado y la maldad, solo algo más fuerte que el pecado, el amor, cuyo rostro es Jesús, podrá cambiarnos los esquemas, sólo si confiamos en el Señor, como el salmista, diciendo siempre con nuestra vida y con nuestro testimonio cotidiano: “Yo te amo señor: tú eres mi fortaleza”. Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? La liturgia de la Palabra, a través de la cual el Señor se hace carne en nosotros, nos da dos motivaciones para la vida cristiana: 1) Debemos amar a Dios con todas las fuerzas que pueda manifestar un ser humano: Con toda el alma, con todo el corazón, con todo la mente, es decir, con todo nuestro interior, con todo lo que sentimos, con todo lo que pensamos. La entrega a Dios tiene que ser total, porque la donación que el mismo Dios hizo de sí mismo fue total. En definitiva la primera tarea es hacer que todo lo que hacemos cada día, todo lo que tenemos, todos los que nos encontramos, toda nuestra familia, nuestros compañeros de trabajo, nuestros empleados, amigos, vecinos, amen a Dios. Esto solo será posible si tenemos en cuenta la segunda motivación: 2) Amar al prójimo. Nadie ha visto a Dios, por eso el campo de acción de Dios somos nosotros su hijos; debemos estar atentos porque nuestra forma de comportarnos dice en cuál Dios creemos; cuando estamos movidos por el amor del único Dios entonces damos amor, perdonamos, somos honestos, justos, humildes, cordiales. A veces parecemos hijos del maligno, pues nuestras obras son las del mal, vivimos metidos en un mundo de libertinaje, corrupción, lujuria, desorden, rabias, irrespeto, malas relaciones personales y familiares. Pensemos que cuando vemos un niño le encontramos algún parecido con sus progenitores, así mismo cuando alguien ve un cristiano debería ver algún parecido a su Padre Dios, que solo sabe ser bueno y compasivo con los demás. Hay una tremenda exigencia en el evangelio de este domingo: no es amar a Dios y al otro de cualquier forma, hay que amarlos como a nosotros mismos, esa es la medida; debemos ser conscientes que somos muy condescendientes con nosotros mismos, nos perdonamos fácilmente, nos justificamos, nos aceptamos todos los defectos y hasta los malos gustos, pero al otro no le pasamos ni media; esta es la clave de la medida del amor: en el otro nos tenemos que ver a nosotros, sobre todo si entendemos que somos la Iglesia, miembros del Cuerpo de Cristo, hijos de un mismo Padre, es decir, hermanos. El otro, como repetidamente dice el Papa Francisco: es un don de Dios para mí, es decir, es Dios mismo. Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? La oración colecta de este domingo nos invita a pedirle al Dios eterno, que hoy nos permita hacer crecer en nosotros las virtudes teologales, dice: “Dios todo poderoso y eterno aumenta nuestra fe, esperanza y caridad, y, para conseguir tus promesas, concédenos amar tus preceptos”. Nadie puede amar sino tiene fe, sino está movido por la espera ansiosa y paciente del Señor que viene a salvarnos a nosotros que somos su pueblo. Una de las mayores pruebas del amor de Dios es la eucaristía, es Dios diciéndonos y demostrándonos que jamás nos dejará solos, que está aquí y ahora hablándonos y dándose como alimento, por eso el rito es la expresion de un Dios que solo quiere darse totalmente al hombre. Así mismo, esa imagen tan grande de la asamblea reunida para la celebración es signo de lo que Dios espera de nosotros; todos unidos con un mismo corazón, una misma fe, mirando a Cristo, experimentando como hermanos el amor del Padre que se entrega y que a la vez bendice nuestras vidas. Razón tenía San Agustín cuando decia sencillamente: “Ama y haz lo que quieras”, seguramente jamás nos haremos daño. Recomendaciones prácticas: Podría ambientarse algún lugar del templo con el lema de la Conferencia Episcopal para este año: “Dejémonos reconciliar por Dios” (2Cor. 5,20). Hacer una motivación y preparar una jornada para que los fieles se acerquen durante la semana al sacramento de la penitencia, es una de las experiencias más grandes en la que los cristianos experimentan la bondad, la compasión y el amor de Dios. Hacer el rito de la aspersión con el agua bendita, en el acto penitencial, recordándole a la comunidad que una de las mayores pruebas del amor y la misericordia de Dios es haber recibido la gracia del bautismo y el perdón de los pecados. Para el acto penitencial de la Misa se puede seguir el Formulario 3, eligiendo una invocación para el Tiempo Ordinario, p.p. 344 -345 del Misal. Podría hacerse la Plegaria Eucarística "de la Reconciliación II", p. 508 del Misal. Tener presente que: El miércoles 1°, es la Solemnidad de Todos los Santos. El jueves 2, es la Conmemoración de todos los fieles difuntos. El viernes 3, es en Colombia, la Memoria Obligatoria de San Martín de Porres, religioso.

Mar 17 Oct 2017

Cuando Dios está en nuestras vidas somos capaces de servir a los hermanos

Dios quiere hoy que su voz sea de consuelo y esperanza, pero también de afirmación de la grandeza de su amor y de nuestra disponibilidad para hacernos servidores de la Causa de la verdad y de la vida en la que Jesús es nuestro Señor y redentor. Primera lectura: Is 45,1.4-6 Salmo: Sal 96(95),1+3.4-5.7-8.9-10a+c (R. 7b) Segunda lectura: 1Ts 1,1-5b Evangelio: Mt 22,15-21. Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La Palabra Divina nos muestra cómo Dios eligió a Ciro para que fuera para Israel un signo de libertad y de esperanza, en contraposición al signo doloroso del César del Evangelio, que es para Israel signo de muerte y de opresión. San Pablo en la introducción a la Carta a los tesalonicenses, no sólo ofrece la formalidad de un saludo sino que propone el tema de esperanza que esa carta contiene y que se hace necesario en el mundo de hoy. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Dios me muestra a mí y a la comunidad entera, la fuerza de su amor único e irremplazable, el que me permite discernir sobre el lugar que ocupan en mi vida las personas, las cosas, las aspiraciones, las opciones que hacemos. En la palabra que Dios me propone este domingo, he de encontrar también el sustento de mi esperanza, para que la voz de Pablo me invite a mí y a cuantos configuramos la comunidad, a una vida de confianza y de esperanza. Contexto situacional: ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? Hoy, más que nunca, los creyentes estamos llamados a distinguir los ámbitos de nuestra vida y preocuparnos por servir a quien de verdad nos salva, nos redime, nos integra como personas a la comunidad. Servir al “César” de este mundo sería asumir la dependencia de las cosas que marcan nuestra hora presente: el poder, el placer, la riqueza. Una vida así dividida tiende a desconocer y posponer los valores más auténticos y a generar esclavitudes que, como la que afectaba a Israel, muchas veces se disfrazan en aparentes acuerdos entre lo divino y lo humano que terminan ahogando la supremacía de Dios y postrando la fe al servicio de realidades humanas intrascendentes. Contexto celebrativo: ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Cada celebración Dominical es un encuentro con la Palabra, la persona, el misterio del Señor. La liturgia misma tiene como centro no el “cesar” de este mundo sino el Señor de la Historia, cuya imagen no está grabada en el haz de una moneda sino en la vida misma de cada persona que haya encontrado el amor de Dios. Cuando ese amor lo centra todo, entonces empiezan a surgir las iniciativas que nos permitan hacernos servidores de los hermanos en quien está viva la imagen de Dios y cuya promoción y reconocimiento son misión de la Iglesia en la que todos fuimos consagrados al Señor. Las lecturas contrastan complementándose, porque lo que para Israel fue bendición en Isaías, es dolor para el Israel de los tiempos de Jesús. Es allí donde el Señor centra nuestra vida en una actitud de respeto y consideración por las autoridades, salvando con valor la identidad de nuestro único Dios al que en la Liturgia de cada Domingo llamamos Señor de tantos modos. Es Él el que impulsa la acción de la Iglesia, la dirige como Señor y la espera para premiarla con el Reino de la Verdad y de la Vida, para que el anuncio del Evangelio y la misión de la Iglesia no se parezcan en lo más mínimo a la campaña servil de un rey humano sino que sean el paso del único señor que nunca se nos muere y que vive para siempre. Recomendaciones prácticas: Este día coincide con el de las Misiones. Es bueno que se siga la pertinente indicación cuando se escojan las lecturas que se proponen. Tener presente que el sábado 28 octubre, es la fiesta de los Santos Simón y Judas, apóstoles

Mar 17 Oct 2017

El tiempo de Dios

Por: Mons. Mauricio Vélez García - El ritmo de la vida cotidiana se ha hecho frenético para todos. Las ocupaciones, las tareas y las responsabilidades diarias, nos han ido robando la paz interior y nos han puesto en contravía de una buena calidad de vida y de un oxigenarnos espiritualmente. Me parece escuchar en todo momento las palabras de El Maestro: "Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la parte buena, que no le será quitada" (Lc. 10, 41 - 42). Cuando se nos dificulta priorizar los tiempos de Dios, comenzamos a llenar nuestros espacios con los compromisos materiales, con lo objetivo y tangible que acaparan nuestro sentir y pensar, pero que, en realidad, podemos aplazar sin ninguna consecuencia. Estamos llamados a comprender que los tiempos de Dios están por encima de las cosas, y estas, jamás, podrán estar por encima de Dios. En nuestro ambiente familiar y social, el tiempo, cada vez, es más reducido, y en consecuencia, el que tenemos reservado para Dios es pobre y empequeñecido. Es la hora de comprender que si tenemos tiempo para Dios, este nos será recompensado y santificado con el que el Señor nos dedica amorosa y permanentemente. El tiempo es un signo fundamental del amor de Dios; un don tan preciado que se nos hace necesario valorar y optimizar sin preferir los aconteceres de nuestra vida diaria. Cuando tenemos tiempo para Dios, nos damos cuenta de inmediato, de que Dios es una realidad en nuestra vida; empezamos a comprender lo maravilloso que es sentir su presencia, tener la certeza de que Él tiene tiempo para todos y se ocupa amorosamente de nuestra historia, se sumerge en nuestra realidad y nos lleva, con su pedagogía del amor, al arte de vivir bien y caminar hacia la felicidad. El Papa Francisco nos lo ha presentado como la cercanía y el encuentro: “Cercanía y encuentro son los instrumentos de Dios, que en Cristo, se ha acercado y nos ha encontrado siempre”. Dejarnos encontrar por Dios equivale a escucharlo con atención y entregarle todo nuestro ser, para que esa escucha sea fructífera y haga la diferencia en todo lo que somos; para que entendamos y aceptemos que estamos ante un Dios real, concreto, que existe, que ha entrado en nuestra historia y está presente en todo. Si queremos experimentar lo que significa Dios, debemos familiarizarnos con la vida de Jesús y con su Evangelio, esto es, abandonarnos con amor y fe, con esperanza y confianza, a los tiempos de Dios. Ello optimizará nuestros tiempos, a veces tan pobres y tan áridos. ¡Qué importante es para nuestra vida saber involucrarnos en el tiempo de Dios y abandonarnos en él! De esa manera sabremos comunicar, decir lo que hemos visto y oído en ese encuentro de fe y de amor; lo que hemos experimentado en nuestro interior y lo que hemos sido capaces de cambiar en nuestro proyecto de vida. Esta experiencia de fe servirá para que todos comprendamos que el tiempo de Dios es necesario en el mundo, y decisivo para su tranquilidad y su tan anhelada paz. Es una manera de involucrar toda nuestra existencia en la gran obra de la fe y superar todo lo que nos impide la escucha de Dios: el individualismo, el egoísmo, las indiferencias y el materialismo. Hagamos una pausa y pensemos, ¿cuánto de nuestro tiempo es para Dios? + Mauricio Vélez García Obispo auxiliar de Medellín

Jue 12 Oct 2017

Evangelio 15 de Octubre de 2017

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Mar 10 Oct 2017

Dios es Padre de toda la humanidad

La liturgia de la Palabra saca fuera de nosotros cualquier idea que subsista en torno a privilegio, elección excluyente, un Dios para unos pocos. El Dios revelado en las escrituras es Padre de toda la humanidad, se interesa por todos y a todos los quiere en el banquete del Reino. Hagamos vida esta Palabra para vestir el traje digno de tan sublime regalo. Primera lectura: Is 25,6-10ª Salmo: Sal 23(22),1-3a.3b-4.5.6 (R. cf. 5a) Segunda lectura: Flp 4,12-14.19-20 Evangelio: Mt 22,1-14 (forma larga) o Mt 22,1-10 (forma breve). Contexto bíblico ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El don de la salvación prometida por Dios es para todos los pueblos, regalo divino que Israel en tiempos de Jesús no había logrado comprender plenamente a pesar de los anuncios realizados por los profetas. La visión cerrada en algunos miembros del pueblo de la antigua alianza se vio sorprendida por los anuncios hechos por el Hijo del Altísimo, de un banquete en el que los convidados eran “malos y buenos”, llamados todos a la fidelidad a su Señor. La paciencia divina en la construcción del Reino se percibe patentemente en los reiterados envíos de sus servidores (los criados) quienes, convocando al banquete de bodas, apelan a la libertad humana, la misma que hace a los hombres responsables de la situación con que se presentan en la sala de los invitados. El traje, del que habla el evangelista Mateo, no es otro que el de la conducta del hombre, representada en el relato por los intereses que mueven el actuar humano: “uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios, los demás les echaron mano a los criados y lo maltrataron hasta matarlos”. El mismo Cristo fue víctima de esta ceguera y cerrazón del corazón, que hizo al hombre incapaz de contemplar a Dios con rostro humano en medio de ellos. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? No porque nos llamemos cristianos tenemos asegurada la entrada al banquete de bodas o somos invitados con puesto asegurado. Nuestro mundo aqueja de grandes injusticias y males, en lo personal y social. Se percibe la fuerza del mal que esclaviza y pone al hombre al servicio del reino de la tiniebla, de la muerte. Las reiteradas amonestaciones de los profetas, llamando a la obediencia, a seguir los caminos del Señor, fueron también asumidos por Jesús, invitando desde el inicio de su predicación a la conversión, a vivir el espíritu de la ley, a comportarnos como verdaderos hijos de su Padre Dios. Contexto situacional ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? Nuestras elecciones, en las que rechazamos la invitación del Señor, para ocuparnos de nuestros propios asuntos, perdiendo el horizonte de eternidad, embebidos en lo terrenal y atados a las ofertas de felicidad de este mundo, solo ocasionan que lleguemos sin el traje apropiado, sin la comunión requerida para vivir eternamente con Dios. Acoger a los mensajeros y el anuncio que se nos hace, es condición para que podamos ser considerados dignos de tan sublime beneficio. Por tanto, no podemos ser indiferentes frente a la misma, no puede ser tomada con ligereza, pues obrando así nos excluimos de “habitar en la casa del Señor por años sin término”, perdemos las bondades con que nos apacienta nuestro “pastor”. El profeta Isaías, al indicar que “el Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo”, testimonia el sufrimiento –consecuencias de su obrar equivocado– al que Israel se vio sometido por abandonar a su Señor. Sus males, son los mismos que encontramos hoy en nuestro mundo, cuando el hombre termina por vivir aceptando la muerte de inocentes, la conculcación del derecho de los débiles, la mentira y el engaño, el fraude, la mentira, la falsedad, la infidelidad, la avaricia, la deshonestidad, la violencia. Un hombre vuelto a sí mismo y sin referencia al eterno, termina por destruirse y destruir la obra misma de Dios. Contexto celebrativo ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Venir en este día a la eucaristía no puede reducirse al cumplimiento de un rito por motivos de devoción o piedad. Nuestra presencia debe tornarse en una aceptación a trabajar por hacer cambios en nuestro modo de pensar y actuar, de tal forma que lleguemos a ser cooperadores de los enviados del Señor, es decir todos “discípulos”, amigos de Jesús y colaboradores de su proyecto de salvación de todos los hombres. Una comunidad que no hace esfuerzos por atraer a los lejanos, incluir a todos, por anunciar la buena nueva, por implantar en el mundo los regalos del Mesías, ha desfigurado su propia identidad, ya no es la asamblea del Señor. Pues creyentes y no creyentes reciben a su vez la llamada a la conversión, a transformar el corazón para que Dios esté al centro del mismo. Nos asiste en este empeño la gracia divina, la compañía del Maestro, que no abandona a los que elige, ni deja a la deriva a cuantos le sirven. Recomendaciones prácticas Podría servir para motivar la reflexión de los fieles una cartelera con la siguiente frase: “A todos los que encontréis, convidadlos a la boda”. Se Sugiere el uso del Prefacio Dominical X: "El Día del Señor". Al final de la Misa puede hacerse la fórmula de Bendición solemne: En el Tiempo Ordinario VI, p. 477 del Misal. Resaltar la celebración del sábado 21 en torno Santa Laura Montoya, religiosa misionera de nuestra patria. Tener presente que: El miércoles 18 de octubre, es la fiesta de San Lucas, evangelista. El próximo domingo 22 octubre es la Jornada Mundial de las Misiones.

Jue 5 Oct 2017

Afinemos nuestra fidelidad al Señor para dar frutos de paz

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Lun 2 Oct 2017

La viña del Señor está llamada a dar los frutos del Señor

La Palabra nos invita a mirarnos como viña del Señor, que cultivada por el amor divino tiene por vocación dar frutos de santidad y gracia. Además, se nos advierte de un gran peligro: querer usurpar el puesto de Dios, con lo cual sobreviene una ruina sin medida. Primera lectura: Is 5,1-7 Salmo: Sal 80(79),9+12.13-14.15-16.19-20 (R. cf. 15c) Segunda lectura: Flp 4,6-9 Evangelio: Mt 21,33-43. CONTEXTO BÍBLICO ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Usando una figura del mundo agrario, muy conocida por todos, se plantea un problema central: la relación del hombre con Dios. A aquel se le ha hecho la propuesta del reino de Dios, ha sido constituido por acción divina pueblo del Señor. Dios en persona ha intervenido, ha trabajado como un “propietario labrador” para brindar los cuidados a su viña, no ha escatimado fatiga, no ha ahorrado empeño. Más la respuesta ha sido desobediencia, olvido de la ley del Señor, un levantamiento que quiere “matar” a Dios en el corazón del hombre, para convertirse en viña de otro viñador. El desastre es descrito con palabras de gran intensidad: “dio agrazones” (asesinatos y lamentos), dejando de lado “todo lo que es verdadero, noble, justo, puro, amable, laudable; todo lo que es virtud…”. La situación actual es escandalosa, pues el “propietario labrador” lo hizo todo en procura de su fecundidad: preparó el terreno, sembró buena cepa, puso una cerca de protección, dispuso del lugar para exprimir la uva y dejó unos labradores que debían cuidarla y al final, produjo destrucción y muerte. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Salta a la vista la ruina del proyecto divino con nosotros los hombres. La causa es evidente, el pecado. El pecador se encuentra en una situación de destrucción, es una “viña arrasada”, asaltada, en la que ahora no crecen los racimos de uvas, las buenas obras, sino “zarzas y cardos”. Esta esterilidad del creyente, refleja ese caminar lejos de Dios, es como un viaje de regreso a la esclavitud de Egipto de la que Dios mismo nos ha sacado. Y sólo el Señor puede sacarnos de tal desastre, es su intervención la que puede remediar este aniquilamiento: “Dios de los ejércitos, vuélvete... Señor Dios de los ejércitos, restáuranos”. El salmista como hombre de fe, nos hace comprender que el pecado solamente pude ser vencido por Dios, por eso hay que acudir a Él. CONTEXTO SITUACIONAL ¿Qué me sugiere la Palabra que debo decir a la comunidad en su realidad concreta? Equivocadamente podemos pensar que se trata de una buena historia, que atrapa por la fuerza de la narración. Pero es clara la intencionalidad del profeta Isaías y del Evangelista Mateo al recoger el relato de Jesús, que nos demos cuenta del rechazo que ayer y hoy hemos dado a Dios. De allí, la afirmación de Jesús, al explicar la parábola: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular”. En esta situación actual, de búsqueda de felicidad, vuelve a proponérsenos el Reino de los cielos, como una experiencia que Pablo describe en términos de serenidad interior, de cálida relación: “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús”. Hijos del Reino que viven según los valores del Reino, que abandonan su pecado y como “vid del Señor” producen derecho y justicia. Todos los ámbitos de nuestra vida personal y social, deben marcarse con Evangelio: con bondad, misericordia, ternura, compromiso transformador, perdón y reconciliación. La viña del Señor, está llamada a dar los frutos del Señor. CONTEXTO CELEBRATIVO ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Sería incomprensible que quien ha escuchado esta Palabra de Verdad y quien se ha alimenta del Pan de la Vida, vuelva a la cotidianidad a producir muerte por su pecado. Bien lo ha descrito el salmista, no serán nuestras propias fuerzas las que nos permitan vencer; será la apertura a la acción divina, en obediencia a sus mandatos, la que nos permitirá vivir en libertad, vivir “sin preocupaciones” como lo refiere el apóstol Pablo. Que no es un vivir inoficioso sino comprometido, abrazando todo el proyecto del amor de Dios con el hombre y siendo instrumentos de su implantación en el mundo. Ha todos nos cuestionan los grandes males del mundo, pero pocas veces nos asumimos la tarea de quitar de nosotros todo mal y de buscar cambiar nuestro entono con la fuerza del Señor. Y este es el reto que nos deja hoy este encuentro celebrativo de la fe, en el día el Señor. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS Convendría hacer una cartelera con la siguiente frase: “¿Somos la viña el Señor?” Algunas palabras claves a tener presente: alianza, fidelidad, obediencia, rebeldía. Podría usarse la Plegaria Eucarística para diversas circunstancias III: "Jesús, camino hacia el Padre”, p. 524 del Misal. Al final de la Misa puede hacerse la fórmula de Bendición solemne: En el Tiempo Ordinario VIII, p. 478 del Misal. Tener presente y destacar ante la comunidad, en el marco del mes de las misiones, la figura de San Luis Bertrán, el regalo que representó para la Iglesia el ministerio pastoral del Papa San Juan XXIII y la celebración del día de la raza, resaltando el enriqueciminto que ofrece el diálogo entre los pueblos. El jueves 12 de octubre es el día de la Raza: Fiesta Nacional. Por ser dia del descubirmiento de América, se recomienda escoger una de las Misas apropiadas para la ocasión. En la oración Universal o de los Fieles se aconseja hacer peticiones por América y su Nueva Evangelización. Mes de las misiones: motivar a los fieles para orar y colaborar con el trabajo misionero de las diferentes comunidades religiosas que tienen ese carisma y de los sacerdotes que evagelizan en territorios dificiles.